Rivals AU | Thiam {Español}

De mariasyko

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Versión en español de Rivals AU, escrita por Mskristinamay en Archive of Our Own. Mais

Rivals AU
01. Flashbacks y situaciones pegajosas
02. Los climas del infierno
03. Aguafiestas
04. Dos agujas y un apodo
05. Un viaje en el carril Lobito
06. SALVADO o PERDIDO
07. Medicamentos olvidados, amistades rotas y una fiesta
08. El clóset de Gabe y un viaje a Emergencias
09. Quebrado
10. La luna y la verdad
Intermedio
11. Bienvenido de vuelta
12. Lo mejor de ambos mundos
13. De vuelta a la realidad
14. Distracciones, citas de almuerzo y un meñique
15. Cabeza abajo, meñique arriba
16. Avanzando
17. Una Nueva Perspectiva
18. Hunter's
19. Promesas
20. Terreno Familiar
21. Trifecta
22. Besé a un chico
23. Enviado del cielo
24. Nuevos comienzos
25. ¿Puedes sentirlo?
26. Cosas extrañadas
27. Conociendo a los padres
29. Desaparecido en un instante
30. Abrochense los cinturones
Nota Final

28. Gracias

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De mariasyko

   Theo había estado sentado en su camioneta durante los últimos veinte minutos con la maldita cosa rondando a la vuelta de la esquina de la casa de Liam. Él jugueteó con los botones de la camisa que Melissa le había puesto después de que le contó cuáles eran sus planes después del juego que afortunadamente habían ganado. Ella se había estado preocupando por él y su comportamiento extraño, pensando que era su lesión y reprendiéndose a sí misma por dejarlo jugar, cuando él lo soltó. 

   Ella se detuvo, respiró hondo y lo abrazó. Le dijo lo bueno que era que se estuviera reconectando con su amigo y que eso no cambiaría nada entre él y ella. Se sintió más ligero en ese momento, pero desafortunadamente fue de corta duración. Luego estaba siendo interrogado acerca de lo que planeaba usar y si debía o no llevar un regalo para la cena, olvidando por completo lo intensas que podían ser las mamás cuando se trataba de sus hijos, aunque él no era su hijo, tenía que recordarse de vez en cuando. 

   Theo miró hacia la pequeña caja de pastelería que descansaba a salvo en el asiento del pasajero y suspiró, había perdido la discusión y se detuvo en la pequeña tienda de postres después de salir de la casa. Fue a poner el camión en marcha y su mano se sacudió todo el camino hacia el cambio de velocidades. 

   «Jesús, ¿por qué estoy tan nervioso? He estado ahí un millón de veces y conozco a sus padres como si fueran los míos». 

   Se gruñó a sí mismo y maniobró la máquina a la vuelta de la esquina y hacia la entrada de Liam, girando las llaves de vuelta hacia él, apagando la camioneta y apretando sus puños antes de agarrar la frágil caja y salir de la camioneta. 

   Intentó evitar que su corazón explotara fuera de su pecho, pero entre más pasos daba más su respiración se restringía, como si alguien tuviera una mano envuelta alrededor del órgano y estuviera apretandolo, amenazando con sacarlo de su pecho. Tosió y jadeó un poco, tragando y se componiendose una última vez antes de levantar el puño para golpear ligeramente la puerta. 

   Rápidamente se abrió a un Liam que lucía aliviado. 

   —Casi pensé que no ibas a venir —dijo suavemente, mirando hacia abajo y tirando de una cuerda suelta inexistente en el dobladillo de su camisa. Los nervios de Theo se disiparon de inmediato y el único pensamiento en su cabeza era lo mucho más nervioso que debía estar Liam, ya que había hecho esperar al chico sin as avisarle que llegaba tarde. 

   Theo dio un paso adelante y lo jaló hacia un fuerte abrazo, envolviendo ambos brazos alrededor de él y cerrando los ojos cuando sintió los brazos de Liam rodear su cintura.  

   —Estoy aquí. 

   —Obviamente —replicó Liam, su humor normal filtrándose de vuelta en su voz, calmando a Theo de una manera indescriptible. 

   Theo abrió sus ojos y fue a apartarse para decir algo de vuelta, pero se quedó inmóvil cuando vio al doctor Geyer y a Jenna de pie en la puerta de la cocina mirándolos. Dejó caer los brazos y retrocedió con una tonta sonrisa en su rostro, bajando sus ojos por nerviosismo. 

   —Mamá, papá... —comenzó Liam lentamente después de volverse hacia sus padres, haciéndose  hacia un lado y deslizando su mano en la desocupada de Theo. 

   —Este es Theo —continuó como si sus padres no tuvieran idea de quién era él ya. Como si no lo hubieran conocido antes, como si no hubiera visto más al doctor Geyer en los últimos años de lo que había visto a Liam—. Mi... sí. 

   Theo apretó la mano de Liam con fuerza, sin saber si era por miedo o por instinto de protegerse a sí mismo o a Liam, el chico a su lado apretó de vuelta en la solidaridad. 

   —Oh, mi… —sacó Jenna antes de que lo envolvieran en su segundo abrazo de la noche—. Theo, querido, ¿cómo estás? ¿Qué has estado haciendo? No puedo creer que seas tú. ¡Oh, dios mío, estoy tan feliz de que seas tú! 

   Cómo había logrado decir eso en una respiración, él no tenía ni idea, pero no pudo evitar que la lágrima perdida rodara silenciosamente por su rostro ante el abrumador alivio de ser aceptado. 

   Jenna se hizo hacia atrás y tenía lágrimas propias cayendo y se echó a reír. 

   —¡No, nada de esto! —declaró ella mientras secaba la lágrima de su cara antes de dirigirse a la suya—. ¡Se supone que esta es una cena feliz! ¡Maldita sea, ya vuelvo! 

   El vio cómo ella subió las escaleras corriendo, David sonriendo y acercándose para estrecharle la mano antes de seguir a su esposa para ver que estuviera bien. Theo podía oír débiles sonidos de lloridos antes de que la puerta de su habitación se cerrara. 

   Liam se puso delante de él con un pequeño ceño fruncido. 

   —¿Qué es esto? —preguntó en voz baja, limpiando la humedad en su rostro que le había faltado a Jenna en su intento de limpiarlo. 

   Se encogió de hombros y dejó caer su rostro solo para que Liam la empujara de nuevo, los ojos azules eléctricos del chico lo mirándolo fijamente, repitiendo la pregunta sin palabras. 

   —No es nada, solo feliz —dijo con una pequeña sonrisa, la sonrisa en su rostro creciendo cuando Liam le dio un gentil beso.

   —Vamos, esperemos en la cocina a que mamá recobre la compostura. 

   No tardó mucho para que Jenna regresara, sonrisa gigante en su rostro, una que llegaba a sus ojos, haciéndolos brillar exactamente como los de Liam hacían cuando estaba realmente feliz por algo. Theo se sonrojó de nuevo, amaba ese brillo. Lo hacía sentirse como en casa. Lo hacía sentir... amor. 

   La cena fue un poco incómoda al principio, ninguno de ellos queriendo arrastrar el pasado, pero eventualmente la conversación comenzó a fluir con facilidad y fue como si todos los problemas y  angustias anteriores hubieran sido barridos debajo de la alfombra. Comieron y se rieron exactamente como solían hacerlo y Theo no pudo evitar disfrutarlo. Amaba a Melissa y estaba tan agradecido por ella, pero nada lo hacía sentirse tan completo como esa familia lo hacía. 

   Se le pidió a Liam que ayudara a su mamá a limpiar la mesa después de que habían terminado. Theo se ofreció a unirse, pero Jenna lo silenció rápidamente con una mirada y un apretón de muslo de Liam debajo de la mesa. Podía escucharlos hablar en voz baja en la cocina, bueno, mayormente a la mamá de Liam susurrando con entusiasmo, pero tristemente no pudo distinguir las palabras. 

   Fue arrancado de su cálida y hormigueante burbuja cuando el Dr. Geyer comenzó a susurrarle una pregunta. 

   —¿Le has dicho sobre-? 

   Los ojos de Theo se dispararon de la puerta de la cocina al hombre y él negó con la cabeza apresuradamente. 

   —Todavía no... No puedo... —suspiró y miró hacia abajo—. Todavía no. 

   —Theo… —la advertencia era clara. Sabía que el doctor Geyer estaba tratando de proteger a su hijo, tratando de evitar que se diera cuenta de la forma equivocada. Pero eso es lo que Theo estaba tratando de hacer también. Protegerlo del jodido mundo del que no necesitaba ser parte.

   Curvó el puño y se clavó las uñas en la palma. 

   —Lo sé —susurró. 

   —¿Qué sabes? —preguntó Liam a su lado, bajando un pequeño plato con un trozo del postre que había traído. Theo mantuvo los ojos fijos en el doctor Geyer, suplicándole al hombre. 

   El doctor Geyer asintió mínimamente, el movimiento pasando sin ser notado por los otros dos en la mesa.

   —Solo le estaba recordando a Theo de su cita el lunes en la mañana. 

   —¿Cita? —dijo Jenna alrededor de una mordida de comida, un ceño fruncido arruinando su cara. 

   Él tragó y dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. 

   —Sí, recibí un mal golpe la semana pasada. Mis costillas no están muy felices conmigo —bromeó y le sonrió débilmente a Liam cuando el chico presionó su pierna contra la de Theo debajo de la mesa. 

   —Estoy bien. Solo tengo que vigilar la curación. 

   Jenna frunció más el ceño y Theo se apresuró a borrarlo, sin querer que surgieran más preguntas.  

   —Simplemente me alegro de tener un doctor y una enfermera tan buenos que les gusta cuidarme —sonrió, una genuina, pero una que decía un silencioso gracias por todas las veces que no lo había hecho. Por todas las cosas que el doctor Geyer pudo haber dicho en el momento, pero no lo hizo. Por confiar en Theo para decirle a Liam cuando fuera el momento adecuado. 

   El doctor se rió y su esposa le dio un beso en la mejilla, pero la mirada que recibió de vuelta fue otra advertencia. Una que le decía que se le estaba acabando el tiempo, y había algo más, pero Theo no pudo descifrarlo. 

   El postre, a diferencia de la cena, se terminó rápidamente, la tarta de fresas siendo devoraba hasta que solo quedaron unas pocas migajas. Tendría que agradecerle a Melissa cuando llegara a casa, pensó con una sonrisa, la mujer había estado en lo correcto. El postre estuvo perfecto y él estaba agradecido por el tiempo extra que le dio con Liam y sus padres. 

   —¿Nos disculpan? —preguntó Liam cuando se había calmado la conversación. 

   Su madre se congeló y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. 

   —¡Por supuesto! ¿Solo, ah... ¿puerta abierta? —terminó, sus palabras saliendo como una pregunta y luego su rostro se volvió rosado, lo que seguramente entonces coincidía con las caras de Liam y él una vez que las palabras se habían registrado con ellos. 

   —Mamá... —gimió Liam, y él no pudo evitar reírse. Eso era, por mucho, la cosa más incómoda por la que había pasado y, sin embargo, no podía ser más divertida. 

   —Supongo que este es un nuevo territorio para todos nosotros —intervino el doctor Geyer con una risa propia. 

   Theo asintió mientras Liam decidió dejar caer su rostro en la mesa con un murmurado «mátame ahora».  

   —Está bien, probablemente debería irme a casa de todos modos —tranquilizó Theo—. Tengo toque de queda en treinta minutos. 

   Eran las once y media después de todo, para cuando terminaron sus juegos y se limpiaron y Theo llegó a casa de Liam, la cena no había comenzado hasta las nueve y media. El toque de queda era la única gran regla de Melissa y su intención era seguirla. Tan molesto como la mayoría de los chicos lo verían, a Theo le resultaba extrañamente reconfortante que alguien se preocupara lo suficiente como para querer que estuviera a salvo en casa a una hora determinada. 

   —¿Toque de queda? —preguntó Lism, inclinando la cabeza hacia un lado por la idea.

   Theo tragó, nunca había tenido toque de queda en su vida y Liam lo sabía.

   —Sí, es algo nuevo —dijo calladamente, mirando a su regazo. Tal vez fue lo avergonzado que se había puesto o tal vez fue la forma nerviosa en que entonces estaba rebotando su pierna, pero Liam no empujó el tema más. 

   —Okey —la suave voz de Liam sonó a su lado mientras agarraba su mano y entrelazaba sus dedos—. Te acompañaré afuera. 

   Se pusieron de pie y Liam fue a tirar de él hacia la puerta principal, pero él lo detuvo y miró a Jenna y al doctor Geyer. 

   —Muchas gracias por recibirme, yo... lo pasé muy bien y fue genial verlos a los dos de nuevo".

   —¡Oh cariño, fue un placer verte también! No seas un extraño, ¿sí? 

   Él asintió, miró al doctor Geyer una vez más y luego permitió que Liam lo empujara hacia la puerta. Liam soltó su mano para dejar que se pusiera los zapatos, pero se la arrebató de vuelta en el momento en que terminó de atarse los cordones, caminando lentamente hacia la camioneta de Theo como si ambos no quisieran despedirse. 

   —Gracias por venir. Sé que probablemente fue una decisión difícil para ti —susurró Liam en su cuello cuando habían llegado a su camioneta e inmediatamente se abrazaron con fuerza. 

   Theo giró su cabeza y presionó un beso contra la sien de Liam. 

   —No me lo hubiera perdido por nada, Lobito. 

   Liam se apartó un poco y luego subió su cara, silenciosamente pidiendo un beso, y Theo felizmente cumplió. El pequeño beso se volvió hambriento en cuestión de segundos, Theo encontrándose atrapado contra la puerta del camión con Liam presionado pesadamente contra él. Una leve picadura zumbó en su labio y sonrió en la boca del otro chico, el tonto lo mordió. 

   Él mordió de vuelta y luego el beso se profundizó aún más, si eso era posible. Theo lo dejó pasar unos minutos, pero eventualmente terminó rompiéndolo y jadeando mientras apoyaba su frente en la de Liam.    

   —Toque de queda —susurró entre arrastres de aire. Liam asintió y dio un paso atrás, permitiendo que el mundo volviera a enfocarse. 

   —¿Puedo verte mañana? —preguntó esperanzado. 

   Theo hizo una mueca de dolor. 

   —Me voy súper temprano para una visita a una universidad y no volveré hasta el domingo por la noche. 

   —Oh —fue todo lo que dijo Liam, mirando hacia el suelo y arrastrando el pie de un lado a otro sobre una grieta en el pavimento. 

   Theo le levantó la barbilla.

   —¿Pero podemos enviarnos mensajes y llamar por la noche? —Liam sonrió y Theo tomó eso como una buena señal y se inclinó para un beso gentil más, colocando uno en la frente de Liam también antes de subir a su camioneta y salir de la entrada.

   El camino a casa fue completamente diferente del camino a la de Liam. Sus nervios se reemplazaron con una felicidad relajante, permitiendo que una sonrisa descansara firmemente en su lugar. Levantó la vista hacia el techo de su camioneta cuando lo detuvieron en un semáforo, fingiendo que podía ver a través de él hacia el cielo. 

   —Gracias —susurró—. Sé que me estás ayudando, así que gracias. 

   Sus palabras a Tara no cayeron en los oídos de nadie más que de los suyos, pero él sabía... sabía que fueron escuchadas dondequiera que ella estuviera.

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