capítulo 56

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Capítulo 56
Alessandro Gambi


Cuando alcanzo el refugio, una construcción recóndita y solitaria en Staten Island, mi primer instinto es librarme del abrigo. Cada movimiento es un recordatorio agudo del dolor en mi hombro; aquel impacto no ha sido simplemente un roce. Al dejar caer mi peso sobre la silla más cercana, el enojo burbujea dentro de mí, transformándose rápidamente en una furia silenciosa. A pesar del frío, el calor de la herida se siente de manera prominente a través de mi camisa blanca, ahora decorada con un creciente adorno de sangre.
Mis hombres no pierden ni un segundo. Se dispersan, algunos hacia el interior de la casa, otros hacia afuera, asegurándose de que el perímetro esté protegido, buscando más amenazas. Mientras tanto, me deshago de la camisa con movimientos bruscos, cada tirón un testamento de la ira y la impotencia que siento.
──Voy a matar a Red. ──las palabras se deslizan entre mis dientes, más una promesa a mi mismo que una amenaza al viento.
En medio del caos, uno de mis hombres trae a un médico, un hombre de mirada calmada pero manos decididas. Sin perder tiempo, examina mi hombro.
──Hay que extraer la bala.  ──dictamina, su voz no deja lugar a dudas ni temores. Asiento, preparándome para el proceso, sabiendo que el dolor físico es solo temporal en comparación con la sed de venganza que arde dentro de mí.
Matteo, mi mano derecha, aprovecha la pausa forzada para darme las últimas actualizaciones. Se sienta frente a mí, su mirada es un reflejo de la tormenta que sé está desatando en las calles.
──Acaban de explotar una de las joyerías y han incendiado el restaurante. ──informa, su tono intenta ser neutral, pero el peso de las noticias se siente en el aire.

Un gruñido escapa de mis labios justo cuando el doctor presiona cerca de la herida, preparando sus instrumentos. El dolor es intenso, pero mi mente se enfoca en otra cosa: la destrucción de lo mío, el ataque a mi territorio.
──Estamos arriesgando demasiado por el éxtasis. ──murmura Matteo.
──¿Y crees que me voy a dejar joder de Red? ──inquiere molesto. ──. Me hirió el maldito. ¿la viste? ¿viste como la defendió?
Red defendió a esa tal Athenea, poniéndose en el camino de mi ira como un obstáculo momentáneo. Pero su valentía no será suficiente para protegerla de lo que está por venir. Athenea… su nombre resuena en mi mente, estampándose con fuerza como un sello de fuego.
Recuerdo sus ojos azules intensos y su piel pálida que contrastaba con la oscuridad de su cabello. Me deslumbró, debo admitirlo sin reservas.
Ahora, más que nunca, mi determinación se fortalece. No solo buscaré venganza por el éxtasis que Red me ha robado, sino que también le arrancaré aquello que ahora parece tener un valor mayor: me robaré a Athenea.
El doctor detiene por un momento sus movimientos, quizás percibiendo la ferocidad en mi mirada. Pero su tarea es curar mi cuerpo herido, no puede ver los planes que se tejen en las sombras de mi mente.
La quietud de la habitación se ve interrumpida por la llegada de mis sobrinos. Los dos pequeños se detienen a una distancia segura, observando con ojos inocentes y curiosos la escena que se desarrolla ante ellos. Puedo sentir sus miradas fijas en mí, en el dolor que refleja mi rostro, en la sangre que se desliza a través de mi piel.
Alessa, aparece en la puerta. Sin una palabra, con gestos rápidos y decisivos, los envía hacia las habitaciones de arriba. Sé lo que viene a continuación, conozco el tono de su voz cuando las puertas se cierran a sus espaldas. Alessa me observa desde la distancia, sus ojos no reflejan compasión ni preocupación, sino una dura resignación.

Cruza los brazos sobre su pecho, un gesto que conozco demasiado bien.
──Felicitaciones. ──su voz es un susurro gélido que corta el aire de la habitación. ──. Acabas de sentenciar a tus sobrinos a morir.  ──sus palabras son como cuchillos afilados, cortantes y punzantes, pero sé que detrás de la fachada de enojo y desaprobación hay también miedo, miedo por lo que este camino de violencia y venganza pueda significar para su familia.
Alessa no entiende la guerra en la que estamos inmersos, las reglas que gobiernan nuestra existencia. Para ella, la protección de sus hijos es lo único que importa, mientras que para mí, la conquista y el poder son las monedas de cambio en este mundo sin piedad. El costo de mis decisiones se vuelve más claro en el reflejo de sus ojos, en la tensión de su postura.
Pero no retrocederé. El precio de la traición, de desafiar mi autoridad, deben ser pagados. Incluso si eso significa que mis propios sobrinos estén en peligro. Porque en esta vida no hay espacio para la debilidad o la vacilación. Y Red, Athenea y todo aquel que se interponga en mi camino, aprenderá que las consecuencias de desafiarme son más mortales que cualquier bala incrustada en mi carne.


RedWhere stories live. Discover now