Amor Fugaz ✓

De __ElizabethTorres

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Las historias de amor no siempre, duran por siempre. Pese a ello, puedo decir con certeza que la nuestra si l... Mais

Prólogo
1. Destinos Cruzados
2. Charla nocturna
3. Encuentro incómodo
4. Vistazo al pasado
5. El mejor regalo
6. Primera cita
8. Elena no llores
9. El arrepentido
10. El lago de los sueños
11. Voto de confianza
12. Un triste recuerdo
13. ¿Me estás retando?
14. La Cena de Celebración I
15. La cena de celebración II
16. Malas noticias
17. El último adiós
18. La bicicleta
19. Los Villanueva reunidos
20. Viejo amigo
21. Superando miedos
22. Doble celebración
23. Confusión
24. Luz y Oscuridad
25. Acto suicida
26. Prisión
27. Buscando respuestas
28. Los Romero se reúnen
29. Sueño descifrado
30. La postal
31. La última cita I
32. La última cita II
33. El día de la boda
34. Después de la boda I
35. Después de la boda II
36. Final
Epílogo

7. Segunda cita

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De __ElizabethTorres

Juro que fue la peor cita del mundo. Luego de una serie de besos con Emanuel me ocurrió lo más vergonzoso del universo, vomitar frente a él, nunca antes había vomitado tanto, por un instante sentí que vomitaría hasta mis órganos internos.

Recibí un sermón por parte de Emanuel quien se hizo cargo de ayudarme con mi supuesta adicción con el alcohol prohibiéndome todo tipo de bebida que llevara la más mínima pizca de licor, acepté contribuir por una sola razón. Pasar más tiempo con él.

Eso no es lo único que ha sucedido. En los últimos días la tía Miozzoti me ha enseñado a cocinar, no es que ya sea una experta y todo eso, pero al menos no moriré de hambre, Carla también se ha propuesto aprender, me gusta éste lugar se siente más como un hogar, personas con quien compartir, personas que se preocupen por cómo va tu vida, algo así como una familia.

No quiero volver a México, no ahora que encontré a un buen chico, además no me apetece la idea de volver a vivir sola.

Ya lo he decidido me quedaré un tiempo más en Milán, soy consciente de que tengo que buscar un apartamento, no puedo quedarme en casa de la tía Miozzoti por siempre, tengo dinero en mis cuentas de México bastaran para pagar un apartamento.

Busco a Carla por toda la casa para informarle mi alocada decisión. Está sentada desayunando pan y vino. ¿Quién demonios hace eso?

—¡Queeee! No puedo creerlo ¿enserio piensas quedarte más tiempo aquí? —Da un grito infantil.

—Esa es la idea, pero hay mucho por considerar tu madre estará furiosa sino vuelvo contigo a México, después de todo te dejó venir porque le aseguré que te cuidaría.

—Descuida estaré bien, la verdadera pregunta es ¿quieres quedarte aquí tu sola? —Interroga dudosa.

—Hm, supongo que sí. Aunque igual no pienso quedarme tanto tiempo.

—Tómalo con calma, sino quieres quedarte sola, puedo quedarme contigo el tiempo que sea necesario.

—¿Y tu madre?

—Estará bien, sabes que mis cuatro hermanos no la dejarían sola jamás.

Los chicos adoran a su madre, son tan atentos sobretodo Diego, él hasta le hace trenzas en el cabello.

—Entonces llámale y dile que nos quedaremos unos días más.

—¡Enseguida! —Se va dando brinquitos y toma el celular para tener una larga charla con su madre.

Cuando Carla se va reconsidero mis razones y todas recaen en una sola, Emanuel.

Nunca antes había tomado decisiones que se fundamentaran en un chico, hasta ahora.

Aunque de momento me enfocaré en buscar un buen lugar para vivir, Carla hace algunas llamadas telefónicas y encontramos un apartamento cerca de la Ciudad.

Odio las despedidas, pero justamente ahora nos estamos despidiendo de la tía Miozzoti no viví aquí la gran cantidad de tiempo, pero se sintió muy bonito.

Luego de haberle agradecido por todo, subo mis maletas al auto para ir por mi nuevo apartamento.

Nos toma unas dos horas instalarnos con Carla, tuvimos una seria discusión por quien tomaría la habitación más amplia, al final termine ganándole en un duelo a muerte de piedra, papel o tijera.

Como si este día no hubiese sido literalmente movido, dentro de poco tendré una cita con el duende de Emanuel, esta vendría siendo nuestra segunda cita oficial, siento más nervios de lo común a lo mejor eso se deba a la desastrosa cita que tuve con él hace unos días.

A demás hoy no podré tomar ni una sola gota de alcohol se lo prometí y ya me estoy arrepintiendo.

Le paso mi nueva dirección en un mensaje de texto y él no tarda en responder.

—Estaré ahí en unos minutos, te quiero ;)

Su pequeño "te quiero" me hace sonrojar, es tan tierno cuando quiere.

—Deberías aplicarte un poco más de rubor Elena, te vez pálida. —Propone Carla.

Al parecer lo de estar sonrojada solo pasó en mi mente.

Detengo su mano la cual sostiene una brocha llena de maquillaje. —Déjame creerá que soy un payaso.

—Ay, como me enoja que seas tan terca. —Rueda sus ojos e intenta aplicarme el rubor.

Hago un puchero. —No sé qué haría sin ti.

—Sinceramente yo tampoco sé qué harías sin mí. —Ríe. —Lo único que sé es que eres como la hermana que nunca tuve.

—Tú también lo eres para mí Carla, ser hija única tiene sus desventajas.

—Ya vete que te estas poniendo sentimental. —Me empuja fuera del apartamento.

Me asomo por una de las ventanas y lo veo.

Luce más hermoso de lo normal, su atuendo de hoy lo hace lucir fresco y casual trae consigo una camisa blanca y un short café, cualquiera diría que no es la ropa apropiada para una cita, pero en realidad si lo es.

Decidimos vestirnos del mismo color, es bastante cursi la verdad, pero si se trata de él puedo soportarlo.

Caminamos hasta quedar a un paso de diferencia. —Te vez muy linda hoy. —Sonríe mientras me abraza.

—¿Estás diciendo que los demás días me veo espantosa?

—Tú lo has dicho hay días en que me causas terror enserio.

—Como si tu fueras tan lindo. —Ruedo mis ojos.

Da un paso hacia mí eliminando la distancia que nos separaba. —¿Segura que no soy lindo?

—Eres más que eso. —Admito.

Coloco mis manos alrededor de su cuello y lo acerco a mí para besarlo.

—¡No hagan ese tipo de escenas frente a mi casa! —Escucho la voz de Carla y me giro para sonreírle con orgullo, ella me saca el dedo y cierra la ventana.

—¿Nos vamos ya? —Pregunta él. Sus labios ahora tienen un color rojo, no debido al beso si no gracias al labial que me aplicó Carla.

—Tienes labial esparcido por toda tu cara. —Me burlo.

—Lo hiciste intencional para que otras chicas sepan que te pertenezco ¿No?

Me ahogo en risas. —No necesito de un lápiz labial para demostrar que me perteneces. —Me encojo de hombros. —Ahora vámonos.

Subimos todo el equipaje a su auto, el cual es bastante ya que decidimos salir a acampar.

Este será mi primer campamento con un chico, no es como que mi madre me dejara ir a muchos cuando estaba con vida y luego del incidente no salí casi con nadie, con Jon todo se reducía en restaurantes.

—Espero que te guste el lugar que escogí, es uno de mis sitios preferidos.

—¿Lo visitas con frecuencia? —Interrogo abriendo una bolsa de pistachos.

—Siempre que puedo o necesito aclarar mis ideas.

—¿Has llevado a alguien aparte de mí?

No quiero sonar toxica, pero es que tampoco quiero ser la segunda.

—No, lo cierto es que prefiero ir solo.

—Entonces ¿por qué me llevas a mí? —Sigo con mi ronda de preguntas.

—Eres especial. —Me deposita un beso en la frente.

Espíritus del amor cojan mi alma y hagan con ella lo que quieran.

—Hoy estas muy atento, creo que te has enfermado. —Uso eso como excusa para acariciar su rostro.

—¿Qué más se podría esperar? Estoy cerca tuyo, me transmites de tu enfermedad. —Carcajea.

Retiro mi mano de su rostro. —Me equivoqué eres el mismo irritante.

—Define irritante. —Menciona haciendo énfasis en la palabra irritante.

—Eso me recuerda al día en que nos conocimos.

—Esa era más o menos la idea. Por cierto, nunca pensé que saldría con esa chica despeinada y escandalosa que le reclamaba a la profesora.

—¿Disculpa? Yo siempre me peino o al menos dos veces por semana.

Sonríe como respuesta.

Llevamos 45 minutos en la carretera y me duele el trasero.

¿Por qué tiene que elegir lugares tan lejanos? Y ¿Por qué yo tengo que ceder con tanta facilidad?

Aparcamos en la cúspide de una alta montaña, mientras bajamos el equipaje me doy cuenta de algo importante. Solo hay una tienda de dormir. Lo cual significa que... Emanuel dormirá en el suelo.

Debo admitir que detesto dormir con otra persona, aunque por él podría hacer el sacrificio.

—Emanuel ¿Puedo preguntarte algo?

—Como sea siempre lo harás.

—¿Dónde vas a dormir tú? —Indago sin mirarlo.

—En el suelo o en la cueva de un oso. —Ironiza. —¿Por qué preguntas?

Ruedo mis ojos. —Hablo enserio tonto.

—Contigo no es obvio. ¿Acaso tienes miedo?

—No, cla-ro que no. —Titubeo. —Es solo que odio dormir con otra persona. —Admito jugando con mis dedos.

—Pues deberías acostumbrarte.

—¿Por qué lo dices? —Mi voz sale temblorosa.

—No toda la vida dormirás sola, algún día te casaras, tendremos hijos.

—¿Tendremos? –Repito con un atisbo de emoción

¿Me está diciendo indirectamente que nos casemos?

—Claro. Yo los míos y tú los tuyo. —Sonríe. —Quizá se enamoren.

Cambio radicalmente mi sonrisa. —Ja Ja que chistosito Emanuel.

Sus bellos hoyuelos aparecen en su rostro. —Ten calma, solo estoy jugando.

—Mejor comienza a armar la tienda, yo iré en busca de leña. —Le ordeno.

Él levanta sus cejas. —¿No se supone que eso lo tiene que hacer el chico?

—¿Porque no ser creativos?

—Está bien, ve con cuidado.

Comienzo a caminar y recojo algunas ramas secas no soy la mejor en esto, pero hago mi mayor esfuerzo.

Cargo lo que mis debiluchos brazos me permiten y vuelvo con Emanuel quien ya tiene muy armada la tienda, a decir verdad, le quedó decente.

—Veo que eres todo un experto, aunque no eres nada comparado conmigo. —Tiro la leña y le enseño mis enormes músculos.

Juntos encendemos la fogata, mientras que de fondo suena mi grupo preferido Coldplay realmente amo sus canciones, Emanuel se une en los coros de cada canción, ignoraba el timbre tan agradable que tiene su voz.

—Cantas muy bien. —Le animo para que cante más alto.

—Y no es lo único que puedo hacer, también sé tocar la guitarra. —Proclama con modestia.

¿Es que lo sabes todo guapo?

—¿Quieres ver? —Interroga.

—Claro, pero ¿y la guitarra?

Se levanta dirigiéndose al auto, saca una guitarra muy viejita, se sienta frente a mí y comienza a cantar en voz muy baja, tanto que parece un susurro.

El momento simplemente es perfecto.

La luz de la luna, la fogata y un chico precioso cantando para mí, no sé en qué momento ocurrió, pero comencé a enamorarme de alguien que no estaba en mis lineamientos de chicos que me gustan, al final esa frase es cierta. "El corazón no elige de quien enamorarse". No lo elegí, el universo lo hizo por mí.

Primea ronda de Emanuel cantando y tocando la guitarra terminada.

Abre sus ojos. —Y bien ¿te gustó?

Sonrió bobamente. —Me gustas más de lo que pensaba.

—¿Ah? —Indaga sonriendo.

—La música, es decir la canción te salió muy hermosa. —Me corrijo.

—¿Tan hermosa como tú? —Me sonrojo al instante. —Elena ¿Cuánto tiempo más te piensas quedar en Milán?

El tema de conversación tenía que llegar en cualquier momento.

—No lo sé, algún día debo volver a casa ¿no?

—Creo que estás mejor aquí. —Coloca su mano sobre la mía.

—¿Tú crees?

—No estoy seguro, pero yo estoy mejor si te tengo cerca. —Es inevitable no sonreír.

—Viéndolo de esa forma estoy considerando extender mi viaje por unos días más.

—Por mí estaría perfecto, podríamos salir con más frecuencia.

Mientras estoy formulando una respuesta agradable, el celular de Emanuel comienza a vibrar con insistencia.

Saca el celular de su bolsillo y en la pantalla aparece un número sin registrar. —Disculpa debo atender. —Se levanta alejándose de mí.

¿Quién le llamará?

Y ¿Por qué a media noche?

Emanuel Villanueva.

Me separo de Elena para responder.

Al divisar el número en la pantalla se de quien se trata. Verónica, es una suerte que haya borrado su nombre de mis contactos de lo contrario Elena habría armado algún tipo de drama, para que no respondiera.

Descuelgo la llamada. —Aló

—¿Dónde estás Emanuel? —El tono que usa es agresivo.

—Eh, estoy en un bar ¿Por qué?

—A ti ni siquiera te gusta el alcohol, además no escucho ningún tipo ruidos, deberías mentir mejor.

Rayos, tiene razón debo mentir mejor.

—No vine al bar para embriagarme, solo estoy pasando el rato con mis amigos. Con respecto al silencio es completamente normal ya que salí para atender tu llamado, ¿necesitas algo? —Cruzo los dedos con la esperanza de que crea todo el cuentito.

—Necesito que me digas la verdad, Ana te vio con una chica ésta tarde.

Joder no es posible ¿debería decirle que de vez en cuando salgo con Elena?

—¿Y eso qué? Es mi ex compañera del curso de Oratoria. —Hago una pausa. —Solamente eso.

—Vale, voy a confiar en ti. ¿Podemos vernos mañana?

—Iré a tu apartamento a eso de las 3 de la tarde.

—Estaré esperándote.

—Bien, hasta mañana.

—No olvides qué a pesar de todo, te quiero.

Cuelgo la llamada sin despedirme, creo que llevé las cosas demasiado lejos, debí parar esto al principio, ahora ya hay muchas personas involucradas, no quiero seguir lastimando a Verónica no después de haberle jodido la vida a causa de mis errores, no se merece más complicaciones en su vida.

Por otra parte, tampoco quiero herir a Elena, aunque si sigo a su lado es lo único que voy a conseguir, debo aprender a ser sincero con ella, pero joder es tan difícil.

Soy consciente de que la quiero, pero quizá no lo suficiente como para decirle la verdad.

Su voz me saca de mi pequeña reflexión. —Emanuel. ¿Dónde diablos te metiste?

Su manera tan espontanea de hablar es una de las cosas que más amo de ella.

—Ahora voy, perdona la tardanza.

Sus ojos denotan curiosidad y ¿celos? —¿Quién te llamaba?

—Era Bruno, un amigo de la editorial quería saber la fecha exacta para sacar mi obra al mercado, tu sabes cosas para darle publicidad y eso. —Mentir me resulta fácil.

—Bueno. Volvamos a la fogata se está apagando y tengo frío. —Frota sus brazos con sus manos.

Se ve tan dulce.

Camino a su lado y la atraigo hacia mí como si no pasara nada, lo cierto es que cuando comienzas a mentir, se vuelve una jodida costumbre.

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