Capítulo 8: Antonette

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Antes de dar un sorbo más, la vampiresa miró lo que quedaba del contenido de la copa

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Antes de dar un sorbo más, la vampiresa miró lo que quedaba del contenido de la copa. No era mucho, pero prefería acabársela antes de desperdiciar. La sangre aún estaba tibia, lo que quería decir que no hace mucho Ettiene desangró a alguien para poder llevarle una bebida fresca a su querida hermana. Antonette sonrió de lado, tan lindo Ettiene, tan dedicado él. Cogió la copa y bebió la poca sangre que quedaba, lamió los costados y cogió una servilleta de tela blanca para limpiarse la comisura de los labios.

Aún tenía un poco de hambre, ese fue solo el aperitivo. Según el horario estricto de Cassian, la cena se servía a las ocho y si no estaban presentes pues no comen, así de simple. Esto de ser hermana de un cura era de lo más estresante, pero así y todo lo re adoraba. Eran siete y media, aún tenía tiempo de hacer algo antes de presentarse en el comedor con sus hermanos. Antonette estaba sentada en un escritorio de su habitación, cogió el celular y lo apoyó contra una lámpara. Antes de hacer la llamada se acomodó un poco el cabello, luego buscó el número que quería y marcó. Después de unos minutos, ella contestó. La imagen se fue aclarando, al parecer estaba en un lugar oscuro cuando la llamó. Aunque la imagen que apareció en la pantalla fue bastante lamentable.

—Qué horrible te ves —le dijo Antonette apenas la otra miró a la cámara.

Ughhh... lo sé, me he pegado una orgía terrible. No sabes lo que era, sangre por todos lados, ya estaba viendo rojo —respondió Maxine Sallow, la hermana mayor de los enemigos de su familia. Marcus la puso como excusa para atacar a los Edevane, pero a ella poco le importaba. Eran amigas, y ni una guerra entre clanes vampiros iba a cambiar eso.

—¿A cuántos te comiste?

No sé, ya no llevo la cuenta, pero había muchos muertos.

—Qué asco contigo, dejas cadáveres por todos lados, eso es antiestético.

Lo sé ,bebé, pero está difícil resistirse.

—Mírate, hace como cien años que no te veo y estás hecha un asco.

Destruida.

—Devastada.

Arruinada.

—Acabada.

Ya no te pases —Maxine sonrió de lado, Antonette intentó corresponder. Habían pasado más de cien años desde la última vez que se vieron en persona, pero el vicio había degradado el aspecto físico de su amiga. Estaba muy pálida, tenía enormes ojeras, parecía vivir con resaca permanente. Mientras un vampiro se alimente con la suficiente cantidad de sangre, ni más ni menos, mantendría un aspecto saludable. Pero si pasaba mucho tiempo sin alimentarse, su piel se secaría, se haría sensible a la luz y se debilitaría. Por el contrario, si caía en el vicio de la sangre ganaría más fuerza, aunque algunos preferían decir más salvajismo. Su aspecto se deterioraría, con la piel pálida y hasta ojeras. Era lo que le pasaba a Maxine, la pobre estaba cada vez peor y era poco lo que se podía hacer para controlarla.

Reina Escarlata I: Guerra de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora