My little red temptation (+18...

By Angry_popcorn

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Lemon con contexto. Significa que en la MAYORÍA DE LOS CAPÍTULOS HABRÁ ESCENAS DE ALTO CONTENIDO SEXUAL. Es u... More

💥Aclaraciones💥
Capítulo 1: Primer encuentro
Capítulo 2: Hallazgo
Capítulo 3: Mía
Capítulo 4: Marcas
Capítulo 5: Gesta
Capítulo 6: Territorial
Capítulo 7: Perro guardián
Capítulo 8: Estoy aquí
Capítulo 9: Luna llena
💥 Ding, ding, ding! Noticias 💥
Capítulo 10: Sinceramente tuyo
Capítulo 11: Ilusión
Capítulo 12: Desazón
Capítulo 13: Jerarquía
Capítulo 14: El bosque
Capítulo 15: Florecer
💥Aaauuuuu, nenas!!💥
Capítulo 16: Dulce néctar
Capítulo 17: Deleite
Capítulo 19: Muerte
Capítulo 20: Una vida por otra
Extra capítulo 20
Capítulo 21: Destino
Extra capítulo 21
Capítulo 22: Montañas y secretos
Capítulo 23: La manada
Capítulo 24: Orgullo
Capítulo 25: Hogar dulce hogar
Capítulo 26: Amante apasionado
Extra capítulo 26
Capítulo 27: En la cueva del lobo
Capítulo 28: Complaciendo al amanecer
Capítulo 29: Hambre
Capítulo 30: Sustos que dan gusto
Capítulo 31: Enfrentamiento
Capítulo 32: Muérdeme
Capítulo 33: Estallido
Capítulo 34: Siéntelo
Capítulo 35: Una familia separada
Capítulo 36: Una familia reunida
Capítulo 37: Lame y degusta
Capítulo 38: Hilando el futuro
Capítulo 39: Anillos de un árbol
Capítulo 40: Donde moran los misterios
Capítulo 41: Un acaramelado despertar
Capítulo 42: No es un adiós
*Sigo viva y Kacchondo también*
Capítulo 43: Cálida humedad
Capítulo 44: Ardiente pasión
Capítulo 45: Acechando en las sombras
Capítulo 46: Construyendo un hogar
Capítulo 47: Traga si tienes sed
Capítulo 48: Compañero
Capítulo 49: Encuentros inesperados
Capítulo 50: Una tensa asamblea

Capítulo 18: Caza

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By Angry_popcorn

Habían pasado varios días desde la marcha de Bakugō y tus tareas rutinarias no habían hecho más que ampliarse. Considerando que él te pidió que evitaras andar sola por el bosque durante su ausencia te centraste en las responsabilidades del hogar y no en tus paseos esporádicos hacia la casa de la curandera, así que durante las siguientes semanas la anciana que vivía en lo profundo del bosque podría sustentarse con lo almacenado en su amplia despensa.

Sin el pretexto de esos viajes para pasar el rato con Bakugō y cumplir con la responsabilidad de visitar a la vieja Chiyo, tu madre aprovechó para tenerte más tiempo con ella cumpliendo con tus labores y ayudándola con los quehaceres habituales. Además, con el clima mejorando y la floración en pleno auge, la primavera traía consigo buenas cosechas y días más soleados que aportaban más energía y temperaturas más agradables.

Esa mañana concluiste con los últimos arreglos del jardín, adecentando los nuevos brotes florales y las hierbas como menta, hierbabuena y manzanilla que usabais para cocinar. Chiyo te había enseñado un poco de botánica como compensación por los recados que le hacías, pues sus cortas piernas y la avanzada edad no le permitían dar paseos tan largos como antes... Por ello y aprovechando tu juventud, te mostró sus libros de vegetación e hizo un trueque con sus conocimientos para así beneficiaros ambas.

Habías tomado unas pocas hojas para guardarlas en botes de cristal y especiar los alimentos, así que volviste al interior de tu morada para dejar los recipientes en las alacenas. Abriste los postigos de las ventanas para que los brillantes rayos del sol y la brisa fresca se colasen en la sala, sacándote una pequeña sonrisa cuando los aromas de la primavera te envolvieron, cosquilleando tu nariz con matices afrutados.

Luego, te acercaste al balde de agua y lavaste tus manos para eliminar los rastros de tierra y savia de las plantas; seguidamente refrescaste tu rostro al ahuecar el agua impoluta con las palmas de tus manos y conducir el líquido a tus mejillas y tu frente, suspirando de alivio por la sensación. No es que hiciera un calor sofocante y excesivo, pero tras llevar un rato arrodillada sobre la hierba y con el sol caldeando tu espalda necesitabas un soplo de aire y limpiar el sudor de tu piel.

Sabiendo que tu madre había agarrado los barreños para hacer la colada, puesto que escuchabas el agua correr en el exterior, subiste al piso superior para cambiar tu vestido a uno más liviano y sin mangas que llegaba por encima de las rodillas. Después regresaste a la cocina para dejar tu atuendo sucio en una pila de ropa que estaba por lavar y recorriste la sala con la mirada, viendo qué más faltaba por hacer.

Hasta que tus ojos se fijaron en unas galletas que tu madre horneó la tarde anterior y que sería un desperdicio que se endurecieran por no comerse. Ella se las acabaría dando en migajas a las golondrinas de ser así, pero el gusanillo de la gula picó en tu estómago y decidiste que te merecías un pequeño premio por tu trabajo matutino.

Agarraste el tarro de galletas y tomaste asiento junto a la mesa del comedor, desenroscando la tapa para introducir la mano y pinzar con tus dedos el primer manjar que te llevaste a la boca. Saboreaste el gusto de la naranja y la miel en la oblea y un suspiro satisfactorio acompañó a la sonrisa que aún conservabas, pues el dulce sabía infinitamente mejor cuando era tu cuerpo quien lo pedía como si se tratara de un antojo.

—¿Otra vez estás comiendo? —la voz risueña de tu madre te sobresaltó y abriste los ojos mientras volteabas el rostro a un lado para mirarla.

—¿Qué quieres decir con "otra vez", mamá? —le devolviste la pregunta con una ceja enarcada a la par que chupabas las yemas de tus dedos para eliminar la sensación viscosa de la miel— He estado toda la mañana arrodillada en el jardín cuidando de las plantas, así que me tomé un dulce como recompensa.

Ella se rió conforme peinaba con una mano los mechones sueltos de su recogido, pues se notaba que tampoco había pausado sus labores por unos minutos para descansar. Dejó la cesta que contenía las sábanas de los camastros en el piso y se acercó a la mesa para también robar una de las galletas con un guiño juguetón.

—Solo digo que últimamente estás comiendo más y a deshoras —comentó, tomando otra galleta que devoró con la misma rapidez que la primera— Si sigues así acabarás engordando.

Su vista bajó hacia tu regazo, dándote un repaso de arriba abajo mientras ella se pellizcaba las caderas y sus propios michelines debidos a la edad, la falta de ejercicio y que también le gustaba zampar. Le hiciste un puchero ofendido y le sacaste la lengua antes de agarrar la última galleta para mordisquearla con un mohín en tus labios al escucharla reír. Tal vez tuviera razón en que estabas comiendo un poco más, pero era lógico si necesitabas nutrirte para tener la suficiente energía durante todo el día para limpiar, cocinar, ir al pueblo y demás tareas que ella te imponía.

Aun así, miraste tu abdomen cuando ella se marchó de la salita, solo para comprobar que tu vestido de primaveras pasadas estaba un poco más ajustado en esa zona. Bien podría ser tu postura desgarbada y dejada sobre la silla, porque al sentarte con la espalda recta y como una perfecta señorita las arrugas y la tela suelta del vestido volvieron a aparecer como si nada la rellenase.

—Solo me tiene envidia porque ella engorda un montón y yo no porque soy joven —comentaste en voz alta mientras devolvías el tarro de galletas a su estante.

—¡Te he oído, niña insolente! —tu madre asomó la cabeza por la ventana de la cocina, pues había salido al patio a terminar con la colada. Estaba fingiendo que se sentía ofendida cuando arrugó sus cejas y te señaló con un dedo acusatorio, pero no podía ocultar su sonrisa torcida porque sabía que tenías razón— Y corrígete porque todavía eres joven, (Nombre). Ya quisiera verte a mi edad y tras un embarazo como el que tuve contigo... ¡Rodarías colina abajo de lo oronda que estarías!

Ella comenzó a divagar mientras lavaba las sábanas en una tina hecha de madera y llena de agua tibia que esa mañana trajiste del río. Usó el jabón elaborado con grasa animal y hierbas para paliar el olor y perfumar las telas, así que ella continuó con su monólogo quejándose de lo mala hija que eras, el embarazo largo y fatigoso que tuvo que soportar contigo y de lo desagradecida que eras con ella por preocuparse por tu salud mientras restregaba con ahínco las sábanas sobre una tabla corrugada. Tú rodaste los ojos al escucharla, haciendo oídos sordos cuando se ponía de esa forma porque te dabas cuenta de que sus palabras no iban como mala intención ni para hacerte daño, si no para mantenerse entretenida de algún modo conforme realizaba una de las labores más tediosas de la casa.

No sería una madre si no estuviera criticando todo lo que había a su alrededor y exagerando también lo que ella hacía perfecto.

Pusiste los ojos en blanco conforme te alejabas del ruido monótono de su voz para tomar la escoba y ponerte a barrer por la planta baja, viendo como pequeñas nubes de polvo en suspensión se creaban alrededor de tus zapatos cuando barrías bajo el sofá tras desplazarlo a un lado. Tu madre podía decir lo que quisiera de ti, pero no podía justificar su maldita manía de esconder los montoncitos de pelusa y suciedad bajo el mobiliario con la excusa de "ojos que no ven, corazón que no siente", como solía decir cuando le increpabas su modo de limpiar.

Negaste con la cabeza, dispuesta a dejarlo pasar cuando un grito desgarrador llegó hasta ti, congelándote en tu lugar. El alarido denotaba puro terror, ahogándose casi al final cuando el fuerte estallido de madera y algo volcándose te hizo reaccionar y correr tan rápido hacia tu madre como tus piernas te lo permitieron.

Tropezaste con los muebles, te chocaste con el marco de la puerta principal al salir al patio y las yemas de tus dedos se rasparon contra la pared exterior del edificio cuando giraste en la esquina y te encontraste a tu madre sentada sobre la hierba, rodeada de un creciente charco de barro que iba formándose a su alrededor al volcarse la tina donde lavaba la ropa.

Soltaste el palo de la escoba cuando te arrodillaste al lado de tu madre, sujetándola por los hombros para zarandearla suavemente y que reaccionase, pues su rostro estaba tan pálido como la cal y sus mortecinos labios no dejaban de temblar.

—Mamá, ¡mamá! ¿Qué te ocurre? —la llamaste varias veces, pero ella no reaccionaba, no se movía. Tan solo temblaba incontrolablemente mientras miraba hacia el frente con absoluto pavor, con los ojos enrojecidos y tan abiertos que temías que se salieran de sus cuencas.

Seguiste la dirección de su mirada, pero no veías nada más que las sábanas que recién había tendido en las cuerdas de los postes verticales. El viento las mecía con suavidad... sin permitirte ver qué había al otro lado o qué podría ocultarse tras las blancas telas... pero, tras entrecerrar tus ojos por culpa del sol, viste una figura corpulenta moverse tras las sábanas tendidas...

Cuando supiste lo que era no pudiste más que tensarte y ponerte en alerta, presionando tus dedos sobre los hombros de tu madre para que ella se levantase del suelo contigo, ya que un par de afiladas garras rasgaron las sábanas para mostrar la imponencia de un enorme lobo de pelaje grisáceo a través de las aberturas de la tela desgarrada.

El animal no dio indicios de avanzar hacia vosotras, pero sí continuó observándoos con sus ojos rojos como si evaluase el comportamiento de las presas que iba a devorar. La opresión en tu garganta te impedía hablar o amenazar inútilmente a la bestia para que se marchase, la sangre palpitaba con la suficiente intensidad en tus oídos como para sentir tu corazón en el interior de tu cráneo, con la adrenalina y el miedo disparándose a límites enfermizos que se exteriorizaron un sudor frío descendiendo por tu nuca.

Recordaste las palabras de Bakugō cuando te contó que los lobos podían oler el miedo y se alimentaban de ello con crueldad para atemorizar aún más a sus presas... Y aunque luchaste por mantener la compostura y obligarte a respirar con normalidad, sentías frías las puntas de tus dedos a pesar de que las palmas de tus manos estaban sudando. Al menos podías moverte, retrocediendo lentamente de vuelta al interior y la seguridad de tu hogar mientras ese lobo estuviera parado en su lugar..., pero arrastrar contigo a tu asustada madre era difícil considerando el modo en que sus rodillas temblaban y se doblegaban al pánico.

—Mamá, vamos... —le susurraste, aunque sabías que la perfecta audición del lobo podría escuchar tu comando.

Pero ella ya estaba sollozando, completamente acobardaba y turbada por la aparición en pleno día del lobo. Sus mejillas estaban manchadas con lágrimas que se desbordaban de sus ojos sin que pudiera contenerlas, su ropa estaba sucia y arruinada por el barro y otros fluidos, sus labios estaban magullados de tanto morderlos hasta que salió sangre de ellos al desear gritar con todas sus fuerzas y no poder hacerlo porque su voz no salía más alta de un lloriqueo patético y lastimero.

La empujaste con más fuerza para que retrocediera al instante en que el lobo dio un paso hacia vosotras con total y absoluta calma, como si no tuviera prisa alguna por atraparos porque sabía que lograría conseguirlo sin inconvenientes. Tu madre tropezó con algo y tú la sostuviste con más fuerza, sin apartar en ningún momento la vista del animal... sin perderte sus características cuando atravesó la barrera de tela y mostró su opulencia por completo.

Era un lobo delgado que estaba un poco por debajo de la altura promedio, con el pelaje desordenado de color grisáceo de diferentes longitudes. Los mechones más largos ocultaban las articulaciones de sus patas y las orejas caídas, colgando sobre su rostro en ondas irregulares. Su hocico era estrecho y alargado, sus labios estaban agrietados y desiguales... y una visible cicatriz partía su labio superior para mostrar parte de su afilada dentadura. Sus ojos estaban oscurecidos por la piel arrugada alrededor de éstos, uno de ellos incluso tenía una fea cicatriz bajo su párpado, pero cuando achicó sus pupilas pudiste ver sus pequeños irises de color rojo brillante.

Entonces, el lobo estiró las comisuras de su boca en una sonrisa que creíste malévola tras notar la inteligencia en su mirada. Aquella bestia era otro licántropo como Bakugō, no lo dudabas después de que él te hubiera enseñado a diferenciar uno de su especie de un lobo normal tras el peligroso encuentro con la loba que os atacó a ti y a Midoriya.

—(N-Nombre)... —tu madre sollozó, pellizcándote el brazo para llamar tu atención.

Le diste una rápida mirada y para tu sorpresa ella estaba se había girado para observar a vuestras espaldas. Si ya sus labios se veían cianóticos y parecía a punto de desfallecer, ahora su rostro era la máscara más pura del horror y la desesperación.

Te atreviste a seguir la dirección de su mirada a pesar de que no querías dejar de vigilar al lobo frente a vosotras, pero cual fue tu desdicha al encontrar a otra bestia relamiéndose los caninos y cortando vuestra vía de escape. Os tenían rodeadas al cubrir los flancos de la casa y presionándoos contra la fachada de ladrillo... acorraladas como ganado que iban a cazar, puesto que así lo hacían los lobos.

Más allá de la congoja que sentías, un sentimiento ardiente de auténtica rabia surgió desde lo más profundo de tu ser al reconocer a la loba de pelaje dorado que intentó agrediros a Midoriya y a ti. Había vuelto para recuperar a su presa... porque ya se le escapó una vez y no volvería a pasar.

Te agachaste rápidamente para agarrar la escoba, siendo lo único que tenías a tu alcance para golpear al animal. Sin embargo, la loba reaccionó al mismo tiempo saltando sobre ti con los anacarados dientes asomándose para desgarrar tu garganta; con la saliva goteando de sus labios cuando su boca se hizo agua y su pelaje se erizó ante el agónico chillido de tu madre que solo le enfundó ánimos para atacarte sin contemplación.

La fuerza de sus patas traseras la impulsó con la fuerza suficiente como para desequilibrarte y su peso la acompañó para volcarte sobre la hierba. Tuviste la destreza de interponer el palo de la barredera entre tu rostro y su hocico, atravesando la hilera de afilados incisivos que quedaron a centímetros de morderte, para que la madera hiciera de tope contra sus molares, los cuales comenzaron a roer el obstáculo que le impedía alcanzar su objetivo.

La loba masticó el palo, tiró de él, se echó sobre ti para que tus brazos flaqueasen y ella pudiera clavar sus colmillos en tu carne... pero no cediste, aun cuando tus músculos temblaron y un sudor pegajoso se adhirió a tu frente debido al esfuerzo por alejar las mandíbulas de la bestia de tu cara. Con tus nudillos poniéndose blancos y tus mejillas enrojeciéndose, presionaste los hombros y parte de tu espalda contra el suelo para impulsar tus piernas hacia arriba y patear el abdomen de la loba, escuchándola quejarse del golpe recibido antes de moverse a un lado y evitar los siguientes que le mandaste.

Ella arañó el madero con sus dientes, sacando algunas astillas, y sus garras también lo hicieron al rastrillar el pasto junto a tu cabeza, ya que te apartaste a tiempo para no recibir un zarpazo en tu mejilla. Estabas en una posición inferior, sin más armas que una débil vara que ya empezaba a crujir con peligrosidad... siendo esos chasquidos los primeros indicios de que se partiría en cualquier momento.

Sin embargo, sacaste las fuerzas suficientes para apartar tus ojos de los ambarinos de la loba y mirar a tu paralizada madre que observaba con horror la escena a sus pies y a la par contemplaba el lento y seguro caminar del otro lobo que se dirigía hacia ella. Querías decirle que corriera... que huyera tan lejos como pudiera... pero antes de poder decir una sola palabra el animal de pelaje grisáceo elevó su cabeza y estiró el cuello para olfatear el aire a su alrededor. Un crujido de ramas captó su atención y lo puso alerta, pero el contrincante ya estaba sobre él con una mirada furiosa y decidida, sin importarle que sus enemigos fueran dos enormes lobos. Se lanzó para salvaros sin importarle las consecuencias, puesto que lo único que escuchaste a través de los gruñidos y ladridos de advertencia de los lobos... fue el sonido de tu nombre salir de sus labios con un tono enronquecido y elevado al que no estabas acostumbrada.


***


20/04/2020

ESPECIAL CON KACCHAN

Oi, Lou...

—Dime, querido Kacchan —hablo desde la cocina, pero sé que él me oye perfectamente desde el sofá de la salita.

—¿Qué mierdas pasó aquí, hah? —le oigo bastante indignado, por supuesto, y decidido regresar al temer que mi laptop sufra las consecuencias de su enfado— ¿Cómo se supone que debo tomarme lo leído en este capítulo?

—Como un avance la historia —cuando me asomo por el marco de la puerta le veo con los brazos cruzados y un puchero en sus labios, mostrando su disconformidad al señalar la pantalla al notar mi presencia— ¿Qué si no?

—¡Pero yo no aparezco en escena hasta el final! ¡Es injusto! Se supone que hoy es mi día y me haces... ¡¿esto?!

Suspiro... porque con este chico lo que hay que tener es una paciencia infinita.

—Tres puntos importantes, kacchondo —enumero con mis dedos los argumentos mientras él me fulmina con la mirada por el apodo— Lo primero: deja de ser tan egocéntrico porque ya te expliqué en qué consiste ser el co-protagonista. Segundo: este regalo es para mis amadas y pervertidas lectoras, aunque sea tu día especial. Tercero-

—Exacto, joder —refunfuña y puedo notar que sus mejillas enrojecen— Creí que me pasaría algo emocionante o que llevo mucho tiempo esperando... No esto.

—Te pones odiosamente adorable cuando te quejas como un nene que quiere su dulce para merendar, ¿sabes?

—Vete a la mierda. Estoy siendo serio en este asunto. Tómatelo del mismo modo y deja de sacarme de mis casillas, maldita escritora.

Me acerco hasta él para retirar mi laptop de sus piernas y sentarme a su lado, permitiéndome el lujo de frotar la parte superior de su cabeza como si se tratara de un cachorrito que quiere mimos, pero no sabe pedirlos sin ladrar demasiado.

—Te seré sincera, Katsuki. Me atrasé con las publicaciones y este capítulo debí publicarlo días atrás para dejar el capítulo 19 para hoy, que era mi intención inicial. Me disculpo contigo y con las lectoras por la tardanza, pero eres nuestra estrella y tienes que brillar en muchos escenarios diferentes.

—Sé que soy el número uno para ti y para Lía... pero yo quería mi maldito momento aquí —señala la laptop con un movimiento de su cabeza antes de hundirse en los cojines del sofá— Me gusta como encauzas mi personaje, pero te tardas demasiado en las partes buenas, carajo.

Ay... señor mío... ¿en qué momento de mi vida decidí lidiar con una rubia histérica tan compleja y necesitada de atención?

—¿Si publico el capítulo 19 mañana... dejarás de quejarte y estarás satisfecho? Llámalo... uhmm... regalo de cumpleaños tardío.

Me mira en silencio durante unos segundos, pero la intensidad de sus ojos se suaviza al igual que su ceño fruncido. Debe notar mi amago de sonrisa porque he reconocido su cambio de actitud, ya que él chasquea la lengua y aparta su rostro a un lado para responder un sencillo:

—Puede.

—Eres difícil de contentar, eh, bebé-chan... —palmeo su rodilla conforme me levanto para seguir cocinando y le veo tomar la laptop para continuar olisqueando mis escritos— Pero hay una cosa que no me has dejado decir antes.

—¿Qué? —me gruñe, ya perdiendo el interés de la conversación cuando sabe que ha obtenido lo que quiere.

Lástima que yo tenga la última palabra ;)

—El tercer y último punto que quería decirte es... ¿qué te hizo pensar que eras tú el que aparecía en la escena final?

No puedo evitar morderme el labio inferior con picardía al ver que sus ojos se amplían como platos, quedándose tan estupefacto y con la mandíbula descolgada, que contabilizo mentalmente los segundos que transcurren hasta que la corta mecha que he prendido alcance la dinamita.

8... 9... 10...

—¡¿QUÉ DIABLOS SIGNIFICA ESO, LOU?! —pero no respondo, tan solo continúo con mi camino— ¡OYE, VUELVE AQUÍ Y RESPÓNDEME!

Pero yo ya he cubierto mis oídos y vuelvo tranquilamente a la cocina mientras canturreo una cancioncilla pegadiza para no escuchar sus gritos. Aún así, él tiene una voz potente que atraviesa las paredes...

—¡¿QUÉ CLASE DE CONDENADO CLIFFHANGER ES ESE?! ¡¿TE CONTAGIASTE DE LÍA Y NO DE CORONAVIRUS O QUÉ MIERDA?! ¡VOY A TENER QUE HABLAR CON ELLA PORQUE ESTO NO SE ME HACE, JODER! ¡NO, MALDICIÓN, NO! ¡RE-PUTA CUARENTENA DEL INFIERNO! ¡VAIS A MATARME VOSOTRAS DOS! ¡JURO QUE SERÉIS MI MUERTE!

También te quiero, Kacchan, pero te quiero bien lejos cuando las cosas no salen como tú esperas ju ju ju ju


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la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...