fearless || jj maybank

By flickerofhxran

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Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que p... More

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dear reader
temporada 2
one shots

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By flickerofhxran

CAPITULO 1
agatha's a crazy bitch

                            LOS RAYOS DE SOL ENTRARON POR LA VENTANA DE SU HABITACIÓN, haciendo que Ashley abriese los ojos lentamente, gruñendo con molestia. Se removió en su sitio mientras pestañeaba varias veces, tratando de orientarse. Kie estaba durmiendo a su lado, de espaldas a ella.

Se incorporó con cuidado para no despertar a su mejor amiga y, al estar ya sentada, sintió el dolor de cabeza, causado por el alcohol que había bebido la noche anterior.
Salió de la habitación, en silencio. No sabía qué hora era, pero por la luz que había fuera, parecía ser temprano.

Su hermano era el único que estaba despierto: estaba sentado en un taburete, con la mirada clavada en el suelo. Pope también estaba en el salón, pero estaba profundamente dormido en el sofá, con medio cuerpo fuera. Lee hizo una mueca al ver la postura en la que su amigo estaba durmiendo, pero en seguida desvió la atención a John B.

—¿Tanto bebimos anoche? —preguntó ella. Puso su mano sobre su frente y la frotó con suavidad.

—Tú sí —respondió el castaño, con una sonrisa burlona. Ella frunció el ceño. No se acordaba de gran cosa de la fiesta. Abrió la boca para preguntar, pero John B se adelantó —. No hiciste ninguna locura.

—Menos mal. —Lee suspiró.

Hablar con la Lee ebria era totalmente diferente a hablar con la Lee sobria. Y, en realidad, la única diferencia, es que yendo borracha, no se paraba a pensar las consecuencias de las cosas. Por eso, la mayoría de veces, todo era desastroso.

—John B —dijo Kie, haciendo que ambos hermanos se girasen para mirarla. Acababa de salir de la habitación de Lee y todavía llevaba la ropa de la noche anterior —, ¿puedo coger una de tus camisetas?

—Claro. —John B asintió. Kiara abrió la puerta de su habitación, pero la cerró en seguida, dando un portazo. Pope se levantó de un salto.

Ashley soltó una carcajada silenciosa, ya que había podido ver lo que había en la habitación: JJ con una chica.

Para variar —pensó.

—Iba a avisarte, pero... —empezó John B. Kie puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

—¿Se puede saber qué os pasa? —Pope bufó, captando toda la atención.

—Mira quién se ha levantado de buen humor. —Lee lo señaló. Pope la fulminó con la mirada desde su sitio; era demasiado pronto para su ironía.

La pecosa se encogió de hombros y le regaló una sonrisa a su amigo, que le sacó el dedo y le sonrió de vuelta.
Kie y John B rieron con suavidad también.

—Pope —Kie dijo, mirando a su amigo, que estaba todavía acostado en el sofá. Este levantó la mirada —, ¿vas a volver a tu casa? —él asintió, incorporándose.

—Si queréis, os podemos llevar —ofreció John B. Lee asintió con la cabeza.

—Tenemos que ir a lo de Servicios Sociales —la pecosa explicó, aunque realmente no era necesario.

Kie y Pope asintieron.

Eran las 10 y media, así que todavía les quedaba un rato para tener que marcharse. Lee aprovechó para darse una ducha rápida y vestirse. Abrió la puerta del baño, dispuesta a salir, justo al mismo tiempo que la chica que estaba con JJ salió de la habitación.

—Si necesitas ir al baño, está aquí — dijo la pelinegra y le sonrió a la chica, que negó suavemente con la cabeza, sonriendo también.

Ashley entró en su habitación y se paró frente a su espejo, analizando su cara. Tenía ojeras. Muchas ojeras. Soltó la toalla que tenía enrollada al pelo y dejó caer su melena, todavía mojada, por su espalda.

Cuando se había terminado de peinar, salió de nuevo al salón, donde sus amigos estaban cada uno a lo suyo: JJ y Pope estaban pasándose una bola de papel, Kie sentada con la mirada clavada en el techo y John B preparando el desayuno.

—No os quejaréis. —El pecoso señaló la comida que había preparado. Los otros cuatro lo miraron algo perplejos, ya que no era común en John B cocinar. Mucho menos por la mañana.

—¿Y esto a qué se debe? —JJ se acercó a su mejor amigo y pasó un brazo por sus hombros. Como si hubiera tenido la idea del siglo, el rubio curvó las comisuras de sus labios hacia arriba. —¿Triunfaste anoche?

—No, JJ. —John B puso los ojos en blanco. Su hermana sonrió ante la situación y se acercó a la mesa. Estaba muerta de hambre.

Estiró la mano para coger un trozo de pan, ganándose un manotazo por parte de John B y una carcajada burlona por parte de JJ. Ella se limitó a soltar un «¡au!» y a mirar mal a ambos.

—Te esperas, el primer trozo lo cojo yo —murmuró John B. Lee entrecerró los ojos.

—Perdón, no sabía que teníamos diez años otra vez —protestó mientras arrastraba una de las sillas hacia atrás, para poder sentarse. Sus amigos la imitaron y, cuando todos estuvieron sentados, comenzaron a comer.

La conversación estaba siendo de lo más estúpida, ya que era una discusión sobre quién aguantaría más en un apocalipsis zombie.

—Pope muere el primero. —John B habló con obviedad.

—Yo soy el que más puede aguantar, he visto muchísimas pelis de zombies. —JJ sonrió, triunfante. Kie y Lee se miraron, divertidas.

—Aguantarías porque no tienes cerebro para alimentarlos —dijo la pecosa, haciendo reír a sus tres amigos. JJ, que estaba sentado a su lado, puso su mano en la cara de Lee y la empujó suavemente.

—Yo creo que la que aguanta hasta el final es Lee. —Kie la señaló.

—Definitivamente, nosotras dos sobreviviríamos —concordó ella, a lo que Kie asintió. Pope hizo una mueca.

—Pero si luego os da miedo matar cucarachas.

—A ti también te da miedo —respondió John B.

—Tú morirías el primero. —Lee señaló a su hermano. Kie, Pope y JJ, asintieron. Él les sacó el dedo, sonriendo.

No tardaron mucho en terminar, ya que Lee y John B tenían algo de prisa. Todos salieron de casa, todos en dirección a la furgoneta, salvo JJ, que tenía su moto.

Los hermanos Routledge habían dejado a Kie y a Pope en sus respectivas casas y ahora se encontraban de camino al ayuntamiento. Sabían que lo que iba a pasar, no iba a ser precisamente agradable.

Dos hermanos de, ahora 17 y 16 años, viviendo solos sin ningún tipo de control parental. Es más que evidente que, los de Servicios Sociales, no podían permitir eso.

Pretendían fingir que tío T no se había ido del estado y que hablaban con él todos los días. Si colaba, colaba.

John B aparcó la furgoneta a unos veinte metros del edificio en cuestión. Echó la cabeza para atrás y, tras mirar por la ventana, miró a Lee, que tenía los ojos cerrados.

—¿Lista? —preguntó en un susurro. Ella asintió lentamente.

—Cuánto antes, mejor —respondió en el mismo tono.

°°°

Tras lo que pareció una eternidad, la tienda se había quedado vacía, por lo que Lee se apoyó sobre el mostrador, descansando su cabeza en sus manos. No había nadie, salvo sus dos compañeras, Sophie y Olive, y ella.

Ellas estaban sumidas en una conversación sobre algo que Olive le estaba enseñando a Sophie. Algo sobre un huracán. Lee frunció el ceño, con interés, y se acercó a ambas.

—¿Un huracán? —preguntó. La castaña clara asintió y señaló el cielo. Se veían nubes oscuras acercarse.

Lee llevó la mirada desde el cielo hasta el reloj que había en la pared, que marcaba las 06:04 pm. Quedaba algo menos de una hora para acabar el turno.

Dado que seguía sin haber nadie en la tienda, sacó su móvil del bolsillo y suspiró al ver las cuatro llamadas perdidas de Kie, las dos de Pope y los tantos mensajes que le habían mandado ambos. Se sentía fatal porque sabía que les había prometido llamarlos en cuanto terminaran de hablar con Cheryl, pero no sabía muy bien cómo decirles lo que iba a pasar.
Tenía también varios mensajes de John B, diciéndole que no podría ir a recogerla, que tenía algo urgente que hacer.

Sin darle tiempo a responder a nadie, la puerta de la tienda se abrió, haciendo que las tres trabajadoras dejaran sus teléfonos y se centraran en el trabajo. En cuanto reconocieron a JJ, se relajaron las tres.

—Me alegro de que os alegreis de verme —bromeó él, sonriendo a Olive. Lee rodó los ojos, aunque no pudo evitar reírse por lo bajo.

—Ya estamos —murmuró Sophie. Él se limitó a mandarle un beso.

—No empieces —le advirtió la pecosa, pasando por su lado, en un susurro.

—Tu hermano estaba preocupado por ti —dijo JJ, cambiando de tema. La señaló con el dedo índice y tocó la nariz de su amiga, acompañando el toque con un «¡puh!» con voz aguda.

—Me ha dicho que tenía algo urgente. —La pelinegra miró a JJ, que se encogió de hombros.

—Hemos estado con Pope y Kie antes. —Lee asintió ante las palabras del rubio. Estarían preocupados porque no había respondido.

La pecosa sacó el móvil y cogió aire. Bajo la mirada de JJ, desbloqueó el dispositivo y leyó los mensajes que sus dos amigos le habían enviado.

—Eres una persona horrible —murmuró él casi en un susurro. Tenía la barbilla apoyada en el hombro de Lee, para poder leer la pantalla del móvil.

—No sabía cómo contárselo —dijo ella, a modo de defensa. Suponía que a él se lo había contado su hermano.

—Nos lo ha contado John B a los tres. —Ella asintió de nuevo. JJ la miró de reojo, mientras alejaba la barbilla del hombro de su mejor amiga.

—Estoy bien. —Lee se adelantó. Él hizo una mueca que la hizo sonreír de lado. Sabía que intentar mentirle era misión imposible.

Ambos se acercaron al mostrador, uniéndose a la conversación que las compañeras de Lee estaban teniendo sobre la fiesta que tuvo lugar hacía dos semanas. Lee se sonrojó al recordar esa noche y soltó una carcajada, ella sola. No había nada mejor que las fiestas en Outer Banks.

Cuando el reloj marcó las 7, las tres chicas empezaron a recoger, con la ayuda de JJ, para tardar menos. El cielo estaba demasiado oscuro para la hora que era.

—JJ —Sophie se acercó al rubio, estando ya todos fuera, mientras Olive y Ashley se encargaban de bajar las persianas de la tienda. Él la miró —, sabes que te puedes quedar en mi casa... —empezó. JJ sonrió, pero negó con la cabeza.

—Dormiré con Lee y John B —respondió él. Esta vez, asintió Sophie.

JJ y Sophie eran primos hermanos y, tenían una relación cercana, pero no lo suficiente como para contarse todo. Había muchas cosas que no sabían sobre el otro, las sospechaban, pero solo eran eso, sospechas.

Tras despedirse, JJ y Lee comenzaron a andar en dirección contraria a las dos chicas, que vivían al otro lado del barrio. Lee iba mirando su móvil, leyendo los mensajes que le habían llegado desde la última vez que lo miró.

John B había conseguido atrasar la cita.

Al leerlo, soltó una carcajada que hizo que el rubio girase la cabeza para mirarla, algo extrañado.

—No van a venir mañana —dijo ella, echando la cabeza para atrás, mientras guardaba el móvil de nuevo. Cogió aire y sonrió; le encantaba el olor que impregnaba el ambiente cuando iba a llover.

JJ dejó de andar al percatarse de que Lee estaba parada. La miró alzando las cejas y, cuando sintió la primera gota caer sobre su mano, supo lo que Lee quería hacer.

—No —se adelantó. Ella lo miró divertida desde su sitio —. No, no y no —siguió negando —. ¡Odio la lluvia! —protestó él, con cara de fastidio. Ashley adoraba quedarse quieta y dejar que el agua la empapase. Se acercó a ella y cogió su mano para tirar de ella —. Por favor.

—Solo porque a mi también me da mal rollo este huracán —Lee cedió, estrechando el agarre de sus manos.

Al final, JJ y Lee tuvieron que recurrir a correr. Había apretado y, ahora, llovía con muchísima más fuerza. Suerte que la casa de los Routledge estaba a menos de quince minutos andando.

Cuando JJ estuvo en el porche, sonrió al dejar de sentir las gotas de agua caer sobre él.

—Por fin —murmuró. Sacudió la cabeza, haciendo que las gotas acumuladas en su pelo, saliesen disparadas.

—¡Qué asco, JJ! —protestó Lee. La pecosa entró con rapidez a la casa, dispuesta a llegar antes al baño y poder ducharse la primera.

Saludó a su hermano, que estaba en la cocina, con un sandwich en la mano. El castaño se acercó al porche, donde JJ todavía estaba parado.

Tras haberse duchado los recién llegados, los tres estaban acomodados en el salón; JJ y Lee en el sofá cama y John B en el sillón.

—¿Creéis que será tan malo cómo dicen? —preguntó Lee. JJ y John B se encogieron de hombros.

—Parece que sí —respondió el castaño, prestando atención a los ruidos que se escuchaban fuera.

Lee, que estaba sentada con las piernas pegadas a su pecho, se abrazó a sí misma. El rubio la miró, divertido.

—¿Tienes miedo? —preguntó.

—No. —Lee negó con la cabeza, a lo que su hermano soltó una carcajada.

—Tiene miedo —corrigió John B.

—Que os den —murmuró Lee.

Se levantó de allí y, tras sacarles el dedo, se alejó de ambos para entrar a su habitación.

—Si no puedes dormir, siempre te puedo hacer sitio aquí —gritó JJ desde el salón. La pecosa puso los ojos en blanco.

—Antes dejaría que me aplastase un árbol —contestó ella.

No pudo escuchar lo que le dijo JJ, pero sí un «¡joder, John B!». Lee supuso que su hermano le habría lanzado algo por el comentario, y rio por lo bajo.

°°°

A la mañana siguiente, lo primero que Lee vio al abrir los ojos, fue a JJ y a John B apoyados en el marco de la puerta de su habitación.

—¿Qué coño queréis? —murmuró. Se giró y les dio la espalda.

—Nos vamos a pescar —dijo John B. El castaño dio varios pasos y, aprovechando que su hermana les estaba dando la espalda, se dejó caer de golpe a su lado.

—Imbécil —protestó ella, estirando la pierna para darle una patada. JJ soltó una carcajada al ver cómo las patadas de Lee acabaron por tirar a su mejor amigo al suelo.

—Ahora que tenemos toda tu atención —intervino ahora el rubio —, hora de levantarse.

Lee bufó, sonoramente, pero accedió. Esperó a qué su hermano y JJ hubieran salido de la habitación para cambiarse rápidamente y poder ir al baño a asearse.

—Ya estoy —anuncio colocándose las gafas de sol.

El trío de oro (así los llamaba todo el mundo) se subió al HSM Pogue, dispuestos a ir a por sus otros dos amigos.

Lee se tumbó en la parte de delante, justo en frente de su hermano, que iba conduciendo. JJ estaba apoyado en uno de los laterales.

Saludaron a varios vecinos conforme iban pasando por los muelles y, los tres se miraron entre ellos al divisar a Pope y a su padre.

—¡Mira a quién tenemos aquí! —exclamó John B, ante lo que Pope sonrió. Lee se incorporó para saludar al padre de su amigo.

—Buenos días —saludó la pecosa. JJ rodó los ojos, con diversión. Luego pensaba burlarse de ella por ser una pelota.

—Buenos días, Lee —respondió el señor Heyward.

—Hay reunión de emergencia, asistencia obligatoria —dijo John B. Pope miró a su padre, que negó con la cabeza.

—Lo siento, tíos —se disculpó Pope —, mi padre me obliga a quedarme a limpiar.

—Tu padre es un cobarde. —JJ hizo como si estuviera hablando por un walkie-talkie.

—Te he oído. —Heyward rodó los ojos.

—Después de un huracan, toca día libre. Son las normas —continuó JJ.

—¿Y quién coño se ha inventado eso? —Heyward se cruzó de brazos.

—El Pentágono, creo. —Lee alzó las cejas, divertida, ante la respuesta del rubio, aguándose la risa. John B le hizo un gesto a Pope para que subiera, ahora que su padre estaba entretenido con JJ.

—¡Pope, baja de ahí! —gritó el pobre hombre.

—Te lo devolveremos de una pieza.
—John B pasó un brazo por los hombros de Pope.

—¡Mañana vas a limpiar todo esto y la pocilga que tienes en tu habitación!

—¡Vale, papá!

—¡Y no me gustan tus amigos! —Ante esto último, los cuatro soltaron una carcajada. Sabían que en el fondo no era así.

Cuando pasaron por el muelle de Kie, sonrieron saludando a la morena, que subió al bote con la ayuda de JJ.

—¿Qué llevas ahí? —preguntó el rubio, señalando la nevera.

—Palitos de zanahoria, tus zumos... —enfatizó en la palabra zumos y todos rieron.

Iban todos concentrados en la discusión que estaban teniendo Lee y John B sobre quién de los dos tenía más aguante bebiendo cerveza y, aunque para los demás la respuesta algo era evidente, los dejaron hacer varias competiciones entre ellos.

—Vale, esto es ridículo —JJ se colocó entre los dos —. Lee, tu hermano te ha dado una paliza, asúmelo.

—¿Te he preguntado? —ella se cruzó de brazos, algo molesta.

Ashley Routledge era una muy mala perdedora.

—He venido a ayudarte. —Él sonrió ante la mueca que hizo Lee. Se subió a la parte de delante y le indicó que hiciera lo mismo que hacía él.

—Ahora en vez de un idiota, tenemos dos. —John B rodó los ojos, señalando a su hermana y a su mejor amigo.

—Pope —el rubio miró de reojo al moreno —, ¡dale caña!

La cerveza empezó a caer en sus bocas, aunque también en sus caras y, por supuesto, mojando a todos sus amigos, que empezaron a quejarse.

—Me estáis llenando el pelo de cerveza —protestó Kie.

Antes de que nadie pudiera añadir nada, el bote frenó en seco, haciendo que Lee y JJ salieran volando hacia el agua y que los demás, se cayesen.
Lee salió a la superficie y se giró sobre sí misma, buscando a su amigo.

—¿Estás bien? —preguntó John B desde el bote, mirando a su hermana. Ambos suspiraron, aliviados, al ver la cabeza de JJ asomarse.
Ella se limitó a asentir porque aún estaba un poco aturdida.

—Creo que me he tocado la nuca con los talones —anunció JJ. Lee ignoró la conversación que estaban teniendo sus amigos en el bote y se acercó a JJ, poniendo una mano en su hombro.

—¿Estás bien? —preguntó ella. Él asintió, mientras pasaba su brazo por la cintura de Lee y la acercaba a él.

—He salvado la cerveza. —Con el otro brazo, levantó la lata y Lee puso los ojos en blanco.

—¡Tíos! —el grito de Pope hizo que todos lo mirasen —, ahí hay un barco —dijo él, señalando hacia el agua.

Lee se separó de su mejor amigo y siguió el dedo de Pope, tratando de ver algo, cosa que JJ imitó.

—Pope, ¿qué dices? —preguntó John B.

—¡Joder! —Kie asintió. Se quitó la camiseta y saltó justo al lado de Lee y JJ.

John B abrió mucho los ojos al ver la cubierta blanca desde la superficie y se tiró al agua. Todos estaban mirando a Pope.

—¿Vienes? —preguntó Lee. El moreno asintió justo antes de saltar.

Cuando los cinco amigos estuvieron en el agua, se sumergieron para poder ver el barco más de cerca. Bucearon hasta estar a un par de metros y, observaron sorprendidos lo que había ahí abajo.

—¡Es un puto Grady-White nuevo! —exclamó JJ en cuanto sacó la cabeza del agua. Había sido el último en salir.

—Debe de ser el barco que vi ayer surfeando —murmuró John B, casi para sí mismo. Lee se giró al escuchar a su hermano, enfadada.

—¿Saliste a surfear? —casi gritó.

Ambos estaban ahora en el bote, uno en frente del otro, rodeados por sus amigos.

—Así me gusta, al estilo Pogue. —JJ apoyó a su amigo, ganándose una mirada fulminadora de Lee.

—Te podría haber pasado algo, joder.

Y no es que a ella no le encantase surfear; cuanto más altas las olas, mucho mejor. Pero tenía sentido común, cosa que su hermano parecía no tener.

A veces hacía cosas peligrosas y, por mucho que pudieran parecer divertidas, a Lee le daba miedo que en algún momento le pasara algo. Odiaba ver a su hermano jugando a ser Dios.

—Pero estoy bien —se defendió él. Ella negó con la cabeza y se alejó de él, para apoyarse en un lateral del bote, en frente de JJ, que estaba en el otro lateral.

—¿Qué vamos a hacer con...? —Pope cambió de tema.

—Bajar a ver qué hay —John B respondió con obviedad. Lee lo miró con las cejas alzadas.

—Tío, ¿no crees que está muy profundo? —JJ hizo una mueca.

—Solo para los flojos.

—Eres gilipollas. —Lee miró mal a su hermano.

—Yo no te voy a reanimar. —JJ se encogió de hombros. Kie hizo una mueca y Pope cogió aire, al ver a John B abrazar el ancla y acercarse al borde del bote.

—Lee, no me odies. —John B inclinó la cabeza y la miró. Ella rodó los ojos y se acercó a él, pero esperó a que Kie terminara de hablar con él.

—Lleva cuidado, de verdad —le susurró su mejor amiga con suavidad. Lee frunció el ceño y miró de reojo a JJ, que la miró a ella.
Kie se apartó para dejar pasar a Lee, que se cruzó de brazos de nuevo.

—¿Buzo al agua? —preguntó él, recordando lo que les decía su padre siempre. Ella sonrió de lado cuando Pope se acercó y lo empujó.

—Buzo al agua —respondió antes de que su hermano se sumergiera.

Lee se sentó al lado de Kie, apoyando la cabeza en su hombro. La de pelo rizado giró ligeramente la cabeza para mirar a su mejor amiga.

—Oye, ayer... —empezó. Ashley negó con la cabeza.

—Tendría que haberos llamado, es solo que... —Lee interrumpió a Kie y esta vez, negó ella con la cabeza.

—Lo sé —Kie la abrazó.

No iba a negar que odiaba que Lee se encerrara así, pero tampoco podía echárselo en cara. Sabía que le costaba muchísimo pedir ayuda.
Y no es que no estuviera bien, es solo que no estaba tan bien como antes.

Lee se mordió el labio, haciéndose un poco de sangre, al ver que su hermano no subía. Es que si no moría él, lo mataba ella.

—Joder, John —murmuró en cuanto lo vio.

—Vaya susto nos has dado, capullo —protestó Kie.

—¿Has encontrado algo? —preguntó JJ, mientras lo ayudaba a subir. Él asintió.

—¿Cadáveres? —Pope sonó entre ilusionado y asustado. El castaño soltó una carcajada suave y dejó caer unas llaves en las manos del moreno, que hizo una mueca. —¿Unas llaves?

—Sí, Pope, unas llaves.

—Deberíamos avisar a la guardia costera —propuso Kie. Lee asintió rápidamente.

—Igual nos llevamos una propina. —La pecosa se encogió de hombros.

—¡Y sin trabajar este verano! —JJ hizo un salto raro —¡Que te den, Agatha!

Pasaron el camino haciendo teorías, un tanto descabelladas, la verdad, sobre qué podría haber pasado. ¿Contrabando? ¿Secuestro? ¿Mafia?

Cuando llegaron, todos estuvieron de acuerdo en que JJ y John B bajaran a intentar llamar la atención de alguien, aunque eran conscientes de que al ser Pogues, no les iban a hacer mucho caso. Los problemas de los Kooks siempre eran prioridad, aunque tuvieran muchísimas más facilidades que los habitantes del lado sur de la isla.

Kie, Pope y Lee esperaron a sus dos amigos sentados en el muelle, junto al bote.

—¿Cómo están vuestras casas? —preguntó la pecosa, mirando a sus dos amigos.

—Solo se ha caído un árbol y, por suerte, no ha causado ningún daño —respondió Pope. Ambos miraron ahora a Kie.

—Cómo si no hubiera pasado nada .—Ella bajó la mirada, frustrada.

Lee puso su mano en el hombro de Kie y sonrió sin enseñar los dientes, para después darle un apretón suave.
Abrió la boca para responder, pero la voz de JJ la interrumpió.

—No nos han hecho ni puto caso. —JJ se cruzó de brazos, apoyándose en la barandilla de madera.

—Tengo una idea. —John B levantó las llaves y se las pasó a su mejor amigo, que al ver a Kie sonreír, le pasó las llaves. Lee también sentía muchísima curiosidad así que, tras suspirar, dio un paso hacia delante.

—Esa es mi chica —bromeó el rubio desde delante y ella se limitó a sacarle el dedo. Kie soltó una carcajada y pasó su brazo por los hombros de su mejor amiga. Las dos miraron a Pope.

—Vamos, en caso de que nos pillen —John B se encogió de hombros —, solo serías cómplice.

°°°

—No parece el sitio donde se quedaría alguien con un Grady-White —comentó el rubio, echando un vistazo a su alrededor.

—Más bien parece el sitio donde matarían a alguien con un Grady-White —murmuró Lee. Todos la miraron mal y ella se encogió de hombros —. Perdón, pero es verdad.

—Dramatismo como estilo de vida. —Kie rodó los ojos.

—¿Cuál es el plan? —Pope se cruzó de brazos y miró a John B.

—JJ y yo subimos a la habitación —empezó y Lee lo miró ofendida. Sin decir nada, salió del bote y se colocó entre ellos dos.

—Sí, Lee —Pope asintió —, porque iba a decirle a tu hermano que no dejara que JJ hiciera ninguna locura, pero...

—No vas a venir. —John B interrumpió, cogiendo a su hermana de la muñeca.

—¿Por qué no? —Ella se cruzó de brazos.

—Porque es peligroso.

—Cuando hacéis las cosas vosotros dos solos, salen mal. —Lee contraatacó.
John B miró a JJ en busca de apoyo.

—Tío —el rubio pasó su brazo por los hombros de Lee, de modo que ambos estaban cara a cara con John B —, sabes que tiene razón.

—Gracias —dijo Lee. Ambos chocaron el puño y John B cogió aire, pasando su mano por su pelo.

—Bueno —murmuró y se giró hacia Kie y Pope.

—Lleva cuidado —susurró Kie, mientras dejaba las llaves en las manos de John B.

JJ le dio un codazo en las costillas a Lee, que como acto reflejo le dio un manotazo acompañado de un «imbécil», gesticulado exageradamente.

Cuando John B se alejó del bote, alcanzando a su hermana y a su mejor amigo, los dos se miraron, divertidos. Habían pensado lo mismo.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó el rubio, burlón —¡Ay John B, lleva cuidado!

—Conoces a Kie, solo quiere que llevemos cuidado. —El castaño lo medio apartó, porque JJ lo estaba abrazando.

—Puede que últimamente estéis muy pegajosos. —Lee entrecerró un ojo. JJ asintió, dándole la razón.

—Le gustas, tío. —El rubio le dio una palmada en la espalda.

—JJ, ¡tú también le tiras la caña! —exclamó John B.

—¡Claro que lo hago! —JJ respondió como si fuera obvio —. Es guapa, está buena, es rica y sale con nosotros. Tío, yo ya he traqueado esa puerta y sé qué está cerrada, yo de ti iría a por todas

Lee escuchó las palabras de JJ con una mueca de desagrado, totalmente. Como iba delante, tuvo que girarse para que él se percatara de ello.

—No te ofendas, sigues siendo mi favorita. —JJ le guiñó el ojo y ella exageró la mueca un poco más.

—Estás enfermo —su hermano se adelantó.

—Das muchísimo asco, JJ —murmuró Lee, con molestia, devolviendo su atención a las puertas de las habitaciones, hasta que encontró la 29.

La que buscaban.

—Es aquí. —La muchacha señaló la puerta y John B asintió. JJ traqueó.

—Servicio de limpieza —dijo en un tono de voz bastante agudo. Si no hubiera estado medio enfadada, Lee se habría reído.

—No hay nadie —susurró John B. El castaño metió la llave en la cerradura y la giró, para así poder abrir la puerta.

Entraron uno detrás de otro, John B siendo el primero y Lee la última, por lo que cerró la puerta tras de sí y se apoyó en ella, observando la habitación con detenimiento, mientras su hermano y su mejor amigo miraban mas a fondo.

Decidió acercarse a JJ, que estaba leyendo un papel que había en la mesita de noche y toqueteando las cosas que había en ella. Cuando estuvo a su lado, leyó lo que ponía en el papel.

61666

—JB —dijo llamando la atención de su hermano, que se limitó a hacer un sonido indicando que la estaba escuchando —, seis, uno, seis, seis, seis —dictó en voz alta.

En cuanto el castaño tecleó esos numeros, la puerta de la caja fuerte cedió, dejando ver un montón de fajos de billetes y una pistola. Lee corrió junto a su hermano.

—Joder —susurró.

—JJ. —Lo llamó John B.

—Vas a querer ver esto. —Lee apartó la mirada de los billetes para posarla en su amigo, que se agachó junto a ellos. Cómo no, tuvo que coger algo que no era suyo.

—JJ, deja eso. —John B bufó. El rubio se levantó y posó con la pistola.

—Hacedme una foto —pidió, con diversión. Lee lo miró, incrédula.

—¿Una foto? —Ella se cruzó de brazos. —¿Te apetece crear pruebas incriminatorias?

El sonido de algo chocando contra la ventana captó la atención de los tres, que se callaron inmediatamente.
John B se asomó.

—Mierda, la poli —masculló.

JJ, Lee y John B salieron por la ventana tan rápido como les fue posible, de modo que se colocaron JJ y Lee en el lado más ancho y John B en el más estrecho, a ambos lados de la ventana.

Kie y Pope les hicieron gestos desde abajo, preguntando que qué demonios estaban haciendo. Lee intentó explicárselo, pero tropezó, de modo que el rubio tuvo que cogerla. En uno de los movimientos, la pistola se resbaló del bolsillo de JJ, cayendo al suelo y chocando, cosa que hizo bastante ruido.

Lee abrió la boca para insultar a JJ, pero él fue más rápido y puso su mano en su boca, a la vez que John B, desde su sitio, les hizo un gesto para que estuvieran en silencio.

Cuando la policía, por fin, se fue, JJ, John B y Lee, corrieron hacia el bote, donde Pope y Kie estaban preparados para salir corriendo.

—Se han llevado todo como si fuera la escena de un crimen —narró JJ, bajo la mirada de todos sus amigos.

—¿Habéis encontrado algo? —preguntó Pope. JJ sonrió, como si fuera la pregunta que quería escuchar.

—No —JJ se metió las manos a los bolsillos —. Puede ser. —Sacó la pistola y un fajo de billetes. —¡Ah, pues sí!

—JJ, te he dicho que la dejaras en la puta caja fuerte —murmuró Lee, mirando la pistola.

—¿Y el dinero? —Kie señaló el fajo.

—Mejor nosotros que la poli —sentenció JJ. Ahí tenía razón.

—Voy a perder la beca. —Pope empezó a andar de un lado para otro.

—Sh —JJ le puso el brazo sobre sus hombros y con la pistola, le tocó la nariz —. Por lo menos nos tienes a nosotros.

—JJ, quítale la pistola de la cara. —Lee se acercó y puso su mano en la muñeca del rubio.

—Y deshazte de ella —añadió John B, desde el asiento del piloto.

Los cinco se sentaron y comenzaron a discutir sobre nuevas teorías. Todo rondaba en torno mafias y contrabando, pero las historias que se estaba inventando JJ eran hasta interesantes; dignas de película de Hollywood.

Al llegar de nuevo al puerto, se callaron de golpe. Si había algo en lo que todos estaban de acuerdo, era en que iban a tener que llamar la menos atención posible. Cosa que no fue muy difícil, ya que habían encontrado un cadáver.

—¿Quién era? —preguntó Kie. Estaba sentada con las piernas colgando, junto a Lee, que miraba horrorizada la escena.

—Esa es la señora Lana —susurró señalando a la señora que lloraba desconsoladamente.

—¿Es Scooter Grubbs? —preguntó ahora John B.

—Sí, mirad la foto que he hecho —dijo una chica, uniéndose a la conversación. Les enseñó la pantalla del móvil con la foto del cadáver. Todos pusieron cara de asco, salvo Pope.

—¿Qué barco conducía? —preguntó JJ.

—El cabrón tenía un Grady-White. —Como si a Lee se le hubiera olvidado respirar, soltó una tos, captando las miradas de todos.

°°°

—Amnesia, tenemos que tener amnesia total. —Pope los señaló uno a uno, a medida que pasaba por el porche, donde todos estaban sentados.

—Estoy de acuerdo. —JJ asintió.

—Tenemos que devolver el dinero.
—Kie lo miró —. Si no, va a ser malo para nuestro karma.

—El dinero nos lo quedamos.

—No es nuestro —murmuró Pope —, no sabemos de quién es.

—De la señora Lana —repitió Kie —, y vamos a devolverlo.

—No todos podemos permitirnos datos ilimitados, Kiara —murmuró JJ.

John B y Lee, ambos en silencio, se miraron el uno al otro. Lee se levantó de donde estaba sentada y todos la miraron.

—Scooter Grubbs nunca llevaba ni un dólar encima. Solía venir a pedirle a mi padre dinero para gasolina, joder —murmuró la pelinegra —, ¿cómo coño va a tener ahora un barco así y todos estos billetes escondidos en un motel?

—Solo hay una explicación coherente. —John B continuó —: Contrabando.

De ahí, la discusión continuo en el muelle y luego en la habitación de John B. Una y otra vez los mismos argumentos.

—Supongamos que es de alguien más. —Pope señaló el fajo de billetes. Estaba tirado en la cama de John B, junto al castaño y a su hermana, que estaba tumbada en los pies de la cama, boca arriba.

—Dato irrelevante —susurró la pecosa, a lo que Kie sonrió desde su sitio: el alféizar de la ventana.

—¿Y si lo quieren de vuelta? —Volvió a hablar Pope —, ¿no veis que esto es ua locura?

—A veces las locuras salen bien. —JJ estiró el fajo de billetes. Lee rodó los ojos.

—Siempre y cuando no las planees tú, J. —Lee le dio una palmadita en la pierna al rubio, que se limitó a rodar los ojos.

—Tenemos que pasar desapercibidos. —John B alzó las cejas.

Había tenido una idea.

—¿Y cómo...? —empezó Pope.

—Fiesta en la playa —terminó Kie.

_______________________________________

Es probable que hayan errores y alguna que otra falta de puntuación, así que pido perdón.

Sentíos libres de comentar lo que os guste y lo que no, cosas que queráis o creáis que van a pasar.

Espero que os guste, de verdad.

🥰✨

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