-32- Difícil decisión

97 15 1
                                    

Amargo el momento cuando estás cerca del hombre que quieres necesitando romper de una maldita vez las barreras que te atan al pasado y no puedes hacerlo porque el miedo así me lo impide dejándome claro cómo debo proceder en mi vida si en verdad he tomado o no la decisión correcta.

Thiago me acompaña hasta el aeropuerto, donde al despedirnos nos volvemos a besar de una manera afable y con ganas de seguir adelante a pesar de mis temores por no querer aprender a sufrir saltando me esa experiencia cuando mi cuerpo envuelto en llamas grita por ser tocado y amado cuando al día siguiente todo se olvide.
Ya no hay marcha atrás, he dormido vestida con Thiago, he desayunado con el corazón desbocado y ahora me despido de él poniendo rumbo hacia Londres.

Subo al avión donde tomo asiento abrochandome el cinturón viajando en primera clase. Lisandro ha hecho todo lo posible para que mi vuelo sea lo mejor posible.
Y a decir verdad ante tanto lujos yo me siento como Pulgarcita, no puedo borrar de mi mente a Thiago, su sonrisa, su manera tan amable de tratarme y tan caballerosa respetándome en todo momento sin invadir mi espacio, aunque por mí,  hubiera sido como un cavernícola y hubiera derribado mi barrera para amarme.
El amor, ese sentimiento que entra como un virus, clavándose directamente en mi corazón resolviendo mis sentidos.
Ceguera, olfato, tacto y gusto por el placer.
A tomar por culo la bicicleta, me quedé como al principio.

Intento echar una siesta antes de llegar a Londres, pero me es imposible, Thiago me manda mensajes y yo como una estúpida me sale una sonrisita por su manera de dirigirse a mí.
En cierto modo no nos hemos divorciado aún, me gustaría seguir siendo su esposa, quizás las cosas entre nosotros cambien, de hecho me ha prometido verme en Londres.
Es un detalle por su parte y una esperanza cargada de luz para mí.

Nada más llegar al aeropuerto de Londres, Lisandro me espera muy feliz por verme de nuevo.
Nos abrazamos con afecto dándome la bienvenida.
Su chófer coge mi maleta donde acompaño a Lisandro hasta su auto para ir a comer un poco antes de que me enseñe mi apartamento.

Vamos a un restaurante muy grande y elegante donde Lissandro ha hecho una reserva para nosotros.
Hablamos durante la cena sobre Orlando y como no, terminamos hablando de Raquel.
Al salir del restaurante, Lisandro conduce hacia mi apartamento donde al entrar me quedo un poco sorprendida al ver que está más vacío que mi corazón.

— Tranquila Masiel. Mañana mismo vendrá una decoradora de interiores y hablarás con ella para decorar a tu gusto el departamento. No te preocupes por los gastos, yo me encargo de todo.

— Lisandro, antes de nada quiero ser sincera con usted. ¿Porqué hace todo esto?

— Por una razón muy importante para mí que sabrás más adelante. Ahora te pido que aceptes todo, más adelante te avisaré de mis intenciones.

— Pero... Leche... dimelas ahora. Soy demasiado cotilla y no puedo esperar a que me lo digas. — Lisandro se echa a reír con ganas.

— Tranquila Masiel lo sabrás, pero a su debido tiempo. Ahora mismo te pido que sigas mis instrucciones y hablaremos después. — Me quedo alucinando y pensativa mientras Lissandro se marcha dejándome intrigada y con la mosca detrás de la oreja.

Bueno, como no hay muebles salvo un sofá más duro que un canto y una manta me acuesto pensando en la manera de tratarme Lisandro y que demonios quiere conmigo.
¿A ver si va resultar que el viejo verde este quiere tema conmigo?
!Uy! Verás que se ha enamorado de mí y me va prometer matrimonio. Cosa imposible porque sigo casada con Thiago.
¿Pero qué demonios quiere conmigo Lisandro?

Ante la duda la más tetuda, y eso es lo que hago.
Tener cuidado al escoger los muebles y accesorios para la casa porque quiero pagarlo yo.
No quiero deber nada a nadie y eso se lo hago saber a Lisandro de cuando se presenta al medio día para pedirme de ir a comer a lo que será mi restaurante.
Pues como no puedo verme callada ni debajo del agua, cuando nos encontramos sentados comiendo en el restaurante que según me muestra las escrituras es mío, me quedo observándole detenidamente tomándome mi tiempo para decirle que pretende con tratarme como una princesa sin pedir nada a cambio.
Como diría Petra Belmon, nadie da duros por pesetas.
Vamos que nadie te regala nada sin pedirte nada a cambio.
Lissandro se echa a reír a carcajadas mientras a mí se me queda una cara de incredulidad como para echarme una foto.
Antes de que pudiera decirme que está sucediendo, aparece Orlando vestido muy pijo él con una gran sonrisa dibujada en su rostro.

Nada Es Aquello Que EsperamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora