capítulo 59

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Capítulo 59
Tom Hills.
Baja.


El gris de New York nunca se sintió tan pesado como aquel día cuando me dirigí a las oficinas del FBI. Caminar por esos pasillos siempre había sido una tortura de ensimismamiento y papeleo, pero esa mañana, cada paso parecía resonar con una gravedad particular. Golpeé la puerta de mi jefe, una, dos veces, esperando ser llamado para entrar, pero fue la secretaria quien finalmente me abrió, indicándome con un gesto que pasara.
No pude evitar que mis ojos se deslizaran hacia la pizarra transparente que ocupaba el fondo de la oficina. Estaba plagada de fotografías e información sobre la mafia italiana. En el tope, Alessandro Gambi me devolvía la mirada desde su foto, debajo de él, imágenes del restaurante que acabaron en llamas, rutas de movimientos de dinero. Y en otra parte de la pizarra, Redgar Kane y debajo de este, Athenea Jones, rodeados de signos de interrogación que parecían gritar misterio.
Fue entonces cuando John, con un chasquido de dedos, captó mi atención. Me giré, intentando ocultar cualquier signo del dolor que aún me recorría el cuerpo, un dolorido recuerdo de la golpiza de hace unos días.
──Veo que estás mejorando.  ──dijo John, intentando inyectar algo de optimismo en la habitación.
──Sí. ──fue todo lo que pude responder. ──. Necesito reintegrarme. ──En mi voz había un deje de súplica, de desesperación incluso.
John se sentó, acomodándose en su silla con una expresión que presagiaba malas noticias.
──No puedes. ──comenzó lentamente, como si cada palabra le pesara. ──. El director de la policía ha decidido darte de baja. Lamentablemente, ya no podemos permitirte seguir de encubierto.

──¿Qué? ¿Cuándo? ¡No me han dicho nada! ──La sorpresa me robó cualquier compostura. Me sentía como si el suelo se abriera bajo mí.
──Te descubrieron. Estoy bastante seguro de ello.  ──dijo, manteniendo contacto visual, tratando de transmitir algún consuelo a través de su mirada.
Instintivamente, mis ojos buscaron la imagen de Redgar Kane en la pizarra.
──Necesito atraparlo. ──murmuré entre dientes.
──Lo haré yo. Sin ti. ──declaró John, levantándose de su silla con una resolución férrea.
No podía aceptarlo.
──Puedo hacer que Athenea Jones hable. Ella sabe todo lo que hace Kane. Debe saberlo. ──insistí, la desesperación creciente en mi voz.
John se acercó a mí, su presencia imponiéndose.
──Jones hablará conmigo. No contigo. Ella no te dirá nada a ti, eso puedo asegurártelo. En cambio a mi… ──sonríe. ──. Estás de baja.
Aquel intercambio marcó el principio de una cuenta regresiva para mí dentro de la agencia. Aunque me hayan despojado de mi rol oficial, la chispa que encendió mi compromiso con desmantelar aquel entramado de crimen no se había extinguido. Quizás mi viaje ya no se vería reflejado en los archivos del FBI, pero mi lucha estaba lejos de acabar. La justicia tiene caminos inesperados, y yo estaba dispuesto a encontrarlos, con o sin placa

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