Capítulo 30: Thierry es un anciano

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Cuando Riley abrió los ojos tuvo dos sorpresas

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Cuando Riley abrió los ojos tuvo dos sorpresas. La primera era que logró quedarse dormida, pues pasó buena parte de la noche muy nerviosa y no lograba conciliar el sueño. No recordaba en qué momento cerró los ojos y se dejó vencer por el cansancio. La segunda sorpresa fue que, al apartar la manta y mirar al frente, vio que Thierry estaba sentado en un sofá y la observaba fijamente. Eso la puso muy nerviosa. Ettiene se llevaba el primer puesto de vampiros que la asustaban, pero Thierry acababa de aparecer en el ranking dispuesto a escalar hasta la cima.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella. Cuando se echó a la cama él se quedó afuera, no lo sintió entrar, ni siquiera percibió su presencia.

—Observándote —contestó con voz calmada.

—¿Has estado aquí toda la noche?— Riley se puso de pie mientras lo miraba, el tipo la intimidaba mucho. No la había dejado sola todo el día anterior, y no le gustaba. La acompañó a la clínica para donar sangre, no la dejó estar a solas con mamá, parecía su sombra. Y ahora aparecía ahí en su habitación. Por ratos pensaba en él como un tipo atractivo, eso no lo iba a negar. Y aún así la asustaba. No entendía qué quería decir su mirada, su voz casi inexpresiva. Sabía que la detestaba, que quizá ya la odiaba en secreto, que hasta le deseó la muerte. No sabía qué esperar de Thierry.

—Si —contestó él finalmente.

—¿Viéndome?— Eso la puso más nerviosa. ¿En serio se pasó toda la noche mirándola en silencio?

—Claro que no —respondió con desdén—. Los humanos son aburridos cuando duermen. Veía Netflix —contestó tranquilo, y solo entonces Riley se dio cuenta que tenía un celular en la mano. El suyo, por supuesto—. No eres el centro del mundo, niña. Quizá te han hecho creer que eres muy importante, pero no es así. Tú vales por lo que tienes dentro, por tu sangre. Espero no seas un contenedor insoportable —ella tragó saliva. Si, oficialmente pasó a ser una bolsa de sangre y nada más.

—No era necesario que me digas eso —respondió ella tratando de contener su molestia—. Y ahora sal, quiero cambiarme.

—Ahí tienes el baño, yo estoy bien aquí —respondió Thierry mientras se ponía cómodo en el sofá. Ella suspiró exasperada, fue hacia el colgador a recoger su uniforme escolar y entró al baño.

No demoró mucho en bañarse y vestirse, cuando salió ahí seguía Thierry, esperándola. No quería agobiarse con la presencia de aquel vampiro, así que siguió su rutina con normalidad. Tampoco quería demostrarle que tenía miedo, aunque fuera así. La habitación que le habían asignado en el internado estaba un poco apartada de las demás, pero se sintió más tranquila de ver gente conocida en la ruta hacia el comedor escolar, así se sentía menos sola. Sabía que el desayuno se servía de 7 a 8 y estaba justo a tiempo.

Thierry la seguía. Iba tras ella a una distancia prudente, pero era obvio que la vigilaba como si fuera un guardaespaldas. Imposible no llamar la atención, notó que varios de los estudiantes los quedaban mirando. Sus compañeros de clases apenas le hablaban, ahora con Thierry vigilándola todo el rato sería mucho peor. Riley se sirvió frutas, jugo y unas tostadas e iba con su bandeja de desayuno a sentarse sola en una mesa. Otra vez tenía ganas de llorar, odiaba estar así. Y le daba rabia mostrarse con los ojos vidriosos delante de Thierry, ese seguro que la miraría con desprecio y burla.

Reina Escarlata I: Guerra de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora