No es una historia de amor (B...

By MnicaGarcaSaiz

269K 34.6K 9.8K

Bilogía Alas II. Wendy se ha pasado toda la vida en las sombras acatando órdenes sin rechistar. Viviendo bajo... More

Sinopsis
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Epílogo
Agradecimientos
Mis novelas
Sobre la autora

Capítulo 14

6.5K 888 263
By MnicaGarcaSaiz

Capítulo 14

Wendy:

—¿Seguro que estás bien? —me preguntó Allie con el rostro bañado en preocupación.

Resoplé. Estaba cansada de que se me tratara como una niña pequeña cuando sufría un pequeño accidente de ese tipo. No me gustaba sentirme así, como si fuera inservible. Era un sentimiento que no se lo deseaba a nadie.

Al principio ni siquiera podía caminar. Después del accidente estuve varias semanas dependiendo de una silla de ruedas y fue horrible sentirme tan dependiente de los demás para hacer cosas cotidianas. Tuve mucha suerte de que gracias a las sesiones de fisioterapia pudiera volver a recuperar mis funciones motoras inferiores; según los médicos, había muy pocas posibilidades de volver a caminar. Fue todo un milagro.

No obstante, dos meses después de acabar la terapia empecé a sufrir esos fallos. A veces eran tan insignificantes como aquel y simplemente tropezaba con mis propios pies. En otras ocasiones, en cambio, podían pasar incluso horas antes de que recuperara la capacidad de caminar. Era una jodida mierda, más que nada cuando me ocurría teniendo que acatar las órdenes de Katrina. No sabéis cuánto se enfurecía si le decía que debido a las secuelas no sabría durante cuánto tiempo no podría cumplir con mi labor.

—¡Qué inútil eres! Si es que no sirves para nada —me gritaba siempre que ocurrían esos incidentes, aunque, por suerte, no eran muy habituales. Solían ocurrirme más a menudo en momentos de estrés o cansancio extremo.

Quizás ese sentimiento de incapacidad se debiera a todos los comentarios hirientes que la dulce de mi madrastra soltaba en cuanto tenía ocasión. De pequeña había sufrido problemas de autoestima e inseguridad, pero al llegar a la adolescencia y al pasar por esa etapa rebelde me había dado cuenta de que, simplemente, debía hacer caso omiso de sus palabras. Aunque a veces era muy difícil desprenderse de todo lo que se le dice, porque las palabras pueden ser más hirientes que cuchillas afiladas.

—¿Cuántas veces he de decir que estoy bien? —espeté con una mirada gélida.

Allie, encaramada como estaba a la escalera de mi litera, acabó cediendo y, sin mediar palabras, volvió hasta su lugar, justo debajo. Sophia también dormía en la cama de abajo, ya que era sonámbula y en ocasiones se levantaba por la noche y daba pequeños paseos por la habitación.

Escuché un bufido proveniente de la parte de abajo. Me limité a poner los ojos en blanco, a sacar los auriculares y a escuchar un poco de música que lograra aliviar aquella angustia que sentía. Con mi cuaderno de dibujo en mano, comencé a trazar un nuevo boceto. Un rostro masculino muy familiar empezó a tener forma mientras el lápiz se deslizaba por el folio con suma delicadeza. De vez en cuando borraba aquellos trazos que no me parecían nada adecuados o que no me gustaban cómo habían quedado.

Dibujar me había calmado desde que era pequeña, incluso cuando no se me daba tan bien. Me empecé a sentir interesada por el arte cuando papá me llevó a un museo siendo una niña y desde entonces no he dejado de dibujar. Con cuatro años asistí a mi primer curso y era el único hobby que no había dejado tras su muerte. Me pasaba horas trazando líneas y dibujos que para mí tenían un significado especial, como la réplica de la entrada del campamento que hice cuando tenía diez años o el retrato de aquella profesora tan maja que tuve en tercero.

Era sencillo dejarme llevar y dibujar, abstraerme del mundo real. Fue justo lo que pasó. No sé exactamente cuánto tiempo estuve allí, sentada como estaba en mi cama. Poco a poco las luces se fueron apagando hasta solo quedar dada la pequeña luz de mi mesita. No aparté la vista de la hoja hasta que me empezaron a picar los ojos por el cansancio y solo ahí comprobé que era la única que seguía despierta. Era casi la una de la madrugada, tardísimo.

Abrí los ojos de par en par al comprobar que había hecho un retrato muy real del príncipe Aiden. Apreté los puños con fuerza, sintiendo la madera del lapicero y a punto de clavarme la punta en la piel. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué narices mi subconsciente había querido dibujarlo? Como si me... gustara o si... sintiera algo por él.

Pensé en aquella tarde, en la conversación que habíamos mantenido y en la mirada de deseo que se apoderó de él cuando me vio solo ataviada con aquel bikini. ¿Podría ser posible que se sintiera atraído por mí y que incluso sintiera algo?

¡Qué narices estaba pensando! Era obvio que lo único que sentía era solo amistad. Además, los chicos como él no estaban hechos para mí. Las chicas como yo no podíamos aspirar a tanto. Vamos, ¿cómo un príncipe se va a enamorar de mí, de alguien tan común y corriente? Seguro que en su vida perfecta le esperaba una fila de mujeres estiradas dispuestas a casarse con él.

¿Por qué no podía resistirme a sus encantos? ¿Por qué cada vez que aquellos ojos ceniza se posaban en mí sentía en mi interior la erupción del mayor de los volcanes y por qué cada vez que sonreía un ejército de abejas asesinas revoloteaba en mi interior sin descanso? ¿Por qué simplemente no podía alejarme de él?

Porque me gustaba mucho más de lo que admitiría. Poco a poco se estaba ganando mi corazón y me daba un miedo atroz que lo destrozara. A bastantes personas había perdido ya en mi vida, bastante había sufrido; no quería volver a pasarme las noches en vela llorando sin descanso.

Pero es que Aiden se estaba metiendo poco a poco en mi sistema y me era imposible sacarlo. Cada vez que quedábamos los seis o cuando nos veíamos de casualidad los dos solos sentía que me costaba no lanzarme a sus brazos. Intentaba con todas mis fuerzas que no se notara cuánto me moría por besar sus labios o por sentir solo su tacto en mi piel.

Repasé con el dedo el contorno de su perfilado rostro. Me juré que nadie jamás debía enterarse de lo que estaba empezando a sentir por él, menos mi madrastra y Agatha. Con la determinación renovada, cerré el cuaderno de golpe y lo guardé en el cajón que tenía junto a mi mesita de noche. Nadie jamás debía enterarse de mis sentimientos, ni siquiera Aiden.

.   .   .

Con la tontería, ya había pasado un mes de campamento. Acabábamos de entrar en agosto y el calor cada vez era más sofocante, aunque varias de las actividades ayudaban a aliviar las altas temperaturas veraniegas. La mañana de aquel lunes hicimos una guerra de agua y pudimos darnos un baño en la piscina; el martes competimos contra el resto de las cabañas en natación; el miércoles nos tocó jugar a la caza de la bandera; el jueves prepararon varias sesiones de cine; y el viernes organizaron un recorrido de obstáculos acuáticos en el lago.

Las semanas estaban pasando con rapidez y temía que pronto acabaran aquellas vacaciones de verano, mis últimas vacaciones en aquel campamento. Solo de pensar que en unos pocos meses sería por fin vista como una mujer adulta ante la ley me daba tal felicidad que incluso no llegaba a creérmelo todavía. Parecía mentira que ya fuera una mujer adulta; si parecía que fuera ayer cuando caí en la tutela cruel de Katrina.

El cuatro de agosto todo fue un revuelo. Todo el mundo en el reino sabía que esa fecha era especial, puesto que el futuro rey había venido al mundo un día como ese veinticinco años atrás. Aquellos días de campamento, esos primeros meses, no lo había visto relacionarse con mujeres del mismo modo que lo hacía en palacio... ya me entendéis. Se había dedicado a estar con Luka y Olivier, dos tíos geniales, de los pocos que me caían bien y con los que merecía la pena estar, y con nosotras, y con ninguna había estado en modo romántico.

Me gustaba el Aiden relajado y normal que había conocido durante ese tiempo. Era más cercano, más real.

Por eso, cuando todos nuestros compañeros lo hubieron felicitado esa mañana calurosa, me acerqué a él con paso temeroso. Se le veía sonriente, feliz y contento. Si incluso aquella niñita pequeña se le había colgado del cuello y le había estirado de las orejas.

—¡Felicidades! —exclamé con una sonrisa de verdad. Se había afeitado aquella mañana y así se veía más joven y atractivo.

Él me agarró de las manos y en su rostro se dibujó una gran sonrisa también.

—Muchas gracias, Wendy. Todo esto me parece una gran locura. El año pasado en estas fechas estaba en el palacio de verano con mis abuelos y mis hermanos me habían despertado temprano para darme una gran sorpresa. Este año, en cambio, será diferente. Ya tengo ganas de ver lo que los monitores han preparado para nosotros hoy. Ah, y quiero celebrarlo esta tarde después de las actividades. Invito.

—Bueno, si invitas, no me quedará más remedio que asistir —bromeé.

—Ja. Ja. Muy graciosa.

—Voy a ser mala amiga y voy a hacerte esperar hasta esta tarde para darte mi regalo.

Aiden me miró con la sorpresa reflejada en sus facciones. Su boca formaba una bonita "O".

—No tenías por qué haberte molestado. Me conformo con tenerte a mi lado.

Le quité hierro al asunto con un movimiento de manos.

Bah, tampoco es para tanto. Es solo un detalle, nada que tenga valor.

La sonrisa se le borró de la cara.

—Si viene de ti, entonces es que es importante y significa algo. Nunca le restes el valor a algo por muy tontería que creas que sea, ¿me oyes?

La intensidad de su mirada me dejó muda y lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza.

Durante ese día fui plenamente consciente de cómo Markus le lanzaba miradas asesinas. Al parecer, no le gustaba que se le quitara protagonismo. En fin. Conocía a ese tío desde los ocho años, cuando asistí por primera vez al campamento Sunshine. No os voy a mentir diciendo que desde el comienzo era así, un niño en busca de atención. A decir verdad, Markus fue un buen amigo en la infancia; es más, si incluso habíamos compartido secretos y aventuras. Pero todo se fue al garete cuando, a los trece, se volvió un ligón y quiso tirarse a todo lo que se movía. Por suerte para mí, maduré más tarde que el resto y cuando me salieron los pechos y me vino la regla, cuando mi cuerpo cambió por la pubertad, empezó a fijarse en mí de un modo que no me gustaba. Intenté hablar con él, os lo prometo, pero era imposible hacerlo cuando él solo me miraba los senos o el culo de manera lasciva.

No me sorprendió que a media mañana, cuando todos estaban entretenidos con una de las pruebas, volviera al ataque. Me había quedado rezagada del resto y miraba la clasificación de nuestro grupo en una hoja que nos habían dado en exclusiva a los capitanes. Estaba planeando una estrategia cuando el muy canalla se puso a mi lado. Su colonia masculina era un intento de atraer a las mujeres con su aroma a machomán, pero a mí solo me provocaba náuseas. Era muy consciente de que desde que Aiden había pisado Sunshine Markus había ligado menos con las chicas.

—¿Molesto?

Reprimí poner los ojos en blanco. En su lugar, tomé una gran bocanada de aire antes de dejarlo soltar a modo de suspiro.

—¿Tú? Siempre.

Ni se inmutó. Se limitó a lanzarme una mirada coqueta y a sonreír de esa manera que sabía que hacía que a las mujeres se les caería la baba y las bragas. Pero conmigo no funcionó porque yo lo conocía muy bien y sabía que no era mi tipo de chico, porque no me iban los tíos que se creían unos chicos malos por beber hasta casi el coma etílico y colocarse hasta las cejas.

—Vamos, sé que te gusto. Esto que haces —dijo mientras nos señalaba a ambos— solo hace que luzcas más interesada en mí.

Solté una carcajada amarga.

—No sé desde que árbol te has caído o si te ha caído una bellota enorme en la cabeza para pensar algo semejante. Mira, ya te he dejado las cosas claras más de una vez. No eres lo que busco en un hombre, lo siento.

Aquel chico apretó la mandíbula y los puños con fuerza y con rabia. Al parecer, seguía sin saber encajar un no, un rechazo. Ajo y agua. Ya era hora de que alguien en su vida le llevara la contraria. No es que no fuera guapo, porque el muy listillo lo era; pero es que aborrecía todo ese aura soberbio y esa personalidad putrefacta que desprendía.

—Podemos simplemente dejarnos llevar una vez... o más. Ya sabes...

Abrí los ojos como platos y poco a poco empecé a notas las mejillas calientes. Markus era muy descarado.

—No me va el sexo sin compromiso. Deberías saberlo a estas alturas.

Cuando tenía dieciséis años había salido con un chico de mi barrio a escondidas de Katrina y a los diecisiete había perdido mi virginidad con él. Estaba tan loca por él que no me importó que fuera de la misma clase social que Katrina ni que sus padres fueran muy amigos de ella. Al final, se acabó enterando de todo cuando cumplí los diecinueve y me obligó a dejarlo. Desde entonces me había cuidado mucho de volver a enamorarme de un chico.

De manera inconsciente, lo busqué entre la muchedumbre. El equipo de Los Mapaches jugaba contra Los Escorpiones un partido de fútbol muy reñido. Solo había once jugadores en el campo de cada equipo y, mientras tanto, el resto les animaba desde el banquillo. Aiden estaba sentado en los asientos de piedra disfrutando de la competición. Charlaba de vez en cuando con Luka y Olivier. No pude evitar sonreír. La verdad es que se había amoldado muy bien al grupo.

Las palabras de Markus me hicieron volver a la realidad y me dejaron con un mal sabor de boca.

—Ahora lo entiendo todo. Dime, Wendy, ¿desde cuándo te gusta ese estirado de mierda?

Actué sin pensarlo.

—No es ningún estirado.

Frunció el ceño.

—No lo has negado.

Me crucé de brazos, perdiendo así la poca paciencia que me quedaba. No estaba para sus juegos.

—¿Negar qué?

Él alzó una ceja con descaro.

—Que te gusta. Pensaba que tenías mejor gusto, pero me he equivocado. Dime, ¿desde cuándo eres una zorrona cazafortunas?

Su comentario provocó que me hirviera la sangre y estuve a nada de soltarle un guantazo. ¿Cómo se le ocurría insultarme de ese modo tan mezquino?

—¿Desde cuándo eres tan cabrón, Markus? Que no esté interesada en ti no quiere decir que tengas el derecho a desquitarte conmigo. —Me acerqué un par de pasos, envalentonada por la ira que sentía en mi interior, que aquel comentario tan machista había provocado en mí—. Una de las cosas que más detesto de ti es esta actitud inmadura que tienes. No me van los tipos que se creen unos duros; prefiero los auténticos. Son los que de verdad merecen la pena.

Markus tragó saliva con fuerza, pero en ningún momento apartó los ojos de los míos. Era como si quisiera demostrarme que era mejor que yo en todo.

—¿Sabes? No mereces la pena. Ya estoy harto. ¿Quisieres ser la cazafortunas del príncipe mimado? Adelante. Pero cuanto caigas de esa fantasía tuya al mundo real, donde, siento decirlo, no eres nadie, vendrás a mis brazos. ¿Por qué crees que alguien como él, un niñito que lo tiene todo y que con solo un chasquido podría tener un séquito de mujeres a sus pies, va justo a fijarse en ti, una pobre huerfanita que no tiene nada?

Sus palabras hirientes fueron puñales que se me clavaron en el alma. Sin quererlo, Markus había sabido con exactitud lo que tanto me había estado carcomiendo por dentro.

Y es que yo no tenía nada que hacer con Aiden y cuanto antes lo asimilara, mejor.

................................................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz martes, mis queridos lectores!

¿Cómo os va? Lamento no haber subido el capítulo ayer, pero estuve mala y no pude siquiera corregir el capítulo. Me dolía mucho la tripa y la cabeza y, como buena dramas que soy, he llegado a pensar que tenía el coronavirus, pero no es así. Hoy ya estoy recuperada y ya me me encuentro mil veces mejor. Solo necesitaba descansar.

¿Qué os ha parecido el capítulo? A mí me ha gustado escribirlo. Repasemos:

1. Cómo se siente Wendy con las secuelas del accidente.

2. Conocemos un poco sobre el pasado de Wendy.

3. El dibujo.

4. ¡Fuertes declaraciones!

5. El cumpleaños de Aiden, que, por cierto, coincide con el de mi hermana.

6. Markus.

7. Los miedos afloran.

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos en el siguiente! Os quiero. Un besote.

Mis redes:

Continue Reading

You'll Also Like

3K 193 39
No vale la pena estar marcado como un valiente, ni tampoco estar ileso como un cobarde. Las verdaderas cicatrices no yacen en el exterior, sino en e...
12.1K 1.7K 7
« -¿y tú quién eres? -la persona que va a salvar tu podcast, cielo. »
1.4K 65 11
TE HAS PREGUNTADO QUÉ PASARÁ ENTRE UN HIJO DE UN MILLONARIO Y UN HIJO QUE SE QUEDÓ HUÉRFANO DESDE QUE ERA UN NIÑO. SE IMAGINAN QUE ESTE ENTRE MANOS U...
4.4K 681 24
Historia sin editar, por lo tanto, contiene errores ortográficos. He probado varías carreras universitarias y ninguna es suficiente para mí. Le tengo...