fearless || jj maybank

By flickerofhxran

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Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que p... More

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dear reader
temporada 2
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CAPÍTULO 21
goodbye, dad


"ASHLEY, WARD MATÓ A PAPÁ"

—¡Ward mató a Papá y lo tiró al mar como si fuera un trozo de mierda! —gritó John B, como si decirlo una vez no hubiera sido más que suficiente para que Lee sintiera todo revolverse en su interior. Bajó de la moto y, con una mano en el manillar para que no se cayera, dio un paso hacia su hermana, de modo que quedaron casi pegados —. Ward sabía lo del oro y... Lo mató —repitió. Esta vez, su voz sonó mucho más suave, pero temblorosa y repleta de rabia.

Lee pestañeó varias veces, repitiendo las palabras de su hermano en su cabeza, mientras trataba de asimilar lo que acababa de escuchar.

Ward mató a su padre.

—¿Y qué coño piensas hacer? —intervino Kie, dando un paso hacia los dos hermanos. John B giró la cabeza para mirarla, de forma que hizo que la de pelo rizado tuviera que tragar saliva.

—Acabar con él —respondió. Lee negó con la cabeza.

—No —dijo, intentando coger el brazo de su hermano. Él fue más rápido y, una vez acomodado en la moto de JJ, arrancó —. No, no, no, John. Por favor, no te vayas —suplicó. La voz de Lee salió de su boca tan débil y temblorosa, que, a pesar de que no quería, el pecoso no pudo evitar girarse para mirarla.

—Lo siento —susurró.

Sin dar tiempo a que ninguno de los demás pudiera hacer nada, John B se alejó de ellos. Entre gritos para intentar hacer que se detuviera, los cuatro amigos corrieron detrás de él, pero era demasiado tarde.

—¡Jonathan! —gritó Lee, una última vez, con todas sus fuerzas. Estaba un poco más adelantada que los demás, de forma que estaba de espaldas a ellos —. No, no, no, no —volvió a empezar a repetir, una y otra vez. Pasó sus manos por su pelo mientras negaba con la cabeza.

El grito de la pecosa hizo que Kie, Pope y JJ se mirasen entre ellos, desconcertados, para después, mirarla a ella. Ninguno sabía muy bien cómo reaccionar ni, tampoco, qué reacción esperar de Ashley. Antes de que pudieran decir o hacer nada, Lee se giró sobre sí misma y comenzó a dar pasos de un lado a otro, con las manos en la cabeza y la mirada fija en el suelo.

—Lee —se atrevió a decir Pope.

—Hay que... —empezó Lee, teniendo que parar para coger aire. Tenía la respiración agitada y, dado que lo único que podía hacer era repetir en su cabeza las palabras de su hermano, no se vio capaz de terminar la oración. 

—Lee. —Esta vez, fue Kie la que intentó llamar la atención de su mejor amiga. Dio un paso hacia ella, con la intención de poner la mano en su hombro.

—Tenemos que detenerlo —susurró, asintiendo con la cabeza. Seguía dando pasos sin sentido alguno y tenía la mirada fija en el suelo, por lo que, cuando JJ, con la atención de Kiara y de Pope puesta en él, puso sus dos manos sobre los hombros de la pecosa para que se estuviera quieta, ella se sobresaltó. 

—Ashley —dijo. Intentó sonar firme, pero su voz salió algo más débil y apagada de lo que él pretendía. 

—¡Ya sé como me llamo, joder! —exclamó ella, dando un paso atrás. Los miró uno a uno, empezando por Kie y acabando por JJ. Sin apartar la mirada de él, añadió: —. Tenemos que detenerlo antes de que haga algo y vaya a la cárcel. No puedo perderlo. No puedo... —Lee empezó a hablar a gran velocidad, sintiendo las lágrimas empezar a caer por sus mejillas. Kie y Pope se miraron entre ellos.

—Kie y yo podemos ir a buscarlo. Vosotros dos os podéis quedar aquí, por si vuelve —propuso el moreno. JJ y Lee lo miraron de reojo y, aunque el rubio abrió la boca para responder, Lee negó con la cabeza muy rápidamente.

—No —respondió. Pasó sus manos por su cara, intentando eliminar cualquier rastro de las lágrimas, y miró a Pope —. No puedo... No puedo quedarme aquí.

—Sí, sí que puedes —intervino Kiara, acercándose a ella. La pecosa la miró y, al ver a su mejor amiga asentir con la cabeza, ella asintió muy lentamente. Lee cerró los ojos, apartándose un poco de los demás para tranquilizarse. Cogió una gran bocanada de aire, en un intento de aliviar el dolor que sentía en el pecho, y miró directamente JJ, para después, colocarse justo delante de él.

—Vete —dijo. Él, aunque Kie y Pope parecían algo confusos, asintió con la cabeza, comprendiendo que Lee quería que fuera él a por John B porque, al fin y al cabo, JJ y ella lo conocían mejor que nadie.

—¿Segura de que...

—J —dijo Lee, llevando, de nuevo, las manos a su cabeza. El rubio la miró, mordiéndose la piel del labio y con los ojos algo humedecidos —, vete a buscarlo. Mi hermano te necesita. 

JJ quiso llevarle la contraria y decirle que quería estar con ella porque ella tampoco estaba bien, pero, eso, habría sido muy egoísta por su parte. Sabía que Lee estaba esforzándose para no desmoronarse delante de todos y para mantener la calma porque, para ella, su prioridad en aquel momento, era asegurarse de que su hermano no hiciera ninguna locura de la que podría arrepentirse durante el resto de su vida. 

—Está bien —susurró, asintiendo, de nuevo, con la cabeza. Lee, sintiendo que respirar se le estaba empezando a hacer complicado, dio varios pasos hacia atrás y apartó la mirada del rubio —. Oye... —JJ estiró el brazo y cogió su mano, parar tirar de ella hacia él —, ven aquí. 

Lee dejó que JJ la abrazara y apoyó su frente en el pecho del rubio. Él, con los brazos alrededor del cuerpo de Lee, apoyó la barbilla sobre su cabeza y cerró los ojos, eliminando el exceso de lágrimas que se había acumulado en ellos. Se mordió el labio para evitar soltar un sollozo y cogió aire, haciendo que Lee levantara ligeramente la cabeza para mirarlo.

—JJ...

—Todo va a ir bien —dijo el rubio. Ella dio un pequeño paso hacia atrás y asintió con la cabeza —. Vamos a encontrar a tu hermano y vais a estar bien los dos, ¿vale? 

JJ puso las manos en la cara de Lee y, con los pulgares, le limpió un par de lágrimas, mientras ella asentía, de nuevo, con la cabeza. La pecosa, aunque no quería quedarse en su casa porque no se veía capaz de estar tranquila hasta que no viera a su hermano sano y salvo, tampoco se veía con fuerzas para discutirle a sus amigos. Mirando a JJ a los ojos, le dio un apretón en la mano y siguió asintiendo con la cabeza hasta que él se separó de ella.

Como si hubiera sido la señal que ella estaba esperando, Lee se giró sobre sí misma y se alejó de ellos hasta que estuvo en el interior de su casa, cerrando la puerta detrás de sí con fuerza. El portazo hizo que JJ, Pope y Kie se sobresaltaran y se miraran entre ellos.

—¿Debería... —empezó Kie, señalando hacia la puerta del Château. Pope puso su mano en el hombro de la de pelo rizado y negó con la cabeza.

—Déjala un rato —respondió JJ, bajando la mirada hacia el suelo —. Necesita estar sola.

°°°

Lee sintió el sofá hundirse a su lado, cediendo ante el peso de Kie. La de pelo rizado puso, con delicadeza, la mano en la espalda de su mejor amiga, dejando suaves caricias con el dedo pulgar en un intento de ayudarla a tranquilizarse o, al menos, hacerle saber que, esta vez, a diferencia de cuando Big John desapareció, estaba allí. Con ella.

Lo único que se oía en toda la casa eran los fuertes sollozos que se escapaban de los labios de Lee y su respiración entrecortada por culpa del llanto, haciendo que el corazón de Kie se estrujara cada vez que su mejor amiga intentaba coger aire. Quería decir mil cosas, quería decirle que todo estaba bien, que no pasaba nada, que todavía los tenía a ellos.

Pero nada estaba bien.

Ward había matado a Big John y, aunque Kie no tenía muy claro qué pasó el día que se fue, sabía que era un tema extremadamente delicado para los dos hermanos. Tal vez para Lee un poco más, porque, por lo menos, John B se había atrevido a contar su parte de la discusión; no era ningún secreto para ninguno de los Pogues que las últimas palabras de John B hacía su padre, habían sido que era un padre de mierda. Sin embargo, nadie le había contado nunca cómo lo vivió Lee, porque ella nunca se había atrevido a preguntar.

Armándose de valor, Kie cogió una gran bocanada de aire y, moviendo su mano para apartar el pelo que Lee tenía en la cara, pegado a sus mejillas por culpa de las lágrimas, consiguió que la pecosa la mirase de reojo. Tenía los ojos rojos e hinchados, la cara completamente empapada y la boca ligeramente entreabierta, con el labio inferior temblándole a gran velocidad.

Durante todos sus años de amistad, Kie había visto a Lee llorar incontables veces; la había visto después de discutir con su padre por cualquier tontería o después de pelearse con su hermano. La había visto llorar cuando le rompieron el corazón por primera vez. La había visto llorar cuando Lee estaba de bajón y solo necesitaba una tarde con su mejor amiga para desahogarse y hablar sobre todo lo que no le gustaba de sí misma.

Y, aún así, la mirada que Lee le dirigió en aquel momento, la hizo sentir una punzada en el estómago porque nunca la había visto tan... rota.

—Lee... —se atrevió a decir Kie, en un susurro.

La pecosa levantó ligeramente la cabeza, encontrándose con la mirada de su mejor amiga. Kie estaba algo desconcertada y Lee no tardó ni un segundo en percatarse de ello, pero en aquel momento, le dio completamente igual parecer vulnerable. 

—¿Quieres...

—¿Hablar de ello? —concluyó Lee, con un hilo de voz. Kie asintió con la cabeza —. ¿Hablar de que la última vez que vi a mi padre no fui ni capaz de mirarlo a la cara porque soy una orgullosa de mierda?

Lee habló tan rápido que Kie tardó varios segundos en procesar todas las palabras que salieron de la boca de su mejor amiga, mezclándose con grandes bocanadas de aire.

—Hablar de lo que pasó —susurró Kie, esforzándose para no ponerse a llorar ella también. Sus ojos estaban inundados y el nudo que sentía en su garganta era tan grande que dolía, pero no podía llorar ella también.

No podía hacerle eso a su mejor amiga.

Lee giró la cabeza completamente para mirarla, asegurándose de que, de verdad, quería escuchar lo que pasó. La miró directamente a los ojos y no le fue difícil ver que Kie también se sentía culpable. 

De algún modo u otro, todos se sentían culpables.

Con un movimiento casi imperceptible de cabeza, Lee asintió, dándole a entender a su mejor amiga que necesitaba un poco de tiempo. Kie movió su mano desde la espalda de Lee hasta su mano, para darle un suave apretón.

Pasaron varios minutos en los que, de nuevo, el único sonido que rompía el silencio que había en el Château era la respiración —cada vez más calmada — de Lee. La pecosa, todavía algo agitada y con el corazón latiéndole a mil por hora, tragó saliva y se aclaró la garganta, comprobando que sus cuerdas vocales funcionaban correctamente, a pesar de haber pasado la última hora y media de su vida llorando como nunca antes lo había hecho. 

—¿Mejor? —preguntó Kie con suavidad, haciendo un amago de sonrisa. Lee asintió con la cabeza y suspiró, para después taparse la cara con las manos, intentando encontrar la mejor forma de expresar cómo se sentía y contarle a su mejor amiga cómo fue la última vez que vio a su padre.

Le llevó unos cuantos minutos más conseguir que su cabeza se centrara lo suficiente como para empezar hablar, por lo que Kie, pasándose la mano por la cara cada vez que se le escapaba alguna lágrima traicionera, esperó pacientemente hasta que su mejor amiga se vio capaz de relatar lo que pasó.

FLASHBACK

—¿De verdad no vas a estar en su cumpleaños? —preguntó John B, intentando hablar en voz baja para que su hermana no lo escuchara. Su padre, cogiendo aire, levantó la mirada del libro que estaba leyendo y, con pena, miró a su hijo mayor.

—Bird, solo voy a estar fuera tres días —respondió, dejando salir un suspiro. Colocó el libro sobre la mesa y, tras marcar la página en la que se había quedado, lo cerró para poder centrarse en John B.

—Siempre dices eso y, luego, nunca es verdad —susurró el pecoso, algo frustrado.

—Es mi trabajo. —Big John habló con suavidad, para que su hijo se tranquilizara. Su aparente calma, tuvo el efecto contrario al que él quería, haciendo que John B alzara las cejas y diera un paso hacia la mesa, para poder apoyar las manos en ella y, así, quedar más cerca de su padre.

—¡Tu trabajo es cuidar de nosotros! —exclamó, alzando la voz. En cuanto se dio cuenta del tono tan alto que había utilizado, cerró los ojos y cogió aire, esperando que Lee llevara los cascos y no lo hubiera escuchado.

Lee, tumbada en su cama y concentrada en mirar fotos con Kie, a quien llevaba más de dos semanas sin ver, tenía los auriculares puestos. Le pareció escuchar un grito de su hermano, pero, teniendo en cuenta que las discusiones entre su padre y su hermano eran algo de lo más habitual, no le dio mucha importancia. Estaba casi segura de que su padre tendría que irse y que a su hermano, por algún motivo, no le parecería bien.

Siempre era la misma historia.

Ella odiaba pasar días sin ver a su padre, sobre todo, porque aunque no estaba segura de lo que estaba buscando, tenía una ligera sospecha de que era peligroso. A lo largo de su vida, lo había escuchado contarle numerosas historias sobre tesoros y, por desgracia, la mayoría acababan en tragedia. Aún así, tampoco quería dudar de su padre porque, Lee estaba segura de que no había persona más inteligente que él. Confiaba en que, fuera lo que fuere en lo que estaba metido, sabría donde poner el límite.

Al tercer grito de su hermano, la pecosa frunció ligeramente el ceño y se quitó uno de los auriculares para comprobar que su teoría era cierta y que no era más que una de sus estúpidas discusiones, que no los llevaría a ningún sitio. Para su sorpresa, Lee se percató de que estaban hablando de ella y de que su padre, muy posiblemente, no estaría en su cumpleaños. 

Tal vez, cualquier otro año, le habría dado igual porque, siendo totalmente sincera, Ashley no era una gran fan de su cumpleaños. De hecho, desde que eran pequeños, John B se refería a la semana del cumpleaños de su hermana como "la  semana del terror", porque siempre pasaba algo. No había año en el que pasaran esa semana tranquilos: el año anterior había sido tío T metiéndose en un lío en el que solo tío T podía meterse; el anterior a ese, John B y JJ, intentando aprender karate, acabaron con un pie y una mano escayolada. El anterior, Lee había pillado un virus que la tuvo cuatro días vomitando todo lo que entraba por su boca. Y así, unos cuantos años de su corta existencia. Sin embargo, ese año, aunque no lo había admitido delante de nadie porque sabía que su hermano y JJ se reirían de ella, su cumpleaños le hacía algo de ilusión. Era una tontería, pero estaba emocionada por sus dieciséis años, porque, desde que era pequeña, había visto cómo, en las películas, cumplir dieciséis, marcaba un antes y un después en la vida. 

Intentando hacer poco ruido para no interrumpir, Lee se removió en su cama para cambiar la postura y, así, poder estar más atenta la discusión entre Big John y John B. Se quitó el otro auricular y, tras apagar la música, bloqueó la pantalla del móvil y lo colocó bocabajo sobre la cama. Se acomodó en el borde de la cama, de cara a la puerta, con las manos apoyadas en la cama y el cuerpo ligeramente echado hacia delante. 

—¿Y qué quieres que haga, Jonathan? —preguntó su padre, claramente exasperado —. ¡Sabes que esto es importante!

—¿Más importante que nosotros dos? —Lee tragó saliva ante el tono que utilizó su hermano, sintiendo los nervios florecer en su estómago —. Te parece más importante tu búsqueda de algo que ni siquiera estás seguro de si existe que tus dos hijos.

—Eso no es verdad —contestó Big John, en voz baja. Lee casi no pudo oírlo, por lo que, se levantó y caminó hasta la puerta para apoyarse en ella, con el fin de poder escuchar bien —. Estoy haciendo esto por vosotros dos.

—No, Papá —discutió John B —. Si lo estuvieras haciendo por nosotros sabrías que Lee no está bien por lo de Kie y que...

—No puedo perder esta oportunidad porque tu hermana esté teniendo un drama con Kiara —explotó Big John. Había bajado todavía más el tono de voz, pero Lee había sido perfectamente capaz de escuchar las palabras de su padre, que se clavaron en su estómago como si de una puñalada se tratara. 

Sintiendo la rabia crecer en su interior, la pecosa abrió la puerta de su habitación con fuerza y caminó hasta colocarse junto a su hermano, mirando fijamente a su padre. Big John suavizó la expresión y, mientras cogía aire, se quitó las gafas para pasarse las manos por la cara, arrepintiéndose por haber dicho eso.

—Ashley...

—¿Qué, Papá? —preguntó ella, cruzándose de brazos. John B la miró de reojo, reconociendo, en cuanto su hermana abrió la boca, el tono que había utilizado. Lee se había enfadado, pero, más que enfadada, estaba dolida.

—Tenéis que entender que si consigo esto... 

—¿Y si no lo haces? —inquirió, con voz débil, interrumpiendo a su padre.

—Lo voy a conseguir —afirmó su Big John, paseando la mirada entre sus dos hijos —. Estoy más cerca que nunca de encontrarlo y, os prometo que, cuando lo haya hecho, todo esto va a haber merecido la pena.

—No prometas cosas que no sabes si vas a cumplir —murmuró Lee. 

John B cogió aire y se pasó las manos por el pelo, sabiendo de sobra que, una vez que su hermana había entrado en la discusión, solo podría ir a peor. Él estaba acostumbrado a discutir con su padre porque eran bastante diferentes y chocaban con facilidad, pero eran enfados de no más de media hora. Lee, por el contrario, rara vez se peleaba con su padre porque era mucho más parecida a él que su hermano. Pero eso, aunque la mayoría del tiempo era una ventaja, en momentos como aquel, era un auténtico problema porque ambos tenían el mismo carácter.

—Lee... —susurró el pecoso. Puso una mano en el hombro de su hermana, intentando llamar su atención, pero ella se limitó a negar con la cabeza, sin apartar la mirada de su padre. 

—No, John. Sabes que es verdad —murmuró Lee. Él asintió, dándole la razón a su hermana, y ambos miraron a su padre —. Papá, joder, que es peligroso.

—La boca —la advirtió su padre, ladeando ligeramente la cabeza. Lee rodó los ojos, pero no respondió —.¿Cuándo he prometido algo que no he podido cumplir?

—Papá, no quieres que respondamos a eso —intervino el mayor de los hermanos, adelantándose a Lee, que había alzado las cejas ante la pregunta de su padre. Ella soltó una carcajada irónica, que hizo que ambos la miraran.

—Sé que no es lo que queremos, pero tengo que hacerlo —insistió Big John —. Estaré aquí antes de que os deis cuenta de que me he ido y para celebrar tu cumpleaños —continuó, clavando la mirada en su hija —, os invito a los cinco a cenar en The Wreck.

—Sabes que casi no me hablo con Kiara, ¿verdad? —Lee, aunque se percató de que su padre había utilizado un tono conciliador, no pudo evitar hablar con algo de rabia. Big John cerró los ojos y cogió aire, para después mirar a su hijo, pidiéndole ayuda. John B se encogió de hombros y con la mirada le recriminó que "ya se lo había dicho él".

—Bueno, yo qué sé, Ashley. Pues pedimos la cena y que se queden JJ y Pope a dormir —dijo Big John, empezando a perder la paciencia. Sacudió la cabeza y, poniéndose las gafas de nuevo, cogió aire —. El caso es que, queráis o no, tengo que irme.

Lee se relamió los labios y, al notar un ligero sabor salado, se percató de que de su ojo izquierdo se había escapado una lágrima. Rápidamente, se cogió la manga de la camiseta con el puño y la pasó por su cara para secarse la mejilla, haciéndose un poco de daño por culpa de lo brusca que había sido. Harta de estar allí y con el corazón golpeando con fuerza contra su pecho a causa de la rabia y la decepción que sentía por la poca importancia que su padre le estaba dando a su cumpleaños, negó con la cabeza y comenzó a caminar hacia la puerta, dispuesta a salir de su casa cuanto antes.

—Ashley, ¿a dónde vas? —preguntó Big John, siguiendo con la mirada a su hija. Ella continuó andando, sin, ni siquiera, girarse para mirarlo. Siguió con su camino hasta que hubo bajado los escalones del porche, donde hizo una pequeña pausa para dar una gran bocanada de aire.

—Eres un padre de mierda —escupió John B. Lee, desde su sitio, sintió su corazón romperse al imaginarse la cara de su padre al escuchar a su hermano decir aquello, pero no hizo nada. Quería volver, hablar con su padre y decirle que no era un padre de mierda, pero Lee no estaba en condiciones para tener una conversación racional en aquel momento, por lo que optó por alejarse durante un rato y tomarse un tiempo para despejarse.

Ya volvería y hablaría con su padre cuando estuvieran los dos más tranquilos. 

FIN DEL FLASHBACK

Kie escuchó la historia de su mejor amiga en absoluto silencio y prestando mucha atención, sin apartar, ni un segundo, la mano de su espalda. Cuando acabó de hablar, su voz no era más que un suave hilo entrecortado y tembloroso, por lo que Kie tuvo que coger aire un par de veces hasta que pudo formular una pregunta.

—¿Fue la última vez que... —empezó, haciendo una pequeña pausa para tragar saliva —. ¿Fue la última vez que lo viste?

Lee, dejando escapar una carcajada suave que al final acabó mezclándose con un sollozo, asintió con la cabeza. Se mordió la mejilla por dentro y cerró los ojos para coger aire, otra vez, obligándose a mantener la compostura.

—Me fui pensando que podría hablar con él cuando volviera —susurró Lee, clavando la mirada en el suelo —y, cuando volví, ya no estaba. 

La de pelo rizado abrió la boca para hablar, pero, al percatarse de cómo su mejor amiga parecía algo absorta, decidió mantenerse en silencio. Tampoco sabía muy bien qué decir y, además, le daba miedo empezar a hablar y romper en llanto. 

—¿Sabes lo peor? —preguntó Lee. Kie se limitó a negar con la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño —. Llevo nueve meses culpándolo por haberse ido. 

Kiara alzó las cejas, un poco sorprendida ante la confesión de Lee. En seguida, se obligó a sí misma a suavizar la expresión, por lo que sacudió la cabeza y tragó saliva.

—Nueve meses convenciéndome a mí misma de que la culpa de lo que le pasó fue suya por haberse ido —soltó, con voz temblorosa —. Y si no fuera una puta orgullosa...

—Lee, para —pidió Kie, al notar la respiración de Lee volver a agitarse más de la cuenta. Abrió los brazos y la rodeó con ellos, haciendo que la pecosa escondiese la cabeza entre el cuello y el hombro de su mejor amiga.

Lee asintió y, durante los siguientes cinco minutos, se quedó callada, sollozando y dejando que su mejor amiga pasara la mano por su espalda para reconfortarla. Sus lágrimas empaparon la camiseta de Kie, a quien no pareció importarle en absoluto.

—Es que... —Lee levantó la cabeza y se pasó las manos por la cara, deshaciéndose del rastro húmedo que habían dejado las lágrimas por sus mejillas. Kie hizo un amago de sonrisa y negó con la cabeza para indicarle a su mejor amiga que se centrara en respirar.

—Lo sé —susurró la de pelo rizado, apartándole, de nuevo, el pelo de la cara a Lee —. Pero no puedes... No puedes echarte la culpa. Todos nos peleamos con nuestros padres y hacemos y decimos cosas que no pensamos.

—El problema es que quería volver y no lo hice porque...

—No digas que eres una puta orgullosa —casi suplicó Kie, mirando a su mejor amiga. La pecosa tragó saliva y bajó la mirada.

—Pero es lo que soy —susurró. Le tembló el labio, por lo que sacudió la cabeza y cogió aire —. No es el hecho de que mi hermano y yo nos peleáramos con él lo que me duele, Kie. Me duele que, cuando debí haber vuelto, me fui porque no me dio la gana volver y decir que lo sentía.

Lee cerró los ojos y pensó en su padre; recordó la última vez que se miraron el uno al otro, ambos enfadados y para nada dispuestos a dar su brazo a torcer. No era ni la primera —ni la segunda —vez que la pecosa pensaba en ese momento, imaginándose conversaciones en las que ella podría haber pedido perdón y haberle dicho que lo entendía, aunque no fuera del todo cierto. Sabía que su padre hacía todo por y para ellos dos, incluso si eso implicaba meterse en una búsqueda de un tesoro que llevaba perdido más de cuatrocientos años. 

—Y, hasta ahora, había sido fácil quitarme el peso de la culpa porque fue su decisión haberse ido —continuó —, pero... Lo mataron y la última vez que lo vi no fui capaz de mirarlo a la cara.

—Lee, pero... —Lee negó con la cabeza, pidiéndole a Kie que la dejase hablar. 

—Nunca le dije que me encantaba sentarme a pescar con él mientras me contaba las mismas historias de siempre, ni que adoraba cuando intentaba hacer la cena y se le quemaba todo porque se entretenía leyendo cualquiera de sus libros. Joder, Kiara, nunca le dije lo muchísimo que lo quiero —susurró —. Y, eso, es de lo que más me arrepiento.

—Tu padre lo sabe... Sabía —corrigió Kie, cerrando los ojos con fuerza y presionando los labios en una línea recta. 

—¿Sabes? —preguntó Lee, haciendo que la de pelo rizado ladeara la cabeza —. Estuve tan ocupada estando enfadada con mi hermano y discutiendo con él por todo, haciendo un trabajo con Pope porque le prometí que íbamos a sacar la nota más alta de la clase y ayudando a JJ porque me acababa de enterar de lo de su padre, que preocuparme por si mi padre volvía o no, pasó a ser lo de menos —Lee bajó notablemente el tono de voz, ante lo que Kie no pudo evitar volver a sollozar, recordando cómo había visto a su amigo la noche anterior —. Nunca te lo he dicho porque no quería hacerte sentir culpable, pero no te haces una idea de lo mucho que te necesitaba.

Las palabras de Lee hicieron que el corazón de Kie se estrujase, provocando que un sollozo se escapara de sus labios antes de poder hacer nada para evitarlo. La pecosa miró a su mejor amiga y negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa triste.

—Lo siento —susurró —. Siento haber sido una amiga de mierda y siento no haber estado aquí cuando lo necesitabais.

Lee se limitó a encogerse de hombros y a asentir con la cabeza, teniendo que obligarse a coger aire repetidas veces, de nuevo. Kie, aunque no quería llorar, era demasiado tarde, ya que las lágrimas caían a borbotones de sus ojos. La pecosa volvió a apoyar la cabeza en el hombro de su mejor amiga y cogió su mano, dándole un suave apretón. 

—Lo sé —respondió Lee, mordiéndose el labio —. Yo también.

Kie frunció el ceño, no muy segura de a qué se refería Lee con que ella también lo sentía. Abrió la boca, dispuesta a preguntar, pero al ver que la pelinegra había fijado la mirada en el suelo y que parecía completamente perdida en sus pensamientos, la cerró de inmediato. Se aclaró la garganta para llamar su atención, pero no funcionó.

 —No puedo perder a mi hermano —soltó de golpe. Kie pestañeó numerosas veces e hizo una mueca, sorprendida ante las repentinas palabras de su mejor amiga. 

—John B va a estar bien —dijo la de pelo rizado, bastante segura de sus palabras —. Pope y JJ lo van a encontrar.

—No me refiero a eso —susurró la pecosa, negando con la cabeza —. Me refiero a todo esto del oro. Mi padre... No puedo perder a mi hermano igual que perdí a mi padre.

—Escúchame —pidió Kie, girando el cuerpo hasta quedar ligeramente en frente de su mejor amiga. Puso sus manos sobre las de Lee y les dio un apretón, haciendo que la mirase a los ojos —, eso no va a pasar.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Lee, con la voz rota. 

—Porque estamos juntos en esto y no os vamos a dejar solos, Lee —prometió Kie —. Pogues de por vida, ¿recuerdas?

Lee asintió con la cabeza y, sin apartar la mirada de su mejor amiga, dejó asomar una pequeña sonrisa. Pasó sus manos por su cara, para después, abrazar a Kie con todas sus fuerzas. Tal vez, Kie le acababa de prometer algo que estaba fuera de su mano, pero había una cosa en la que tenía razón: estaban juntos. Y, eso, era lo que más necesitaba en aquel momento.

—¿Puedes hacerme un favor? —Kie asintió como respuesta, apartándose un poco para mirar a la pecosa. Lee cogió aire y añadió —: ¿puedes ir a buscarlo tú también?

—¿Quieres quedarte sola? —Lee dudó un poco, pero asintió lentamente con la cabeza —. ¿Estarás bien?

—Sí —respondió, medio sonriendo sin mostrar los dientes —. Además, en caso de que vuelva, creo que va a necesitar... —Kie asintió con la cabeza, dándole a entender a Lee que no hacía falta que continuara hablando porque comprendía lo que quería decir. 

Conociendo a John B, Kie estaba segura de que, por muy enfadado que estuviera, era incapaz de hacer daño a alguien. Sabía que era cuestión de tiempo que volviera a casa y que acudiera a su hermana, pero entendía que Lee necesitara asegurarse de que estaba bien. También entendía que, para cuando John B se dignara a aparecer por el Château, los dos hermanos necesitarían estar solos, así que, aunque no le convencía mucho la idea de dejar sola a su mejor amiga, asintió con la cabeza y se puso de pie.

—Haz el favor de comer algo, ¿vale?

Lee asintió con la cabeza, curvando, ligeramente, las comisuras de sus labios hacia arriba, al mismo tiempo que una lágrima se resbaló de su ojo. Kie sonrió de lado y, tras darle un último apretón en la mano, se alejó de ella, mientras que la pecosa la observó hasta que la perdió de vista, arrepintiéndose un poco de haberle pedido que se fuera.

°°°

Lee había perdido la cuenta del tiempo que llevaba encerrada en el despacho de su padre. Después de que Kie se fuera, tal y como le había pedido, la pecosa se obligó a sí misma a comer algo, pero en cuanto tragó la comida, tuvo la necesidad de vomitar, por lo que optó por dejarlo para cuando tuviera algo de apetito. 

Estaba sentada en la silla en la que su padre había pasado tantas horas leyendo e investigado, rodeado de sus libros y mapas; esos que los dos hombres que los habían intentado matar, habían robado, dejando aquel despacho casi vacío. Conforme pasaba el tiempo, metida entre aquellas cuatro paredes, las dudas no hacían más que surgir en su cabeza, haciéndola sentir verdadero miedo de no obtener nunca las respuestas que necesitaba.

¿Su padre había confiado en Ward? Y, si era así, ¿por qué acudiría a alguien como él? ¿Su madre sabía lo del oro? ¿Se fue por eso? ¿Y su tío? 

Tampoco podía dejar de pensar en qué sería lo último en lo que pensó su padre. Se preguntaba si su último pensamiento fueron las palabras de su hermano o si había sido un recuerdo feliz, como cuando los dos hermanos consiguieron —tras muchas horas sentados y enfurruñados junto a sus cañas —pescar su primer pez o como cuando, un par de años atrás, por Navidad, con la ayuda de tío T y Carol, Lee y John B consiguieron cocinar el plato favorito de su padre, que había tenido que estar fuera durante casi dos semanas. Se preguntaba si había pensado en ellos y si, a pesar de todo, sabía que lo querían muchísimo.

Interrumpiendo sus pensamientos, Lee escuchó el sonido de la puerta y, casi de inmediato, reconoció la respiración y los pasos acelerados de su hermano, así que se puso de pie, dispuesta a ir hasta él. No le hizo falta caminar mucho porque, antes de que pudiera poner un pie fuera del despacho, John B y ella cruzaron miradas. El pecoso tenía los ojos inundados en lágrimas y, en cuando vio a su hermana, no pudo retener el sollozo que se escapó de sus labios. 

—Johnny —susurró la menor de los hermanos, sintiendo cómo su labio inferior había comenzado a temblar de nuevo. Él, cabizbajo y con las lágrimas cayendo de sus ojos, se acercó a su hermana y la abrazó, acción que Lee imitó. Pasó sus brazos por el cuello de John B, que escondió la cabeza entre el hombro y el cuello de la pecosa —, lo sé —dijo, acariciándole el pelo.

—Lo... Lo mató —articuló el castaño, levantando un poco la cabeza —. Ashley, lo mató y lo último que le dije fue que era un padre de mierda.

 —Lo sé —repitió ella. 

Lee notó cómo su hermano había comenzado a temblar y a respirar a trompicones, por lo que, no dudó ni un segundo en dar un paso hacia atrás y coger la mano de John B para tirar de él hasta que estuvo sentado en la silla. El pecoso apoyó los codos en sus rodillas y se tapó la cara con las manos, sin dejar, ni por un segundo, de sollozar. Por cada sollozo de su hermano, Lee sentía su corazón estrujarse de forma muy desagradable.

—Johnny, por fa, mírame —pidió, poniéndose de rodillas delante de él. Se colocó entre las piernas de su hermano y, con cuidado, le quitó las manos de la cara, dejando sus manos sobre las de John B —. Papá sabía que no lo piensas.

El pecoso miró a su hermana a los ojos, sintiendo una pequeña punzada al ver lo rojos e hinchados que estaban. Apretó el agarre en las manos de Lee y se encogió de hombros, ante lo que ella echó la cabeza para atrás y cogió aire.

—No me lo voy a perdonar en la vida —susurró el pecoso, apartando la mirada de su hermana —. Y tú tampoco deberías.

—¿No debería perdonarte yo a ti, John? —preguntó ella, haciendo una mueca y alzando ligeramente el tono de voz —. ¿Te acuerdas de por qué te peleaste con él?

—¿Tú qué crees? —John B habló en el mismo tono que su hermana, por lo que ella cerró los ojos con fuerza, haciendo que de ellos cayeran varias lágrimas —. ¿Sabes cuántas veces he tenido pesadillas con esa puta discusión?

Lee, sin responder, se dejó caer hacia atrás, de modo que acabó sentada en el suelo, un poco más alejada de su hermano, pero sin soltar sus manos. Tenía los ojos cerrados y lo único que podía hacer, era coger grandes bocanadas de aire porque, por cómo estaba empezando sentir su cuerpo temblar, sabía que iba a perder los nervios de un momento a otro y no quería que pasara eso porque, en aquel momento, lo último que necesitaba su hermano, era tener que lidiar con ella en ese estado. 

John B miró a su hermana y en cuanto se percató de lo que estaba haciendo, aprovechó que tenía sus manos cogidas y tiró de ella hasta que la hubo levantado, para después hacerla sentarse en su regazo. Soltó las manos de Lee y la abrazó, quedando, así, la cabeza de su hermana apoyada sobre la suya. Ella rodeó, de nuevo, el cuello de John B con sus brazos y le dio un beso en la cabeza.

Cuando, tras un largo rato en el que lo único que se oía en casa era a los dos hermanos llorar, ambos consiguieron tranquilizarse —no del todo, pero lo suficiente como para dejar de sollozar  —, Lee cogió aire para hablar.

—¿Crees que Mamá se fue porque... —empezó ella, pero se calló en cuanto vio a su hermano encogerse de hombros —. ¿Y el tío?

—Sinceramente, creo que sí —admitió él. Lee asintió con la cabeza, asimilando la respuesta de John B. Esperaba, de corazón, que todas aquellas dudas no fueran más que paranoias sin sentido, pero, el hecho de que su hermano también las considerase una posibilidad, las hacía más reales. 

Y eso la aterraba.

John B echó un vistazo a su alrededor y estiró el brazo, al ver la foto que había sobre el escritorio de su padre; la misma que Lee se había quedado mirando la primera vez que entraron, a penas unos cuantos días atrás, y que, antes, estaba colgada en la pared.

—Vaya hostia te caíste ese día —dijo Lee, secándose la cara con la camisa de su hermano y señalando la foto. Él, aunque en cualquier otro momento la habría fulminado con la mirada, le dedicó una sonrisa y asintió con la cabeza.

—Fue culpa tuya —protestó él. Lee sonrió y negó con la cabeza —. Me tiraste.

—Te comiste el helado que me compró Papá —se medio defendió Lee, encogiéndose de hombros —. Y yo no te tiré, te caíste huyendo de mí. 

John B soltó una carcajada suave y asintió con la cabeza, dándole la razón a su hermana. Tenía la mirada puesta sobre la foto, por lo que sus ojos no pudieron evitar posarse en su Big John y la sonrisa que tenía en la cara. Pasó el dedo pulgar por encima de la figura de su padre, ante lo que Lee volvió a apoyar su mejilla sobre la cabeza de su hermano.

—Estaría orgulloso de ti —susurró ella —, lo sabes, ¿verdad?

El pecoso se limitó a asentir con la cabeza y, como si se le acabara de ocurrir la idea del siglo, miró a su hermana con las cejas un poco alzadas y se enderezó. Lee ladeó la cabeza y frunció un poco el ceño, sin entender muy bien a qué se debía el cambio de expresión de su hermano.

—Tengo una idea —dijo. Tras dejar la foto en su sitio, puso las manos en la cintura de su hermana y la apartó, pudiendo así, levantarse de la silla. Lee, todavía mirándolo con confusión, se cruzó de brazos y lo observó mientras él abría los cajones en busca de algo —. Espérame en el muelle.

Ella, al ver la cara con la que la miró su hermano, se limitó a obedecer. Caminó, en silencio y bastante confusa, hasta que llegó al muelle, donde se sentó con la espalda apoyada en uno de los pilares de madera a esperar a su hermano, que no tardó mucho en llegar. 

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó, en cuanto su hermano estuvo sentado a su lado. 

John B le tendió una foto de su padre y le enseñó una especie de barca pequeña que había hecho con ramas de madera que, por lo que dijo el pecoso, había encontrado en el jardín. Lee, con los ojos inundados en lágrimas, miró cómo su hermano le explicaba lo que había hecho y para qué.

—Tenemos que pasar página —concluyó el pecoso, sacando un mechero del bolsillo. Lee frunció un poco el ceño al percatarse de que era el de JJ, pero no dijo nada. Asintió con la cabeza y puso la foto entre las ramas, de forma que quedó levantada. 

Con cuidado, John B colocó su pequeño invento sobre el agua y, tras asegurarse de que se mantenía a flote, miró a su hermana y le hizo un gesto con la barbilla, indicándole que le prendiera fuego. 

Ella, con las manos temblorosas, tuvo que intentar encender el mechero tres veces antes de conseguir que la llama se encendiese. Una vez conseguido, Lee fue bastante rápida en acercarla a las ramas, haciendo que el fuego cogiera fuerza en cuanto entró en contacto con la madera.

John B le quitó el mechero a su hermana y se quedó sentado con los pies colgando, con la mirada clavada en el fuego. La pecosa se colocó, de igual forma, a su lado, los dos observando cómo, poco a poco, el fuego devoraba la foto de su padre. 

—Adiós, Papá —susurró John B. Lee apoyó la cabeza en el hombro de su hermano y suspiró, sintiendo las lágrimas humedecer sus mejillas, otra vez.

—Adiós, Papá.

_______________________________________

¡Buenas!

La verdad es que tengo poco que decir, porque, no sé si os gustará, pero yo, personalmente, estoy muy orgullosa de cómo me ha quedado este capítulo. Sé que JJ y Pope salen muy poco, pero quería centrarme un poco en la historia de John B y Lee con su padre.

Aprovechando que estáis aquí y que tengo vuestra atención, os voy a contar que dos amigas y yo, con ayuda de otra amiga, hemos decidido juntar a las protagonistas de nuestros gicsen un libro de aus porque creemos que puede ser muy interesantes verlas interactuar entre ellas. Si queréis, la encontraréis en el perfil de plotviewer. Si no os habéis leído sus historias, ¡ya sabéis qué hacer!

Y por cierto, ¿qué me decís de la nueva portada?

Espero que hayáis sufrido aunque sea la mitad que yo y que os haya encantado.

¡Hasta el próximo!

🥰✨

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