Capítulo 6: Inesperado

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¡Pero será desgraciado! Cuando lo coja lo iba a moler a pedacitos

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¡Pero será desgraciado! Cuando lo coja lo iba a moler a pedacitos. ¿Cómo le hacía eso? Primero le dijo que todo iba a estar bien entre ellos, que se iba a comportar, que iban a ir lento. Le devolvía sus llaves, intentaba besarla otra vez en el pasillo de la escuela, y volvía a quitarle las llaves sin que ella se dé cuenta.

En realidad, Riley no estaba segura si Max se las quitó o si se le cayeron por ahí sin darse cuenta, pero considerando que tenía esa manía entonces prefería considerarlo culpable hasta que se demuestre lo contrario. Tenía su número, se lo pidió para coordinar sobre la tarea de historia, así que empezó a llamarlo varias veces. Timbraba y nada, a Max no se le daba la gana de contestar. ¿Lo había olvidado en algún lugar? No importa, no lo iba a justificar, ese Max se estaba pasando de desgraciado como siempre.

—Vamos a ir lento, dijo. Me voy a portar bien, dijo —refunfuñaba por el pasillo. Felizmente no había nadie por ahí que la viera tan molesta, porque a la primera provocación y estallaba. Probó con llamar a Jesse, quizá lo había visto por ahí, esos dos andaban todo el día tonteando por el celular. Pero nada, el otro también estaba desaparecido. ¿Dónde se habían metido?

Por si las moscas, probó llamar por última vez. Caminaba por el pasillo cuando escuchó el ruido, un celular sonando. Era el de Max, reconoció la canción que él usaba como timbre de llamada, "Come on feel the noise" de Quiet Riot. La música sonaba y sonaba en el solitario pasillo de afuera, ¿será que se le había caído? Avanzó hacia allá, iba a recuperar el celular de Max y...

Entonces lanzó un fuerte grito que apenas si pudo contener llevándose las manos a la boca. Ahí estaba Max, tirado en el piso y con una daga atravesándole el pecho. Se quedó en shock por un instante. Todo su cuerpo temblaba, no podía creer lo que estaba viendo. ¿Max muerto? ¡No! ¡No era cierto! ¿Entonces qué era eso? ¿Por qué estaba así? No podía ser ningún truco, era real. Había sangre, esa maldita daga, él inconsciente y su rostro tenía una extraña tonalidad roja, ¿qué había pasado? Cuando se dio cuenta tenía los ojos cubiertos de lágrimas, tiró sus cosas al piso. Desesperada, corrió al lado de Max y se arrodilló a su lado. Con miedo tocó su muñeca en busca del pulso. Nada.

—No es verdad, no es verdad...—empezó a decir con la voz temblorosa. El corazón se le sobrecogió al verlo así, tirado en el piso inerte, muerto. Porque si, estaba muerto y empezaba a aceptarlo poco a poco. Jamás pensó sentir tanto dolor con esa idea, lanzó un fuerte grito y rompió en un llanto desesperado—. ¡Levántate por favor! ¡Levántate!— No quería que fuera cierto, pero ahí estaba Max, muerto a su lado. Se echó a llorar sobre su pecho, la escuela estaba vacía, nadie los iba a ayudar. Pero ella no tenía cabeza para nada, no podía con eso—. Por favor vuelve —dijo a sabiendas de que eso no iba a pasar, que era un ruego en vano.

Y aunque nunca había sido creyente, en ese momento decidió rezarle a un dios quizá inexistente. "Por favor, si existes, has que vuelva... por favor que vuelva", rogaba. Sabía que no iba a funcionar, que los muertos no regresan porque te pones a rezar. Que ese fue el último día al lado de Max, que lo habían asesinado y ella no sabía qué hacer, solo podía llorar.

Reina Escarlata I: Guerra de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora