34. Después de la boda I

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El dolor de cabeza que siento es agobiante, no recuerdo con claridad lo que ocurrió anoche, solo sé que alguien me golpeó violentamente cuando estaba por entrar al sótano.

Abro los ojos de golpe, observo con atención el lugar donde me encuentro, es el mismo sótano de mi casa, pero estoy dentro de un cubo de cristal.

¿Qué demonios?

¿Desde cuándo tengo esto en mi sótano?

Pero aún más importante. ¿Qué hago aquí?

—Por fin despertaste. —El sonido de esa voz, una voz que conozco.

Parpadeo un par de veces y me doy cuenta de lo que sucede en verdad, me encuentro atada a una silla de rueditas y bajo mi vestido de novia puedo observar que hay muchos cables sobre mis piernas.

Un clip al fondo, hace que mi silla gire por completo, cuando mis ojos se encuentran con el otro lado de la habitación, siento una presión horrible en el pecho.

—¡Emanuel! —Grito desesperada.

Él está sentado al otro lado, en una silla similar, con los mismos cables bajo sus piernas, la única diferencia es que hay un arma sostenida en una mesa apuntando a su cabeza.

—Bienvenida, sobrina. —Pronuncia el hombre y lo reconozco al instante.

Es Rubén.

—¿Qué diablos te pasa, por qué nos tienes aquí? Psicópata. —Ataco alzando la voz.

—Cuidado con tus palabras señorita, aquí mando yo. —Ríe sarcástico.

Observo las cuerdas que se encuentran deteniendo mis manos y me pone feliz el descubrir que están mal atadas, si tengo suerte podré soltarlas sin ningún inconveniente y salir de aquí lo antes posible.

—Se tus intenciones, cariño, pero antes de que cometas una grave equivocación me complace informarte que esos nudos en tus manos están mal atados a propósito, la razón es simple, aunque te sueltes, no querrás levantarte de esa silla cuando sepas lo que ocurrirá si lo haces.

—¿Y qué ocurrirá? —Cuestiono mientras libero mis manos con rapidez.

—La cabeza de tu novio volará en mil pedazos. —Sonríe triunfante.

—¿A qué te refieres con eso? Vas a dispararle estando fuera del cubo de cristal. —Esta vez soy yo la que sonríe.

—No tesoro, tu misma lo harás, como ya lo abras notado hay cables conectados a tu silla y a la de él, cuando tú te levantes activaras un detonador que provocara que el gatillo de esa pistola. —Señala la pistola sobre la mesa que apunta directamente a Emanuel. — Se dispare y posterior a ello tu novio morirá.

No digo ninguna palabra y reprimo las lágrimas que azotan con salir.

El cuerpo de Emanuel se encuentra atado de todas partes, sus ojos están cerrados, pero sigue respirando lo cual me produce un poco de esperanza, no obstante, son notables los continuos golpes que ha recibido.

No entiendo cuál es el propósito de esto, ¿Por qué Rubén se empeñaría en torturarnos de esta forma? ¿Y qué demonios hace aquí cuando en su carta prometió irse lejos?

Muchas preguntas comienzan a formularse en mi cabeza, cuando observo que Emanuel se mueve incómodamente, está despertando.

—Emanuel, cariño. —Musito con los ojos llenos de lágrimas.

—Elena, ¿qué haces tú aquí? —Pregunta desconcertado comio si verme le sorprendiera en lo absoluto. —Rubén prometió no dañarte si ponía mi vida sobre la tuya. —Sus ojos morados seguramente por los golpes se cierran con dificultad.

Amor Fugaz ✓Where stories live. Discover now