Una Black de ojos violetas ➳...

By LuisaLane-

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El día que Isadora Joanne Black vino al mundo, no sabía con lo que se iba a encontrar. No sabía que la magia... More

Prefacio (Aclaraciones)
Introducción
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟭
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟮
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟯
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟰
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟱
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟲
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟳
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
𝗘 𝗣 𝗜́ 𝗟 𝗢 𝗚 𝗢
♡ Gracias ♡

Capítulo 25

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By LuisaLane-


Tres días después Blinky regresó con una carta en un sobre violeta. Estaba esperando la respuesta de Remus con impaciencia. Él siempre tenía la solución para todo.

Todavía no entiendo cómo funciona su mente.

Me recosté en la cama para estar más cómoda y abrí el sobre. Estaba sola en la habitación así que tenía más libertad de hacer lo que se me diera la gana. Abrí la carta alegremente y la leí de cabo a rabo.


Isadora:


Yo también estoy bien, un poco atareado con cosas del trabajo, pero sólo eso. También es mi excusa por la tardanza de mi respuesta, espero sepas disculparme.

Por lo que parecía, ese castigo fue peor de lo que un castigo normal suele ser (Igual tuviste suerte en sólo tener que barrer). Supongo que alguien debió de hacer algo para que te castigaran... ¿Fue una broma? Si fue así, deberías seguir a esa persona o unirte a ella así ya tienes un compañero con quien divertirte. Es una opción, ¿Verdad? Y sino pregúntale a tu amigo de hufflepuff, total, no pierdes nada con intentarlo.

En cuanto a las bromas, como ya te dije, tienes muchos recursos para usar contra Filch y su horrible gata o algún alumno que te ande molestando. Recuerda todos los hechizos que practicamos; Accio, locomotor mortis, obscuro, multicorfors. Por ahora esos deberían de alcanzarte para entretenerte un rato.

Y sí, Filch debería tener el mapa. Estoy seguro de que jamás se lo dio a alguien porque él se guarda todas las chucherías de los alumnos que le hacen bromas, por lo tanto, debería de estar en su despacho. A menos que ya alguien más lo haya descubierto. Eso sí que sería una lástima, tiene todos los pasadizos secretos de Hogwarts, que si bien te enseñé un par, no los recuerdo completamente todos.

Espero tu respuesta cuando tengas más información.

               Besos pequeña,

Remus.


¿Mi mamá me prohibía practicar magia en casa? Sí. Pero Remus no.

Cada vez que iba a visitarlo a la suya o alguna que otra vez cuando tenía que cuidarme en la mía, él me dejaba practicar encantamientos y hechizos. Casi todos básicos y solo para molestar y hacer bromas.

Y siempre supimos no sobrepasarnos con la cantidad de pruebas con varita, porque así podíamos pasar los intentos por "magia accidental".

Claro que siempre mantuvimos este trato en secreto. Sólo nosotros dos lo sabíamos.



Todo seguía su rumbo normal. 

Los alumnos seguían viéndome con mala cara. De vez en cuando me decían algunas groserías o se burlaban de mí, sobretodo hacían prioritario énfasis en ese tal Sirius Black que estaba en Azkaban. Que yo era su hija o algún pariente de él. Siquiera tengo la más mínima idea de quién es. Lo único que sabía era que ambos teníamos el mismo apellido.

Le pregunté a mi madre sobre este pequeño problema pero la única respuesta que obtuve fue: "Sabía que te sucedería en algún momento, pero no te preocupes, él no tiene nada que ver con nosotras".

Supongo que eso me tranquilizó un poco más. De todas formas yo estaba cien por ciento segura de que había gato encerrado allí y necesitaba descubrir el secreto detrás del misterioso Black. Pero eso quedaría para el futuro.


Mientras tanto, yo seguía lidiando con los dramas de estar en Hogwarts y ser el blanco fácil. Caminar por los pasillos con los libros de la biblioteca ya se me había convertido en una misión imposible. Daba diez pasos y algún slytherin se aparecía para derrumbarme en el suelo, tirar mis libros al piso o hacerme tropezar.

Otras tantas veces se aparecían algunos chistosos que decidían encerrarme en un armario de escobas o en el baño. Por suerte ya me había aprendido de memoria el hechizo Alohomora para poder escaparme, porque si no, todavía estaría encerrada con la señora Norris en el baño, arañándome todas las piernas... Ese día sí que lo sufrí. Y encima después de todo eso, terminé castigada porque según palabras de Filch yo lo había hecho para hacer sufrir a su gata.

¿En qué mundo quisiera yo estar sola con ese bicharraco?

De no creerse.


Sumándole a todo esto que el único con quien me divertía era Cedric y eran muy pocas veces. Siempre terminaba lidiando él con mis problemas.

Una vez en los terrenos nos agarró un grupito de cuatro alumnos, al parecer de quinto o sexto curso, y comenzaron a amenazarme sin motivo alguno. Cedric como todo caballero me defendió y a los quince minutos estábamos ambos en la enfermería porque a mi amigo le sangraba la nariz y tenía un ojo morado. Así cualquiera. Cuatro grandotes contra un niño de apenas once años que sólo intentaba defender a su amiga.

El mundo sí que era injusto.

Intenté despegarme de Cedric por su bien, ya que estar conmigo le causaba daño y muchos problemas –según mi punto de vista- pero él se negó a dejarme estar más sola de lo que ya estaba.

La verdad que era un amigo de oro y no tengo ni una sola queja sobre él.


De quiénes si me puedo quejar son de mis compañeras de cuarto. Alicia y Angelina. Esas dos se complotaron con los clones zanahorias y un día decidieron que sería divertido quitarme mi ropa y que la usaran Fred y George.

Claro está que después de eso ambos terminaron castigados y yo también, por armar "demasiado escándalo".

Dos tardes de sábado desperdiciadas arreglando la huerta de Hagrid.

Por suerte después de eso las chicas se disculparon conmigo y jamás volvieron a molestarme. Y supongo que por eso tuvieron una pequeña pelea con los gemelos.

Y sí. Todo se cierra en ellos:

Fred y George Weasley.

Mi mayor y peor pesadilla.


Yo era, mínimamente una vez a la semana, la víctima de sus bromas. Y para colmo la mitad de las veces terminaba castigada yo también.

¿Por qué?

No lo sé.

Quizás yo era muy temperamental y respondía a sus bromas, mayormente enojándome. Supongo que eso aumentaba sus ganas de molestarme aún más.

Al principio eran simples sustos o algún tonto hechizo, pero con el pasar de los meses todo fue empeorando y las bromas terminaban en humillaciones frente a varios alumnos o golpes sin querer en algún lado de mi cuerpo.

La peor de todas fue cuando terminé en la enfermería con una fractura en tres dedos de la mano izquierda, ya que los señores habían decidido hechizar una puerta para que se cerrara sola.

A ver, que ellos no tenían intención de que la puerta me lastimase de aquella forma, incluso creo que no se dieron cuenta de que eso sucedió. Pero su plan falló porque mi mano quedó entre medio de aquella puerta, siendo que solo querían que se abriera y cerrara para estorbarme el camino.

En el momento en que eso sucedió no sabía que habían sido ellos –claro que estaban en la lista de sospechosos- y por lo tanto no obtuvieron ningún castigo. En cambio yo, obtuve una semana de un remedio horrible y un dolor inexplicable en la mano izquierda.

Para peor, aun así tenía que hacer los ensayos, las tareas y los exámenes porque escribo con la mano derecha.


¿Vieron? Cuando digo que ni una me salía bien, era porque de verdad ni una me salía bien.

Pero todo cambió luego de una seria charla que tuve con Cedric sobre ellos dos. Me había dicho que a la próxima me los enfrentara. Nada de acobardarse, ni tampoco volver a hacer eso de no contarles a sus hermanos si preguntaban, mucho menos enfadarse y dejarlos libres.

Ya era tiempo de que se enteraran con quién se estaban metiendo en realidad.



Era la tarde de un sábado. Caminaba tranquila como siempre hacia la sala común, luego de haber estado disfrutando de un poco de sol en los terrenos, y fue allí cuando se aparecieron ambos gemelos.

Duró un instante. Más rápido que un aleteo de mariposa.

Cuando vi sus cabezas pelirrojas tan sólo un segundo después estaba empapada por completo en agua. Ambos comenzaron a reírse a carcajadas. Saqué mi varita sigilosamente del bolsillo mojado.

Esta era la oportunidad y se me había presentado en bandeja.

— ¡Accio varitas! —pronuncié. Al instante ambas varitas de los gemelos llegaron hasta mi poder. Sabía muy bien que de esta forma no iban a poder salir corriendo de la escena del crimen si querían conservarlas o si querían parecer inocentes.

— ¿Qué haces? —Dijo uno de ellos mirándome con bronca, frunciendo el ceño— ¿Estás enojada con nosotros?

— ¿O será que estás un poco mojada? —Agregó el otro riéndose— ¿Te caíste al lago de casualidad?

Argh, no los soporto más —susurré apretando con fuerza mis puños.

— ¿Qué dijiste? —comentó el primero haciendo gestos con su oreja, como si no escuchara.

— ¡Que ya me cansé! —Grité— ¡Me cansé de ustedes! ¡No les hice nada como para que me hagan la vida imposible!

— Eres una Black, eso sucede —exclamó uno de ellos.

— Hasta aquí llegaron sus bromas —dije.

— Ay, pero que mied... —los apunté con mi varita.

— No se atrevan a hacerme ni una sola broma más ni tampoco volver a insultarme, o les juro por mi madre que sufrirán graves consecuencias —Me hervía la sangre— No estoy bromeando. Lo digo en serio.

— No sabes lo que dices Black —dijo uno de ellos intentando acercarse a mí— Deberías haber estado en slytherin como todos tus parientes asquerosos.

— Sangre pura —murmuró el otro. La ira cada vez más se apoderaba de mí— déjalo en paz al pobre Diggory y ve a juntarte con los de tu clase.

— Cállate —dije apretando mis dientes. Me aferré más a mi varita— si Diggory quiere o no estar conmigo es problema de él, no de ustedes ni de nadie más. Y no saben cómo soy, no deberían decir todo eso sobre mí.

— ¿No sabemos? Hasta me haces reír —hizo una falsa risa en forma de burla.

— Eres igual a esos engreídos de slytherin —habló el otro— ¿Por qué no te quedas en tu casa y nos haces el favor a todos de no volver a Hogwarts? O mejor, vete a Azkaban... De seguro le vendrá bien un poco de compañía a tu padre.

Ahora sí —susurré— hasta aquí llegaron... ¡Locomotor mortis! —Dije rápidamente, antes de que los pelirrojos pudieran acercarse a mí e intentar hacerme algo otra vez. De mi varita salieron disparados dos lazos que dieron varias vueltas alrededor de sus pies y quedaron tumbados en el suelo. Uno boca arriba y otro de costado. Comenzaron a gritar y a maldecirme en varios idiomas, pero les hice caso omiso— ¿Les parece bien si me voy y los dejo solos un rato? —Les sonreí— Por lo menos son dos y se hacen compañía, ¿Verdad?

Oye oye oye —dijo uno de ellos con rapidez— serpiente rubia, sácanos este hechizo o lo cobrarás muy caro.

— ¿Cómo me has dicho? —pregunté sorprendida. Ese insulto era uno nuevo en el repertorio, debería de anotarlo en mi lista de "Apodos para Isadora Black".

— Serpiente rubia —volvió a repetir.

— Qué feo suena eso —hice una mueca de desaprobación con mi boca— la verdad no lo tendrías que haber dicho porque están... como decirlo —me hice la pensativa— están en una situación poco favorable para insultarme... Ratas —volví a sonreír.

— ¿Ratas? —dijeron con furia al mismo tiempo.

— Obscuro —pronuncié el hechizo apuntándolos con mi varita. Ambos terminaron con una venda negra tapándoles los ojos— Lo siento —les dije— pero las serpientes siempre se comen a las ratas.

— ¡Hey! ¡Basta! —exclamó uno de ellos.

— ¡No veo nada! —masculló el otro.

Dejé sus varitas en el suelo y comencé a caminar hasta la sala común con una sonrisa victoriosa. Era la primera vez desde que había pisado Hogwarts que me sentía tan bien y llena de vitalidad. Mi cuerpo y mi ropa seguían completamente empapadas, pero no me importaba a estas alturas.

Yo se los había advertido. Y cómo dice el dicho; El que avisa no traiciona.


Vale aclarar que pocos minutos después me sentí muy culpable por lo que había hecho, porque caí en la cuenta de que ahora yo le estaba haciendo a otros lo que a mi no me gustaba que me hicieran.

Así que me comí el orgullo y la dignidad y bajé de nuevo hasta el pasillo donde estaban Fred y George y deshice los encantamientos. Ambos continuaron con la pelea, esta vez incluyendo magia, hasta que se topó un prefecto con nosotros luego de escuchar nuestros gritos.



Ahora estábamos los tres sentados en el despacho de Dumbledore. Creo que era la quinta vez que lo visitábamos.

No era una cifra muy grande, es verdad, pero la mayoría de los alumnos que se van del colegio jamás pisan este despacho. Ya veo que ese no era mi caso. Pero por lo menos me sentía privilegiada de tener el honor de poder decir; claro, soy amiga del director, nos vemos todas las semanas en su despacho para platicar.

El anciano pasaba su mirada por nuestras caras sin decir nada. De un gemelo al otro, pasando por mí entre medio. Estuvo así unos minutos, seguramente recapacitando o pensando qué hacer con nosotros. Hasta que al fin se aclaró la garganta y habló.

— ¿Hay algo que quieran decirme? —Preguntó despacio— Ya tuvimos varios encuentros y he sabido que ustedes tres son los alumnos más castigados en este curso y recién estamos a la mitad de él, y ustedes son de primer año. ¿Están teniendo algún problema?

— Son ellos —dije cruzándome de brazos.

— Y tú también —contestó el que tenía sentado a mi lado izquierdo— no somos los únicos culpables.

— Ustedes empezaron con todo esto y lo saben —refunfuñé— no quieran intentar ocultarlo, yo no les hice nada para que me odien de tal forma y decidan hacerme la vida imposible.

— ¿Eso es verdad? —preguntó Dumbledore mirando a ambos gemelos.

— Bueno — contestó el otro rodando los ojos— en parte es cierto.

— ¿En parte? —Exclamé sin poder creer lo que decían— ¡En todo!

— No en todo —agregó el de la izquierda— siempre que puedes intentas vengarte de alguna forma.

— ¿Qué? ¿Y qué voy a hacer sino? —Dije ya con los ojos humedecidos, pero aguantándome el llanto para que no lo notaran— ¿Dejar que ustedes se sigan aprovechando de mí hasta matarme?

— Eres una llorona Black —dijo el de la derecha— hace un rato nos dejaste ciegos y atados en el —lo interrumpí.

— ¡Tú eres un llorón! —Me levanté del asiento— ¡Los dos lo son! ¡No los soporto más! —Ahora sí no aguanté y alguna lágrimas comenzaron a escaparse por mis ojos, más de furia que de tristeza. Tenía bronca— ¡Ya déjenme en paz! ¡Tenemos sólo once años! ¡No pueden tratar a alguien así porque vaya a saber qué locura rara tienen con mi apellido! ¡Siquiera conozco a alguien de la estúpida familia Black! ¡Y mucho menos tengo algo que ver son ese tal Sirius!

— Señorita Black, siéntese por favor —dijo Dumbledore intentando calmarme. Me senté con los brazos cruzados.

Estúpidos —susurré muy despacio para que ninguno me escuchara.

— Lograron hacerla llorar —me miró apenado— jamás... —hizo una pausa y le dirigió la vista a los gemelos— quiero que aprendan esto y nunca se lo olviden. Jamás hagan llorar a una mujer si no es de felicidad. Esta bella jovencita merece que le dibujen una sonrisa en su rostro —dijo sonriéndome— ¿Qué les parece si le piden una disculpa? No creo que con eso alcance para tapar el daño que causaron, pero es un gran avance. Y supongo que con el tiempo pueden arreglar las cosas. Claro que si no quieren es mejor dejar todo en orden y sin rencores, ¿Cierto?

— No, no —dije limpiándome las lágrimas— No quiero que me pidan perdón. Sólo lo van a hacer porque usted lo manda, señor. A mí me enseñaron que perdonar nace del corazón y no son solo palabras. Si ellos lo quieren hacer alguna vez yo lo aceptaré con mucha felicidad. Pero no quiero que lo hagan porque usted, profesor, se los haya dicho.

Hubo un pequeño silencio en el cual Dumbledore me miró fijamente y luego soltó una sonrisa y una leve afirmación con su cabeza

— Sabias palabras señorita Black. Deberían de aprender de ella —los gemelos bajaron la mirada al suelo— Bien... Ahora supongo yo que esto de pelearse se terminó hoy. ¿Estamos de acuerdo?

— Si profesor —dijimos los tres al unísono.

— Igualmente se les envió una lechuza a sus padres informando la cantidad de castigos que tuvieron —Bufé— Es sólo para que se enteren de que las cosas no andan tan bien como deberían.

— Es injusto —murmuré.

— Tal vez —susurró Dumbledore— No todo en la vida es justo, pero de esas cosas se aprende. ¿Entendieron? —nos miró a los tres— Nada de bromas los unos a los otros. Nada de volver a lastimarse física o psicológicamente entre sí. Porque les sugiero que vayan buscando otro colegio para el próximo año si no cumplen esas simples reglas... ¿Comprendieron?

— Si profesor —dijeron los gemelos al unísono. Yo sólo me limité a afirmar con mi cabeza.

— Entonces, quiero que en lo que queda del curso se comporten. Y quien sabe, intenten conocerse, tal vez sean amigos —se aclaró la garganta— Ahora sí pueden retirarse —murmuró haciendo un gesto con su mano hacia la puerta. Los gemelos se levantaron y fueron directo hacia la salida. Yo tardé un poco más en movilizarme y terminé cerrando la puerta.

Apenas quise comenzar a caminar me encontré con ambos mirándome apenados. Esperé a que intentaran decirme algo; un perdón, lo siento, nos disculpamos... Algo... Pero no salió nada de sus bocas.

Me di media vuelta para empezar a caminar pero uno de ellos me frenó, poniendo su mano en mi hombro.

— Empezamos con el pie izquierdo —dijo— pero creo que hablo por los dos —miró a su hermano— cuando digo que fue un gran gesto haber vuelto por nosotros.

— Me dieron lástima. Sólo eso.

— Sabemos que las cosas no se van a arreglar así de fácil —habló el otro— démonos un poco de espacio primero... —asentí con la cabeza.


Me di media vuelta otra vez y con paso firme fui hasta la sala común a ver si podía tener un poco de paz. Al pasar por el retrato de la Señora Gorda varios alumnos se giraron a verme. Unos comenzaron a murmurar entre sí y los otros se quedaron callados mirándome. Seguramente se habían enterado lo de los gemelos o tal vez lo de la broma de mojarme. Quién sabe qué les pasaba.

Caminé hacia las escaleras y me topé con un chico castaño, más o menos de mi edad, pero mayor porque no era mi compañero.

— Disculpa, no te vi —me dijo corriéndose a un lado para dejarme pasar— Ah, Isadora ¿Cierto? —me preguntó un poco confundido.

— Eh, si —dije intentando evadirlo.

— Oliver —murmuró y me sonrió antes de que pudiera seguir mi rumbo— ¿No te acuerdas de mí? —lo miré un poco más, tenía cara conocida y su nombre me sonaba de algún lado. Definitivamente nos habíamos conocido, sino siquiera me estaría hablando— Oliver Wood —volvió a agregar— Estábamos escribiendo cartas una vez, allí —señaló los escritorios— cerca de principio de curso. Te incomodaba mi presencia —me reí con torpeza.

— Si, ya te recuerdo —volvió a sonreírme.

— Me alegro de que te acuerdes de mí. ¿Quieres charlar un rato? —Sacó dos ranas de chocolate del bolsillo de su túnica— estoy aburrido y no tengo con quien compartir esto.

— Lo siento Oliver, discúlpame, de verdad. Pero quiero ir a recostarme —dije apenada— no tuve un buen día. Casi te diría que fue uno de los peores.

— Oh —dijo agachando la cabeza— no importa entonces, si no quieres quedarte.

— Me quedaría —puse una mano en su hombro— porque pareces ser un chico muy bueno, pero te juro que no estoy de ánimos como para entablar una conversación decente —Saqué mi mano— Te prometo que otro día platicamos, ¿De acuerdo?

— Está bien —intentó sonreírme— Ten —me ofreció uno de sus ranas— no está envenenada ni nada por el estilo, no quiero matarte —me reí.

— Gracias pero no puedo —me interrumpió.

— No. Te hará bien, el chocolate siempre me alegra un poco y parece que lo necesitas más que yo —le dediqué una pequeña sonrisa mientras aceptaba la golosina.

— Gracias Oliver. Que duermas bien.

— Igualmente —dijo mientras yo subía las escaleras. Empecé a desenvolver la rana de chocolate y al entrar a mi habitación le di un gran mordisco.

Tenía razón, esto te puede alegrar un día horrible. Dejé el cromo de premio que venía dentro -que ni siquiera lo había observado- y me coloqué mi pijama. Terminé mi dulce y me introduje en la cama.

Al menos sabía que los gemelos Weasley no me molestarían más o terminarían expulsados.

Me tapé hasta las orejas, toda acurrucada y luego de pensar un poco en todo lo que había sucedido el día de hoy, me quedé profundamente dormida.

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