28. Los Romero se reúnen

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La emoción no me cabe en el pecho, después de buscarlo tanto al fin pude encontrarlo.

Mi abuelo se encuentra en una silla de ruedas al lado de Raúl quien viste un hermoso traje azul de enfermero.

Ambos me ofrecen una amplia sonrisa, la cual contesto al instante con la misma emoción.

—¡Abuelo! —Grito sin poder contener las lágrimas que se deslizan por mi rostro.

Ignoro a los guardias frente a mí y corro con rapidez hasta detenerme frente a mí abuelito.

—Yo-yo, lo siento mucho, de verdad. —Musito entre lágrimas. —Perdóname por haber sido tan egoísta, por alejarme de ustedes cuando eran lo único que quedaba de mí familia. —Agrego envolviendo a mi abuelo en un abrazo.

Sus delicadas manos se detienen en mi espalda y puedo sentir como pequeños sollozos salen de su boca.

—Tu abuela y yo te hemos esperado cada día mi niña. —Habla por primera vez y mi llanto se intensifica, su voz es más dulce que en mis recuerdos.

Levanto la mirada y sonrío al verlo de cerca. —Estoy muy feliz de poder verte otra vez. —Beso su frente.

Él sonríe conmigo. —Compartimos el mismo sentimiento. —Menciona con ternura. —Pasa adelante por favor, tu abuela se ha preparado te estábamos esperando.

Levanto una ceja. —¿Cómo sabían que vendría?

—Cuando dije que cada día esperábamos por ti, lo dije enserio. —Afirma. —Además tu abuela tuvo un sueño raro donde aparecías buscándonos. —Agrega meneando su cabeza.

Prosigo a entrar a la casa, pero cuando estoy por cruzar la puerta principal me detengo en seco.

¡Emanuel!

Giro sobre mis pies y lo llamo para que camine.

Él pasa despreocupadamente entre los guardias quienes siguen en su posición de estatua.

Una vez dentro, lleno mis pulmones de aire recordando lo bien que pasé mi infancia corriendo por los pasillos de esta casa, hay cambios que son muy notables, como la antigua mesa que descansaba en la sala de la casa, que ahora fue reemplazada por un juego de sillones grises.

Todo es tan acogedor y por qué no decir familiar.

Sigo a Raúl quien mueve con fuerza y a la vez delicadeza la silla donde inquietamente se encuentra sentado mi abuelo.

Llegamos a una habitación muy espaciosa donde descansan algunos objetos que seguramente son para la rehabilitación de mis abuelos.

Al final de la habitación se puede apreciar una silla de ruedas con detalles celestes, sobre ella se encuentra una mujer muy hermosa y con los cabellos blancos.

Automáticamente mis ojos se llenan de lágrimas por segunda vez en el día, ella al verme se pone de pie y camina con lentitud en mi dirección, lo cual me sorprende porque los rumores que había escuchado por diversos lugares apuntaban a que mis abuelos estaban muy graves.

Raúl deja a mi abuelo para tomar de la mano a mi preciosa abuela, pero ella lo regaña. —Ya te he dicho que estoy mejor, no es necesario que tomes mi mano cada que me levanto. —El tono de su voz es dulce, pero firme.

Algo me dice que Raúl escucha esas palabras muy a menudo.

—Y yo ya le he dicho que cuidaré de usted, aunque no le guste. —Murmura sonriendo.

Quedamos frente a frente y espero a que la abuela Orquídea me dé un gigantesco sermón por alejarme todos estos años, espero eso de ella porque sé que su personalidad es todo lo contrario a la de mi abuelo, ella siempre fue más estricta e intimidante.

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