Por lo visto no hay problema con ello, las alas les llevan a los dos por encima de la ciudad.
Raguel se alegra ahora mismo de Gabriel y su don. Sinceramente. Olvidando el enojo.
Efectivamente, no les llevan muy lejos. Está sentado en la terraza de un bar leyendo el periódico, con un sombrero en la cabeza.
A Raguel casi se le caen los pantalones, la verdad.
¿Por?
PORQUEESTÁAHÍ! O sea no que se le caigan de manera literal. Es... una expresión.
Sí, bueno... era el plan.
Por supuesto, Aamón nota a Gabriel bajando el periódico, es posible que sea el único que le ve cuando... está entregando un mensaje.
Gabriel le tiende el estúpido papel doblado a ver si lo toma y puede volver a... su estado y ropa normal.
Raguel... suelta a Gabriel, dejándose caer.
Aamón levanta las cejas al ver a Gabriel y por supuesto, la otra figura que va con él lo distrae completamente, ignorando al mensajero.
Raguel se separa un paso de Gabriel, sin dejar de mirar a Aamón.
Gabriel los odia a los dos, porque va a tener que seguir disfrazado de figura del pesebre hasta que entregue el bloody mensaje y Aamón ni le mira.
Raguel quisiera... condensar tantísimas cosas que decir en... una frase brillante, útil, convincente...
—¿Puedes, por el amor de Dios, tomar esto? —protesta Gabriel y Aamón se pone de pie y le mira un segundo, vale, vale, haciendo lo que le dice.
Cuando lo toca, Gabriel vuelve a su ropa normal. Mueve un poco el cuello para desentumecerse.
—Gracias.
Raguel ha tenido esta conversación con Aamón tantos millones de veces en su cabeza. Le ha dicho tantas cosas. Tantos perdones, tantos reclamos, tantas... palabras de afecto, de enfado, de amor.
Aamón hace un gesto vago volviendo a ignorar a Gabriel casi inmediatamente.
Cualquier discurso preparado, o no preparado, se le desmorona a Raguel.
—Ay, Aamón... —susurra con la voz cortada, dando un paso hacia él.
Traga saliva, porque... la voz. Y... él. Y... todo. Y aunque ese demonio, Crowley, dijo que bajaría, no... no estaba cien por cien seguro que fuera a hacerlo de verdad. Y sí lo había hecho. Ahí estaba. Frente a él. Mil novecientos ochenta y tres años más tarde. Le va el corazón a mil.
Gabriel podría sentir la inundación de amor que proviene de Raguel. De hecho, Gabriel se gira a mirarle, levantando una ceja.
—Dios mío... Aamón —da otro paso hacia él y otro más y otro más... y va a intentar abrazarle.
Aamón abre los brazos para abrazarle también sin ser capaz de gesticular palabra.
Es que si pudieran hacer esto los ángeles, se saldría de su cuerpo para meterse al de Aamón y estar aún más cerca. Le aprieta con fuerza contra sí y le vacía encima mil novecientos ochenta y tres años de amor suprimido y escondido.
Aamón tiembla, abrazándole con fuerza como si tuviera los brazos soldados, como si fuera a escapársele de nuevo si le suelta... y hasta llora sin poder evitarlo.
—Lo siento... lo siento. Te quiero... lo siento —Raguel susurra, sollozando, apretándole la ropa con los puños.
Le llora en el cuello, al principio intentando esconderlo pero poco a poco se va haciendo más evidente.
Raguel solo le aprieta más, si eso es posible. Nadie sabe ni cómo le sostienen las piernas.
Gabriel opina que ojos en blanco con esto y el drama.
Gabriel puede largarse si quiere, nadie le está obligando a ver. De hecho nadie está pensando en él en lo absoluto.
Raguel va a intentar buscarle un beso, la verdad.
No sé si va a lograr que se separe lo bastante para eso.
En el cuello quizás, pero va a ponerle los labios en la piel que pueda.
Ah, eso sí. Aunque solo le va a hacer temblar más y llorar más.
Van a estarse ahí un BUEN RATO. Probablemente, en algún punto, Raguel chasquee los dedos y desaparezca con todo y Aamón.
—Raguel! —riñe Gabriel al aire.
Lo siento. Raguel está... probablemente en una nube, porqie no ha sabido a dónde más llevárselo.
¿En serio?
¡Solo es temporal!
Si el problema era el concepto... nubecita de la que además seguro él se cae.
Ya... Ehm... no mientras le esté abrazando así.
Bueno, eso sí.
Solo es por unos minutos hasta que... tengan una idea mejor.
Aamón ni siquiera se atreve a moverse.
La verdad a Raguel le da un poco de miedo también que... si se mueve se largue o algo así.
Pues nada, van a morir ahí.
Un rato LARGO más tarde... Raguel se atreve a... articular palabra.
—¿A-Aamón?
Mueve la cara en su cuello, aun con los ojos cerrados. Creo que está limpiándoselos.
Raguel gira un poquito la cara hacia él.
Aamón carraspea un poco, separándose, sin mirarle.
—No, no... —le vuelve a abrazar con fuerza, temiendo que si se separa, se vaya.
Le abraza otra vez.
—Estoy aquí, de verdad estoy aquí... —no sé si se lo dice a sí mismo, o si se lo dice a Aamón, o si es un mensaje para ambos. Es que le hace llorar otra veeeeez—. Y tú también... —le acaricia la espalda un poco, aun apretándole con demasiada fuerza
El demonio intenta hablar pero es que se siente la voz tan quebrada que prefiere no hacerlo.
—Lo siento... —agrega después de un rato.
Aamón abre y cierra la boca un par de veces... pero no, no puede. Niega con la cabeza.
Raguel se separa un poquito otra vez y busca darle un beso en la mejilla si es posible. La verdad, quisiera darle uno en los labios y mirarle de ser posible. A los ojos.
No sé si le va a dejar, es que es un desastre de laaaagrimas y mocos. Raguel tanto de lo mismo.
—T-Te quiero... va-vamos a estar bien...
Eso solo le hace llorar más.
—Aamóoon, cielo... —es que hace TANTO que no le llama así, que hasta se le corta la voz.
Es que el demonio se quieeeeebra otra vez apretándole más.
—No pasa nada, ya estoy aquí... ya estoy aquí —le acaricia la espalda. Él tieeeeeeeeembla—. Lo siento, lo siento muchísimo... —agrega Raguel apretándole contra sí.
Es que sigue haciendo un drama de mocos casi sin poder respirar, intenta limpiarse un poco. Raguel levanta una mano hasta su nuca y le.. cura.
Eso ayuda, gracias. Carraspea un poco.
—¿Estás bien? —pregunta el ángel, él asiente—. No has dicho una sola palabra...
Hace un sonidito gutural raro y vuelve a carraspear. Raguel sonríe.
—Te quiero, te echaba de menos...
Aaaaaala, oooootra vez a llorar
—Ehh, ehh... venga —le sigue apretando, un poco más tranquilo él—. Es como un sueño estar aquí.
Asiente otra vez.
—Quiero verte.
Aamón traga saliva y carraspea otra vez, sorbiéndose los mocos para estar un poco más presentable. Raguel se separa un poquitín más, para verle tal como ha dicho.
El demonio traga más todo lo que puede, mocos y todo, limpiándose la cara con la manga y parpadeando muy deprisa, con la cara girada.
—Vas a gustarme mucho a pesar de los ojos hinchados... a mi ni siquiera se me deben ver.
—N-No están... hinchados.
Raguel traga saliva, porque su voz... la echaba de menos también. Se oye igual medio pastosa.
El ángel le toca la cara con las manos. O intenta, en la medida que puede, considerando que la tiene girada
—Suenas...
Nah, seguro puede tocarle la mejilla, hombre. Él le mira de reojito.
—Quiero oírte hablar y... tocarte y que me toques. Quiero besarte.
Es que hace pucheritos otra vez.
—Quiero imaginar que quizás me dejes, si tengo mucha suerte, además... limpiarte las lágrimas, hacer que sonrías y... quieras oírme, tocarme y besarme.
Se tapa los ojos con la mano, llorando otra vez. Raguel recarga su frente en la de Aamón.
—Quiero quedarme —sigue el ángel. Él vuelve a abrazarle balbuceando algo inteligible—. Contigo. Voy a estar contigo.. si me aceptas. Todo lo que quieras.
Máaaaas sollozos.
—No llores...
Niega, porque no está llorando, pero llora.
—¿No quieres?
Asiente. Raguel cierra los ojos.
—Tantas veces pensé que no querrías... Lo siento, ¡lo siento!
Aamón le aprieta otra vez.
—Vas a querer tantas explicaciones... y yo tendré tan pocas cosas que decirte que...
—¿Q-Qué?
—Vas a odiarme... más.
—¿Por? —vuelta a sorberse los mocos y limpiarse los ojos.
—Porque... me arrepentí de irme y para entonces ya era demasiado tarde y... he sido un idiota.
Aamón le mira y se limpia la cara, que también la tiene hecha un desastre, tragando saliva.
—V-Voy a...
Se sooorbe los mocos de nuevo y Raguel se le acerca y le besa.
Ugh, que cochino.
Ah, venga ya. Trágate los mocos, no hagas asquerosidades tú.
¡Lo intenta! Lo intenta.
¿Le besa de vuelta al menos?
¡Sí!
Menos mal. A ver si no te caes ahora si de la nube.
Pero si sigue PEGADO.
Yo solo advierto, si te le despegas por estar besuqueándole.
Pues BESO, un poco torpe que además... es que Aamón al principio es así un poco por inercia que le besa, porque aún no se cree esto y hay como un punto en el que se da cuenta de lo que hace o pasa o... algo. Y se lo COME. Menos mal, ya estábamos temiendo que no le besara con ganas. También trata de empujarle contra ALGO ya sea la cima de una montaña o una ventana de las oficinas del cielo o ALGO.
No, no... las oficinas, creo yo, no están muy cerca. Le deja hacer, probablemente cayéndose de la nube ambos.
Ya, ya... ahora resulta. Pero vale, vale. Vamos a evitar el escándalo de que... te quiere DENTRO o quiera estar dentro de ti contra el cristal del despacho de un compañerito tuyo
Hoy te dejaría, pero... no hay necesidad.
Podría ser el de Gabriel que debe hacer esquina y no está.
La puta buena suerte de los ángeles.
Vale, vale, nada de contra el edificio del cielo.
Vemos que eso le pone un poco al demonio.
En realidad ahora mismo lo que le pone es que esté ahí, pero... sí, bueno, ¿por qué no?
Raguel es que... no se entera del dónde ocurre esto. Se deja llevar, como si este fuera el día del juicio final.
Entonces van a bajar a la tierra como un meteorito envuelto en llamas.
No hay mañana, no hay más tarde, hay ahora. Y no hay nada ni nadie más importante ahora mismo que Aamón. Si necesita caer como un meteorito en llamas con él, está bien.
Pues verás, sí como... necesidad NECESIDAD.
O si QUIERE caer así a la tierra, ¿en dónde van a aterrizar?
Ni idea. ¿En el desierto?
Van a hacer un cráter. Menos mal que no hay dinosaurios porque se extinguirían.
Sí, aunque Aamón considera que podrían destruir la iglesia de la natividad o el muro de las lamentaciones o la meca o... whatever. O está todo como en los mismos cinco centímetros de tierra.
Lo están, requerirían un tino que bueno...
Ugh. Vale, vale, tal vez luego.
Sí, tal vez mejor luego, no es necesario matar dos pájaros de un tiro.
Pero es que era casi poético.
Que va, está ahora queriendo llevarse dos por uno.
Pues se llama ahorro de recursos y el ahorro es maravilloso.
¡Parece más ocupado en eso que en lo que está pasando de verdad!
OJOS. EN. BLANCO. UN comentario ha hecho. UNO
Si ya sabe cómo son los ángeles.
Bueno, ¿dónde van a caer entonces?
No sé... por probabilidades a medio del destierro de Gobi o del Sahara o de Siberia. De hecho por probabilidades... en medio del océano.
¿A quién le importa?, vale, Aamón abre las alas antes de impactar para parar el golpe.
Menos mal. Raguel no llega ni a eso, embelesado.
Bueno, él sí está pensando que no quiere romperte a ti y ya que no le dejamos estallar los hitos de la religión...
Igualmente caen y se deslizan treinta metros cuesta abajo de una duna.
Rodando, aun con las alas abiertas de Aamón, menos mal que le está sujetando con fuerza y aun así vuelve a besarle cuando se paran si acaso había tenido que dejar de hacerlo.
Raguel le acaricia un poco el culo, aún impresionado con la caída y su fuerza y sus besos... y sus alas, Dios, echaba de menos las alas también. Y los besos. Mucho.
Y es que de repente tiene que pararse y ponerse a llorar otra vez. Raguel parpadea, sin esperarlo.
—¿Q-Qué pasa? —le acaricia el pelo. Él niega con la cabeza, aun llorando—. Sí qué pasa... —Le limpia un poco la cara con los dedos con suavidad.
Niega otra vez, apartándose un poquito, el ángel le deja hacer, abrazándole.
—Tienes todo el derecho de odiarme... Ojalá no lo hagas más. Ya no.
—N-No te... N-No... —más lloros.
—Lo siento... —es que se le quiebra la voz.
El demonio se tapa la cara con ambas manos, sollozando sobre él. Raguel le aprieta contra si.
—Ya estoy aquí. Ya estoy aquí y no voy a irme mientras me quieras aquí.
Vueeeeelve a abrazarle.
—Te he echado todo el tiempo de menos... —le susurra.
Es que... cielos, lo siento, esto es un desastre pero es que no puede hacer otra cosa.
No pasa nada, le abraza pacientemente y probablemente llora también un rato con él.
Aamón se queda ahí, hecho bolita, sollozando.
Belcebú dice que quizás pudiéramos volver con ellos ya que Aamón se haya respuesto un poco
¡Ya se repone! ¡Ya se repone! Que sí, que sí, se limpia los ojos y se sorbe los mocos otra vez.
Raguel le da un beso en la frente limpiándose los ojos también.
—Estoy... E-Estoy bien.
—Dime qué piensas...
—No me pasa nada. Estoy b-bien —solloza un poco otra vez.
—Venga, llora —le aprieta contra si otra vez..
—No te burles...
—No me estoy burlando, de me parte el alma al verte llorar —responde apretándole mas —. Lo siento.
Vueeeeelve a lloriquear.
—Soy un idiota... —agrega acariciándole la espalda
Es queeeeeee
Ya, ya...
Vale, vale, vuelve a calmarse y el ángel le vuelve a acariciar la cara y a curarle.
Se limpia otra vez aunque ya no tiene ni un trozo de manga limpia y que no este húmeda. Raguel sonríe igualmente, mirándole hacer.
—Estoy tan feliz de tenerte aquí.
Traga saliva y ahora ya no llora. Raguel traga saliva también mirándole a los ojos.
—No estoy... estoy bien.
—Yo... no sé si estoy bien. Estoy mejor ahora aquí, pero...
—¿Pero?
—Pero no estoy bien, no me gusta... haber hecho todo esto.
—Y-Ya, bueno.
—No me gusta que llores así, no me gusta cómo te he hecho sentir —le acaricia la cara otra vez.
—No estaba... llorando, estabas tu... siendo demasiado sensible como siempre —tiembla un poco pero aguanta para no llorar otra vez.
—Lo sé, lo sé... te contagio la sensibilidad —se medio ríe, con voz grave. Aamón se sonroja un poco—. Siempre lo he hecho.
—Sí... bueno —carraspeo carraspeo.
—¿T-tú qué... has pensado? Sabías que venía... me han dicho que... te hablaron de mí.
—Sí... lo sabía. Ese demonio Crowley y Belcebú vinieron a por mí y me explicaron que habías estado hablando de mí.
Raguel se sonroja un poco.
—Es que... imaginarás la sorpresa cuando me enteré que Gabriel estaba... c-con Belcebú.
—Hace tiempo que se sabe en el infierno.
—En el cielo... Belcebú subió en navidad. Aunque desde antes lo sospechaba.
—Gabriel estuvo en Halloween.
—Oh... ese asunto, sí. Belcebú descorporizó a Azrael y a Remiel. Ha sido todo un... suceso. Más aún ahora que Gabriel dice que va a casarse con Belcebú y yo en lo único que he pensado es que... soy un idiota. Y he sido un idiota.
Aamón gira la cara con eso
—Ya sé que no quieres oírlo... —aprieta los ojos
—Sí que quiero oírlo.
—El problema es que lo que tengo que decirte es... un montón de excusas. Tenía miedo... estaba enfadado y luego me pareció que ya era demasiado tarde para volver... que tú tampoco habías venido, que quizás te habías olvidado...
Le mira, escuchándole.
—Y eso era un ciclo... que nunca rompí. Y me convencí miles de veces a mí mismo que... era lo correcto. Hasta que deje de pensarlo... y empecé a ser cínico, a escribir en el libro la verdad, a seguirse que asumiría las consecuencias... a pensar que quizás si caía podría verte. A concluir que no iba a caer y que tú tampoco querrías verme. A tratar de vivir y olvidarme de todo... a fallar y volver a escribirlo. A querer decirle a todo el mundo... y luego a pensar que ya no tenía nada que decir, todo estaba en el pasado.
Aamón pone los ojos en blanco a cada mención del libro y de caer.
—¿Y sabes qué pasó después de todo este tiempo? Nada. Nada más que... Gabriel empezó a tener algo con Belcebú y le preguntó y a él sí que le respondió con una señal. Y a mí... no.
—¿Eh?
—Ella nunca me dio ninguna señal, a Gabriel sí le dio una —Raguel suspira.
—¿Quién?
—Dios.
Ooooooojos en blanco. Raguel suspira otra vez y se le acurruca un poco encima.
—He llegado a pensar que... yo realmente no le importo. Hace demasiados años que dejé de hacerlo.
—Está muerta.
—¿Muerta?
—Dios.
—Dios no puede estar muerta... es Dios, ¡es inmortal!
—Yo la maté. Pero esa es una historia que te explicaré otro día.
—¿¡Q-Qué?! —Raguel levanta las cejas.
—Te has perdido unas cuantas cosas buenas aquí abajo.
—¿De qué hablas?
—Olvídalo.
—¡Aamón!
—Te lo contaré otro día, es lo que digo.
—Habrá otro día —declara y sonríe un poco, apretándole otra vez.
El demonio traga saliva porque... no quería que fuera muy claro pero se le ha escapado.
—¿Qué vas a hacer conmigo?
—Y-Yo... sí. Es decir, en caso de que...
—Tú mandas.
—¿Qué?
—¿Qué quieres hacer conmigo? Quieres... ser mi pareja? Ser... mi amante secreto? Quieres... que me vuelva al cielo... que quieres?
—¿Q-Qué... qué? ¿Qué quieres tú?
—Yo te quiero a ti. Eso es lo que he concluido tras todos estos años... pero no es justo que solo te lo pida sin consultarte. ¿Tú qué quieres?
Aamón se sonroja.
—Q-Quiero... una cerveza. Eso quiero.
—Una... cerveza —parpadea—. ¿Esa es... una... bebida?
—Sí —le mira.
—Bien... eso es... algo que no tiene que ver conmigo. Pero supongo que... No quieres decidir aún.
—Sí que tiene que ver contigo, idiota —se levanta y le tiende la mano para levantarle también.
Se sonroja un poco y...le toma la mano con suavidad.
—¿Con quién crees que quiero ir a tomármela? —no le mira.
—Conmigo —le aprieta la mano. Aamón se sonroja sin mirarle y tira de él—. Aunque... no sé si voy a beber eso...
—Sí que vas a beber eso
—Vale, vale... no suelo beber, ya lo sabes —Se ríe un poco, bajito.
—No, no lo sé.
—Llevo... todo este tiempo sin salir del cielo. De hecho es la primera vez que salgo en mil novecientos ochenta y tres años.
Aamón le mira. El ángel le aprieta la mano sin mirarle y traga saliva.
—La última vez que estuve en la tierra, fue contigo.
Aamón gira la cara
—Lo siento... —susurra y el demonio aprieta los dientes para no llorar otra vez y empieza a andar.
—S-Sé todo lo que ha pasado... te he seguido la pista cada que he podido.
—¿Qué?
—Se sabía de ti en el cielo, desde luego.
—¿Pasaste... dos mil años... pendiente de qué hacía yo y qué no... y no fuiste capaz, ni una sola vez de interferir?
—Yo lo veía exactamente del modo opuesto —susurra, bajando la cabeza—. F-Fui capaz de no interferir ni una sola vez... con muchos trabajos.
—¿Por qué?
—Porque me había ido, porque creí que era lo que ella quería de mi. Por... el deber que tenía con ella. Creí que hacía lo que ella quería.
—Ella ni siquiera existe ya —ojos en blanco.
—O... esto es lo que quiere.
—No hay voluntad... en serio. Tengo que hablarte de Nietszche.
—Nietzsche?
—Es un amigo que tuve.
—¿Y qué decía?
—Que Dios ha muerto.
—Convincentemente.
—Es un humano, si alguien puede de verdad matarla...
—¿Es un humano?
—Era.
—Me refiero a... ¿si alguien puede de verdad matarla, sería un humano?
—Ellos son los que tienen poder real en esto, sí.
—Ella es quien lo tiene.
—¿Entonces porque iba a dejar que la maten?
—Estás muy convencido.
—Mira, de verdad que esta no es la conversación que quiero tener contigo el minuto... cero en el que has decidido...
—D-De acuerdo. De acuerdo. ¿Qué conversación s-sí quieres tener conmigo? —le aprieta la mano.
—Ehm... —vacila.
—S-Supongo que s-sí quieres tener alguna.
—Sí... sí, claro.
Raguel traga saliva y tiembla un poco, echándosele levemente encima.
—M-Menos mal.
—En eso consiste... lo de la cerveza.
—Desde luego, desde luego... hay muchas cosas de las que hablar —asegura temiendo que, obviamente quiera explicaciones... y las que él dé no sean lo bastante... y no le alcance. O quizás solo simplemente quería hablar con él. Traga saliva y es ahora él el que gira la cara y tiene que llevarse la mano a los ojos y limpiárselos, intentando hacerlo discretamente para que no se le note.
—O... tal vez no, si lo dices así.
—No, no, sí que las hay —se le corta un poco la voz y se limpia con la mano.
—¿Sí?
Raguel asiente sin poder hablar, chasqueando sutilmente los dedos para limpiarse... aunque no es muy útil, dado que le vueeeeelven a salir las lágrimas. Aamón le mira, parpadeando y el ángel gira la cara y se sorbe los locos chasqueando los dedos otra vez.
—¿Qué pasa?
—N-Nada —responde con voz cortada, limpiándose la cara otra vez.
El demonio se humedece los labios mirándole y se vuelve hacia adelante. Raguel se le recarga un poco encima y le aprieta otra vez la mano.
—M-Me... e-era más fácil...
—¿El qué?
—Pensar que quizás no querías hablar conmigo... pero mira que si quieres —solloza.
—¿Creías que yo no... quería hablarte?
—Creí que no querrías.
—¿Por?
—¿Por qué querrías... después de todo esto?
—¿Porque... nunca dejé de hacerlo?
Llora con eso, poniéndose las manos sobre los ojos. Aamón traga saliva, parándose y abrazándole.
Se le medio echa encima dejando que le abrace, y abrazándole también, de hecho.
—Ay, Aamón... ¿qué hice?
—N-No lo sé...
—Algo terrible.
—F-Fue bastante... sí fue un poco terrible.
—Fue MUY terrible.
Suspira y le aprieta contra sí.
—Lo siento —un poco de drama angelical, apretándole contra si.
—Puedo...
—¿Q-Qué?
—D-Da igual —traga saliva y se sonroja.
—No, dime... o hazlo —pide entre sollocitos.
No le mira y se da la vuelta para seguir tirando de él, humedeciéndose los labios. Raguel se limpia un poco los ojos y le sigue, apretándole la mano otra vez.
La verdad, tira un poco fuerte de la mano de él para andar más rápido, apretando los ojos porque estaba pensando en darle un beso pero ahora esto es raro y seguramente no debería y no sabe que decirle y lo único que hacen es llorar.
Anda tras él, tropezándose un poco con la arena y calmándose un poco después de un par de minutos.
Le mira de reojo, nervioso.
Raguel está concentrado en caminar en la arena y no caerse, apretándole la mano como si la vida le fuera en ello.
Aamón se detiene de repente haciendo que el otro se le suba casi a la espalda.
Se da la vuelta y le mira. El ángel levanta la cara y le mira a los ojos, y es que solo de verle se le suaviza la mirada.
—¿Puedo...? —empieza otra vez y se humedece los labios.
—Sí, puedes —responde con completa seguridad sin siquiera saber a qué se refiere.