-49- Un perdón, una sonrisa

96 11 2
                                    

Dos semanas después de haber hablado con los médicos, Thiago y yo decidimos pedir el traslado hasta Suiza para tratar a mi pequeño allí y de paso poder estar en casa.
Al levantarme para darme una ducha, Petra me mira de arriba a bajo con cara de o me cuentas todo o te arranco la cabellera.

— Petra no hay nada que contar, estoy feliz con la llegada de mi bebé, Leandro es muy feliz por tener un hermano o hermana. Eso es lo más importante para mí.

— Ya, sí, si todo eso está muy bien. Pero... ¿y Thiago?... últimamente os la pasáis muy juntos, os cogéis la manita, te sonrojas más hasta la baba hay que limpiarte.
Aunque todo hay decirlo, yo mis bragas las tengo que tender.

— ¡Petra! Esa boca pide jabón, cualquiera que te escuche.

— ¡Oye niña! ¡Qué las maduritas aún conservamos nuestro encanto!

— Tú no estás madura. Estás podrida mejor dicho. — Sonrío viendo la cara de Petra pavoneándose por lo guapa que se ve a su edad.

— Masiel, quería hablarte hace mucho tiempo sobre qué vas hacer ahora con tu vida.

— Buena pregunta. Ya he pensado sobre eso, y de momento seguiré sola cuidando de mis hijos. Ellos son mi prioridad en estos momentos, no puedo escuchar de boca de Thiago palabras de arrepentimiento y cuando menos me quiera dar cuenta todo vuelve a ser como antes. De Neil, ya está todo dicho, él quiere seguir por su camino sin complicaciones, es buen amigo, buen amante pero yo no quiero eso en mi vida. Orlando, bueno ese es mejor darle de comer a parte.
Y si algún día conozco a otro hombre que me quiera y nos entendemos pues volveré a creer en el amor.

— Me alegro que estés tan segura de ti misma y sepas lo que quieres. Adelante mi niña, yo estaré a tu lado siempre que me necesites y cuando no, también.
Abrazo a Petra la cual está emocionada.
Mejor que ella, nadie sabe lo que es luchar por sacar a sus hijos sola.
Ha peleado y sufrido mucho para que nada les falte a sus hijos.
Ella es el claro ejemplo que las madres podemos luchar por nuestros hijos, da igual la época, el amor incondicional de una madre no pasa de moda, no tiene fecha de caducidad.

Por la tarde nos dirigimos hacia el aeropuerto para regresar a Suiza.
En esta ocasión viajo con Petra que aún sigue sin soltarme la mano tratándome con cariño y como no, cotilleando.
Thiago tuvo que volar junto a nuestro hijo.
Así voy pasando las horas en el avión hasta llegar a Suiza, donde al salir del aeropuerto me encuentro a Neil esperándonos.
Miro a Petra un poco asombrada, ella me da un golpe en mi brazo mandame una señal.
No bajarme del burro.
Sigo caminando tirando de mi maleta hasta llegar a Neil, donde me hace entrega de un ramo de flores y me da la enhorabuena por mi maternidad.
Trato de ser cordial con él, pero no cariñosa.
Neil, se ofrece a llevarnos a casa, Petra se sube pero yo decido ir en taxi haciéndole ver a Neil que todo tiene su límite y con flores no se soluciona todo.
Petra quiere venir conmigo pero le digo que vaya con Neil para no hacerle un desplante, pero es ella quien sin más dilatación se sube conmigo en el taxi diciéndome que no me dejará sola.

Al llegar a casa, veo el auto de Neil aparcado, Petra me comenta que está cansada y yo le agradezco todo lo que ha hecho por mí.
Paso a mi hogar, pequeño pero acogedor y con el recuerdo de mi pequeño.
Espero poderlo tener mañana en casa.
Me doy una ducha, escucho como Neil me llama. Lo ignoro por completo, quiero descansar y no escuchar lo que me tenga que decir.
Me seco el cabello, me pongo el pijama y siento que me duele el abdomen, será por el viaje pienso y me meto en la cama cuando escucho el teléfono sonar.
Miro y es Neil. Ruedo mis ojos pensando si responder o no.
Al final decido mandarle un mensaje pidiéndole que me deje descansar.
Por lo que veo, no piensa hacerlo, no para de tocar la puerta y al abrir pasa dentro pidiéndome hablar.

Nada Es Aquello Que EsperamosWhere stories live. Discover now