16. Malas noticias

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La noche más larga de mi vida está llegando a su fin.

Luego de comprar helados Emanuel y yo decidimos caminar hacia casa, él encargo su auto a uno de sus amigos, mientras nosotros con la luz de la luna y algunas estrellas como fondo, disfrutamos de nuestra existencia.

Todo marchaba bien, como en una película de Romance, hasta que una llamada entra en el celular de Emanuel haciéndolo vibrar continuamente.

Odio que siempre ocurra eso.

—Me permites un minuto, necesito atender es importante. —Se excusa.

Lo veo alejarse un poco, lo suficiente como para tener privacidad en su llamada.

¿Debería seguirlo y actuar como una psicópata celosa?

O a lo mejor debería esperar a que regrese como una persona normal lo haría.

Espero...

Espero...

Y sigo esperando...

Comienzo a aburrirme y a sentirme estúpida por estar sentada en la acera de la calle esperando que mi novio termine una conversación que evidentemente no tengo permitido escuchar.

Emanuel se encuentra de espaldas a mí, lo único que puedo observar es como agita su mano izquierda mientras habla de forma curiosamente lenta.

Al cabo de una eternidad el chico se acerca a mí con su rostro ligeramente irritado.

—Disculpa por eso Elena sé que no debí dejarte sola, pero era necesario. —Resopla.

—¿Quién era? —Indago de manera directa.

—Pues veras. —Se detiene observándome con obviedad.

¿Han escuchado la frase: una mirada dice más que mil palabras? Bueno, en estos momentos comprendo su significado.

Ruedo mis ojos. —¿Qué te dijo?

—Está muy dolida por nuestra separación y enojada contigo. —Sonríe levemente.

—¿Ahora que le hice?

—Vio el alboroto que ocasione en el Palacio Dorado y sabe que fue por defenderte.

—Pobre cría inmadura. — Tomo una respiración. —No quiero que vuelvas a hablar con ella.

—Esa es una petición inmadura. Verónica no te cae bien, pero sigue siendo mi amiga.

Río sarcástica. —¿Consideras amiga a una mujer que habla mal de tu novia?

—Sólo está celosa, dale un tiempo para que se calme, no nos conviene tenerla como enemiga.

—¿Perdona? No le tengo miedo ni al demonio, ¿por qué debería tenerle miedo a alguien como ella?

—Cálmate un poco Elena. —Expone en tono dulce.

No respondo y comienzo a caminar llena de furia.

—Elena. —Me llama él.

Me detengo. —Dime. —Contesto sin darme la vuelta.

—Tu casa apartamento está para el otro lado. —Avisa.

Me giro sobre mis pies, preparando un argumento y levantando el dedo índice para mostrarle su equivocación.

Al hacerlo me encuentro a escasos centímetros de su cuerpo, él me envuelve en sus brazos y deposita un dulce beso en mis labios. —No puedes irte molesta. —Sigo sin responder. —Deja de ser tan resentida Elena, lo digo enserio. —Su tono dulce es sustituido por uno más firme.

Amor Fugaz ✓Where stories live. Discover now