No es una historia de amor (B...

By MnicaGarcaSaiz

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Bilogía Alas II. Wendy se ha pasado toda la vida en las sombras acatando órdenes sin rechistar. Viviendo bajo... More

Sinopsis
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Epílogo
Agradecimientos
Mis novelas
Sobre la autora

Capítulo 26

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By MnicaGarcaSaiz

Capítulo 26

Wendy:

A veces desearía ser como cualquier chica de mi edad y que lo único que me preocupara fueran los estudios universitarios o el trabajo. Odiaba tener que hacer las tareas de casa yo sola tras una dura jornada en la que solo me apetecía darme un buen baño caliente, cenar y tirarme en el sofá para ver una serie o película, tal y como estaba haciendo Agatha cuando llegué a casa aquella tarde. Octubre se me había pasado en un visto y no visto, al igual que septiembre, y apenas había podido tener una cita decente con Aiden, solo esos momentos furtivos en su habitación o la cita secreta que planeó en el bosque, en aquel claro que solo su familia conocía.

En cuanto mi hermanastra me vio subir las escaleras que me llevaban desde mi dormitorio en el sótano hasta la planta principal de la casa, arrugó el morro.

—Vuelves a llegar tarde, querida hermana —escupió con ponzoña.

Sabía que debía tener una expresión de muerta viviente en la cara después de haberme pasado todo el día fuera de casa atendiendo mis labores como doncella. Había ido de un ala del gran palacio a otra, había estado atendiendo a unos invitados de última hora y me habían enviado al taller de costura a por unas telas por lo menos siete veces. Me dolían mucho los pies y la espalda empezaba a pesarme. ¿Cuándo podría sentarme siquiera un minuto a descansar?

—He estado trabajando —me excusé. No era del todo mentira; simplemente que Aiden me hubiese arrinconado contra la pared en un punto ciego y me hubiese besado hasta la saciedad me había hecho salir media hora más tarde.

Agatha apartó la vista de la pantalla de la gran televisión que ocupaba la estancia abierta y clavó aquellos ojos verdes en mí. No me gustó para nada cómo me empezó a analizar con la mirada, como si buscara la verdad tras mis palabras. Aquella mujer de veintiún años me estaba poniendo de los nervios y eso que acababa de llegar. Era todo un récord.

—¿Estás segura? —inquirió alzando una ceja. Se levantó del sofá, dio unos pasos en mi dirección y se cruzó de brazos—. Estás despeinada.

A mi mente vino el recuerdo del beso intenso que Aiden me había dado, cómo sus manos se habían enredado en mi pelo mientras las mías se aferraban a sus fuertes brazos. Vale, tenía que alejar ese tipo de pensamientos de mi mente si quería convencer a Agatha de que no había pasado nada raro.

—Como ya te he dicho, ha sido un día muy ajetreado y he estado de un lado para otro. No es de extrañar que no tenga el peinado perfecto como esta mañana.

Dio otro paso más hacia delante.

—Estás diferente, feliz. Aquí hay algo que no me cuadra, algo que estás escondiendo. —Se volvió para recoger sus cosas y antes de subir las escaleras hacia su habitación, giró la cabeza y añadió con un tono de voz que me puso los pelos de punta—. Pienso averiguar qué te traes entre manos, sea como sea.

Cuando se fue, tragué saliva con fuerza y volví a respirar.  Estaba segura de que no se detendría hasta saber la verdad. Mierda, eso significaba que debía andarme con mil ojos a partir de ahora. Estupendo.

Apagué la televisión y fui hasta la cocina para ver qué tareas tendría que hacer y casi me dio un mal cuando vi lo enorme que era. A la porra mi plan de terminarlo antes de las once de la noche.

.   .   .

Una risita mal contenida me despertó. Cuando miré a mi alrededor, me di cuenta avergonzada de que me había quedado dormida en medio de la sala de estar. Estaba en el salón, apoyada contra la pared con las piernas encogidas y los brazos alrededor de las rodillas. Anoche había estado haciendo las tareas hasta que, muerta de cansancio, me había apoyado en la pared para descansar unos segundos... solo que esos segundos fueron horas y ahora tenía a una Agatha burlona y una Katrina furiosa delante.

Contuve un bostezo. ¿Cuánto habría dormido?

—¿Qué hora es?

—¡Estás en problemas! —exclamó mi madrastra echando espuma por la boca—. ¿Cómo se te ocurre quedarte dormida así? Ya sabes las reglas: debes cumplir con todo lo que te pida antes de acostarte.

Estiré las piernas y me puse de pie, aún medio somnolienta. Miré la hora en mi reloj de pulsera y abrí los ojos al comprobar lo tarde que era, aunque no lo suficiente como para no llegar a la hora a mi puesto.

—Siento si no he cumplido con lo que me has mandado, pero ayer llegué muy cansada y...

Pero, como de costumbre, no me dejó terminar la frase.

—Me da igual qué tan cansada estuvieras, debes cumplir la lista. Punto final de la discusión. Y ahora ve a prepararte. Por tu culpa, las niñas van a llegar tarde a la universidad porque no estaba listo el desayuno. Quiero que estés en la cocina en cinco minutos —me ordenó la bruja de Katrina.

De camino a las escaleras, mascullé.

—También se lo podrían preparar ellas, que no son mancas.

—¿Cómo dices? —me retó Katrina.

Bufé por lo bajo y me obligué a no soltar ninguna tontería ni nada fuera de lugar.

—¡Nada! No he dicho nada.

Me puse ropa cómoda y me lavé la cara más rápido que un coche de carreras y, tras hacer mis necesidades, salí del baño y me puse manos a la obra. Había dormido apenas tres horas y estaba para el arrastre y, aun así, tuve que poner mi mejor sonrisa aquel día cuando lo que menos me apetecía era estar allí. Debido a mi falta de sueño, fui más torpe de lo usual. Tiré sin querer dos vasos al suelo y me tropecé con mi sombra varias veces. Para la hora del almuerzo lo único que quería era echar una buena cabezada, pero no podía. Solo pude descansar diez minutos tras la comida antes de volver de nuevo al ruedo.

Para cuando llegué a casa, apenas tenía energía y me pesaban los párpados una barbaridad. Lo único que me apetecía era meterme en la calidez de las sábanas y no salir hasta la mañana siguiente, pero, claro, como de costumbre, la vida tenía otros planes para mí.

Me había dado una ducha rápida y estaba subiendo las escaleras cuando escuché otra voz femenina aparte de la de Katrina. Se estaban riendo de algo y, por lo que parecía, ambas mujeres estaban de muy buen humor. Cuando llegué a la planta principal, comprobé que la risa le pertenecía a Amanda Krusen, una de las mejores amigas de mi madrastra, otra arpía que solo se centraba en su imagen. En cuanto ambas mujeres me vieron, Katrina arrugó el morro.

—Wendy, Wendy, Wendy —canturreó en cuanto pisé la planta principal. Me puse en alerta al segundo, puesto que era muy raro ver de buen humor a Katrina—. ¿Por qué no le pones una copa a nuestra invitada? Ya de la que estás, ponme otra a mí.

Por supuesto, ni me preguntaba qué tal me había ido el día ni cómo me encontraba tras haberme pasado casi la noche en vela ni mucho menos me dejaba descansar.

Tal y como me había pedido, preparé dos cócteles bien cargados con la esperanza de así no tener que escucharla en toda la noche. Por lo general, cuando venía Amanda a visitarla, no solía tener que hacer muchas labores domésticas.

Ya con las dos copas en la mano, volví a la sala de estar, donde ambas estaban tiradas en el sofá charlando animadamente sobre a saber qué cosas. Se las dejé en la mesa de cristal, colocando antes unos posavasos para no mancharla, puesto que lo que menos quería era volver a limpiarla después de haberlo hecho aquella mañana a toda prisa. Me disponía a marcharme y a hacerme invisible cuando, de improviso, Katrina me agarró del codo y me hizo mirarla. En sus ojos ya no estaba esa falsa amabilidad con la que me había tratado antes.

—No te creas que te librarás de tu trabajo, querida —susurró. Se sacó un trozo de papel del bolsillo y me lo tendió—. Quiero que esta vez termines todo antes de acostarte. Me da igual que anoche durmieras muy poco; haber sido más rápida.

Miré con horror todos los puntos que había escrito y me lamenté por la que se avecinaba. Empecé a limpiar todas las ventanas de las áreas comunes de la casa y mientras me encargaba de las que había en la sala de estar, pude escuchar con precisión cómo Amanda le contaba:

—¿Has visto las noticias? Al parecer, se rumorea que el príncipe Aiden está saliendo con alguien.

Aquello no pareció gustarle a mi madrastra, no cuando le había planeado en su cabeza la boda del siglo con su hija Agatha. Me regodeé internamente de saber que Aiden estaba interesado en mí, una persona totalmente opuesta a lo que se esperaba de él, y no mi odiosa hermanastra.

—Eso es imposible. Si desde que ha vuelto de ese estúpido campamento no se le ha visto con ninguna mujer.

—Por eso mismo te lo digo. Es raro que no haya habido ningún escándalo en la prensa y, además, se le ve más feliz.

Juro que por un momento pensé que Katrina reventaría el vaso de cristal especial para cócteles que le había puesto de lo fuerte que empezó a agarrarlo.

—Mientes. —El tono de voz gélido era el mismo que usaba conmigo cuando hacía algo que no le gustaba—. Además, ¡qué te importa a ti! ¿Desde cuándo te interesas por tu sobrino?

Amanda era la hermana menor de la reina Amberly. Lo poco que se sabía de su familia era que no mantenían muy buena relación. No se sabía apenas de ellos, solo que Amanda se había casado con Cedric Krusen, un pez gordo de la industria nocturna. Tenía varios clubes exclusivos en Allura y uno o dos en Sallow, Slorah, Feare y Balton. Era un hombre asquerosamente rico y junto a Amanda habían tenido dos hijos igual de insoportables. A veces venían de visita con ella y eran unos estirados.

No me imaginaba a la reina viviendo en el mismo ambiente que su hermana y es que ni siquiera se parecían ni físicamente y ni en la personalidad, lo que se agradecía. No me imaginaba qué habría sido del país si alguien como Amanda hubiese tomado las riendas del mismo. ¿Habría existido siquiera el proyecto Sunshine? ¿Se habrían dado tantas ayudas a los desempleados y creado tantos albergues para los sin techo?

—¡Gwendolyn! —La voz estridente de Katrina me sacó de mi ensimismamiento. Sin querer, había dejado de limpiar y me había quedado quieta como una estatua—. ¿Podrías dejar de mirar las musarañas y ponerte a trabajar? Si es que no me extraña que tardes tanto. ¡Eres una inútil!

Me sentí abochornada de que me reprendiera delante de su invitada. Odiaba que me pusiera en evidencia de esa forma, como si de verdad no hiciera bien las cosas y fuera una torpe cuando era todo lo contrario.

—Lo... siento.

Me puse de nuevo a hacer mis quehaceres. Pude escuchar desde la cocina cómo Amanda ponía verde a Amberly, como ocurría todas las veces que salía el tema. Con lo que odiaba llevarme mal con Agatha y con lo que deseaba que tuviésemos una relación tan estrecha como la que mantenía con Dana, no me imaginaba lo duro que tendría que haber sido para la reina criarse en un ambiente así, tener que soportar a alguien como Amanda las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.

Pasadas dos horas, estaba terminando por fin la dichosa lista. Ya había limpiado la cocina, las ventanas y el baño, pasado la mopa y ordenado los libros de la biblioteca de mi padre por quinta vez esa semana. Y es que a veces Katrina me mandaba tareas muy estúpidas. Había planchado ya la ropa y solo me quedaba guardarla, y eso era lo que estaba haciendo. Primero dejé las prendas de Katrina, después las de Dana y por último, me tocó Agatha. Cuando toqué la puerta y entré, estaba tumbada en su cama con unos auriculares gigantescos puestos en las orejas. Tenía los ojos cerrados y dudaba que se hubiera enterado de que estaba allí.

Pero, de nuevo, me equivocaba. No veáis el bote que di en el sitio cuando la escuché hablar.

—¿Podrías dejar de molestarme?

Me giré y la encaré.

—No sé si te habrás dado cuenta de que te he planchado tu estúpida ropa. La próxima vez hazlo tú si tantas ganas tienes de perderme de vista.

Un día cualquiera no habría saltado así como así, pero me encontraba tan agotada y hambrienta que mi humor no era el mejor de todos, lo siento.

—No deberías hablarme así. ¿Acaso no sabes quién soy?

—Una niña malcriada.

Agatha apretó los puños. Se había incorporado y me miraba con todo el odio del mundo. Perfecto, el sentimiento era mutuo.

—Pienso decírselo a mi madre...

Puse los ojos en blanco.

—Adelante, ve, delátame, pero que sepas que me da igual. ¿Qué más cosas podría hacerme? Estoy deseando cumplir por fin los veintidós años y deshacerme de vosotras dos. Ojalá algún día entiendas por todo lo que he pasado, que me comprendas.

—Por tu culpa tu padre está muerto.

Apreté los puños con tanta fuerza que me clavé las uñas en la carne.

—No es cierto.

—Si no hubieses sido la protagonista de ese teatro, no habríais cogido el coche para nada —escupió ese demonio andante.

Solté un suspiro armándome de paciencia.

—Tenía siete años, Agatha, no podía saberlo. ¿Y, ahora, podrías dejar de culparme de todo y comportarte como la adulta que se supone que eres?

—Tenemos la misma edad.

—Sí, y lamentablemente no lo parece. No te lo tomes a mal, pero no tienes ni puta idea de defenderte de cara a cuando te independices. ¿Qué harás cuándo tengas tu propia casa? No pienso limpiar tu mierda nunca más.

Parecía que Agatha quería tirárseme a la yugular.

—Algunas tendremos un servicio de limpieza en condiciones, que los que nos das dejan mucho que desear.

—Pues hazlos tú si no te gustan, monina. ¿Con qué dinero vas a pagarlos? Si mal no recuerdo, a día de hoy no trabajas y por lo que he escuchado a Katrina te va regular en la carrera. ¿Sabes? Hoy en día buscan profesionales muy cualificados y tú ni siquiera tienes un maldito perfil lingüístico. ¿Quién va a contratarte?

Sabía que me estaba pasando de perra, pero en mi defensa diré que habían sido muchos años de tortura por su parte como para quedarme callada ahora que por fin había abierto la boca para defenderme. Eran años de rabia acumulada los que hablaban por mí.

—¡Cállate! ¡Ojalá te pudras en la miseria! ¡Ojalá nadie te quiera en esta vida!

No pude evitarlo, lo juro. Se me escapó una risita sabelotoda, pero no dije nada y que no lo hiciera solo hizo enfurecer a ese demonio.

—¿Qué?

—Nada, nada.

Bufó.

—Ahora me lo cuentas. ¿Por qué estás sonriendo como si tuvieras un secreto? —De repente, abrió los ojos de par en par. Al parecer la neurona que le quedaba viva había hecho su trabajo por una vez en su vida—. ¡Tú estás saliendo con alguien! —Y no lo preguntó, lo dijo en tono acusatorio.

Sonreí con suficiencia.

—Puede ser.

Hizo amago de levantarse.

—Se lo voy a decir a mamá ahora mismo y...

—Da igual que se lo cuentes, no le diré jamás con quién estoy saliendo, ni a ti tampoco.

Pero en vez de lograr que se rindiera, una sonrisa malvada se instaló en sus labios. Sus ojos refulgieron con energía.

—Seguro que lo sabe la idiota de mi hermana. Siempre os lo contáis todo. Iugh, sois demasiado repelentes.

Intenté que no notara cuánto me angustiaba que se fuera de la lengua. Cuantas menos emociones mostrara, cuanto más tranquila creyera que estaba, mejor. La indiferencia era la mejor de las estratagemas para apaciguar a las bestias.

—Adelante, pregúntaselo. Ya verás lo que dirá.

Estaba segura de que no le contaría nada, como todas las veces en las que Dana me había guardado los secretos. Me acuerdo de la vez en la que hice pellas en el colegio solo porque necesitaba un día libre y cómo ella se mantuvo callada pese a descubrirme con las manos en la masa.

Dejé que se fuera a confirmar mis sospechas y, mientras, bajé las escaleras hasta el sótano. Tenía unas ganas irrefrenables de meterme en la cama. Ya en la calidez de las sábanas, revisé mi teléfono una última vez mientras devoraba la manzana que me había traído a escondidas porque me estaba muriendo de hambre. Media hora después, me llegó un mensaje que me sacó una sonrisa.

<<Espero que tengas muy buenas noches, Gwenny. No dejes que esa zorra se salga con la suya.>>

<<No lo haré. Espero que también tengas dulces sueños y que no estés tan atareado como hoy. Katrina casi me degolla por llegar tarde.>>

<<Me disculparía, pero en el fondo no me lamento de lo que he hecho. Añoro la libertad del verano y el tenerte para mí todo el tiempo que quisiera.>>

<<Así es la vida. Piensa que en unos meses seremos libres de gritarlo a los cuatro vientos.>>

Tardó un poco en escribir el siguiente mensaje.

<<¿Cuánto exactamente? Ahora que caigo, no sé cuándo es tu cumpleaños.>>

<<Eres un príncipe curioso, alteza. Cumplo el ocho de junio. Siento que se me va a hacer eterno. Ojalá pudiera librarme de Katrina antes. Te juro que ayer apenas pude dormir tres horas y que por eso hoy he estado tan torpe. Siento haberte tirado el vaso de agua encima.>>

En el siguiente mensaje pude sentir la rabia que él sentía.

<<Te juro que pienso hacer lo que sea para sacarte de ahí. No es justo que esa loca se aproveche de ti, de tu situación. Ojalá mis padres supieran quién eres. Sé que te acogerán bajo su techo sin ninguna duda y que dejarían que fueras a la universidad, eso que tanto ansías. ¡Qué injusta me parece la vida! De verdad deseo que esa mujer lo pase muy mal de ahora en adelante y que se dé cuenta pronto de la mujer en la que te has convertido. Eres increíble y pienso hacer lo que sea para recordártelo a diario.>>

Mmm, qué intenso. No sabía qué responderle, así que en su lugar, redacté:

<<Siento tener que decir esto, pero estoy muy agotada. ¿Hablamos mañana?>>

Pero Aiden no pareció molesto conmigo.

<<¡Por supuesto! Te veo mañana, Gwenny.>>

<<¡Hasta mañana!>>

Aquellas conversaciones nocturnas me daban todo el chute de vida que necesitaba para afrontar todo lo malo que me pasaba durante el día. Aiden no se daba cuenta, pero uno de los mejores regalos que había recibido había sido su corazón y pensaba cuidarlo como si fuera el mayor de los tesoros.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, Moni Lovers!

¿Qué tal estáis? Os cuento que hoy voy a desvelar cositas sobre mi nuevo proyecto en Instagram, así que si no me seguís, hacedlo para estar informados. Estoy muy emocionada con este nuevo proyecto y ya tengo ganas de enseñaros la portada.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. Wendy cada vez está más cansada.

2. La conversación entre Wendy y Agatha.

3. Wendy se queda dormida.

4. ¡Amanda hace su acto de aparición!

5. Amanda y Cedric. ¿Lo sospechabais?

6. Agatha sospecha de Wendy.

7. Conversaciones nocturnas.

Espero que el capítulo de hoy os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un besito.

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