HOWARD
EDÉN: 17 - AVERNO: 1
La profesora de filosofía prácticamente nos arrastra fuera del salón cuando mi compañera con nombre de secta satánica empieza a gritarle sin respiro. Un poco confundido y un poco asustado por si Azariah planea sacarme todos los dientes, camino en silencio hasta llegar al pasillo.
—Veo que molestarme sigue siendo uno de tus pasatiempos favoritos aunque te pedí que dejaras de hacerlo —pronuncia colérica a la señora Palmer.
Agacho la cabeza. No me golpee, señorita.
—Yo lo que quiero decir es que...
Genevive me interrumpe. Bien. Veo que mi presencia aquí es irrelevante.
—No me interesa su antagonismo. Van a hacer este trabajo como sea y lo van a hacer bien o le pediré al director que reinicien sus niveles y que se cancelen todas sus acciones por una semana. Saben lo que significa eso, ¿verdad?
—No he faltado un domingo a la iglesia. Por favor, tenga piedad —respondo intentando hacer recapacitar a nuestra profesora y su temible ultimátum.
Azariah bufa cuando termino de hablar. Noto como mi presencia la altera en sobremanera. Puedo sentir su aliento humeante que refleja un determinante «qué tonto eres». Sí, claro. Porque creer en algo mucho más grande que uno mismo y tener fe es signo de tontera.
Tal vez la tonta sea ella que cree que burlándose de la vida podrá triunfar como persona.
—¿Azariah? ¿Cuento con tu participación? —reformula la incansable Genevive.
Es el primer año que me toca disfrutarla, pero todos aseguran que es de las mejores profesoras que tiene toda la escuela.
Permanezco en silencio para ser testigo del intercambio tan fructífero de estos dos especímenes en extinción.
—¿Qué crees? —Entrecierra los ojos.
El carácter irrespetuoso que muestra esta joven ante la autoridad me es, como mínimo, despreciable.
—Deja de rebatir con preguntas. Esa no es una respuesta, Az.
La espontaneidad con la que menciona el apodo no me cierra en absoluto. ¿No es acaso una alumna insoportable, de esas que nunca nadie quiere toparse por ir en contra de las reglas? ¿Qué tipo de ángulo de acercamiento tiene Genevive?
—Según esta estúpida institución, eres tú la que pone las reglas. ¿Acaso tengo otra opción?
—No.
Azariah patea el casillero más cercano en señal de protesta. No acota nada, pero le sostiene la mirada a la señora Palmer con un fastidio helado y familiar que reafirma mi teoría sobre que existe más cercanía entre ellas de la que debería.
Nuestra profesora sonríe satisfecha mientras se acomoda su cabello tan negro y estirado como su piel.
—Les doy unos minutos para que se pongan de acuerdo. Seguiré dando clase en el mientras tanto.
Genevive desaparece y se mete en el salón. Me quedo con Azariah en un silencio que al principio me resulta tan incómodo que termino forzando una risita nerviosa, de esas que saltan cuando uno ni siquiera pretende emitir el más mínimo sonido:
—¿Qué te resulta tan gracioso? —escupe.
—Perdón.
—No entiendo cómo te soportan cuando vives disculpándote por ser un imbécil en lugar de cambiarlo.
Eso es suficiente para que mis cachetes se tornen tan rojos como los de un tomate. Clásico.
—¿No te cansas de maltratar? Al menos a mí la gente me quiere.
Le hace gracia mi comentario e incluso sonríe como si la hubiera desafiado a seguir con la discusión. Las inmediaciones de su rostro muestran que está tan cómoda en la conversación como una experta lanzadora de insultos. Yo, en tanto, creo no haber usado o escuchado la palabra maltratar más allá de las plegarias del cura de la iglesia todos los domingos.
—Estoy segura de que tu mamá lo hace, pero no veo la interminable fila de impúberes que se arrodillan ante ti para pedirte que les hagas el honor de ser su compañero.
Frunzo el ceño como si lo que estuviera pronunciando fuera una obviedad.
—Me quieren tanto como para saber que amo hacer los trabajos solos. Nos queremos a la luna ida y vuelta.
Azariah abre los ojos como una maniática en un parque de diversiones, incapaz de creer lo que acabo de decir. Temo por mi vida y oculto mis manos entre los bolsillos de mi pantalón. Siento como una gota de sudor asoma a bajar por mi frente e intento no darle importancia.
—Eres tan patético que hasta pena me das, oveja.
—¿Oveja? —pregunto confundido.
—Sí, como el ganado que va tras el pastor, ese al que tanto le rezas. En otras palabras, un súbdito con cero capacidad de pensamiento propio.
—Yo no soy ningún súbdito —esbozo cruzándome de brazos mostrando todo el poder de mi fortaleza.
Imita mi pose y ladea la cabeza sin creerme nada.
—Vamos, eres tan súbdito de tu fe que ni tiempo para amigos tienes. ¿O puedes nombrarme cinco?
Inspiro hondo.
—Bueno, tenemos a Mery, Mary, Adam el sacerdote...
—¿Mery y Mary? Suena sospechoso. ¿Estás cambiando letras en los nombres para fingir que tienes más amistades?
—Es mi mejor amiga y... Mi tortuga.
—Sí que te superas, Saint. —Deja salir un silbido, anonadada—. Jamás se me habría ocurrido casi ponerle a mi mascota el nombre de mi mejor amigo. Primero, porque no existen los mejores amigos. —Hago una mueca de desaprobación y levanto mi mano izquierda para refutar, pero Azariah está muy dispuesta a completar su punto sin ser interrumpida—. ¿Sabes por qué? La amistad entre el hombre y la mujer no existe. Por más que ambos quieran negarlo, siempre una de las dos partes estará romántica o sexualmente interesada.
—A mí no me interesa Mery de esa forma. Para mi casamiento falta mucho y hasta ese entonces no pienso hacerme la cabeza por chicas.
—Se nota que no viste una teta en tu vida. De otra forma no pensarías así.
Nos quedamos en silencio por unos cuantos segundos. No tengo muy claro cómo seguir la conversación siendo que Genevive nos ha dado estos minutos para ponernos de acuerdo con el trabajo y lo único que estamos haciendo es discutir por detallecitos que al Señor no le interesan y tampoco son parte de su obra.
Me pongo a analizar en toda nuestra incomodidad como Azariah lo único que hace es meterse conmigo y hostigarme por mis creencias. No puedo decir que esté hiriendo o lastimando mi triste corazoncito, porque en contra de lo que todos piensan, puedo soportar mucho más de lo que se imaginan.
Inhalo hondo como por décima vez en los últimos minutos. No hay nada mejor que una buena bocanada de aire para barajar y dar de nuevo.
Sonrío antes de comenzar a hablar. Es una técnica bastante acertada sobre todo con adultos, pero algo en toda la fórmula no termina de cuadrar. Mi compañera infernal —puedo jurarle a mi Diosito querido que esta chica está invadida por las tablas del Averno con toda su maldad— se apoya contra el casillero extrañada.
Si estuviera dentro de una novela de Wattpad, diría que me está fulminando con la mirada.
—¿Qué te parece si nos ponemos de acuerdo con el punto de encuentro y nos dedicamos a debatir el arte de las relaciones humanas luego? —pronuncio sin dejar de mostrar mis dientes Colgate, marca número uno recomendada por los odontólogos.
—Deja de hacer eso.
—¿Qué cosa?
De sonreír con tantas ganas, siento como un calambre me azota toda la mandíbula, lo que me obliga a rechinar mis dientes y hacer una expresión forzada. Me parto del dolor y me retuerzo mientras percibo la mirada juzgadora de Azariah sobre mí.
—Eres un caso perdido. —Suspira exhausta, dándome unas palmadas que podrían dislocar mi hombro izquierdo—. Aparece mañana en mi casa a las cinco si quieres conservar esa dentadura que tienes. ¿Entendido, oveja?
Entra en el salón y quiero mínimamente propinarle contestación o seguirla detrás, pero el abominable dolor del calambre lo único que hace es que me eche contra el casillero y caiga de pompis en el frío suelo de la escuela. Hago un gran esfuerzo en acomodarme la mandíbula, que poco a poco empieza a ceder a medida que el dolor baja.
Piensa en la biblia, Howie. Piensa en la biblia.
—Señor del Edén, te pido por favor que en estos meses que dure el trabajo me llenes de paciencia, amor y generosidad para tolerar los gustos culposos y excentricidades siniestras de mi compañera Avernal. Te ruego que no me castigues en demasía si termino pecando por las influencias del mal, pues somos seres débiles que caemos ante las tentaciones que se nos presentan y tal vez termine echando unos gritos para combatir al ejército oscuro. Tenga piedad, por favor. Y, rece por mí, que lo voy a necesitar. Amén.
Pierdo la cuenta de cuantas veces inspiro hondo antes de levantarme para recuperar la fuerza perdida. Es solo un desafío más en tu camino hacia el Edén, Howie.
Amén. Me lo repito muchas veces a modo de confirmación de mi fortaleza antes de adentrarme en el salón y el resto de la clase de filosofía.
No puedo negarlo: todo suena mejor con un amén al final.
* * *
Ilustración por: Angivir_