Amor Fugaz ✓

__ElizabethTorres

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Las historias de amor no siempre, duran por siempre. Pese a ello, puedo decir con certeza que la nuestra si l... Еще

Prólogo
1. Destinos Cruzados
2. Charla nocturna
3. Encuentro incómodo
4. Vistazo al pasado
5. El mejor regalo
6. Primera cita
7. Segunda cita
8. Elena no llores
9. El arrepentido
11. Voto de confianza
12. Un triste recuerdo
13. ¿Me estás retando?
14. La Cena de Celebración I
15. La cena de celebración II
16. Malas noticias
17. El último adiós
18. La bicicleta
19. Los Villanueva reunidos
20. Viejo amigo
21. Superando miedos
22. Doble celebración
23. Confusión
24. Luz y Oscuridad
25. Acto suicida
26. Prisión
27. Buscando respuestas
28. Los Romero se reúnen
29. Sueño descifrado
30. La postal
31. La última cita I
32. La última cita II
33. El día de la boda
34. Después de la boda I
35. Después de la boda II
36. Final
Epílogo

10. El lago de los sueños

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__ElizabethTorres

Emanuel insistió en que debía conocer un lugar que para él es especial.

¿Cómo negarme? Si se ha comportado de manera dulce conmigo, cumpliendo con su promesa de hace unos días.

—¿Puedo confiar en qué no me estás llevando hacía la muerte? —Cuestiono nerviosa.

Él me sonríe con dulzura. —Tenemos mucho por vivir, no podría matarte aún.

Levanto una ceja. —¿Aún? —Su sonrisa se amplía.

—Eres tan crédula. Puede que no sea la mejor persona del mundo, pero tampoco soy un asesino. —Apunta.

Debo admitir que pese a todos sus impulsos salvajes no es un asesino a sangre fría.

Un asesino no haría lo que él está haciendo por mí ahora, prometió llevarme al lugar más bello del mundo y vaya que lo decía enserio.

Nos encontramos en medio del bosque, lo cual es perfecto cuando amas la naturaleza, todo a mí alrededor me llena de tranquilidad. Bueno, quizá el hecho de que Emanuel me acompañe tenga que ver.

—¿Te gusta el lugar? —Husmea abrazándome por la cintura.

—¿Cómo no va a gustarme? —Suspiro hondo. —Es tan tranquilo.

—No solamente es tranquilo, es un bosque encantado. —Menciona emocionado.

No puedo evitar reír.

Cuando dice "Encantado" se está refiriendo a ¿mágico?

—Buen chiste. —Resoplo.

Rueda sus ojos. —No es un chiste, pronto te darás cuenta de ello.

—No me digas que los peces vuelan, porque si los veo salgo corriendo. —Rio sarcástica.

Él me extiende su mano. —Ven, exploremos un poco. —Tomo su mano y lo sigo a través de un sendero verde, con flores alrededor. —Antes de avanzar, quiero que sin preguntar nada, elijas una piedra y la lleves contigo por todo el camino. —Lo observo dudosa.

¿Una piedra?

—¿Para qué ocupo una piedra? —Interrogo. —¿Defensa ante algún animal salvaje?

—Dije sin preguntar, sólo tómala.

Hago lo que me dice y tomo una bonita piedra blanca, él toma una café.

—Ahora que sigue, don misterioso.

—Sigamos caminando. —Obedezco caminando a su lado.

De vez en cuanto me dedico a observarlo y debo admitir que de perfil luce muy atractivo.

La belleza natural no puede quedarse atrás. Ante nosotros se extiende un campo lleno de rosas, es increíble la variedad de colores que pueden apreciarse, se ven muy cuidadas lo cual me resulta raro tomando en cuenta que no se ven personas a una manzana de distancia.

Emanuel se detiene antes de llegar a el campo de rosas. —¿Sabes por qué este lugar es tan mágico para mí?

—Cuéntame.

—Mis padres se enamoraron aquí. —Sonríe. —Mis abuelos tenían una floristería en la ciudad, mamá dirigía el negocio y papá era su ayudante, en ese entonces solo eran compañeros de trabajo, nunca soñaron con ser algo más, sin embargo, una tarde de primavera cuando ambos venían del colegio, decidieron darse "una escapada" y terminaron en este paraíso. —Levanta sus manos señalando todo a nuestro alrededor. —Desde ese momento supieron que su atracción era más fuerte que una simple amistad, disfrutaban pasar tiempo juntos, más de lo que ambos se atrevían a aceptar. Después pensaron en cuidar estas rosas para recordar el lugar que los llevo a descubrir sus sentimientos. —Su sonrisa se apaga. —Y al parecer aún después de sus muertes las siguen cuidando.

Me quedo sin palabras decir que Emanuel esta triste es poco, su rostro se contrae y lágrimas comienzan a rodar de sus ojos.

No puedo hacer nada más que abrazarlo, lo envuelvo en mis brazos y acaricio su espalda con suavidad. Sé que perdió a sus padres, pero todavía no me ha contado como los perdió y no es algo que me atreva a preguntarle en estos momentos.

—Tranquilo, ellos siempre estarán contigo. —Musito.

—Pero se fueron demasiado pronto.

—Sé que es doloroso te entiendo Emanuel, pero debes ser fuerte por ti y por ellos.

No sé las razones por las que ellos murieron, pero sé lo que se siente perderlos, hay días en que lloro desconsoladamente pensando en los míos y la forma injusta en que me fueron arrebatados, bueno la forma injusta en que mi padre decidió terminarlo todo.

Entre sollozos susurra. —¿Ahora lo ves? —Alzo las cejas sin entender. —Es un lugar mágico, porque me tiene llorando frente a ti.

—Emanuel es normal que llores.

—Para mí llorar no es normal, no frente a una chica.

—Deja esos pensamientos arcaicos, los seres humanos independientemente sean hombres o mujeres poseen sentimientos, por lo cual es normal que de vez en cuando lloremos.

—No me gusta cuando te pones regañona.

—Nada de regañona, solo trato de ayudarte.

—¿Una loca como tu puede ayudarme? —Cuestiona divertido.

—Yo solo estoy loca por ti, pequeño duende.

—¿Duende? —Repite.

—Es que tu estatura es muy baja. —Rio.

—No puedo negarlo. —Se encoge de hombros. —Hay otro lugar que quiero mostrarte, ahora veremos los peces que vuelan. —Bromea.

Ruedo mis ojos. —Otra vez con eso Emanuel.

—Está bien no hay peces voladores, pero prometo que verás algo increíble. —Asegura.

Dejamos el santuario de las rosas y nos adentramos más en el bosque, lo que mis ojos ven a continuación es increíble. El lago de la vida o al menos parecido, una enorme extensión de agua poco profunda, con miles de piedrecitas de colores en el fondo, en algunas se pueden apreciar nombres escritos.

¿Qué rayos?

Al rededor del lago hay una cerca dorada con un enorme cartel sobre ella que anuncia: El lago de los sueños, y en letras mucho más pequeñas está grabado lo siguiente: Pide un deseo y lanza tu piedra al lago, si esta flota tu sueño se hará realidad, si la piedra se hunde tu sueño nunca se cumplirá.

¿Es broma no?

Es decir, una piedra no puede flotar ¿Cierto?

Claro que no puede, por Dios estoy delirando, las piedras no flotan.

Emanuel se gira para quedar frente a mí. —Sé que no crees en esas cosas, pero quisiera que lo intentáramos. —Hace un puchero. —Mis padres lo hicieron hace años y el sueño de mamá se cumplió él de mi padre no. —Añade con cierta nostalgia.

—¿cuáles fueron sus deseos? —Pregunto invadiendo su privacidad.

—Elena...

—Necesito un incentivo para creer en esto. —Pido.

—Está bien, mamá pidió casarse con papá, él pidió... —Arruga su cara. —Pidió envejecer con ella y su piedra se hundió.

—Como sabes que pidieron eso ¿Te lo mencionaron alguna vez?

—Leí sus diarios. —Menciona un tanto avergonzado.

—¿Tu padre tenía un diario?

—Sí, cuando era joven.

—Comprendo. —Digo secamente.

La cara de Emanuel denota decepción sé que quiere mi apoyo en esto, así que pondré mi lógica por un lado y veamos que hace la magia.

—Voy a intentarlo, por ti. —Entrelazo mis dedos con los suyos.

Se suelta de mi mano. —Si no quieres está bien.

—Quiero hacerlo. ¿Quién no necesita un poco de magia en su vida? —Expongo emocionada.

—Ven aquí Loquita. —Me acerca a él para luego besarme.

—Ahora bien ¿Cómo funciona esto?

—Primero, toma mi mano. —Hago lo que me dice y tomo su delicada mano. —Ahora tienes que cerrar tus ojos y pedir con todo tu corazón un deseo, algo que desees en verdad.

Lo que desees en verdad.

Automáticamente mi mente piensa en ellos.

Padres...

Vivos...

No, no puedo pedir algo imposible, tengo que pedir algo que se pueda cumplir, pero ¿qué? Algo que me haría feliz en verdad... ¡Sí, eso es! que Emanuel nunca más vuelva a ocultarme cosas o mentirme, no soportaría otra mentira más, no después de haberle abierto mi corazón.

Así que lo pido. Deseo que Emanuel no vuelva a mentirme...

—Bien, ¿estás lista? —asiento y él me hace una señal para que juntos lancemos las piedras. —¡Ahora! —Los dos lanzamos nuestras piedras y estas se rozan en la superficie por un momento, luego la mía comienza a hundirse y me asusto.

¿Por qué se hunde y la de Emanuel no?

No logro entenderlo, su piedra se queda flotando y luego de unos segundos, aparece una pequeña corriente que la arrastra a un lugar que recién veo, una parte del lago tiene muchas piedrecitas flotando, mientras que otras solo se quedaron en el fondo.

¿Qué demonios es todo esto?

¿Lo de la magia es cierto?

¿Mi sueño no se hará realidad?

¡¿porqué?!

Emanuel me observa con cierta lástima, así que intervengo antes de que mencione algo. —No importa, además no es tu culpa.

—Elena, lo siento. —Me abraza.

Mientras estoy entre sus brazos pienso en la situación que me rodea.

Mi deseo fue que Emanuel no volviera a mentirme y si el lago tiene razón, significa que él siempre me ocultara cosas.

No quiero dejarme llevar por esto, pero la nota en la cerca fue muy clara, "si la piedra se hunde, tu sueño nunca se cumplirá"...

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