Sin City

By AceiteyAgua

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-Lo sé, ¡¡Por el amor de Dios!! Pero no podemos hacer tonterías -protesta Aziraphale, preocupado. -Tampoco no... More

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By AceiteyAgua

Entoooooonces... Después de hacer muuuucho drama mucho drama porque han llamado a Aziraphale al cielo oooootra vez y solo han pasado tres días desde Navidad, Crowley le deja iiiiiirse.

Aziraphale... le ha ofrecido ir con él. Sinceramente.

Créeme que no quieres llevarle y que te metan en sanación y lo evaporen.

No... ¡No! ¡NO!

Pues eso, no insistas.

Bueno, igual se lo ha ofrecido sin saber, menos mal que Crowley le ha dicho que no. Le sugeriría no decirle que va a ir al infierno porque va a hacer un DRAMA drama drama drama drama.

Nah, va a ver pelis de navidad.

Cute.

Tipo La jungla de cristal, claro. Ejem.

¿La... jungla de cristal?

Die hard. No de esas de las que la chica tiene un regalo mágico y se enamora del chico que no puede estar con ella pero luego el amor triunfa o como sean esas mierdas. O de ángeles que recuperan sus alas.

Oh... XD ya, ya, nada de Love actually o algo así. Claro, claro. Cielos, la jungla de cristal, vale.

Exacto, ni siquiera sabe cuál es esa. Pero si se llama "Love whatever" no está en la lista.

Tan mentiroso.

Bueno, el caso es que nada de magia navideña ni familias reunidas que aprenden el valor de las cosas inmateriales.

Igualmente se despiden así de película, seguramente varias veces porque en más de alguna se detienen a hacer el amor una vez más... *ojos en blanco*

¿Y tú puntualidad británica, Aziraphale?

Ugh. El tiempo es relativo.

Ya, ahora resulta. Pero vale, Crowley no le va a ayudar a irse así que...

Pero después de varias promesas y de asegurarse de que trae el teléfono y tiene batería y... que va a estar bien. Y que Raguel no va a encerrarle en el cielo como casi le ha advertido y de hacer tres o cuatro planes por si acaso... Crowley ha insistido.

¡Que va! Crowley no ha insistido, pero bueno, una vez se marcha, después de NO ver una de esas pelis de Netflix. Ni dos. Ni cinco. (Unas trece) se cansa y se peina distinto y se viste con otra ropa yendo a buscar el coche mientras tararea "All I want for Christmas is you"

Se va al centro, porque hace muchos días que no conduce y al minuto tres en la M-25 se le pasan toda la nostalgia.

La verdad, quiere comprarle un regalo de navidad a Aziraphale y ha pensado en una de esas ropitas de bebe que vio el otro día en internet que decía "333 I'm only half evil" y que venden en Camden.

Deja de ser monísimo.

Así que después de eso, se guarda el paquetito en el bolsillo y se acuerda de Belcebú y que podría estar embarazada también

¿Y que podrían tener una ropita a juego?

No, pero... recuerda también que quería azuzarla a Aamón, así que... ¿porque no bajar ahora? Veinte minutos más tarde entra al despacho de Belcebú sin golpear la puerta porque nadie golpea esa puerta, es como que esté la puerta maldita.

La puta madre.

Ahora tarareando jingle bell rock porque es la que sonaba en la tiendecita.

—Lord Belcebú!

—Ugh... Crowley. ¡Hay que tocar!

—¿Eh? Sí, claro. ¡Tiene que venir conmigo!

—¿A dónde?

—A ver a alguien. De verdad esto le interesa.

—¿Lo hace?

—Si no lo hace, prometo venir a traer los informes que debo.

—Hmmm —levanta una ceja y suspira, poniéndose de pie—. Como si tus promesas tuvieran algún valor...

—Vamos, ¿qué tiene que perder además de tiempo? —se encoge de hombros y sonríe de lado, inclinándose un poco.

—Tiempo, justamente eso. Como no me interese además vas a venir aquí a hacer tu mi trabajo.

—Sí, sí, claro. Ejem. Es por lo de navidad.

—¿Ajá?

—¿Terminó... todo bien? —se va a la puerta y se la sujeta para que salga delante

Well... Ehm... Yes —se sonroja un poco.

—Me alegro —sonríe.

—Aunque Gabriel no estaba en el cielo como has dicho... ni tú tampoco.

—Me... fui enseguida, después de hablar con usted.

—Gabriel nunca subió, me dijiste que estaba ahí.

—Bueno, el caso es que estuve hablando con uno de los Arcángeles —cambia de tema mientras andan por los pasillos del infierno... hacia abajo.

—¿Con uno de los Arcángeles? ¿Tú?

—Bueno, quería hablar con mi ángel, pero... al final habló conmigo.

—¿Y qué te dijo?

—Que hace mucho tiempo, tuvo un rollito con un príncipe del infierno.

—¿Un... rollito? —levanta una ceja y le mira.

—Pues no quiso dar muchos detalles.

—Me estás... espera, no es Gabriel, ¿¡verdad?!

—No, es el otro... el anciano, no sé cómo se llama.

—El anciano... Ramael? Con quien tuvo un... ¿estás de broma?

—Pues vamos a verle. Están aquí encerrados a espera del juicio, ¿no?

—Sí, están Lucifer, Aamón, Asmodeo y Mammón... Leviatán está aún en el lago de azufre...

—Pero... ¿no le mataron con agua bendita?

—Es considerablemente difícil deshacerse del muy cabrón, parece ser que tomó otra forma y... terminó solo descorporizado.

—Oh... bueno, es uno de los otros dos, estoy casi seguro.

Creo que Belcebú les metió a todos ahí menos los que pudieran demostrar que no estaban. Así que estuvieran o no... boom, ahí dentro.

—Mammón debe de ser, no veo a Aamón liado con... nadie.

—Vamos con ese entonces.

—Que estaba exagerando y me contó una historia muy emotiva sobre irse al cielo y no volverle a ver nunca.

—¿Que estaba quién exagerando qué? Oh... ¿¡Él se fue al cielo y no lo volvió a ver nunca?!

—Yo, por lo visto.

—Para empezar... ¿Le explicaste que eras tú y no solo te dejo estar ahí sino te empezó a contar una intimidad?

—Sí. Le dije que diera la voz de alarma que quería montar un buen espectáculo y dijo que no lo haría, creo que temía que le hiciera algo a mi ángel.

—Al final quien montó el espectáculo fui yo —sonríe de lado y le pide al guardia que se quite y abra la puerta de una de las celdas—. Aún no entiendo por qué contarte que él tuvo un... algo con alguien del infierno.

—Digamos que... le pillé y decidí aprovecharlo.

—Nadie parece saber esto.

—No, nadie.

—¿Y vas a preguntarle a Mammón?

—Ehm... bueno, sí. O pensaba que lo haría usted —le mira de reojo y ella levanta una ceja.

—No vas a dejarme aquí a preguntarle... —le toma del brazo y tira hacia adentro de la celda.

—Uh... que bien —ahí va con ella.

Ahí está Mammón, sentado en el suelo, con una cadena de hierro porque por lo visto es la forma.

—H-Hey!

—Ugh... Lord Belcebú... que agradable presencia. Disculpe que no me ponga de pie pero... las cadenas me lo impiden ya sabe...

Crowley mira a Belcebú de reojo.

—Ya, ya... ya me lo imagino —replica ella.

—Ehm... no vamos a quitarte mucho tiempo, solo estamos aquí por información —asegura Crowley.

—Oh... ¿No me van a quitar tiempo? Qué pena... cuando uno está aquí, que le quiten tiempo suena como a un premio.

Crowley intenta no suspirar demasiado, luego dicen de él y sus chistes malos. Ejem. Finge sonreír un poco.

—Bueno, el caso es que hemos oído que... tienes alguna información interesante que contar sobre el cielo. Algo que pasó hace tiempo.

—¿Información de... qué? ¿Del cielo? Ehh... claro

—Te... escuchamos.

—Seguro podría yo contar esta historia de mejor manera sin la cadena del cuello.

Crowley mira a Belcebú, que hace los ojos en blanco.

—¿Qué información nos vas a dar?

—Ehh... bueno depende de que es lo que pregunten. Pero no mucha si no dan algo a cambio.

Belcebú mira de reojo a Crowley.

—Danos un resumen rápido y negociamos.

—Ehm... el... cielo llego a transferir algunas almas a cambio de información.

—Eeeh... Nop. Prueba otra vez —Crowley niega. Ojos en blanco.

—Buah... yo qué sé. Pueden tenerme aquí todo el tiempo diciéndoles secretos, eso no vale. Díganme de que es.

—Nos lo contó un Arcángel. El viejo —ayuda Crowley.

—El... viejo, Ehhhh...

Crowley se humedece los labios porque sí... ¿y si le mintió el ángel idiota solo para sacarle información?

Mammón ni siquiera se acuerda de quien es.

—Claro... información sobre él. Una vez... creo que descorporizó a Aamón.

—Tal vez... deberíamos hablar con Aamón entonces... —vacila Crowley mirando a Belcebú.

—Aamón? Really? Uy, no me imagino... no me puedo imaginar... —ojos en blanco—. Piénsalo Mammón... en lo que hablamos con Aamón.

—Pues es que... ¿sabes quién es o no? —mira a Mammón de nuevo.

—El viejito aburrido.

Belcebú mira a Crowley porque parece todo menos que tuvieron un algo.

—Vamos a... probar con el otro.

—No creo que tengas ninguna suerte con él.

Crowley traga saliva. Igualmente Belcebú muy poco convencida sale de la celda y pide abrir la que sigue.

Crowley va detrás de ella porque no debió fiarse de ese estúpido ángel, si será tonto. Está claro que no todos son Aziraphale y menos entre los capullos Arcángeles.

Belcebú entra primero, con su cara habitual de asco.

Aamón está sentado en lo oscurito con la cabeza contra la pared, mirando el techo. Con la misma cadena al cuello que el otro.

—Aamón.

—Largo.

—Ehm...

—¿Q-Qué hay? —ahí va Crowley también.

—He dicho que os larguéis —insiste sin mirarles—. Fuera de aquí.

—No estás en posición de exigir, así que deja de ser tan dramático... ¿quieres negociar?

Ojos en blanco.

—No voy a ser tu bloody vasallo, Belcebú, ni voy a lamerte el puto culo que tienes. Quieres sacarme de aquí, me sacas, quieres mantenerme aquí, sal por esa puerta y déjame en paz.

—Claramente, Aamón, lo que quiero en este momento es hablar, así que te jodes y escucha.

—Ehm... Bueno —Crowley empieza a entender porque Belcebú no cree que sea este el... bueno. Él.

—Anda y que os den —murmura igual el señor de la ira.

—E-El caso es que estuvimos en el cielo y... nos contaron algo que pasó hace tiempo. Venimos a... contrastar. Digamos que... alguien del cielo te manda saludos...

—¿Qué? —se gira a mirarles.

—¿Sabes de qué te hablamos o no? —Belcebú levanta una ceja.

—Tú eres... —Se humedece los labios y se pone de pie, mirando a Crowley.

—Crowley —resume Belcebú.

—Seh... el de... la manzana y... todo eso —asiente Crowley.

—¡No! —protesta Aamón—. ¿Qué manzana? Eres el... del principado, ¿no es eso?

Belcebú sonríe de lado.

—Sí, es él —asiente ella cínicamente como si ella no fuera la del... Arcángel.

Aamón hace un sonido de risita, aspirando el aire y sonriendo de lado haciendo que Belcebú parpadee.

—El principado Aziraphale, sí —sigue Crowley que parece que eso le ha llamado la atención.

—Ya. Estás removiendo cielo e infierno, muchacho. Bien hecho —Aamón vuelve a sentarse.

—Ehh... por lo visto no es el primero —explica Belcebú—. Nos han dicho que...

—Oh, ¿os lo han dicho? Vaya, que se ha tomado su puto tiempo —protesta Aamón.

—¿Estás diciendo que lo que nos han dicho es cierto? ¿Con... tigo?!

—Pues a saber que versión se ha desempolvado. Probablemente algo muy sutil y conveniente. Debéis tenerlo cagado de miedo entre los dos y aun así...

—¿¡Es decir hay una versión no sutil e inconveniente?!

—¿Y qué coño voy a saber yo? Depende de las bloody mentiras que se haya inventado esta vez. Créeme que se le dan de puto lujo.

What the fuck! Vale... vale. Vale... —Belcebú mira a Crowley de reojo—. Qué tal que nos cuentas un poco más de lo que realmente pasó si te saco de aquí.

Crowley es que está un poco con la boca abierta, casi se le hacía más real que... el Arcángel le hubiera mentido.

—¿Quieres... saber lo que pasó, Belcebú? —pregunta Aamón.

—Hmm... Si es interesante, puede...

—¿Por qué?

—Me parece una buena historia... y últimamente hay pocas buenas historias aquí. ¿Quieres salir o no?

—Joder, ¿tú qué crees?

—Pero si no me cuentas la historia completa vienes otra vez

—¿Y cómo vas a saber eso, lista? Déjate de amenaza idiotas y abre esta mierda —ojos en blanco.

Belcebú hace los ojos en blanco también y chasquea los dedos. Aamón mueve el cuello de un lado a otro y las muñecas.

—¿Voy a tener que darle las bloody gracias? —sí es un chistecito.

—No a mí... al ángel.

—Sí, a eso me refería —se acerca a la puerta y Crowley se aparta un poco para dejarle pasar.

—Supongo fue incidental... —responde Belcebú yendo tras él.

—Sí, sí, claro —sigue hacia afuera, Crowley los sigue a ambos.

—De hecho quizás debas agradecerle más a Mammón...

—¿A Mammón?

—A decir verdad, yo pensé que era él el del ángel... pero muy amablemente vino a contarnos que una vez tu amigo Arcángel te... descorporizó. Lo cual me parece...

—Digamos que no es una historia... de la que estar muy orgulloso —traga saliva.

—¿Esa en concreto o... la historia en general con él?

Aamón la mira, repentinamente Belcebú parece MUCHO más interesada en él de lo que ha parecido toda su vida.

—Una es parte de la otra.

—Bueno sí, pero debe ser... una historia en el tiempo. ¿Cuánto... tiempo duró todo?

Aamón la mira con cara de circunstancias.

—¿Fueron años o... décadas o...?

—Tú estás ahora con Gabriel, ¿no es así? ¿Cuánto llevas con él?

Wh-What?! ¿¡Quién te dijo eso?! —Deja de andar, sonrojándose. Aamón suspira por paciencia—. Y-Yo no... ESTOY con Gabriel. Solo... he yo...

—Belcebú, estoy esperando para hablar contigo de esto desde Halloween, no me tomes por imbécil.

Belcebú se humedece los labios sin esperar nada de todo esto.

—Vamos a... esperar a hablar de esto hasta que esté cerrada mi oficina —responde nerviosa.

Ojos en blanco de Aamón. Crowley cambia el peso de pie sin estar seguro de querer seguir aquí... pero... es que el chisme. Necesita esta información para ayudar al idiota del Arcángel y conseguirle un aliado de verdad a Aziraphale.

Belcebú abre la puerta y pasa delante de ellos, pidiendo a Crowley que cierre la puerta.

Aamón se enciende un cigarro sentándose en una silla mientras les espera acabar con la puerta. Belcebú se sienta en su escritorio, nerviosamente, juntando las manos.

—So... escucho.

El señor de la ira toma una calada lentamente recreándose en esto y luego suelta el aire mientras ordena un poco su discurso... y Crowley se deja caer en otra silla con un pie sobre la rodilla opuesta. Si no se cae al suelo es más gracias a la mesa que a la silla.

—¿Recuerdas cuando... nació el mesías?

—Yes, recuerdo cuando nació el bloody mesías.

—Venían anunciándolo hacía unos años. Y estaba yo ahí —la señala a ella—. En ese momento.

—¿Y... qué pasó?

—Miguel estaba al frente de los ejércitos celestiales entonces y la disputa era cruenta y constante.

Belcebú asiente, escuchándole con interés

—¿Miguel? —pregunta Crowley que sigue sin estar seguro de cual es cual.

—Estaban insoportables entonces... creían que todo iba a acabar con el "mesías". Sí, sí, la que poseía yo, hombre.

—Mira, muchacho, no voy a estar explicándote quien es cada puto Arcángel, así que más vale que si no sabes de quien hablo, te los apuntas y luego le preguntas a tu principado.

Belcebú cierra la boca y mira a Crowley con media sonrisa de... ¡ja! Te han regañado. Crowley traga saliva y decide callarse, vale.

—Miguel estaba al frente de los ejércitos y el plan del infierno era acabar con todo ese... asunto del mesías. Casi lo logramos con Herodes, pero bueno, el caso es que no recuerdo relaciones más tensas entre ambos bandos desde la caída.

—Ya, ya, sí, me acuerdo de eso... no entiendo como justo en medio de eso podías tener un... thing con el más... bueno... el más, Ehm... él.

—¿El más... qué? —La mira, tomando otra calada esperando a que le explique.

—Raguel no es ni la mitad de lo guapo y divertido que es Gabriel.

—No sabía que esto era una competición —ojos en blanco.

—No lo es, solo... bueno. Ehm... él es el que... ¿c-cómo empezó todo?

—Raguel es el puto Arcángel de la justicia y la paciencia... y la desesperación, por lo visto.

Crowley carraspea porque no. El puto ángel de la desesperación es el principado Aziraphale y nadie le va a convencer de lo contrario.

—Gabriel también lo es, ¡es terriblemente frustrante!

Sí, sí, muchachos, característica intrínseca de todos los ángeles. Ehm... sigamos con esto.

—Decidió, en mitad del caos, que no era buena idea que llegara el mesías de Dios a la tierra en una situación tan tensa entre cielo e infierno, así que... intentó bajar a negociar y paliar los ánimos. No creo que lo hiciera a espaldas del resto de la cúpula celeste, la verdad, ni me acuerdo. Pero conociéndole todos lo sabían. Supongo que Miguel no tenía nada que perder en probar un poco de diplomacia. Si servía de algo, todo eso que ganaban y si no pues... ya desde el principio parecía una misión abocada al fracaso y las cosas no podían estar peor así que... ¿qué problema había en quitarle tiempo al príncipe del infierno si además no era ella quien tenía que ocuparse?

Crowley siente cierto paralelismo con eso cuando Aziraphale estuvo buscando al anticristo.

—¿Y... fue contigo con quien negoció diplomáticamente?

—Fue a mi a quien intentó distraer y hacer perder el tiempo —se sonroja un poco porque vaya que lo logró más de lo que estaba previsto.

—¿Distraer y hacer perder el tiempo... exactamente cómo?

La mirada inteeeensa y la calada larga.

—¡Es una pregunta en serio!

—Bajó aquí en son de paz. Mucho antes de que se hiciera público lo del mesías. De hecho él fue quien nos lo dijo pasado un tiempo. Decía que quería saber qué males nos aquejaban y como podía el cielo ayudarnos. Un gesto de generosidad y altruismo puro. Demasiado tiempo de enemistad, tal vez podíamos llegar a un acuerdo para ir hacia un cometido común. Mis huevos. Lo que quería era que no nos puto metiéramos con el rollo del Mesías. Siempre están igual y las cosas no son tan altruistas como ellos pretenden hacernos creer. La mitad del tiempo solo están cagados de miedo y la otra mitad son tan o más egoístas que nosotros —alguien sigue irritado... Han pasado dos mil años, Aamón, supéralo. Mr. Iracundo.

A ver si sigue tan enfadado cuando le vea.

—Eso... eso del egoísmo es común. Gabriel soooolo piensa en sus cosas —coincide Belcebú, sonrojándose un poco—. Y sooooolo tiene miedo del cielo y de Dios.

(Aziraphale Mira a Crowley a ver que va a decir. Anda, quéjate en tu grupo de apoyo.)

—Gabriel es el niño del correo —por lo visto sí es una competición.

—¡No solo es el encargado del correo! ¡Es el jefe de todos!

Crowley no cree que esto sea un grupo de apoyo, esto es tierra hostil. Estamos en el bloody infierno. Esa es la diferencia entre él y Aziraphale.

—Sí, sí, claro. El príncipe celestial. Igual dicen que ha desaparecido.

—¡No ha desaparecido! Esta... tomándose un tiempo

¿Cuál diferencia entre él y Aziraphale?!

Que Aziraphale sigue pensando que sus compañeritos del cielo son sus aliados y su familia... y se decepciona cada vez que no actuan como tal. Mientras que podrían estar ofreciendo terapia grupal gratis a Crowley en el infierno que seguiría como "pat pat pat, que dura es vuestra vida, ¿cuánto rato es obligatorio quedarse a esta mierda?"

—El tuyo ni siquiera tiene un trabajo.

—Ah, no, claro. Estoy seguro que puedes hacer esto perfectamente tú sola. Buena suerte —se levanta.

—Ugh, hold on. Bloody hell. Siéntate otra vez, vale...Ugh... Termina de contar.

Aamón la mira, de pie, esperando.

—¿Qué quieres que te diga?

—Nada —se sienta, irritado—. Pero deja de insinuar que es algo mío. No quiero saber nada de él. Ni me pertenece ni quiero que lo haga.

Belcebú traga saliva y asiente. Aamón se revuelve un poco y Crowley le mira de reojo porque Raguel dijo algo parecido.

—Al principio fue... —se sonroja—. Puto estúpido. Si has lidiado con Miguel la histérica, Lady "Sois-todos-puta-escoria" entenderás a lo que me refiero. A Lucifer le hace gracia, si le faltan un par de tuercas en la cabeza pues es cosa suya pero yo no la soporto. No me malinterpretes, no soporto a ninguno de ellos pero bueno, digamos que cada uno tiene sus adorables características especiales que lo hacen insufrible a su particular manera.

Belcebú se revuelve sabiendo perfectamente bien a que se refiere... ella tampoco soporta a Miguel. Se sonroja un poquito con la mención de las adorables características especiales de la insufribilidad...

—El caso es que... Raguel bajó a este agujero de peste y perdición cargado de miedo y de buenas intenciones. No tengo ni idea de si había estado antes. Me parece que no. El típico angelito que prefiere no ver la realidad para que le sea más puto fácil digerirla e ir a misa a cantar las alabanzas de Dios con la consciencia bien tranquilita.

De apariencia más joven, turbante, túnica y sandalias... según la usanza de la época, tratando de aparentar la mitad del terror que sentía y viéndose absolutamente aterrado igual, ahí bajaba las escaleras un determinado Raguel.

El infierno era bastante distinto a como es ahora. El caos perdura como única entidad permanente, pero ahora hay bastante más lagos de azufre y magma borboteante por doquier... Hay bastantes más demonios más feos corriendo de un lado a otro y nada de papel y fluorescentes centelleantes.

Claro, magma. De algún lado han de sacar la luz para ver. Buena idea.

Eso. Tampoco entonces había un recepcionista, lo siento.

¿Irá a haber un comité de bienvenida?

No.

Sigh.

Aunque puede que aun tengan el perro.

Nada que no se pueda arreglar con un chasquido de dedos y una cadena. Pero lo segundo qué pasa es que pisa una GRAN caca

Y has bajado en sandalias. Bien, chaval, bien.

Y uno pensaría que cuando tienes terror y pisas una caca con sandalias sigues caminando así sin ningún reparo. Pero... resulta que no. Ugh. Ugh. La caca además parece tener sangre y gusanos, bendito el perro infestado de parásitos. UGH. Unas cuantas arcadas y chasquidos más tarde...

No había pastillitas entonces.

Y aunque las hubiera...

Una bola verde con cuernos hace que se le incendie el turbante y luego se muere de la risa tras una piedra.

Ugh, vale, vale... el grito apanicado. Otros chasquidos.

Querías un comité, ¿no?

Veo que no son los tiempos de la inmunidad diplomática.

Si algo no son... Justamente.

Aun así, obstinadamente, frunce un poco el ceño y pregunta por la entidad a cargo del infierno.

—¡El culo de tu puta madre! —Hay un corito de risas.

—Considerando que compartimos madre...

—¡Claro que no compartimos madre!

Raguel suspira.

—Aamón. Busco a Aamón —sube el tono de voz

—Pues búscalo en... ¡el culo de tu puta madre! —sí, tenemos un chiste. Solo uno. No nos da para más.

Ay... son como los niños pequeños que aprendieron una grosería y solo una.

Exacto.

Raguel se humedece los labios y... camina, adentrándose más en el infierno. Ya ha bajado hasta aquí.

Hay un par de cosas peligrosas todavía por ahí, cuevas de estalactitas y agujeros sin fondo pero... la sala del trono parece ser EL LUGAR.

Oh, mira que bien. Ahí se dirige cuando nota que es un sitio más grande y espaciado sin poderse creer que el acceso sea por este pasillito tan feo y cutre.

Bueno... seguramente no estás entrando por el lado correcto.

Ya, claro, seguro hay un pasillo ancho y majestuoso por otro lado.

Bueno... y ahí está él. El príncipe de tus pesadillas, sentado en su trono con sus ropas negras su nariz grande y su barba blanca... no muy larga. Hablando con alguien a su lado en susurritos.

Barba blanca... interesante. Creo que en el presente no lleva.

Raguel traga saliva espiándole unos segundos antes de salir a la sala del trono. No es que no le hubiera visto antes... en más de un evento o batalla. Pero antes... antes. Antes estaba el mismo rodeado de amigos, Arcángeles, serafines y querubines, y eso ayudaba a que todo se viera menos imponente pero estando aquí... solo, rodeado de todo el... estilo infernal. A Raguel le tiemblan un poco los calzones.

Nadie parece notarle porque nadie golpea las puertas desde tiempos inmemoriales.

Igualmente suspira y piensa que no ha bajado hasta aquí... para volverse. Traga saliva y entra al salón, haciendo todo el contraste posible con la túnica blanca impoluta. Esperando, sinceramente que su propia presencia sirva de carta de presentación.

Vale, les mete un susto porque uno no espera a un Arcángel así en mitad de los rios de magma por las buenas. Por muchos mensajes de aviso que haya mandado.

—Ugh —protesta Aamón nada más verle.

—Saludos... —Raguel hace un gesto con la cabeza.

Aamón echa al demonio con el que hablaba y se levanta, bajándose del trono y acercándosele. Raguel da un pasito atrás casi imperceptible.

—El... bloody ángel, ¿no es eso?

—Arcángel Raguel... un gusto —traga saliva y estira una mano para ponérsela en el hombro.

—Lo que sea —se aparta para que no le toque. Raguel vacila y le mira a los ojos.

—No voy a hacerte daño, vengo en son de paz.

—Eso ya lo veremos.

—Batallas tenemos en otros lados... sería absurdo venir aquí solo para lastimarte, no tardarían en reducirme —junta las manos y le mira, suspirando.

—¿Qué es lo que queréis? —Aamón le mira de arriba abajo, frunciendo el ceño y se cruza de brazos.

—Quiero... hablar. Saber qué les hace falta, cuáles son sus problemas. Contarles lo que nos falta y nuestros problemas... para intentar ayudarnos mutuamente.

—¿Por qué íbamos a confiar en vosotros? —entrecierra los ojos con ese discursito.

—Asumo que... no es algo que se dará de un día a otro, claramente. Tendremos que trabajar mutuamente en... confiar unos en otros.

—Espera, reformularé la estúpida pregunta. ¿Por qué querríamos nosotros eso? —levanta una ceja.

—¿Por qué no lo querrían?

—No veo en qué podría beneficiarnos nada con una panda de santurrones que no entienden nada de nada.

—Ni siquiera te estoy diciendo que mañana mismo hagas... algo. Solo estoy ofreciéndote la posibilidad.

—No, bueno, tendrías que ser idiota para esperar que seamos nosotros lo que hagamos algo en primer lugar.

—No están haciendo nada en primer lugar... estoy aquí yo, ¿no? Pensé que podríamos... conocernos.

—Por supuesto, vienes aquí esperas que deje todo mi trabajo para prestarte atención y... conocerte. Como si no tuviera nada que hacer —bájale, que igual no tienes nada que hacer, señor irritable.

—Ehh... bueno, con esa idea es que envié una misiva indicando que vendría. ¿La recibiste? Si no te conviene hoy podemos hacerlo otro día —le sonríe sinceramente.

—No, no. Será ahora. No te quiero aquí otro día.

—Pensé que... ¿y si fuéramos a la tierra para hacer esto algo más neutral? —Raguel sonríe un poco más y asiente.

—Pensaba que querías conocer el infierno.

—Ahh... ehh... —traga saliva—. Bueno, pensé que podría conocerle más por medio de... una conversación que de... que... f-físicamente.

—Te da miedo de cojones, ¿no es eso? —sonríe de ladito. Él se sonroja un poco sin poder evitarlo.

—E-Es... un... si me diera tanto miedo no estaría aquí... solo. Aunque claramente no sería sabio no tener miedo del infierno, me da la impresión que está diseñado para que incluso ustedes lo tengan.

—Ah, sí, lo que yo llamo un diseño de cojones.

—Aun... así, ehm... quisiera asegurarme de que volveré al cielo en una sola pieza —Raguel se ríe un poquito.

—No suelo mandar cadáveres.

—Tampoco sueles recibir ángeles.

—Entonces supongo que podría hacer una excepción.

—Si vas a hacer una excepción, agradecería que eligieras alguna otra...

—Ya empezamos con las exigencias —Uy, prepárate.

—¿Vas a mostrarme, entonces?

—¿No querías ir a la tierra?

—Sí, sí quiero ir a la tierra. Pero si quieres mostrarme...

—¿Podrías decidirte? —protesta.

—Estoy feliz de hacer lo que consideres mejor —levanta las manos.

—Debes ser el puto único —murmura y hace un gesto para que le siga.

—¿A qué te refieres? —pregunta siguiéndole.

—Que es feliz aquí.

—Ah... eso. Bueno, supongo que porque soy el único que está aquí solo de manera temporal... —responde pensando que es MUCHO decir que realmente es feliz aquí pero... era una cortesía.

—Ya, claro... Nadie quiere estar aquí.

—Bueno, la próxima vez nos veremos en la Tierra. A menos que quieras ir al cielo a una visita...

—Antes preferiría caer al... oh, espera.

—Vale, vale... Entiendo el punto. Solo era un ofrecimiento de cortesía

—De todos modos que sepas que estamos yendo a la tierra

—Ohh... vaya. Yo no entré por aquí.

—Oh, disculpa, ¿no tenemos un plano en la entrada? Vaya... intentaré poner uno.

—Eso sería bastante útil, gracias —asegura con cierto grado de inocencia.

Aamón le mira con cara de circunstancias.

—Ehhh... ¿Era sarcástico?

—Más bien.

—Oh, vaya. Ehm, bueno, igual es una buena recomendación.

—Sí, ya... claro. Disculpa, igual no he oído bien, pero ¿no venías tú a resolverme los problemas a mí y no al revés?

—¿No estábamos conociéndonos sin hablar aún de los problemas que resolver?

—¿Algún lugar de la tierra que prefieras?

—Uno soleado, de ser posible.

—¿El desierto? Últimamente parece que os va ese rollo.

—¿Cuál es tu lugar favorito de la tierra?

—No suelo subir mucho.

—¿Por? —Se gira a mirarle.

—Suele irritarme la gente

—¿Y los demonios te irritan menos?

—No, pero eso no me queda más remedio que aguantarlo —empieza a subir escaleras... a pie. Sí, niños, antes subían a pie.

—Veo que sufres, en general... —sonríe igualmente de lado, yendo tras él.

—Sí, ¡qué bieeen! —se exclama moviendo las manos, sarcásticamente.

—Vaya con las toneladas de sarcasmo —sonríe igual, sin saber por qué.

—¿No va así? Nos regocijamos cuando los demonios sufren.

—Hmm... Supongo que no te conozco lo bastante como para regocijarme cuando sufres...

—Creía que era un asunto un poco intrínseco, daba igual cuanto conozcas al susodicho.

—Bueno, eso es más fácil en la teoría que en la práctica.

—¿Por?

—Pues si ya hablo contigo pienso que no sería apropiado regocijarme de tu sufrimiento si ni siquiera... bueno, no sé.

Aamón se gira a mirarle durante unos cuantos segundos porque eso no se lo esperaba.

—Creo que no sería justo... —asegura sonrojándose un poco porque ese tipo de comentarios suelen generarle miradas de desaprobación en el cielo—. Ehm...

—¿Y a quién le importa la justicia?

—A mí.

—¿Sí? ¿Te va el rollo abogado del diablo?

—No. Me va el rollo de la justicia.

—Supongo que oíste sobre Salomón.

—Desde luego.

—¿Cuántos días estuviste escandalizado?

—Menos de los que estuve conforme con otras decisiones —responde muy neutralmente como siempre.

—¿Cómo cuáles?

—¿Vas a decirme que no era un buen rey?

—Yo le metí en esa de las dos madres —responde un poco orgulloso de ello

—¿Tú? Oh, vaya...

—Hice que la falsa madre se enfadara, protestara y gritara por el niño. No esperaba que fuera a ser idiota.

—Es la gracia de los humanos.

—¿Ser idiotas?

—No, tomar decisiones por sí solos. A veces no las mejores —se encoge de hombros sin dejar de subir los mil escalones.

—Decisiones... libre albedrío. Sería más fácil si no lo tuvieran.

—Seguramente sí —sonríe.

—Y... aburrido —susurra.

—¿Qué has dicho?

—Nada.

—Oh, venga... me da curiosidad.

—Aburrido. Probablemente Dios los haría a todos buenos como vosotros.

—O... malos como a ustedes —sonríe un poco más.

—Esto fue incidental.

—Me parece que son muchos para ser incidental.

—A lo que me refiero es a que no estaba en su plan.

—Eso realmente no lo sabes.

—Ni tu tampoco. Es una cuestión de fe. Tú crees. Yo no.

—¿Qué es lo que no crees? ¿Que fuera su intención crearles?

—Ni que tenga un plan, ni que sea realmente tan todopoderosa o omnisapiente.

—¿No crees que haya un plan? ¿Y qué crees, que le salen las cosas sobre la marcha? —levanta las cejas.

—Creo que ella no tiene nada que ver en la mitad de las cosas que finge que sí.

—¡Finge! Yo no creo que finja.

—Eso realmente no lo sabes —le sonríe burlón.

—Para fingir tendría que decirnos que si lo está haciendo y no hacerlo... y en realidad tampoco sabemos eso.

—A lo que me refiero es que finge... saber lo que pasa y que ella lo ha decidido así. Creo que las cosas pasan porque... las cosas pasan y ella os dice que era su plan cuando en realidad no tiene planeado ni mierda.

—Entonces su plan es que pasen de manera libre, sin plan y sin control... aunque no es lo que yo creo. Pero es posible.

—No. Su plan es ninguno. Su plan es deciros que ella lo había planeado así y sus caminos son inescrutables cuando en realidad no hay nada planeado, pero eso no la hace parecer omnisapiente y todopoderosa, si no prácticamente... otro de los tuyos.

—No me extraña que con esas ideas hayas caído... —sonríe otra vez.

—Sí, yo también me hubiera echado a mí mismo si hubiera tenido algún poder de decisión, pero resulta que fue fortuito porque estas ideas las adquirí después.

—Oh... ¿después de caer? —frunce un poco el ceño, interesado.

—Gracias a que caí, diría yo —responde un poco sin aliento, abriendo la puerta a la tierra.

Raguel camina para pasar delante y se gira a él cuando está frente a él. Aamón le mira, Raguel sonríe de lado.

—¿Qué?

—Me gusta esa historia... quiero saber más —Le sonríe y se va delante tan tranquilo. El demonio levanta las cejas.

—La primera visita no fue como la esperaba —Aamón resume para Belcebú y Crowley—. Se quejó de la mitad de las cosas del infierno, no resolvió ni un solo problema y ni siquiera me convenció de no ser absolutamente insufrible... pero si me convenció de que siguiéramos la conversación. Esa y tantas otras. Había una especie de mercado o algo así en el centro del pueblo humano. Solíamos pasear por entre la gente hablando y tratando de escandalizarnos el uno al otro con ideas. O eso al menos trataba yo. Era... difícil. Pero lo logré más de una vez.

Belcebú se ha medio echado al frente en el escritorio hasta ahora y le escucha un poquito embobada, aún sin poderse creer que... de verdad, esto hubiera pasado más veces... con otros ángeles. Con otros ARCÁNGELES pero perfectamente embobadita con la historia que le cuentan.

Crowley está empezando a pensar que Aziraphale tiene razón cuando dice que son todos unos cínicos... pero maldita sea, tendrían que gustarle la historias de amor para estar interesado en esto así que como no le gustan...

¡SON TODOS UNOS CÍNICOS!

—Y cómo es que empezó lo... otro.

—¿Qué otro? —Aamón carraspea un poco porque estaba quedándose un poco más en la ensoñación de lo que quería.

—Supongo que no solamente... hablaban y se... escandalizaban mutuamente mientras paseaban.

—Él... me descubrió. En Navidad —explica Crowley sin que le hayan preguntado—. Le poseí un instante y no hizo falta más para que supiera que estaba ahí.

—¿Cómo se pudo dar cuenta? —Belcebú parpadea con eso, frunciendo el ceño.

—No hagáis eso. No poseáis ángeles —Aamón frunce el ceño hacia Crowley también.

—Ehhh... ¿Por? —pregunta Belcebú después de poseer a MEDIO CIELO. Crowley levanta una ceja pero intenta parecer muy inocente en plan "yo no sé nada tampoco."

—Ellos... —vacila Aamón—. Ellos sienten... les provoca placer carnal.

—¿¡Placer... carnal?!

—Sexual. Les provoca un bloody orgasmo, llámalo como quieras, chica —replica con poca paciencia.

—R-Really?! Ugh! —Belcebú parpadea porque... what?!

—¿Cómo... sabes eso? —pregunta Crowley que no quiere recrearse tanto en el tema en sí y que cuele que no lo sabía.

—¿Cómo no lo sabéis... vosotros dos?

—¿¡Cómo vamos a saberlo?! ¿Esto pasa siempre? ¡Ugh! ¿Les... gusta? ¡Ugh!

—Supongo que si se lo haces a alguno que sepa lo que está pasando...

—Ohh. Espera, tú si se lo has hecho a tu ángel —Belcebú cae en la cuenta mirando a Crowley.

—Recuérdame ¿cómo es que no pudimos reducirte en la rebelión? —Ojos en blanco de Aamón porque le ha costado deducirlo. Crowley carraspea así de lalala.

—¿Quieres que te especifique exactamente cómo es que no pudieron? —pregunta zumbando y frunciendo el ceño.

—Era retórico —ojos en blanco.

—Bueno entonces tú poseíste a tu ángel...

Crowley se encoge de hombros y se sonroja un poco.

—No es MI ángel —responde Aamón y a partir de aquí es posible que les mienta más que nada.

—Es más tuyo que mío o que suyo —Belcebú pone los ojos en blanco.

—O de si mismo —replica.

—Pues ahí le tienes. ¿¡Y qué pasó?!

—Nos... vimos un par de veces más —sigue Aamón, un par de pares... o de decenas, más bien—. Y... Un día, hablando de los poderes demoníacos distintos a los angelicales...

(Fundido en negro, cortinita de estrellas)

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