fearless || jj maybank

Oleh flickerofhxran

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Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que p... Lebih Banyak

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Oleh flickerofhxran

CAPÍTULO 23
for big john

        LEE HABÍA PASADO LA NOCHE EN VELA, dando vueltas de un lado a otro de la cama, recogiéndose el pelo, deshaciéndose el moño, paseándose por su habitación, siendo completamente incapaz de permanecer quieta durante más de media hora. Estaba agotada y le pesaban los párpados, pero, ni eso, era suficiente para conseguir que el sueño ganara a sus pensamientos. 

No podía parar de darle vueltas a todo lo que había sucedido y a cómo, si se ponía a remontar en el tiempo, había muchas cosas que, a pesar de que en su momento no las había entendido, habían cobrado algo de sentido. Tal vez, no era más que producto de su imaginación, pero, ¿y si, de verdad, su madre y tío T se habían ido porque sabían lo del oro y sabían que era peligroso? ¿Su padre había confiado en Ward? 

Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas de vez en cuando, humedeciendo su cara y provocando que la sensación de escozor que sentía, fuera cada vez mayor. Ya ni siquiera tenía fuerzas para sollozar, por lo que, estaba en absoluto silencio, dejando las gotas caer de sus ojos hasta que mojaban la almohada. Finalmente, cansada de dar tumbos dentro de su pequeña habitación, se volvió a recoger el pelo en una coleta despeinada y se dirigió a la habitación de su hermano. 

—Johnny —susurró, asomando la cabeza a la habitación de John B. El pecoso tampoco había podido pegar ojo, de modo que, en cuanto su hermana entreabrió la puerta de la habitación, se hizo a un lado en la cama para hacerle sitio. Lee cerró la puerta tras de sí y, tras dedicarle media sonrisa a su hermano, se acostó a su lado —. ¿Has podido dormir algo?

—No —respondió él, encogiéndose de hombros —, ¿y tú?

Lee se limitó a negar con la cabeza y a sonreír, con tristeza, sin mostrar los dientes. Los dos hermanos se quedaron en silencio, mirando al techo, ambos con los ojos humedecidos e hinchados de tanto llorar.

—¿JJ está durmiendo? —preguntó el pecoso, girando un poco la cabeza para mirar a su hermana. Ella cerró los ojos y cogió aire para, después, encogerse de hombros —. ¿No estaba contigo?

Lee negó con la cabeza y tragó saliva, sintiendo el nudo en su garganta crecer, de nuevo. Respiró hondo, todavía moviendo la cabeza hacia los lados y, John B, algo confuso, alzó una ceja, esperando una explicación.

—¿Lee? —susurró John B. Lee siguió negando con la cabeza y cerró los ojos con fuerza , provocando que de ellos resbalaran dos cálidas lágrimas —. Ey, ¿qué...

—No puedo estar con él —soltó de golpe. John B alzó las cejas sorprendido, pero en seguida suavizó la expresión y puso su mano sobre la de su hermana.

—Si es por lo que dije... —empezó.

—No. No es por eso —lo interrumpió Lee, ante lo que John B asintió lentamente con la cabeza —. Es solo que... —susurró, teniendo que hacer una pausa para tragar saliva —. No puedo más con nada, John. 

El mayor de los hermanos se giró sobre sí mismo para quedar de cara a Lee, que no se había movido desde que había llegado. Seguía tumbada bocarriba, con la mirada fija en el techo y con las mejillas humedecidas, por lo que John B cogió aire y le pasó la mano por la cara, con cuidado, para secárselas.

—No digas eso, Ashley —pidió él, frunciendo un poco el ceño —. Claro que puedes, ¿vale?

Lee volvió a negar con la cabeza rápidamente, comenzando a sentir su cuerpo temblar y su respiración acelerarse, ante lo que su hermano cogió aire y, aprovechando que tenía la mano en su cara, la hizo mirarlo. El pecoso clavó la mirada en los ojos de su hermana y le hizo una señal para que respirase al mismo ritmo que él.

—Estoy aquí —susurró. Lee asintió con la cabeza, recuperando, poco a poco, el ritmo normal de su respiración —. Estamos juntos en esto, Lee.

—No quiero que te pase nada —susurró la pecosa, cambiando un poco de tema. Apartó la mirada del techo para posarla en su hermano. Él sonrió de lado y estiró el brazo para colocarlo entre el cuello de su hermana y el colchón, intentado abrazarla —. Con todo esto de Ward... —Lee sintió una punzada en el estómago, pero se limitó a sacudir la cabeza.

—No me va a pasar nada —respondió, acercándola a él.

—De verdad, Johnny —insistió —. Ward ya nos ha quitado más que suficiente.

Las palabras de Lee salieron de su boca con una fuerte mezcla de tristeza y rabia, provocando que su hermano no pudiera retener la lágrima que cayó desde su ojo hasta la cabeza de la pecosa. John B asintió con la cabeza para darle la razón.

—Te lo prometo —dijo el pecoso, intentando sonar tan convincente como le fue posible.

Esta vez, fue Lee la que asintió con la cabeza, dejando que su hermano la rodease con sus brazos. Apoyó la cara en el hombro de John B y cerró los ojos, mientras que su hermano le acariciaba el brazo y respiraba con fuerza para que ella continuara respirando al mismo tiempo que él.

Con el fin de tranquilizar a Lee y tranquilizarse un poco él, John B se mantuvo en silencio, esperando a que su hermana se quedase durmiendo. Sus ojos comenzaban a escocer demasiado, por lo que cada vez le era más difícil mantenerlos abiertos, haciendo imposible que John B pudiera detener el bostezo que se escapó de sus labios. 

—Oye —dijo ella, rompiendo el silencio que había en la habitación. John B movió un poco la cabeza para mirarla —, lo que te he dicho antes de mamá y el tío... —Lee hizo una pequeña pausa para tragar saliva —. ¿De verdad crees que lo sabían?

—¿No te parece raro que mamá dejase de llamar, sin más? —preguntó. Lee asintió con la cabeza y cerró los ojos para, después, respirar hondo —. Y, todavía mejor, ¿no te parece raro que, después de todo lo que se esforzó en vernos bien, tío T se fuera a Mississipi?

Lee volvió a asentir con la cabeza, sintiendo una extraña mezcla de inquietud y tranquilidad al ver que su hermano opinaba lo mismo que ella. Es cierto que su madre los abandonó, pero siempre había hecho un pequeño esfuerzo en mantener algo de contacto con ellos; de vez en cuando llamaba o enviaba alguna postal o alguna carta, contándoles cómo le iba la vida y por dónde andaba. Sin embargo, no mucho antes de que su padre desapareciera, los hermanos le perdieron la pista, también, a su madre. El siguiente en desaparecer del mapa fue tío T, que, un día, llegó diciendo que se iba a ir de Outer Banks por motivos de trabajo, pero que volvería en cuanto pudiera. 

—A lo mejor sabían que el señor Cameron...

—¿Y si se lo contamos a la sheriff? —propuso el pecoso, interrumpiendo a su hermana.

—No nos van a creer —susurró Lee —. Es su palabra contra la nuestra. 

John B asintió y volvió a bostezar, apoyando la mejilla sobre la cabeza de su hermana.

—¿Y si intentamos... —empezó a decir, en un susurro —. ¿Y si intentamos dormir?

Lee no dijo nada. Mientras que para el pecoso, la conversación había servido para calmarse y conseguir conciliar el sueño, Lee estaba todavía más espabilada que antes. Por la tenue iluminación que adornaba el cielo de Outer Banks, supuso que estaba a punto de amanecer, por lo que decidió que su mejor opción, era levantarse. Tras darle un beso en el brazo a su hermano, se giró sobre sí misma, acercándose al borde de la cama para, así, poder salir de allí en cuanto John B se quedara durmiendo. 

Tal y como había planeado, cuando el ritmo de la respiración de John B pasó a ser mucho más leve, tranquilo y constante, con algún que otro ronquido acompañando al suave sonido que hacía al coger aire y expulsarlo, Lee se levantó de la cama, moviéndose tan lentamente como pudo para no despertar a su hermano. Salió de la habitación y cerró la puerta, dispuesta a ir al baño para darse una ducha. 

Al poner un pie fuera, escuchó otro ronquido proveniente del salón. Su estómago se estrujó y sintió el alivio recorrer cada rincón de su cuerpo: JJ estaba allí. Ni siquiera se había planteado que pudiera haber vuelto a casa hasta ese momento, en el que no pudo evitar sentirse algo culpable por lo ocurrido un par de horas antes en el muelle. Cerró los ojos y cogió aire para, después, limpiarse la lágrima que cayó de su ojo. 

Casi sin poder controlarse a sí misma, caminó hasta estar junto al sofá cama, dónde JJ estaba acostado, algo encogido. Su pelo estaba bastante revuelto y su boca estaba ligeramente entreabierta, por lo que a Lee se le escapó una suave carcajada, que vino acompañada de otra lágrima. Con cuidado, se sentó en el borde del colchón y, con su mano derecha, echó el pelo de JJ hacia atrás, dejando varias caricias a medida que sus dedos rozaban la piel del rubio.

El corazón de Lee latía con tanta fuerza que le retumbaba en los oídos, haciéndola tener que tragar saliva para aliviar la sensación de nervios que sentía. Se mordió la mejilla por dentro, intentando retener el sollozo que estaba a punto de salir de sus labios, y cerró los ojos con fuerza, provocando, así, que un par de lágrimas mojasen sus mejillas. El rubio se removió en su sitio y ella, sin apartar la mirada de él, cogió aire una vez más y sonrió sin mostrar los dientes.

—Sigue durmiendo —susurró con voz muy suave, inclinándose para darle un beso en la frente y dejando una caricia en su mejilla. Como si eso hubiera sido lo que necesitaba para recuperar la paz, JJ se calmó en seguida y volvió a quedarse tan quieto y tranquilo como estaba antes. 

Lee, sin poder aguantarse las ganas de llorar, se levantó casi de un salto y salió corriendo de allí en dirección al baño. Se encerró a sí misma, cerrando el pestillo en cuanto estuvo dentro del aseo. Con la espalda pegada a la puerta, se deslizó hasta estar sentada en el suelo, dejando que el llanto se apoderase de ella una vez más.

Se metió la mano en el bolsillo y sacó el anillo de JJ, que llevaba ahí guardado desde que se había ido a dormir. Enrolló la cadena en sus dedos y observó el pequeño círculo metálico que había sobre la palma de su mano. Se le escapó un sollozo, por lo que llevó su mano libre a su boca para evitar hacer ruido. Echó la cabeza para atrás y la sacudió, intentando deshacerse de todo lo que estaba pasando por ella. 

Iba a perder a JJ.

El simple pensamiento de JJ y ella distanciándose, la hizo sentir un pequeño retortijón en el estómago, que la obligó a encogerse sobre sí misma, atrayendo las rodillas hacia su pecho. La situación de por sí era agotadora, pero haber puesto en peligro una de las relaciones más bonitas y que más valoraba en su vida, en riesgo por no haber sabido controlar sus sentimientos, hacía todo un poco más difícil. 

Lee no se arrepentía de haberle dicho lo que sentía, porque lo sentía de verdad. Se arrepentía de no habérselo dicho antes o de haber elegido un momento tan malo para dejar todo salir, cuando sabía de sobra que ni él ni ella eran capaces de mantener una relación en aquel momento. Podrían intentarlo y, por mucho que se quisieran —porque Lee sabía que él la quería a ella tanto cómo ella a él —, no era el momento. 

Eso no quitaba que le aterrase que, si el momento correcto nunca llegara, JJ acabara encontrando a una persona mucho mejor que ella, que supiera hacerlo tan feliz como él merecía y que supiera hacer que él mismo se quisiera y se viese cómo la persona tan sumamente increíble que es. 

Porque JJ se merecía todo lo bueno del mundo y no sabía si ella podía dárselo.

Cuando su cuerpo pareció quedarse sin lágrimas que derramar y completamente sin fuerzas para sollozar, Lee consiguió tranquilizarse. Se levantó del suelo y se acercó al lavabo para echarse agua a la cara y, así, aliviar el escozor que sentía en la piel de tanto llorar. En cuanto sus ojos chocaron con su reflejo, como si en su cabeza se hubiera iluminado una bombilla, recordó que Pope tendría la entrevista en escasas horas.

Tenía que ir a desearle suerte.

°°°

—Buenos días, señora Heyward —dijo la pecosa a modo de saludo, inclinando el cuerpo ligeramente hacia delante, de modo que se apoyó sobre sus rodillas. La madre de Pope sonrió al ver a la amiga de su hijo, dejándole algo de espacio para que se recuperase de la carrera que se había pegado hasta allí.

—Hola, cielo —respondió, poniendo una mano en el hombro de Lee —. Pasa, mujer. No te quedes ahí.

Lee asintió con la cabeza y, tras recuperar su posición normal, siguió a la madre de su amigo hacia el interior de su casa. Lee adoraba ir a casa de Pope porque, a pesar de que no era grande, era muchísimo más acogedora que cualquier otra casa en la que hubiera estado. Por no hablar, de que los padres de Pope, eran geniales. 

—¿Está Pope? —preguntó Lee, mirando a su alrededor.

—Está terminando de vestirse —contestó la señora Heyward, acompañando sus palabras con una sonrisa —. ¿Has desayunado?

La pecosa dudó en si decir la verdad o no. No había desayunado y el día anterior a penas había sido capaz de probar bocado, por lo que, ante la mención de la comida, su estómago rugió con fuerza. Sabía que si decía que no, los padres de su amigo se ofrecerían a hacerle algo y, aunque le supiera fatal, se vio incapaz de rechazar la oferta. Negó con la cabeza y se encogió de hombros.

—Siéntate, anda —dijo, esta vez, el padre de Pope. Lee sonrió a modo de saludo.

—Muchas gracias. —Lee sonrió de lado y obedeció al señor Heyward. Se sentó en una de las sillas que había alrededor de la mesa redonda, donde había algo de comida ya preparada.

 —No estarán las pesadillas de tu hermano y de JJ por aquí también, ¿verdad?  —bromeó el padre de Pope, consiguiendo que Lee se riera. Negó con la cabeza, esta vez algo más animada.

—Deja que las bestias duerman.

La voz de Pope hizo que sus dos padres y su amiga se girasen para mirarlo. Lee sonrió, lo miró, de arriba a abajo, sorprendiéndose al verlo con traje, y alzó una ceja, algo burlona. Pope rodó los ojos y, con la mirada, le pidió que no dijera nada.

—¿A que va guapo? —preguntó la señora Heyward, acercándose a su hijo para colocarle bien el cuello de la camisa. Pope puso mala cara, ante lo que Lee tuvo que presionar los labios en una línea recta para no soltar una carcajada. 

—La verdad es que sí —respondió, con sinceridad. Pope la miró y sonrió a modo de agradecimiento. 

—¿Ha pasado algo? —Pope esperó a que su madre hubo terminado de emparejarle la camisa para acercarse a su amiga y sentarse a su lado. Lee negó con la cabeza —. ¿Estás bien?

—Ha pasado que ayer no te dije nada —dijo Lee, mirando a Pope —, y quería desearte suerte. Aunque no la necesitas.

Los padres de Pope sonrieron y, tras hacerles un gesto con la mano, salieron de la habitación, dejando solos a los dos amigos. El moreno cogió una tostada y se la pasó a Lee, que no dudó ni un segundo en cogerla y darle un bocado. 

—Pero no hacía falta que vinieras hasta aquí —comentó él, cogiendo otro trozo de pan para comer también. Lee se encogió de hombros, demasiado ocupada en masticar como para responder con palabras —. ¿Cómo...

—¿Cómo estoy? —preguntó con la boca llena de comida. Pope soltó una carcajada y asintió con la cabeza —. Ward es un hijo de puta. 

Lee clavó la mirada en el plato. Pope abrió la boca para responder, no muy seguro de que decirle a su amiga, pero ella se adelantó y, antes de que pudiera tragar para decir algo, Lee se adelantó y negó con la cabeza, indicándole que no era necesario que dijese nada.

—Pero estoy bien, supongo. Mi hermano también —dijo, sonriendo de lado sin mostrar los dientes —. Ahora lo importante es cómo te sientes tú.

—¿Yo?

—Sí, Pope. —Lee rodó los ojos, divertida, y con el dedo índice, le dio un toquecito en el pecho —. Tú. 

Pope también rodó los ojos y cogió el dedo de su amiga para apartarlo de él, negando, al mismo tiempo, con la cabeza. Lee sonrió, de nuevo.

—No, de verdad —dijo ella, acomodándose en la silla —. Siento mucho si últimamente no te he ayudado tanto como prometí.

—¿Tú eres tonta? —preguntó Pope, frunciendo el ceño. Lee hizo una mueca, ante lo que Pope sonrió —. Si hay algo que quiero más que esta beca, es que estéis bien, Lee.

Lee lo miró y sonrió, asintiendo con la cabeza. Hasta que no terminaron de desayunar, ninguno de los dos volvió a decir nada más. Se limitaron a comer hasta que sus estómagos estuvieron llenos y no quedó más comida en la mesa, ambos en silencio, pensando en sus cosas.

—Anoche discutí con Kie —soltó el moreno de golpe. La pecosa abrió los ojos ante la sorpresa y lo miró, esperando una explicación. Pope dio un trago a su vaso de zumo y, cuando tragó, cogió aire para, después, añadir —: y creo que le dije cosas que no tendría que haber dicho.

—¿Qué pasó? —Lee frunció un poco el ceño. Él se rascó la nuca.

—Cuando fuimos a casa de los Cameron a ver si Ward seguía de una pieza —empezó a contar el moreno, haciendo una mueca al mencionar al señor Cameron. Bajó notablemente el tono de voz y miró hacia la puerta que separaba el salón de la habitación de sus padres, asegurándose de que no estaban escuchando —, yo dije que tenía que volver porque tenía la entrevista esta mañana. 

Lee asintió con la cabeza, dando a entender que entendía a su amigo y que estaba prestando atención. Su ceño seguía ligeramente fruncido y tenía la mirada clavada en él, que había devuelto la mirada a sus manos.

—Básicamente, dijo que era muy egoísta querer volver a casa antes de encontrar a tu hermano —resumió Pope, hablando bastante rápido. La pecosa pestañeó varias veces, sorprendida —. Y, bueno, yo... 

Ante la pausa que hizo el moreno, Lee ladeó la cabeza y puso su mano en el hombro de Pope para darle un suave apretón, animándolo a seguir hablando. Pope cogió aire y echó la cabeza hacia atrás para, después, pasarse las manos por la cara.

—Le dije que ella era la menos adecuada para hablar sobre eso porque no estuvo ni para John B ni para ti cuando... Ya sabes... Tu padre... —Lee cerró los ojos con fuerza y asintió con la cabeza, indicando que no hacía falta que continuase hablando. Él se mordió el labio y la miró de reojo —. Me pasé muchísimo.

—Pope, todos nos pasamos muchísimo a veces —dijo la pecosa, sonriendo sin mostrar los dientes —. Si crees que le debes una disculpa, habla con ella.

—¿No estás enfadada? —preguntó Pope, suavizando la expresión. Lee hizo una mueca de confusión.

—¿Por qué iba a estar enfadada?

—Porque no soy nadie para echarle en cara si estuvo o no ahí para ti cuando... —Pope entrecerró los ojos, negando con la cabeza a medida que hablaba. Fue una suave carcajada de Lee lo que lo hizo callarse. 

—Respira y tranquilízate. —Lee volvió a darle un apretón en el hombro. Pope obedeció a su amiga y cerró los ojos para poder centrarse en coger aire un par de veces, sintiéndose un poco mejor cada vez que sentía el oxígeno inundar sus pulmones.

—Tengo que conseguir esto, Lee —susurró. Ella asintió con la cabeza.

—Lo vas a hacer, Popey —respondió ella, dándole un toquecito en la nariz con el dedo índice —. En cuanto te conozcan, te van a poner la alfombra roja para que vayas a donde tú quieras.

Pope soltó una carcajada y se encogió de hombros. Puso su mano sobre la de Lee y, esta vez, fue él quien le dio un suave apretón a ella, a modo de agradecimiento y señal de que, pasara lo que pasara, siempre iba a estar ahí.

—Oye, ¿de verdad estás bien?

Lee cogió aire y, dándole una palmadita en la mano a Pope, negó con la cabeza, pero sonrió sin mostrar los dientes. Él ladeó un poco la cabeza y la miró con los ojos un poco entrecerrados, esperando a que dijera algo.

—Pero cuanto menos hablo de ello, más fácil es pretender que no es real —susurró Lee, mordiéndose el labio y bajando la mirada hasta sus pies. Pope abrió la boca para replicar, pero ella se adelantó y añadió —: y por lo de Kie, habla con ella y ya está, seguro que entiende que estabas nervioso y que la situación es una mierda para todos. 

Pope no dijo nada. Se quedó mirando a su amiga, que había levantado la mirada y tenía los ojos un poco humedecidos, pero que seguía sonriendo. El estómago del moreno se revolvió al verla así, pero se limitó a asentir con la cabeza y darle otro apretón en la mano.

—Lee...

—Voy a ir a casa de Kie ahora a ver cómo está —continuó diciendo. Pope frunció el ceño.

—Tienes mala cara, ve a casa y descansa —medio ordenó el moreno.

—En mi casa está JJ y no puedo estar con él ahora mismo, Pope —respondió Lee, con la voz más temblorosa de lo que le hubiera gustado.

Antes de que Pope pudiera decir nada, los pasos de su padre hizo que ambos mirasen en dirección a la puerta de la habitación de los padres de Pope. Lee se pasó las manos por los ojos para secarlos y tragó saliva, intentando poner su mejor cara. Su amigo la miró de reojo, algo preocupado, pero, en seguida, volvió a mirar a su padre y se puso de pie.

—¿Podemos dejar a Lee en casa de Kie antes de ir?

—Claro, vamos —respondió el padre de Pope. Lee imitó a su amigo y se levantó de la silla, sonriendo.

Tras despedirse de la señora Heyward —que la hizo prometer que iría a casa más a menudo porque le encantaba verla por allí —, Lee siguió a Pope y a su padre hasta el coche. Iban sumidos en una conversación sobre cómo Pope tenía que comportarse en la entrevista y, por más que Lee intentó prestar atención, estaba demasiado cansada como para poder estar atenta a algo que, en realidad, no le interesaba gran cosa.

De vez en cuando, el señor Heyward intentaba entablar tema de conversación con ella, pero, aunque Lee no supo si fue porque Pope le pidió que la dejase descansar o si fue porque él mismo se dio cuenta de que no estaba haciendo mucho caso, no tardó en volver a centrar toda su atención en su hijo, permitiendo, así, que Lee pudiera cerrar los ojos y disfrutar durante unos escasos de la agradable sensación.

—Lee, estamos ya —indicó Pope, sacudiéndola con suavidad. Ella parpadeó varias veces y asintió con la cabeza. Bajó del coche con la ayuda del moreno, que había bajado para poder despertarla, y se frotó los ojos.

—Muchas gracias por traerme, señor Heyward —dijo Lee, asomándose, de nuevo, al interior del vehículo, para hablar con el padre de su amigo. Él sonrió y negó con la cabeza.

—Ya sabes que no tienes por qué darlas —respondió. Tras sonreírle una última vez, Lee volvió a mirar a Pope y, antes de decir nada, abrió los brazos y lo abrazó.

—Lo vas a clavar, Popey, ¿vale? —susurró. Él le devolvió el abrazo y sonrió.

—Lo sé, Lee. Alguien nos tiene que sacar a todos de pobres —comentó él, ganándose una carcajada por parte de la pecosa. Puso las manos sobre los brazos de su amiga y la apartó de él para poder mirarla a la cara —. Ahora, hazme el favor de entrar y dormir un rato antes de hablar con ella.

Lee se limitó a asentir con la cabeza mientras que, tras taparse la boca con la mano, bostezó, haciendo algo de ruido. Pope rodó los ojos y la empujó un poco, guiándola hacia la entrada de la gran casa de los Carrera.

—Luego quiero detalles de cómo los has dejado boquiabiertos —dijo la pecosa, señalando a su amigo con el dedo índice. Pope asintió.

—Los tendrás —respondió, sonriendo ampliamente. 

La pecosa sonrió e hizo un gesto con la mano para despedirse de su amigo para, después, girarse sobre sí misma y tocar al timbre de casa de su mejor amiga. Si no hubiera sido porque estaba más dormida que despierta, habría entrado por la ventana, como estaba más que acostumbrada a hacer. 

Pope volvió al coche y su padre y él esperaron a que Kie le hubiera abierto la puerta a Lee, asegurándose de que entraba sana y salva. Al escuchar el motor del coche, Lee se giró y levantó la mano para despedirse de ellos mediante un gesto y una sonrisa, acción que tanto Pope como su padre, imitaron. 

La pecosa, cuando perdió de vista el coche de la familia Heyward, centró su atención en Kie, que también tenía cara de no haber pegado ojo y de haberse despertado con el pie izquierdo. Tenía el pelo completamente despeinado, una ceja alzada y estaba cruzada de brazos, esperando una explicación sobre la visita tan temprano.

—Venía a hablar contigo, pero he pensado que prefiero dormir —explicó Lee, bostezando, de nuevo —. Ya tendremos tiempo de hablar.

—¿Hablar? ¿A las ocho menos cuarto de la mañana?

 —Sí, Kie —respondió la pecosa, frotándose los ojos —. Es lo que tiene que la mierda nunca descanse.

Kie soltó una risilla y negó con la cabeza, estirando el brazo para rodear los hombros de su mejor amiga con él. Lee apoyó su cabeza en el hombro de su mejor amiga y dejó que Kiara la acercase a ella, para dejar varias caricias en su brazo.

—Vamos a mi habitación —propuso la de pelo rizado. Su mejor amiga asintió con la cabeza y, sin añadir nada más, Kie cerró la puerta y las dos adolescentes comenzaron a caminar en dirección a la habitación. 

Una vez ambas estaban dentro,  se dejaron caer en la cama de golpe, haciéndose reír la una a la otra. Lee miró a su mejor amiga de reojo y alzó una ceja, esperando a que dijese algo.

—¿Por qué me miras así?

—Vengo de casa de Pope —respondió Lee. Kie asintió con la cabeza.

—He visto el coche de su padre —dijo —. ¿Cómo está? ¿Está nervioso?

—Un poco —contestó la pecosa —. Pero más por lo que os pasó anoche, que por la entrevista.

—Bueno, no dijo ninguna mentira. —Kie se encogió de hombros y apartó la mirada de su amiga.

—Lo importante es que estás ahora —susurró Lee, con la voz un poco temblorosa. Se aclaró la garganta y sonrió sin mostrar los dientes, mirando a su mejor amiga, que hizo una mueca —. De verdad, Kie.

La de pelo rizado miró de reojo a Lee y curvó las comisuras de sus labios ligeramente hacia arriba. Lee hizo lo mismo, tranquilizando a su mejor amiga casi al instante. Tanto Kiara como Ashley tenían los ojos humedecidos, por lo que, cuando se miraron la una a la otra, no pudieron evitar retener las carcajadas suaves que se escaparon de sus labios, acompañadas de un par de lágrimas.

Lee se acercó a su mejor amiga y la abrazó, de modo que la cabeza de Kie quedó apoyada en su hombro, y la cabeza de Lee, sobre la de Kiara. Ninguna de las dos se vio capaz de vencer al sueño, por lo que, no mucho después, ambas estaban profundamente dormidas. 

°°°

John B se despertó al escuchar el sonido de la puerta del porche cerrarse de golpe, causando un gran estruendo, que resonó por toda la casa. Pestañeó varias veces, intentando acostumbrar sus ojos a la gran cantidad de luz que entraba por la ventana, ya que era media mañana y los rayos de sol ya pegaban con fuerza.

Al percatarse de la ausencia de su hermana, el pecoso frunció el ceño y rodó sobre sí mismo hasta estar en el borde de la cama, para estirar una pierna y poder levantarse. Salió de la habitación en dirección al porche, dispuesto a averiguar quién había sido la persona que había perturbado su sueño tan reparador. 

—Buenos días, tío —dijo JJ, levantando una lata de cerveza en dirección a su mejor amigo en cuanto el pecoso abrió la puerta del porche para salir. John B lo miró con mala cara y, cuando se dio cuenta de que en la otra mano, JJ llevaba un porro, rodó los ojos y le quitó la cerveza para darle un trago.

—Haz un poco más de ruido que creo que Kie desde su casa no te ha oído salir —murmuró el castaño. JJ le sacó el dedo, llevando el porro a sus labios para dar una larga calada.

—¿Quieres? —preguntó, mirando el porro. John B negó con la cabeza, dando otro trago a la cerveza.

—¿Mi hermana no está? —John B miró a su alrededor, esperando ver a su hermana sentada en el muelle, como solía hacer cuando quería pensar. El rubio sintió una punzada en el estómago ante la mención de Lee, pero optó por encogerse de hombros y dar otra calada al porro, fingiendo estar bien.

—No la he visto —dijo. El castaño alzó una ceja, mirando a su mejor amigo, expectante —. ¿Por qué me miras así?

—¿Cómo estás? —preguntó John B, dejándose de rodeos. La pregunta pilló a JJ tan desprevenido que el humo se quedó atascado en su garganta, obligándolo a toser un par de veces.

—¿Qué?

—¿Cómo estás? —repitió el pecoso, con un tono mucho más contundente. JJ se mordió la piel del labio y miró al suelo.

—Bien —murmuró, entrecerrando un poco los ojos. John B rodó los ojos.

—JJ.

—¿Cómo quieres que esté? —protestó el rubio, echando la cabeza hacia atrás.

—No lo sé, por eso pregunto. —John B habló con obviedad, ganándose una mala mirada por parte de su mejor amigo. JJ se pasó una mano por el pelo y, tras expulsar todo el humo que acababa de inhalar en la última calada, cerró los ojos.

—Jodido, John B. Estoy puto jodido.

El pecoso miró a su mejor amigo, percatándose de que estaba dando grandes bocanadas de aire para mantenerse tranquilo. Esperó a que JJ se moviera o dijese algo más para continuar hablando, por lo que, en cuanto el rubio volvió a abrir los ojos, John B se aclaró la garganta.

—¿Te puedo hacer una pregunta? 

JJ miró a su mejor amigo y alzó una ceja, llevando el porro a su boca para volver a dar una calada. John B cerró los ojos, concentrándose en encontrar las palabras más adecuadas para formular la pregunta.

—¿De verdad sientes cosas por mi hermana?

Silencio

Esa fue la primera respuesta que obtuvo el pecoso. La pregunta pilló a JJ tan por sorpresa, que tuvo que sacudir la cabeza para reponerse. Entrecerró los ojos y asintió lentamente con la cabeza.

—No estoy hablando de que le tengas cariño, porque sé de sobra que mi hermana es una persona muy import...

—John B, joder —murmuró JJ, echando la cabeza hacia atrás —. No quiero hablar de esto.

Antes de que John B pudiera decir nada, JJ se levantó del sofá y casi corrió hasta el muelle, dejando a su mejor algo perplejo, observando cómo el rubio se alejaba de él. John B cerró los ojos y cogió aire para, a continuación, levantarse y acabarse la poca cerveza que quedaba en la lata de un trago. Miró a su mejor amigo desde su sitio y, al verlo acomodarse sobre la barandilla y llevarse el porro de nuevo a sus labios, resopló. 

Tenía que hablar con él y no tenía ni idea de cómo. 

Miró la lata que tenía en sus manos y, mordiéndose el labio, pensativo, supuso que, tal vez, lo que necesitaba JJ era una mañana de cervezas y porros y, así, a lo mejor, acababa hablando de cómo se sentía. Sin perder más tiempo, John B se dirigió hacia la cocina para coger todas las cervezas que quedaban que, aunque no eran muchas, parecían suficientes para los dos. 

Una vez tenía todas las cervezas y algo de comida que encontró en la cocina, se dirigió hacia el muelle. JJ ni siquiera lo miró al escuchar los pasos, por lo que el pecoso tuvo que acercarse a él para darle una lata y ofrecerle unos cereales que llevaban en el armario más de dos semanas. El rubio aceptó la bebida, pero rechazó la comida. 

—¿No vas a comer nada? —John B alzó una ceja y JJ negó con la cabeza. Abrió la lata de cerveza y, mientras él daba un largo trago, su mejor amigo se acomodó en el suelo de madera, apoyando la espalda en uno de los pilares de madera.

—Claro que siento cosas por ella —dijo, con un hilo de voz. John B pestañeó numerosas veces, clavando la mirada en JJ, que rio por lo bajo, pero con tristeza —. ¿Cómo no voy a hacerlo?

John B soltó una pequeña carcajada y se encogió de hombros, para después coger un puñado de cereales y llevarlos hasta su boca. Al masticar y saborear su sabor rancio, hizo una mueca y los escupió, haciendo que JJ lo mirara de reojo, burlón.

—¿Ves? —JJ lo señaló —. Es como si todos los genes buenos que te faltan a ti, se los hubiera quedado ella. 

El pecoso le lanzó un cereal y le dio en la cabeza, ganándose que su mejor amigo le sacara el dedo, pero sonriendo. JJ volvió a mirar al frente y a dar un trago de cerveza, recuperando la seriedad en el semblante. Sentía algo de nervios porque sabía que John B quería hablar sobre lo de Lee, y, simplemente, pensar en ella, hacía que su estómago pareciera querer salir corriendo de su cuerpo. 

—Sabes que mi hermana te quiere un montón, ¿verdad? —John B miró a su mejor amigo, que bajó la mirada y asintió con la cabeza, mordiéndose la piel del labio —. Y sabe que tú a ella también.

—Pero no es el momento —concluyó JJ, hablando en voz muy baja. El pecoso suspiró.

—No, no lo es —concordó —, pero esto no va a ser así para siempre. 

JJ se quedó callado, limitándose a beber cerveza y fumar, bajo la atenta de su mejor amigo. John B hizo una mueca ante la cara que tenía su mejor amigo, porque parecía que sus palabras habían tenido el efecto contrario al que él esperaba. Por la cara del rubio, resbaló una lágrima, provocando que John B alzase las cejas.

—Tío, pero...

—Ya, ya lo sé —se adelantó JJ —. Sé que tu hermana está en la mierda con todo y, de verdad, lo último que quiero es empeorar las cosas, pero joder.

—Pero, joder, ¿qué?

—Que no quiero perderla, John B —admitió, con la voz rota. Se pasó la mano por el pelo y se mordió el labio con fuerza para evitar sollozar —. Me siento un puto egoísta porque sé que se merece a alguien mejor que yo, pero no quiero perderla.

John B miró a su mejor amigo algo sorprendido al verlo tan vulnerable. Se levantó de un salto y se acercó a él, no muy seguro de qué hacer. Rara vez era él quien tenía que consolar a su mejor amigo, porque Lee siempre estaba. Siempre era ella la que sabía qué decir y qué hacer para hacer sentir mejor a JJ, por lo que, el pecoso no tenía ni  la menor idea de qué decirle cuando lo que pasaba era justo eso, que Lee no estaba. 

—Conoces a mi hermana, tío  —dijo, poniendo su mano en el hombro del rubio —. Es peor que un grano en el culo, no te vas a librar de ella porque ahora sepáis lo que sentís el uno por el otro. 

JJ medio sonrió, pero no dijo nada. Se encogió de hombros y, sin mirar al pecoso, se bebió lo que quedaba en su lata de cerveza, haciendo una mueca al notar el abundante sabor agrio y caliente del líquido, a medida que este descendía por su garganta.

—Esto... —susurró JJ. El rubio tragó saliva y se aclaró la garganta —. Tu hermana... 

—Lo sé.

—No, de verdad, tío —insistió el rubio —. No quiero que pienses que lo de Lee es un capricho.

—Sé que no lo es, JJ —dijo John B, dándole una palmadita en la espalda —. Sé que la quieres.

—Mucho —añadió el rubio. El pecoso asintió con la cabeza.

—Mira, tío —murmuró John B, algo pensativo —, no te voy a mentir. El primero que puse pegas a esto, fui yo —admitió. JJ tragó saliva y frunció el ceño, todavía con la mirada clavada en el frente y alguna que otra lágrima cayendo de sus ojos —, porque sois las dos personas más importantes de mi vida y... —John B entrecerró un ojo, buscando las palabras adecuadas para continuar. JJ se atrevió a mirar a su mejor amigo de reojo y medio sonreír por lo que había dicho —. Y sois complicados. 

—¿Tú crees? —preguntó JJ, riendo, algo triste, y clavando la mirada en sus manos. Volvió a acercar el porro a sus labios para dar la última calada. El pecoso curvó las comisuras de sus labios ligeramente hacia arriba.

—Qué va —ironizó John B, negando con la cabeza —. El caso, JJ, que no me hacía ni puta gracia, pero no porque crea que mi hermana sea un capricho para ti. Claro que sé que Lee no es un capricho para ti, tío. 

—¿Cuál es el pero?  —JJ volvió a mirar a su mejor amigo de reojo.

—Que sé que tú tampoco lo eres para ella —respondió el pecoso. JJ frunció el ceño, confuso —. Y sé que tiende a echarse la culpa de cosas que no...

—Ya. —JJ asintió con la cabeza rápidamente, indicándole que no hacía falta que continuara. Ambos se quedaron en silencio, hasta que John B cogió aire. 

—Y ahora estás demostrando lo mucho que te importa verla bien —dijo John B, mirando a su mejor amigo —. Sabes que ahora mismo las cosas son complicadas y le estás dando el espacio que necesita. Necesitáis —se autocorrigió John B, tocando el brazo de JJ con su dedo índice —. Y, si te sirve de algo mi opinión, tío, he visto a mi hermana muy contenta desde que... usasteis la ducha. 

JJ soltó una carcajada y, aunque John B había hecho una mueca al acordarse de eso, suavizó el semblante y rio, también, al ver a su mejor amigo reírse. Tras darle un apretón en el hombro, volvió a su sitio inicial: el suelo de madera. Esta vez, en lugar de sentarse, se tumbó, bocarriba. Al vislumbrar, de reojo, las figuras de su hermana y su mejor amiga, en la lejanía, el pecoso giró la cabeza y levantó el brazo para saludar.

—Tío, cambia la cara que viene mi hermana con Kie —se burló John B desde el suelo. JJ le sacó el dedo y, con la otra mano, se secó las mejillas y eliminó el rastro de las lágrimas que había en ellas. 

—Cállate y olvida toda esta conversación —dijo JJ, mirando al pecoso. John B alzó una ceja.

—¿Solo hay JJ blando para un Routledge? 

JJ abrió la boca para responder, pero la voz de Kie hizo que los dos adolescentes se girasen para mirar a las recién llegadas. Lee estaba un paso por detrás de Kie, con los brazos cruzados y mirándose los pies, como si le diera vergüenza levantar la cabeza y ver a JJ. El rubio sintió su estómago dar un vuelco, por lo que apartó la mirada de ella y miró a Kie, a quién saludó con un gesto que hizo con la mano. 

—A ver, ponedme al día porque la genia esta ha estado durmiendo desde que ha llegado a mi casa hasta que he conseguido arrastrarla fuera de la cama y lleva todo el camino mirándome mal —dijo Kie, hablando muy rápido y mirando de reojo a su mejor amiga. John B alzó una ceja ante la imagen de las dos chicas, ambas con mala cara y de mal humor.

—Nada, Kie. Ward mató a nuestro padre y, encima, se nos ha adelantado y se ha llevado el oro. —John B levantó la lata de cerveza, como si estuviera invitando al resto a brindar y Lee lo fulminó con la mirada. 

 —No tiene gracia —murmuró Lee, rodando los ojos.

—Ojalá estar de coña.

JJ y Kie se miraron el uno al otro y luego miraron a los dos hermanos, con el ceño fruncido. Ninguno de los dos dijo nada, esperando que fueran uno de ellos los que rompiesen el silencio incómodo que se había instalado entre los cuatro adolescentes. Lee y Kie se acomodaron, sentadas sobre la barandilla, a un par de metros de JJ, quedando, así, en frente del pecoso.

—¿Lo cuento yo? —preguntó John B, mirando a su hermana. Ella asintió con la cabeza.

—Adelante. 

°°°

Mientras tanto, en el otro lado de la pequeña isla, Pope se encontraba sentado frente a los tres jueces, que no paraban de hacerle preguntas sobre su búsqueda del Royal Merchant. El moreno era totalmente consciente del tono burlón que estaban utilizando y las miradas cómplices que estaban compartiendo. Sabía que no se creían que sus amigos y él hubieran encontrado un barco que llevaba hundido cuatrocientos años. Y, es que, si no fuera él mismo quien lo hubiera encontrado, él tampoco se lo creería. 

A medida que le hacían preguntas, su cerebro no hacía más que atar cabos. Antes de entrar a la entrevista, su padre le había dicho que Ward Cameron necesitaba una pista más larga para despegar un avión, que pesaba demasiado y necesitaba coger más carrerilla. Ward Cameron había matado a Big John porque sabía lo del oro. 

Ward Cameron había encontrado el oro y pretendía llevárselo de Outer Banks.

Debido a la adrenalina que sentía, su corazón latía tan rápido como su cerebro procesaba las ideas, por lo que, antes de poder controlarse a sí mismo, Pope se vio de pie y corriendo en dirección a la puerta. No sabía qué iba a pasar con la entrevista, solo sabía que tenía que encontrar a sus amigos y contarle lo que acababa de descubrir. 

Salió de allí corriendo tan rápido como le fue posible, ignorando todas las preguntas y exclamaciones que salieron de las bocas de los jueces, que se quedaron completamente perplejos ante la situación. Pope no supo si fue por la emoción del momento o por qué, pero no le importó ni lo más mínimo. O eso, o estaba tan concentrado en lo suyo, que ni siquiera se percató de ello.

Tampoco pareció percatarse de que, justo a la salida, esperándolo, apoyado en una farola, con la atención puesta en el móvil, estaba Nate. El castaño levantó la mirada del dispositivo al escuchar una respiración y unos pasos acelerados pasar por su lado, llevándose una gran sorpresa al ver que, la persona que se estaba marchando de allí con tanta prisa, era Pope.

—¡Pope! —exclamó Nate, guardando su móvil en el bolsillo para poder correr tras él. El moreno giró la cabeza y, al verlo corriendo tras él, alzó las cejas y volvió a mirar al frente, sintiendo los nervios crecer, todavía más en su interior. 

Haría como que no lo había visto.

Nate, al ver que Pope lo había mirado y, aun así, había seguido corriendo, frunció el ceño y comenzó a disminuir la velocidad. Tardó varios segundos en reponerse de su pequeña carrera, en los que se quedó completamente quieto, mirando cómo Pope corría cómo si le fuera la vida en ello. 

Aunque lo más lógico habría sido dejarlo pasar, Nate optó por seguir a Pope. Tampoco era lógico que Pope saliese corriendo de lo que, posiblemente, fuera uno de los momentos más clave de toda su vida y para el que llevaba preparándose tantísimo tiempo. 

El moreno, se giró y se sintió algo aliviado al ver que había ganado algo de distancia con el castaño. Se permitió hacer una pequeña pausa para recuperar el ritmo normal de su respiración y descansar las piernas, sintiendo su corazón con tantísima fuerza que parecía que iba a salirse de su cuerpo. 

A pesar de que la situación era un desastre en todo sentido, Pope no pudo evitar sonreír porque Nate había ido a esperar a que saliese de la entrevista. Rápidamente, sacudió la cabeza y se obligó a centrarse en lo más importante: encontrar a los demás. Supuso que, dada la hora que era, estarían, para variar, en casa de los Routledge. 

Ya un poco menos cansado, Pope se preparó para retomar su camino hasta el Château. Antes de poder empezar a correr, una mano en su hombro lo hizo girarse, para encontrarse con la mirada de Nate. Tenía la cabeza ladeada y una ceja alzada, esperando una explicación de qué había pasado. El moreno negó con la cabeza y, tras apartar la mano de Nate de su hombro, se giró para comenzar a correr de nuevo. 

—Lo siento, Nate. Ahora no puedo —dijo, mirándolo una última vez. 

Aun así, ni siquiera eso fue suficiente para que el castaño se diera por vencido. En cuanto Pope comenzó a correr, Nate echó la cabeza hacia atrás y cogió aire, llenando sus pulmones de oxígeno para poder continuar corriendo detrás de Pope.

—¿Se puede saber qué pasa? —preguntó, acercándose a él hasta estar un par de pasos por detrás. Pope parecía demasiado concentrado en correr como para poder responder, por lo que se limitó a seguir con su camino —. Pope, de verdad, ¿por qué te has salido de la entrevista así? 

—Nate, ahora no —repitió Pope, mirándolo de reojo —. Mis amigos me necesitan.

—Ni que hubieran matado a alguien —murmuró Nate. Pope hizo una mueca y dejó de correr en seco, para coger a Nate de la mano y apartarlo un poco del centro de la calle, por donde iban corriendo, llamando la atención de todo el mundo. 

—Me encantaría contarte todo, pero no puedo —susurró Pope, con la respiración agitada —. No quiero meterte en este desastre.

—Pues yo quiero —discutió él. Pope negó con la cabeza.

—No, no quieres. Créeme —insistió Pope. El moreno se percató de que sus manos seguían cogidas y la soltó casi de golpe, sintiendo el calor subir hasta sus mejillas. Sacudió la cabeza y entrecerró los ojos —. No quieres. 

Nate frunció el ceño y abrió la boca para replicar. Estaba confuso y, comenzaba a pensar que Pope y sus amigos estaban metidos en algo serio y peligroso de verdad. Pero, ¿en qué podrían haberse metido?

—¡Pope! —exclamó el castaño cuando se dio cuenta de que Pope ya se había alejado de él.

El moreno cerró los ojos con fuerza, pero continuó corriendo. Al menos, hasta que sintió la un tirón en su muñeca, que lo obligó a dejar de correr y a girarse sobre sí mismo. Nate miró a Pope a los ojos y soltó su muñeca para poder coger su mano.

—Pope, ¿qué pasa? —preguntó, tragando saliva —. ¿Estás bien?   

Pope negó rápidamente con la cabeza y tragó saliva. Nate lo miró, preocupado, y esperó a que se calmase un poco para volver a hablar. Cuando Pope paró de mover la cabeza y lo miró a él, Nate sonrió un poco.

—Hemos encontrado el oro —soltó de golpe —. Y el señor Cameron se lo quiere llevar. 

Pope volvió a coger la mano del castaño y, antes de que pudiera hacer ninguna pregunta, comenzó a correr, tirando de Nate con él. El castaño no opuso resistencia alguna. Estaba demasiado impactado por las palabras de Pope como para comentar o preguntar algo, así que se limitó a dejar que el moreno lo guiase por las calles del Arrabal hasta que estuvieron en el jardín del Château, desde pudieron distinguir las figuras del resto de los Pogues. 

—Ven —indicó Pope, soltando sus manos. Antes de soltarlo, le dio un suave apretón y medio sonrió, acción que Nate imitó. 

Pope volvió a acelerar el paso hasta que estuvo justo al lado de sus amigos, que, al escuchar los pasos acelerados, habían girado las cabezas. Todos fruncieron el ceño al ver a Pope, porque no esperaban verlo hasta un par de horas después, pero, sin duda, sus muecas fueron mucho mayores cuando se percataron de la presencia de Nate. 

—He venido corriendo —anunció Pope, inclinándose hacia delante para apoyarse sobre sus rodillas —. Bueno, hemos —añadió, mirando de reojo a Nate. 

—¿Qué tal la entrevista, Pope? —preguntó JJ, antes de darse cuenta de que la persona que venía con él, era Nate. Cuando se giró para mirar a su amigo y lo vio, alzó una ceja y, casi instintivamente, miró a Lee. Kie y John B los miraron a todos y se miraron entre ellos, con muecas de confusión.

La pecosa, que sabía algo más que sus amigos, alzó las cejas y tuvo que esforzarse para no sonreír, mirando primero a Pope y, luego, a Nate. El castaño sonrió, todavía intentando recuperar el aliento. 

—¿Qué tal... —empezó Lee, llevando su mirada hasta Pope. El moreno levantó la mano y negó con la cabeza, pidiéndole que dejara de hablar.

—No preguntéis —respondió.

Los hermanos Routledge, JJ y Kiara se miraron entre ellos, sin entender nada de lo que estaba pasando. Aunque Lee suponía por qué Nate estaba con Pope, no entendía por qué Pope parecía tan alterado.

—Tío, ¿qué ha pasado? —preguntó John B, mirando más a Nate que a Pope. El castaño miró a Pope y se rascó la nuca.

—¿Estáis bien? —preguntó, esta vez, Kie. 

—John B, oye —dijo Pope, ignorando la pregunta de Kie. Nate miró a la de pelo rizado y se encogió de hombros, algo desconcertado ante la situación. El pecoso miró a Pope al escuchar su nombre —. Lo siento. Por todo. 

Luego, miró a Lee. Ella negó con la cabeza y sonrió sin mostrar los dientes, aunque sin entender nada de lo que estaba pasando en aquel momento. Ladeó la cabeza, esperando a que su amigo continuase hablando.

—Tranquilo —susurró John B, frunciendo un poco el ceño.

—Mirad, no tenemos mucho tiempo —empezó a decir, ignorando, también, a John B. Todos los demás, incluido Nate, se miraron entre ellos para, después, centrar la atención en Pope, que todavía tenía la respiración algo agitada —. Esta mañana antes de la entrevista, mi padre me ha contado que iba a ir al aeropuerto privad a cortar unas palmeras para el súper avión de los Cameron.

—¿Por qué...

—Porque pesa mucho y necesita una pista más larga para despegar, Lee —respondió, mirando a su amiga. Ella abrió los ojos, comenzando a atar cabos —. Así que, ahí estaba yo, en la entrevista, pensando: "mmm, ¿por qué el señor Cameron necesitará una pista más larga? ¿Qué llevará para que pese tanto?"

—Oro —susurraron JJ y Nate a la vez. Todos miraron al castaño algo sorprendidos.

—Vaya cabronazo —murmuró Lee, bajando de la barandilla de un salto. 

—¡Exacto! —respondió Pope, señalando tanto a JJ como a Nate, pero mirando de reojo a los hermanos Routledge —. Es nuestra última oportunidad, chicos.

JJ se incorporó un poco y miró a Pope y, luego a Kie, que también miró a sus dos amigos. Tras su intercambio de miradas, centraron la atención en los hermanos. Lee y John B se miraron entre ellos y solo les hizo falta esa mirada, para darse los ánimos que necesitaban. 

Tenían que hacerlo.

—¿Cuál es el plan, jefes? —preguntó JJ, mirando a John B y, por un segundo, a Lee. 

—«Dado que vos nos habéis hurtado, ahora os hurtaremos a vos» —susurró Lee, casi para sí misma, repitiendo las palabras de JJ. El rubio sintió su estómago dar un vuelco y no pudo evitar mirarla, curvando las comisuras de sus labios con timidez hacia arriba. Lee también lo miró, de modo que sus miradas se cruzaron, haciendo que ambos sintieran sus corazones acelerarse en cuestión de segundos. 

—Robar lo que nos han robado —tradujo John B, mirando al resto mientras se incorporaba. Kie y Pope sonrieron ampliamente.

—¿De vuelta al juego? 

Esta vez fue Pope el que repitió las palabras que JJ le dijo en Midsummers. Todavía mirando a Lee, JJ sonrió un poco más. Los cinco amigos tenían unas sonrisas enormes plasmadas en sus caras, cosa que hizo que Nate no pudiera evitar sonreír también, aunque se sintiera algo perdido.

—¿Necesitáis un par de manos más?

Ante la pregunta de Nate, las sonrisas de los Pogues parecieron desvanecerse poco a poco. Lee y Pope se miraron entre ellos, esperando a que alguno de los dos respondiera primero. La pecosa miró a Nate y, dando un paso hacia él, sonrió y asintió con la cabeza.

—Más que el par de manos, necesitamos tu cerebro —dijo. Nate sonrió mirando a la pecosa y, luego, miró a Pope, que también sonrió ampliamente. 

—Pues, ¡vamos! —exclamó Kie. Bajó de la barandilla y se acercó a Nate para darle una palmadita en la espalda, en señal de agradecimiento por estar allí. 

Pope y Kie compartieron una mirada cómplice, como si se hubieran olvidado por completo de que hacía menos de doce horas, se habían peleado, y comenzaron a correr en dirección a la caravana. Nate los imitó, dejando solos a los hermanos Routledge y a JJ.

—No entiendo qué...

—¿Podemos confiar en él? —preguntó John B, interrumpiendo a su mejor amigo. Miró a su hermana, que giró la cabeza para mirar al castaño y cogió aire. 

—Podemos confiar en él —sentenció Lee, dejándose llevar por su instinto.

Sin esperar a que JJ y John B se levantasen, Lee comenzó a correr, siguiendo el mismo recorrido que habían hecho Kie, Nate y Pope a penas unos segundos antes. JJ miró de reojo a John B, que también miró de reojo al rubio.

—No digas nada y vamos —se adelantó John B, levantándose de un salto para, después, empezar a correr para alcanzar a los demás. 

JJ se resignó a obedecer a su mejor amigo y correr tras él hasta que estuvieron junto al resto, que estaban ya acomodados en la caravana, haciendo un resumen, saltándose gran cantidad de detalles, de todo lo ocurrido a Nate en los últimos días.

—¿Listos? —preguntó John B, mientras JJ y él entraban en la caravana, dispuestos a ocupar sus sitios habituales; el asiento del conductor y cualquier hueco que quedase libre en la parte trasera. Lee estaba tumbada en los asientos traseros y Nate y Pope en el suelo, mientras que Kie estaba sentada en el asiento del copiloto. 

—Por hacernos ricos —susurró Lee, mirando a sus amigos uno a uno. Luego, miró a su hermano y sonrió —. Y por Papá.

—Por Papá —repitió el pecoso, asintiendo con la cabeza. JJ, Kie y Pope se miraron entre ellos y, también, asintieron con la cabeza.

—Por Big John —dijeron los tres a la vez, consiguiendo que los dos hermanos sonriesen.  

Por Big John.

___________________________________________________________

¡Hola! 

Bueno, aquí tenéis el capítulo 23. No tengo mucho que decir, solo que que espero que os guste y que hayáis sufrido lo mismo que yo escribiendo. No os olvidéis de dejar vuestros votos y comentarios, que me encanta leerlos y me motivan un motón a hacer esto. 

Ya sabéis que os agradezco de corazón que dediquéis un ratito de vuestras vidas a leer algo que hago con tantísima ilusión. 

Espero no tardar mucho en poder subir más porque, a partir de ahora, es todo cuesta abajo y sin frenos y se viene muy fuerte, así que estoy súper emocionada por lo que queda por escribir. 

Por cierto, mi amiga buckyobrien está escribiendo una historia sobre Rafe y estoy más que segura de que os va a encantar, así que os dejo el link por aquí.

https://my.w.tt/tXddtkL5ybb

Bueno, no me enrollo más.

¡Hasta el próximo!

🥰✨


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