La leyenda

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Todos nosotros sabemos lo que pasó en aquel entonces, cómo se desató la guerra entre las brujas y los vampiros.

En ese tiempo nosotros aún podíamos procrear. Tampoco era algo que nos gustara, criar niños vampiros era una pérdida de tiempo y solo las grandes familias de vampiros ancestrales se tomaban esa molestia para sumar miembros de raza pura a sus clanes.

¿Cuándo empezó todo? París, año 1215 dc. Una ancestral familia de vampiros, los Edevane, vivían en la capital franca. Gozaban del favor de la corona, e incluso varios de sus miembros formaban parte del consejo real. Pues sí, todo marchaba bastante bien.

Años antes, para guardar las apariencias, los patriarcas Edevane decidieron entregar a su hijo mayor a la iglesia. Él se llamaba Cassian, y como si aquello no bastara para hacer más extrañas las cosas, a Cassian le gustaba la iglesia. Quizá era el poder, la inmunidad, las riquezas, la calma. El sentirse intocable. Cassian era talentoso, y llegó a ser cardenal incluso. Lo recuerdo bien en ese entonces, cuando lo nombraron él tenía unos trescientos años, pero no aparentaba más de treinta.

¿Cómo llevaba Cassian la vida de sacerdote? Bastante bien en realidad. ¿O qué cosa han creído? ¿Pobreza y privaciones? Eso se lo dejamos a Jesús. Los cardenales no están para pasar necesidad, ni que fueran curas de pueblo. Lo que puedo decir es que Cassian tenía mucho conocimiento de teología, y también le gustaba. Yo supongo que después de varios años de pertenecer a la iglesia acabó no solo acostumbrándose a ese estilo de vida, sino que lo adoptó. Para muchos era obvio que un hombre tan apuesto como él debía de tener muchas (o muchos) amantes. Pero, aunque yo iba a verlo pocas veces, sabía que Cassian había abandonando poco a poco los placeres carnales. O al menos así fue por unos años.

Todo hasta acá va bien, ¿verdad? La familia Edevane mantenía su influencia y poder. Seguían sumando vampiros a sus filas, aunque ya no procreados de forma natural. Los convertían de la forma tradicional después de una cuidadosa selección. Los padres Edevane tenían cuatro hijos. El cardenal Cassian era el mayor, después de él estaban Ettiene, Maximilian y Antonette, la hermana menor. Las demás familias europeas los respetaban, los consideraban realeza dentro de la raza vampirica. Todo bien. Todo perfecto.

Pero Cassian se enamoró.

O quizá se obsesionó, al menos yo lo veo así. Nunca he sido una persona apasionada, así que no logro entender cómo alguien puede despertar sentimientos tan intensos y abrumadores, una fuerza capaz de destruir todo lo que se ponga a su paso.

Les he contado que Cassian adoptó la vida de sacerdote, se concentraba en sus estudios y en mantener su poder, en controlar su sed de sangre, pero ya no más en las mujeres. Y quizá las cosas se hubieran mantenido así hasta que Cassian tuviera que retirarse de la iglesia (pues su apariencia física lo delataría), pero ella apareció. Una mujer. Ah no, una bruja.

Vamos a hablar ahora de los grandes villanos de esta historia (o al menos desde mi punto de vista), los aquelarres legendarios. Vampiros y brujas teníamos una tregua, ellas no se metían en nuestros asuntos, nosotros tampoco. No las atacábamos, ellas menos. Pero cuando Cassandra llegó a París, las cosas cambiaron.

La chica era una bruja miembro del aquelarre Dagger. Rebelde, impetuosa, arrebatada, abandonó a su aquelarre en Inglaterra para ir a recorrer el mundo. Una libertad que solo una bruja podía gozar. Se unió a una tribu de gitanos y con ellos se la pasaba feliz, viviendo sin obligaciones.

Una tarde Cassandra andaba caminando alegre por las calles de París, ahí fue que Cassian la vio. Tengo que admitir que era una criatura preciosa y encantadora, eso no podemos quitárselo. Y al verla, la magia de esa maravillosa bruja atrapó a Cassian. El vampiro quedó prendado de la bruja, y ella al verlo también quedó atrapada en su mirada. Amor a primera vista, le dicen.

Reina Escarlata I: Guerra de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora