fearless || jj maybank

By flickerofhxran

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Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que p... More

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dear reader
temporada 2
one shots

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By flickerofhxran

CAPÍTULO 9
you look'em right in the eye and.. deny, deny, deny

                    EL VAIVÉN DE LAS OLAS,
ERA TAN FUERTE, que era casi imposible mantener el equilibrio en el barco. El viento soplaba con fuerza, haciendo que los gritos de los amigos se convirtieran en nada más que un murmullo.

Kie y Lee estaban una al lado de la otra, bajando la cuerda que sumergiría al dron hasta los 300 metros y apuntando para no perder la cuenta; Pope, mientras tanto, se encargaba de vigilar la pantalla y John B, por su parte, tenía que controlar la posición del barco respecto al Royal Merchant, gritando de vez en cuando alguna indicación a JJ, que iba al timón, acatando las órdenes de su mejor amigo.

Cuando en la pantalla apareció el barco hundido, los gritos de frustración y agobio pasaron a ser vítores de celebración y abrazos.

Lee y John B se miraron entre ellos, sonriendo como llevaban mucho tiempo sin sonreír. Lo habían conseguido, habían conseguido encontrar lo que su padre estuvo años buscando y se sentían más cerca de su padre que nunca. El Royal Merchant estaba ahí.

Sin embargo, fue un momento tan efímero como una estrella fugaz.

—¿Veis el oro? —preguntó JJ desde su sitio. John B se acercó a Pope para poder ver la pantalla con más claridad, acción de que Lee y Kie imitaron.

La pecosa miró a JJ de reojo, pero al verlo mirándola a ella fijamente, devolvió la mirada a la pantalla. Una oleada de nervios, que a Lee no le hizo ni pizca de gracia, recorrió su cuerpo.

Sacudió ligeramente la cabeza y se apoyó en su mejor amiga, que estaba concentrada en buscar el oro. Lee frunció el ceño y entrecerró los ojos, centrando toda su atención en la pantalla, por si había algo escondido que no se viera a simple vista, pero nada.

—No —respondió Pope.

La pecosa dio varios pasos hacia atrás hasta quedar apoyada en el borde del barco. Clavó su mirada en el mar, esperando que el movimiento de las olas fuera lo suficientemente hipnotizante como para mantener la mente despejada.

Poco a poco, sintió crecer la presión de su pecho y sus ojos humedecerse. Su respiración se hizo algo pesada, por lo que, ignorando por completo la discusión en la que habían entrado sus amigos y su hermano, Lee se centró en su misión: mantener la calma.

Sentía a su padre alejarse de ella a una velocidad indescriptible; un segundo podía sentirlo justo ahí, dándole un apretón en el hombro y, al otro, su padre no era más que un recuerdo que a penas parecía real.

Todos los demás parecían ajenos a estado de Lee, salvo uno de ellos. El rubio había dejado de lado la discusión, para fijar su atención en los movimientos de Lee. Tenía los ojos cerrados y los puños apretados, mientras para sí misma en un intento de regular su respiración.

JJ quería ir y ayudarla o, al menos, hacerle compañía y decirle que todo iba a estar bien. Quería decirle que él estaba ahí, con ella. Y quería demostrárselo.

Pero no podía.

Miró a sus amigos uno a uno, esperando a que alguno se percatara de lo que Lee estaba haciendo. Sintió algo de rabia al ver que ninguno era capaz de ver cómo estaba la pecosa, así que, tras coger aire, decidió hablar.

—Kie —dijo llamando la atención de su amiga. La de pelo rizado se giró para mirar a JJ, que tragó saliva y señaló a Lee —, ve con ella.

Kie alzó las cejas, mirando al rubio con sorpresa. JJ no se dio cuenta porque seguía mirando a Lee, pero Kie sonrió con ternura al ver su expresión de preocupación.

—JJ, si quieres acercarte tú... —Kie miró a su mejor amiga de reojo.

—No, no quiero empeorarlo —susurró el rubio. Kie volvió a mirarlo y sonrió sin mostrar los dientes, para después girarse sobre sí misma y caminar hasta su mejor amiga.

Lee abrió los ojos al sentir una mano agarrar la suya, haciéndola aflojar los puños. La de pelo rizado pasó un brazo alrededor de su mejor amiga y le dedicó media sonrisa mientras le daba un suave apretón en la mano. Lee sonrió de igual forma.

Durante el camino de vuelta a casa, nadie se atrevió a decir nada. Todos iban en silencio, perdidos en sus propios pensamientos y lidiando con la decepción que sentían.

Cuando llegaron al muelle del Château, John B y Lee bajaron del barco, sin decirse nada el uno al otro. Se limitaron a despedirse de sus amigos y alejarse de ellos en dirección a su casa.

—Oye —susurró John B, justo antes de poner un pie en el porche. Lee giró la cabeza para mirar a su hermano —, por lo menos lo hemos intentado. Papá estaría orgulloso de nosotros —continuó en el mismo tono —. Va a estarlo cuando vuelva y se lo contemos.

Eso último lo dijo casi para sí mismo, pero no lo suficientemente flojo como para que Lee no lo escuchara. Frunció el ceño y cogió aire, poniendo sus manos en los brazos de John B.

—JB, papá... Papá no va a volver —dijo con voz temblorosa. John B la miró y negó con la cabeza.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Ya escuchaste la jodida cinta. No va a volver.

—No. No, Lee. Papá está bien —discutió el pecoso. Lee tragó saliva al sentir un nudo instalarse en su garganta y volvió a negar con la cabeza.

—Johnny —susurró —, Papá... Papá está muerto.

Él se soltó del agarre de su hermana y dio un paso atrás, mirándola como si sus palabras se hubieran clavado en él como cuchillos.

—Y no es justo y es una mierda... Sé que creías... Creíamos... —corrigió y cogió aire una vez más —. Sé que creíamos que había alguna posibilidad de que hubiera encontrado el oro y que... Que por lo menos no habría... No habría muerto por nada.

—¡Cállate, joder! —gritó John B, enfadado. Lee cerró los ojos y bufó.

—No, John. Han pasado nueve meses. Nueve putos meses y no ha vuelto, ¿cómo va a estar vivo? —Lee no gritó, pero el tono de voz que utilizó fue más que suficiente para que John B entendiera que ella también se había enfadado.

—Déjame en paz —murmuró él, girándose sobre sí mismo para entrar en casa.

Lee se quedó parada, observando como su hermano entraba. Dio un portazo que la hizo sobresaltarse, por lo que se le escapó un sollozo. No era la primera vez que discutían sobre el tema de su padre, ni tampoco la segunda. Ni la tercera. De hecho, los dos primeros meses después de la desaparición de Big John, las interacciones entre los hermanos eran únicamente para discutir.

Tras sacudir la cabeza y limpiarse las lágrimas, cogió aire y se animó a sí misma a continuar andando. Quería darse una ducha y, ya que estar encerrada con John B no le parecía la mejor opción, después de comer iría a ver si Carol necesitaba ayuda.

Al abrir la puerta, su boca se abrió ante la sorpresa. Desde luego, no esperaba encontrar a Cheryl sentada en el sofá discutiendo con su hermano.

—Genial, ya estamos todos. —Cheryl se puso de pie, mirando a Lee. La pecosa frunció el ceño y miró a su hermano, que le hizo un gesto para que se quedara donde estaba.

—Cheryl, hoy no es un buen día —murmuró Lee, rodando los ojos —. Tal vez mañana. O, mejor todavía, nunca.

—Sé que vuestro tío está en Mississippi y que lleva meses sin venir.

—¿Meses? —preguntó John B, negando con la cabeza —. Eso es totalmente falso.

—Chicos, sabéis que tenemos que irnos.

—Mira, no. Por mucho que ahora mismo mataría a mi hermana, si nos vamos con vosotros nos vais a separar y... —John B miró a su hermana —. Y no. No, joder, no.

—No podéis... No podéis hacernos eso —murmuró Lee.

Si había algo que, entre todas las cosas, Lee creía que no podría soportar, era perder a su hermano. La mayoría de veces, John B era su mayor pesadilla y discutía con él más que con nadie, pero no sabía que haría sin él.

—Es la ley —dijo Cheryl, con suavidad.

—La ley también dice algo de no entrar a casas ajenas. Allanamiento de morada, no sé si te suena —respondió la pecosa con ironía. John B soltó una carcajada, que intentó disimular aclarándose la garganta.

—Ashley, Jonathan, no tengo tiempo para tonterías y vosotros tampoco. Este es Thomas —dijo Cheryl, señalando a un policía que acababa de acercarse a John B —, vosotros decidís si queréis que sea por las buenas o por las malas.

Lee rodó los ojos y miró a su hermano, que hizo exactamente lo mismo. Se encogió de hombros, no muy segura de qué hacer.

—Esta situación me resulta violenta —murmuró el pecoso.

—Sí, Cheryl. Tu amigo es un poco intimidante —dijo Lee, mirando a... ¿Toby?

Antes de que pudiera hacer nada, el señor cogió a John B algo bruscamente del brazo y tiró de él hasta Lee, para poder hacer lo mismo con ella.

—Ni te atrevas a tocarme —dijo ella, apartándose de él —. Y suelta a mi hermano.

—Al coche —ordenó el señor, soltando a John B. El pecoso se colocó junto a su hermana y cogió su mano.

—Lo siento —susurró él. Lee sonrió sin mostrar los dientes.

—Yo también.

Los hermanos Routledge no tuvieron más remedio que seguir a Thomas y a Cheryl hasta el coche, donde tomaron asiento en la parte trasera, uno al lado del otro.

John B iba mirando una foto de su padre y Lee tenía los ojos cerrados, intentando encontrar alguna forma de conseguir que su hermano y ella salieran de ese coche. Un quejido de su hermano rompió el silencio, haciéndola abrir los ojos para ver qué había pasado.

Al ver que la foto ya no estaba entre los dedos de su hermano, lo miró algo confusa. John B le dedicó una sonrisa tan fugaz que solo ella la percibió. Abrió los ojos como platos, dispuesta a seguirle el rollo a su hermano.

—Idiota, ¡era la última foto de Papá!

—Joder, ha sido sin querer —se defendió el castaño.

—¿Qué os pasa? —Cheryl los miró haciendo una mueca.

—Se me ha volado la foto de mi padre —murmuró John B.

—Dejadnos ir a cogerla —susurró Lee, tratando de parecer muy afectada —, por favor.

—Ni lo soñéis —respondió Thomas, fríamente.

—¿Vais a dejar que perdamos lo último que nos queda de...? —empezó John B.

—Por favor, solo será un segundo —lo interrumpió su hermana. Cheryl suspiró y miró de reojo al policía.

—Thomas, ve a mirar.

Él gruñió, pero hizo lo que Cheryl había ordenado. John B y Lee se miraron entre ellos, sabiendo que su oportunidad de escapar de allí era esa y no podían desaprovecharla.

—Ni siquiera está mirando bien —protestó John B. Había girado la cabeza para observar los movimientos del policía.

—Deja que vayamos a ayudarlo, por favor —susurró Lee. Se sorprendió a sí misma al escuchar lo temblorosa que salió su voz, haciendo a Cheryl suspirar de nuevo.

—Sólo uno de los dos —murmuró, quitando el seguro del coche.

—¡Muchas gracias, Cheryl! —exclamaron los dos a la vez en cuanto habían abierto las puertas y salido del coche.

Sin dudarlo ni un segundo, John B cogió la mano de su hermana para que pudiera seguir su ritmo ya que, aunque Lee no fuera una mala deportista, alcanzar la velocidad de su hermano se le hacía difícil.

—¿Dónde estamos yendo? —preguntó Lee, sin dejar de correr. John B miró a su alrededor y se encogió de hombros.

—Tú a casa de JJ —dijo él, soltando su mano. Lee frunció el ceño y negó con la cabeza.

—¿Eres tonto?

—Lee, es el mejor sitio para esconderte.

—¿Y tú qué?  —empezó Lee, con tono de molestia.

—Yo los distraigo —dijo John B, algo frustrado.

—No, JB. Me quedo contigo —insistió ella. Él bufó, pero no discutió. No tenían tiempo para eso, así que se limitó a correr.

Llevaban un rato corriendo sin rumbo fijo, buscando un sitio donde esconderse o algo que los ayudase a moverse más rápido que sus propias piernas.

—La bici de Jorge —propuso Lee, señalando la casa de su amigo. John B asintió.

—Jorge, ¡nos llevamos la bici! —exclamó el pecoso, haciendo que Jorge se levantara y los mirase con el ceño fruncido.

—¿Qué? —preguntó —. ¡La quiero de vuelta!

—¡Te la dejaremos en el parque! —gritó Lee, acomodándose en el manillar entre los brazos de su hermano.

No obtuvieron respuesta de Jorge, al menos, no que ellos escucharan. Lee cerró los ojos porque odiaba ir en los manillares de las bicicletas y, lo odiaba todavía más, yendo a la velocidad a la que iba su hermano. Por eso, no vino venir cuando su hermano tropezó con una cadena, haciéndolos salir a los dos por los aires.

Abrió los ojos de golpe al sentir su rodilla chocar contra el suelo. Estaba algo asustada, pero tranquilizó al ver a su hermano bien y que ella solo se había hecho un rasguño. Aún así, frunció el ceño al ver a Sarah ayudando a John B a levantarse.

—¿Estás bien? —El pecoso se acercó a Lee y le tendió la mano para que la cogiera y así, poder ayudarla a levantarse.

—Preocúpate por ti, llevas la camiseta manchada de sangre —dijo ella, dejando que John B tirase de ella hacia arriba. Cuando estuvo de pie, se acercó a su hermano y levantó su camiseta para ver la herida que se había hecho.

—Creo que deberíamos ir al hospital —intervino Sarah. Lee la miró de reojo y luego miró a su hermano.

—Nos tenemos que ir —murmuró la pecosa.

—Os puedo llevar en coche —propuso Sarah, ante lo que John B asintió rápidamente. Lee hizo una mueca y cogió aire. No es que le apeteciera, pero no tenían otra opción mejor, así que asintió.

Se subieron al coche de Sarah, los tres en silencio. En cuanto se sentó, sintió un pinchazo en la rodilla. La herida no era nada del otro mundo, pero dolía cómo mil demonios.

—¿Sois fugitivos o algo así? —preguntó Sarah, con cierto toque de diversión en su voz.

—Algo así —respondió Lee.

—Tú solo avisa si ves a un policía y a una señora buscando a alguien. —John B hizo el asiento para atrás, intentando que no se le viera a través de la ventanilla.

—Creo que los veo —dijo Sarah.

—Pues arranca, joder —murmuró Lee —. Nos tenemos que ir, de verdad.

—Vale, vale.

Sarah frunció el ceño, pero no preguntó nada más. Al menos, no hasta que se habían alejado de los que estaban buscando a los hermanos.

—¿De verdad sois fugitivos? ¿Qué habéis hecho? ¿Robar un banco?

Lee hizo una mueca. No conocía mucho a Sarah, solo sabía lo que Kie le había contado de ella y a las conclusiones a las que había llegado a partir de las pocas veces que había hablado con ella. No la consideraba una persona especialmente inteligente, la verdad.

—Es secreto, lo siento —respondió John B. Lee remarcó la mueca al ver la forma en la que su hermano sonrió al mirar a Sarah —. No podemos ir al hospital.

—Iremos a mi casa a curarte la herida —dijo la rubia.

—No creo que... —empezó Lee.

—Gracias —dijo John B, ignorando por completo a su hermana.

Lee rodó los ojos y echó la cabeza para atrás, dejando salir un gruñido de frustración de sus labios. Su hermano era idiota cómo él solo, pero, ¿llegar hasta el punto de ir voluntariamente a casa de los Cameron cuándo los estaba buscando la policía?

—JB, te espero aquí.

John B miró a su hermana y suspiró. Acababan de llegar a casa de los Cameron y ella se había apoyado en el coche, con los brazos cruzados. Tenía el ceño ligeramente fruncido y la nariz algo arrugada, por lo que John B asintió lentamente. No quería estresarla más.

—¿Segura? —Lee asintió con la cabeza mientras echaba un vistazo a su alrededor.

—No tardes, ¿vale? —pidió.

John B tragó saliva al escuchar el tono de voz de su hermana. Sabía que no estaba para nada cómoda en Figure Eight y sabía que, aunque no quería quedarse sola, mucho menos quería entrar en casa de los Cameron.

—Prometido —dijo él suavemente, dándole un ligero apretón en el hombro.

Sarah estaba esperando, a un par de metros de distancia de ellos, mirándolos. Sonrió al ver a John B empezar a caminar hacia ella.

—Y, hazme un favor —dijo Lee, haciendo que su hermano la mirase —, búscame otra cuñada.

John B le sacó el dedo, ante lo que Lee no pudo reprimir la sonrisa. Él rodó los ojos y sonrió también, aunque sintiendo cierto calor en sus mejillas.

—No hablemos de cuñados, Ashley —respondió él, sin mirarla.

—¡Qué te den, Jonathan! —casi gritó ella. Pudo escuchar una carcajada de su hermano, pero él continuó caminando hasta Sarah.

Lee dejó de mirar hacia ellos y paseó su mirada por las enormes casas que la rodeaban. Eran casas enormes, todas con sus propios jardines y piscinas, algunas hasta con pistas de tenis. Parecía una isla completamente diferente y, en realidad, su casa estaba a menos de media hora andando de allí.

—Vaya, vaya.

Lee se tensó en cuestión de segundos al escuchar esa voz a su espalda. Tragó saliva y cogió aire, tratando de parecer totalmente tranquila.

—Rafe —murmuró Lee en cuanto él se paró frente a ella —, ¿qué quieres?

—Eso debería decir yo, Ashley. Eres tú la que está en mi casa.

Lee lo miró, entrecerrando los ojos y manteniendo el semblante serio y desafiante. Rafe alzó una ceja, divertido ante su expresión y sonrió con burla.

—No estoy en tu casa, estoy en la puerta de tu casa —corrigió ella.

Él rio con sarcasmo, dando un paso hacia ella. Lee intentó retroceder, pero el coche se lo impidió, así que no tuvo más remedio que levantar la cabeza y mirar a Rafe fijamente, fingiendo que no se sentía intimidada.

—Si no fueras una Pogue —dijo el rubio, mirándola de arriba a abajo —, estaríamos...

—Eres un puto cerdo. —Lee le dio un empujón y se alejó de él, dando varios pasos en dirección contraria. Lee se estremeció al escuchar la carcajada que salió de los labios de Rafe.

—No he dicho que puedas irte —murmuró cogiéndola por la muñeca. Lee intentó soltarse, pero él apretó su muñeca y dobló su brazo, haciendo que se le escapase un quejido. De nuevo, estaban tan cerca que Lee podía sentir el aliento de Rafe chocar contra su mejilla.

—Suéltame —masculló.

—Oh.

Una voz masculina, hizo que Rafe la soltara de golpe y se girase sobre sí mismo. Lee se aclaró la garganta al ver a Ward Cameron mirándolos con una expresión de confusión y dio un paso atrás. El señor Cameron tenía el teléfono pegado a su oreja.

—Rafe, iba a decirte que Topper y Kelce han venido a buscarte, pero... —Ward hizo una pausa y señaló el espacio entre Rafe y Lee —. Si estás ocupado, les digo que luego los buscas tú.

—No, no. Yo ya me iba —dijo Lee, dando otro paso atrás. Rafe la miró de reojo y con la mandíbula apretada.

Ward había dejado de prestarles atención y se había alejado de ellos, volviendo a su conversación telefónica.

Lee suspiró aliviada cuando Rafe, tras mirarla de reojo una última vez, se adentró en su casa, dejándola sola de nuevo. Pasó sus manos por su camiseta para secar el sudor que se había acumulado en ellas a causa de los nervios.

Se cruzó de brazos, abrazándose a sí misma y caminó de un lado a otro, esperando a que su hermano saliese de allí y pudieran alejarse del lado norte de la isla.

No supo cuánto tiempo tuvo que esperar hasta que su hermano y Sarah volvieron a cruzar la puerta, pero le pareció una eternidad. Volvió a suspirar aliviada y automáticamente, sus músculos se relajaron.

—John,vámonos de aquí —casi suplicó en cuanto su hermano estuvo a su lado. Sarah la miró con el ceño fruncido, pero no dijo nada.

—¿Estás bien? —John B puso sus manos en los hombros de su hermana y notó que estaba temblando, por lo que cogió aire y la abrazó —. Ya está. Estamos bien, Lee.

Ella escondió la cabeza en el pecho de su hermano y dejó que le acariciara el pelo hasta que había conseguido parar de temblar. El pecoso la miró, no muy seguro de si su hermana quería contar lo que había pasado.

—Ahora no —murmuró ella como si hubiera leído la mente de su hermano. John B asintió.

—He descubierto algo —se atrevió a decir —. Sobre ya sabes...

—¿Qué? —Lee miró de reojo a Sarah.

—No, no lo sabe. Voy a ir con ella a Chapel Hill, así que necesito que hasta que vuelva, no te metas en líos.

—Lo dices cómo si fuera yo la que no nos mantiene con vida la mayoría del tiempo —protestó Lee, alzando una ceja.

—Lee, estoy hablando en serio. Nada de líos. Ni tú, ni Kie, ni Pope, ni... —John B cogió aire e hizo una mueca —. Ni JJ.

—¿Se puede saber qué vas a hacer? —Lee se cruzó de brazos.

—¿Confías en mi? —Lee miró a su hermano fijamente a los ojos.

—¿Tengo otra opción? —medio bromeó. John B sonrió y le dio un puñetazo suave en el hombro.

—Vamos, te dejamos en Heyward's.

°°°

Lee observó cómo el coche de Sarah se alejaba por la carretera. La habían dejado a unas cuantas calles de la tienda del padre de Pope, así que estaba sola en medio de la calle.

No pudo evitar dejar que las lágrimas que llevaba acumulando todo el día, cayeran de sus ojos sin previo aviso. Iba caminando y sollozando, agradeciendo de corazón que por aquella carretera no pasara nadie casi nunca.

Cuando se dio cuenta, estaba parada justo en el cruce que había entre Heyward's y la casa de JJ. Si giraba a la derecha, llegaría a la tienda donde esperaba encontrar a su amigo, pero si giraba a la izquierda... Si giraba a la izquierda llegaría a su lugar seguro.

JJ.

Lee sabía que JJ no dudaría ni un segundo en ayudarla. Sabía que, daba igual cómo estuvieran las cosas entre ellos, él haría cualquier cosa por asegurarse de que ella estaba bien y a salvo.

Porque era lo que siempre hacía.

Y, por más que quisiera girar a la izquierda e ir hasta él, se obligó a sí misma a tomar el camino contrario.

No podía acudir a él.

Caminó lentamente hasta que divisó el cartel de Heyward's. Antes de entrar, hizo una pausa para coger aire y calmar, aunque fuera un poco, los nervios que sentía.

Si Pope la veía alterada, probablemente se estresaría y acabarían entrando en un bucle de estrés del que no iban a poder salir. La idea de los dos estresados le hizo gracia, así que soltó una pequeña carcajada para sí misma.

Definitivamente, sería catastrófico.

Estando algo más tranquila, terminó su camino y se adentró en la tienda, haciendo sonreír al padre de Pope en cuanto la vio. Ella imitó la acción y movió su mano a modo de saludo.

—Pope está en el mostrador —indicó el hombre. Lee asintió y le dio las gracias, para después seguir andando hasta donde Heyward le había dicho.

Lee alzó las cejas, sorprendida, al ver a Nate con los codos apoyados en el mostrador, sumido en una conversación de lo más animada con Pope. Los dos estaban mirando un libro y pasando páginas mientras señalaban las fotos que había en él.

No muy segura de cómo captar la atención de los dos chicos, Lee se acercó a ellos lentamente y se aclaró la garganta. Nate y Pope giraron las cabezas y sonrieron al verla. La sonrisa de Pope no tardó en desvanecerse al ver los ojos llorosos de Lee, pero no dijo nada.

—¿Qué hacéis? —preguntó mirando el libro. Sintió su estómago revolverse al ver una imagen de un cuerpo abierto en canal, dejando al descubierto sus órganos —. No me puedo creer que no os dé asco.

—Le prometí que le dejaría el libro —explicó Nate, mirando a Pope de reojo y sonriendo. El moreno asintió, cerrando el libro para que Lee dejara de mirar la foto.

—No voy a preguntar. —Lee hizo una mueca, ante lo que los dos chicos rieron.

—¿Ya te has peleado con tu hermano? —preguntó Pope, cambiando de tema. Lee sonrió.

—He perdido la cuenta de las veces que nos hemos peleado hoy.

—Suerte para ti, Kie nos obliga a ir cin ella al cine de verano —murmuró Pope.

—No lo llamaría suerte, Pope —bromeó ella —. Por cierto, ¿puedo ir al baño?

—¿Desde cuándo preguntas? —Pope hizo una mueca y Lee se encogió de hombros.

—No lo sé, Pope. Ahora soy yo la que tiene muchas dudas —dijo dándole varias palmaditas en el hombro. Él rodó los ojos y la apartó, dándole un suave empujón.

Lee sonrió al ver la cara de fastidio de Pope y se alejó de ellos, totalmente confusa ante lo que acababa de ver. ¿Nate había ido a darle un libro a Pope?

En cuanto estuvo en el baño, cerró la puerta detrás de sí y se paró frente al espejo. Suspiró al ver su cara; tenía ojeras, los ojos hinchados y rojos y, encima, iba despeinada.

Esto último lo arregló peinando su pelo en un medio recogido, de modo que la mitad baja de su pelo quedaba suelto y la mitad de arriba, recogido en un pequeño moño. El desastre de su cara era más difícil de arreglar, así que hizo lo que pudo echándose algo de agua. Por lo menos, la ayudó a tranquilizarse.

Tardó varios minutos más en salir, disfrutando el silencio que había en el baño y la tranquilidad de estar sola y lejos de la policía. Por más que quisiera quedarse ahí, tenía que volver con Pope antes de que su amigo pensara que se la había tragado el váter y entrara en pánico.

Una vez fuera, se quedó apoyada en el marco de la puerta que separaba la trastienda de la tienda, buscando a su amigo con la mirada. Nate seguía apoyado en el mostrador, echando un vistazo rápido a las páginas del libro.

Lee cogió aire y se acercó hasta él, apoyándose en el mostrador, también, pero en la parte de dentro.

—Oye, siento lo de... —empezó ella, bajando la mirada. Nate sonrió de lado y negó con la cabeza.

—No tienes nada que sentir, de verdad. Era algo de lo que ya estaba avisado. —El castaño se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

—¿Avisado? —Lee frunció el ceño y se cruzó de brazos, no muy segura de cómo tomarse eso.

—No, no. No en ese sentido —dijo él —. Todo el mundo me había dicho que...

Nate no pudo terminar la frase porque Pope entró corriendo a la tienda, directo a ellos. Lee lo observó atentamente, mientras él empujaba a todo el mundo a su paso.

—Lee, tenemos que irnos —murmuró cogiéndola por la muñeca y tirando de ella hasta estar en el lado de fuera del mostrador —. Nate, muchas gracias por el libro, de verdad. Ojalá poder quedarme, pero no puedo. Nos vemos —dijo, algo apresurado. Lee intentó soltarse, pero antes de poder hacerlo, Pope volvió a tirar de ella, arrastrándola entre toda la gente.

—¿Dónde vais? —preguntó Heyward mirando a su hijo y a Lee, extrañado ante tanta prisa.

—A casa de JJ.

Lee, por un segundo, temió que le hubiera pasado algo a JJ. Quería preguntar, pero al mismo tiempo, no sabía si quería escuchar la respuesta. Se dejó guiar por su amigo entre las calles, hasta que el pobre no pudo más y tuvo que hacer una pausa para respirar. Lee no estaba cansada, así que se limitó a mirar a su amigo mientras recuperaba el aliento.

—Bueno, puedes andar tú sola, no sé por qué estoy tirando de ti.

—Pues si no lo sabes tú, estamos apañados —murmuró ella, frotándose la muñeca. Él levantó la mirada del suelo y la miró mal, ante lo que ella se encogió de hombros.

—Vamos —dijo él.

—¿Se puede saber qué pasa? —preguntó ella, algo nerviosa. Pope no respondió, por lo que ella dejó de andar.

—Lee, vamos —pidió él, otra vez.

—¿Puedo saber lo que pasa?

—Cuando lleguemos —respondió él, cogiéndola de nuevo por la muñeca y tirando de ella. Lee rodó los ojos, pero no opuso resistencia.

Tampoco dejó de preguntar, lo cual parecía estar irritando a su amigo, pero si él pensaba tirar de ella todo el camino sin responderle, ella pensaba estar todo el camino preguntando.

En cuanto llegaron a casa del rubio, Lee se deshizo bruscamente del agarre Pope, fulminándolo con la mirada mientras se cruzaba de brazos. Pope rodó los ojos de nuevo, para después mirar a JJ. Los dos bufaron al verlo totalmente ajeno a su alrededor, disparando a un oso de peluche y con los cascos puestos.

—¡JJ! —gritó Pope. JJ ni se inmutó, por lo que el moreno gritó varias veces más.

—Esto es inútil.

Lee caminó hasta el rubio y le quitó los cascos de golpe, haciéndolo sobresaltarse y dejar caer la pistola por el susto. La miró sorprendido y ella rodó los ojos, dando un paso atrás.

—¿Qué... —empezó JJ. Tragó saliva sin apartar la mirada de Lee —. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Has estado llorando? —preguntó. Lee quiso sonreír ante última pregunta, pero hizo como si nada.

Cogió aire y miró a Pope de reojo, haciendo que JJ lo mirara también. No se había dado cuenta de que Lee no estaba sola. Tragó saliva de nuevo, sintiendo algo de decepción y alivio al mismo tiempo.

—Tío, lo saben —murmuró Pope —. Saben que...

—No, no lo saben —lo interrumpió JJ.

—¿El qué? —preguntó Lee, mirándolos a los dos.

—Nada —respondió JJ rápidamente. Lee alzó las cejas y se cruzó de brazos.

—Así que, ¿ahora no puedo saber las cosas? —JJ rodó los ojos, ante el tono de molestia de la pecosa.

—No, Ashley. Esto no puedes saberlo —murmuró él.

—¿Por qué no? —insistió.

—Porque no, joder.

—No me jodas, JJ —murmuró ella, mirándolo directamente a los ojos —. ¿Qué habéis hecho?

JJ mantuvo la mirada firme durante unos segundos, pero los quejidos de Pope hicieron a los dos girar las cabezas en su dirección.

—Tío, ya está bien de arrepentirse —dijo JJ, dando un paso hacia él. Pope bufó y pasó las manos por su pelo —. Topper y Rafe te pegaron y tú se la devolviste. Es la ley de la selva.

—¿Qué cojones ha pasado? —Lee cogió la muñeca de JJ, haciéndolo girarse. Se miraron a los ojos de una forma que hizo que los dos se tensaran.

—No dan becas a gente que hunde barcos, ¡joder! —exclamó Pope, dando vueltas de un lado a otro —. Y Topper sabe que hundí su jodido barco.

—¿Qué? —pregunto Lee, mirando ahora a Pope.

El moreno pareció no haberla escuchado, porque siguió quejándose, una y otra vez, sin parar de caminar. JJ cogió aire y se acercó a él, cosa que Lee imitó.

—Tío, escúchame —dijo el rubio, poniendo su mano en el hombro de Pope —. No pueden saberlo, no había cámaras.

—Es Figure Eight, JJ. No sabemos si había cámaras.

Lee miraba la escena a un paso de distancia. Estaba detrás de JJ, por lo único que podía ver era la cara de Pope.

—No lo saben —repitió JJ. Se acercó un paso más a Pope y lo miró directamente a los ojos —. Y, si preguntan, los miras a los ojos y... Negar, negar, negar.

—Guau, JJ. Plan maestro —murmuró Lee desde su sitio.

—¿Se te ocurre algo mejor? —preguntó él, girando la cabeza para mirarla. Ella bufó, pero no respondió —. Exacto, no —dijo JJ volviendo a mirar a Pope. Estiró el brazo y señaló la pistola —. De todos modos, por si acaso, no vamos a ir a ningún sitio sin protección, ¿está bien?

—Está bien —susurró Pope, para después tragar saliva.

—No, no está bien —intervino Lee, haciendo que los dos la mirasen —. ¿Qué pensáis hacer con ella? ¿Dispararles?

Ninguno de los dos dijo nada, por lo que Lee gruñó y pasó su mano por su cara, algo frustrada ante la situación.

—No, de verdad, JJ. ¿Qué piensas hacer? —insistió.

—¿Te da miedo lo que le pase a tu novio? —preguntó JJ, con ironía —. Para no querer nada con él, te veo bastante preocupada —dijo, alzando una ceja. Lee entrecerró los ojos y soltó una carcajada, pero sin gracia alguna.

Ella dio varios pasos hacia él, de modo que quedaron muy cerca, mirándose fijamente a los ojos. Pope dio un paso hacia atrás, algo incómodo ante la situación.

—Para no sentir nada por , te noto bastante tenso —respondió ella en el mismo tono.

JJ apretó la mandíbula y tragó saliva, ante lo que Lee sonrió de lado, orgullosa de sí misma. Ninguno de los dos apartó la mirada hasta que escucharon a Pope aclararse la garganta.

—Chicos, por mucho que esté disfrutando este precioso momento —ironizó —, Kie nos está esperando.

_______________________________________

¡Hola!

No os hacéis una idea de las ganas que tenía de que Rafe  apareciera porque no teníamos suficiente drama sin él.

Os prometí un capítulo largo e intenso y, no sé qué os parecerá, pero lo he intentado. Espero que os guste mucho.

Lo de siempre, mil gracias por las lecturas, los votos y los comentarios, de verdad. No me creo que esta historia haya superado las 2000 lecturas y los 300 votos. 🥺

¡Hasta el próximo!

🥰✨

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