More than this | Fan-fic de L...

By judiLimon

663K 25K 3.5K

"Nuestros ojos chocaron por sexta vez en la noche y me estremecí. ¿Qué había en ellos? ¿Estaba viendo deseo e... More

More than this
I. Miradas
II. Nunca había hecho esto
III. Cuenta hasta diez
IV. Sabes perfectamente la respuesta
V. Me gustaría mucho que fuera contigo
VI. Calma, preciosa
VII. Dime si quieres que me quede
VIII. ¿Eso es humillante?
IX. Desnúdate
X. Creo que somos muy parecidos
XI. No voy a llevarte a ninguna parte
XII. Esto es muy intenso
XIII. Nunca
XIV. ¿Por qué eres así?
XV. Lo prometo
XVI. ¿Y si se quedaba conmigo?
XVII. Poniéndome a prueba
XVIII. Puedes hacer lo que quieras conmigo
AVISO
XX. Mía
XXI. Algo que he querido hacer para ti
XXII. El cuartel general
XXIII. Mucho, pequeña
XXIV. Hasta que me besó
XXV. ¿Qué me estaba pasando?
XXVI. Miedo
XXVII. Confía en mí (1/3 maratón)
XXVIII. No lo permitas (2/3 maratón)
XXIX. Gracias por cuidarme (3/3 maratón)
XXX. Especial
XXXI. Necesitaba sentirla mía
XXXII. A su lado
XXXIII. Querida
XXXIV. ¿Lo has hecho por mí?
XXXV. No quiero que nos vayamos ninguno
XXXVI. A cada paso que daba sin él
XXXVII. El muro, la fuerza y la valentía
XXXVIII. Tuyo
XXXIXL. Sólo sexo
XL. Ganamos los dos
XLI. Historia de amor
XLII. Blanco o negro
XLIII. No puedo
XLIII. Negro
XLIV. ¿Por qué no podía dejarme sola?
XLV. Haz conmigo lo que quieras
XLVI. Paraíso
XLVII. La decisión
XLVIII. Y siempre lo voy a ser | FINAL |

XIX. No eres tan duro como aparentas

11.1K 423 61
By judiLimon

Jueves 20 de marzo de 2014

Alice

Esperé impaciente una respuesta que, tal y como entendí con el paso de los segundos, no iba a llegar. Se limitó a mirarme sin perder ni un ápice de la atención que me había mostrado hasta esos momentos, pero manteniendo su semblante serio. Me hubiera gustado algún signo de emoción por su parte pero también comprendí con rapidez que no vería tal cosa. Sabía controlar lo que pensaba y lo que sentía o dejaba de sentir. En ese sentido, incluso lo admiraba.

– Tengo que irme –dijo, al fin, rehusando así contestar como ya había adivinado que iba a hacer–. Es muy tarde –se excusó, observando que mi expresión se había arrugado.

Me tumbé a su lado, derrotada y algo desanimada porque en un minuto, a raíz de una simple pregunta, había vuelto a colocar uno por uno todos los ladrillos que conformaban ese muro que cada vez deseaba más traspasar. Todo lo que me hacía sentir sólo iba a acarrearme problemas pero ni quería ni podía ponerle freno.

Suspiré y casi deseé que fuera él quien estableciera el punto y final para dejar de implicarme en esa no-relación que iba a significar una pérdida de cordura por mi parte. ¿No era capaz de darse cuenta de cómo empezaba a sentirme? Dada su gran capacidad de observación estaba segura de que sí. Claro que lo sabía. Y eso, en cierto modo, me daba esperanzas: si era consciente de ello y no hacía nada por evitarlo, evidentemente significaba algo.

Hizo que su cuerpo diera un cuarto de vuelta, apoyó en la almohada su codo izquierdo y dejó caer la cabeza en éste. Huí de su mirada aun sabiendo que él estaba buscando la mía.

– ¿Cuándo quieres que te llame? –Preguntó, enredando los dedos de su mano derecha en el cabello que me caía más próximo al rostro.

– Me da igual –contesté, apesadumbrada.

– ¿Te da igual que te llame? –Su voz denotó sorpresa y desilusión en cantidades semejantes.

Me alegré de eso último.

– Me da igual cuándo lo hagas.

Podría hacerlo a cualquier hora del día.

–Es decir, que si no lo hago hasta dentro de tres meses te parecerá bien –comentó, con tono burlón–. ¿Eso se ajusta a tu respuesta?

Rodé en el colchón hasta darle la espalda y escuché una risa detrás de mí. ¿Cuándo iba a aprender que había ciertos momentos en los que no era apropiado bromear? ¿No estaba viendo la expresión de mi rostro? Justificado o no, me había llenado de mal humor. Quería más de él, necesitaba más de él, y no tenerlo no traía nada bueno.

Posó sus suaves labios en mi hombro de una manera tan inesperada que hizo que se me erizara la piel en un segundo. Trazó un sendero de besos por todo mi brazo izquierdo y ascendió de nuevo por él, hasta acabar en el comienzo de mi cuello.

– ¿Por qué no me contestas? –Cuestionó.

–Tú tampoco contestas a mis preguntas –contraataqué.

– Eso no es verdad, contesto mucho más de lo que debería –inició un nuevo camino de besos sobre mi brazo y sonreí ligeramente. En realidad, llevaba razón, había contestado a muchas de ellas–. ¿Te llamo mañana? –Preguntó.

Guiada por un fuerte impulso, me di la vuelta y lo miré extrañada.

– ¿Tan pronto?

– Lo justo para que tengas ganas de volver a verme –me guiñó un ojo y le ofrecí una sonrisa.

– ¿Y qué pasa con tus ganas de volver a verme? También tienes que fabricarlas, sino la pasión se esfuma –seguí su juego y de su garganta salió una preciosa risa.

– Por eso no te preocupes, cuando salga por esa puerta ya tendré ganas de verte de nuevo.

Abrí la boca tanto como fui capaz y me sonrió de nuevo. Se levantó sin decir nada más y observé desde esa posición cómo empezaba a vestirse. Me había dejado muda. Otra vez. Era imposible que no se diera cuenta del efecto que causaba en mí ese tipo de comentarios.

La esperanza acudió hasta lo más profundo de mi ser de nuevo y me dediqué a deleitarme con su figura. A esas alturas ya no tenía duda alguna de que era el hombre más guapo que había visto nunca.

Se ajustó su camisa y tomó el abrigo entre sus manos; acto seguido, avanzó hasta mí. Me moví unos centímetros hasta el extremo de la cama al que él estaba próximo para darle un fácil acceso a mí. Apoyó la mano que tenía libre junto a mi cabeza y se inclinó hacia mí para besar mis labios. Me supo a gloria.

– Descansa, preciosa.

Sonreímos al mismo tiempo y se perdió por la puerta. Mi sonrisa, en cambio, no desapareció.

Viernes 21 de marzo de 2014

Alice

– Alguien trasnochó ayer...

La voz ronca de Benedict me reactivó y di un bote en el mostrador, abandonando así la postura que denotaba un cansancio inmenso y que había tomado casi desde primera hora de la mañana: reclinada sobre la superficie de cristal, con el brazo apoyado en ésta y la cabeza descansando en la palma de mi mano. Incluso me había tomado el lujo de cerrar los ojos de vez en cuando. Estaba agotada. ¿Cuánto había dormido? ¿Cuatro horas? Maldito Louis.

– ¿Quieres que vaya a por un café? –De nuevo esa voz grave, siendo tan amable y tan agradable como a mí me gustaba que fuera–. ¿Una aspirina para el dolor de cabeza? ¿Saliste de fiesta?

Reí ante su arsenal de preguntas y salí del mostrador hasta que me situé cerca de él.

– Acompañé a una prima y a sus amigos a una fiesta, sí –mentí, pero sólo un poco–. Digamos que la noche se alargó más de la cuenta.

"Se alargó más de la cuenta y de la mejor de las maneras", añadí, mentalmente. Me sonrojé al recordar lo que había pasado entre Louis y yo la noche anterior.

– ¿Y qué opina tu novio de que seas una fiestera?

Alcé mi mirada de nuevo y sus ojos azules me sometieron a una intensa inspección hasta que recabaron en mis labios. Yo también observé los suyos, de forma inevitable. ¿Estábamos más cerca el uno del otro o era una sensación mía?

– No... no tengo... novio.

Hablé a trompicones, intimidada por la intensidad de su mirada. Después de que esa frase saliera de mi boca sí noté con claridad cómo avanzaba hasta mí, con una sonrisa inscrita en sus labios. ¿Desde cuándo me había propuesto rodearme de chicos tan atractivos?

Volvió a posar su mirada en mis labios durante unos instantes y después movió la cabeza de un lado a otro, como si quisiera olvidarse de lo que fuera que estaba pensando. Sonrió de nuevo y elevó su mano hasta que rozó mi rostro.

– Iré a por un café para la chica soltera más guapa de todo Londres.

Tomó un mechón de pelo que caía por mi frente y lo apartó hasta colocarlo detrás de mi oreja, sujetándolo tras ésta. Sonreí como pude y volteó su cuerpo, iniciando el camino hasta la salida de la librería. No respiré tranquila hasta que no se hubo marchado. ¿Ya ni en el trabajo podía olvidarme de la parte de mi vida que incluía lo sentimental y lo sexual?

No podía negarme a mí misma lo mucho que Benedict me atraía. Era un hombre, todo un hombre, un hombre atento, amable, agradable, cariñoso, simpático y divertido. Y podría seguir, porque era un hombre que cualquier mujer desearía para sí. Mi caso no era muy diferente. Realmente me gustaba.

"Un hombre casado", me reprendí a mí misma, "casado con la hija de tu jefe", añadí. ¿Cuántas veces había tenido esa conversación con mi yo interior?

Me di un leve golpe en la sien, instándome a mí misma a olvidarme de todo lo que estaba pensando, y extraje el móvil del bolsillo delantero de mi pantalón vaquero. Necesitaba hablar de ese filtreo con alguien. Chloe me parecía la persona más adecuada partiendo de la base de que, en realidad, nadie me lo parecía. Estaba metiéndome en líos.

Chloe.

Rechacé ir a la universidad y, nada más levantarme, me dirigí a casa de Niall. Una tímida lluvia caía sobre el asfalto de Londres así que el paraguas fue mi mejor compañero en ese trayecto. Decliné usar el coche sabiendo que no me vendría mal caminar un rato al son de la música que siempre me había reconfortado. Risk it all, de The Vamps, entonaba sus últimas notas cuando pulsé el botón del telefonillo correspondiente al piso de Niall. Su voz sonó adormecida y comprendí que quizá le hubiera despertado.

Aun así, me abrió la puerta de su casa sin protestar ni refunfuñar, sin un mal gesto. Lo agradecí, pues lo último que necesitaba ver en él después de la noche que había pasado era una expresión de desagrado al verme.

Besó mi mejilla y me dio paso con un par de palabras pronunciadas a un volumen realmente bajo. Esperé a que cerrara la puerta y cogí su mano cuando quedó cerca de mí; quería dejar claro, desde un primer momento, a qué había ido allí. Quería estar con él, quería que estuviéramos así, juntos, unidos. Y estaba dispuesta a cambiar todo lo que le hiciera daño.

– ¿Cómo estás? –Pregunté.

– Algo dormido, perdona – se restregó los ojos con el dorso de la mano que no estaba fundida con la mía y bostezó–. Me he despertado hace diez minutos.

– Si he sido yo quien te ha despertado puedes decírmelo y regañarme a gusto.

Rió.

– No, no has sido tú. Y aunque lo hubieras sido, nunca es una mala noticia que seas tú quien me despiertes.

Sonreí. ¿Había olvidado el enfado del día anterior?

– ¿Aunque sea a través de un llamada?

– Aunque sea a través de una llamada.

Nos sentamos en el sofá y dirigí mi mirada de sus ojos hasta nuestros dedos entrelazados. De verdad quería eso siempre. Durante los últimos meses no había sido justa conmigo misma, ni tampoco con él, y lo único que había hecho había sido complicar una relación que, en un principio, era perfecta. Una relación con la persona más perfecta que nunca encontraría para mí.

Me había atemorizado a mí misma creyendo que estar con Niall Horan implicaba algún tipo de responsabilidad extra y por fin me había dado cuenta de lo muy equivocada que estaba. Estaba con Niall, mi Niall, y debía ser yo misma, sin preocuparme de lo que los demás pudieran pensar o esperar de mí.

–¿Chloe? –Levanté la mirada y me encontré con sus aletargados ojos azules–. ¿Qué te pasa?

–Que te quiero –dije, sin necesidad de dar explicaciones del por qué decía eso–. Que te quiero, Niall. Y siento muchísimo todo lo que ha pasado –sonrió y apoyó su frente en la mía, infundiéndome el ánimo que necesitaba para continuar–. Te prometo que voy a hacer todo lo posible para volver a ser la chica que conociste y para volver a hacerte feliz.

– Siempre me has hecho feliz–aseguró.

– Ahora no te estoy haciendo feliz.

– Sólo quiero que confíes en mí. Y también en ti misma –omitió mi afirmación anterior y di por hecho que era real: no le estaba haciendo feliz–. Por favor, sólo te pido eso. Siempre nos ha ido muy bien y no quiero que eso cambie ahora. No quiero imaginarme sin ti. No hay otra persona con la que desee estar.

Curvé los labios todo lo que fui capaz y me levanté casi de un salto. Estaba de más seguir hablando, lo que tenía que hacer a partir de entonces era precisamente eso: hacerle feliz. Le indiqué con un gesto que él también debía incorporarse y lo hizo al instante. Caminamos en silencio hasta su habitación y lo empujé contra la cama una vez que estuvimos dentro. Una sonrisa juguetona se inscribió en su rostro y sonreí yo también, satisfecha.

Alice

Louis me empotró contra la pared en cuanto dejé que pasara a mi apartamento y abrí los ojos exageradamente ante su arrebato de pasión. Introdujo su lengua en mi boca y apoyé las manos en su nuca, haciéndole saber con ese gesto que permitía aquello. En realidad, algo me decía que hubiera seguido accediera a ello o no.

Deslizó sus manos hasta que acabaron en mi trasero y me impulsó hacia arriba, haciendo que mi espalda chocara con más fuerza contra la pared. Acabé aprisiona entre ésta y él, lo que tampoco era una novedad. Mis piernas se elevaron del suelo y las enrosqué en sus caderas; nuestros sexos chocaron por ese contacto directo y aprecié el bulto que ya sobresalía de su pantalón.

Me cogió por la parte inferior de los muslos, sujetándome con fuerza, y nos alejó a ambos de la pared. Caminó hasta el sofá y me hizo caer sobre él para, acto seguido, colocarse encima de mí. Retomó los ardientes besos y gemí en su boca. Fue entonces cuando, finalmente, separó nuestros rostros, concediéndome unos segundos de tranquilidad y de aire para respirar.

–A veces, lo que me haces puede considerarse violación –dije, fatigada.

Rió.

– Ya te dije ayer que tendría muchas ganas de verte.

Lo estaba demostrando. En cinco minutos se había deshecho de toda nuestra ropa, en diez minutos estaba haciéndome suya y en apenas veinte más explotó dentro de mí, provocando también un estallido por mi parte.

Como me tenía acostumbrada, escondió su cabeza en un recoveco de mi cuello mientras trataba de recuperar el ritmo de respiración habitual. Acaricié su pelo, me sentí en el cielo y sonreí por eso que ya se había convertido en rutina pero que no dejaba de resultarme increíble.

Giré mi cabeza en busca de algo de aire y la fijé en la televisión. En todo ese tiempo había estado encendida pero, obviamente, mi atención hacia ella había sido nula, por lo que me llevé una sorpresa cuando supe qué estaban televisando.

– Love actually –comenté.

Era una de mis películas favoritas. Louis levantó la cabeza y, mientras mi mirada se posaba en su rostro, muy próximo al mío, la suya se dirigía a la pantalla. Sus ojos guardaban un brillo especial; el azul que los dominaba era ese día aún más hermoso.

– A mí también me gusta –confesó.

Enarqué una ceja.

–No me lo creo.

Me miró de nuevo con una mueca.

–¿Por qué?

Se despegó de mí con cuidado y, como siempre hacía, se esforzó por no dejar un solo rastro de nuestro encuentro sexual. Tras ello, elevó mis piernas y se sentó en el sofá, cerca de mí. Mis extremidades inferiores quedaron encima de él y las acarició suavemente. No se vistió, ni tampoco le vi con intención de ello. Y eso me gustaba, significaba que tenía pensado quedarse un rato más a mi lado.

Me levanté yo también y, aunque me senté junto a él, no retiré mis piernas de su regazo. Seguía acariciándolas. Apoyé mi cabeza en su hombro, sin haber contestado todavía, e hizo un movimiento con éste indicándome que, efectivamente, estaba esperando una respuesta.

–No te pega –me limité a decir. No tardé en darme cuenta de mi error: si tenía en cuenta cómo creía que era Louis realmente, claro que le pegaba una película así–. Bueno, sí –rectifiqué–. En realidad, sí. Sí te pega si eres como creo que eres. ¿Me pasas esa manta?

– ¿Y cómo crees que soy?

Ignoró mi petición y me abracé a mí misma.

– Sólo fachada.

– ¿Qué?

– ¿Me pasas la manta, por favor? –Insistí.

Inclinó su cabeza hacia mí, hasta que nuestros rostros chocaron.

– ¿Ya quieres taparte? Me gusta verte, no quiero que te tapes.

–No, tonto. Tengo frío.

–Anda, ven aquí, quejica.

Pasó un brazo por detrás de mi espalda y me acurrucó junto a él. Con el otro, terminó de arroparme por delante. Trasladé mi cabeza a su torso y acabé medio tumbada sobre él. Sonreí al instante. Sus abrazos, quizá por lo escasos que eran, me hacían sentir muy bien.

–¿A qué te refieres con que soy sólo fachada?

–Si me tapas con la manta te lo digo –respondí, juguetona.

Y, en realidad, no muy convencida de lo que estaba a punto de hacer. Había hablado más de la cuenta: no estaba segura de si decirle a Louis lo que realmente pensaba de él sería bueno o malo. No tenía ni idea de cómo iba a tomarse mis teorías sobre su personalidad. ¿Cómo decirle que sabía que tenía un lado tierno que trataba de ocultar en todo momento? ¿Cómo decirle que su faceta autoritaria no servía para esconder toda la dulzura que había en él? ¿Y si le ahuyentaba al confesar aquello?

Después de todo lo que había conseguido, después de haber tirado ya unos cuantos ladrillos del muro, lo último que quería era que volviera a alejarse de mí.

Entre resoplidos, provocados por la poca paciencia que tenía, acabó arropándome con la manta; también lo hizo con sus brazos.

– Venga, dímelo –persistió.

–No eres tan duro como aparentas –las palabras salieron de mi boca sin haber pensado antes si eso era exactamente lo que quería hacer. Ya no había marcha atrás, así que continué–. No eres frío como el hielo aunque pretendas mostrarte así. Mira cómo me tienes abrazada.

Hice referencia al delicado abrazo en el que me tenía sumida y sonreí cuando entendí que no parecía querer modificar su postura pese a lo que había dicho.

– ¿Quieres que deje de hacerlo? ¿Quieres que deje de abrazarte?

Su pregunta, cargada de inseguridad, me pilló desprevenida.

– ¡No! –Reaccioné rápido, quizá con demasiada emoción–. Está bien así.

"Está muy bien así", repetí, en mi cabeza.

Clavé mis ojos en la televisión, desde donde parecía saludarme Martin Freeman, y comencé a trazar círculos imaginarios en la parte baja de su torso, donde descansaba mi mano izquierda. Su piel se erizaba cuando mi roce se hacía más lento y las sonrisas que eso me arrancaba empezaron a asustarme. Me sentía demasiado bien a su lado y eso era preocupante.

Era preocupante, además, porque ya existían en mí unas esperanzas que por momentos se me antojaban absurdas y por momentos demasiado reales. En esa ocasión, lo segundo dominaba. Ni siquiera se había molestado en negar lo que yo había afirmado: ni era tan duro ni era como el hielo.

– Deja de pensar en mí –dijo, de pronto. Alcé la cabeza con los ojos muy abiertos por ese comentario y lo miré sobresaltaba. Eso sólo provocó una risa por su parte–. ¿He acertado? ¿Estabas pensando en mí?

– No –contesté, rápido.

–Qué mentirosa. ¿En quién vas a pensar sino?

–No eres el único chico en mi vida –le saqué la lengua y la sonrisa se borró de su cara al instante.

– ¿Has conocido a otro? –Preguntó, con seriedad.

Mis latidos se dispararon y la boca se me secó por la tensión que repentinamente nos había invadido. Pensé en Benedict. Sí, podría decirse que había conocido a otro.

Después me concentré en la reacción de Louis. No retiró su mirada de la mía. Y era severa, como si guardase algún reproche. ¿Le molestaba que hubiera conocido a otro? ¿De verdad?

_______________

¡Contadme qué os parece!

Capítulo dedicado a PauliHoranStyle :)

Twitter: @LookAfterYou28


Continue Reading

You'll Also Like

2.4M 246K 133
Dónde Jisung tiene personalidad y alma de niño, y Minho solo es un estudiante malhumorado. ❝ ━𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰 𝘩𝘺𝘶𝘯𝘨, ¿𝘭𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘪𝘴 𝘰𝘳𝘦𝘫...
250K 10.8K 69
Esta es la historia de ____ (tn) y Harry Styles, Ella una simple chica que junto a El descubrirá el verdadero sentido de la vida. Esta novela no es m...
3.7K 378 10
VP|| un hilo rojo y seis vidas pasadas └>Terminada. └>Idea totalmente mía, no se permiten copias ni adaptaciones. └>Inicio y fin: 21/09/20 └>créditos...
73.7K 8.6K 27
Jimin, es un joven omega que no espera de los alfas nada más que traición. Vendido a la prostitución siendo aún un niño, Jimin sobrevive manteniendo...