No me gustas

By flores261

7.6K 357 59

Nueva ciudad. Nueva escuela. Nuevos amigos. ¿Qué significa esto para Nia? Significa que tendrá que comenzar... More

Prólogo
Capítulo 1. Chicos populares.
Capítulo 2. Primeros problemas.
Capítulo 3. Inminente final.
Capítulo 4. Doble invitación.
Capítulo 5. Los Laurent.
Capítulo 6. Fiesta en San Francisco
Capítulo 7. Enfrentar consecuencias.
Capítulo 8. No me agradas.
Capítulo 9. El mismo odioso.
Capítulo 10. Ajedrez y fotografías.
Capítulo 11. Pelirroja fastidiosa.
Capítulo 12. Pensamientos ridículos.
Capítulo 13. Patos al agua.
Capítulo 14. Juego de niños.
Capítulo 15. Propuesta.
Capítulo 16. Ya te amo, pelirroja.
Capítulo 17. Convertirme en su amigo.
Capítulo 18. Una simple conversación.
Capítulo 19. Feliz cumpleaños.
Capítulo 21. Por ser arrogante.
Capítulo 22. La mejor historia de amor.
Capítulo 23. Una promesa.
Capítulo 24. Romántico y tímido chico de libro.
Capítulo 25. Solo somos amigos.
Capítulo 26. ¿Bailamos?
Capítulo 27. Bebé gigante.
Capítulo 28. Jay al rescate.
Capítulo 29. Helado de fresa y limón: parte 1
Capítulo 30. Helado de fresa y limón: parte 2
Capítulo 31. Ella se fue.
Capítulo 32. No seas tan cruel
Capítulo 33. Odio a Heathcliff.
Capítulo 34. Mal perdedor.
Capítulo 35. Fue culpa de Nia.
Capítulo 36. Quiero que sea feliz.
Capítulo 37. Ultimátum.
Capítulo 38. Un sueño (Final).
Epílogo

Capítulo 20. Amor eterno.

160 6 0
By flores261




Abro mis ojos lentamente. Cuando logro enfocar la vista, me doy cuenta de que estamos cerca de casa. Me quedo en mi lugar, esperando llegar. Dos minutos después, Darian ya está aparcando frente a mi casa. Me enderezo en el asiento para descubrir que el chico a mi lado me está viendo. Sin querer, bostezo.

—Ya llegamos —musita él.

Le brindo una pequeña sonrisa y asiento. Desabrocho el cinturón de seguridad, recojo mi mochila que está a mis pies y salgo del auto. Darian baja un segundo después y ambos nos encontramos en la parte trasera del vehículo. Abre el maletero y saca mi pequeña maleta.

—Gracias —murmuro.

Esta vez es su turno de esbozar una pequeña sonrisa y asentir.

—De nada —responde.

Tomo la maleta y comienzo a caminar hacia la entrada. Antes de siquiera llegar a las pequeñas escalinatas, la puerta se abre y mi papá sale a toda prisa a recibirme. Sonrío al verlo. Me abraza por la cintura, levantándome en el aire y dándome una vuelta. Dejo escapar una risa debido a eso. Cuando me baja, deja unos cuantos besos sobre mi cabello, frente y mejillas. No puedo parar de reír.

—Te he extrañado tanto —confiesa, abrazándome de vuelta.

Respiro profundo, aspirando su aroma y avisándole a todos mis sentidos que estamos en casa.

—Yo también, papá —digo en un murmullo.

Se separa de mí y toma mi rostro entre sus grandes manos. Sus ojos me escudriñan. Al no descubrir nada fuera de lo normal, su mirada se enternece, llenando mi pecho de amor. Antes de decir algo o de comenzar a llorar, levanta la vista. Le sonríe al chico detrás de nosotros y le agradece por traerme sana y salva a casa. Bajo la mirada cuando escucho su voz respondiendo. Vuelvo a tomar mi maleta y hago ademán de continuar caminando, pero mi papá me detiene, toma mi maleta y la carga.

Otra sonrisa se me escapa.

—Te tengo una sorpresa —menciona él después de cerrar la puerta.

Arqueo una ceja.

—¿De qué se trata? —inquiero.

Mi padre solo muestra una sonrisa cómplice y se encoge de hombros.

—Descúbrelo tú misma. —Es lo único que dice—. Está en la cocina.

Entorno mis ojos, no obstante, obedezco. Camino lo poco que queda para llegar a la cocina y me detengo de golpe bajo el umbral. Llevo mis manos a mi boca ante la sorpresa. Mi respiración se corta y mis ojos se llenan de lágrimas. Todo mi cuerpo se paraliza ante lo que veo.

Dios mío.

—Abuela... —musito al quitar las manos de mi boca.

Las lágrimas han vuelto mi vista borrosa. Apenas si soy capaz de notar que comienza a avanzar. Finalmente, mi cerebro parece despertar de su letargo y le ordena a mis piernas moverse, terminando así con la poca distancia que queda entre nosotras. Rodeo su cuello con mis brazos en un abrazo apretado. Cierro mis ojos, disfrutando de la sensación de tenerla entre mis brazos. Joder, cuánto la había extrañado, más de lo que creía.

A este punto, las lágrimas ya han abandonado mi rostro y se deslizan lentamente por mis mejillas. Ella suelta una pequeña risa al escucharme sollozar y comienza a acariciar mi espalda, intentando calmarme.

—Creí que lo de llorar al verme había terminado a los ocho años —acota ella con su voz suave, dulce y tan maternal.

Lloro más. Porque es la figura más cercana a una madre que he tenido. Porque me hizo falta durante todo este tiempo. Porque la necesitaba incluso antes de mudarnos a San Francisco. Porque es uno de los amores de mi vida y finalmente estamos juntas.

—No te maginas cuanto te he extrañado, mamá Gio —murmuro.

—Imagino que lo mismo que yo he te extrañado a ti, Belu —responde ella.

Dejo salir otro sollozo después de escuchar cómo me ha llamado. Justo como lo ha estado haciendo desde hace diecisiete años. Entonces comienza a aflojar el abrazo y a alejarse un poco más de mí. Quiero replicar. Quiero decirle que no se aleje, mas me contengo.

Su mirada llena de amor se fija en mis ojos. Ella me da una sonrisa y luego enjuga mis lágrimas con sus pulgares.

—¿Por qué siempre escondes de mí con lágrimas tus ojitos esmeralda?

Una diminuta risa escapa de mi boca después de escucharla. Termino de limpiar mis mejillas con el dorso de mi mano, y cuando mis ojos están libres de lágrimas, soy capaz de apreciar su rostro. Sus hermosos ojos color miel me miran con ternura. Sus labios están hechos una sonrisa tan cálida que calienta mi corazón. En el acto, unas cuantas arrugas se forman alrededor de sus ojos y de su boca. Su cabello entrecano cae en pequeñas ondas alrededor de ese rostro angelical que posee.

No puedo evitar envolverla en otro abrazo. Diablos, ¿qué sería de mi vida sin ella? Ni siquiera soy capaz de llevar mis pensamientos por ese camino, puesto que mis ojos vuelven a empañarse.

—Ya basta, Nia. Vas a asfixiarla con esos abrazos —riñe papá.

Mamá Gio ríe ante lo que su hijo ha dicho. Yo aflojo el abrazo y me alejo de ella, comenzando a sentir mi cuerpo frío por la falta de su calor.

Llámenme exagerada, pero yo a esa señora la adoro con toda mi vida y mi alma. Daría mi vida por ella y moriría si algo le llegase a pasar. Sé que los abuelos no son eternos y que en algún momento ellos deben partir, es por eso que siempre que tengo la oportunidad le demuestro lo mucho que la amo. Porque aunque pierda la consciencia algún día, sé que dondequiera que vaya a estar, lo sabrá. Sabrá que ha sido y siempre será mi amor eterno.

Ambas nos sentamos en el comedor. Ella toma mis manos sobre la mesa y les da un leve apretón.

—¿Cómo te ha ido, Belu? —pregunta.

—Bien. Todo ha sido perfecto. Conocí gente maravillosa y estoy feliz. Más ahora de tenerte aquí —respondo, sin dejar de sonreír.

—Me alegra mucho que esté yéndote tan bien. Y también estoy feliz de estar aquí contigo.

—¿Y conmigo no? —replica mi padre, imprimiendo un tono indignado en su voz.

Mamá Gio ríe y yo también.

—Tú ya estás grande, no necesitas de mí ahora.

Él abre la boca sorprendido por lo que su madre le ha dicho. Le da una mirada de absoluta incredulidad, sin embargo, la abuela pasa totalmente de él y comienza a hablarme de su viaje. Al parecer justo ayer llegó a casa y se sorprendió al no encontrarme. Por alguna razón me ruborizo al escuchar esa parte. Continúo escuchándola, sin poder creerme todavía que esté aquí. Alternando mi vista de nuestras manos tomadas a sus ojos.

Por favor, si se trata de un sueño, no me despierten jamás. Si sigo en la casa de Santa Bárbara, entonces voy a tirar por el balcón a aquel que ose despertarme. Y si esto es real, entonces le pido al tiempo que se detenga. Que no continúe corriendo y que me permita una eternidad en este momento.

[...]

Después de pasar dos horas poniéndome al día con la abuela, ella me mandó a ducharme mientras me preparaba algo de comer. Sin duda alguna las abuelas son oro puro.

Me siento frente al tocador y comienzo a cepillar mi cabello. De pronto recuerdo a mi madre y la llamada que me hizo. Me recuerdo a mí misma preguntarle a papá si lo llamó.

Mi teléfono vibra y la pantalla se enciende, mostrando la notificación de un mensaje.

Maia J:
Ya sé que estás en casa, Skype, ¡ahora!

Ruedo los ojos ante la orden. Me levanto, tomo mi laptop y me siento en la cama. Inicio sesión y espero pacientemente a que entre la llamada. No pasan más de dos minutos cuando en la pantalla aparece la llamada. Presiono el círculo verde y espero unos pocos segundos hasta que el rostro de mi mejor amiga aparece en la pantalla.

—Hola, muñeca —saludo, sonriéndole—. ¿Por qué tanta urgencia por hablar?

Maia sonríe ampliamente después de escucharme.

¿Cómo que por qué? —devuelve, intentando sonar molesta pero fallando estrepitosamente—. Porque quiero que me cuentes todos lo que pasó en esta semana antes de que olvides los detalles.

Ruedo los ojos, a la vez que dejo escapar una risa.

—Ya, entiendo. ¿Y cómo sabías que estaba en casa? —cuestiono, arqueando una ceja.

Ayer me enviaste un mensaje con todas las coordenadas de tu viaje. Supongo que fue intuición —contesta con escepticismo.

Oh, cierto. Lo había olvidado.

Y sé que lo olvidaste —acota—. Es por eso que te he pedido hablar con tanta urgencia, porque sé que después olvidarás todos los detalles jugosos de tu semana con tu crush.

Vuelvo a rodar los ojos.

—Sus amigos también estaban ahí —le recuerdo.

Lo sé, pero ninguno de ellos te gusta, ¿o sí? —Niego con la cabeza—. Ves. Entonces no son importantes.

Vuelvo a negar con la cabeza, esta vez en un gesto divertido.

—Vale. ¿Qué te gustaría saber?

Maia abre los ojos con sorpresa.

Niña, esas cosas no se preguntan. Cuéntamelo todo. Y no te olvides de los detalles jugosos.

Río debido a lo que ha dicho y comienzo a relatarle toda la semana con mi crush. Dios. Realmente se siente extraño llamarlo así. De hecho, después de aceptar que me gusta, todo se siente extraño respecto a él. Siento como si hubiese conocido a otra persona. Como si el odioso irritante que conocí al principio fuese otra persona. Como si ambas partes no estuviesen en él; como si no fuesen Darian. Y, por alguna razón, me gusta. No lo entiendo, pero me gusta ese contraste. Es un tanto atrayente. Porque sé que no es un chico de ensueño, es un chico real.

Y entonces, llego a la parte de la noche de su cumpleaños. Y puedo ser capaz de sentir los escalofríos. Puedo ser capaz de sentir sus ojos clavados en los míos. Puedo ser capaz de sentir el roce de sus labios contra los míos. De manera inconsciente sonrío, porque ha sido la segunda vez que tenemos un contacto tan cercano. Y se sintió bien. Como aquel abrazo en el que me dio consuelo. Pero como aquella vez, decidí alejarme.

¡¿Estás loca?! ¿Cómo se te ocurre hacer algo así? ¡Por Dios, Nia! Iban a besarse. ¡A besarse! Y arruinaste el momento. ¿Qué carajos tienes en la cabeza? —reprocha Maia después de escucharme.

Me encojo de hombros, un tanto apenada.

—No lo sé —murmuro—. Yo... algo en mí me dijo que no era el momento.

Maia alza ambas cejas.

¿No era el momento? —repite—. Todo a su alrededor decía que era el momento. Lo único que hizo falta fue que una banda de grillos tocara una canción romántica y listo.

—No es una película de Disney —replico.

Lo sé, pero bien pudo haber sido, ¿no crees? —dice, haciendo bailar sus cejas. Yo ruedo los ojos y muevo la cabeza—. Pero cuéntame, ¿qué pasó al día siguiente?

Respiro hondo antes de contestar.

—Nada relevante, en realidad.

Ella frunce el ceño.

¿Cómo así?

—Pues, los chicos decidieron pasar el día en la piscina para relajarse después de la noche loca que tuvieron. Darian se pasó el rato jugando con sus amigos y yo me entretuve conversando con Amelia. En ningún momento comentó lo que casi pasa entre nosotros. Tampoco se comportó extraño.

¿A qué crees que se debió?

—Maia, todos habían tomado. No sé cuántas botellas tomó él, pero estoy segura de que lo que hizo fue solo un impulso del alcohol en su sistema. De hecho, acusó a sus amigos de abrir uno de sus regalos. Que fue el que yo le había dado y que abrió conmigo. Es obvio que estaba borracho y no recordó nada.

Maia hace un mohín.

¿Tú crees? —cuestiona.

—Por supuesto —respondo al instante—. Después de lo sucedido en la playa, él estuvo un poco distante. Pero después de lo de su cumpleaños, él actúo normal a mí alrededor. Como si casi no nos hubiésemos besado.

¿Y qué tal si estaba fingiendo? —sugiere ella—. ¿Qué tal si él piensa lo mismo? Que tú estabas tomada y por eso casi lo besas, y prefirió fingir que nada había sucedido para no ahuyentarte.

Frunzo el ceño.

—No creo que haya fingido no recordar nada.

Nia, no lo sabes, puede que lo haya hecho.

—No lo hizo. Ninguno de los chicos, aparte de mí, recordaba el desastre que hicieron. Él estuvo tomando todo el rato con Noah, es obvio que ya no era consciente de su alrededor.

Vale, quizás sea así, ¿pero y qué si recuerda el momento en el que casi se besan? ¿Qué tal si olvidó todo lo demás pero recuerda eso?

—No lo creo —enuncio.

Maia rueda los ojos.

Vale, qué pesimista eres con esto. —Estoy a punto de replicar, pero ella abre la boca para seguir hablando—. Ahora dime, ¿cuándo volverás a verlo?

Me quedo un momento pensando. No tengo la menor idea de cuándo volveré a verlo. No hablamos mucho cuando me dejó en casa. Estuve dormida todo el camino como para hablar sobre algo, y los chicos no me comentaron nada de futuras salidas. Bueno, Jay fue el único que dijo que me llamaría para ir a comer algo, ¿pero estarán ellos ahí? Y si es así, ¿estará Darian ahí?

Como respuesta, me encojo de hombros.

—No lo sé.

Vale. Supongo que tendrás un poco de tiempo para analizar los acontecimientos de esta semana antes de tener un nuevo encuentro con él.

Vuelvo a encogerme de hombros. Supongo que será así.

—Pero ya suficiente de hablar de mí. Cuéntame de ti. ¿Cómo están yendo tus vacaciones? —pregunto.

Maia sonríe, luciendo entusiasmada. Comienza a hablarme sobre sus vacaciones, mientras yo la escucho atentamente y asiento de vez en cuando.

[...]

Siempre he pensado que Mamá Gio debería ir a uno de esos concursos de comida. Sin duda alguna se llevaría el primer lugar. Ella es la mejor cocinando. No hay lugar al que haya ido que sea capaz de superar su sazón. Ella es grandiosa.

—¿Te gustó la comida? —pregunta ella, sonriéndome desde la cocina.

—Estaba sabrosa. Muchas gracias por mimar a mi estómago así —respondo, sonriéndole también—. Deberías ir a un concurso de cocina. Los demás deben probar tu comida.

Mamá Gio ríe, camina hasta mí y deja un beso sobre mi cabello. Toma lugar en una de las sillas del comedor, justo a mi lado.

—Quizás algún día lo haga —dice ella, y yo lo tomo como una promesa—. Pero sigamos hablando de tu nueva vida. Has hecho amigos ya, ¿también has conocido chicos? —inquiere.

—Ehm... sí. Jacob, el hermano de Maia —respondo, sintiéndome un poco confusa.

Ya le había hablado de él... Oh, cielos... ¿Tiene Alzheimer? Por favor, que no sea eso.

—Oh, sí, tu amiguito Jacob, pero yo me refería a alguien que te guste —menciona—. ¿Has conocido a algún chico que llame tu atención?

Y después de escucharla, automáticamente veo de reojo a mi padre. Quien nos mira a ambas atentamente. Especialmente a mí. Demonios. Siento como mis mejillas se calientan. Él —como la mayoría de los padres—, es celoso y sobreprotector. Todavía recuerdo lo mucho que le costó aceptar a Derek. No quiero ni imaginar cómo serán las cosas si se entera de que me gusta Darian. Joder. Estoy segura de que pondrá muros alrededor de la casa para que no se acerque a mí.

—Pues, no. La verdad es que no —miento, consiguiendo sonar convincente.

Papá parece relajarse, sin embargo no aparta su mirada expectante de nosotras.

—¿Segura? —insiste ella. Yo asiento, comenzando a sudar frío—. ¿Ni siquiera ese amiguito Jacob?

Papá vuelve a tensarse.

Entonces yo recuerdo nuestro incidente en el vestidor. Lo vi semidesnudo y... joder. Qué vergüenza. Admito que él es lindo y tiene un cuerpo de infarto, pero ni siquiera eso ha hecho que lo vea más que como a un buen amigo. Porque todavía un poco de la vergüenza de aquel día está en mí.

—No. Él es solo un buen amigo.

Mamá Gio asiente, entonces se gira en dirección a mi padre, quien parece sorprenderse cuando posa su mirada en él.

—¿Y tú, Wilson? —Pregunta—. ¿Has conocido a alguna mujer?

Papá cambia su expresión seria a una de asustado. Reprimo una sonrisa socarrona.

—Ehm, pues, yo...

—Espera, me hablaste de una mujer, ¿cómo se llamaba? ¿Cindy? ¿Dulce?

—Bridget —responde él, sonando nervioso.

—Oh, sí, Bridget. ¿Cómo van las cosas con ella?

Mi padre me da una mirada, quizás intentando salvarlo con un cambio de tema. Pero me hago la loca y finjo estar también interesada en el asunto, viéndolo expectante, justo como él lo hizo antes.

Noto como su manzana de Adán se mueve al tragar grueso. Esta vez reprimo una risa.

—Eh, sí... todo va bien —enuncia, con la voz impregnada de nervios—. De hecho, nos ha invitado a una cena en su casa en la semana que viene.

Mamá Gio y yo nos miramos sorprendidas. Yo sé que esto es algo común, sin embargo, que esté mi abuela es otra cosa. De algún modo lo hace serio para ellos, y eso me sorprende. No es que esperase que fuese un juego. Ya no son adolescentes, pero del alguna manera, le agrega más compromiso —del que ya tiene—, a la relación.

—Oh, eso suena increíble —pronuncia Mamá Gio con entusiasmo.

Papá asiente, sin muchos ánimos de seguir hablando. Esta vez no reprimo mi sonrisa, pero en lugar de ser una socarrona, es una de ternura. Mi papá puede ser muy intimidante cuando quiere, y también un niño cuando no.

Continue Reading

You'll Also Like

777K 35.6K 72
Lexie Eastwood quiere marcharse lo más lejos posible de su ciudad natal en los Estados Unidos, y Londres parece ser el lugar perfecto. Consigue una v...
395K 14.8K 29
Él, el típico popular del colegio, mujeriego, el chico de todas. Ella, marginada del grupo social popular por... Por ser ella misma. Trenton la fasti...
5.2M 454K 83
Nunca debí caer por él. Sin embargo, tampoco detuve mi descenso. Nada logró apaciguar las maliciosas llamas de deseo que se prendieron dentro de mí. ...
13.7K 661 33
Sinopsis... (Primer libro de una trilogía) Quién diría que el futbol americáno y la poesía se llevarían tan bien. Eso es lo que cree Emmanuel, el tip...