More than this | Fan-fic de L...

Por judiLimon

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"Nuestros ojos chocaron por sexta vez en la noche y me estremecí. ¿Qué había en ellos? ¿Estaba viendo deseo e... Mais

More than this
I. Miradas
II. Nunca había hecho esto
III. Cuenta hasta diez
IV. Sabes perfectamente la respuesta
V. Me gustaría mucho que fuera contigo
VI. Calma, preciosa
VII. Dime si quieres que me quede
VIII. ¿Eso es humillante?
IX. Desnúdate
X. Creo que somos muy parecidos
XI. No voy a llevarte a ninguna parte
XII. Esto es muy intenso
XIII. Nunca
XIV. ¿Por qué eres así?
XV. Lo prometo
XVI. ¿Y si se quedaba conmigo?
XVII. Poniéndome a prueba
XVIII. Puedes hacer lo que quieras conmigo
XIX. No eres tan duro como aparentas
AVISO
XX. Mía
XXI. Algo que he querido hacer para ti
XXII. El cuartel general
XXIII. Mucho, pequeña
XXIV. Hasta que me besó
XXV. ¿Qué me estaba pasando?
XXVI. Miedo
XXVII. Confía en mí (1/3 maratón)
XXVIII. No lo permitas (2/3 maratón)
XXX. Especial
XXXI. Necesitaba sentirla mía
XXXII. A su lado
XXXIII. Querida
XXXIV. ¿Lo has hecho por mí?
XXXV. No quiero que nos vayamos ninguno
XXXVI. A cada paso que daba sin él
XXXVII. El muro, la fuerza y la valentía
XXXVIII. Tuyo
XXXIXL. Sólo sexo
XL. Ganamos los dos
XLI. Historia de amor
XLII. Blanco o negro
XLIII. No puedo
XLIII. Negro
XLIV. ¿Por qué no podía dejarme sola?
XLV. Haz conmigo lo que quieras
XLVI. Paraíso
XLVII. La decisión
XLVIII. Y siempre lo voy a ser | FINAL |

XXIX. Gracias por cuidarme (3/3 maratón)

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Por judiLimon

Viernes 28 de marzo de 2014

[Punto de Vista Alice]

Esa mañana no había tenido que soportar la presencia de Benedict a mi alrededor, pues fue Katherine, su mujer, quien se acercó hasta la librería para echarme una mano. El miedo que, consideraba, iba a tener dio paso a un profundo sentimiento de culpa que me impidió desenvolverme como siempre lo había hecho. A las doce y media hice uso de esas tres horas libres que según mi contrato podía cogerme para destinarlas a comer y lo empleé en eso mismo: en invitar a una destrozada Chloe a comer a mi casa.

La recibí con un caluroso abrazo y quise conservarla así para siempre, queriendo impedir con mi cariño que rompiera a llorar o que se sintiera como sabía que se estaba sintiendo. Se separó de mí con lágrimas en los ojos y negué con la cabeza al verla así. Ni siquiera sabía qué era exactamente lo que quería o lo que debía decirle. ¿Cómo consuelas a alguien tras una ruptura de ese calibre?

Nos sentamos en la mesa del salón, donde había colocado un par de platos con todo tipo de alimentos para picar que, sabía, era lo que más necesitaba. Todo fritos, nada de algo desarrollado a lo que no fuera a probar bocado.

- Estoy agotada -comenzó, sin que yo hubiera sido capaz de decir una sola palabra-. No he podido pegar ojo en toda la noche y no puedo dejar de pensar en lo mal que he hecho sentir a Niall -lloriqueó, pasándose un pañuelo de papel por la nariz-. Soy la peor persona que hay en el mundo.

- No digas eso, no es verdad -pasé una mano por su espalda, queriendo dejarle ver que estaba junto a ella-. Estas cosas pasan, Chloe, y nadie tiene la culpa.

- ¡Claro que tengo la culpa! No he sabido quererle como él quería, ni he sabido confiar en él cuando es lo único que me ha pedido durante todo este tiempo. ¿Cómo quieres que me sienta? Soy una mierda.

- No te permito que hables así -incliné mi cabeza con la intención de encontrarme con sus ojos, clavados en la mesa de madera-, ¿me oyes? No hables así de ti misma porque no es justo.

- ¿¡Y qué quieres que haga!? -Preguntó, molesta, dirigiendo hacia mí sus ojos llorosos.

- ¿Crees que esto es lo mejor? ¿Crees que dejarlo es lo mejor que podéis hacer?

- Sí -respondió, sin duda en su voz.

- Entonces acéptalo, pero no te tortures. Piensa que es lo mejor para los dos y que dentro de dos o tres meses, quizá cuatro, volveréis a estar completamente bien ambos. De nada sirve que te reproches cosas para las que ya no hay solución -dejé escapar un suspiro y me mordí la lengua antes de hablar sin demasiado tacto-. Siento mucho que sea así, pero lo habéis dejado, no tienes que pensar en los por qués, ni tienes que pensar en qué salió mal, sólo tienes que procurar salir adelante.

- Es imposible no torturarme.

- Para eso estoy yo aquí, para impedir que lo hagas.

- ¿Nunca has perdido a alguien que te importaba? -Preguntó, con la voz rota, y quizá con demasiado reproche en ésta, como si creyera que no era capaz de entender por lo que estaba pasando-. Torturarse no es una opción, es algo que viene acompañado de perder a quien quieres.

Asentí, entendiendo que era demasiado pronto como para convencerla de que otro comportamiento era posible.

- Entonces me limitaré a ofrecerte helado de chocolate y a escuchar todo lo que tengas que decirme.

- Eso es mucho más que suficiente.

Dejó caer su cabeza en mi hombro y acaricié su cabello con mimo, parándome a pensar en qué era exactamente lo que mi amiga necesitaba para encontrarse mejor. Parecía que la decisión de acabar definitivamente con su relación con Niall ya estaba tomada así que convencerla de que era una determinación errónea no entraba en mis planes. Pronto llegué a la conclusión de que lo único que podía hacer por ella era exactamente lo que le había dicho: ofrecerle helado de chocolate y escuchar cómo se torturaba sin poder hacer nada por evitarlo.

Se marchó poco después de comer y la despedí preocupada, ni un poco más tranquila de lo que la había recibido. Estaba mal, muy mal, y saber que no podía ayudarle de ninguna forma era una de las peores sensaciones que nunca había sentido.

Diez minutos después de que Chloe se marchara llegó Louis. Abrí la puerta aún sorprendida por su presencia allí y quise evitar pensar que se debía a la inquietud que seguía sintiendo por mí. Quise evitar pensar eso, porque de lo contrario no me quedaría más remedio que sonreír constantemente.

- Hola -me saludó con un beso en los labios, un gesto ya muy natural entre nosotros, y le di paso en seguida-. ¿Cómo estás?

- Bien -contesté, sonriente-. ¿Y tú?

Me besó de nuevo, con la puerta ya cerrada.

- Bien. ¿Estás más descansada?

- Sí, estoy mucho mejor. La mañana ha sido bastante tranquila así que mis energías están intactas.

- Y eso que trasnochaste...

Caminé hasta mi habitación, con su presencia detrás de mí, y descolgué mi bolso marrón del perchero que se encontraba detrás de la puerta de mi cuarto.

- No deberías haber venido -comenté, guardando el móvil en él-, tengo que irme a trabajar.

- Pasaba por aquí y no me costaba nada venir a verte, y de paso llevarte al trabajo.

- No hace falta.

- Ssssí -alargó el monosílabo todo lo que fue capaz mientras me abrazaba por detrás y dejó un pequeño beso en mi cuello.

- En serio, no hace falta.

Me dio la vuelta con un simple tirón y en esa ocasión lo que besó fue mi boca.

- Sí, sí hace falta.

- Que no... -Insistí, queriendo que se diera por vencido. Me contestó con un beso y reí-. ¿Me estás chantajeando con tus besos?

- Mmm... Por supuesto.

- ¿Y por qué crees que puedes conseguirlo todo con besos? -Pregunté, cerca de sus labios, tanteándolos mientras observaba su sonrisa.

- Porque puedo, igual que tú también puedes.

Un beso más. Dos. Tres. Cuatro. Al quinto fui yo quien decidió rendirse y acepté su propuesta de llevarme hasta el trabajo, sintiéndome extraña e ilusionada por igual por lo que estaba sucediendo entre nosotros. Éramos mucho más que sexo, no me quedaba ya ninguna duda al respecto.

Los poco más de cinco minutos que nos llevó el trayecto los dedicamos a charlar animadamente de todo un poco, sin un tema concreto, variando de uno a otro prácticamente cada medio minuto. Era más que agradable poder compartir esos momentos con él, verle a gusto a mi lado, sin miedos, ni presiones, ni más preocupaciones que las que sentía por mí.

- Bajo contigo, quiero ver cómo es tu lugar de trabajo.

Se desabrochó el cinturón y negué con la cabeza rápidamente, sabiendo quién era el encargado de venir a ayudarme aquella tarde.

- No, mejor no. No creo que esté abierta.

- ¿Y no eres tú la responsable de abrirla? -Me sacó la lengua, burlón, y bajó del coche antes de que pudiera negarme más veces.

Había aparcado en doble fila, en la acera de enfrente, y traté de usar eso como argumento de que lo mejor era que decidiera marcharse.

- ¿Y si le pasa algo a tu coche? Mira cómo has aparcado -comenté, una vez fuera.

- Mi coche está perfectamente aquí -se colocó unas bonitas gafas de sol sobre sus ojos y miré al cielo nublado que cubría nuestras cabezas. Se acercó a mí y susurró-. Sé que hay nubes, tonta, pero si quiero acompañarte no me queda más remedio que hacer el ridículo con las gafas de sol puestas.

Reí y entonces recordé quién era y por qué estaba haciendo eso. Quería pasar desapercibido entre toda la multitud que se encontraba a esas horas en una de las calles más transitadas de la ciudad.

- Una buena fan te reconocerá igualmente.

- Y tendrá toda mi atención y mi cariño.

Apoyó su mano en el final de mi espalda y miró hacia ambos lados de la carretera, empujándome hacia adelante cuando observó que ningún coche dificultaba nuestro tránsito a la acera donde estaba ubicada mi librería. Los nervios aumentaron conforme avanzamos a ella y sostuve mi corazón en un puño hasta que me cercioré, aliviada, de que Benedict aún no había abierto la tienda.

- Está cerrada, Louis. Otro día, ¿vale?

- ¿No vas a dejar que entre? ¿En serio?

- Está cerrada -me excusé.

- Pero yo no soy un cliente normal -reprochó.

Deslicé mi mano por su cuello, hasta aferrar su nuca, y me aproximé a él.

- Otro día, hazme caso -hice aumentar mi altura para ser capaz de besar su mejilla justo donde más quería, cerca de sus labios, y le sonreí, frustrada al no poder ver sus ojos-. Gracias por traerme.

Le despeiné ligeramente el pelo antes de marcharme de su lado y abrí la puerta de la librería todo lo rápido que fui capaz, impidiendo que dijera algo más antes de que entrara. Toda la calma y la paz que había sentido hasta ese momento se hicieron mil pedazos cuando observé la imponente figura de Benedict en una de las estanterías, de espaldas a mí y a la puerta.

- Llegas tarde -fue todo lo que dijo.

Miré el reloj y comprobé que así era.

- Cinco minutos -especifiqué, dejando claro que no había cometido ningún crimen.

- Llegas tarde -repitió.

- Ni siquiera has abierto.

- Ese es tu trabajo, pero llegas tarde y por eso no has podido hacerlo -desencajé mi mandíbula y apreté los puños, queriendo lanzarle uno de ellos-. ¿No tienes ni un poco de responsabilidad? Espero no tener que empezar a preocuparme porq...

Calló su discurso cuando la puerta se abrió. Me di la vuelta y abrí los ojos como platos cuando observé a Louis entrando por ella, con una naturalidad apabullante. Rehice lo andado instantes antes hasta colocarme junto a él y le pedí explicaciones con la mirada.

- Está cerrado -bramó Benedict.

Apoyé mis manos en el pecho de Louis.

- Vete, anda -musité.

La expresión relajada que había tenido hasta entonces cambió para llenarse de inquietud. Me miró, miró a Benedict, con los brazos en jarra y mirando hacia donde nos encontrábamos, y volvió a mirarme a mí. La seriedad que portaba me hizo estremecerme y acaricié su torso, queriendo recordarle mi petición de que se marchara. La tensión existente podía cortarse.

- ¿Estás bien? -Preguntó, en voz baja.

- Sí -asentí, deprisa.

Aferró mi cara y me sorprendió con un fuerte beso. ¿No se suponía que no besaba a nadie en presencia de otras personas? Me desarmó por completo y me tambaleé cuando se separó de mí.

- ¿Va todo bien? ¿Seguro? -Dudó, con su habitual agudeza.

- Sí, tranquilo -di unos golpecitos en su pecho, con mimo, y lo miré-. Venga, anda... luego nos vemos, si quieres.

Asintió y recibió un pequeño empujón por mi parte con la perspectiva de que de esa forma pudiera reaccionar. Empezaba a sentirme verdaderamente incómoda con esa situación. Sus ojos, en cambio, se mantuvieron pegados a Benedict, haciendo mayor mi engorro y probablemente enfadándole. El hecho de que nos hubiera visto besándonos le haría suponer que se trataba de mi novio al que le había contado lo que había pasado entre nosotros dos días atrás, y el día anterior. Ambas eran suposiciones fallidas pero que sin ninguna duda Benedict crearía en su mente.

Se inclinó para besarme una vez más y su última mirada no me la dedicó a mí, sino a la persona que seguía contemplándonos con impasibilidad. Finalmente, se marchó y yo corrí a mi sitio habitual, tras el mostrador.

- ¿Qué le has contado a ese novio tuyo? -Cuestionó, en cuanto estuvimos solos.

- Y a ti qué te importa.

- Creía haberte dejado más que claro que todo lo que digas puede importarme -dio un golpe en el cristal del mostrador y me sobresalté-. Pero si quieres puedo volver a recordártelo.

Alcé mis ojos, con valentía, y me enfrenté a él.

- Estás muy equivocado si crees que me das algún miedo -mentí.

Claro que me daba miedo, pero no me iba a dejar amilanar por él. Jamás.

- No necesito darte miedo, necesito que tengas la boca cerrada.

Di rienda suelta a la respiración acelerada que me había provocado una vez que se alejó de mí para dirigirse a la puerta de salida. Observé desde dentro cómo cambiaba el cartel que indicaba el estado de la librería y fruncí el ceño cuando vi la presencia de otra persona fuera, junto a Benedict.

Louis volvió a entrar por la puerta haciendo que mi respiración abandonara el ritmo acelerado para desatarse y volverse completamente frenético, casi al borde del ataque. Caminó hasta mí con media sonrisa y se colocó frente a donde me encontraba. Se quitó las gafas de sol y me dejó ver esos preciosos ojos azules, que parecían sonreírme también.

- Ya está abierto y vengo a comprar un libro -anunció.

- Ya imagino, ¿sino a qué ibas a venir? -Dije, como bien pude, tratando de sonar divertida y de esa manera camuflar la profunda ansiedad que me había entrado. Reí e intentó esconder una sonrisa-. ¿Qué libro quieres?

- Pues... no lo tengo claro. ¿Qué me recomiendas?

- Depende, la literatura es muy amplia, no sabría decirte uno de buenas a primeras. ¿Para quién es?

Apoyó sus manos en el cristal y se echó hacia adelante, mirándome intensamente.

- Es para una persona especial -susurró.

El corazón comenzó a latirme con rapidez por la inevitable sospecha de que esa persona de quien hablaba era yo. Temblé más de lo que me hubiera gustado y traté de ocultárselo, pero sonrió cuando percibió el nerviosismo en mí.

- Ven conmigo -dije, al fin.

Caminamos, él detrás de mí, hacia el estante dedicado a la literatura inglesa del siglo XIX. Cogí el primer libro en el que se posaron mis ojos, sabiendo, además, que los de Benedict estaban completamente enfocados en nosotros.

Observé el título del libro cuando le tuve entre mis manos y asentí.

- Jane Eyre -declaré, tras repasar con la mirada la tapa con la que tan familiarizada estaba-. Publicado alrededor de... 1850, si la memoria no me falla. Charlotte Brontë es la autora.

- ¿De qué trata? -La voz melodiosa de Louis llegó hasta mis oídos, recordándome que era él con quien estaba.

- Es una novela romántica. La protagonista se enamora de alguien que considera que está fuera de su alcance pero que en realidad... no lo está tanto.

Traté de resumir en una frase todo el contenido de la novela y Louis realizó un movimiento afirmativo con su cabeza, haciendo que los pequeños rizos que ese día caían por su frente se movieran.

- ¿Lo has leído? -Preguntó-. ¿Te gusta?

- Sí y sí.

- Pues entonces a mí también me gusta. Me lo llevo.

- ¿No quieres que te enseñe más?

- No, este es más que perfecto.

Me lo arrebató de entre las manos, rozando las mías, y me hizo un gesto para que le siguiera, como si él fuera el dependiente experto y yo fuera una simple clienta a la que acababa de vender un libro.

Me metí tras el mostrador, observando de reojo cómo Benedict seguía mirándonos.

- ¿Me lo envuelves para regalo? -Cuestionó Louis.

- Claro.

Lo forré con el papel que teníamos para ello con sumo cuidado, queriendo que tuviera un aspecto impecable cuando finalizara. Le tendí el ticket con el precio y acto seguido me dio el dinero correspondiente.

Cogió el libro entre sus manos, me miró y lo extendió hacia mí. Lo sostuve sin apartar mi mirada de él, esperando que dijera algo, esperando que me diera algún tipo de explicación a todo aquello. De nuevo con el corazón latiendo desbocado y sin apenas aliento.

- Espero que lo disfrutes cuando vuelvas a leerlo. Es para ti -se inclinó hacia adelante y no pude evitar sonreír como una idiota. Su mano, todavía rodeando el libro, rozó la mía, y después lo soltó, indicándome que era todo mío-. ¿Quieres que venga a buscarte? -Susurró.

Estudié la creciente preocupación en su rostro y me repetí a mí misma las palabras que había pronunciado anteriormente: "persona especial". ¿Cómo no tener esperanzas? ¿Cómo no soñar con algo más entre nosotros?

- No hace falta.

- Llámame cuando vayas a salir y vengo a por ti -persistió.

Le ofrecí una sonrisa como agradecimiento, sabiendo que negarme no serviría de mucho.

- Gracias, Louis.

"Gracias por cuidarme", quise añadir. Porque era realmente lo que estaba haciendo. Había entendido en apenas cinco minutos y con apenas dos frases que Benedict significaba una presencia amenazadora en mi vida y estaba cuidándome de él.

Recobró la postura erguida, introdujo sus manos en los bolsillos de los pantalones, y lanzó una última mirada hacia Benedict antes de volver a posar sus ojos en mí y perderse por la puerta.

Suspiré. Probablemente eso fuera estar enamorada, sí.

_____________________________________

¡Último capítulo del maratón! ¡Espero que hayáis disfrutado de él! Estoy agotada de escribir JAJAJAJA

Os informo de que vamos entrando en el tramo final del fan-fic... Cada vez van quedando menos capítulos para que acabe. ¡Y muero por leer vuestra opinión! :) Por mi salud mental, contadme qué os parece JAJAJA

Capítulo dedicado a mi bella SilWayland :') <33

Mucho amor para todas xxx

Tw: @LookAfterYou28

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