Enséñame a Soñar

By theoldjonaisdead

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Jonah Boat es un chico de 17 años estudiante del último año de bachillerato. Su vida gira en torno de estudi... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46

Capítulo 23

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By theoldjonaisdead

Ha pasado un rato desde que el señor José me dejó frente a mi casa. Aún no he entrado porque me da miedo hacerlo. Mamá dejó de pegarme cuando vió que estaba más alto que ella y que los castigos corporales ya no me afectaban, además de ser de la época de las cavernas.

Cuando Joanne Boat está realmente molesta, me lanza cualquier cosa que lleve puesta en los pies o algo que tenga en la mano, grita todo el día recordando regaños viejos y me impone un exagerado castigo por un lapso exagerado de tiempo por un exagerado asunto. Lease como exagerado castigo: quitarme el teléfono y el internet inalámbrico, por un mes y fue por no sacar la basura.

En este caso, todo es diferente porque mamá solo me llamó para decirme que ella tendría que viajar, y yo no llamé más para saber de ella. Así que no sé si realmente viajó y la pregunta sería: dónde pasé la noche y con quién. En cualquiera de los casos, quisiera corroborar la información. Puede ser que le pida ayuda a Stephanie, lo cual debo hacer desde ya.

Saco mi teléfono y comienzo a caminar de manera impaciente de un lado a otro, antes de que mamá me llame o se le ocurra asomarse por la ventana.

Llamando...

El tono del otro lado suena cada cierto tiempo sin ser atendido, lo cual me tiene con los pelos de puntas.

Después de tres intentos, me resigno y decido entrar. Estando en la puerta para entrar, el teléfono comienza a sonar, haciendo que mi corazón vaya más rápido de lo que ya iba y haciéndome brincar del susto.

—¡Hasta que por fin! —me doy media vuelta para hablar.

La puerta se abre y aparece mamá con cara de pocos amigos, como si estuviese un demonio apoderado de ella.

—Pasa —ordena y me extiende la mano para que le entregue el teléfono.

—Ya estoy en casa, Stephanie. Me despide de tus padres y diles que ya estoy mejor de la cabeza —corto y le entrego el teléfono a mi mamá.

Ojalá Stephanie haya entendido el mensaje por si mamá le da por llamarla.

Entro a la casa, mamá detrás de mi cerrando la puerta de manera suave para mí sorpresa. Camino directo a la sala donde observo el bolso que normalmente lleva cuando sale de viaje, por lo cual supongo no se fue o llegó antes de lo que yo esperaba.

—¿Dónde pasaste la noche?

—En casa de Stephanie, mamá.

—No te atrevas a mentirme, Jonah Boat.

—Mamá —suspiro de manera dramática—, tú sabes que yo no soy de estar quedándome en la calle, a menos que sea por tarea.

—¿Y qué tarea estabas haciendo? Porque estás aquí con las manos vacías —exige saber.

—Ninguna. Solo que desde temprano andaba con mucho dolor se cabeza y, en vista de que viajaste, no me quise quedar solo en casa.

—¿Por qué no me avisaste?

—Para no preocuparte de manera innecesaria.

Por un momento se me queda viendo y parece no convencida del todo.

—Llama a Stephanie. Quiero preguntarle.

Ruedo los ojos y le pido el teléfono para marcar su número. Ella parece olvidar que lo tenía y me lo extiende. Agradezco que me deje a mi hacer la llamada en vez de ponerse a revisar mi teléfono, porque ahí sí que adiós, mundo cruel.

Marco el número de Stephanie quién atiende al segundo tono.

¡Por las chancletas de Moisés, Jonah! ¿Puedes explicarme qué demonios pasa?

—Señorita Marroquín —contesta mi mamá, de manera apacible pero firme—, explíqueme usted qué es lo que pasa.

Un corto silencio y supongo que mi amiga está organizando todo en su mente. Espero que lo capte, porque suele ser lenta para este tipo de cosas.

Señora Joanne, gusto en saludarle —se ríe nerviosamente—. Verá, Jonah se quedó en casa anoche porque tenía dolor de cabeza. Cuando me dijo usted viajaría, no quise que quedara solo y lo invité a que mi casa.

Suelto la respiración que tenía contenida hasta hace poco recibiendo un poco de paz. Mamá me mira y luego procede:

—¿Y sobre qué le estaba preguntando a mi hijo cuando atendió la llamada?

Es que se fue hace un buen rato de aquí y me tenía preocupada. Luego tenía varias llamadas perdidas de él y pensé era algo urgente. Hubiese querido que mi padre lo llevara, pero están de viaje y no hay nadie en casa que maneje.

Mamá me entrega el teléfono y se sienta en el mueble de la sala, no me dice que le corte a Stephanie o algo, pero noto en su cara algo de preocupación. Le indico a mi amiga que hablamos luego y corto la llamada.

Me siento a su lado, con una mano en su pierna. No quiero decir nada porque realmente no sé cómo romper el silencio y qué puede estar pensando ella.

Pasa una mano por mi hombro y me aprieta a ella, llora en silencio, suavemente.

—Mamá...

—Hijo, discúlpame si a veces sientes que soy muy sobreprotectora. Es que siempre hemos sido tu y yo, y sé que estás grande, y que debería darte más libertad...

—Pero...

—Pero me aterra que sufras, hijo. Me aterra que te hagan daño. Me aterra que te pase algo y yo no pueda evitarlo. Anoche cuando llegué a casa y noté que no estabas, me quedé a esperarte. Cuando pasaban las horas y ví que no llegabas, me entró un desespero, un...

—¿Por qué no llamaste? —le interrumpo.

—No sé. Tenía miedo que no atendieras o que atendiera otra persona que yo no conociera. Ahí sí iba a ser verdad que me quedaba muerta en ese mueble.

—Mamá, temía que llegara este día, pero agradezco que se presente de esta forma.

¿Aprovecho y le digo que soy gay?

No creo.

Además de que yo mismo no estoy claro de mis sentimientos.

—¿Estás clara que yo me voy a estudiar en unos meses a la capital, no?

—Sí, hijo —suspira tristemente, con la mirada en el piso—. Y me aterra.

—Mamá, yo agradezco todo lo que has hecho por mi y, como no, sí lo has hecho excelente. Pero los hijos somos más de la vida que de los padres. Aunque no esté contigo físicamente, siempre voy a estar presente. Necesito que desde ahora confíes en mí y en lo que hago, que te preocupes pero no tanto, porque yo tendré una vida allá y no podré llamarte todo el tiempo, mientras voy a clases, estudio y trabajo.

—Acerca de eso... Ayer me dijeron en el trabajo que solicitaron un corte de notas e historial de conducta al colegio.

Oh, no.

Esto no puede ser bueno si informaron las últimas clases que he faltado y la reunión que tuvimos con el director Kelvin y yo.

—¿Y?

—Y según dijeron en Control de Estudios, estás entre los cinco primeros de tu año de graduación. No pueden determinar tu posición, pero si entre los cinco primero. Además, tienes un excelente historial de conducta. Por lo que decidieron...

¡Dios! El suspenso de mamá me va a matar.

—¡¿Qué, mamá?! ¡¿Qué decidieron?! —me impaciente en saber.

—Te van a ortorgar una beca completa para que estudies lo que quieras. Si es una universidad pública, te entregarán un monto mensual que sirva para tus gastos de estadía, comida y gastos universitarios. Si es una universidad privada, cubrirán solo las cuotas de la misma, pero...

—¡¿QUÉ?! —pego un grito—. Me tienes que estar...

Mamá me mira severamente anticipando la palabra que diré.

—... jugando una broma. Mamá, eso es excelente. Te exime de gastar tanto en esas costosas cuotas, además de que si logro estudiar en la Universidad Central, no tendré que trabajar tanto para los demás gastos. Eso es... ¡ahg!

—Estaba pensando en que entonces podrías estudiar aquí y...

—De ninguna manera, mamá —le corto—. Me he esforzado mucho todos estos años por ti y por mi, para estudiar en la mejor universidad del país y ahora, que lo tengo tan cerca, no pienso cambiar de idea. Si aplico y quedo, no hay más opciones. En caso de que no, buscamos alternativas aquí.

Mamá suspira nuevamente en frustración y se da por vencida. Me da un último abrazo y me invita a buscar helado que hay en la nevera y una torta en el microondas.

Hoy no es un día para morir.

Después de la merienda, y mamá habiendo evadido el tema por completo, subí a cambiarme y darme una ducha. Los recuerdos de la noche anterior y de la mañana llegan a mi mente, formando un conflicto interior.

Por una parte, disfruté tanto lo que hice con una persona que me gusta y me trató con cariño. Por la otra parte, están esos demonios que me persiguen sobre si es malo lo que hago o voy a arder en el infierno.

Yo sé que esto último es imposible, pero cuando creces con ese psicoterror, es inevitable no sufrir parte de las consecuencias.

Entra una llamada de Kelvin y escuchar su voz me transmite parte de la paz que necesito.

Espero poder superar mis miedo con él.

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