No me gustas

Por flores261

7.6K 357 59

Nueva ciudad. Nueva escuela. Nuevos amigos. ¿Qué significa esto para Nia? Significa que tendrá que comenzar... Más

Prólogo
Capítulo 1. Chicos populares.
Capítulo 2. Primeros problemas.
Capítulo 3. Inminente final.
Capítulo 4. Doble invitación.
Capítulo 5. Los Laurent.
Capítulo 6. Fiesta en San Francisco
Capítulo 7. Enfrentar consecuencias.
Capítulo 8. No me agradas.
Capítulo 9. El mismo odioso.
Capítulo 10. Ajedrez y fotografías.
Capítulo 12. Pensamientos ridículos.
Capítulo 13. Patos al agua.
Capítulo 14. Juego de niños.
Capítulo 15. Propuesta.
Capítulo 16. Ya te amo, pelirroja.
Capítulo 17. Convertirme en su amigo.
Capítulo 18. Una simple conversación.
Capítulo 19. Feliz cumpleaños.
Capítulo 20. Amor eterno.
Capítulo 21. Por ser arrogante.
Capítulo 22. La mejor historia de amor.
Capítulo 23. Una promesa.
Capítulo 24. Romántico y tímido chico de libro.
Capítulo 25. Solo somos amigos.
Capítulo 26. ¿Bailamos?
Capítulo 27. Bebé gigante.
Capítulo 28. Jay al rescate.
Capítulo 29. Helado de fresa y limón: parte 1
Capítulo 30. Helado de fresa y limón: parte 2
Capítulo 31. Ella se fue.
Capítulo 32. No seas tan cruel
Capítulo 33. Odio a Heathcliff.
Capítulo 34. Mal perdedor.
Capítulo 35. Fue culpa de Nia.
Capítulo 36. Quiero que sea feliz.
Capítulo 37. Ultimátum.
Capítulo 38. Un sueño (Final).
Epílogo

Capítulo 11. Pelirroja fastidiosa.

195 9 0
Por flores261


POV Darian

—¿Por qué te fuiste tan temprano de la fiesta? —pregunta Noah.

—Debía recoger a mi madre —respondo.

Noah frunce el ceño.

—¿Dónde estaba? —inquiere.

—En la casa de su novio —digo, haciendo notable el desagrado en la palabra.

No es que Wilson no me agrade. Me parece un buen hombre, además de que hace feliz a mi madre y eso le suma puntos, es solo que todavía no me acostumbro a este asunto de mi madre teniendo novio. Es la primera vez que sale con alguien de forma seria después de haberse separado de mi padre. ¿Tuvo citas antes? Sí, las tuvo. Pero no fueron cosa seria. Y con este señor parece que sí lo es. Yo todavía no me acostumbro a eso.

—¿El papá de la pelirroja de la que me hablaste? —cuestiona mi mejor amigo, haciendo un ademán hacia su cabello.

Yo asiento.

Nia Hughes. Esa tonta pelirroja que por alguna razón me saca de mis casillas cada vez que la veo. Ni siquiera lo intenta. Simplemente la veo y siento que quiero discutir con ella hasta que se moleste y se vaya. Me confunde demasiado. Y aún me sigo preguntando por qué carajos me ofrecí llevarla ayer a su casa. Solo sé que al verla ahí sola, e imaginarme que algo pudiera ocurrirle, me hizo sentir algo extraño en el pecho. Como una necesidad de querer asegurarme de que estuviera bien. Supongo que ha sido porque es la hija del novio de mi madre. Quizás una forma de agradecimiento por hacerla tan feliz.

Llegamos al salón de física. Tomo lugar detrás de Noah, en la hilera de sillas que está junto a la ventana. Apoyo mi cuerpo en la pared y observo cómo mi amigo se gira en mi dirección.

—¿Has hablado con ella?

Lo miro. Él me mira expectante. Como mi mejor amigo, le cuento todo lo que sucede en mi vida. Era de esperarse que le contara de la nueva adición a la vida de mi madre, y lo que esa adición trajo consigo. Ese monstruo rojizo. Y también le he contado lo mal que me cae y lo mucho que detesto que sea tan fastidiosa. Y que estuve a punto de soltarle un montón de injurias el día que me dijo que no le agradaba. Como si eso me importara en lo más mínimo. Por supuesto que Noah me regañó. Me dijo que mi comportamiento no había sido el más adecuado. ¿En serio no lo fue? Yo no lo veo así. Ella dijo que no le agradaba, ¿por qué rayos iba a rogarle por su atención? Si no le agrado, bien. No pienso ser amigable con ella porque eso sería dejar mi dignidad en el suelo. Y ella no se lo merece. Pero aun así, le prometí a mi amigo que lo haría.

—Intenté hacerlo después del torneo, pero una chica nos interrumpió así que preferí irme —digo, encogiéndome de hombros—. Y ayer por la noche lo olvidé.

Noah frunce el ceño.

—¿Ayer por la noche?

Asiento lentamente.

—Sí. Ayer que fui a buscar a mi madre la encontré sola en la parada de autobús, así que me ofrecí a llevarla.

Noah me da una mirada que no sé cómo interpretar.

—¿Entonces no hablaron de nada?

—Hablamos un poco antes de que se subiera al auto. Parece que la asusté y estaba enojada conmigo.

Ahora que lo recuerdo, cuando me llamó imbécil y estúpido en lugar de molestarme, me causó gracia. No sé por qué, pero se ve diferente cuando se enoja. Quizás menos tonta, y más linda.

¿Pero qué diablos...? ¿Linda? ¿Ella? Iug, no.

—¿Qué hiciste para asustarla?

—Solo estacioné el auto delante de ella y creyó que iban a secuestrarla.

Noah rueda los ojos. Justo como Nia lo hacía ayer.

—Y supongo que no hiciste absolutamente nada. Solo te quedaste ahí estacionado un buen rato hasta que te aburriste de ser misterioso.

Sonrío y asiento.

—Me conoces demasiado bien.

—Los actos estúpidos son fáciles de suponer. Y más viniendo de ti.

Pongo la mano sobre mi pecho y cambio mi expresión por una de llanto. Noah se ríe por mi gesto dramático y golpea mi estómago.

—Oye, con amigos como tú, no necesito enemigos.

—Con amigos como tú, no necesito chimpancés.

Suelto una gran carcajada por lo que ha dicho. Joder. Este chico es el mejor. No sé qué rayos hice en la vida para tenerlo. En momentos como estos es cuando no me molesta el hecho de ser hijo único. Con Noah tengo más que suficiente.

—Para la próxima, recuerda que tienes que decirle que te cae mal y que te fastidia —enuncia, antes de girarse hacia al frente.

Frunzo el ceño.

—Creí que mi forma de comportarme se lo ha dejado bien en claro.

Él se encoge de hombros.

—Quién sabe. Solo encárgate de hacérselo saber a ella, o de lo contrario puede que termine enamorándose de ti —dice, con un tono de burla y la sonrisa socarrona.

No digo nada a eso. ¿Nia? ¿Enamorada de mí? Por Dios. Está saliendo con Anderson. Y nuestros padres son novios. Algo entre nosotros sería extraño e incómodo. Seguro que el hecho de que ella se enamore de mí sería fatal. ¿Y que yo me enamore de ella? Bueno, eso sería suicidio.

Es que solo de ver su cabellera pelirroja... yo no puedo con eso. No puedo evitar pensar que se escapó del circo. Y sus ojos verdes... no puedo evitar pensar que son aceitunas. Yo odio las aceitunas. Sin mencionar su boca. Sus labios finos y rosados... no son para nada de mi agrado. Además, esa suave voz que tiene. Demasiado tierna para mi gusto.

Sin duda alguna, enamorarme de Nia no es una opción. No está en mis planes. Ella no me gusta.

[...]

—¡Darian, te necesito!

Alejo el teléfono de mi oreja al escuchar el grito de Amelia.

—Dios santo, Amelia, ¿qué está mal contigo?

—¡Cállate! —exclama—. Necesito que me acompañes al centro comercial.

—¿Y tu novio? ¿No se supone que para eso sirven?

Amelia suelta un bufido.

—No puedo comprar un regalo para él con él presente, idiota.

Ruedo los ojos. ¿Por qué rayos le hice caso a Noah y me hice amigo de esta loca?

—Vale, pero no me insultes.

—Entonces usa más tu cerebro.

—Amelia, si sigues así no voy a acompañarte.

—No, no, Darian, espera... Vale, ya no te digo nada. Pero por favor, acompáñame —dice, en tono suplicante.

—Muy bien. Paso por ti en veinte.

—Gracias. Ahora sí le creo a Noah cuando dice que eres un buen amigo.

Antes de que pueda decirle algo, ella cuelga. Joder. Ahora sé cuan molestas pueden ser las hermanas. Gracias a Dios yo no tengo.

Media hora después ya estamos en el centro comercial. Amelia me arrastra hasta la primera tienda. Me quedo junto a ella mientras busca algo lindo para su novio. Ni siquiera sé por qué me ha pedido venir con ella. Llevan año y medio saliendo, estoy segura que es tiempo suficiente para saber sus gustos.

—Dame tu mano —pide.

Frunzo el ceño.

—¿Para qué?

—¿Qué te importa? Dame tu mano.

—Obvio que me importa. Es mi mano. ¿Qué pasa si me la cortas?

Amelia alza las cejas.

—No seas ridículo, Darian, y dame tu mano de una puta vez —exige.

A regañadientes extiendo mi mano hacia ella. Amelia la toma en una de sus pequeñas manos, y con la otra encaja un anillo en mi dedo medio.

—Oye, ¿qué te pasa? —cuestiono, retirando mi mano al instante—. Tú sales con Noah, no creerás que vaya a traicionarlo.

Amelia me da una mirada de fastidio.

—No es para eso, idiota. Si a ti te queda este anillo, a Noah también —explica.

Frunzo el ceño.

—¿Vas a pedirle matrimonio?

—Obvio no, imbécil. Estoy buscando algo para él. Este anillo no es definitivo.

Joder, ¿qué le ocurre a la gente ahora? Nunca había recibido tantos insultos en veinticuatro horas. Estoy a punto de alejarme de todos y publicar cosas tristes en mis redes. No puedo evitar soltar una risa por el pensamiento. Dios, qué ridiculez.

Amelia y yo salimos de esa tienda y vamos a otra. Y así durante horas hasta que encuentra el regalo perfecto. Le ha comprado un reloj y un par de zapatos. Debo admitir que a mí se me veían mejor esos zapatos, pero bueno. Se los robo luego.

Caminamos hasta una heladería. Cuando entramos, veo que hay una fila un poco larga. Hago un mohín, pero antes de que pueda irme de ahí, Amelia toma mi brazo y tira de él, obligándome a quedarme. Creo que en múltiples ocasiones nosotros actuamos como madre e hijo. Y es por eso que somos buenos amigos. Aunque en ocasiones se pone insoportable. Cuando anda en sus días, por ejemplo. Noah es el único que está con ella en esos días. Mientras espero a que la fila avance, me giro levemente para observar afuera. Hay muchas personas. Y es bastante obvio puesto que es el centro comercial más grande de San Francisco.

De pronto, algo bastante particular capta mi atención. Una cabellera rojiza demasiado familiar para mí. Se detiene en algún punto, y las personas alrededor comienzan a esparcirse, permitiéndome ver a la persona con más claridad. Ahí está ella, la pelirroja fastidiosa. Va de la mano con esa pequeña rubia de ayer. Creo que es la hermana de Anderson. En ese momento, algo extraño presiona mi pecho. Nunca he tenido una mala relación con el chico. No somos grandes amigos, solo somos conocidos. Ambos tenemos amigos en común así que es bastante obvio que nos conozcamos. Sin embargo, un sentimiento extraño se asienta en mi pecho. Algo como disgusto ante la idea de ellos saliendo. ¿Por qué carajos me siento así?

—¿A quién rayos acosas? —cuestiona Amelia, sacándome de mis cavilaciones.

Aparto la mirada de la chica pelirroja y la dirijo a ella. Me extiende un pequeño vaso con mi helado favorito.

—Gracias —musito.

Ella asiente y sonríe.

—Ahora dime, ¿a quién estabas acosando?

—¿Qué?

—Eso, ¿a quién acosabas?

Niego con la cabeza.

—No estaba acosando a nadie.

Amelia alza ambas cejas.

—¿Y a dónde rayos veías tan intensamente? —insiste.

Me encojo de hombros.

—A ningún lado.

Amelia hace un gesto que indica que no me cree nada. Camina hacia la salida de la heladería y yo la sigo, un poco nervioso porque me descubra. Se planta delante de la entrada y comienza a buscar algo en la dirección en la que antes veía. Yo también lo hago. Nia ya no está por ningún lado. Respiro profundo en alivio.

—Se trataba de una chica, ¿verdad? —inquiere.

Bajo la vista hacia ella.

—Eh... no. ¿Por qué lo dices?

Amelia esboza una sonrisa pícara.

—Tenías una sonrisilla.

Frunzo el ceño.

—Por supuesto que no —replico al instante.

—Claro que sí —enuncia con voz cantarina—. Ahora dime, ¿cómo se llama?

—No sé de qué hablas.

Comienzo a caminar hasta las escaleras eléctricas. Amelia me sigue detrás, haciendo preguntas sobre la chica que vi. Yo me encargo de ignorarla, haciéndole saber que no hay ninguna chica. Porque de verdad no hay ninguna chica. Simplemente vi a Nia y mi día se nubló. ¿Por qué carajos esa chica me sale hasta en la sopa? Dios, qué fastidio. Mientras bajamos, levanto la vista, encontrando a la pelirroja. Su mirada verdosa choca con la mía, y me quedo atrapado en ella. No le suelto la mirada hasta que la pierdo de vista. 

—¿Era ella? —cuestiona Amelia.

—¿Qué? —contesto, un poco desorientado.

—La pelirroja —dice—. ¿Es ella la chica que te gusta?

Finalmente me decido a verla. Niego con la cabeza.

—No. No me gusta. Ni ella ni nadie.

—¿Seguro? —insiste.

Llegamos hasta el lugar donde está estacionado el auto. Decido no responder a eso. Por supuesto, esa chica es más fastidiosa que un mosquito. Abro las puertas de atrás para dejar las dos bolsas de las compras que hizo Amelia. Me siento en mi lugar. Ella ya está sentada en el asiento del copiloto. Enciendo el auto y salgo del estacionamiento.

—¿Cuál es su nombre?

—¿El de quién? —pregunto, sin apartar la vista del frente.

—¿El de la chica pelirroja?

—No lo sé.

Amelia guarda silencio por unos segundos que a mí me saben a gloria. Ella también ya está comenzando a fastidiarme.

—¿Por qué no te gusta? Es muy linda.

¿Qué dijo? ¿Nia es linda?

—Por supuesto que no lo es —replico enseguida—. Su cabello pelirrojo no es lindo, sus ojos de aceituna no son lindos, sus labios finos no son lindos, su voz suave no es linda. Tampoco es linda cuando se enoja. Es una chica fastidiosa e irritante. No la soporto, y en definitiva no me gusta.

Amelia vuelve a guardar silencio, esta vez de forma definitiva. Mi cuerpo se relaja ante el silencio. Agradezco al cielo por ello, ya necesitaba esto, de verdad que sí. Había olvidado lo pesada que Amelia se volvía con ciertos temas.

Llegamos a su casa y yo me siento más que aliviado. Le paso sus cosas. Ella se despide y baja del auto, pero antes de irse del todo, se asoma por la ventana.

—Esa chica te atrae mucho más de lo que te imaginas.

Y con eso último, comienza a caminar hacia su casa. Me quedo perplejo. Sus palabras comienzan a hacer eco dentro de mi cabeza, confundiéndome más de lo que ya estaba. 

Seguir leyendo

También te gustarán

5.2M 454K 83
Nunca debí caer por él. Sin embargo, tampoco detuve mi descenso. Nada logró apaciguar las maliciosas llamas de deseo que se prendieron dentro de mí. ...
1.5K 167 10
Siempre discriminamos a las personas sin saber como son.Por los rumores huimos de esas personas y pensamos que son malas. Esta es la historia de una...
7K 541 29
Esta es la historia detrás del sueño en el que se basa la novela Inesperada Atracción.
401K 19.8K 59
Cass, una gran bailarina, busca cumplir su sueño de trabajar profesionalmente en el mundo del baile. En su camino se cruza alguien que empuja su carr...