fearless || jj maybank

By flickerofhxran

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Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que p... More

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dear reader
temporada 2
one shots

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By flickerofhxran

CAPÍTULO 18
this has nothing to do with you,
so leave me the fuck alone

         EN CUANTO EL SONIDO DEL DESPERTADOR rompió el silencio que había en su habitación, Lee se despertó de golpe. Tuvo que pestañear varias veces para acostumbrar sus ojos a la luz del día y, mientras apagaba la alarma, bostezó, sintiendo el cansancio en todo su cuerpo.

Tras haber vuelto a casa, todavía eufóricos, los seis amigos decidieron hacer una pequeña hoguera en el jardín del Château y beber cerveza, para celebrar que lo habían conseguido. Sarah tenía que volver a su casa así que, ya que John B y Lee ahora vivían allí y debían adaptarse a las normas del señor Cameron o, al menos, intentarlo, decidieron levantarse pronto para volver cuanto antes. Además, Lee tenía que trabajar.

La pecosa, maldiciendo en voz baja por lo rápido que se le habían pasado las horas de sueño, se giró sobre sí misma, para encontrarse a JJ dormido, como si no hubiera estado sonando una alarma durante más de un minuto. Estaba boca abajo, con un brazo colgando de la cama y el otro doblado, de modo que su mano quedaba debajo de su cara. Tenía la boca ligeramente abierta y le caía un hilillo de baba que estaba dejando una mancha en la almohada. Su pelo estaba hecho un desastre, algunos mechones cayendo por su frente y otros levantados hacia arriba.

Con cuidado para no despertarlo, Lee se movió hasta él, puso su mano en el brazo del rubio y colocó la pierna por encima de suyas, para inclinarse y darle un beso en la frente. Pasó su mano por el pelo de JJ varias veces, peinándolo con sus dedos y dejando varias caricias. Se quedó mirándolo y sonrió, mordiéndose el labio. Se le escapó un suspiro, tan ruidoso, que no pudo contener una carcajada.

—¿Estoy guapo? —preguntó él, sin abrir los ojos. Sonrió de lado, dejando que Lee paseara sus dedos desde su pelo hasta su espalda, totalmente desnuda.

—Sí —respondió ella, apoyando la barbilla en su brazo —, el hilo de baba te queda súper bien.

Abrió un ojo y miró a Lee con la ceja alzada, ante lo que ella soltó una carcajada suave y movió la cabeza para darle un beso justo donde tenía la barbilla apoyada. JJ no pudo evitar sonreír, tapándose la cara con su mano.

—¿Qué te pasa? —Lee ladeó la cabeza, sonriendo con algo de burla al ver el tono rosáceo que habían tomado las mejillas de JJ. 

—Déjame en paz —protestó. Movió su mano hasta la cara de Lee y la empujó con suavidad —. No me mires, me intimidas.

—¿Te intimido? —Lee puso su mano sobre la de JJ, intentando apartarla de su cara. Él apretó el agarre, estrujando las dos mejillas de la pecosa y se inclinó sobre ella. Asintió con la cabeza y le dio un beso.

—Sí, Ashley. Me intimidas —susurró separándose un poco de ella. 

Se miraron a los ojos y, sintiendo los mismos nervios de siempre, ninguno de los dos se molestó en disimular la sonrisilla. Lee puso su mano en la nuca de JJ y lo volvió a acercar a ella, juntando sus labios, una vez más.

—¿De verdad tienes que irte? —protestó JJ, en medio del beso. Ella asintió con la cabeza —. Ahora tenemos el oro, no va a hacer falta que sigas trabajando.

—De momento —Lee se separó de él y apoyó el codo en el colchón para poder descansar la cara en su mano —, el que tenemos ya, va a ser para pagar la indemnización.

—Pero... —JJ frunció ligeramente el ceño y ella negó con la cabeza.

—Ya lo hablamos todos anoche —dijo ella, acariciándole la mejilla con la otra mano.

—No hace falta que hagáis eso —se quejó JJ.

—Sí hace falta —discutió Lee, cogiendo aire.

Él se mordió el labio y tragó saliva, asintiendo con la cabeza. No dijo nada, por lo que Lee sonrió sin mostrar los dientes.

—Y antes de que lo pienses, a ninguno nos molesta hacerlo.

JJ sonrió tímidamente y apoyó la frente en la cara de Lee, dejando salir un suspiro. Ella lo miró con ternura y pasó, otra vez, su mano por su pelo.

—¿Segura? —preguntó él, con suavidad y alzando un poco las cejas. Lee sonrió de lado y asintió —. Lee...

—Deja que te ayudemos los demás a ti también —pidió ella —. No tienes que hacerlo todo tú solo.

JJ abrió la boca para responder, pero unos golpes en la puerta, lo hicieron cerrarla inmediatamente. Ambos se giraron, tapándose con la sábana —, porque la hoguera no había sido la única celebración de la noche —, y miraron hacia la puerta.

—¡Lee, vamos!

—¡Voy! —respondió Lee. Escuchó los pasos de su hermano alejarse y resopló mientras se giraba para mirar a JJ —. Oye, ¿qué vas a hacer esta...

—A las doce estoy en la tienda —se adelantó él, a lo que ella respondió asintiendo con la cabeza y dándole un último beso.

°°°

Lee había pasado las dos últimas horas y media de su vida, atendiendo a clientes sin tener tiempo ni para poder ir a beber agua. Estaba completamente agotada y le dolía bastante la cabeza. Estaba más espabilada que por la mañana gracias a que se había podido dar una ducha con agua ardiendo en casa de los Cameron, pero aún así, le pesaba el cuerpo.

Apoyada en el mostrador mientras esperaba a que el siguiente cliente se acercara, Lee sonrió al reconocer a Nate y a su madre. El castaño sonrió de vuelta y la saludó con la mano.

—Buenos días —saludó la pelinegra.

—Buenos días, Ashley —dijo la señora Wilson, sonriendo también, mientras colocaba las cosas que iba a comprar sobre el mostrador.

Nate ayudó a su madre, pero no dijo nada. Al menos, no hasta que su madre terminó de guardar las cosas en una bolsa.

—Ahora salgo, mamá —dijo el castaño. Su madre asintió con la cabeza y, tras despedirse de la pecosa, se giró sobre sí misma y comenzó a caminar hacia la salida.

Cuando la señora Wilson salió de la tienda, Lee miró a Nate, que sonrió de lado. Ella arqueó una ceja y miró a su alrededor, comprobando que podía permitirse perder cinco minutos.

—¿Cómo está tu hermano? —preguntó el castaño, apoyándose en el mostrador —. Sé que Topper...

—Está bien —respondió ella, sonriendo de lado. Nate asintió con la cabeza y miró a su madre de reojo, que estaba apoyada en el coche, esperándolo.

—Bueno, me voy —dijo, mirando otra vez a Lee y señalando a su madre —. Por cierto, dile a Pope que esta tarde no voy a poder ir. He ido a la tienda de su padre para decírselo, pero no estaba.

Sin añadir nada más, el castaño sonrió una vez más y se alejó de Lee. Ella alzó las cejas y lo siguió con la mirada, totalmente sorprendida ante lo último que le había dicho Nate.

Como si se le hubiera encendido una bombilla en la cabeza, se acordó de cuando, tras su escapada de los servicios sociales, Nate estaba en Heyward's, con Pope.

¿Habían quedado más de una vez?

Cuando Pope les dijo que fueran a por él después de cenar, ¿fue porque estaba con Nate?

A Lee, que se había tapado la boca con sus dos manos, se le escapó una carcajada ante la idea, todavía con la mirada puesta en la puerta por la que acababa de salir el castaño. No es que le hiciera gracia, pero estaba tan sorprendida que su cuerpo solo supo responder riéndose.

Definitivamente, tenía que hablar con Pope.

—Tierra llamando a Lee.

La mano de Sophie en su hombro, la hizo sacudir la cabeza y mirar a la rubia, que la estaba mirando con una ceja alzada.

—Perdón —dijo Lee, pestañeando repetidas veces —. Dime.

—Dice Carol que entres. —Sophie señaló la puerta de la trastienda con la barbilla y Lee asintió con la cabeza, algo absorta.

Tal y como la señora Henderson había pedido, Lee entró a la trastienda, donde la encontró sentada en una silla, con los codos apoyados en la mesa y rodeada de papeles. Tenía las gafas ligeramente caídas sobre su nariz y el ceño algo arrugado, como siempre que estaba concentrada en algo.

Lee arrastró una de las sillas hacia atrás para poder sentarse junto a Carol, que en cuanto se percató de su presencia, se quitó las gafas y le sonrió. Sin embargo, la pecosa estaba demasiado concentrada en observar todo el papeleo con una mueca de preocupación.

—No te preocupes, es el papeleo de la tienda —explicó Carol, poniendo una mano en el brazo de Lee. Ella asintió y la miró.

—Me ha dicho Sophie que... —Carol asintió con la cabeza, por lo que Lee dejó de hablar.

—¿Cómo estás? —pregunto la señora Henderson, alzando una ceja.

—Un poco cansada, pero bien. —Lee sonrió y asintió con la cabeza, reafirmando su respuesta.

—Puedes volver ya a casa, si quieres —respondió Carol. Lee negó con la cabeza.

—Da igual —dijo, encogiéndose de hombros —. De todos modos, tengo que esperar a JJ.

Por cómo la miró Carol, Lee no pudo evitar apartar la mirada y morderse la mejilla por dentro, sintiendo algo de calor subir hasta su cara. La señora Henderson se limitó a cruzarse de brazos y a mirar a Lee, divertida.

—¿Algo que contar?

—No —mintió Lee —. Nada que contar.

¿Quería contarle a Carol lo de JJ? Sí. Claro que quería. Además, sabía que Carol no iba a poner pegas de ningún tipo, porque era la primera que le llevaba preguntando por él un montón de tiempo. Pero, por algún motivo, no se vio capaz de decírselo.

—Está bien —dijo la señora Henderson, poniéndose las gafas otra vez —. Voy a tener que ir a la ciudad un par de días, ¿estaréis bien aquí u os queréis venir?

—Estaremos bien —respondió, Lee —, o eso espero.

La pecosa sonrió, quitándole seriedad a sus últimas palabras. Aunque, iba totalmente en serio. Carol asintió con la cabeza, pero no muy convencida, ya que Lee solía querer ir con ella todos los veranos a la ciudad.

—¿Segura de que estás bien? —insistió. Lee volvió a asentir y se levantó de la silla, para después colocarla bien, debajo de la mesa. Carol suspiró y añadió —: está bien. Avísame cuando te vayas.

Sin añadir nada más, la pecosa volvió a la tienda. Al ver a JJ apoyado en el mostrador, jugando con el mechero mientras hablaba con Sophie, sonrió y se acercó a ellos.

—Por fin —dijo él, mirándola con una sonrisa.

—Pero si llevas aquí dos minutos. —Sophie rodó los ojos y le dio una palmadita en el brazo a su primo.

—Muchos son —respondió él, con obviedad. Se encogió de hombros y volvió a mirar a Lee, que había rodeado el mostrador para ponerse a su lado —. Está Pope fuera, esperándonos.

—¿Pope está fuera? —Lee alzó las cejas y sonrió. JJ asintió con la cabeza —. Voy a decirle a Carol que me voy, un segundo —dijo.

En cuanto Lee volvió de la trastienda, cogió la mano de JJ y, tras despedirse ambos de Sophie, tiró del rubio hasta estar fuera. Él la miró con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Qué te pasa?

—¿Has hablado con Pope de algo interesante últimamente?

—Si quieres saber si le he hablado de ti —empezó a decir JJ, pasando su brazo por los hombros de Lee —, sí.

—Eso es adorable, pero ya lo sabía —dijo ella, tocándole la punta de la nariz con el dedo índice. JJ hizo una mueca —. Y no, no me refería a mí.

—Pues entonces no —respondió JJ, cogiendo el dedo de Lee para apartarlo de su nariz —. ¿Tú sí?

—Tal vez.

—¿Qué me he perdido?

Lee sonrió cuando vio la caravana a escasos metros de ellos. Se encogió de hombros, mirando a JJ y echó a correr hacia el vehículo, donde encontró a su amigo sentado en la parte trasera, dibujando sobre un papel. JJ se quedó mirando cómo Lee corría, con una ceja alzada y una sonrisa ladeada.

—Hola, Popey —saludó Lee, sentándose a su lado y sonriendo demasiado. Pope levantó la mirada del papel y, con los ojos entrecerrados, miró mal a la pecosa —. Me ha pasado algo raro esta mañana.

—A ver, Lee —murmuró Pope, apartando el papel y dejándolo sobre los asientos traseros. Apoyó la cabeza sobre la pared y volvió a mirar a su amiga —, cuéntame qué te ha pasado.

JJ se subió y cerró la puerta, captando por un segundo la atención de Lee y Pope. La pecosa, en seguida, sacudió la cabeza y miró al moreno. Ignorando el tono de molestia, por haber interrumpido su tarea, Lee volvió a sonreír.

Alguien me ha dicho que hoy no iba a poder ir —susurró. Pope abrió los ojos de golpe y se atragantó con su propia saliva. Lee soltó una carcajada, que hizo que JJ los mirase a través del retrovisor.

—Si estáis tramando mi asesinato, me gustaría, por lo menos, saber cómo voy a morir.

—Ojalá fuera eso —protestó Pope. Volvió a mirar mal a Lee y añadió —: La última vez que te cuento algo.

Lee le revolvió el pelo y, como pudo, se movió hasta el asiento del copiloto. JJ la miró de reojo y ella señaló a su amigo con la cabeza, encogiéndose de hombros.

—Pope, me parece bastante indignante que se lo cuentes a ella y a mí no.

—No sabía que conocías la palabra indignante. —JJ le sacó el dedo a Pope y él rodó los ojos.

—No empecéis —avisó Lee, mirando a los dos chicos. Ellos resoplaron, pero se callaron —. ¿A dónde estamos yendo?

—Kie, Sarah y tu hermano nos están esperando en tu casa —respondió el moreno, a lo que Lee respondió asintiendo con la cabeza.

—Oye, no. No cambiéis de tema —protestó JJ.

Lee y Pope se miraron entre ellos y la pecosa se encogió de hombros, por lo que Pope cogió aire y miró a JJ, que, aunque estaba mirando hacia la carretera, tenía la atención puesta en ellos.

—Adelante —dijo Pope, mirando, otra vez, a Lee.

—A Pope le gusta alguien —soltó. JJ alzó las cejas y miró a su amigo a través del retrovisor, aguantándose la risa —, pero no quiere decir quién.

Así que, el pequeño Pope se ha enamorado —dijo JJ, con tono burlón. Lee le dio un manotazo.

—¿Te vas a reír de mí? —Pope los señaló a ellos y JJ se encogió de hombros.

—Depende —respondió el rubio, todavía con tono burlón.

—Callaos —pidió Pope, señalando la ventana.

Tanto JJ como Lee asintieron al percatarse de que estaban llegando al Château. John B, Sarah y Kie estaban sentados en el porche, sumidos en lo que parecía una animada conversación.

JJ aparcó y, tras darle un beso rápido a Lee en la mejilla, abrió la puerta y bajó de un salto. Lee hizo lo mismo, seguida por Pope. Los tres recién llegados se acercaron a sus amigos.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Lee, sentándose en el sofá, al lado de Kie, de modo que la de pelo rizado quedó entre Sarah y ella. Kie pasó un brazo por los hombros de la pecosa.

—Kie va a fundir el oro —respondió John B, señalando a su amiga.

—Luego, iremos a empeñarlo —continuó Kiara.

—Y, si todo va bien, por la noche volveremos a por el resto —finalizó Sarah.

Lee asintió, mirándolos uno a uno conforme hablaban. Luego miró a JJ y, al verlo jugueteando con Pope con lo que, ella supuso que, Kie iba a usar para fundir el oro, frunció el ceño. Su mueca se exageró un poco más, cuando su hermano se unió a ellos.

—Sin comentarios —susurró Lee, haciendo reír a Kie y a Sarah.

Cómo si hubieran pensado lo mismo, las tres chicas se levantaron al mismo tiempo y se dirigieron hasta la caravana, donde de acomodaron en la parte de atrás. Sarah se sentó con la espalda apoyada en los asientos traseros, mientras que Kie y Lee se colocaron con las piernas colgando hacia fuera. La rubia cogió los papeles que Pope había dejado en los asientos de detrás y se los acercó a Lee y a Kie, para que también pudieran verlos.

—Entonces, el oro está a... —Kie frunció el ceño y se acercó al papel, intentando descifrar lo que ponía. Lee la imitó.

—¿Quince metros? —preguntó, ladeando la cabeza. Sarah soltó una carcajada al ver sus caras de confusión.

—¿Quién lo ha dibujado?

—¿Tú qué crees?

Las tres chicas giraron las cabezas para mirar a Pope, que estaba apoyado en la barandilla del porche, junto a John B. Al verlas mirándolo, las saludó con la mano, haciendo una mueca.

—Kie, espero que esto funcione.

La voz de JJ las hizo apartar la mirada de Pope para ponerla en él, que se apoyó en el vehículo, quedando al lado de la pecosa.

—Funcionará.

—Más te vale, porque no podemos empeñar oro con el símbolo de una espiga —se quejó, dejando caer el oro al suelo. Colocó el soplete en el suelo de la caravana, detrás de Lee y Kie, e hizo una mueca.

La de pelo rizado rodó los ojos y se incorporó hacia delante para coger el oro. Lee la cogió del brazo, asegurándose de que no perdiera el equilibrio y se cayese de boca, pero con la mirada puesta en JJ. 

Su novio.

—Ya estás haciéndolo otra vez —se medió burló el rubio, poniendo su mano en la nuca de Lee. Ella le sacó el dedo y él soltó una carcajada, que hizo que Kie y Sarah los mirasen.

Lee y JJ no se habían dado cuenta de que las dos chicas se habían alejado de ellos y que, ahora, estaban fundiendo el oro. Se miraron el uno al otro y, tras asentir con la cabeza, ambos se acercaron a ellas. Se quedaron detrás de Kie, con cuidado de no quemarse, observando, atentamente, cómo, poco a poco, el lingote de oro fue perdiendo su forma, hasta quedar en un círculo bastante feo. Eso sí, sin rastro de la espiga. 

John B y Pope no tardaron en unirse al resto.

—Tiene una forma graciosa —susurró Lee, de forma que solo JJ la escuchó. Él asintió, dándole la razón. 

—¿Cómo pretendéis que alguien quiera comprar... —JJ señaló el oro —eso?

—Ahí entras tú. —John B le dio una palmadita en la espalda.

—¿Yo? —preguntó el rubio, señalándose a sí mismo —. ¿Qué tengo que hacer? ¿Usar mis encantos?

—Sí, JJ. Justo eso —murmuró Pope, rodando los ojos. Miró a los demás y preguntó —: ¿vamos?

Todos asintieron con la cabeza, salvo Lee, que parecía tan perdida como JJ en esa parte del plan. Mientras el resto subía al vehículo, Lee y JJ se miraron el uno al otro, de nuevo, y se encogieron de hombros. 

—No sé qué encantos piensas usar —dijo ella, girándose sobre sí misma para dirigirse a la caravana —, si no tienes.

—Pues para no tener —susurró él, alcanzándola y pasando su brazo por su cintura —, contigo han funcionado muy bien. 

Lee lo miró de reojo y se mordió la mejilla por dentro, aguantando las ganas de sonreír. Negó con la cabeza y le dio un beso en la mejilla.

—Yo de ti, no estaría tan seguro —bromeó. Él se encogió de hombros y sonrió de lado, tendiéndole la mano para ayudar a subir. Ella, aunque rodó los ojos, aceptó la oferta y cogió la mano de JJ, tirando de él cuando ya estuvo arriba para que se sentara a su lado. 

—Sí. Sí que lo estoy —añadió él, acomodándose en los asientos traseros junto a Lee. Ella sonrió, le dio un pequeño empujón y, con la barbilla, señaló a los demás. 

Estaban hablando sobre qué sería lo primero que harían cuando tuvieran todo el dinero. Los recién llegados no tardaron en unirse a la conversación, fantaseando con sus amigos sobre el primer lugar al que irían de viaje los seis juntos. Las ideas iban desde Noruega, hasta Sudáfrica, dando lugar a una discusión de lo más animada y divertida. 

En cuanto divisaron el cartel de "Compro oro", todos se callaron de golpe y miraron por la ventana. John B redujo la velocidad de la caravana hasta que hubo aparcado, permitiendo, así, que sus amigos pudieran bajar. 

Una vez todos habían salido del vehículo y estaban en el suelo, Kie se acercó a JJ para darle el oro envuelto en un pañuelo. Él lo desenvolvió y, al volver a verlo, frunció el ceño.

—Te has lucido, doctora Franskenstein —murmuró con sarcasmo, observando el oro. 

—Como si tú hubieras podido hacerlo mejor —contraatacó Kie, alzando las cejas y mirando mal a JJ.

—Pues la verdad es que sí —respondió él —. Di varias clases de soldadura.

—No se lo cree ni él —susurró Lee, haciendo reír a Pope. JJ y Kie los miraron mal, pero en seguida volvieron a su discusión.

—¿Ah, sí? —Kie se cruzó de brazos —. ¿Dónde? 

—Venga, calmaos —intervino John B. Se puso entre ellos dos y los miró, primero a Kie y, luego, a JJ. El rubio resopló.

—Claro, porque tú no tienes que entrar ahí y empeñar este... —JJ hizo una pausa, intentando buscar la palabra adecuada para describir lo que tenía entre las manos.

—Truño —dijo Pope, echándole un cable. JJ lo señaló.

—Exacto. Esto es un truño —continuó hablando el rubio —. Además, ¿por qué tengo que hacerlo yo?

—Eres el que mejor miente —contestó Pope, encogiéndose de hombros. Le dio una palmadita en la espalda como muestra de apoyo y continuó caminando, junto a Kie y Sarah, hacia la tienda.

—Esto es muy injusto —se quejó en voz baja. Lee se acercó a él y puso su mano en el brazo del rubio.

—Mi hermana puede acompañarte —ofreció el pecoso, señalándola —. No sería la primera vez que os las apañáis para engañar a alguien.

—Eso es aún más injusto —protestó Lee.

—Bueno, así me gusta más —cedió él, rodeando los hombros de Lee con su brazo —. Pero el viaje lo elegimos nosotros dos.

—Trato hecho. —John B asintió con la cabeza.

—Oye, pero que yo no sé mentir.

—Haz lo de siempre —dijo su hermano —, pon cara de niña buena y deja que JJ haga su magia.

Aun nada convencidos ninguno de los dos, Lee y JJ siguieron a John B hasta la entrada de la tienda. El pecoso se unió a sus amigos, que se habían dispersado, mirando objetos que habían en las estanterías, mientras que su hermana y su mejor amigo, se acercaron al mostrador. 

—Buenos días —dijeron a la vez, llamando la atención de la señora que estaba al otro lado de la caja. 

Los miró, de arriba a abajo, con una ceja alzada y de forma que Lee se sintió bastante incómoda, por lo que, inconscientemente, agarró la mano de JJ con una de sus manos y apoyó la otra en su brazo. 

—¿Compra oro? —preguntó JJ, rompiendo el hielo. El movimiento de Lee no había pasado desapercibido para él, así que decidió romper el hielo cuanto antes, para acabar lo antes posible. 

—Eso dice el cartel, ¿no?

—Espero que compren mucho, porque la voy a dejar sin habla —dijo JJ, chasqueando la lengua. 

—Veamos, porque pocas cosas me dejan sin habla —comentó la señora, algo cansada de la corta conversación. 

—¿Qué me dice de esto? 

JJ colocó el truño de oro sobre el mostrador, ante lo que la señora rodó los ojos y los miró a los dos.

—No es de verdad.

—Sí lo es —intervino Lee, asintiendo con la cabeza. Habló con suavidad, pero su tono contundente la sorprendió. JJ la miró de reojo y curvó la comisuras de sus labios hacia arriba de forma tan sutil, que solo Lee se percató de ello.

—Es imposible —dijo, totalmente obvia y dejando escapar una carcajada. 

—Péselo —propuso JJ. Señaló el oro con el dedo índice y, bajo la mirada inquisitoria de la señora, el rubio asintió con la cabeza.

Suspirando, obedeció a JJ y se dio la vuelta para colocar lo que los dos adolescentes habían dejado en el mostrador en un peso. La cifra obtenida la hizo fruncir el ceño y mirarlos de reojo, endureciendo el semblante. 

—Ilumínelo, si quiere —continuó el rubio. 

De nuevo, la señora obedeció, sorprendiéndose con el resultado. Aun así, negó con la cabeza. 

—Tungsteno pintado con spray —sentenció. 

—¿De verdad? —volvió a hablar Lee —. A mi no me lo parece.

JJ asintió con la cabeza, dándole la razón a Lee, y señaló el oro, de nuevo. 

—¿No se ha fijado en lo suave que es?

Con la mirada clavada en los dos adolescentes, la señora cogió un pequeño pico y lo levantó un poco para enseñárselo. 

—¿Os importa si...

—Claro que no —dijo la pecosa, negando con la cabeza —. Por favor.

Y, otra vez, para sorpresa de la señora de la tienda, el trozo de oro no se picó ni un poco. Hizo una mueca, negando con la cabeza, como si no quisiera creerse lo que tenía en sus narices: dos adolescentes con tres kilos de oro. 

—¿Ve? —preguntó JJ, divertido.

—Todavía falta la prueba del ácido —murmuró. El rubio sonrió.

—Por supuesto, es mi favorita. 

Ante las palabras de JJ, cuando la señora dejó de prestarles atención para centrarse en dejar caer varias gotas de ácido sobre el otro, Lee alzó las cejas y él se encogió de hombros, dándole un suave apretón en la mano.

—Parece real: no está chapado ni pintado.

—Ya le hemos dicho que es real —dijo Lee, con su mejor sonrisa. Ladeó la cabeza y, aunque volvió a sentir una sensación extraña ante su mirada, tragó saliva e hizo como si nada. 

—Parece que alguien ha intentado fundirlo —comentó. 

 —Mi madre —soltó JJ de golpe, haciendo que las dos la mirasen. Fueron miradas totalmente diferentes; la señora lo miró esperando a que le dijera que estaba de broma, mientras que Lee lo miró sorprendida por la mención de su madre. 

JJ nunca hablaba de ella

—¿Tu madre? —preguntó la señora, haciendo una mueca.

—Sí. Mi madre tenía... Tenía muchas joyas en casa y un día decidió que no quería verlas más —susurró él, bajando la mirada. Lee tragó saliva, todavía mirándolo.

—Tres kilos de oro, son muchos pendientes —dijo. Con el tono de voz que utilizó, dejó claro que no se lo había creído, así que JJ cogió aire y volvió a mirarla, con los ojos algo llorosos.

—Si le digo la verdad... Fue horrible verla deteriorarse por el Alzheimer —añadió. Lee lo miró con el ceño fruncido, pero al percatarse de que tenía los ojos llorosos y de que le temblaba el labio, suavizó la expresión —. Cuando terminó de fundirlo todo, se arrepintió y me lo dio para que cuando llegara el momento, le diera un buen uso  —concluyó, mirando a Lee de reojo. Por su mejilla, resbaló una lágrima, que limpió en cuestión de segundos.

La señora se quedó mirando a JJ durante lo que pareció una eternidad, hasta que, finalmente, suspiró. Lee sintió una sensación de alivio al ver cómo la expresión de la señora cambió ligeramente. 

—Está bien. Dadme un segundo —pidió, señalando la trastienda con la cabeza.

—Tómese su tiempo —susurró Lee, sonriendo sin mostrar los dientes. La observó mientras se alejaba y, cuando la perdió de vista, giró la cabeza para mirar a JJ —. Eso ha sido... Intenso

—Supongo que la fama que tengo, es por algo —dijo JJ, intentando sonreír de lado. Lee suspiró y, al ver su amago de sonrisa, se colocó delante de él y se puso de puntillas para poner cada mano en una mejilla de JJ y darle un beso.

—Vamos a ser millonarios gracias a ti —susurró, separándose un poco de él y apuntándolo con su dedo índice. Se miraron a los ojos y, esta vez, JJ sonrió de verdad.

El sonido de la cortina de la trastienda, captó la atención de ambos adolescentes. Lee se colocó en su sitio de antes y miró a la señora. 

—He hablado con mi jefe y esto es lo que puedo daros. 

Apoyándose en el mostrador, escribió la cifra en un papel y se lo acercó a JJ, que lo cogió para leerlo. Lee tuvo que apoyarse en su hombro para poder leer lo que ponía. 

—¿Cincuenta mil? —preguntaron los dos a la vez, devolviendo la mirada a la señora. Ella se encogió de hombros.

—¿Cree que no sabemos que esto vale, mínimo, ciento cincuenta mil? —insistió el rubio. Lee asintió con la cabeza, dándole la razón. 

—Estás en una casa de empeños, no en Zúrich —murmuró —. ¿Acaso os parezco suiza?

—Noventa o nos vamos —dijo JJ, ignorando el intento de vacile de la señora. 

—Setenta —negoció ella —, y no pregunto de dónde lo habéis sacado.

JJ abrió la boca para hablar y, aprovechando que la señora tenía toda la atención puesta en él, Lee miró a su hermano, disimuladamente. John B asintió con la cabeza y levantó el pulgar, ante lo que ella cogió aire y le dio un pequeño tirón a JJ en el brazo para que no dijera nada. 

—Hecho —soltó. JJ la miró de reojo y, al ver cómo dio un paso hacia delante, dejó que hablara ella —. Dénoslo en billetes grandes, por favor.

—Hay una pequeña pega —añadió, haciendo una mueca. Lee frunció el ceño y la miró fijamente, esperando que les dijera qué pega había —. No tengo tanto dinero aquí. Os lo tendría que dar en un cheque.

—¿Cheque? 

—Eso no es lo que pone en el cartel —murmuró el rubio —. Lo queremos en mano.

—Entonces, tendréis que ir al almacén. El dinero está ahí —explicó —. ¿Os parece bien?

Lee tragó saliva, sintiendo la misma sensación que había sentido la primera vez que había hecho contacto visual con ella, pero no dijo nada. Miró a JJ de reojo, que hizo lo mismo, y se encogió de hombros.

—¿Dónde está el almacén?

°°°

Habían pasado quince minutos desde que habían salido de la tienda, con el oro y sin dinero. Ninguno se molestó en decir gran cosa, por lo que iban, prácticamente, en silencio.

Para variar, John B conducía y Kie iba a su lado, en el asiento del copiloto. JJ se sentó en el asiento que compartía respaldo con el del conductor, mientras que Pope estaba medio tumbado en el suelo. Sarah y Lee se habían sentado en los asientos traseros, las dos con la atención puesta en el paisaje a su alrededor.

—Nunca había escuchado hablar de Resurrection Drive —comentó la rubia.

—Eso es porque eres rica —dijo JJ. Lee y Pope lo fulminaron con la mirada.

—Tú tampoco habías escuchado hablar de este sitio —murmuró Kie, rodando los ojos.

—Gracias.

—Aquí solo hay malas hierbas —dijo Pope, haciendo una mueca —. Me parece raro que haya algún almacén por aquí.

—Que solo haya malas hierbas no significa que...

—A mi la señora de la tienda no me inspiraba confianza —admitió Lee, interrumpiendo a JJ. Todos la miraron y ella se encogió de hombros —. No sé, me daba mal rollo —añadió, un poco a la defensiva.

Las sirenas de un coche de policía, captaron la atención de todos los presentes, haciéndolos girar las cabezas para comprobar que lo que estaban escuchando era cierto.

¿La policía? —Kie frunció el ceño —. ¿Aquí? 

—No me lo puedo creer —murmuró JJ, envolviendo el trozo de oro en el pañuelo.

—Pero, ¿qué hemos hecho? —preguntó Sarah. Lee se encogió de hombros.

—No lo sé —respondió —, pero será mejor que guardes eso —continuó, mirando a JJ. El asintió, algo nervioso.

—Bueno, vamos a tranquilizarnos —pidió Pope.

—¿Has traído la pistola? —preguntó John B, mirando a su mejor amigo.

—No —respondió por lo bajo. El resto suspirar on aliviados.

—Todo lo demás, a la mochila —indicó Kie. Lee abrió la mochila de JJ y, bajando de los asientos para sentarse en el suelo y quedar más cerca de todos, comenzó a echar las cosas ilegales que llevaban encima. Básicamente, el oro y toda la marihuana que JJ llevaba encima, que no era poca.

El rubio iba lo más rápido que podía, pero aún así, todas las miradas de sus amigos puestas en él, lo hacían ponerse nervioso y, por tanto, entorpecer sus movimientos.

—Venga, rápido —casi suplicó Sarah.

—Joder, J —murmuró algo molesta —, ¿cuánta mierda de esta llevas?

—¿Es que no tienen nada mejor que hacer? —se quejó él, ignorando el comentario de Lee.

Todos estaban tan concentrados en que JJ se quitase toda la maría de encima, que no se dieron cuenta de que alguien se había acercado a ellos y los estaba apuntando con una escopeta. Fue el sonido que hizo el seguro siendo desactivado, lo que los hizo girar las cabezas.

Había un chico, que llevaba la mitad de la cara tapada con un pañuelo, apuntando con una escopeta la cabeza de John B.

Sus muecas cambiaron de confusión a pánico en cuestión de un segundo, dejándolos a todos totalmente helados en sus sitios. Como si alguien hubiera absorbido todo el aire que había en el interior de la caravana, sintieron que hasta respirar se les hacía difícil.

—Venga, quiero ver cómo levantáis las manos —dijo.

Ninguno fue capaz de moverse, lo cual, pareció molestar a aquella persona, porque, cuando volvió a hablar, lo hizo en un tono de voz bastante más alto.

—¡Que levanteis las manos, he dicho! —repitió.

Lee, temblando, miró a sus amigos, uno a uno y luego volvió a mirar al arma apuntando a su hermano, sintiendo su estómago estrujarse tanto que tuvo que cerrar los ojos con fuerza. Todos habían hecho lo que les había pedido, pero aunque ella quería obedecer, sus músculos parecían incapaces de reaccionar. Sarah, al percatarse de ello, se agachó a su lado y la ayudó a hacerlo, manteniendo la mirada clavada, también, en la escopeta.

—¡Tú! —gritó, dándole a John B un toquecito en la cabeza con el arma —. ¡Baja del coche! ¡Rápido!

Con cada palabra que decía, Lee se sobresaltaba. No podía apartar la mirada de su hermano, observando sus movimientos. Cuando John B puso un pie en el suelo, el chico señaló con la barbilla la puerta trasera, por lo que Lee supuso que los haría bajar. Al ver cómo apartó la escopeta de John B, se permitió mirar a los demás, que estaban tan asustados como ella.

—¡Ábreles! —ordenó. John B obedeció, tragando saliva mientras abría la puerta.

Clavó la mirada en su hermana, asegurándose de que los nervios no la estaban matando. Lee hizo un amago de sonrisa sin mostrar los dientes, tratando de decirle que estaba bien.

Kie fue la primera en bajar, por lo que, como acto reflejo, John B la apartó del chico. La siguiente en bajar fue Sarah, con quien el pecoso hizo exactamente lo mismo. Antes de acercarse a la puerta, Pope intercambió mirada con Lee y con JJ, que se miraron entre ellos antes de reaccionar.

Cuando Pope bajó, Lee asintió con la cabeza, todavía mirando al rubio y siguió los pasos de Pope, que se había quedado esperándolos justo al bajar. John B se había alejado un par de pasos, pero tenía la atención puesta en su hermana.

—Vamos —susurró Pope, ganándose una mala mirada por parte del agresor. Lee bajó y se colocó a su lado.

—Muy bien, muñeca —dijo. Lee tragó saliva y cerró los ojos con fuerza —. ¡Vamos, deprisa! —gritó, metiéndole prisa a JJ.

Él bajó casi de un salto y se puso entre Lee y Pope y el agresor. Lee abrió los ojos y, cuando vio la escopeta apuntando directa al pecho de JJ, tuvo que apoyarse en su amigo para evitar caerse al suelo. Le temblaban muchísimo las piernas, por lo que Pope puso una mano en su brazo y la otra en el hombro de JJ, tirando de él hacia atrás. Lee imitó al moreno, cogiendo la camiseta de JJ para tirar de él y alejarlo lo máximo posible del arma.

—Oye, no tenemos pasta —dijo JJ, alzando las manos a modo de rendición. Dando un paso hacia él, el agresor volvió a apoyar la escopeta en su pecho, ante lo que JJ se sobresaltó —. ¡Vale, joder!

—JJ —susurró Lee, casi suplicándole que se moviera.

—¡Que te calles! —gritó el chico, apuntando, ahora, a Lee. JJ la puso detrás de él, dándole un pequeño empujón.

John B se acercó a ellos y, cogiendo a su hermana de la mano, tiró de ella hasta alejarla varios pasos de aquel cabrón. Lee seguía con la mirada puesta en JJ, que había dejado de mirarla, para mirar al suelo. Pope seguía tirando de él hacia atrás, intentando alcanzar al resto.

Al sentir una mano en su hombro, Lee se sobresaltó, pero se relajó, —por llamarlo de alguna manera —, en cuanto se percató de que era Kie.

—¿Estás bien? —preguntó Sarah en un susurro. Lee negó con la cabeza y señaló a JJ. John B tragó saliva, mirando a su mejor amigo de reojo.

—A la cuneta —ordenó el agresor.

Ninguno de los seis opuso resistencia, por lo que, aunque John B intentó cogerla de la muñeca para que se quedara a su lado, Lee, tras suplicarle a su hermano con la mirada, se movió hasta quedar tumbada bocabajo al lado de JJ.

El agresor continuo gritando que debían mantenerse en suelo si no querían ver sus sesos salir volando, por lo que, todos se mantuvieron quietos, tapándose las cabezas con las manos en un intento de protegerse.

Lee tenía los ojos cerrados con fuerza, intentando, así, dejar de escuchar los gritos del chico. Fue completamente inútil, porque, incluso cuando se calló y se alejó de ellos para subir a la caravana y registrarla, el eco de sus gritos era lo único que podía escuchar en su cabeza.

Sintió unos toquecitos en la pierna, que la hicieron abrir los ojos y girar la cabeza, para encontrarse con la mirada de Pope. El moreno señaló a JJ e hizo una mueca.

Cogiendo aire para calmar los nervios que sentía en todo su cuerpo, Lee giró la cabeza hacia su otro lado para mirar a JJ. Se estaba tapando los oídos con las manos tenía los ojos cerrados con fuerza y la mandíbula apretada. Además, se había dado la vuelta a la gorra.

Lee tragó saliva y parpadeó varias veces, dejando caer varias lágrimas, que ni siquiera se había dado cuenta de que se habían acumulado en sus ojos.

—J —susurró Lee. Él abrió los ojos y la miró de reojo.

Lee, al ver el color oscuro que tenían los ojos de JJ, sintió el nudo de su estómago crecer un poco más y, de forma casi instintiva, se movió para quedar un poco más cerca de él y tocarle el brazo.

—Estamos bien —susurró, de nuevo. Esta vez, JJ apartó la mirada y negó con la cabeza.

—Todo ha sido una trampa —comentó Kie, llamando la atención de todos. La de pelo rizado tenía la mirada puesta en la caravana.

—La señora —susurró Lee para sí misma, también mirando hacia la caravana y comenzando a entender qué estaba pasando.

—Esa maldita vieja nos ha timado —murmuró JJ, dando varios puñetazos al suelo. Lee lo miró y, cogiendo aire, cogió una de sus manos para que parase. Él asintió levemente y llevó sus manos a su cabeza, sin soltar la de Lee  —. ¡Joder! 

Ella, al ver a JJ tan afectado, tragó saliva y apretó el agarre de sus manos para hacerle saber que ella seguía ahí. La miró de reojo y cogió aire mientras se mordía el labio con algo de fuerza. 

—¿¡Qué estás haciendo?!

La voz de Sarah hizo que ambos mirasen en su dirección. John B se había levantado y había echado a correr, lo cual, provocó que Lee, casi sin pensarlo, fuera a hacer lo mismo para ir y detener a su hermano. JJ, frunció el ceño y tiró de ella para mantenerla en el suelo, negando con la cabeza.

—Lee, espérate —pidió, mirando de reojo al agresor.

Ella apartó la mirada de su hermano para mirarlo y asentir con la cabeza muy lentamente. JJ soltó todo el aire que había contenido en sus pulmones y, por un segundo, relajó el semblante, mientras que ella volvía a poner su atención en John B. JJ no tardó en volver a mirar a su mejor amigo, tensándose, en seguida, de nuevo.

—¡John! —susurró-gritó Lee. Su hermano giró la cabeza y le hizo un gesto con la mano para indicarle que no se preocupara, a lo que ella respondió haciendo una mueca. Sintió sus ojos humedecerse todavía más y su estómago estrujarse de una forma para nada agradable.

Lo siguiente que captó la atención del grupo, que tenían todos la atención puesta en el pecoso, fueron los gritos del agresor, haciéndolos girar las cabezas tan rápido como pudieron, fingiendo que no acababan de ver todos a John B levantarse y, además, meterse al coche del atacante.

—Muy bien —comenzó a decir, paseando la mirada por ellos y con la escopeta apuntando en su dirección —. Ahí, quietecitos si no queréis que os vuele los putos sesos.

Lee cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que no se diera cuenta de que su hermano no estaba y que John B no hiciera ninguna estupidez. Podía sentir todo su cuerpo temblar y la mano de JJ apretar la suya con tanta fuerza que, en cualquier otro momento, se habría quejado por el daño que le estaba haciendo.

Fue el hecho de que JJ soltara su mano lo que hizo que Lee abriera los ojos. Cuando lo vio corriendo hacia el coche donde estaba John B forcejeando con el agresor, no dudó ni un segundo en levantarse de un salto y, aunque seguía temblando, acercarse a ellos tan rápido como le fue posible

Sus amigos la siguieron, todos mirando la escena con terror. En cuanto llegaron, se colocaron detrás de JJ. Lee puso una mano en su espalda, sintiendo lo tensos que estaban todos los músculos del cuerpo del rubio.

—¡Tengo la escopeta! —gritó John B, levantantando el arma para que todos la vieran. El resto sintió un poco de alivio.

El agresor, al verse totalmente indefenso, intentó salir de allí como si le fuera la vida en ello, pero en cuanto bajó del coche, JJ le dio un puñetazo tan fuerte que perdió el equilibrio y cayó, de forma que su espalda chocó contra el coche. Aprovechando la posición, Sarah abrió la puerta del coche para después cerrarla con fuerza, dándole un buen golpe en la cara, mientras Kie y Pope le propinaban varias patadas.

Lee se limitó a agarrar la camiseta de JJ con una mano y coger el brazo de su hermano con la otra, para tirar de él y colocarlo a su lado.

—Joder, John —susurró con la mirada clavada en John B, dejando caer varias lágrimas.

—Lo siento —dijo él, también en un susurro. Ella sacudió la cabeza y se pasó la mano, con la que había cogido a su hermano, por la cara para eliminar las lágrimas. Ambos miraron a JJ, que, aunque Lee lo tenía cogido, había dado un paso para delante.

—Hijo de puta —masculló Sarah cuando Pope y Kie pararon de darle patadas. Los hermanos Routledge se giraron para mirar al agresor.

Pope, tras haberse asegurado de que no podía moverse, se agachó para quitarle el oro que les había robado y, cuando lo tuvo entre sus manos, dio varios pasos hacia atrás.

—Tengo el oro —dijo. Todos los demás asintieron.

JJ también se agachó, pero con el objetivo de bajarle el pañuelo y ver quién era. En cuanto lo hizo y pudo ver su cara, todos pudieron notar como se tensaba todavía un poco más.

—Conozco a este cabrón —dijo —. Es un camello.

—Conocerá a mi hermano —dedujo Sarah.

—Le vende la coca a mi padre.

JJ habló con tanta rabia y dolor que Lee sintió algo removerse dentro de ella. Aún tenía su camiseta agarrada, pero él se había alejado un poco, por lo que, tras mirar a su hermano de reojo, ambos dieron varios pasos hacia el rubio.

John B puso una mano en el hombro de su mejor amigo, dispuesto a tirar de él hacia atrás, pero en lugar de eso, JJ reaccionó quitándole la escopeta de la mano para darle un golpe al camello.

Todos se sobresaltaron un poco, especialmente Lee, que soltó su camiseta y dio un paso hacia atrás, pero con la mirada clavada en él.

—J —susurró. Él, totalmente ajeno y consumido por la rabia, se agachó de nuevo y comenzó a registrarlo —. JJ —insistió Lee, acercándose de nuevo —, ya está.

El rubio se giró y le acercó el DNI del agresor para que ella lo viera, cosa que la hizo fruncir el ceño y mirar a su novio bastante confusa. Aunque no entendía qué quería que viera, Lee lo cogió y leyó lo que ponía. Al menos, lo que le dio tiempo antes de percatarse de que JJ se estaba alejando.

—Tenemos una última parada —anunció él, caminando hasta la camioneta tras haber empujado a su mejor amigo por el camino.

Mientras que Kie, Pope y Sarah corrieron detrás de él, Lee se quedó parada, delante del camello cuyo nombre ahora conocía. Barry.

—Eres un cabrón —murmuró, mirándolo con asco. John B seguía al lado de su hermana, mirándola con atención. Por su respiración agitada y cómo estaba temblando, sabía que tenía que alejarla de allí lo antes posible así que se deshizo de las llaves del coche de Barry, lanzándolas bastante lejos, y cogió la mano de su hermana para tirar de ella hasta la caravana.

—¡Os vais a arrepentir! ¡Sé quienes sois! —gritó.

Lee, sintiendo el enfado y la rabia crecer en su interior, haciendo que su sangre ardiera, se soltó del agarre de John B y retrocedió varios pasos hasta estar plantada delante de él, otra vez. Él soltó una carcajada y la miró de arriba a abajo de una forma que hizo que Lee sintiera ganas de vomitar. Apretó los puños y, cuando sintió los dedos de su hermano rodear su muñeca de nuevo, escupió a Barry.

—Ashley —dijo John B, arrastrándola para alejarla de Barry —, no. Mira cómo está JJ, no puedes ponerte así tú también —casi suplicó el pecoso, señalando la caravana con la cabeza. Lee tragó saliva y asintió con la cabeza, pero no dijo nada.

Sabía que su hermano tenía razón.

Los dos pecosos subieron al vehículo bajo la atenta mirada de todos, que habían contemplado la escena en absoluto silencio. Todos, excepto JJ, que tenía la mirada clavada en el frente, con las manos puestas en el volante y dándole toquecitos al volante a un ritmo bastante acelerado. Se estaba mordiendo la piel del labio con tanta fuerza que, si te fijabas bien, podías ver una pequeña mueca de molestia en su cara. Lee, por supuesto, se percató de ello.

Al estar ya acomodados, el rubio arrancó la caravana. Todos seguían callados, con temor a decir algo que empeorara las cosas. Kie, Pope y Sarah, cuando no estaban mirando a JJ o a los hermanos, se miraban entre ellos. John B y Lee tenían la mirada clavada en JJ, sin saber muy bien qué decir.

Lee estaba observando a JJ. Había conseguido tranquilizarse un poco, pero el enfado había sido sustituido por auténtico miedo. No era el mismo miedo que cuando Barry los estaba apuntando con una pistola, pero siendo totalmente sincera, le daba pánico ver a JJ tan sumamente cegado por la rabia y el miedo. Sabía que haber visto cómo el cabronazo que le vende la droga a su padre apuntarlos con una pistola, no era algo que JJ fuera a pasar por alto fácilmente.

También sabía que, si había alguna posibilidad de sacar a JJ, aunque fuera un poco, de su trance, tenían que ser ella o su hermano porque era a los únicos a los únicos a los que se podía permitir dejar entrar. A Lee más que a John B, así que, la pecosa hizo su mejor esfuerzo en obligarse a respirar y mantener la calma porque JJ la necesitaba.

—Bienvenidos al páramo del crack.

La voz de Sarah hizo que Lee, por primera vez en todo el trayecto, apartara la mirada de JJ para mirarla a ella y, luego, mirar por la ventana. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero sacudió la cabeza y tragó saliva en un intento de deshacerse de la sensación que le producía estar en aquel sitio.

—Este sitio me da mal rollo —susurró Pope. Kie asintió con la cabeza, dándole la razón y con la mirada puesta en su mejor amiga.

Lee la miró y, por como la estaba mirando Kie, no pudo evitar sentirse vulnerable. Sintió sus ojos aguarse, por lo que en seguida se pasó las manos por ellos y apartó la mirada. Kie tragó saliva y se movió hasta quedar a su lado para pasar su brazo por los hombros de la pecosa y acariciarle el brazo con sus dedos.

—Está bien —susurró, hablando cerca del oído de su mejor amiga. Lee asintió con la cabeza, cogiendo aire en un suspiro bastante largo.

—J, ¿qué estamos haciendo? —se atrevió a preguntar Lee con un hilo de voz, mirando a JJ.

—No te preocupes, solo será un segundo —respondió él, restándole importancia. La miró a través del retrovisor y, aunque cuando vio los ojos llorosos de la pecosa sintió una pequeña punzada en el estómago, le dedicó un amago de sonrisa ladeada para tranquilizarla. Lee cerró los ojos y asintió, aunque nada segura de lo que estaba haciendo el rubio.

JJ maniobró con el volante hasta haber aparcado la caravana. Cuando estuvo donde quería estar, abrió la puerta y bajó de un salto, dejando a sus amigos un tanto confusos. Lee miró por la ventana y, al una casa en un estado bastante deplorable, comprendió que habían ido a casa de Barry y que para eso había cogido JJ su DNI.

—¿A dónde vas? —preguntó esta vez John B, haciendo una mueca.

—¡Yo soy la justicia! —exclamó JJ, alejándose de ellos para acercarse a la casa.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Pope, algo atónito.

—Alguien debería... —empezó Kie.

Lee y John B intercambiaron una mirada y, como si lo hubieran tenido ensayado, asintieron con la cabeza y suspiraron. Ambos bajaron del vehículo y, tras mirar a sus amigos una última vez, siguieron los pasos de JJ.

—¿J? —preguntó Lee en cuanto cruzó el umbral de la puerta y echaba un vistazo a su alrededor, buscando a su novio con la mirada.

—Estoy aquí —respondió él. Su voz hizo que los hermanos Routledge se girasen, para encontrárselo desordenando una estantería en busca de algo.

John B dio un paso hacia delante, pero Lee lo cogió del brazo y negó con la cabeza sin apartar la mirada de JJ.

—Déjame a mí —pidió. El pecoso asintió y se cruzó de brazos, mirando cómo su hermana se acercaba a JJ hasta quedar justo detrás de él —. ¿Qué estás haciendo? —preguntó intentando sonar tan suave como le fue posible. Él paró de rebuscar y la miró.

—«Dado que vos nos habéis hurtado, ahora os hurtaremos a vos» —citó JJ. John B frunció el ceño y Lee cogió aire.

—JJ...

—Ojo por ojo, Ashley —tradujo. Ella se frotó los ojos con sus dedos índice y pulgar de su mano derecha, mientras él se alejaba de ella para continuar con su tarea.

—J, escúchame —pidió ella, sacudiendo la cabeza y comenzando a caminar detrás de él para cogerlo de la muñeca y obligarlo a mirarla. Cuando lo consiguió, tragó saliva en cuando su mirada chocó con la de JJ —, no puedes hacer esto. No puedes robarle a un puto camello.

—¿Por qué no? —preguntó JJ. Su voz tembló un poco, pero, en seguida, tensó la mandíbula.

—Porque sabe quienes somos —respondió —. JJ, sabe quién eres —continuó, tocando el pecho del rubio con su dedo índice —y no quiero que te pase nada. No puedo dejar que te pase nada, joder.

La voz de Lee fue perdiendo intensidad y firmeza hasta que acabó siendo un hilo tembloroso. En ningún momento dejó de mirarlo a los ojos, por lo que, por un segundo, Lee pudo ver cómo algo cambiaba en ellos. No sabía si había sido lo que había dicho o cómo lo que había dicho, pero le dio igual. Soltó la muñeca de JJ para coger su mano.

—Por favor —dijo.

Del ojo izquierdo de JJ cayó una lágrima y, como si eso hubiera sido la señal que necesitaba, sacudió la cabeza y apartó la mirada para después, soltar la mano de su novia y girarse sobre sí mismo y dirigirse a una habitación.

Lee miró a su hermano, dejando caer varias lágrimas, y negó con la cabeza, sintiendo la desesperación crecer en su interior. John B se acercó a ella y la cogió de la mano.

—¿Quieres que lo intente yo? —preguntó, limpiándole una lagrima con su mano libre. Lee volvió a negar con la cabeza.

—Espera —susurró. Se soltó del agarre de su hermano y anduvo a paso acelerado hasta estar otra vez con JJ, que estaba cogiendo una bolsa.

—No le tengo miedo —dijo en cuanto se percató de la presencia de Lee.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer? —preguntó ella, apoyándose en el marco de la puerta.

—Esto es lo que quería.

De la bolsa, JJ sacó un fajo de billetes y se lo acercó a Lee para que lo cogiera, tal y como había hecho con el DNI. Esta vez, Lee miró el dinero con los ojos abiertos como platos y negó con la cabeza lentamente.

—No vas a robar eso —dijo —. Deja eso donde estaba y vámonos a casa, por favor.

—No me pienso ir sin el dinero —contestó él, pasando de largo. Lee se giró sobre sí misma y, antes de que JJ se alejara mucho, lo volvió a coger de la muñeca para que la mirase.

—Esto no va a salir bien —murmuró.

—Me importa una mierda —se quejó JJ —. Este hijo de puta le vende la droga a mi padre, ¡joder! —exclamó. Lee se mordió le labio para evitar que temblase —. La mitad de este dinero, es mío.

—Lo sé, pero...

—No. No lo sabes, Ashley —masculló él, soltándose del agarre de la pecosa —. Gracias por querer entenderme, pero no lo haces.

Lee entrecerró los ojos y observó a JJ caminar hasta la puerta. John B, echó la cabeza para atrás y, antes de que el rubio saliese, se acercó a él para detenerlo.

—JJ, no.

—¿Tú también? —preguntó con amargura, mirando a su mejor amigo —. ¿No estás cansado de que te puto vacilen? —continuó. Le temblaba el labio por culpa de todos los sentimientos negativos que estaba intentando reprimir, pero aún así, sonó firme —. Porque yo sí.

—Esto no va a arreglar nada —dijo el pecoso. Lee se acercó a ellos hasta quedar al lado de ambos —. Y, si sigues así, vas a acabar como tu puto padre.

JJ empujó a su mejor amigo contra la pared y, aunque Lee miró mal a su hermano, cogió al rubio del brazo para apartarlo de John B.

—Cuidado con lo que dices, tío —murmuró, dejando que Lee tirara un poco de él. Cuando habían retrocedido varios pasos, se soltó bastante bruscamente y, sin mirar a ninguno de los dos hermanos Routledge, salió de allí casi corriendo.

—¿Eres gilipollas? —espetó Lee —. ¿Tenías que mencionarlo? ¿No podrías haber dicho cualquier otra puta cosa?

Sin dar tiempo a que su hermano dijera nada, Lee salió de la casa para alcanzar a JJ, a quien encontró explicándole a sus amigos que salían a cinco mil dólares por cabeza. Sabía que él no estaba bien y odiaba verlo tan sumamente mal, pero no podía dejarlo cagarla así. No podía dejar que pusiera su vida en peligro de esa manera porque, si le pasara algo, no se lo perdonaría nunca.

El mero hecho de algo malo pasándole a JJ, hizo que Lee sintiera la angustia crecer en su interior. Sacudió la cabeza y, al ver a JJ cómo si la conversación que habían tenido dentro de la casa no hubiera servido de nada, sintió algo de enfado acomodarse con la angustia en su cuerpo.

—JJ, no me jodas —dijo, cogiéndolo, otra vez, por la muñeca —. No vamos a hacer esto.

Él rodó los ojos y se giró para mirarla, algo desafiante. Lee soltó su muñeca y se cruzó de brazos, mirándolo ahora bastante cabreada.

—No pienso devolverlo.

Lee abrió la boca para responder, pero su hermano se adelantó y empujó a JJ, alejándolo un poco de ella.

—¿Te crees un tío duro? —preguntó el pecoso, mirando a su mejor amigo con el ceño fruncido. Intentó quitarle la bolsa, pero JJ fue más rápido y la tiró a un lado para cogerlo de los hombros y estrellarlo contra la furgoneta. —. ¿Qué coño te crees que pasa cuando le robas a un camello? ¿Crees que la gente no sabe que mi hermana es la mejor forma de hacerte daño? —preguntó, señalándola —. ¿Qué vas a hacer cuando venga a por nosotros? ¿Qué cojones vas a hacer cuando vaya a por ella?

—Le pegamos un puñetazo en la garganta —respondió JJ, apretando la mandíbula. Mantuvieron la mirada durante un rato, ambos tensos y esperando a que el otro cediera.

Todos los estaban mirando perplejos porque nunca habían visto a JJ siendo tan... JJ. Todos menos Lee, que había dado varios pasos hacia un lado, pasando las manos por su pelo y con la respiración agitada. Estaba esforzándose mucho en mantener la calma, pero la situación la estaba empezando a sobrepasar.

—Muy bien, JJ. Un plan de puta madre —ironizó John B, rodando los ojos. 

Él negó con la cabeza y cogió la bolsa con el dinero, para después, subirse a la caravana.

—¿Vamos o qué?

El resto se miraron entre ellos y ninguno dijo nada. Ni siquiera se molestaron en negar con la cabeza, simplemente, se limitaron a quedarse plantados con la mirada puesta en él.
Lee, que había vuelto a colocarse junto a sus amigos, fue la primera en reaccionar, subiendo a la caravana para sentarse a su lado y negar con la cabeza.

—JJ... Esto es muy peligroso —susurró, mirando a JJ a los ojos —. No podemos hacerlo.

—Sabes que no voy a dejar que ese capullo te haga nada —murmuró, apartando la mirada.

—Claro que lo sé —dijo ella, tragando saliva —, pero míralos —pidió, girando la cabeza para mirar a sus amigos —. Esto no es sólo peligroso por mí, J. Esto es peligroso por ellos, también. Y por ti.

Cómo si hubiera dejado de escucharla,  JJ mantuvo la mirada fija en sus amigos, sintiendo una puntazada en el pecho al ver cómo lo estaban mirando.

Cómo si fuera un criminal.

Bajó de un salto, dejando a Lee sentada en el suelo de la caravana, y se cruzó de brazos, mirando a los demás uno a uno. La pecosa lo miró desde su sitio y esperó que hubiera entrado en razón.

—¿Qué? —preguntó JJ, algo dolido.

—Que estamos hartos de tu puta mierda —respondió John B. Lee hizo una mueca y bajó de la caravana para colocarse al lado de su novio, clavando la mirada en el pecoso.

—¿Mi mierda? —JJ se señaló a sí mismo y soltó una carcajada irónica —. Vaya, eso es gracioso.

—¿Quién va apuntando con pistolas a la gente?

—Estás actuando como si te hubieras vuelto loco —añadió Pope. JJ dio un paso hacia él.

—Pope, ¡me la cargué por ti! —exclamó JJ, a punto de romperse a llorar.

—Te lo pagaré, ¡pero yo no te pedí que lo hicieras! —se defendió el moreno —. ¡Lo hiciste porque te dio la gana!

Lee miró totalmente incrédula a su hermano y a sus dos amigos. La única que se percató de su expresión, fue Sarah, ya que los demás estaban muy ocupados discutiendo con JJ. La rubia se acercó a Lee y puso una mano en su hombro, dándole un suave apretón y mirando con algo de pena a JJ.

—¡Acabo de hacerlo! —exclamó JJ —. Devolverlo. Aquí y ahora, yo solo —continuó, ahora hablando en voz baja. Miró a Pope, luego a Kie y, por último, a John B —. ¿Sabéis qué?

—¿Qué? —preguntó Kie, con ironía y rodando los ojos.

—Que tenéis razón —dijo —. Si tan hartos estáis, me largo con mi puta mierda.

Y, sin añadir nada más, JJ se giró sobre sí mismo y comenzó a alejarse de sus amigos. Lee quería gritarles a todos, quería decirles que eran unos egoístas y que lo último que JJ necesitaba en ese momento, era que lo hicieran sentir una carga. Quería decir muchas cosas, pero no podía dejar que JJ se fuera así.

—JJ, espera —dijo Lee, dando varios pasos hacia él. John B intentó detenerla, pero ella fue más rápida y se alejó de su hermano antes de que pudiera cogerla del brazo e impedir que siguiera al rubio.

Le costó un poco alcanzarlo, por lo que, cuando lo hizo, sus amigos estaban lo suficientemente lejos como para que, aunque pudieran verlos, no pudieran escucharlos.

—¿Qué quieres? —preguntó él.

Tenía los ojos llorosos y la respiración entrecortada, cosa que hizo que Lee sintiera su corazón estrujarse. Le habían hecho daño.

—Tienes razón —dijo —. Tal vez no entienda lo de tu padre, pero... JJ...

—¿Tú también estás cansada de mi mierda? —JJ soltó una carcajada irónica, exactamente igual que había hecho delante de los demás —. Porque nadie te obliga a aguantarme.

—Sabes que no —respondió ella, cruzándose de brazos —. Nadie lo está, en realidad.

—Ah, ¿no? —JJ ladeó la cabeza y señaló a los demás —. Porque los he visto muy convencidos y a ti muy callada.

—JJ, están enfadados.

—Necesito el puto dinero, joder.

—Ya lo sé, pero esto es una locura y no va a salir bien.

—¿Y qué coño quieres que haga? —preguntó él, dejando salir un sollozo.

—Devolverlo y ya encontraremos la forma de conseguir que alguien nos compre el oro —explicó Lee, acercándose un poco a él —. Tienes que entender que no queremos que te pase nada.

—¡Pero es que a mi eso me da igual!

Lee resopló y echó la cabeza hacia atrás. Pasó una mano por su pelo, despeinándolo un poco, para apartarse varios mechones de la cara.

—Joder, JJ —murmuró —, ¿¡no te das cuenta de que a mi no me da puto igual?!

—Pues debería dártelo —dijo él, moviendo excesivamente los brazos —, ¡esto es mi problema, no el tuyo!

—No. —Lee negó con la cabeza.

—Sí, Ashley —discutió él —, soy yo el que tiene que arreglar esto.

—Así no funcionan las cosas —susurró ella —, y lo sabes.

—Pues a partir de ahora, sí.

—Entonces, ¿pretendes que te deje largarte con veinticinco mil dólares de Barry? —Lee hizo una mueca —. ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?

JJ se mordió la piel del labio y Lee exageró la mueca, pero no dijo nada. Se limitó a coger aire varias veces, sintiendo su corazón golpear su pecho con fuerza y su garganta arder por culpa de los gritos.

—Déjame en paz —soltó —. Esto no tiene nada que ver contigo, así que déjame en paz.

—No. No hagas esto —murmuró Lee —. No te puto encierres y hagas como que tienes que hacerlo todo tú solo porque no le importas a nadie, JJ. Ni te puto atrevas.

—¿Es mentira?

Dos simples palabras hicieron que Lee explotara. Tuvo que coger aire para poder seguir hablando y dio un paso para acercarse a él, mirándolo directamente a los ojos

—¿¡Cómo que si es mentira?! —exclamó.

—¿¡Has oído a los demás?!

—JJ, ¡te he dicho que están enfadados! —continuó ella, mirando a los demás de reojo —. Han sido unos gilipollas, pero eres tú el que está robando a un camello y no está escuchando a nadie.

—Así que estás de acuerdo con ellos.

—Dios, JJ, ¡para! —exclamó, apartando la mirada de ellos —. ¿No ves que estoy intentando que te des cuenta de que no quiero que lo hagas porque no quiero que te pase nada?

—¿Y qué coño importa, Ashley? —preguntó él, bajando notablemente el tono de voz —. ¿Qué más da si me pasa algo?

—A mi me importa, imbécil —susurró Lee, volviendo a mirarlo a los ojos. Su vista se había nublado ligeramente, por lo que pestañeó varias veces dejando caer un par de lágrimas —. A mi me importa, porque te quiero.

Silencio.

Eso fue lo único que se escuchó durante los siguientes dos minutos. Los dos adolescentes se estaban mirando a los ojos, sin saber qué hacer o qué decir. Lee acababa de decirle que lo quería y JJ solo podía pensar en una cosa.

Lee era la mejor forma de hacerle daño. 

—Tu hermano tiene razón —dijo JJ, rompiendo el silencio. Bajó la mirada, sacudió la cabeza y dio varios pasos hacia atrás, alejándose de ella —. Esto no está bien.

—J, solo tienes que devolver el dinero. Ya está —casi suplicó Lee, con la voz algo temblorosa. Él negó rápidamente con la cabeza.

—No —murmuró —. No estoy hablando de eso —continuó. La miró, otra vez a los ojos y ella abrió la boca para hablar, pero JJ fue más rápido y añadió —: Estoy hablando de nosotros, Ashley.

—JJ...

—El error ha sido creer que esto tenía puto sentido.

Y, sin atreverse a mirarla, JJ se giró sobre sí mismo y se alejó de ella, sin saber muy bien a dónde ir. Solo sabía que, si quería proteger a Lee, lo mejor que podía hacer, era alejarla de él, aunque eso significase perderla.

Porque él era peligroso para ella. 

_______________________________________

¡Holaaaaa!

¿Cómo lleváis el principio del curso? Espero que súper bien, jo.

Bueno, me estoy dando cuenta de que cada vez me salen más largos los capítulos, así que, pido perdón, porque soy una pesada y me enrollo un montón, lloro. Ya que el capítulo es larguísimo, otra vez, me voy a limitar a daros las gracias, otra vez, y a deciros que ya sabéis que podéis comentar todo lo que queráis y más y que no os olvidéis de votar.

¡Hasta el próximo!

🥰✨

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