Reina Escarlata I: Guerra de...

By katiealone

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Riley Hudson tiene dos problemas: El chico popular de la escuela es un vampiro, y su nuevo mejor amigo es una... More

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Dedicatoria
Saga Reina Escarlata
Sinopsis
Guía de personajes
La leyenda
Capítulo 1: Estúpido Max
Capítulo 2: ¿Por qué eres así?
Capítulo 3: Te pasas de fresco
Capítulo 4: Qué sorpresa
Capítulo 5: Un arma peligrosa
Capítulo 6: Inesperado
Capítulo 7: Peligro
Capítulo 8: Antonette
Capítulo 9: Diferente
Capítulo 10: El origen
Capítulo 11: Ataque sorpresa
Capítulo 12: Novedades
Capítulo 13: Mi héroe
Capítulo 14: El chico de los mandados
Capítulo 15: Vinculados
Capítulo 16: Planes secretos
Capítulo 17: Detrás del vínculo - Parte 1
Capítulo 17: Detrás del vínculo - Parte 2
Capítulo 18: Entre nosotros
Capítulo 19: Atrapada en el medio
Capítulo 20: Aclaremos algo
Capítulo 21: Hora de hablar de los ex
Capítulo 22: Buen amigo
Capítulo 23: Nunca
Capítulo 24: Deseos prohibidos
Capítulo 25: Anhelo
Capítulo 26: Delirio místico
Capítulo 27: Sospechas
Capítulo 28: Enfrentados
Cambio de imagen
Capítulo 29: Dictadura
Capítulo 30: Thierry es un anciano
Capítulo 32: Caballo de Troya
Capítulo 33: Impotencia
Capítulo 34: Piezas del rompecabezas
Capítulo 35: Aefentid
Capítulo 36: Danza de brujas
Capítulo 37: Ha empezado
Capítulo 38: Zona de guerra
Capítulo 39: El día de la caída
Capítulo 40: Desolación [Final]
Notas de la autora
No han visto lo último de mí
Spill the T - Vol. 4
Otras obras de la autora

Capítulo 31: Vaga esperanza

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By katiealone

Esa mañana

Cuando la puerta se abrió, Antonette encontró todo hecho un completo desastre. Max se giró y vio el gesto de desagrado de su hermana, incluso notó algo más que se le hizo raro. Por un instante, Anto observó todo con hambre. Fueron apenas unos segundos, pero lo inquietó. Cassian se encargaba que su hermana esté siempre bien alimentada, que la sangre se sirva a su gusto y en las horas indicadas, así siempre estaba satisfecha y no había riesgos de que cayera en el vicio. Para un vampiro satisfecho ver exceso de sangre no debería provocarle nada. Y él notó que esa escena le abrió el apetito a su hermana.

—Max, ¿qué pasa contigo? —preguntó ella una vez cerró la puerta. Pronto volvió a su postura normal y él se tranquilizó un poco, ¿o quizá no debería tomarse eso a la ligera?—. Mira no más el desastre que has hecho, qué asco me das, esto es antiestético.

—Oh, disculpa. ¿Preferías que hubiera dejado los órganos dentro de los cuerpos? —dijo él irritado.

—Preferiría que no le hubieras arrancado a cabeza a nadie, parece una sala de tortura esto.

—Bueno, tenía ganas —contestó con molestia. Max giró la cabeza a un lado y el espejo le devolvió la imagen de lo que vio Antonette cuando entró. Tenía la ropa cubierta de la sangre que había derramado al matar a sus víctimas, la boca y la barbilla también las tenía manchadas, incluso las manos estaban cubiertas de sangre seca. Bien, si se veía terrible, pero la culpa era de Ettiene.

No había forma de calmar la rabia que sentía por estar encerrado ahí como si fuera un animal salvaje. No, eso no era lo peor, sino que sus hermanos lo consideren peligroso para los planes del clan y decidieran que era mejor apartarlo de todo sin siquiera darle una oportunidad. No hizo nada malo, solo encaró a Cassian por su atrevimiento con Riley. Él era quien ponía en peligro a todo el clan al acercarse a Riley, sabía que los Dagger querían que ellos se involucren y les daba el gusto. Él era quien debería estar encerrado, pero claro, como era el maldito líder tenía privilegios. Y ahora él estaba recluido bajo hechizo y no tenía idea si Riley estaría bien, no se confiaba nada de los métodos de Ettiene.

Max y Riley se habían llevado la peor parte de todo eso, y ninguno de los dos se lo merecía. Ella era la más inocente en todo, ¿cómo se atrevía Ettiene a tratarla como una rehén? Y ni hablar de él, era un prisionero que no merecía nada. Cuando Cassian lo mordió, pasó por un momento de delirio en el que dijo cosas que no debió. En realidad, fue Ettiene quien se aprovechó de las circunstancias. Lo vio débil y delirante, empezó a preguntarle cosas y él lo dijo casi todo. Le habló de su encuentro con Jesse, de lo que sabía sobre la posible traición, sobre la Nueva Orden, y de que en algún momento Jesse y Riley se encontraron. Eso fue lo que lo condenó.

Ettiene lo encerró en una zona del palacio arzobispal donde nadie tenía autorización de entrar. Y claro, gracias al hechizo de barrera de Helena Relish, él no podría salir. Fue consciente de eso cuando al fin se recuperó del malestar que le causaba la herida y se sintió hambriento. Como Ettiene quería demostrar que no era tan mal hermano después de todo, y consciente de su hambre voraz después de pasar todo un día sintiéndose en el limbo del dolor, mandó a tres humanos para que se alimente con decencia y se recupere. Él hizo todo lo contrario, y quizá se pasó un poco al darles una muerte horrorosa a esos tres. Solo quiso desquitarse, sacarse esa frustración y rabia de encima, y de paso alimentarse claro. Por eso su hermana entró y miró todo con desagradado, porque había sido demasiado hasta para él.

—No haces una de estas desde hace cuatrocientos años, si mal no recuerdo —le dijo Antonette mientras avanzaba hacia él.

—Como sea, ¿se puede saber a qué has venido? No tienes nada que hacer aquí —agregó él con molestia.

—Solo quería ver si ya te sentías mejor.

—Si, supongo que ahora te importa. No parecías muy interesada en mi bienestar ayer cuando Ettiene decidió no creer ni una palabra mía y me encerró aquí.

—Etty puede ser muchas cosas, pero sabe lo que hace. Yo creo que de momento esta es la mejor solución —contestó su hermana. Y no la notaba muy convencida.

—¿En serio? ¿Es que ustedes han perdido el juicio? —preguntó levantando la voz. Anto se mantuvo muy firme, pero él estaba a nada de perder el control otra vez.

—Mira la desgracia que has hecho aquí, será mejor que cierres la boca. No estás pensando con claridad.

—¡No juegues a eso conmigo, Antonette! —le gritó molesto—. No estoy loco, sé bien lo que está pasando. Son ustedes los que han decidido no confiar en mí.

—Max, basta —le dijo ella exasperada—. El que decidió confiar en un brujo Dagger fuiste tú. Y eso, cariño, es pasarse de estúpido. Una mierda que voy a creer que Jesse se separó definitivamente de su aquelarre.

—¿Es eso entonces? ¿No me creen?

—No a ti, a Jesse. No creemos que ese chico esté diciendo la verdad, pensamos que es solo una forma de despistarnos, de dividirnos. Tú caíste redondo, pensabas incluso en sacar a Riley de aquí a escondidas, ¿acaso no te das cuenta que eso es exactamente lo que los Dagger quieren?

—Esto es diferente —dijo él de mala gana, ni por un instante iba a admitir que quizá Antonette tenía razón y puede que se haya equivocado con Jesse. Conocía al chico, le creyó cuando habló de la Nueva orden, además que él los había salvado al romper el hechizo barrera de la casa de Riley. Puede que no fuera sincero del todo, que tuviera planes ocultos, y aún así Max estaba seguro que Jesse no haría nada que lastimara a Riley. Al menos eso le creía.

—Como sea, suponiendo que Jesse no esté mintiendo y en verdad haya un traidor acá adentro, Ettiene ha puesto a alguien a vigilar a Riley. Yo también cubriré algunos turnos, si eso te hace sentir más tranquilo.

—¿A quién? —preguntó con curiosidad.

—Thierry.

—Espera, ¿estás hablando de "ese" Thierry? ¿El del año 1215?

—¿Conoces a otro acaso? —preguntó Antonette esbozando una sonrisa. No quería imaginar las maldades que pasaban por su mente en ese momento.

—Entonces esperas que me quede tranquilo cuando me dices que Ettiene puso a uno de sus hijos más fieles y sanguinarios a cuidar de mi chica, ¿es eso?

—Justo por eso deberías estar tranquilo. Ettiene le ha ordenado a Thierry que proteja a la muchacha con su vida, será su sombra. Es uno de los vampiros más antiguos que quedaron luego de la masacre de la reina escarlata, es un buen elemento y lo sabes. Además, sé que también le pidió que se encargue que Cassian no se le acerque.

—Oh, ¿y en serio crees que Cassian no puede pasar sobre Thierry para hacer lo que se le da la gana? Es el líder, incluso podría matarlo si se le antoja.

—Ya sabes que Cass se pone muy sentimental con todo lo que tiene que ver con París del siglo XIII, y eso incluye a Thierry. Te recuerdo que él era sacerdote en Notre Dame en aquellos tiempos, que incluso era buen amigo de San Nicolás de Abarca.

—¿Cassian logró que lo hicieran santo? —preguntó con sorpresa.

—Cassian haría cualquier cosa por esa gente, no lo dudes. Y no creo que sea capaz de hacerle daño a Thierry porque a San Nicolás no le hubiera gustado. Ettiene lo escogió justo por eso.

—Eso no me deja más tranquilo. Quiero verla.

—Pues qué pena, porque por el bien de todos, esa muchacha tiene que quedarse fuera del palacio arzobispal. Así lo hemos decidido.

—Antonette, hablo en serio.

—Yo también —contestó su hermana sin inmutarse—. Riley estará bien, es más, ahora mismo iré a verla porque a Thierry le toca alimentarse.

—¿Puedes siquiera darle un mensaje? —preguntó esperanzado. Nada lo alegraría más que volver a ver a Riley, lo necesitaba. Quería pedirle disculpas por la discusión de esa mañana, por dejarla sola, por no haber huido antes. Deseaba con fuerza estar a su lado en ese momento, extrañaba sus labios. Quería aunque sea escuchar su voz.

—No voy a hacer de mensajera, estás advertido —le dijo Antonette.

—Bien, entonces solo mándale un beso de mi parte, ¿puedes hacer eso siquiera?

—Si, supongo que es posible. Ahora prométeme una cosa, mandaré a alguien a que venga a limpiar este desastre. No lo mates, ¿entendido?

—Claro, ya no tengo apetito —respondió de mala gana.

—O consérvalo para más tarde, no sé. Solo no vuelvas a hacer otro desastre.

—No voy a convertirme en un vicioso, esto ha sido solo un momento —aseguró él.

—Más te vale. Ahora déjame, iré a ver a Riley. Ya nos veremos más tarde.

Una vez más se quedó solo. No tenía ningún tipo de entretenimiento ahí adentro. Ettiene había sacado el teléfono fijo y le quitó el celular. No había siquiera un televisor, solo una radio vieja que quizá ni funcionaba. Ah, y también había libros. No sabía cuánto tiempo se quedaría ahí, puede que su única compañía durante los próximos días sean libros. Miró por la ventana que tenía, no tenía una vista privilegiada, ni siquiera podía ver la escuela desde ahí. Lo único que alcanzaba su vista eran los exteriores de la zona segura de los Edevane, solo árboles y monotonía. Iba a enloquecer encerrado ahí.

No pasó mucho hasta que llegó alguien a recoger los cadáveres. Max se mantuvo sereno y sentado mientras veía a un joven vampiro del clan recoger las sobras de la comida. Antonette tenía razón, tenía que calmarse y dejar esos impulsos de lado. Ese encierro podía durar días, semanas, quizá meses. La única forma de salir no era ponerse como un salvaje, era demostrarle a Ettiene que estaba del lado de su clan y que no era un peligro para nadie. Iba a tener que comportarse como una persona civilizada, aunque no lo fuera. Era un vampiro con ganas de destrozar todo lo que se le ponga en el camino, y quizá lo haga apenas consiga poner un pie fuera de ahí.

Ya no había cadáveres en la habitación, pero sí mucha sangre. La alfombra estaba empapada, eso no tenía solución. En los muebles también estaba había salpicado sangre, aunque quizá eso sí se podía limpiar. Al girar también notó que una pared blanca tenía manchas por todos lados. Bien, Anto tenía razón, eso era bastante antiestético y parecía que ahí comió un primerizo. Quizá ni Maxine dejaba un desastre similar, y eso que ella era una viciosa. Pensó que si veía otra vez a Antonette debería pedirle que envíe a alguien a que limpie eso, no es que a él le disgustara la sangre, pero le recordaba lo irracional que se había comportado. Era irónico que muchos piensen que los vampiros eran monstruos sin corazón, cuando algunos como él vivían preocupados por no andar por la vida como depredadores, aunque lo fueran. Quizá se le había pegado ser civilizado después de tantos años bajo las reglas de Cassian.

Max estaba sentado y en silencio cuando la puerta de la habitación se abrió despacio. Se puso de pie, pensó que podía ser Antonette otra vez, pero se dio con otra sorpresa. No fue capaz de decir nada por unos segundos, solo se quedó observando. Y ella también.

—De todas las personas que esperaba, créeme que eres la última que quería ver aquí —le dijo con frialdad. No entendía el motivo de su presencia. No quería verla.

—Max, tranquilízate —le dijo Noelia. Ella también echó un vistazo alrededor—. Sabía que habías sido tú. Cuando vi a ese vampiro sacando aquellos cuerpos sospeché que eras el responsable, nunca has llevado bien que te den la contra.

—Ah vaya, claro, ahora soy yo el problema. Noelia, en verdad no me interesa tu opinión. No sé a qué has venido, pero será mejor que te largues. No estoy de humor para escucharte.

—Si, ya me di cuenta. No estás de humor para nada al parecer.

—¿Qué es lo que quieres?— Apenas un segundo después de que dijo aquello, Max se movió con rapidez y apareció frente a ella, la distancia entre ambos se había acortado bastante.

—Solo quería asegurarme que estuvieras bien, sé de las medidas que tuvo que tomar Ettiene.

—¿Y eso a ti qué te importa? —le dijo molesto—. Lo que haya pasado es asunto mío.

—Tuyo y de Cassian.

—Ah, así que era por eso —dijo con ironía—. ¿Estás preocupada de que Cassian haya puesto los ojos sobre la reencarnación de Cassandra? Relájate, es solo un vínculo fastidioso, y Ettiene está poniendo distancia entre ellos. No pasará nada, puedes estar tranquila e ir a servir a tu señor. O mejor dicho, a arrastrarte detrás de él como te encanta hacerlo.

—Max, deja de decir tonterías —contestó ella más seria—. No se trata de eso.

—¿En serio? Pensé que estabas preocupada porque podían quitarte el afecto de Cassian otra vez. Oh, espera, nunca lo tuviste. Solo te usaba para desquitarse de vez en cuando.

—¿Y de verdad crees que me hieren tus palabras? —contestó ella sin perder la calma—. ¿Crees que repitiendo lo que he tenido claro toda mi vida vas a lograr que me enoje? Creí que podríamos hablar como dos personas que alguna vez se quisieron, sin rencores.

—Sin rencores —repitió él con molestia—. ¿En serio? Creo que eres la única que piensa que me lo tomé a la ligera. Quizá para ti fue una estupidez, un error. Para mí no, Noelia. Para mí fuiste muy importante.

—Si vine a verte es porque estaba preocupada por ti, si no lo has superado todavía no es mi culpa.— Golpe bajo. Sintió como si le hubieran golpeado hasta dejarlo aturdido. La pregunta era esa, ¿la había superado? Juró que sí muchas veces, incluso se lo dijo a Riley. Le dijo que lo de Noelia era pasado, y que no sintió por Noelia lo mismo que le pasaba con ella. ¿Acaso le mintió? ¿Acaso no sentía nada al tenerla al frente y ver sus labios tan cerca a los suyos?

—Te voy a preguntar una vez más, ¿qué quieres? ¿A qué has venido? —insistió él. Lo mejor que podía hacer era sacársela de encima.

—Solo quería saber si estabas bien. Aunque no lo creas, me preocupas. Al menos uno de los dos tiene que ser el maduro de la relación.

—No hay relación —contestó él firme. Pero ella lo miraba fijo, se acercó más incluso. Hasta que sus senos rozaron su pecho. Hasta casi respirar el mismo aire—. Nunca hubo una relación, Noelia. Tú me usaste porque te sentías rechazada por Cassian, porque él jamás te quiso ni te querrá. Él es quien te importa realmente, así que no vengas ahora a fingir que te intereso. No te creo nada.

—Me preocupas —dijo ella posando despacio una mano en su pecho—, porque creo que todo este asunto te está desbordando. Según he escuchado, de verdad te interesa esa muchacha Riley. Pero ella no te pertenece.

—¿Perdón? —preguntó incrédulo.

—Si es la reencarnación de Cassandra, su destino está al ligado al de Cassian. Puede que intenten poner distancia entre ellos, pero tarde o temprano acabarán juntos. Nada podrá evitar eso.

—¿Y has venido hasta acá solo para decirme esa estupidez? Noelia, vete —retrocedió unos pasos, pero ella volvió a acercarse—. Te lo advierto, me estás haciendo perder la paciencia. Quiero que te largues.

—Has estado enamorado de mí desde que me transformaron.

—Y tú usaste esa debilidad para jugar conmigo. No lo he olvidado, querida. No sé a dónde quieres llegar, pero será mejor que lo digas de una vez. Sé clara, no estoy para perder el tiempo.

—Olvida a Riley, tus sentimientos por esa muchacha no van a llevarte a ningún lado. Por eso acabaste aquí, y sin duda se pondrá peor. Me preocupas, porque yo siempre te quise.

—Ah por favor, creo que la que ha enloquecido eres tú. ¿Acaso tu señor te mandó a hacer esto? ¿Fue Cassian quien te envió con ese mensaje?

—Él no me ha dicho nada. Ya lo mencionaste hace un rato, no le importo. Nunca le importé lo suficiente. En cambio tú...

—¿Yo qué? No me salgas ahora que años después de lo que pasó de pronto reflexionaste que hiciste mal y que si me querías. Hazme el favor —le dijo con desdén. Eso sería lo único que le faltaba.

—No, Max —contestó ella mientras lo miraba a los ojos—. Vine porque quería decirte eso, que la muchacha Riley es Cassandra y no puedes cambiarlo. Lo mejor es que lo aceptes.

—¿Nada más? Ya puedes irte si es así.

—Hay otra cosa.— Noelia se llevó una mano al bolsillo de la chaqueta y sacó un pequeño paquete de paños húmedos, parecía que hasta hubiera ido preparada para eso. Él se quedó quieto, casi conteniendo la respiración mientras ella sacaba uno de ellos y lo pasaba suavemente por su mentón cubierto de sangre—. Yo sé lo que es querer a alguien que no te pertenece, y sé que en algún momento dejarás de luchar por Riley. Sé que no te lo dije porque nunca hubo tiempo, pero disfruté mucho cada instante que pasé contigo, aunque no acabara bien. Por eso, cuando te canses de luchar contra la corriente, yo estaré aquí. Si quieres vengarte usándome como yo lo hice contigo, lo aceptaré. De hecho, no sabes las ganas que tengo que desquites conmigo toda la frustración que debes estar sintiendo ahora mismo —él tragó saliva. Podía sentir la libido corriendo por su cuerpo, la voz ansiosa y seductora de Noelia por poco le hace perder la cordura. El pecho de Noelia estaba contra el suyo, sus labios tentadores muy cerca. Ella había ido ahí solo para hacerlo, estaba buscando sexo. Quería que la use, e intentó convencerlo de que Riley no era para él.

—Bueno, ya puedes irte —le dijo. Hasta se sorprendió de él mismo, porque estuvo a punto de caer en la tentación—. ¿Tengo que señalarte la puerta o puedes irte sola? —notó sorpresa en los ojos de Noelia. Supuso que ella esperó que cayera redondo, que no se resista. Y en verdad hubiera sido así. Si Noelia hubiera llegado meses antes a hacerle un ofrecimiento similar, sin duda ya estarían haciéndolo, revolcándose en esa alfombra ensangrentada mientras gritaban de placer. Pero las cosas habían cambiado, y ella estaba muy equivocada. No iba a rendirse con Riley.

—Vendré cuando me necesites —dijo ella mientras se alejaban.

—Eso no va a pasar —aseguró. Y esperaba que no llegue el día en que se trague sus palabras.

—Ya veremos —ella sonrió de lado. Por supuesto, Noelia era consciente del efecto que tenía su presencia en él. Sabía donde presionar para conseguir de él lo que quisiera.

Apenas Noelia había dado unos pasos para salir cuando la puerta volvió a abrirse. Max sintió que el mundo se le venía abajo cuando detrás de Antonette distinguió la figura de Riley. Fue en verdad un instante de terror, unos segundos eternos en los que se armó toda una escena dramática en la cabeza. Riley dándose cuenta que estuvo a solas con Noelia, él dando explicaciones, ella sin creerle. Una separación entre ellos. Pero entonces Riley esquivó a Antonette y entró corriendo a la habitación. Ni siquiera reparó en Noelia, corrió a sus brazos y él la recibió. La apretó fuerte contra su pecho y volvió a sentir la calma. Su sola presencia bastó para que toda la locura de hace un rato se esfumara. No sentía deseos de otra cosa que no sea estar con ella. Y mientras la abrazaba, miró a Noelia. Sonrió, la vampiresa apartó la mirada y se fue. Ni siquiera caminando, se esfumó usando su velocidad vampírica.

—Bien, tienen cinco minutos —anunció Antonette—. Cuento desde este momento.— Y cerró la puerta. Al fin estaban a solas. Riley se apartó un poco de él, sus labios iban al encuentro de los suyos, pero entonces ella notó algo. La sangre. Noelia lo ayudó a limpiarse un poco, pero no lo suficiente. Aún tenía rastros de sangre en el rostro, en las manos y en la ropa. Ni hablar del desastre que quedó alrededor.

—Max... ¿Qué hiciste? —preguntó con cierto temor. ¿Y qué podía decirle? Solo la verdad.

—Me alimenté, aunque perdí la cordura un momento. Estaba furioso por este encierro, y cometí unos excesos. Lo admito, me pasé un poco —agradeció internamente que hayan limpiado antes. Porque si Riley llegaba a ver cómo dejó esos cuerpos, capaz no volvía a acercarse a él por temor.

—Esto... esto no se ve nada bien...—dijo un poco asustada. Se había separado de él y miró alrededor. Claro que tenía miedo, Max se atrevía a decir que esa era la primera vez que veía algo como aquello.

—Ya lo sé. Lo siento, fue solo un momento. Acababa de despertar, estaba molesto y hambriento, una pésima combinación. No suelo alimentarme de esta manera —acercó una mano a ella para tocarla, pero entonces Riley reparó en que la tenía cubierta de sangre seca y se alejó.

—Max, ¿quién era ella? La que estaba aquí cuando llegué.

—Noelia —respondió con calma, no quería que ella se dieran cuenta que le afectó que su ex fuera a verlo.

—¿Y a qué vino? —preguntó desconfiada. En ese momento tenía dos opciones. Decir la verdad o inventarse algo que la deje tranquila. Optó por la sinceridad.

—Intentó convencerme de que era mejor que me olvide de ti. Y que si quería alguien con quien desquitarme, ella estaba dispuesta. Eso fue todo.

—¿Qué? No, espera... ¿Me dices tan tranquilo que tu ex vino a seducirte?

—Ummm... pues si —respondió con calma y se acercó un poco más—. No iba a inventarme otra cosa, y en realidad no estoy tranquilo. Me sentí muy perturbado cuando me lo dijo. Solo la escuché y le pedí que se fuera, en eso estaba cuanto tú llegaste. Como sea, no creo que debas pensar en Noelia como una amenaza, ella es parte de un pasado que no volverá.— Riley no respondió nada un instante. Solo lo quedó mirando, como si tratara de pescarle una mentira. Y quizá no percibió que estuviera mintiendo, pues pronto volvió a acercarse a él.

—Creo que deberías limpiarte.

—No pensé que vendrías.

—Yo tampoco, esto es peligroso. Igual creo que vale la pena.— Fue ella quien se acercó para besarlo. Él no la tocó, no quería molestarla con sus manos ensangrentadas. Solo cerró los ojos y disfrutó de la suavidad de sus labios.

—¡Un minuto! —anunció Antonette desde afuera. Solo por eso se separaron, había muchas cosas qué decir.

—¿Cómo te trata Thierry?

—Me asusta, pero creo que todo irá bien.

—¿Has visto a Cassian? —ella negó con la cabeza—. ¿Y Jesse?

—No sé nada de él. Max, ya no creo que pueda salir de aquí. Hay un traidor, estoy preocupada. Él dijo que pronto romperían las barreras del refugio, no sé qué será de mí si eso llega a suceder.

—Tranquila, ya habrá una oportunidad.

—¿Cómo? Thierry me vigila todo el tiempo, y cuando él no está es tu hermana quien se encarga. No creo que ella quiera ayudarme.

—Antonette no es tonta. Así como la convenciste de que te trajera aquí, podrás convencerla de que Jesse tiene razón. Dale pruebas.

—¿Cómo?

—Si hay un traidor, solo una persona puede corroborarlo. Alguien a quien ella si le creerá.

—¿Quién?

—Se llama Maxine Sallow. Si ella le confirma a Anto que Jesse está en lo cierto, ganaremos una aliada. Y podremos salir de aquí.

—Bien, lo haré. No sé cómo, pero lo haré...

—Listo, se acabó el tiempo —Antonette abrió la puerta, ellos ya tenían que separarse. Antes de irse, se dieron un beso con rapidez. Anto no tuvo que sacarla a rastras, ella se fue de inmediato. Supuso que quería portarse bien para que la ayude otra vez.

Riley se fue, y él se preguntó cómo haría para soportar esos días con el vacío de su ausencia. Lo único que sabía era que no iba a caer con Noelia por nada del mundo. O que al menos iba a intentar resistirse con todas sus fuerzas.


* * * * * * * * * * * * * * *

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