25. Acto suicida

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Emanuel Villanueva

Despierto sintiéndome el chico más afortunado del universo por tener a Elena a mí lado, o al menos es lo que creía, hasta que abrí mis ojos y vi su sitio vacío.

Me incorporo y estudio la habitación en busca de Elena, pero no se encuentra por ninguna parte, se fue a preparar el desayuno susurra mi mente, aunque sé muy bien que esa teoría no encaja con ella, no es ese tipo de chicas, ella prefiere dormir hasta tarde y salir a desayunar en alguna cafetería.

Me dispongo a prestar atención a mi alrededor, puedo apreciar cuadros decorativos, algunas fotografías de Elena y su familia, sobretodo de ella y su mamá, es tan cruel imaginar que el destino las separara de esa forma tan brusca.

Me pongo ropa limpia y bajo por las escaleras directo a la cocina, mi estómago ruge con insistencia, no tengo más remedio que preparar algo de comer, abro la nevera y elijo una caja de leche para acompañarla con mi cereal preferido.

Mientras vierto su contenido en un tazón, Elena se aparece en la cocina con un aspecto extraño.

No me saluda, solo camina a través de la cocina, coge un vaso y va hacia el grifo, espera unos segundos que este se llene de agua.

Quiero intervenir en su distraída mente. —¿Hoy no saludas? —Sueno muy animado.

Ella se sobresalta y el vaso que sostiene en su mano derecha se desliza por sus dedos, cayéndose al suelo y llenando el piso con miles de cristales.

—Me asustaste. —Proclama inclinándose para recoger los cristales rotos.

Me muevo con rapidez, hasta donde ella se encuentra, se ve tan distraída que temo vaya a lastimarse con algún cristal.

—No hagas eso, yo lo haré por ti.

Comienzo a depositar los restos del vaso en un recipiente.

Ella ignora mi presencia por completo. —Elena, ¿estás bien? —Cuestiono con preocupación.

No se molesta en ocultar lo que piensa. —No estoy bien, ayer tuve un sueño que me dejó un poco aturdida. —Se soba la sien con lentitud.

Me arrodillo a su lado. —¿Qué tipo de sueño?

—Es muy extraño, solo puedo recordar dos palabras acompañadas de una densa niebla.

—¿Cuáles son esas palabras?

—Luz y oscuridad. —Pronuncia pausadamente.

—¿Luz y oscuridad? —Repito con incertidumbre.

Arruga su cara. —Sí, pero estoy segura de que había algo más, algo que debo recordar con urgencia.

—No te presiones, cuando sea el momento vas a recordarlo.

—Emanuel. —Vocaliza. —¿Podemos ir hoy a la casa de mis abuelos?

Me emociono en gran manera al escuchar eso. —¡Por supuesto!

—Bien, entonces puedo ir a ducharme, me preguntaba si tu... —Hace una pausa, mientras juega con sus dedos y creo adivinar lo que dirá. —¿Podrías preparar un desayuno para mí? —Pregunta con ternura.

—Por ti estoy dispuesto a hacer lo que sea. —Me levanto dejando un beso en su frente, ella se levanta y su cara luce feliz, tal y como me gusta verla.

Elena Romero

Mi despertar no fue el mejor de todos, me dolía mucho la cabeza debido a los múltiples intentos de recordar el sueño que me asechó ayer.

Amor Fugaz ✓Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz