No es una historia de amor (B...

By MnicaGarcaSaiz

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Bilogía Alas II. Wendy se ha pasado toda la vida en las sombras acatando órdenes sin rechistar. Viviendo bajo... More

Sinopsis
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Epílogo
Agradecimientos
Mis novelas
Sobre la autora

Capítulo 27

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By MnicaGarcaSaiz

Capítulo 27

Aiden:

Cada vez la veía más decaída, aunque en sus ojos estaba ese brillo de determinación que la hacía implacable. Lo poco que había coincido con ella en esas dos últimas semanas notaba lo cansada que estaba y saber que la culpable era la odiosa de Katrina Barrie me ponía enfermo. Tenía que hacer algo, lo que fuera, para sacarla de ese pozo sin fondo de sufrimiento.

Unos golpes en la puerta me distrajeron del libro sobre el sistema de acogida que estaba leyendo. Desde que había ido a aquel campamento estaba trabajando en un proyecto y quería estar lo más informado posible al respecto. Además, era un tema que me interesaba muchísimo, puesto que así podía comprender mejor la situación en la que se encontraba Wendy.

—Alteza, aquí tiene lo que ha pedido.

La voz de Wendy me llegó desde el pequeño recibidor y, al instante, sentí que mi día mejoraba, como siempre que pasaba cuando podíamos estar juntos aunque solo fueran unos segundos.

—Estoy en mi dormitorio —la llamé. Me había aposentado desde primera hora de la tarde y en ese momento sentía que se me partiría la espalda de la postura tan incómoda en la que había estado.

Escuché sus pasos suaves a mis espaldas. Dejó la taza de café bien cargado junto a mis apuntes y unas tostadas con aceite y tomate que si bien no se las había pedido se lo agradecí enormemente.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó. Me pasó las manos por los hombros y se asomó para leer lo que tenía sobre la mesa.

Me volví y le di un beso en el cuello. Tal y como estaba, me daba un acceso tentador y yo no me resistí a sus encantos. Un pequeño jadeo se escapó de sus labios. Sonreí antes de dejarle un reguero de besos.

—Es solo trabajo. Ven aquí. —La guié hasta situarla entre mis piernas. Me podría acostumbrar a esa sensación de tenerla entre mis brazos, acurrucada como estaba, enterrando el rostro en mi pecho. Nos quedamos en silencio, mis dedos acariciándola con mi mimo. Poco a poco sentí cómo su respiración se volvía constante y para cuando quise darme cuenta tenía a una Wendy dormida. Me pregunté alarmado a qué hora se habría acostado anoche.

Con mucho mimo la llevé hasta la cama y la arropé para que estuviera más cómoda. Era adorable cuando dormía y descubrí que me encantaría despertarme a su lado cada mañana. Dejé que descansara mientras yo seguía con lo mío echándole un vistazo de vez en cuando.

Se despertó una hora después. Hizo las sábanas a un lado y, frotándose los ojos, se acercó de nuevo a donde estaba trabajando. Parecía mucho más renovada y para nada cansada. Comprobé que las ojeras que tenía bajo los ojos ya no eran tan profundas y que su rostro lucía lleno de vitalidad y energía.

—¿Por qué no me has despertado? No debería haberme echado una siesta. —Y como si cayera en algo repentinamente, abrió los ojos de par en par y se llevó las manos a la cabeza—. ¡Mierda, mi jefa me va a matar! Se suponía que debía encargarme de que tus necesidades estuvieran completas y...

La callé con un beso.

—Todo está bien, no hace falta que te alarmes. Trabajas demasiado y eso no está bien. No me gusta ver cómo te destruyen, cómo intentan apagar tu luz poco a poco.

—Yo...

La volví a besar.

—Quiero que te tomes el resto de la tarde libre. He hablado con mamá y está de acuerdo en que mereces un poco de descanso. Ve a casa o a dar una vuelta, desconecta, dibuja... lo que sea con tal de que mañana tengas esa sonrisa radiante en los labios de nuevo, esa que tanto me gusta ver.

Frunció el ceño.

—Pero mi jefa no lo permitirá jamás.

Sonreí como si supiera algo que ella no.

—Ya está todo arreglado. —Le acaricié el rostro con las manos—. Hazlo por mí, por favor. Me está matando verte así y no poder hacer nada al respecto.

Soltó un sonoro suspiro, pero no dijo nada.

—Está bien. Así podré terminar ese paisaje en el que llevo trabajando las últimas semanas. —Se acercó un paso a mí y me miró con ojos brillantes de gratitud—. Muchas gracias, Aiden. Eres el hombre más benévolo que he conocido jamás y estoy segura de que serás un rey ejemplar. El país se sentirá orgulloso de tenerte como monarca.

Se marchó dándome un pequeño beso en la mejilla. Ella no supo lo que significaron esas palabras para mí, lo feliz que me hicieron. Y es que lo que más deseaba era en el futuro ser un gobernante digno de la corona, amado por sus súbditos. Estaba seguro de que el pueblo amaría con locura a Wendy y la idolatraría cuando subiera al trono.

Con esos pensamientos, volví al trabajo, aunque sin poder borrar la sonrisa de los labios. Quería ser el rey que el país se merecía e iba a trabajar muy duro para lograrlo.

.   .   .

Un par de días después, me reuní a solas con mi padre. Estaba en su despacho revisando varios apuntes que había tomado en la última reunión de presupuestos. Si bien mamá decía que me parecía mucho a él, era consciente de que no éramos dos gotas de agua. De entrada, tenía las facciones de la cara más delicadas, herencia de mi madre; el pelo, ahora corto y bien cuidado, lleno de rizos cuando lo llevaba desordenado; y el tono era más parecido al de mi madre que al suyo. Sin embargo, en las fotografías que había comparado hacía unos años había comprobado lo mucho que me parecía a él, y no solo físicamente —tenía sus ojos, su altura, los labios y la misma tonalidad de cabello—; al parecer, mamá creía que tenía su mismo carácter y su misma alma bondadosa.

—Padre, ¿podemos hablar un minuto?

Él alzó la mirada de las hojas que tenía encima de la mesa y centró toda su atención en mí. Con un gesto, me invitó a sentarme frente a él.

—Claro. ¿Qué ocurre?

Me removí en la silla inquieto. Me ponía muy nervioso hablar de estas cosas con mi padre, pero desde que era un niño se lo había contado todo y sentía que debía decírselo ahora que también mamá lo sabía.

—¿Cómo supiste que mamá era la indicada?

Un destello cargado de amor cruzó su mirada y es que podía dirigir un país con firmeza, pero siempre que hablábamos de ella salía a flote el hombre cariñoso que era. Llevaban más de veinte años casados, aunque el tiempo no había podido desgastar ese amor que se profesaban. La veneraba y la amaba con locura, tanto que hasta intentaba cumplir cada capricho que tenía, aunque no eran muchos, como la vez que quiso llevarnos al barrio en el que se había criado en Chicago o cuando vio ese curso de cocina tan caro.

—Simplemente la vi y supe que no era como las demás mujeres del reino. No me gustaba cómo se comportaban con ella y en cuanto tuve el valor para hacer frente a las críticas empecé a defenderla. He de decir que me intrigaba tanto su manera de ser que no pude resistirme a sus encantos. ¿Por qué lo preguntas, hijo?

Jugueteé con un bolígrafo que había atrapado entre los dedos con inquietud. Mi mirada estaba puesta en él, pero pronto la subí para encontrarme con la mirada atenta de papá. Me tomé un par de minutos para buscar las palabras.

—Verás, hay una chica en la que no puedo dejar de pensar y hace un par de meses hemos decidido empezar una relación. Solo lo sabe mamá y he sido muy cuidadoso con la prensa, puesto que lo que menos quiero es meterla en líos, suficiente tiene ya con la locura en la que ambos vivimos.

Una gran sonrisa se instaló en sus facciones, iluminándole los ojos también. Se levantó, dio la vuelta a su escritorio y se sentó en la silla que tenía en frente, un trato más cercano. Me dio un par de palmaditas en la espalda.

—¡Eso es fantástico, Aiden! —exclamó lleno de felicidad—. ¿Quién es la afortunada? Quiero conocerla.

Una gran sonrisa se apoderó de mí al pensar en ella, aunque pronto las imágenes se tornaros oscuras. La veía en casa, encerrada en su habitación llorando o sufriendo los castigos de su malvada madrastra. Tenía que sacarla de ese infierno fuera como fuera.

—Es... Es una de las doncellas de palacio. Ella... estuvo el verano en el campamento y nos hicimos muy buenos amigos y, bueno, una cosa llevó a la otra...

No sé cómo papá pudo entenderme cuando lo único que salía de mis labios eran palabras incoherentes. Me ponía muy nervioso confesarle algo así, tan personal, porque temía que no creyera que fuera digna para el trono por ser una simple doncella. Pero es que Wendy era de todo menos una simplona.

—La quiero, papá, la quiero con todo mi corazón. Sé que no es hija de un noble ni tiene sangre azul corriendo por sus venas, pero no importa. Es todo lo que necesito para ser feliz —confesé con un nudo en la garganta.

Tenía miedo de la reacción de mi padre y, por eso, esperé en silencio. Vi cómo se inclinaba hacia delante y ponía las manos en las rodillas y cómo apoyaba la cara en sus manos. Me miró largo y tendido y, cuando por fin habló, sentí que el aire se quedaba atascado en los pulmones.

—No entiendo qué tiene de malo que sea una doncella. Hijo, mientras que tú seas feliz yo lo seré. Si la quieres, si te has enamorado de ella, eso quiere decir que has visto algo que la hace especial, ¿me equivoco?

Negué con la cabeza.

—Tiene una personalidad que me encanta y un carácter oculto que me dejó noqueado en cuanto salió a la superficie por primera vez. Aquí, en palacio, es muy obediente y sumisa, pero cuando no está atada a todas estas normas y es ella misma, es fácil estar a su lado. Siento que le puedo contar cualquier cosa, incluso el mayor de mis secretos.

—Te entiendo, me pasa con tu madre. Hubo un tiempo en el que no creía que encontraría el amor y en el que pensaba que acabaría casándome con una hija de un noble por resignación. Pero, por fortuna, en mi vida apareció mi ángel y cambió mi manera de ver el mundo, le dio más color.

Así me sentía yo con Wendy; era como si hasta entonces hubiese vivido en blanco y negro y en el momento en el que apareció todo a mi alrededor se volviera de color. Algo en mi interior me gritaba que podría ser la mujer de mi vida, mi compañera de vida.

—¿Puedo saber cómo se llama?

Sonreí.

—Gwendolyn, se llama Gwendolyn. Sabrás que es ella en cuanto la veas.

—¡Ya sé quién es! Es la capitana de tu grupo, ¿verdad?

Asentí.

—Exacto. La misma que viste y calza. Me tiene muy enamorado, papá, y temo meter la pata hasta el fondo.

Él me puso una mano sobre el hombro.

—No te preocupes por esas cosas y sé solo tú mismo. Aunque no lo creas, las mujeres prefieren mil veces a un hombre sincero que a uno que solo les oculta cosas. Lo sé por experiencia. —Se quedó unos segundos callado antes de mirarme con esa mirada de curiosidad que tanto le caracterizaba—. ¿Puedo ver una fotografía de la afortunada? Te prometo que si la veo no la atosigaré.

Sí, claro, como si me lo creyera. Mamá decía de él que era un bocazas, un lengua larga. Sin embargo, no me quedó más remedio que sacar mi teléfono móvil y enseñarle una foto que había sacado de ella hacía dos semanas en una de nuestras quedadas furtivas. Hizo una tarde estupenda e hicimos un pequeño picnic en el claro secreto. En la imagen, aparecía una Wendy sonriendo de esa manera tan dulce, con los ojos brillando de la felicidad. Llevaba el pelo suelto y se había puesto un vestido muy bonito de manga larga, unas medias negras para que no se muriera de frío y unos zapatos bajos bastantes desgastados por el uso. Se veía auténtica, tal cual era ella.

—Es preciosa, hijo, pero tiene un aire muy familiar —comentó frunciendo el ceño.

Mierda, había olvidado que Wendy era la única hija de Blake, su mejor amigo muerto, y pese a que había cambiado con los años era muy probable que algo en ella le resultara familiar. ¿Cómo no había caído en algo así?

—Eso es porque la ves casi a diario. Es una doncella que nos atiende casi todos los días —dije intentando enmendar el error, pero, por desgracia, el daño ya estaba hecho.

—Puede ser. —Pero no parecía muy convencido de sus palabras—. ¿Cuántos años tiene? Si estaba en el campamento no debe tener cumplidos los veintidós.

—Tiene veintiuno. Le quedan todavía unos meses para ser mayor de edad y poder vivir su vida como una persona adulta ante la ley.

Intenté que no se me notara las ganas que tenía de que saliera de ese cuchitril en el que vivía y volara libre. Por lo que me había contado, tenía ya todo el dinero que necesitaba para pagarse un pequeño apartamento y estudiar la carrera que quería en la universidad. Es más, desde ese mismo verano me había dado cuenta de que había empezado a prepararse para las pruebas de acceso e incluso en alguna de nuestras llamadas se disculpaba aludiendo que había estado repasando un tema. De verdad quería hacerlo, quería entrar en una universidad buena y estudiar. Aunque teniendo en cuenta que Katrina la había privado de hacerlo, no me extrañaba.

—Te encantará. Te aviso que es un poco tímida al principio, pero en cuanto entra en confianza es un torbellino imparable.

—No sé por qué me la imagino como tu madre.

Sonreí.

—Eso es porque tienen una personalidad muy parecida. Es una luchadora y no ha dejado que los golpes que le ha dado la vida la frenen.

Veía mi felicidad reflejada en los ojos de papá, esa chispa que estaba seguro que tenía en los míos plasmados en los suyos.

—Te importa, te importa de verdad —sentenció.

Asentí con la cabeza lleno de emoción.

—No sabes cuánto. Sé que llevamos muy poco tiempo juntos, pero me he dado cuenta en lo que somos pareja que es la clase de persona con la que me veo conviviendo en el futuro. Sé que tenemos nuestras diferencias, pero es especial y quiero estar a su lado —confesé.

Mi padre se puso en pie y yo lo imité. Me dio un par de palmaditas en la espalda sonriendo.

—Me alegro de ver que has encontrado a esa persona que te haga más feliz. Estas últimas semanas se te ha notado y no veas lo que me ha costado no preguntarte al respecto. No quería invadir tu privacidad con mi vena chismosa.

—Ella me hace feliz, papá.

—Es tan evidente. ¡Ay, mi pequeño se ha enamorado! —exclamó él y por un momento quise estrangularlo. Para más bochorno, me abrazó y me dio un beso en la mejilla con cariño. Cuando nos separamos, se aclaró la garganta y volvió a su lugar, al otro lado de la mesa—. Ahora, empecemos con el trabajo.

Y así pasó de ser mi padre al rey de una nación que dependía de él. Ojalá en el futuro pudiera ser como él y que el pueblo me quisiera tanto.

Estaba feliz por todo, más al saber que mi padre aceptaba mi relación con Wendy. Poco sabía en esos instantes lo que la vida nos tenía preparada y todos los problemas que tendríamos que arreglar juntos.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, Moni Lovers!

¿Qué tal el inicio de la semana? Yo estoy muy feliz porque esta es mi última semana con 24 años, ya que el domingo es mi cumpleaños. Va a ser muy raro este año, puesto que no podré celebrarlo como pensaba, pero es lo que hay.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. Aiden nota rara a Wendy.

2. Aiden trabajando en un nuevo proyecto.

3. La visita de Wendy.

4. Wendy se queda dormida.

5. La conversación entre padre e hijo.

6. ¡Aiden le cuenta a su padre que está saliendo con Wendy!

7. Viejos recuerdos.

8. Ese final. ¿Qué creéis que pasará?

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos! Os quiero. Un besito.

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