Enséñame a Soñar

By theoldjonaisdead

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Jonah Boat es un chico de 17 años estudiante del último año de bachillerato. Su vida gira en torno de estudi... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46

Capítulo 6

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By theoldjonaisdead

Decir que los meses pasaron volando quedaría corto a como realmente sucedió. En cuestión de un abrir y cerrar de ojos, ya estamos en Diciembre y con ello, los exámenes finales del primer corte.

Con Kelvin no he vuelto a conversar durante todo este tiempo, además de que estudiar no me da oportunidad de pensar o hacer otra cosa. Hemos coincidido pocas veces, pues se cambió de puesto y las veces que ha pasado, es súper incómodo.

En estos dos meses he aprovechado para pensar un poco más las cosas. Tal vez no es mala idea darme una oportunidad con alguien. Aunque con Kelvin ya haya dejado pasar la oportunidad.

—¡Al fin! Menos mal que este es el último año —exclama mi dramática amiga cuando salimos de la última clase.

—Y estás valiendo verga —le recuerdo.

—¿Amigo o enemigo? —rueda los ojos—. Tenemos reservación en el Spa a las once. ¿Qué hacemos mientras?

—Podemos ir caminando. Así me actualizas de los chismes del colegio.

—Chismear sí. Caminar no. Tomemos un taxi.

—No tengo dinero para taxi. Deja la pereza.

—¿De cuándo acá te pido dinero para algo? —me voltea la cara y extiende la mano para llamar a un taxi.

Una vez montados en el taxi y encaminados al spa, Stephanie me pone al día de los chismes colegiales. No soy mucho de involucrarme en esas historias, pero de vez en cuando no hace mal.

—Y bueno, desde la pelea de Kelvin y Diego, nada más ha sido tan interesante.

—¿Kelvin y Diego se pelearon? ¿Por qué?

—¡No puede ser! —se exalta.

—¿Qué? ¿Nos está secuestrando el taxista? —pregunto, asustado.

Yo tengo una mala costumbre de que creo estar hablando en voz baja o en mis pensamientos, pero en realidad lo digo. El chófer nos ve por el retrovisor y Stephanie suelta una carcajada, riendo de manera frenética.

—A veces me matas con tus ocurrencias —responde—. No puede ser que no sepas lo de la pelea. Eso fue una es-cán-da-la —separa sílaba a sílaba.

—Que exagerada.

—En serio. Todo fue después del partido de fútbol. Quedaban ellos dos en las duchas y Diego se quiso sobrepasar, entonces Kelvin lo golpeó. Diego alegó que ya nuestro chico Twilight se le había insinuado.

No tengo razones para no creer que Kelvin se le insinuó, aunque tengo más razones para creer no lo hizo. Es decir, conmigo el fue de frente. Si se le hubiese insinuado al Diego (quien me cae mal), cuando este buscó manera de corresponderle, no lo hubiese golpeado.

El taxista nos deja frente al Spa, mi amiga le paga y bajamos. El motivo de nuestra visita al centro estético es que hoy es la fiesta de fin de año y navidad, así que mi amiga arregló para hacernos limpieza de cutis, masajes, entre otras cosas. Se ha convertido como en una especie de tradición nuestra todos los años.

Normalmente vamos a uno que queda cerca de su casa, pero hay una nueva doctora especializada en estética que nos recomendó la mamá de Stephanie en Orquídea de Diamante, así que a ese vinimos.

En la recepción hay una mujer sentada frente a la computadora, tecleando cosas allí.

—Buen día. Reservación a nombre de Stephanie Marroquín, por favor —se anuncia.

—Buen día, señorita Marroquín. Reservación para dos personas. ¿Quién es su acompañante?

—Yo, Jonah Boat. ¿Necesita mi identificación?

—No hace falta. Tomen asiento, que dentro de poco serán atendidos.

Faltan diez minutos para las once. Supongo que le dicen a la gente que llegue minutos antes de su cita y no con mayor tiempo para que no se congestione el lugar, porque solo estamos nosotros. Me extraña porque Stephanie me dijo que le costó conseguir una cita para hoy.

Estoy revisando mi teléfono sin mucha gana, cuando suena el timbre. Stephanie hace lo suyo y me golpea con el pie.

Lo que faltaba.

Kelvin entra a la sala de espera del Spa, con un short corto, una camisa sencilla ajustado al cuerpo y unos zapatos tipo Vans. Y los lentes de sol que no le pueden faltar.

Luce totalmente atractivo, no lo puedo negar. Vuelvo mi mirada al teléfono, ignorandolo completamente.

—Buenos días —saluda.

—¡Hola, Kelvin! —saluda Stephanie, muy alegre.

—Estefanía —contesta, con poca emoción—. Hola, Jonah —me saluda.

—Kevin —le hago una seña de amor y paz, sin levantar la cabeza. Y sí, dije el nombre a propósito para defender a mi amiga

En su lugar, ella me vuelve a dar con el pie y me dice que dije el nombre mal... Cómo que yo no supiera que lo dije mal.

—Tía, ¿cómo estás? ¿Puedes decirle a mi mamá que me atienda dos minutos?

—Joven Kelvin, claro. Déjeme anunciarlo —le saluda con una gran sonrisa.

El chico se sienta en las sillas de espera al frente de nosotros a esperar. La mujer le indica que en lo que salga la próxima cliente, puede pasar. Ya no me queda que ver en las redes, sin embargo no quiero dejar el teléfono.

—Jonah, ¿vas a la fiesta? —pregunta.

—Sí vamos —responde Stephanie antes que yo.

—Que gusto. ¿Y tienen pareja?

—Sí.

—No.

Stephanie y yo respondemos al mismo tiempo. Claro está que ella fue la que contestó que no. Desde el primer año asistimos juntos al baile de navidad, por lo que mi mirada por decir que no, es asesina.

—Ya... Bueno, allá nos veremos —se levanta para pasar, puesto que su mamá lo llama.

Mi amiga suspira como si hubiese visto a su príncipe azul. O sea, si es atractivo, y la ropa se le ve bien, pero tampoco es para tanto.

Esperamos que el chico salga del consultorio, quién no tardó nada, y pasamos.

El primero en hacerse el tratamiento facial soy yo, puesto que Stephanie se tiene que quitar el maquillaje. La mamá de Kelvin nos cuenta de su carrera, de sus especializaciones en Estados Unidos, de su hijo el pequeño Keke, entre otras cosas.

—Me alegra que tú y el pequeño Keke se hayan encontrado de nuevo. El mundo es un embudo, definitivamente.

—¿De nuevo? —pregunta Stephanie, extrañada.

—¡Sí! Ellos iban juntos al jardín de niños. Luego yo viajé por especializarme, nos regresamos cuando el niño iba a empezar la secundaria, aunque estábamos en Oriente. A mí esposo se le presentó una mejor oportunidad y nos vimos al Centro.

Sentir que te desintegran con la mirada también debería considerarse violencia.

—¿Cuándo vas a la casa de nuevo? Para yo estar. Te haré un almuerzo mejor del que te hizo Kelvin.

Literalmente, ahora soy yo quien está valiendo verga.

Hectareas de verga.

—¿De nuevo? —vuelve a preguntar. Esta vez con molestia.

La mamá de Kelvin se ríe con gracia, de manera refinada. Debe ser que también le enseñaron cómo hacerlo.

—Ellos estuvieron haciendo una tarea juntos, según me comentó Kelvin. ¿Qué fue lo que te cocinó?

¡Dios! ¿Dónde callo a esta mujer?

—Puré de papas con pollo.

Me levanto de la silla clínica para que Stephanie se pueda sentar. Luego de esto vienen los masajes y el baño de barro exfoliante, dónde tengo miedo que me ahogue.

Saco mi teléfono y le escribo a Kelvin para reclamarle porque su mamá le contó todo a Stephanie.

Kelvin: ¿Y? No veo el problema.

Jonah: Le gustas a Stephanie. Esto no es justo para ella.

Kelvin: Tu sabes que yo no le he dado razones a ella para que crea tal cosa. Tampoco tengo compromiso alguno con ella. Y tú no deberías sentirte mal por ello.

Jonah: Pues lo hago.

Kelvin: No lo hagas. Stephanie decidió enamorarse sola, ahora tiene que perder el interés ella sola. O sea, yo digo, si le hubiese dado a entender algo, tendría razón. Yo la ignoro y ella parece no notarlo.

Jonah: Estoy cansado de decírselo.

Kelvin: ¿Podemos hablar más tarde en la fiesta?

Jonah: ¿Acaso no lo estamos haciendo por aquí?

Kelvin: No es lo mismo. Te veo más tarde, que voy saliendo a comprar unas cosas.

Suspiro pesadamente, haciendo que mi frustración tenga un sonido. Vuelvo entrar al consultorio de la doctora y ya Stephanie terminó su tratamiento. Cristina, como se llama la mamá de Kelvin, le entrega un recetario para el cutis a Stephanie y se despide de nosotros con dos besos, diciéndome que me espera para ir a comer.

Mi amiga sale como un tornado del lugar, conmigo detrás de ella. Después de cambiarnos, nos sentamos envueltos en una toalla a esperar que nos atienda la masajista. La tensión se puede pinchar con una aguja.

—¿Cuándo pensabas decirme?

—No lo consideré importante.

—¿No lo consideraste importante? O sea, que no te importan mis sentimientos.

—No dije eso.

—Me lo das a entender, Jonah. Te pedí que antes de ir a su casa ensayaramos lo que dirías de mi.

—Igual no hablamos de tí.

Si ella supiera lo que realmente pasó.

—Ese no es el punto. Lo importante es que no mostraste interés para hacerlo, pero evidentemente no te importa.

—Mas bien, porque me importas, no te dije nada.

—¿Sí? Dime cómo, porque yo no veo el interés en ningún lado.

—Kelvin tampoco tiene interés en ti y, sin embargo, lo ves.

Se queda callada por un momento.

—¿Cómo sabes? ¿Él te lo dijo?

—No hace falta que me lo diga, Stephanie. Es evidente. Te cambió el nombre, te ignora cuando le hablas, no se dirige a ti en ningún momento.

—Se equivocó con el nombre...

—Amiga, date cuenta. Ve, eres hermosa, por dentro y por fuera. No necesitas de un chico para algo. Además de que el que esté contigo, sería muy afortunado.

Stephanie no dice más nada. No puedo creer que algo así le afecte.

                                          🎶

El resto de la sección, Stephanie no habló mayor cosa. Solo decir que le gustaron los masajes y que la exfoliación la hizo sentir nueva.

El plan era ir a comer antes de irnos a su casa. Todo cambió al pasar por una tienda de ropa. Ahora estamos aquí, buscando una blusa nueva para la fiesta, aunque ya teníamos la ropa.

—¿Vas a llevar todas las blusas? —ya estoy obstinado por esperar y por el hambre.

—No. Es que todavía no consigo la indicada.

La vendedora como que ya está obstinada también de esperar y su molestia la tiene en la cara.

Después de tanto ver, se decidió. Compra un jean blanco, con una blusa en transparencia verde turquesa y unas zapatillas del mismo color de la blusa.

—Ahi va tu comisión, para que mejores ese animo y actitud —le dice a la chica antes de salir y yo no encuentro donde meter la cabeza.

—Eso no se hace, Stephanie —la reprendo al salir.

—Hay muchas cosas que no se hacen, y sin embargo las hacemos.

Touché.

Finalmente nos sentamos a comer. Me encantaría decir que comimos en silencio, pero Stephanie siempre encuentra una forma de generar polémica con algo.

—A mi se me hace que Kelvin es gay.

Elegante manera de romper el silencio.

—¿Tú crees?

—No sé, dímelo tú.

Trago grueso. Momento incómodo.

—¿Por qué yo?

—¿No eres su mejor amigo, pues? —levanta una ceja—. Yo lo que digo es: un chico no puede ser tan atractivo y no tener novia. Sabiendo que medio colegio tiene interés en él.

—No exageres. Tampoco es medio colegio. Además, no sabes si tiene una novia por fuera o está saliendo de una ruptura amorosa —le defiendo.

—No lo sé, Rick —duda—. Diego dijo que él se le insinuaba.

—Si fuese el caso, no le hubiese dado un golpe. Yo creo, también, que en esa historia hay algo más.

—Averigualo pues, mejor amigo.

A veces se pone intensa e insoportable. Tomo sus bolsas y me levanto de la mesa para irnos.

Lo que sí es seguro es que lo voy a averiguar.

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