Enséñame a Soñar

By theoldjonaisdead

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Jonah Boat es un chico de 17 años estudiante del último año de bachillerato. Su vida gira en torno de estudi... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46

Capítulo 41

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By theoldjonaisdead

A Kelvin no le hizo ninguna gracia que Charlie se quedara en mi casa después de todo el desastre que se armó. Más bien pretendía venir a dormir aquí después de llevar a todos.

En parte me siento culpable de cómo está, no podía dejar que se fuese a su casa así. Después, mayor problema que se armaría con mi madre.

Julio syudó a su primo a entrar a la sala y sentarse en el sofá. Después de que todos han salido, Kelvin me da un beso exageradamente posesivo el cual, no sé si por el alcohol, me encendió de deseo.

Me doy media vuelta en la puerta y me encuentro con Julio apoyado de la baranda de la escalera esperando. Observo a Charlie en el sofá y le digo a Julio para subir.

—No puedo dejar a Charlie solo.

—No lo estará. Yo le voy voy a limpiar las heridas y estaré pendiente de él.

—No lo creo conveniente, Jonah —sube las escaleras detrás de mi.

—Yo tampoco, Julio. Debo hablar con él unas cosas y este es el momento indicado —abro la puerta de mi habitación y le indico que dormirá allí.

—Él está... muy interesado en ti —admite Julio—. Puede que no sea tu intención, pero él cree que le das esperanzas. Cuidar de él en estás circunstancias es...

—Un riesgo que estoy dispuesto a correr. En la última gaveta de allí hay una toalla limpia por si te quieres duchar. Nos vemos más tarde —salgo de la habitación.

Me dirijo a la habitación donde están las cosas extras y la ropa. Tomo unas sábanas y almohadas, alcohol y gasa.

Al bajar, me encuentro con Charlie viendo de manera fija el televisor apagado. Este sirve como espejo en algunos casos y muestra quién viene bajando las escaleras. Como sin dar mucho crédito a lo que ve, se da media vuelta.

Entro a la cocina, tomo un bolsa de gel congelado y un poco de hielo. Me siento a su lado con todo para curarlo y dejo en un envase el hielo y el gel.

—Trata de enderezarte para quitarte la camisa —le ordeno.

Él se mueve del respaldar de la silla y levanta los brazos, quejándose al hacerlo.

Tiene algunas marcas que se ven leves en su cuerpo. Más me preocupa es el de la cara, el cuál no podrá ocultarlo.

—Tendríamos que estar haciendo esto en otras circunstancias —opina en lo que termino de retirar la camisa.

—No hagas las cosas más difíciles, Charlie. Si no, voy a llamar a Julio para que te atienda él.

Se da por vencido y deja de hablar. Pregunto dónde le duele y le echo gel mentolado en los sitios que me indica, incluído la zona de su corazón y me dan ganas de reírme, pero igual le echo.

Con el alcohol y la gasa, le limpio la herida en la boca y le echo un poco de gel en la mandíbula.

—¿Por qué lo haces? —me detiene la mano de manera suave.

—Por qué estás en mi casa y de alguna manera eres mi responsabilidad.

—¿Solo por eso?

—¿Por qué lo haces tú? —pregunto bruscamente.

—¿Qué cosa?

—Seguir echándole leña al fuego aún cuando te dije que lo nuestro no puede ser —le planteo.

—Las cosas hubiesen sido diferentes si me hubieses dado una oportunidad, Jonah.

—Tal vez. De todas maneras, cualquier oportunidad que hubieses podido tener para el futuro, te encargaste de destruirlas con el pasar del tiempo y con este desastre de hoy.

Su rostro se apaga por un momento y mira al piso.

—¿Por qué lo tuviste que escoger a él en vez de a mi?

—No fue una cuestión de elección, Charlie. Fue compromiso y lealtad. Yo comencé a salir con Kelvin primero y él me ofreció estabilidad emocional, algo que tú también deberías buscar y yo no te puedo brindar.

Le entrego el analgésico para que se lo tome y le doy el gel congelado para que se lo coloque en la mandíbula.

—A la mierda la estabilidad emocional, Jonah. Yo estoy enamorado de ti —confiesa.

Me quedo casi congelado como el hielo que me dispongo a guardar en la nevera, luego suelto una risita.

—No sabes lo que dices —afirmo.

—Lo sé y por eso te lo digo.

Voy a la cocina a guardar el hielo y me regreso a la sala. Detrás del sofá, le pido que se mueva un poco para colocar una almohada en su espalda y luego rodeo el sofá, sentandome una distancia prudente de él.

—En estas condiciones, no puedo hacerte mucho —sonríe.

—No lo hago por ti, lo hago por mí.

Mi teléfono vibra y lo tomo rápidamente para revisar el mensaje que he estado esperando. Kelvin llegó a su casa y se va a dar una ducha. Sonrío tontamente al responderle que piense en mi mientras lo hace. Dejo mi teléfono entre mis piernas y regreso la vista a Charlie.

—Disculpa...

—Quisiera ser el motivo por el cual sonríes cuando te llega un mensaje —me interrumpe.

Si supiera que más de una vez me pasó con él.

—Cuéntame lo que pasó con Marcelo —le exijo, viéndolo a los ojos.

Charlie voltea la cabeza y se queda callado, luego la regresa en mi dirección pero con la mirada en la ventana, lo que me hace voltear por un momento.

—Solo fue un error.

—¿Qué cosa?

—Todo. Haberme ido de casa de tu odiosa amiga, haber acompañado a Julio para ese apartamento, haberme metido en la cama con Marcelo, haber pensado en...

Se detiene y es como si las palabras fuesen un navaja que no quiere salir porque van a destrozar todo su interior cuando lo hagan.

—¿En? —insisto.

—En ti —esta vez sí me mira—. Fue un error haber pensado en ti mientras lo hacía con Marcelo. Allí fue donde me di cuenta de lo que siento por ti. No sentía el mínimo de excitación o placer cuando besaba a Marcelo.

—¿Nada de nada?

—Nada que ver cuando tú y yo nos besamos, cuando pasaste tu nariz de esa manera por mi cuello aquí en tu cocina, cuando bailamos en el club, cuando te hice poner la mano en mi muslo interno esa noche. Incluso, hablar de eso ahora me la pone...

—Entendí —le corto—. Yo realmente lamento todo esto, Charlie. Pero como te dije hace rato: te advertí que esto pasaría.

No dice más nada y supongo que ha de estar cansado por todo lo que ha pasado, puesto que deja reposar su cuerpo del sofá. Me levanto a apagar la luz y me acomodo en el mismo sitio donde estaba con una sábana y una almohada.

—Buenas noches, Charlie.

—Jona...

—Dime.

No sé por qué siento no me va a gustar lo que me va a decir.

—¿Puedes... dormir junto a mi hoy?

—No es conveniente, Charlie.

—Solo es dormir, Jonah. Quisiera sentir tu calor para poder tener algo de paz esta noche.

Tomo una larga respiración y luego la suelto. Llevo mi almohada y la sábana, la coloco a su lado y me acuesto.

—Ven, reposa tu cabeza en mi regazo.

—Charlie...

—Ya no intentaré algo contigo, Jonah. Lo prometo.

Me levanto para colocar la almohada en su regazo y cuando me acuesto, emite un quejido de dolor.

—¿Estás bien? —me levanto, quedando cerca de él.

Nuestros rostros cerca por escasos centímetros, sintiendo uno la respiración del otro.

No puedo evitar las ganas de hacerlo.

Uno mis labios con los suyos y lo primero que siento son restos de alcohol para limpiarle la herida y el licor que consumió. Cómo siempre lo he sentido, el beso de Charlie es suave y cálido. Él intenta acercarme a su cuerpo, deteniéndome cuando se queja por el dolor.

—Vamos a dormir, Charlie.

Me acuesto nuevamente en su regazo en la dirección contraria de su abdomen. En este momento me doy cuenta que la luz del pasillo de arriba es apagada.

Solo espero que haya sido Julio y no mamá.

                                           🎶

El olor a comida y caricias en mi cabello como si fuese un canino me despiertan. Charlie despertó primero que yo y sonríe al verme abrir los ojos.

¡Me hace todo más difícil!

—Buenos días, dormilón.

—Buenos días. ¿Qué hora es? —me estiro.

—Las diez de la mañana.

Tomo mi teléfono para revisarlo a ver si Kelvin despertó, que generalmente no lo hace tan temprano cuando ha consumido alcohol.

Mamá está en la cocina hablando con Julio mientras hace desayuno.

—Buenos días —les saludo al levantarme.

—Buen día, bello durmiente —sonríe Julio.

—Buenos días, cariño. Hay café hecho —señala la cafetera.

Le sirvo una taza a Charlie y le pregunto cuánto quiere de azúcar. Coloco las dos cucharadas que me pide y se lo llevo. Al sentarme, suena el timbre, haciéndome fruncir el ceño, pues normalmente no recibimos visitas los domingos sin aviso.

Me asomo por la ventana y veo el sedan negro.

No puede ser.

Abro la puerta y Kelvin me sonríe de oreja a oreja, como siempre hace cuando me ve.

—Buenos días, amorcito bello —dice en un tono bajo que me hace sonreír.

—Buenos días, Kel. ¿Eso tú por aquí un domingo?

—Quedé con tu mamá en comerme la torta que hizo para tu cumpleaños con ustedes.

Cierto, no recordaba eso.

—Se me había pasado.

—¿Pasa algo? —frunce el ceño.

—Los primos no se han ido. Por favor, mantén la calma —coloco una mano en su pecho.

—No pasa nada. Podemos llevarlos si ellos quieren.

Quisiera besarlo tanto.

A la vez, no puedo evitar sentirme culpable por haber besado a Charlie en la madrugada.

Lo invito a pasar y cierro la puerta. Julio está ayudando a Charlie a ponerse la camisa. Acaban de verse y ya hay una notable tensión en la sala.

—Buenos días —saluda, llamando la atención de mamá.

—¿Kelvin? ¿Y eso tú por aquí hoy? —se asoma por la puerta de la cocina.

Cualquiera diría que mamá y yo nos pusimos de acuerdo para hacer la pregunta.

—Ayer quedamos en comernos su torta hoy, ¿recuerda?

—Sí es cierto. Pensé que por ser domingo no ibas a venir o tendrías otra cosa que hacer.

Ella regresa a la cocina a servir el desayuno y nos sentamos todos en el mesón, Kelvin se queda de pie detrás de mí.

—Ven a comer —le invita mamá.

—Comí en mi casa, señora Joanne. No se preocupe.

—Vas a volver a comer aquí. En mi casa nadie se queda viendo a otro comer.

Esto es cierto. Mi abuela nos acostumbró a eso. Así debamos sacar de nuestro plato para darle al otro, todos comemos en casa.

Se sienta a regañadientes y come del plato que le ha puesto mamá.

—Kelvin dice que los puede llevar —me dirijo a Julio, que es el más sensato.

—Mi papá viene en la tarde a buscarnos —responde Charlie.

¿Es que piensan quedarse toda la tarde?

Definitivamente, a mí me persigue la desgracia.

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