Reina Escarlata I: Guerra de...

By katiealone

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Riley Hudson tiene dos problemas: El chico popular de la escuela es un vampiro, y su nuevo mejor amigo es una... More

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Dedicatoria
Saga Reina Escarlata
Sinopsis
Guía de personajes
La leyenda
Capítulo 1: Estúpido Max
Capítulo 2: ¿Por qué eres así?
Capítulo 3: Te pasas de fresco
Capítulo 4: Qué sorpresa
Capítulo 5: Un arma peligrosa
Capítulo 6: Inesperado
Capítulo 7: Peligro
Capítulo 8: Antonette
Capítulo 9: Diferente
Capítulo 10: El origen
Capítulo 11: Ataque sorpresa
Capítulo 12: Novedades
Capítulo 13: Mi héroe
Capítulo 14: El chico de los mandados
Capítulo 16: Planes secretos
Capítulo 17: Detrás del vínculo - Parte 1
Capítulo 17: Detrás del vínculo - Parte 2
Capítulo 18: Entre nosotros
Capítulo 19: Atrapada en el medio
Capítulo 20: Aclaremos algo
Capítulo 21: Hora de hablar de los ex
Capítulo 22: Buen amigo
Capítulo 23: Nunca
Capítulo 24: Deseos prohibidos
Capítulo 25: Anhelo
Capítulo 26: Delirio místico
Capítulo 27: Sospechas
Capítulo 28: Enfrentados
Cambio de imagen
Capítulo 29: Dictadura
Capítulo 30: Thierry es un anciano
Capítulo 31: Vaga esperanza
Capítulo 32: Caballo de Troya
Capítulo 33: Impotencia
Capítulo 34: Piezas del rompecabezas
Capítulo 35: Aefentid
Capítulo 36: Danza de brujas
Capítulo 37: Ha empezado
Capítulo 38: Zona de guerra
Capítulo 39: El día de la caída
Capítulo 40: Desolación [Final]
Notas de la autora
No han visto lo último de mí
Spill the T - Vol. 4
Otras obras de la autora

Capítulo 15: Vinculados

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By katiealone


No hablaron mucho durante el camino, pero Riley logró contarle como había empezado el contacto con Cassian, y todo lo que pasó antes que vaya a rescatarlos. En todo momento hablaba como si Cassian fuera un maldito superhéroe, lo miraba de reojo de a ratos con una sonrisa y ella era la única que intentaba buscarle conversación en ese auto. Max se hartó, empezó a hablar de manera muy cortante con ella hasta que se hizo el silencio.

No era culpa de Riley claro, ¿cómo ella iba a adivinar sus dramas familiares? Finalmente ella tendría que entender. Y no eran celos, era temor por lo que podía pasarle. Algo le decía que Cassian no sabía la historia completa sobre la identidad de Riley.

Después de varias horas de camino llegaron a la zona segura. Riley incluso se había quedado dormida en su hombro. Max conocía bien ese camino. Podía ver detrás de los árboles las altas torres de esa iglesia de estilo gótico que el mismo Cassian mandó a construir muchos años antes cuando la familia se mudó al país, un lugar que además él mismo dirigía. La Iglesia de Nuestra señora Inmaculada era la más antigua del estado y quizá del país, además contaba con un lujoso palacio arzobispal donde vivía la familia Edevane. Y lo más importante, una escuela e internado privado. La escuela tenía ciento cincuenta años, y abrió sus puertas para "público en general" apenas unos veinte años antes, siempre fue exclusiva.

¿Exclusiva para quienes? Para el clan Edevane, socios, aliados y gente en busca de protección. Todos tienen familia después de todo, y claro que necesitan estudiar y educarse. La mayoría de estudiantes eran jóvenes vampiros que habían sido convertidos hace poco, gente asociada a los Edevane, entre otros. Y en los últimos años se había agregado a la colección brujas y brujos del aquelarre Relish. En realidad, ellos eran los responsables de que esa iglesia y la escuela puedan ser llamados "lugar seguro".

Hace más de cien años, cuando los sobrevivientes del aquelarre Relish eran perseguidos por los Dagger, Cassian y los demás vampiros Edevane estuvieron encantados de acogerlos y darles asilo por un tiempo. Ya saben lo que dicen, el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y los Relish en agradecimiento pusieron fuertes barreras protectoras en el área de la escuela y la iglesia. Nada ni nadie que no sea autorizado por Cassian o invitado por los Relish podía entrar ahí. Ahora, con el pasar de los años, el trato se había renovado. 

Helena Relish, la líder del aquelarre, pactó con Cassian. El nuevo pacto decía que los adolescentes brujos podían refugiarse y estudiar en la escuela, sobre todo aquellos problemáticos que debían de permanecer ocultos, como Jazmín. Los hechizos protectores que pusieron los antiguos Relish aún se mantenían, pero Helena y la nueva generación se encargaban de reforzarlos para que así su gente esté segura.

Si, eso sonaba bastante bien para todos. Todos estaban bien protegidos en ese lugar, considerando que había una guerra de clanes vampiros y además estaban los Dagger en eso. Pero a Max aquel lugar le parecía una maldita prisión en la que nunca quería estar. Por eso cuando despertó no dudó en irse apenas se lo propusieron, y ahora tendría que buscar otra forma de salir de ese lugar. No le gustaba, ni para él ni para Riley. No entendía como Cassian podía manejar una escuela donde convivían todas las razas. Humanos, brujas y vampiros juntos, aquello era una bomba de tiempo. Más que eso, era una mezcla de anormalidad que no podía hacerle bien a nadie.

—Al fin en casa —dijo Jazmín con molestia. Al escuchar su voz, Riley despertó. La chica se quedó mirando las torres de la iglesia, admirándola en realidad. Abrió los ojos sorprendida, le pareció notar un brillo en ellos. Eso tenía que reconocerlo, en cuánto a arquitectura esa iglesia era una belleza, apostaba que Riley nunca había visto nada como eso—. Oiga, padre Cass, ¿mi hermano ya sabe de esto? —preguntó la bruja acercándose al asiento de Cassian, este aún conducía tranquilo.

—Al notar tu ausencia en la escuela se notificó a tu apoderado, así que ya lo sabe. Más tarde se enterará qué fue lo que hiciste, y eso es lo que no va a gustarle nada —respondió Cassian. Ya estaban cerca, podía ver las rejas de la entrada.

—¿Y van a castigarme? —preguntó algo temerosa la chica.

—Considerando que fue mi hermana quien te sacó incumpliendo las reglas, podré perdonarte esta vez.

—¡Si! —gritó triunfante.

—Dije que yo podré perdonarte, no sé si Jordan lo haga. O si la líder de tu aquelarre no quiera sancionarte por esto.

—No me da muchas esperanzas, padre.

—Espera, ¿entonces en verdad eres un cura? ¿Un cura católico de esos? —preguntó Riley sorprendida, por la cara que tenía a Max casi se le escapa una carcajada. Esa novedad no le hizo nada de gracia a la chica.

—Solo te faltó decir "Un cura católico pedófilo de esos" —bromeó Jazmín y ella sí que se rió.

—Puedo asegurarte que nadie que sirva en mi iglesia o yo mismo hemos caído en el pecado de la carne, especialmente con menores de edad —contestó Cassian sin perder la calma. Ya estaban cerca a las rejas de entrada, era hora de autorizar el ingreso de Riley y su madre.

—Hija, ¿qué hemos hablado de respetar las religiones ajenas? —le dijo la señora Maggie.

—Esto es tan... raro —dijo la chica contrariada—. ¿Me puedes explicar cómo es que eres católico y vampiro a la vez? No le encuentro sentido.— "Ni yo", pensó Max sin querer.

—Ya hablaremos de eso luego. Ahora necesito sangre para que entren.

—¿Ah? ¿En serio? —preguntó Riley mirando a Max—. Entiendo que sean vampiros, ¿pero todo tiene que ver con sangre aquí?

—Querida, este espacio está protegido con magia de los Relish. Barreras mágicas muy fuertes, acá nadie puede entrar. Estos hechizos protectores nos mantienen seguros, sobre todo ahora que estamos en guerra. Solo necesitaré una gota de la sangre de tu madre, la tuya ya la tengo. Con eso autorizaré la entrada de ambas y no morirán quemadas al intentar entrar.

—Ahhh... claro —dijo ella intentando procesar toda esa información. Hasta hace nada la chica vivía una vida normal, ahora estaba metida en líos con vampiros y demás seres sobrenaturales, sin contar que ella misma era un ser sobrenatural. No le gustaba que Riley tenga que pasar por eso, pero no le quedaba de otra que aceptarlo.

—Señora, ¿me permite? Le prometo que no va a dolerle mucho, apenas un pinchazo —le dijo Cassian a la madre de Riley. Había detenido el auto a la entrada y cogido una cuchilla.

—Está bien, solo quiero tener una venda cerca —contestó ella. Felizmente usó su control para mantenerla tranquila, la mujer debería de estar en una especie de ataque de histeria en ese momento—. Solo una pregunta, señor cura vampiro, ¿cómo es que ustedes andan tan frescos de día? ¿No que los vampiros solo salían de noche? —Cassian sonrió de lado, y ahora notó que hasta Riley ponía atención a la respuesta.

—Hay muchos mitos sobre nosotros, y no todos son ciertos. No somos criaturas de la noche, señora. Somos criaturas de sangre.— No podía haberlo dicho mejor. Eso es lo que eran.

Cassian le hizo un pequeño corte a la señora Hudson, luego bajó del auto llevando la navaja ensangrentada y la botella de sangre que le sacaron a Riley en el bosque. Afuera esperaban también Ettiene y Antonette. Su hermano había llevado también un poco de sangre de Kyle, pues tenían que autorizar su entrada esa vez, ya luego se la quitarían. O lo matarían, quien sabe. Max era otro que no tenía intención de respetar esa promesa de Cassian de no matar a Kyle.

Ettiene le entregó la sangre de Kyle a Cassian, este llevó las tres muestras hacia el sello de la entrada. Una roca que estaba al lado de la reja con los símbolos del hechizo tallados. Max sabía cómo funcionaba, Cassian tenían que verter las muestras de sangre entre los símbolos hasta que todo se torne rojo, luego tendría que echar un poco de su propia sangre para sellar la autorización. Ojalá funcione, ya que Riley por ser parte Dagger estaba vetada de la escuela. Cassian hizo lo de siempre, la sangre fluyó entre los símbolos, él echó la suya. Poco después hizo una seña indicando que ya todo estaba hecho. Rápido y fácil, eso parecía. No lo era. Sin el ingrediente principal, la sangre fresca de Cassian vertida por él mismo, aquello nunca funcionaría.

Nadie dijo ni una palabra mientras entraban al estacionamiento del palacio arzobispal. Alguna vez en la historia Cassian llegó a ser arzobispo, pero tuvo que dejar el título. Aún así todos seguían llamando a la enorme casa así, el palacio arzobispal. Un lugar con amplias habitaciones, salones, bibliotecas, y más. Una mansión prácticamente. Cuánto odiaba ese lugar.

Riley y su madre no decían nada, pero para todos ya era hora de separarse. Jazmín se despidió solo de Riley, luego fue caminando hacia la escuela. Ya luego se las vería con su hermano y líder de aquelarre. Al verlos llegar, varios vampiros Edevane aparecieron. Ettiene les hizo una seña y ellos llevaron el cuerpo inconsciente de Kyle para el interrogatorio. O tortura. Eso ultimo en realidad, se lo estaban llevando hacia el sótano de la iglesia, ahí donde Cassian solía torturar gente de vez en cuando. Y cuando entraron al palacio, dos vampiresas aparecieron. Una era la hermana Janice y la otra Sabrina, ambas tenían más de quinientos años y acompañaban a Cassian a todos lados. Como era obvio, estaban al servicio de la familia.

—Queridas, lamento tanto la demora —les dijo Cassian al verlas—. Sé que prometí que revisaríamos juntos el nuevo programa teatral de la escuela, pero he tenido una emergencia familiar, como pueden ver.

—No tiene que excusarse con nosotras, señor —contestó Sabrina muy tranquila. Ella vestía de forma casual, apoyaba como maestra en la escuela dirigiendo a los vampiros jóvenes del clan.

—Entendemos que tiene deberes, no se preocupe —le dijo la hermana Janice. Ella si vestía como monja, era otra vampiresa que terminó arrastrada a la religión por Cassian.

—Les agradezco su presencia aquí, tenemos dos invitadas muy especiales ahora. Ellas son Riley y Margaret Hudson, van a pasar una temporada con nosotros. Sé que hay dos habitaciones libres en el segundo piso, ¿qué tal sin las acompañan? Sería muy bueno que encuentren ropa cómoda para ellas, no tienen nada. ¡Ah! Y también que les preparen una buena comida humana, deben estar hambrientas.

—Pues si...—dijo Riley despacio y llevándose una mano al estómago—. Ni siquiera había pensado en eso.

—Por supuesto, síganme —les dijo Sabrina a las dos mujeres Hudson—. Las llevaré a sus nuevas habitaciones.

—Yo me encargaré de la ropa y la comida —dijo la hermana Janice antes de desaparecer. Literal, con la rapidez de una vampiresa, se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

—Vayan a descansar —les pidió Cassian a Riley y su madre—. Luego hablaremos con calma de todo lo que ha pasado. En cuanto a ti —dijo mirando a Antonette—, vamos a hablar antes de que te vayas a drogar.

—Ash, lo dices como si fuera lo peor del mundo. Solo quiero relajarme un poco —contestó ella fastidiada.

—Vamos a hablar, ya te dije y no quiero reclamos. Sigues tú —le dijo a Max. Él solo asintió despacio. Hablar, si claro. Antes de que tuviera que darle explicaciones, ya se habría ido de ese lugar.

Cada quien tomó su rumbo, Riley fue detrás de Sabrina al segundo piso, Antonette siguió a Cassian hacia su despacho, Ettiene se había ido (probablemente a adelantarse con la tortura a Kyle), y él se quedó quieto un momento. Esperó apenas unos minutos y luego subió rápido hacia la habitación que suponía le dieron a Riley. Se acabó el teatro de la buena familia, era momento de sacarla de ese circo. Ni siquiera tocó la puerta, simplemente la abrió. Riley estaba de espaldas a él cuando entró y al verlo soltó un grito de sorpresa. Sí que había entrado rápido.

—¡Oye, toca la puerta! —reclamó ella recuperándose del susto—. No puedes hacer eso, los últimos días han sido así de violentos y tengo los nervios de punta.

—Está bien, tienes razón. Lo siento, solo estuve apurado y se me pasó.

—Pues no sé qué pasa ahora, Max. Pero en serio mamá y yo necesitamos dormir un poco. Estamos muy cansadas y de verdad no quiero hablar más del tema. Vamos a descansar y...

—Nada de eso, Ri —interrumpió—. Nos vamos.

—¿Nos vamos? ¿Vienen a atacarnos? ¿Corremos peligro? —dijo alarmada, pensando que se venía un posible ataque—. ¡Ay no! ¿Vienen por mí? ¡Por favor, Max, dime algo!

—No es eso, tenemos que irnos.

—¿Pero por qué?

—No hay tiempo para explicaciones, nos vamos ya.

—¿Todos?

—No.— Empezaba a desesperarlo con tantas preguntas, ¿no entendía Riley que solo quería ponerla a salvo?

—¿Entonces quiénes? ¿Tú y yo?

—Si, y tu madre también.

—¿A dónde vamos?

—¡A donde sea! Solo apresúrate, no podemos demorarnos.

—Max, me estás asustando. ¿Qué pasa? ¿No puedes explicarme?

—Ahora no, querida, ahora tenemos que irnos. Confía en mí, ¿sí? —se acercó a ella intentando serenarse. No iba a lograr nada si se ponía en ese plan. Llevó una mano a su mentón suavemente y le dio un beso en la frente—. Desde que empezó esta locura has confiado en mí y ahora estamos bien, ¿verdad?

—Si Max, lo sé. Pero estoy confundida, por favor solo quiero entender qué pasa. ¿Por qué tenemos que irnos así?

—Cassian no tuvo una buena idea, este puede ser nuestro hogar, pero es peligroso estar aquí. Solo quiero mantenerte a salvo —Riley pareció dudar un momento, pero al parecer logró convencerla.

—Está bien... si no queda de otra entonces nos vamos, espera un momento —empezó a caminar hacia la puerta, ¿pasaba algo?

—¿A dónde vas?

—Pues a despedirme de Jazmín y Cassian. Ellos me ayudaron, ¿no?

—¿Qué? No Riley, nos vamos sin despedidas. ¿Qué parte de "es peligroso" no entendiste bien?— Rayos, esa consideración que la chica mostraba por su hermano ya le causaba problemas. ¿Cómo podía hacerle entender las cosas?

—Eso no tiene nada que ver, Max. Él los salvó a ti y a Antonette, hasta me ayudó a mí. ¿No le vas a agradecer que no me haya dejado por el bosque sin importarle mi vida? Él pudo simplemente escuchar lo que le dije y largarse, pero hizo todo lo contrario. No sé tú, pero yo si estoy muy agradecida con él. Permiso, iré a buscarlo.— Y dicho eso salió por el pasillo y empezó su caminata en búsqueda de Cassian. A lo lejos escuchó a Riley preguntarle a alguien, quizá algún vampiro siervo de su clan, donde estaba Cassian y este le indicó el camino.

—No señorita, esto no se lo voy a permitir —murmuró para sí antes de salir a toda velocidad hasta donde estaba ella y cerrarle el paso. Cuando apareció de la nada frente a ella y con rostro serio Riley ahogó un grito de sorpresa y dio un paso atrás—. Ri, confía en mí. Nos tenemos que ir sin decirle nada a Cassian.

—Sería genial que me dijeras por qué. Max, mira en qué situación estoy metida. Me he enterado de tantas cosas que ya no sé ni que pensar, ni sé por qué rayos estoy aquí. Irnos nada más no me parece bueno, ¿por qué dices que este lugar es inseguro? Si lo fuera tu hermano jamás nos hubiera traído aquí.

—Es inseguro para ti. Por eso nos vamos y punto, ya me cansé de discutir contigo, Riley. Nos vamos.— No podía seguir con ese juego. La tomó del brazo, pero ella se zafó, no quiso sujetarla con fuerza.

—¿Qué tienes, Max? ¿Estás loco o qué? ¿Por qué te comportas de esta manera? ¡No vas a forzarme a hacer nada! —le gritó molesta—. Y ya no estoy muerta del pánico, ahora quiero entender que está pasando y yo misma voy a decidir qué voy a hacer de ahora en adelante.

— Vamos —la volvió a coger del brazo y nuevamente ella se zafó, ¿qué le pasaba? ¿Tanto miedo tenía de lastimarla que no podía hacer un poco de fuerza?

—Solo dime lo que pasa —insistió ella.

—Bien, ¿quieres saberlo? Pues te vas a enterar. Esta mierda de la hermandad no es lo que parece y Cassian no es una santa paloma que apareció de la nada para salvarte la vida. Tiene un plan, aún no sé qué es, pero no pienso quedarme a descubrirlo. ¿O acaso crees que dejaría viva a la única persona cuya sangre puede destruirlo?

—Max, creo que estás exagerando. ¿Por qué haría algo así? ¡Es tu hermano!

—¡No conoces a mi maldita familia! No conoces a Cassian, no sabes de lo que puede ser capaz para obtener lo que quiere.

—No sé qué te pasa —dijo ella fastidiada—. Estás cansado, es eso, estás paranoico. Max, tenemos que descansar, ya mañana pensaremos mejor las cosas, ¿sí?

—Eres tú la que no entiende nada, Riley. Tienes que venir conmigo ahora —intentó tomarla del brazo nuevamente, pero ella se apartó.

—¡No! —lo desesperaba. Bien, entonces tendría que ser por las malas.

—¡Dije ahora!

—¡No! ¿Quién te has creído que eres, eh? ¡No vas a obligarme a hacer lo que a ti te da la gana!— Estaba molesta en serio, se notaba. Esa no era la molestia fingida que usaba en la escuela de Denver cuando la fastidiaba por alguna tontería. Era de verdad, y era la primera vez que discutían en serio.

—Escucha, solo quiero salvarte de esta familia, ¿si? Voy a explicarte todo, pero ven conmigo. Ven ahora —insistió. Hizo un enorme esfuerzo por controlarse, Riley lo tenía al borde de un ataque de histeria.

—Si quieres que vaya contigo me explicas todo, no voy a ir a ningún lado solo porque sí.

—Te lo explicaré cuando estemos lejos de aquí. Vamos, muévete.

—¡Deja de hablar como si te perteneciera y pudieras decidir por mí! —gritó molesta otra vez—. Max, sé que nos han pasado cosas en estos días, pero eso no quiere decir que...—ella se lo aguantó en ese momento. Pero él ya sabía lo que casi suelta—. No me hagas decírtelo.

—Vamos, dilo si puedes —le retó él molesto.

—No somos nada —respondió ella en igual tono. Eso Max lo sabía. La ayudó porque quiso, esos últimos días habían estado llenos de sucesos increíbles que los unieron, sus vidas estuvieron en riesgo. Pero no eran nada. Ni un solo beso tenía de sus labios, no eran pareja, quizá ni amigos. No eran nada. Max lo sabía, pero escucharlo en ese momento le dolió. No debería dolerle así, pero pasó. Lo peor fue que, eso lejos de calmarlo y hacerlo entrar en razón, lo enojó más. La tomó fuerte del brazo y esta vez no se le escapó.

—¡Vienes conmigo!

—¡Suéltame! —gritó ella mientras se sacudía—. ¡Cassian! —gritó con todas sus fuerzas, eso quizá se escuchó en todo el palacio arzobispal. Ya era demasiado tarde, pero no por eso se iba a dar por vencido—. ¡Me estás lastimando, ya suéltame!— Y lo hizo. No quería lastimarla, se estaba excediendo. La soltó apenas un poco y Riley aprovechó eso para zafarse y salir corriendo escaleras abajo, huía de él. Max entrecerró los ojos, quiso llevársela de ahí y solo logró que le tema. ¿Es que era idiota o qué? Nada le salía bien.

—¿Qué pasa, Riley?— Esa era la voz de Cassian. Mierda lo había encontrado

—Max, se volvió loco... él...—se movió con rapidez, fue directo hacia ellos. ¿Desconfiaba de su hermano? Claro que sí.

—Basta Riley, esto es entre tú y yo. No metas a mi hermano en esto. Y tú deja de entrometerte en lo que no te importa —le dijo molesto a Cassian.

—¿Qué sucede? ¿Por qué llegó corriendo a mi clamando ayuda? Riley, ¿estás bien? —preguntó Cassian con... ¿Preocupación? Por favor, ¿estaba enloqueciendo o qué les pasaba a todos? Riley de pronto confiando más en Cassian que en él, y Cassian preocupado por ella como si fuera de su familia. ¿Qué era eso? ¿Algún tipo de vinculación? Ella era descendiente directa de Cassian, además tenía la sangre especial, ¿eso tenía algo que ver? ¿O acaso él estaba fingiendo? Solo lo sabría haciéndole frente.

—Basta de esto, Cassian. Ella no se va a quedar aquí mientras piensas en cómo darle una utilidad a su sangre antes de matarla. Te conozco y sé lo que planeas —dijo él y se paró delante de Riley. Ella miraba a los dos alternativamente, ahora si se veía temerosa.

—¿En serio crees que voy a hacerle eso? —preguntó Cassian sin perder la calma.

—No lo creo, estoy seguro.— Hubo un momento de silencio incómodo. Entonces Cassian desvió la mirada y suspiró.

—Me conoces bien, Max. Eso es lo que quisiera hacer.— Lo sabía. Maldita sea, ¿ahora acaso tendría que huir de su propio hermano con ella? ¿Elegir entre la familia y ella?

—¿Qué? —dijo Riley sorprendida. Si, quizá en el poco tiempo que conocía a Cassian lo había puesto en un pedestal, pero ahora solo podía sentir miedo por él. Riley se aproximó más a él, Max la tomó de la mano. En caso Cassian quisiera acercarse saldría con ella lo más rápido que se pueda.

—Sabes que es lo más lógico. Su sangre puede acabarnos y yo no dejaría que nada ni nadie nos destruya. Es peligrosa para nosotros. Pero ahora tengo que guardar el arma en casa y cuidarla de los pistoleros —dijo con amargura. Había algo extraño en todo esto—. No es nada personal Riley, me caes bien. Ettiene ha tenido razón desde el inicio, lo correcto sería verte muerta.

—¿Y entonces por qué demonios no lo haces? —preguntó él molesto. ¿A qué rayos estaba jugando Cassian?

—¡Porque no puedo! —exclamó molesto—. No puedo avanzar, no puedo atacarla, no puedo hacerle daño. Es mi hija, lo sé. Lo siento.— Eso le sorprendió, era algo que no se esperaba.

—¿Tu hija? Hazme el favor. No puedes matarla personalmente, pero puedes enviar a que alguien más lo haga por ti. No me voy a quedar a esperar eso. Nos vamos, Riley —avanzó unos pasos con ella de la mano. Notó que Riley miraba fijamente a Cassian con una mezcla de miedo, y decepción. Cassian se quedó quieto, mientras ella lo miraba.

—¿En serio quieres matarme? —Riley se detuvo, se soltó y se acercó a él. Rayos, no. Eso podía ser muy peligroso—. Me cuidaste, me protegiste de Ettiene, me trataste bien, ¿querías matarme cuando hacías todo eso?

—Lo pensé en algún momento —admitió con sinceridad—, sabía que era lo mejor. Pero no pude, ni podré.

—¿Por qué? —insistía Riley. Max no quería dejar que se acerque más, pero en serio su hermano lucía muy extraño. ¿Qué era ese vínculo con Riley? ¿Por qué ella ahora tenía la necesidad de estar cerca de él y le importaba tanto? Ya no sentía tanto miedo por su bienestar, ahora sentía celos. Muchos celos. Por la forma en que se miraban como si se debieran explicaciones, por sus reacciones, por sus miradas, por todo. Eso no podía estar pasando.

—No lo sé. Puede parecer una locura, puede que nos separen muchas generaciones, y eso no me importa. Tienes mi sangre y la de Cassandra. Eres mi hija —repitió eso otra vez. Quizá era ese vínculo que decía Cassian. Un vínculo de padre e hija, una especie de vínculo mágico y ancestral que los Dagger se encargaron de imprimir en la sangre de Riley. ¿Era posible?—. Max, prefiero que se quede acá bajo nuestra vigilancia. Yo no le haré nada, no me interesa que lo mejor para todos sea que muera. La protegeré, y nadie va a tocarla jamás, lo juro —dijo muy en serio. Conocía a su hermano, sabía cuando hacía juramentos que cumplía pese a quien le pese. Y este era uno de ellos.

—Entonces crees que somos como padre e hija, es eso —le dijo Riley algo confundida.

—No encuentro otra explicación al vínculo que tú y yo tenemos. Creo que es bastante obvio que esto no es normal. Esta mañana éramos dos extraños y ahora actuamos como si dependiéramos del otro —contestó Cassian—. Si la vida me trae de nuevo a la hija que perdí, a la que nunca me dejaron conocer, entonces lo agradezco y te recibo con los brazos abiertos —Riley lo miró en silencio mientras hablaba, luego de unos segundos ella asintió despacio.

—Esto es tan confuso...—dijo después de soltar un suspiro—. Me duele a la cabeza.

—Ve a descansar, Riley. Y tú cálmate, Max. No le voy a hacer nada a esta chica, ya te dije que voy a protegerla. Es sangre de mi sangre. Mi hija. Tu sobrina.

—¿Ah? —dijo él sin entender. ¿A qué quería llegar con eso?

—Sabes bien lo que quiero decir.— No le contestó, solo apartó la mirada. Si para Cassian, Riley era su hija, entonces él sería su tío. Y no iba a aceptar un incestuoso en la familia.

—Yo... eh... creo que voy arriba. Necesito un baño y necesito dormir —dijo Riley. Se notaba cansada, había sido un día muy largo después de todo.

—Ve, ya hablaremos luego —le dijo Cassian. Max no tuvo el valor de decirle nada, habían discutido horrible hace un rato y ahora acababan de declararla parte de su familia. Su sobrina.

Max la vio subir las escaleras, luego miró de lado a Cassian quien también observaba a Riley. ¿Padre e hija? ¿En serio? ¿Esa mirada era la de un padre protector? ¿O de algo más? En el recuerdo que vieron, Elizabeth Dagger dijo que la descendiente tendría la sangre, el alma y el destino de Cassandra. Lo pensó y no quiso admitirlo, porque tuvo miedo de esa idea. ¿Y si Riley no era la hija de Cassian? ¿Y si era la misma Cassandra reencarnada?




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