004- Bebés y pelirrojas

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Lauren

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Lauren

Nueva York. Un Avión. Lauren.

Es la quinta vez que Lauren llegaba a Nueva York, contando claro, la primera vez que fue cuando tenía 10 años y viajó allí con toda su familia. A decir verdad era la vez que menos emocionada estaba. Eso no le quitaba la emoción que sentía, claramente, pues aún quería ver a sus amigas e intentaría de poner su vida un poco en orden.

El último año y medio había sido un tiempo de cambios y experiencias para Lauren. Había dedicado ese tiempo para intentar "hallarse" a si misma, pero en realidad es que ahora estaba un poco más perdida. Se podría decir que por su cabello pelirrojo con algunos mechones teñidos de rosa y su nuevo piercing en la nariz se notaba que había cerrado muchos "ciclos".

Lauren siempre tuvo una buena relación con los aviones. Le encantaban y nunca experimenta ningún síntoma que se podría producir en un avión. Ya saben, a ciertas personas les da miedo o les produce ansiedad. Pero no, a ella no le daba miedo ni nada parecido. Además, le gustaba el echo de que hay muchas personas a las que observar, ya saben que le gusta analizar a todo y a todos. Los aviones siempre fueron una cosa especial para Lauren.

Pero, esta vez fue diferente. Un nudo se le formó en la garganta y su estomago se sacudió ante la sola idea de montarse a un avión. Y es que no era el hecho de subirse al avión, pues en ese "tiempo" se había subido a miles. Era por lo que esperaba al otro lado del avión. Eso era lo que la atemorizaba.

No se encontraba en optimas condiciones para abordar el avión, sus manos temblaban y le costaba mantener una respiración constante. Por esto tuvo que usar ayuda extra para relajarse un poco. Ayuda que llevaba usando durante meses. Una ayuda nada buena. Una ayuda que no necesitaba, pero ahora no podía dejarla.

No le gustaba la idea de tener que viajar sola, pues no había podido convencer a su compañero de viaje frecuente de volver a Nueva York. Él no quería volver y Lauren no podía obligarlo. Había cosas que él no quería tener que ver en Nueva York, o mas bien personas.

Lauren se preparó y lo hizo. Logró abordar el avión sin complicaciones. Para cuando Lauren se sentó en su asiento de primera clase sus manos ya no temblaban, es más, a duras penas las sentía, su cabeza ya no daba vueltas y todo su miedo se había desvanecido. Así de fácil era dejar de preocuparse por el mundo. Relajada, tranquila y drogada, muy drogada.

Cuando la azafata le pasó una copa de champan una risa boba la invadió, no podía dejar de reírse y todo le daba risa. Así la vida parecía más feliz. La marihuana la calmaba.

Lauren recostó su cabeza contra la ventanilla y lo último que supo fue que la champaña y la marihuana hacían una excelente combinación. Durmió plácidamente durante horas, hasta que un particular sonido la despertó.

Abrió los ojos con pesadez, el sonido era insistente y molesto, muy molesto. ¿Qué rayos eran esos chillidos y gemidos? Pensó ella.

Para cuando estuvo completamente despierta logró ver la fuente del sonido, más bien al causante. No tuvo que ver muy lejos, pues estaba justo a su lado. El pequeño bebé estaba llorando con fuerza, sus pequeños bracitos se movían con desesperación y su rostro enrojecido estaba empapado de lagrimas. Lo sujetaba quien Lauren supuso era su madre, o tal vez su hermana, no sabría decirlo, la chica se veía muy joven. Era un chica delgada de piel morena, cabello largo y ojos oscuros. Muy bonita.

Té para tres 2: Té sin azúcarWhere stories live. Discover now