024| Una casa con jardín

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Michael

Michael se encontraba sentado en una linda sala con mobiliario oscuro. Tenía las manos sudorosas, signo evidente de su nerviosismo. Estaba allí para ver a Lauren por primera vez desde que entró a rehabilitación, habían pasado casi tres semanas y no tenía idea de lo que sucedería.

Las preguntas constantes con respecto a Lauren no lo habían dejado dormir las últimas semanas, a pesar de que ir a terapia ayudaba mucho, seguí muy preocupado por la chica pelirroja.

La puerta se abrió con suavidad y una enfermera entró en el cuarto. Las manos de Michael temblaban ligeramente, la bolsa negra entre ellas impedía que fuera notorio.

Lauren ingresó a la sala detrás de la mujer y Michael se dio cuenta que no estaba preparado para verla. Verla así.

Lauren usaba una fina camiseta de color blanco, junto a unos pantalones y medias de color gris. Michael no recuerda haberla visto nunca en ropa tan simple y plana. Pues la Lauren que conocía, su Lauren nunca vestía ropa neutra, siempre estaba llena de color. Pero Lauren frente a sus ojos ya no parecía su Lauren.

Su cabello rojo se veía más potente y pronunciado pero aún así se veía apagada, con las mejillas hundidas y ojeras bajo sus ojos era muy evidente todo el peso que había perdido la chica durante esas tres semanas. Era una versión triste y acabada de la feliz chica pelirroja, Michael odiaba verla así.

-Vendré en una hora, Lauren. Puedes avisar si necesitas cualquier cosa- informó la enfermera antes de salir de la habitación y cerrar la puerta tras de sí.

-Gracias- le dijo Michael a la mujer.

Lauren se quedó estática en su lugar mirando a Michael fijamente. Él casi no la reconoció. Su rostro estaba pálido, cosa que hacía que sus pecas fueran más visibles y pronunciadas, sus manos temblaban levemente y estaba encorvada, como si no tuviera la fuerza necesaria para sostenerse a sí misma.

Michael estaba preparado para sostenerla si hacía falta.

-No sabía que vendrías- dijo Lauren en una finísima voz.

-¿Quieres sentarte?- preguntó el muchacho.

Lauren solo asintió con la cabeza y se sentó del otro lado del sofá, lo más alejada de él que pudo.

Ambos se sumieron en un silencio del todo incómodo, de los que Lauren solía llenar con sus ocurrencias. Pero ahora no, estaba callada y con la mirada perdida. Michael tragó con fuerza. No tenía idea de que decir o por dónde comenzar, Lauren siempre era la que hablaba y sacaba tema de conversación. Nunca antes había estado tan callada.

-¿Y... Cómo estás?- comenzó Michael.

Era una pregunta básica que podía empezar una buena conversación ¿Verdad?

Lauren se encogió de hombros y se lamió los labios antes de hablar. Michael notó que los tenía secos y partidos.

-He estado mejor.

-¿Qué tal el lugar?- preguntó Michael genuinamente preocupado. Él fue el encargado de ubicar a Lauren en el mejor centro que pudo encontrar, y de financiar una parte de él también. Solo quería que Lauren estuviera bien y que se recuperara tal y como ella lo deseaba.

-Es un centro de rehabilitación... he estado en lugares mejores- las respuestas de la chica eran mordaces, tan poco propias de Lauren. Su mirada y expresión estaban carentes de energía y emoción.

Ella comenzó a temblar levemente mientras miraba un punto muerto en la pared como si fuera lo más interesante del mundo.

-¿Tienes frío?- preguntó Michael

Té para tres 2: Té sin azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora