fearless || jj maybank

By flickerofhxran

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Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que p... More

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CAPÍTULO 26
home, sweet home

             TODAVÍA CON LA MIRADA PUESTA EN LA VENTANILLA, Lee sintió una lágrima resbalar por su mejilla, yendo desde su ojo hasta la barbilla y dejando un rastro húmedo a su paso. Había perdido de vista a su hermano y sabía que no podía volver, pero, por algún motivo, no se veía capaz de mirar hacia otro lado. Ni siquiera cuando Pope, que parecía haberse calmado un poco tras la marcha de John B, comenzó a conducir, desvió la mirada. Parecía totalmente ensimismada, o eso es lo que habría dicho cualquiera de sus tres amigos porque, a pesar de que habían intentado llamar su atención mediante gestos, nada había conseguido sacarla de su trance. 

Y es que, a pesar de que no quería, Lee no podía evitar sentir que la situación se le había quedado demasiado grande. Aunque, desde el principio sabía que podía llegar a ser peligroso, jamás se habría imaginado que iba a descubrir que Ward Cameron asesinó a su padre y que su hermano acabaría viviendo una persecución policial por un crimen que no había cometido, ni que acabarían encontrando el oro. Tampoco, esperaba acabar así con JJ, pero ese era otro tema. Estaba tan cansada y triste, que cada vez que su corazón latía, sentía un leve dolor, con el que, por desgracia, se había familiarizado mucho más de la cuenta desde que desapareció su padre. 

El sonido de las sirenas de policía volvió a hacerse presente una vez más, haciendo que, tanto Pope, como Kie y JJ se tensaran en cuestión de segundos. Lee, por fin, reaccionó, girándose al mismo tiempo que JJ para mirar por el cristal trasero y comprobar que, tal y como sospechaban, la policía estaba demasiado cerca y que tenían que irse de allí cuanto antes. 

—No es por agobiar —susurró Lee, con la voz más temblorosa de lo que le hubiera gustado. Kie y JJ se miraron entre ellos para, después, mirarla a ella —, pero mi hermano nos necesita y si nos pillan, de poco vamos a servir.

—Acelera, tío —concordó JJ, dándole una palmada en el hombro a Pope. 

—Esperad, tengo una idea —dijo Kie, devolviendo la mirada a la carretera. Tardó varios segundos en volver a hablar, por lo que, el resto, se mantuvieron en silencio, expectantes, hasta que, tras coger aire, añadió —: en esa bifurcación, gira a la izquierda. 

Sin poner ni una pega, Pope obedeció a Kiara, pisando con fuerza el acelerador del coche para ganar velocidad y, así, conseguir algo de ventaja frente a los coches de policía. Lee, Kie y JJ se agarraron a los asientos y cerraron los ojos, sintiendo algo de miedo ante la velocidad que había tomado Pope conduciendo, pero ninguno de los tres dijo nada. 

Siguiendo la carretera, llegaron a una de las zonas menos transitadas de Outer Banks. Era uno de los barrios más alejados de Figure 8 y, en general, uno de los más conflictivos, por lo que ninguno de ellos había ido mucho por allí. A pesar de que en situaciones normales les parecería una locura ir por aquel sitio, en ese momento parecía el lugar más seguro para ellos.

—¿Seguro que es buena idea venir por aquí? —se atrevió a preguntar Pope, haciendo una mueca mientras miraba a su alrededor. 

—Mejor que que nos pille la policía, supongo —respondió Kiara, también echando un vistazo a lo que los rodeaba.

—Por cierto —intervino Lee, captando todas las miradas. La pecosa alzó el dedo índice y alzó una ceja —, no se oye nada.

—¿Y qué... —empezó JJ. Como si se hubiera respondido a sí mismo, el rubio se calló de golpe y soltó un suspiro —. Por fin. 

—Dímelo a mí —respondió Pope, mirando por el retrovisor, comprobando que de verdad habían perdido de vista a la policía —, no sé cómo no he estampado el coche.

—Más te vale no hacerlo —intervino Kie, fulminando con la mirada al moreno. Lee sonrió sin mostrar los dientes, pero no dijo nada. Se limitó a apoyar la frente en el cristal y a observar el paisaje tan sumamente descuidado que los rodeaba.

A medida que Pope reducía la velocidad, JJ no pudo evitar mirar a Lee, sintiendo una pequeña punzada en el estómago que lo hizo tener que tragar saliva. Sacudió la cabeza y se inclinó hacia delante, dispuesto a abrir su mochila y sacar de ella la maría que le había quedado del día anterior. Cuando el rubio consiguió tener entre sus manos el porro que estaba buscando, se echó hacia atrás y se lo llevó a los labios, para, después encenderlo y dar una larga calada. Pope tampoco tardó en relajarse, permitiéndose encender la radio y poner algo de música para animar el ambiente.

—¡Vaya hostia le has metido a ese coche! —exclamó JJ, entre risas, cuando Pope dio un volantazo y chocó con uno de los coches que habían aparcados —. ¡Qué mal! —continuó, acercándose el porro de nuevo a la boca para poder dar otra calada. Tras exhalar el humo, se lo acercó a Pope, que, sin dudar ni un segundo, aceptó la oferta de su amigo.

—Menos mal que no es mío —comentó, soltando una fuerte carcajada. 

Kie giró la cabeza y, tras mirar con una mueca de molestia a sus dos amigos, clavó la mirada en Lee, no muy segura de qué reacción esperar por parte de su mejor amiga. La pecosa se limitó a coger aire y apartar un poco la cabeza de la ventanilla para poder mirar a los dos chicos y, después, a su mejor amiga, encogiéndose de hombros.

—Ya está bien, ¿no? —preguntó Kie, con un claro tono molesto. Lee se mordió la mejilla, volviendo a mirar a los dos chicos. 

Su estómago dio un vuelco al ver lo perjudicados que iban ambos por culpa de la droga que estaban inhalando. Aunque sabía que, muy posiblemente debería sentirse molesta por cómo se estaban comportando cuando, literalmente, no tenían ni idea de si iban a volver a ver, o no, a John B, no podía evitar sentirse, en parte, culpable por haberlos metido en todo aquello. 

Pope, a pesar de que en aquel momento estaba haciendo un esfuerzo enorme por aguantarse la risa por la mueca de molestia que tenía Kie en la cara, tenía la mirada más triste que Lee había visto nunca en él. Tenía ojeras y los ojos ligeramente hinchados, además de los ojos rojos, tanto por la cantidad que maría que había fumado cómo por la falta de sueño que llevaban acumulando todos desde hacía varios días. Su amigo había perdido la beca por la que se había estado esforzando prácticamente toda su vida y, tal y como había dicho él el día anterior, todo había sido para nada, porque Ward Cameron había vuelto a arrebatarles algo

Pero, si hubo algo que de verdad consiguió que el corazón de Lee se estrujase, dejando una sensación de lo más desagradable en todo su pecho, fue la carcajada vacía y triste que se escapó de los labios de JJ, a medida que se acercaba, de nuevo, el porro a su boca. Lee pestañeó un par de veces y cogió una pequeña bocanada de aire, armándose de valor para girar la cabeza y apartar la mirada de Pope para mirar a JJ. 

El rubio tenía el porro entre sus labios, la cabeza echada hacia atrás, apoyada en el cristal, y los ojos cerrados, como si estuviera perdido en su propio mundo. Por el suave ritmo de su respiración, cualquier persona habría jurado que JJ estaba tranquilo, pero, solo hacía falta prestar un poco de atención, para percatarse de que JJ llevaba años sin estarlo. JJ llevaba años cargando con cosas con las que nadie debería cargar nunca: había perdido a su madre y, como consecuencia, había perdido a su padre en el mundo de las drogas y el alcohol. Además, cargaba con el peso de las desagradables expectativas que casi todo el mundo tenía puestas en él, apuntando a que iba a acabar exactamente igual que el cabronazo de su padre. Y, por si todo esto no fuera suficiente, ahora, JJ estaba a punto de perder a la primera persona que llegó a considerar familia de verdad; su mejor amigo.

Y, tal vez, también estaba a punto de perder a Lee. 

Sintiendo la mirada de la pecosa clavada sobre él como si de un puñal se tratara, JJ abrió un ojo, para encontrarse a la pecosa mirándolo, pero completamente absorta. Aprovechando que Lee no estaba prestando mucha atención, JJ se permitió observarla y examinar su expresión facial. Al percatarse de que Lee tenía los ojos llorosos y una ceja ligeramente alzada, como cada vez que le daba demasiadas vueltas a algo, sintió su corazón dar un vuelco. Se mordió la piel del labio y cogió aire para, después ir soltándolo poco a poco, e intentando hacer el menor ruido posible para que ella no saliese de su ensimismamiento y, así, él pudiera seguir mirándola. 

Cuando una lágrima cayó del ojo de Lee, JJ sintió una punzada de culpabilidad en su estómago. Aunque sabía que no podía culparse por todo lo que estaba pasando, también sabía que gran parte de la culpa de que Lee y él estuvieran así, era suya. Al fin y al cabo, independientemente de la mierda que los rodeaba, ellos dos estaban bien hasta que él robó el dinero de casa de Barry y... hasta que le dijo que no la quería.  

JJ no se había dado cuenta de que se había perdido, también, en sus propios pensamientos, hasta que se percató de que Lee se había acercado a él. Alzó una ceja, sin comprender muy bien a qué venía aquello y siguiendo con la mirada los movimientos de la pecosa. No fue hasta que la mano de Lee se acercó hasta su boca, donde tenía el porro colocado, cuando entendió lo que quería hacer. Sin poder controlarse a sí mismo, JJ curvó las comisuras de sus labios hacia arriba y, rápidamente, cogió el porro para poder alzar el brazo y, así, que Lee no pudiera alcanzarlo.

—Guau, JJ —murmuró Lee, entre dientes —, estás hecho un genio. 

—¿Has visto? —preguntó, alzando una ceja. La interacción entre ambos, captó la atención de Kiara y de Pope, que reaccionaron de forma completamente diferente a la imagen que tenían entre ellos, ya que Pope soltó una carcajada y Kie resopló.  

Lee se pasó las manos por los ojos, deshaciéndose, así, del exceso de lágrimas que se habían acumulado en ellos. Mientras se desabrochaba el cinturón, la pecosa cogió aire y lo soltó en cuestión de segundos, bajo la expectante mirada de JJ, que todavía no había dejado de mirarla. Antes de que él pudiera reaccionar, Lee se giró para volver a acercarse a él, pero, esta vez, apoyando una mano en su pierna para poder alzarse un poco y coger el porro, pillando por sorpresa al rubio. 

JJ tuvo que tragar saliva para aliviar el cosquilleo que subió desde su estómago hasta su garganta cuando los dedos de Lee rozaron los suyos.  La pecosa, ya que JJ se había quedado algo paralizado, observando sus movimientos, consiguió coger el porro sin dificultad alguna, haciendo que sonriera, satisfecha, y clavase la mirada en los ojos de JJ, que tampoco pudo evitar sonreír de lado. Cuando sus miradas chocaron, ambos sintieron sus corazones acelerarse en cuestión de un segundo, provocando que tuvieran que tragar saliva. Lee se mordió la mejilla por dentro y, poco a poco, fue bajando la mano, mientras que él, se relamió los labios y se acercó ligeramente a ella. 

Fue Pope dando un volantazo, lo que hizo que JJ y Lee salieran de la burbuja en la que parecían haber estado metidos. Lee, perdió el equilibrio, por lo que JJ tuvo que cogerla de la cintura para evitar que se cayera al suelo, de modo que quedaron todavía un poco más cerca de lo que ya estaban. Con el corazón latiéndole a mil por hora, Lee apoyó su mano libre en el hombro de JJ, para ganar algo más de estabilidad, permitiéndose, a la vez, echar un rápido vistazo a los labios de JJ. Él, que también podía sentir los nervios crecer con cada segundo que pasaba, tuvo que tragar saliva.

No debían.

—Pope, para el coche —ordenó Kie, con el tono más firme y serio que sus amigos habían escuchado nunca en ella. 

Lee, al escuchar la voz de su mejor amiga, sacudió la cabeza y, sintiendo una punzada en el pecho, se apartó de golpe para volver a sentarse en su sitio. Abrió la ventanilla y, bajo la atenta mirada de JJ, tiró el porro por la ventanilla, provocando que el rubio abriera la boca para protestar. Sin embargo, decidió mantenerse en silencio porque se percató de que la respiración de Lee se estaba agitando.

Cuando Pope consiguió encontrar un sitio en el que pudo aparcar el coche, Lee abrió la puerta del coche, captando, también, las miradas de Pope y de Kie. Antes de que ninguno pudiera preguntar, la pecosa bajó del coche y cerró detrás de sí, para después comenzar a caminar y dar una gran bocanada en cuanto sintió la brisa golpear su cara, humedecida por las lágrimas que habían empezado a caer de sus ojos. 

Lee tenía necesidad de gritar, llorar y caminar hasta que sus piernas no pudieran más, pero, en lugar de eso, lo único que pudo permitirse hacer, fue dar un par de pasos y quedarse en silencio, con la mirada fija en el frente, sintiendo una fuerte presión en el pecho que, por más que respiraba, no desaparecía. El nudo en su garganta se había hecho tan grande, que no pudo controlar los sollozos que empezaron a salir de su boca, mezclándose con las grandes bocanadas de aire que estaba dando. Escuchó la una puerta del coche cerrarse a su espalda, pero, ni siquiera eso la hizo girarse sobre sí misma porque solo le hizo falta escuchar los pasos para saber quién se estaba acercando.

—JJ, ahora no —consiguió decir, con la voz temblorosa.

—¿Estás...

—¿Bien? —se adelantó ella, sacudiendo la cabeza —. Sí.

—Lee...

—JJ, por favor —susurró Lee, llevándose la mano a la boca para evitar que el sollozo que iba a salir de sus labios hiciera demasiado ruido —. De verdad que ahora no puedo.

—Lee... —volvió a decir. Se mordió la piel del labio y, reprimiendo las ganas de llorar, se acercó a ella y, lentamente, estiró el brazo para coger su mano y animarla a girarse —. Solo quiero ayudar...

—¡No necesito ayuda! —exclamó, soltándose de su agarre mientras se giraba bruscamente —. ¡No necesito a nadie, JJ, y mucho menos a ti

Antes de que las palabras terminaran de salir de su boca, Lee ya se arrepentía de estar diciéndolo. Miró a JJ a los ojos, esperando que supiera que no era eso lo que quería decir, pero, por cómo se había quedado completamente quieto, con el ceño fruncido, la mandíbula tensa y la mirada fija en ella, estaba más que claro que era justo eso  lo que acababa de hacerle daño.

—Así que —empezó él, teniendo que parar para tragar saliva. Dio varios pasos hacia atrás, pero todavía mirándola y soltó una carcajada sarcástica, ladeando la cabeza —, así es como piensas hacerlo, ¿no?

Ella negó rápidamente con la cabeza y se pasó las manos por la cara, para, después, intentar acercarse a JJ. Esta vez, el que movió la cabeza hacia los lados, fue él, haciendo que Lee dejase de andar y se quedase quieta.

—No... —dijo, tragando saliva —. No era...

—Déjame adivinar —la interrumpió —. No era eso lo que querías decir.

—JJ... —susurró.

—Porque yo creo que era justo eso lo que querías decir.

—JJ —repitió, esta vez en voz un poco más alta.

—No, Lee —murmuró —. Está bien.

Sin atreverse a mirarla, se giró sobre sí mismo para volver al coche, permitiéndose dejar caer varias lágrimas de sus ojos a medida que se alejaba de Lee. La pecosa echó la cabeza hacia atrás y cogió aire, obligándose a sí misma a tranquilizarse para poder volver con los demás cuanto antes, aunque eso implicara estar con JJ y tener que ver cómo acababa de terminar de joder las cosas con él... diciéndole que no lo necesitaba.

°°°

Después de que Lee y JJ hubieran vuelto al coche, tras haberse cambiado todos de sitio, de modo que Lee iba en el asiento del copiloto, Kie conduciendo y JJ y Pope detrás, retomaron la misión de merodear, evitando permanecer mucho tiempo en el mismo sitio. Ninguno de los cuatro estaba muy por la labor de mantener una conversación, por lo que, la mayoría del día, lo pasaron en silencio.

—¿Se puede saber qué hacemos aquí? —preguntó JJ, rompiendo el silencio, cuando se percató de donde había aparcado Kie.

Al escuchar la pregunta de JJ, tanto Lee como de Pope fruncieron el ceño. Se miraron entre ellos para, después, mirar por las ventanillas y, al entender a qué venía la curiosidad de JJ, miraron a Kie, esperando una explicación. La de pelo rizado cogió aire y se giró un poco para mirarlos a los tres.

—Es el último sitio donde van a mirar.

—Por lo estúpido que es —murmuró, de nuevo, el rubio.

—¿De verdad crees que Sarah va a ayudar a mi hermano? —preguntó Lee, ignorando el comentario de JJ y mirando a su mejor amiga. Kie se encogió de hombros.

—Solo hay una forma de comprobarlo —respondió Kie, señalando la gran casa de los Cameron.

—Pues, ¡vamos allá! —exclamó Pope. 

Bajo las confusas miradas de sus amigos, el moreno abrió la puerta y cerró de un portazo, provocando que JJ, Kie y Lee rodaran los ojos, sin dejar de mirarlo. Lee fue la siguiente en salir, seguida por Kie y, por último, JJ. 

—Si ves que tal, haz un poco más de ruido —ironizó Lee, dándole una palmadita a Pope en el hombro. Kie suspiró.

—Pope si no...

—Estoy bien —la interrumpió. Cogió la muñeca de Kiara y dio varios pasos hacia la valla que separaba el jardín de los Cameron de la calle, tirando de su amiga con él —, así que, vamos.

Kie alzó una ceja y arrugó un poco el entrecejo, algo extrañada ante el comportamiento de Pope. Miró de reojo a su mejor amiga, que se encogió de hombros, también bastante confusa. JJ hizo una mueca, pero se limitó a sacar el último porro que le quedaba del bolsillo de su pantalón

—¿Qué pasa? —preguntó Pope, girándose para mirar a los demás.

—No creo que estés para entrar a...

—Estoy muy centrado —dijo Pope, volviendo a interrumpir a Kiara. 

—Pues vamos, supongo. —Lee dio varios pasos hacia ellos y suspiró. Pope negó con la cabeza.

—No —negó. Lee frunció el ceño ante la respuesta de su amigo —, es mejor que tú... —empezó, señalando hacia el coche.

—¿De verdad, Pope? —murmuró Lee, echando la cabeza hacia atrás, ante lo que el moreno asintió con la cabeza.

—Tiene razón —concordó Kie —. Deberías quedarte aquí.

Lee asintió con la cabeza, pero se cruzó de brazos y resopló. Quería ir y hablar ella misma con Sarah, pero sabía que sus amigos tenían razón; ya era peligroso entrar en casa de los Cameron así como iban a hacerlo, pero todavía lo era más si entraba ella. 

—Pues voy yo —murmuró JJ, acercándose a Kie y a Pope y dejando a Lee algo apartada.

—Si hombre —contestó Pope, haciendo una mueca.

—¿Por qué no puedo ir yo? —preguntó el rubio, un poco a la defensiva. Pope soltó una pequeña carcajada.

—Porque me estresas.

—¿Te estreso? 

—Sí —respondió, rodando los ojos —. Algún día me va a salir una úlcera por tu culpa.

—No sé qué es eso, pero...

—Estáis siendo súper discretos —los interrumpió Lee. La pecosa se había apoyado en el capó del coche y estaba observando la escena con los brazos cruzados. 

—Esperadnos aquí —intervino Kie.

JJ y Lee se tensaron ante la idea de quedarse a solas, pero ninguno de los dos dijo nada. Se limitaron a mirarse de reojo y, tan rápido como sus miradas se cruzaron, sacudieron la cabeza para, después, volver a mirar a sus dos amigos. Kiara, antes de dejar que Pope tirase de ella de nuevo, dedicó media sonrisa a su mejor amiga, en un intento de reconfortarla. También miró a JJ, pero él ya se había dado la vuelta y estaba demasiado ocupado encendiendo el porro como para prestarle atención.

Mientras Kie y Pope se alejaban de ellos, JJ y Lee se mantuvieron en absoluto silencio, cada uno concentrado en sus propios pensamientos.  El rubio estaba apoyado en el coche, a unos cuantos pasos de Lee, llevando el porro a sus labios de vez en cuando para poder dar largas caladas y, después, exhalar el humo, haciendo algo de ruido. Lee, aunque no quería, no podía evitar mirarlo de reojo, sintiendo su estómago estrujarse cada vez que se planteaba romper el silencio en el que estaban sumidos.

Después de un rato, la pecosa, harta de estar callada y sintiéndose muy culpable, cogió aire y se acercó a él, hasta estar justo a su lado, de modo que sus brazos se rozaron. JJ rodó los ojos, pero no se apartó. La miró de reojo, esperando a que dijera algo y observando cómo ella se cruzaba de brazos para abrazarse a sí misma en un intento de protegerse de la brisa.

—Oye, J... —susurró Lee, con un hilo de voz. Ante el tono que utilizó la pelinegra, JJ alzó una ceja y, aunque sintió su estómago dar un vuelco, se atrevió a mirarla a los ojos. La pecosa tragó saliva y sacudió la cabeza  —, ¿no crees que están tardando mucho? 

JJ se limitó a encogerse de hombros, llevando de nuevo el porro a sus labios para dar una larga calada. Volvió a mirar hacia el frente y, echando la cabeza ligeramente hacia atrás, expulsó de su boca el humo que acababa de inhalar. Lee también miró al frente, de modo que ambos quedaron en silencio, con la mirada fija en la valla de casa de los Cameron. 

—A lo mejor deberíamos... —empezó Lee, dando un paso hacia delante. Una carcajada irónica de JJ la hizo callarse y girarse sobre sí misma.

—Vaya.

—Vaya, ¿qué? —Lee se volvió a cruzar de brazos y frunció el ceño para, después, coger aire y soltarlo en forma de suspiro.

—No, nada. —JJ negó con la cabeza y se encogió de hombros.

—JJ... —dijo la pecosa, algo cansada.

—¿Qué, Lee? ¿Vas a decir que lo sientes? —preguntó, esbozando media sonrisa falsa —. Porque paso.

—No, JJ, iba a decir que no estás ayudando una mierda —escupió Lee, frunciendo los labios y arrugando el entrecejo.

—Pensaba que no me necesitabas —respondió él, haciendo especial hincapié en el "no".

—Sabes que eso no es verdad —murmuró la pecosa, bajando, por un segundo, la mirada al suelo. Tragó saliva y volvió a mirarlo.

—Muy convencida has sonado para ser mentira. —JJ rodó los ojos y dio otra calada al porro.

—¿Igual que tú cuando dijiste que no me querías?

JJ alzó las cejas ante la pregunta de Lee y abrió la boca, dispuesto a responder. Sin embargo, volvió a cerrarla, en seguida, al percatarse de que era incapaz de emitir cualquier sonido más allá del sonido que hizo al respirar. Lee, bajo la atenta mirada de JJ y sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos, asintió con la cabeza y se giró sobre sí misma para alejarse de JJ y caminar hasta la valla, con el objetivo de comprobar que sus amigos estaban bien y que no necesitaban ayuda. 

Lo último que podía permitirse en aquel momento, era discutir con JJ.

Sin apartar la mirada de Lee, el rubio se pasó la mano por el pelo, dejándolo completamente despeinado, con algunos mechones hacia arriba, otros hacia abajo y otros hacia los lados. Dio una última calada al porro y tiró los restos al suelo, de manera bastante brusca, para, a continuación, seguir a Lee. 

Lee tenía la respiración agitada y los puños apretados, de modo que se estaba clavando las uñas en las palmas de las manos, convenciéndose a sí misma de que eso era mucho mejor que ponerse a llorar. Su corazón latía con tanta fuerza que lo único que podía escuchar era el sonido de su sangre bombeando retumbar en sus oídos, por lo que no se percató de que JJ iba detrás de ella hasta que sintió sus dedos rodear su muñeca y tirar de ella tan fuerte que sus pechos chocaron. 

El rubio, que tenía la mandíbula apretada y la respiración también algo agitada, clavó la mirada en los ojos de Lee de forma tan intensa que ella tuvo que tragar saliva, en un intento de deshacerse del cosquilleo que se instaló en su estómago en cuestión de un segundo. Poco a poco, fue aflojando el agarre hasta que la soltó, permitiendo que Lee diese un pequeño paso hacia atrás, pero sin romper el contacto visual. 

—¿Qué quieres? —murmuró Lee.

Como respuesta a la pregunta de la pecosa, JJ, en un movimiento rápido, colocó una mano en cada mejilla de Lee para poder acercarla a él y besarla. Lee, aunque tuvo que pestañear un par de veces, no tardó en reaccionar, llevando sus manos a la nuca del rubio para acercarlo todavía más y siguiendo el ritmo que marcaban los labios de JJ sobre los suyos.

Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo había pasado cuando comenzaron a sentir la falta de aire. Se separaron poco a poco y juntaron sus frentes, JJ acariciando las mejillas de Lee con sus pulgares y Lee paseando sus dedos por el pelo de JJ. No se atrevieron a abrir los ojos, ya que ambos podían sentir sus mejillas arder y sus respiraciones tan agitadas que casi alcanzaban el ritmo de sus corazones latir con fuerza. Además, sabían que, en el momento en el que los abrieran, volverían a no poder mirarse a la cara.

—JJ... —susurró Lee. El rubio negó suavemente con la cabeza.

—No lo digas —pidió, hablando en el mismo tono. Lee abrió un poco los ojos y se relamió los labios para, después, tragar saliva —, por favor.

No fue hasta que escucharon un fuerte crujido a sus espaldas, cuando se separaron del todo, poniéndose en alerta por si tenían que echar a correr. Sin embargo, en cuanto distinguieron la silueta de Pope saltando la valla, se relajaron en cuestión de segundos. Kiara apareció a penas un segundo después, caminando cabizbaja. JJ y Lee fruncieron el ceño al percatarse de las malas caras que llevaban sus dos amigos, sobre todo, Pope, que pasó por delante de ellos sin ni siquiera mirarlos.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Lee, dando un par de pasos para acercarse a Kie. JJ la siguió con la mirada y se aclaró la garganta para, después, sacudir la cabeza y caminar detrás de ella.

—¿Qué? —preguntó Kie, parpadeando varias veces —. ¿Por qué crees que ha pasado algo?

—Porque habéis entrado a casa de los Cameron para... —empezó JJ, haciendo una mueca ante el extraño comportamiento de Kiara. Lee frunció el ceño.

—Kie —Lee puso su mano en el brazo de su mejor amiga —, ¿y Sarah?

—Ward la tiene encerrada en su habitación —murmuró la de pelo rizado.

—¿Cómo a Cenicienta? —preguntó JJ, haciendo una mueca. Lee rodó los ojos.

—Rapunzel —lo corrigió. Lo miró de reojo y, en cuanto sus miradas se cruzaron, tragó saliva. 

—¿Qué?

—Que a la que encerraron en... —Lee sacudió la cabeza y devolvió la atención a Kie, que los estaba mirando algo incrédula. JJ se encogió de hombros —. Pero, Sarah está bien?

—Todo lo bien que se puede estar cuando tu padre es Ward Cameron, supongo —respondió. Lee suspiró.

—¿Entonces no puede ayudar a John B? —se atrevió a preguntar el rubio. Kie se encogió de hombros y negó suavemente con la cabeza.

—Me ha dicho que iba a hacer todo lo posible, pero estando en su habitación...

—Vaya puta mierda —murmuró Lee.

—Como todo —añadió Pope desde su sitio. El moreno estaba apoyado en el coche, tal y como habían estado JJ y Lee hacía un rato, observando a sus amigos con los brazos cruzados. 

Lee y JJ se miraron de reojo, todavía un poco más confusos que antes. Lee volvió a mirar a Pope y luego a Kie, mientras que JJ, sin apartar la mirada de su amigo, abrió la boca, dispuesto a preguntar. Sin embargo, Kie cogió aire y negó con la cabeza.

—No preguntéis  —dijo, algo cansada. JJ y Lee asintieron con la cabeza, entendiendo que Kie no quería hablar de lo que fuera que hubiera pasado ahí dentro entre ellos.

—Deberíamos ir pensando dónde vamos a dormir —comentó el rubio, cambiando de tema. Lee asintió con la cabeza, otra vez, todavía mirando a su mejor amiga algo preocupada.

—En The Wreck —respondió Kie. JJ estiró la mano, esperando que la de pelo rizado le diera las llaves del coche. Ella rodó los ojos mientras metía la mano en el bolsillo de su pantalón para poder coger las llaves y dárselas —. Solo te las doy porque yo estoy harta de conducir, Pope va muy mal y porque Lee conduce todavía peor que tú.

—Bueno, me sirve —respondió él, lanzando las llaves al vuelo para volver a cogerlas en seguida. Lee rodó los ojos y, mientras JJ caminaba hasta el coche, volvió a mirar a su mejor amiga.

—Estoy bien —se adelantó.

—¿Segura? —Kie asintió con la cabeza y sonrió de lado, pasando su brazo por los hombros de su mejor amiga. Lee apoyó la cabeza en el hombro de Kie y, volviendo a mirar a JJ, suspiró —. Pues vamos, supongo.

Las dos amigas subieron al coche, ambas en la parte de detrás, ya que JJ iba conduciendo y Pope en el asiento del copiloto. Durante el camino a The Wreck, ninguno de los cuatro adolescentes dijo ni una palabra; todos iban tan sumidos en sus propios pensamientos que, ni siquiera se les hizo incómodo el silencio que los rodeaba. Para suerte de Lee, JJ iba concentrado en la carretera, por lo que, de vez en cuando, se podía permitir mirarlo de reojo, todavía sintiendo nervios por lo que acababa de pasar.

Lo habían vuelto a hacer.

En cuanto llegaron, siguiendo las indicaciones de Kie, movieron un par de mesas con el fin de hacer espacio para dormir. JJ y Pope se tumbaron en el suelo, utilizando sus sudaderas como almohadas, mientras que, Lee y Kie, improvisaron algo parecido a dos camas, cogiendo un par de mesas para tumbarse sobre ellas y servilletas para apoyar la cabeza. 

A pesar de lo incómodo que era dormir así, ninguno de los adolescentes tardó en quedarse durmiendo. O eso es lo que había supuesto Lee porque, tras lo que a ella le había parecido una eternidad, lo único que podía escuchar era las respiraciones pesadas de sus amigos. Levantó un poco la cabeza para mirar a Kie, que era la que más cerca estaba de ella y, al ver cómo su pecho subía y bajaba a un ritmo suave y tranquilo, suspiró y volvió a apoyar la cabeza sobre el montón de servilletas que estaba utilizando cómo almohada. 

La pecosa estaba tumbada bocarriba, con las manos entrelazadas sobre su estómago y, aunque se había esforzado en no hacerlo, no pudo evitar dejar caer las lágrimas caer de sus ojos una vez más. Le dolía la espalda de la posición en la que estaba, sentía una fuerte presión en el pecho que estaba haciendo que respirar fuera una tarea más difícil de lo que debería ser y, a pesar de que habían abierto las ventanas para que entrara algo de aire, su cuerpo parecía no tener suficiente porque podía sentir su cara arder. 

Estaba agotada, pero, parecía que no lo suficiente como para poder dejar de pensar. De nuevo, los sucesos de las dos últimas semanas no hacían más que repetirse en su cabeza, una y otra vez, sin descanso alguno. Cansada de estar acostada sin poder dormir, por culpa de todo lo que estaba pasando por su cabeza Lee se levantó con cuidado para no hacer mucho ruido y salió de allí en dirección a la pequeña terraza con la que contaba el restaurante.

Al abrir la puerta y ver a Pope sentado en uno de los bancos, de espaldas a ella y de cara al mar, Lee frunció el ceño. Se abrazó a sí misma y caminó lentamente hasta su amigo, no muy segura de si, tal vez, debería dejarlo solo y no molestar. Sin embargo, antes de poder frenarse a sí misma, la pecosa puso una mano en el hombro de Pope, haciendo que él se sobresaltara y se girara de golpe. Lee, en cuanto vio que su amigo todavía tenía los ojos demasiado rojos, supuso que todavía no se le había pasado el efecto de toda la maría que había consumido. 

—Perdón, no quería asustarte —susurró, sonriendo un poco. Se pasó las manos por la cara y se sentó al lado de su amigo —. ¿Estás bien?

—¿Tú me vas a preguntar a mí si estoy bien? —Pope hizo una mueca y ella se encogió de hombros para, después, asentir con la cabeza —. La que está llorando eres tú.

—Pero tú has salido antes —se defendió ella. El moreno cogió aire y echó la cabeza hacia atrás, provocando que Lee lo mirara algo confusa —. ¿Qué...

—Le he dicho que la quiero —soltó. Lee abrió la boca ante la sorpresa y alzó las cejas.

—¿Qué?

—Y me ha dicho que gracias —concluyó. Lee sacudió la cabeza para salir de su ensimismamiento y pestañeó un par de veces.

—Pope.

—Gracias, Lee. Me ha dicho "gracias". Le he dicho "te quiero" y ella me ha dicho "gracias" —repitió —. ¿Es eso lo único que merezco? ¿Un triste "gracias"?

—Pope —insistió la pecosa.

—No, Lee —respondió él —. Le he dicho "te quiero" y...

—Pero, ¿lo haces?

—¿Qué? —Pope frunció el ceño.

—¿La quieres? 

—Sí.

—Y no digo como amiga —aclaró la pecosa. Pope abrió la boca para responder, pero, Lee negó con la cabeza y añadió —: porque yo creo que sabes que no.

El moreno suspiró, cansado, y apoyó los codos sobre sus rodillas para, a continuación, taparse la cara con las manos. Lee ladeó la cabeza y le acarició la espalda con la mano, sintiendo cómo la respiración de su amigo se hacía cada vez más pesada.

—Sí lo hago —repitió, con un hilo de voz, como si se estuviera tratando de convencer a sí mismo. 

—¿No te gusta Nate? —se atrevió a preguntar la pecosa. Pope giró un poco la cabeza para mirarla.

—No puede gustarme Nate. —Lee frunció el ceño.

—Pope...

—¿Por qué no puede gustarme ella? —preguntó, con la voz algo rota.

—Pero tú eso no lo controlas —susurró Lee, todavía moviendo la mano por la espalda de Pope.

El moreno tardó varios minutos en volver a responder porque, a pesar de sus esfuerzos por no hacerlo, los sollozos se apoderaron de él. La pecosa, aunque de vez en cuando se le escapaba alguna lágrima, se mantuvo tranquila, repitiendo una y otra vez que todo iba a estar bien, hasta que Pope consiguió calmarse, al menos, lo suficiente como para poder respirar casi con normalidad.

—¿No crees que todo sería más fácil si... —empezó. Hizo una pausa para tragar saliva —. Si JJ y tú os gustáis, ¿por qué Kie y yo no podemos gustarnos también?

—Las cosas no funcionan así —dijo Lee, hablando con suavidad. Pasó una mano por el pelo de su amigo y medio sonrió, algo triste —. Te gusta quién te gusta y eso no lo puedes elegir. Simplemente... pasa.

—¿Sabes? —Pope soltó una carcajada irónica y Lee hizo una mueca —. Al principio creía que me gustabas tú.

—¿Yo? —Lee, aunque todavía con cara de confusión, medio sonrió. El moreno asintió con la cabeza.

—Cuando te liabas con él... JJ siempre se ponía celoso —dijo Pope, rodando los ojos, pero dejando asomar una sonrisa. Lee cogió un poco de aire, sin apartar la mirada de él —. Y yo, a veces, también sentía algo que no era normal, así que supuse que era porque yo también sentía cosas por ti.

Lee abrió la boca para preguntar,  pero, al ver a Pope negando suavemente con la cabeza, la cerró de inmediato. Se mordió la mejilla por dentro y ladeó la cabeza, esperando a que su amigo continuase hablando. Él echó la cabeza hacia atrás y cogió aire. 

—Pero cuando JJ y tú... —Pope la miró de reojo y Lee hizo un ligero gesto con la cabeza, indicándole que podía decirlo —. Cuando me dijiste que JJ y tú os habíais liado, me alegré y no solo porque por fin dierais el paso. Por eso, después de que Nate cenara con nosotros...

—Empezaste a quedar con él —finalizó Lee, casi para sí misma. Él asintió con la cabeza.

Pope suspiró y volvió a taparse la cara con las manos. Se secó las lágrimas y cogió un par de bocanadas de aire, obligándose a sí mismo a mantenerse tranquilo o, al menos, no volver a ponerse a llorar. Lee se inclinó hacia él y apoyó la frente en su brazo.

—Encima soy un amigo de mierda —murmuró. Lee se levantó y lo miró, frunciendo el ceño.

—¿Qué?

—Con todo lo que está pasando, esto debería ser lo último de lo que me debería estar preocupando. —Pope se incorporó un poco y se pasó, de nuevo, las manos por la cara.

—Tienes todo el derecho del mundo a estar mal, Popey —susurró Lee. Cogió una de las manos de Pope y le dio un suave apretón.

—Se está viniendo todo abajo y yo estoy llorando porque estoy pillado por Nate —dijo el moreno, haciendo una mueca.

—Será que yo no he llorado por JJ. —Lee alzó una ceja y esbozó media sonrisa, ante lo que Pope sonrió un poco también.

—Y, ahora, ¿por qué lloras? —preguntó, cogiendo aire.

—No estoy...

—Lee.

—Por todo, no sé —admitió.

—Tu hermano va a estar bien —la animó él. Lee cogió aire y asintió con la cabeza.

—Espero —susurró —, porque si le pasa algo...

—Lo vamos a sacar de aquí, ¿vale? —Lee asintió, de nuevo.

Lee, con los ojos cristalizados, forzó una sonrisa y se encogió de hombros. Antes de que Pope pudiera decir nada, sacudió suavemente la cabeza, provocando que un par de lágrimas resbalaran por sus mejillas por lo que, rápidamente, se pasó las manos por la cara.

—No me puedo creer lo jodido que está todo. —Lee habló tan flojo, que Pope casi no pudo escucharla.

—Ya, yo tampoco —concordó él, cogiendo aire —. Pero, por lo menos, nos tenemos a los unos a los otros. 

—Lo sé —respondió, sonriendo sin mostrar los dientes. Pope sonrió un poco también —. Y no sé que haría sin vosotros. 

—Sin los demás no sé —dijo, mirando de reojo hacia el interior del restaurante —, pero sin mí, te volverías loca. 

Lee rio suavemente y negó con la cabeza, mientras rodaba los ojos, medio divertida ante el comentario de Pope. El moreno, al escuchar la carcajada de su amiga, sonrió un poco más y cogió aire para, después, soltarlo en forma de suspiro. Lee giró la cabeza para mirar hacia donde estaba mirando su amigo y suspiró, también. Sin poder evitarlo, clavó la mirada en JJ, que estaba plácidamente dormido.

—¿Te sirve de algo si te digo lo mucho que te quiere? —preguntó Pope, volviendo a mirar a su amiga. Lee se encogió de hombros.

—Ojalá las cosas no fueran así y pudiera estar bien con él —susurró, casi para sí misma.

—Sabes que tampoco tenéis la necesidad de estar todo el tiempo yendo a mataros, ¿verdad? —Lee miró a Pope de reojo y sonrió de lado.

—Creo que es más fácil eso que pasar el uno del otro.

—Si estáis picándoos todo el tiempo, luego acabáis igual que mientras nos esperabais —dijo, haciendo una mueca —. Y pensaba que eso era justo lo que querías evitar.

—¿Cómo...

—Os he visto —explicó. Lee asintió con la cabeza lentamente, sintiendo sus mejillas arder —. Y sinceramente, Lee, creo que estás luchando contra lo imposible.

—Pope, pero... —empezó. Antes de acabar, cogió aire y echó la cabeza hacia atrás, por lo que Pope se encogió de hombros.

—Entiendo que ahora no puedas, pero es que no puedes evitarlo —continuó el moreno —. Ni tú, ni él.

—No sé cómo pararlo —admitió.

—Porque no quieres hacerlo —dijo él, algo obvio —. Crees que es lo mejor, pero no es lo que tú quieres.

—No lo creo, Pope. Es lo mejor —murmuró, algo cansada.

—Estar cómo estáis, no es lo mejor, Lee —susurró Pope —. Si no vais a estar juntos, está bien, pero tenéis que encontrar la forma de aguantaros porque tu hermano os necesita. 

Lee frunció un poco el ceño y asintió, intentando asimilar lo que acababa de decir su amigo. Él volvió a bostezar con fuerza, por lo que, en cuanto pudo, se levantó de un salto y le tendió la mano a la pecosa para ayudarla a levantarse. Lee lo miró y sonrió un poco mientras negaba con la cabeza.

—Me voy a quedar un rato más —dijo. Él ladeó la cabeza.

—¿Quieres que me quede contigo? —Lee negó rápidamente con la cabeza.

—Ve y duerme, anda —respondió —, que mañana vamos a necesitar tu cerebro funcionando bien. 

Pope sonrió y negó con la cabeza, mientras rodaba los ojos, algo divertido ante el comentario de Lee. Se inclinó para acercase a su amiga y le dio un beso en la cabeza, consiguiendo que una sonrisa se formara en la cara de la pecosa. 

—Si necesitas algo, despiértame, ¿vale? —susurró, tapándose la boca para poder volver a bostezar.

—Estoy bien —contestó Lee, sonriendo un poco —. Además, no creo que tarde mucho en irme a dormir. 

—Más te vale —dijo el moreno, sonriendo también —. Buenas noches, Lee.

—Buenas noches, Popey.

°°°

A la mañana siguiente, el primero en abrir los ojos fue JJ. Tardó un par de minutos en ubicarse, mientras echaba un vistazo a su alrededor, comprobando que el resto estaban todos dormidos y bien. Sin embargo, al percatarse de que Lee no estaba, frunció el ceño y se levantó casi de golpe. Aunque intentó hacer el menor ruido posible, el bostezo que se le escapó fue tan sonoro que provocó que Pope, que era el que más cerca de él estaba, se removiera en su sitio.

El rubio cogió la sudadera que había estado utilizando como almohada para ponérsela. Volvió a mirar a su alrededor, buscando a Lee con la mirada y, cuando la vio tumbada en el banco de fuera, cogió aire y comenzó a caminar hacia ella. En cuanto abrió la puerta y la brisa fresca golpeó su cara, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, por lo que, de forma casi instintiva, volvió a mirar a la pecosa, que estaba algo encogida sobre sí misma y, a pesar de que estaba durmiendo, no parecía para nada tranquila. 

Aun así, JJ no quiso despertarla. Se quitó la sudadera y, con cuidado, se la echó por encima para que, por lo menos, no siguiera pasando tanto frío. Se agachó a su lado y, con movimientos lentos, le apartó un mechón de pelo de la cara para colocárselo detrás de la oreja, dejando suaves caricias en su mejilla. La expresión de Lee, que hasta ahora había sido casi una mueca desagradable, se fue suavizando a medida que JJ paseaba su dedo pulgar por su piel, provocando que él curvara ligeramente las comisuras de sus labios hacia arriba y suspirase.

JJ no apartó la mirada de Lee hasta que escuchó a Pope aclararse la garganta a su espalda. Giró un poco la cabeza y, al ver a su amigo apoyado en la puerta, de brazos cruzados y mirándolo con una ceja alzada, el rubio se encogió de hombros y apartó la mano de la cara de Lee para poder levantarse y acercarse a Pope. 

—¿Qué haces despierto? —preguntó el rubio, hablando en un tono de voz más bien bajo. Pope entrecerró los ojos.

—No eres una persona precisamente silenciosa —comentó el moreno, dándole una palmadita en la espalda. Pope miró a Lee y negó con la cabeza —. Mira que le dije que se acostara.

—¿Estuviste con ella? —Pope asintió con la cabeza y volvió a mirar a JJ.

—No podíamos dormir —respondió. JJ abrió la boca para hacer otra pregunta, pero Pope fue más rápido y añadió —: creo que deberíais hablar.

—¿Hablar? —JJ alzó una ceja, mirando a su amigo. Cogió aire y giró la cabeza para mirar a Lee —. Las cosas están más que habladas.

—Ya no de vosotros dos, JJ. Digo de todo en general —dijo el moreno —. Normalmente siempre lo habla todo contigo y, ahora...

—Ahora no la estoy ayudando —susurró. Pope se encogió de hombros y le dio otra palmadita en la espalda. 

Antes de que pudiera responder, un gruñido por parte Lee hizo que ambos la mirasen por un segundo. La pecosa se removió en su sitio, pero tardó un par de minutos en abrir los ojos, por lo que ninguno de los dos chicos esperaba que se levantara todavía. Ella tuvo que pestañear un par de veces antes de incorporarse, pero, en cuanto lo hizo y se percató de que tenía la sudadera de JJ con ella, frunció un poco el ceño. 

No tardó en ver a JJ y a Pope a escasos metros de ella, hablando entre ellos, por lo que, sintiendo dolor en todas las partes de su cuerpo por lo mal que había dormido, Lee se levantó pesadamente y se acercó a ellos. Dio unos toquecitos en la espalda de JJ para llamar su atención y, cuando él la miró, le tendió la sudadera con un brazo, mientras que con el otro se abrazaba a sí misma.

—Creía que ibas a tener frío y... —empezó el rubio, pero Pope lo interrumpió, aclarándose la garganta para captar su atención. Cuando lo miraron, les hizo un gesto con la cabeza para indicarles que iba a volver dentro. 

—Gracias —susurró Lee, sin apartar la mirada de Pope, que ya se había alejado de ellos. Cuando perdió a Pope de vista, cogió aire y miró a JJ.

—Quédatela —respondió él, encogiéndose de hombros y sonriendo un poco —. Creo que la vas a necesitar más que yo.

—¿Seguro? —preguntó Lee, algo tímida.

—¿Desde cuándo pides permiso para ponerte mi ropa? —JJ alzó una ceja y ladeó la cabeza, ampliando un poco su sonrisa. Ella rodó los ojos y se mordió el labio, intentando no sonreír demasiado, mientras se ponía la sudadera de JJ.

El sonido de las sirenas de policía volvió a hacerse presente, rompiendo el momento de paz que creían que estaban teniendo. JJ y Lee se miraron el uno al otro y, después, ambos se giraron para mirar a Pope, que también los estaba mirando. Lee cogió aire y se adentró en el restaurante para acercarse a su amigo, que estaba apoyado en la barandilla. JJ imitó a Lee, de modo que en cuestión de segundos, la pecosa estaba sentada en frente de los dos chicos, ya que JJ se había colocado al lado de Pope.

—¿Creéis que está bien? —se atrevió a preguntar la pecosa. Subió los pies a la silla y se abrazó a sí misma, de modo que podía apoyar la barbilla en sus rodillas. 

—Si siguen buscando, es porque todavía no lo han encontrado —respondió el moreno. 

—Esperemos —susurró JJ.

—Es probable que también nos estén buscando a nosotros —dijo Kie, uniéndose a la conversación. Sus tres amigos la miraron y sonrieron como pudieron a modo de saludo. En cuando la de pelo rizado estuvo sentada junto a su mejor amiga, las sonrisas desaparecieron para volver a dar pasos a las muecas de preocupación.

—El coche está en los carteles —añadió el rubio.

—Y todo el mundo sabe quiénes somos —comentó Lee, con la mirada fija en el suelo —. Shoupe nos conoce.

—Bueno, ya que estamos muy jodidos, haremos lo que haga falta por ayudar a John B —dijo Pope, mirando a Lee, que sonrió sin mostrar los dientes a modo de agradecimiento. Todos asintieron con la cabeza.

—Tenemos que encontrarlo antes de que lo encuentren ellos. Las llaves creo que están en mi casa —informó el rubio, frunciendo el ceño a medida que Pope se alejaba de ellos. Lee miró a JJ con los ojos entrecerrados y, él, la miró por un segundo para sacudir la cabeza y esbozar media sonrisa para tranquilizarla. En seguida, volvió a mirar a Pope —. ¿Qué haces?

—Voy a por gasolina para el barco —respondió, sin girarse para mirar a los demás. Lee hizo una mueca y miró a Kie de reojo, que cogió aire.

—Oye —dijo la de pelo rizado, levantándose para intentar alcanzar a Pope. JJ y Lee la siguieron, él porque no estaba entendiendo a qué venía el extraño comportamiento de Pope y ella porque sabía exactamente qué había pasado entre sus dos amigos. Kiara tragó saliva y añadió  —: lleva cuidado, ¿vale?

Pope la miró de reojo y rodó los ojos. Sin responder, continuó caminando hasta que llegó hasta la moto de JJ, que llevaba aparcada ahí desde hacía un par de días. El rubio miró a Lee de reojo y frunció un poco el ceño.

—¿Me he perdido algo? —preguntó, devolviendo la mirada a su amigo. 

—Anoche le dijo que la quiere —respondió la pecosa. JJ abrió la boca ante la sorpresa, pero, antes de que pudiera hacer ninguna pregunta al respecto, Pope empezó a hacer ruido con el motor de la moto.

Pope estaba demasiado ocupado arrancando la moto como para prestar atención a cómo lo estaba mirando Kie. El moreno no tardó en comenzar a conducir, dejando un rastro de polvo a su paso y a su amiga plantada, observando cómo se alejaba de ellos. Kie se giró sobre sí misma, dispuesta a volver al interior, y cruzó miradas con Lee y con JJ.

—Kie... —empezó la pecosa. 

Interrumpiendo lo que Lee iba a decir, el escandaloso sonido de un helicóptero volando por encima de sus cabezas, captó la atención de los tres adolescentes. Se miraron entre ellos y se giraron para comprobar que no era producto de su imaginación y que, de verdad, había un helicóptero. Sabían que no pertenecía al departamento de policía de la isla porque la isla era demasiado pequeña como para que hicieran falta ese tipo de vehículos, por lo que, fue en el momento en el que presenciaron cómo el helicóptero aterrizar no muy lejos de donde ellos estaban, cuando se dieron cuenta de que estaban jodidos de verdad.

—¿Quién coño son? —preguntó JJ.

—Ni idea, pero no pinta nada bien —respondió la pecosa. Lee cerró los ojos por un segundo y cogió aire, tratando de calmar los nervios que estaban creciendo en su interior. 

Kie, sin decir nada, volvió a entrar al restaurante, dejando a JJ y a Lee solos fuera. Ninguno de los dos tardó mucho en reaccionar, por lo que, en seguida, siguieron a la de pelo rizado hasta que estuvieron los tres en la barra.

—Deberíamos empezar a preparar las cosas para John B... —dijo Kie. Su voz fue perdiendo intensidad conforme hablaba, por lo que JJ se aclaró la garganta y asintió con la cabeza.

—¿Qué hay?

Kie, en lugar de responder, se giró sobre sí misma y entró a la cocina, para después, volver cargada de cajas repletas de comida. En silencio, los tres amigos comenzaron a sacar lo que creían que a John B le podía resultar útil, organizándolo todo en varias bolsas para poder dárselas cuando quedaran con él en el muelle, a las tres en punto. Lee no podía evitar sentir una punzada en el pecho cada vez que analizaba lo que estaba haciendo; estaba preparando comida para que su hermano se fuera de la isla, quién sabía por cuánto tiempo y a dónde iría. 

Y quién sabía si lo iba a volver a ver. 

Lee tragó saliva ante la idea de no volver a ver a su hermano y sacudió la cabeza para deshacerse de ella. Se obligó a sí misma a coger aire un par de veces y a repetirse que todo iba a estar bien; que conseguirían las llaves del barco, John B conseguiría huir y que se reuniría con él muy pronto. Sin embargo, la idea de JJ yendo a su casa a por las llaves, tampoco era precisamente tranquilizadora. 

Sin poder evitarlo, Lee dejó de prestar atención a su tarea y miró a JJ, que estaba concentrado en entrar y salir del restaurante para llevar las bolsas al coche. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al imaginarse el reencuentro del rubio con su padre tras lo que les pasó la última vez, provocando que, de nuevo, sacudiera la cabeza y cerrase los ojos para dar una gran bocanada de aire. Tras un par de segundos, Lee retomó su tarea, por lo que, en seguida, la poca comida que quedaba por guardar, estuvo emparejada en las bolsas. 

Echó un rápido vistazo a su alrededor y, en la mesa de al lado, vio un enorme montón de servilletas. La pecosa estiró el brazo para cogerlas y poder guardarlas en una de las bolsas, pero, antes de dejarlas caer, miró de reojo a JJ, pensativa. Asintió con la cabeza como si se estuviera respondiendo a sí misma y se guardó un par en un bolsillo, para, después, meter el resto en la bolsa, tal y como iba a hacer el principio. 

Esperaba no tener que utilizarlas, pero, cuando nunca se sabía cómo iba a salir JJ cuando entraba a su casa.

 —No me puedo creer que, estando las cosa como están, se haya ido él solo —murmuró Kie, cuando estuvo a su lado, consiguiendo que Lee la mirara y pestañeara varias veces. La de pelo rizado cogió una de las bolsas para llevarla al maletero del coche, cosa que la pecosa imitó y, mientras caminaba detrás de su mejor amiga, Lee cogió aire y abrió la boca para hablar, pero JJ se adelantó.

—Déjalo, en algún momento tenía que petar. —JJ se inclinó hacia delante para dejar la bolsa que llevaba él, mientras que con la otra mano, cogía la que llevaba Kie. Lee no tardó mucho en aparecer, con dos bolsas más.

—Se le pasará —intervino Lee, imitando a JJ —. Solo está un poco... Confuso, supongo.

—Odio lo que voy a decir, pero echo de menos al antiguo Pope —admitió la de pelo rizado —. Por lo menos, casi siempre sabía qué esperarme de él.

—Tal vez le venga bien soltarse un poco —comentó el rubio —. Ya sabes, disfrutar un poco más de las cosas.

—Ir colocado no es disfrutar más de las cosas, JJ —dijo Lee, rodando los ojos. JJ la miró de reojo y, cuando las bolsas estuvieron ordenadas, cerró el maletero.  

—¿Dónde estabas? 

La voz de la señora Carrera llamó la atención de los tres adolescentes, que se giraron para mirar a la madre de Kie. Lee y JJ se apartaron para darles un poco de espacio, de modo que quedaron en el otro lado del coche, desde donde, aunque podían escuchar todo, no podían verlas. Lee tragó saliva y cerró los ojos para coger aire.

—Mamá, estoy bien —respondió la de pelo rizado. Su madre soltó una carcajada irónica.

—Nos hemos pasado la noche entera buscándote, Kiara —dijo la señora Carrera. 

Mientras Kie y su madre discutían, Lee no podía evitar plantearse la opción de intervenir y darle la razón a la señora Carrera. Había policías yendo detrás de ellos, se acercaba una tormenta y, para colmo, siendo totalmente honestos, ni siquiera sabían lo que estaban haciendo. Lee solo sabía que era peligroso y que era más que comprensible que la madre de su mejor amiga estuviera preocupada.

Antes de poder controlarse a sí misma, a pesar de que JJ intentó detenerla, Lee se colocó junto a su mejor amiga, interrumpiendo, por un segundo, la conversación que estaban teniendo. La madre de Kie la miró con algo de pena, pero Lee se encogió de hombros y miró a su mejor amiga, poniendo su mano en el brazo de Kie. La de pelo rizado tenía los ojos cristalizados y le temblaba el labio inferior, por lo que Lee sintió el nudo en su garganta crecer en cuestión de un segundo.

—Kie, está bien si quieres... —empezó con voz temblorosa. Hizo una pausa para tragar saliva, pero, antes de poder seguir hablando, Kie negó con la cabeza.

—Lee, ¡tu hermano nos necesita! —exclamó —. ¡Ya os fallé una vez y no pienso volver a hacerlo!

JJ, que hasta ahora había estado en silencio y algo alejado, se acercó, de modo que quedó justo detrás de Kie y de Lee. Puso una mano en el hombro de Lee y la otra en el hombro de Kie para darles un suave empujón y apartarlas un poco de la señora Carrera. La madre de Kie se frotó los ojos y cogió aire.

—Lo siento, nos tenemos que ir —dijo JJ, algo tímido. 

—¿No veis que es peligroso? —insistió la señora Carrera —. ¡Los policías van armados!

El grito de la madre de Kie hizo que los tres adolescentes se sobresaltaran, pero ni Lee ni JJ se giraron para volver a mirarla. Se adentraron en el coche, Lee en el asiento del copiloto y JJ en la parte de detrás, ambos en silencio y esperando a que Kie terminara de hablar con su madre.

—Lo siento, mamá, pero tengo que hacer esto —dijo Kie, la voz rota. Abrió la puerta del coche y, antes de poder sentarse, su madre la cogió del brazo.

—Kiara, no te subas a ese coche —ordenó. Kie se soltó de su agarre y, con las lágrimas cayendo a borbotones de sus ojos, negó con la cabeza.

—Lo siento. De verdad que lo siento —repitió Kie, mientras, poco a poco, entraba en el coche. Una vez estuvo sentada, cerró la puerta de un portazo y, con las manos temblorosas y entre sollozos, arrancó lo más rápido que pudo para salir de allí cuanto antes.

Sin ni siquiera preguntar a dónde tenían que ir, la de pelo rizado, tras echar un último vistazo a su madre, comenzó a conducir. Lee y JJ la miraron algo preocupados, pero ninguno de los  dos dijo nada porque, sabían que, a veces lo mejor que podían hacer por ti cuando estás como Kiara estaba en ese momento, era dejarte tu espacio. 

Habían dado varias vueltas con el coche cuando, por fin, la de pelo rizado había conseguido calmarse un poco. Todavía estaban en silencio, mirando por la ventanilla y esperando a que fuera Kiara la que decidiera cuándo quería iniciar la conversación. No fue hasta que la de pelo rizado se aclaró la garganta, cuando JJ y Lee volvieron a mirarla y se enderezaron, dispuestos a hablar con ella.

—¿A tu casa, entonces? —preguntó, mirando a JJ a través del retrovisor. Lee miró a JJ de reojo y tragó saliva.

—A mi casa —confirmó el rubio, tragando saliva. 

—JJ... 

—No, no. —JJ negó con la cabeza y miró a Lee —. Es la única forma de ayudar a tu hermano, así que, no pasa nada. 

Kie miró a Lee de reojo y cogió aire para, después, mirar a JJ a través del retrovisor. Sin añadir nada más, condujo hasta casa del rubio, aunque para nada convencida. De nuevo, hicieron todo el camino en silencio, Kie y Lee compartiendo miradas preocupadas de vez en cuando. Ambas sabían que tenía razón y que, conseguir las llaves de ese barco, era la única forma de ayudar a John B, pero, también, sabían que JJ volviendo a casa, nunca podía ser bueno. 

Una vez estuvieron aparcados en la puerta de casa de JJ, el rubio soltó un largo suspiro, provocando que las dos amigas se miraran, de nuevo, entre ellas, para después, mirarlo a él. Lee abrió la boca para hablar, pero él negó con la cabeza y forzó una sonrisa, desviando la mirada hacia la ventanilla.

—Hogar, dulce hogar.

_______________________________________

¡Buenas!

Solo voy a decir que espero que os guste y que muchísimas gracias por todos los votos y comentarios que dejáis en todos los capítulos. Me pone súper triste saber que se está acabando el fic y que hasta la segunda temporada, no voy a poder seguir escribiendo. 🥺

Pero bueno, todavía quedan un par de capítulos y mucho drama por delante, así que habrá que ir preparándose mentalmente para lo que se viene.

Espero no tardar tanto en subir capítulo, pero no prometo nada porque, al acercarse los finales, se me hace súper difícil encontrar tiempo para escribir.

¡Hasta el próximo!

🥰✨

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