32. La última cita II

14 6 0
                                    

—Eres un completo idiota Emanuel.

—Eso ya lo sé, puedo ser todo lo que quieras, menos un asesino, no logro entender cómo pudiste pensar que iba a asesinarte Elena, sabes perfectamente que eres la mujer que más amo en toda mi vida.

Sus palabras incrementan mi llanto.

—Perdona sí, lamento haber jodido nuestra última cita. —Agrega con aparente arrepentimiento.

—Sabes todo lo que he pasado con mis padres, me dolió que sacaras a Rubén en la conversación, nunca debiste hacerlo y lo peor es que lo hiciste de forma intencional. 

—Lo sé y prometo que no volverá a ocurrir. —Baja su cabeza y después me atrae hacia él para besar mi frente. —Te amo, más de lo que podrías imaginar, soy consciente de que no te merezco.

No respondo, solo me dedico a derramar las ultimas lagrimas que me quedan.

Con Emanuel las cosas pueden pasar de ser tranquilas a caóticas en cuestión de segundos, lo cual me preocupa en cierta forma, siento que eso podría ser un inconveniente en nuestra relación.

Después de media hora calmando mi ser, el hambre nos atacó con urgencia.

Como decisión unánime optamos por cenar cosas típicas de mí país, es decir; tacos picantes, me enloquecen enserio, son mi debilidad culinaria.

Hacemos nuestros pedidos y yo me inclino por 2 órdenes de tacos, mientras que Emanuel pide 3, lo molesto mientras esperamos porqué sé que no hay manera alguna de que él se coma tres órdenes simplemente porque no está acostumbrado a las cosas picantes.

—Vas a arrepentirte de haber pedido tantos tacos. —Balbuceo esparciendo chile extra a mi orden.

-—Vas a arrepentirte por pensar que no me los comeré. —Replica él.

—¿Y si le añadimos un toque más emocionante a esta cita? —Pregunto al mismo tiempo que levanto una de mis cejas.

—Continúa. —Responde él claramente interesado.

—Podríamos hacer una apuesta. —Pronuncio lentamente con un atisbo de picardía en mi tono de voz.

Emanuel le da un sorbo a su soda Coca-Cola. —¿Qué tipo de apuesta?

—El que se coma seis tacos con chile extra en el menor tiempo posible, gana. —Concluyo orgullosa, porque sé que la tengo fácil.

—¿Eso es todo? —Pregunta, restándole importancia a mis palabras antes dichas. —Mejor hablemos de los premios. —Propone intrigado.

—A eso quería llegar, el ganador tiene derecho a pedir un deseo y el perdedor deberá bailar sobre cualquier mesa frente a todas estas personas. —Anuncio señalando a los demás que se encuentran con nosotros.

—Oh Elena, no sabes en lo que te metiste, vas a perder. —Dice con demasiada seguridad.

—Yo soy mexicana no puedo perder, no contra un italiano. —Menciono en tono despectivo.

—Te voy a demostrar como este italiano, te hace tragarte tus propias palabras. —Le da el ultimo sorbo a su soda.

Nos miramos fijamente a los ojos, para después soltar una leve sonrisa, en estos momentos no somos ni amigos, nos hemos convertido en dos competidores sedientos por la victoria.

El mesero coloca nuestros pedidos especiales sobre la mesa y le rogamos que nos haga un tremendo favor, comentándole nuestros infantiles planes el chico apenado decide unirse a la batalla, sosteniendo un reloj entre sus manos grita.

—¡Ahora!

Emanuel y yo como dos completos dementes, comenzamos a comer sin pudor alguno, sé que restos de comida se adhieren a mi cara, pero es lo que menos me importa, comienzo a asustarme cuando Emanuel come sus tacos de dos mordidas, sin prestarle atención al picante, una alarma se activa en mi mente y comienzo a comer sin masticar, estoy prácticamente tragándome la comida, lo cual sin duda fue un grave error.

Me comienzo a ahogar y siento que los tacos se quedan atorados en mi garganta impidiéndome comer más, trato de tragarlos, pero no pasan, vaya que ridículo numerito estoy montando, Emanuel aprovecha mi retraso para meter el último taco en su boca y autoproclamarse como ganador.

Se levanta de la mesa gritando como un completo loco.

—¡Le gané a la chica mexicana que supuestamente nunca pierde! —Se mofa en mis narices, sonriendo y alardeando de sus dones excepcionales.

Sin verlo venir comienzo a vomitar todo lo que logré comer con tanto apuro, siento mucha vergüenza no solo por haber perdido sino también por estar vomitando frente a un puñado de personas que sin darme cuenta se habían acercado a nuestra mesa para apoyar a el ganador, en este caso a Emanuel.

Levanto mi cabeza, después de haber enjaguado mi boca con agua, mientras que él italiano sigue celebrando su victoria.

—¿Contento? —Pregunto irritada, mientras limpio los restos de comida que salpicaron sobre mi atuendo.

—Es un placer haberte ganado, comiendo un platillo típico y en tu propio país. —Su tono es demasiado superior para mi gusto.

—No es para tanto. —Ironizo, moviéndome hacia la salida.

Él coge la muñeca de mi mano. —Estás olvidando algo.

—¿Qué cosa? —Me hago la desentendida.

—El baile sobre la mesa frente a todas las personas. —Hace memoria de mi grandiosa apuesta.

Me concentré tanto en ganar que olvidé que tenía la posibilidad de perder.

Estoy levantando mi tullido cuerpo para subir a la mesa cuando Emanuel me detiene.

—Prefiero que ese baile sea en privado el día de nuestra boda. —Comenta en tono bajo. —Ese es mi deseo por haber ganado.

—Soy mala con ese tipo de bailes. —Confieso avergonzada.

Lo cierto es que soy pésima cuando quiero hacer un baile sensual, más bien al hacerlo da la impresión de que estoy sufriendo algún tipo de convulsión.

—Lo harás bien. —Me anima. —Ahora sino te molesta quisiera que volviéramos a casa, tuve un día agotador, a veces ganar cansa. —Agrega con burla.

Ruedo mis ojos. —Me irritas Emanuel.

—Es todo un placer. —Informa mientras me toma de la mano para que nos vayamos.

—Olvidas algo importante. —Le recuerdo.

—Hm, ¿qué? —Pregunta.

—Pagar, tonto. —Contesto con simpleza.

Corre al mostrador para pagar por nuestros pedidos y vuelve luego de algunos minutos.

Salimos del establecimiento y respiro con profundidad mientras caminamos por el asfalto tomados de la mano, al verlo junto a mí finalmente puedo decir que encontré a mi alma gemela.

Un alma que me ganó en una competencia que por ley tenía que ganar yo, aunque no puedo negar que fue una noche única, pasamos por varias fases, peor la buena noticia es que acabo en una divertida, una que recordaré por muchos años.

Es inevitable no imaginar como mi vida cambiará a su lado, dentro de algunos cinco años podremos adoptar a un niño, al que sin duda llamaré Justin.

Sonrío para mis adentros al darme cuenta de lo ilusionada que estoy por formar mi vida con él, pero ¿cómo no hacerlo? Si él es lo que inconscientemente estaba buscando.

Amor Fugaz ✓Where stories live. Discover now