Cuando las flores hablen por...

By AngieBrightside

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Cualquiera dudaría la existencia de una enfermedad provocada por amar sin ser correspondido, y mucho más si e... More

Sinopsis + Nota de autor
Capítulo #1: No todo lo rojizo es sangre
Capítulo #2: Situación incómoda
Capítulo #3: El peor descubrimiento
Capítulo #4: Con tres días de demora
Capítulo #5: Secreto
Capítulo #6: Espectador
Capítulo #7: ¿Cómo decirle?
Capítulo #8: Había que admitirlo
Capítulo #9: Pesares generales de tercer año
Capítulo #10: Decisiones importantes
Capítulo #11: Un cumpleañero no debe estar solo
Capítulo #12: El arte casi perfeccionado de amar en secreto
Capítulo #13: Transición
Capítulo #14: No confíes en las primeras impresiones
Capítulo #15: Respuestas para después
Capítulo #16: Estar para todo momento
Capítulo #17: Un capullo debe florecer
Capítulo #18: Toda la verdad o nada
Capítulo #19: Sugawara Koushi, un tramposo por perder
Capítulo #20: Esperanza fundamentada
Capítulo #21: Nada como una buena comunicación
Capítulo #22: Los indiscretos
Capítulo #23: Deséame éxito, no suerte
Capítulo #24: No es una cita si es casualidad
Capítulo #25: Sin marcha atrás
Capítulo #26: ¡Mi cuerpo está listo!
Capítulo #27: El confidente inesperado
Capítulo #28: Cambio de ambiente
Capítulo #29: Sin restricciones
Capítulo #30: El truco del consejo indirecto
Capítulo #31: Alianzas silenciosas
Capítulo #32: Pensamientos y pensamientos
Capítulo #33: Imparable
Capítulo #34: Gustar vs. Amar
Capítulo #35: Deseos pendientes
Capítulo #36: Todo tiene un inicio
Capítulo #38: Por favor, espérame
Capítulo #39: La única opción es ganar
Capítulo #40: El futuro es una fotografía borrosa
Capítulo #41: Si es rojo, puede ser sangre
Capítulo #42: Adelantos dados por lentitudes
Capítulo #43: La última flor
Capítulo #44: Cuando las flores no tengan más que decir
Hanahaki & Hanakotoba

Capítulo #37: Lo que resta por saber

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By AngieBrightside

Cualquier día que empezase sin la capacidad real de levantarse de la cama estaba destinado a ser un pésimo día. Daichi abrió los ojos con la sensación de que recién los había cerrado hacía veinte minutos, como mucho, cuando sí había descansado sus seis horas mínimas. Pudo confirmar la pesadez de su cuerpo al levantar un brazo para apagar el despertador. Gruñó contra la almohada. Estaba agotadísimo. Dormir le había drenado la energía en lugar de recargarla, aparentemente.

Ni la fuerza ni la voluntad quisieron llegar a su cuerpo que apenas se deshizo de las sábanas. Solo observaba a la nada con ojos que luchaban por mantenerse abiertos. Se dio cuenta media hora después, quizás, cuando su madre lo sacudió del hombro, preocupada porque a esa hora ya debía estar desayunando. Rezongó. Sus músculos eran plastilina endurecida: podían moldearse a sus órdenes, pero el esfuerzo era superior al habitual.

—Hijo, ¿te sientes bien? —preguntó con el volumen más bajo audible para él.

—No mucho —admitió. Era imposible mentirle con que se había quedado dormido.

—¿Puedes respirar?

Tan abatido estaba que no había considerado esa opción. Giró hasta quedar boca arriba y tomó aire con lentitud. Frenó en cuanto sintió incomodidad, soltándolo todo.

—Duele si respiro profundo, pero sí puedo.

Su madre le dedicó una de esas miradas que detestaba. Caídas hasta los hombros, por toda la postura. De esas que transformaban la voz en algodón remojado en agua oxigenada para desinfectar la herida.

—No puedes ir a practicar así.

—Eso lo sé.

—Ni a clases. Te llevaré al médico.

—¿Qué? —salió sin ganas y con ojos entrecerrados.

—No me pongas esa cara, Daichi. —Y por alguna razón, su madre empleó su tono autoritativo. Cerró los ojos. Por lo menos le dolía el pecho y no la cabeza—. Comerás algo mejor de desayuno e iremos en cuanto puedas caminar.

—Pero si no he tosido en días...

—¡Pero algo debe andar muy mal para que estés así! —Se sentó a la orilla de la cama y colocó una mano sobre su frente—. No has tosido raíces ni flores marchitas, ¿verdad?

—Nada de eso, mamá.

—Esperemos que sea algo que se solucione con vitaminas. —Le acarició el cabello antes de retirar la mano—. Creo que es mejor que duermas un poco más.

—Antes de eso, ¿me pasas mi bolso? Por favor.

—¿Para? —Se levantó a buscarlo, de todos modos.

—Tengo las llaves del gimnasio. Llamaré a Suga para que venga por ellas.

—Oh, no te preocupes por eso. —Dejó el bolso a su lado. Daichi abrió el bolsillo donde guardaba las llaves—. Yo me encargaré de eso.

—No, se preocupará de más si no le explico yo. —Tomó su celular tan rápido como pudo de la mesita de noche y comenzó a marcar el número de Suga.

—Al menos déjame las llaves a mí para que no tengas que despertar cuando llegue.

—Bueno. —Accedió por ya estar esperando ser atendido. Su madre salió de la habitación con el pequeño llavero en manos.

—¿Daichi? —Al cuarto tono, escuchó su voz por la bocina—. ¿Qué sucede? Estaba por cepillarme los dientes.

—No podré ir hoy. —Trató de sonar lo más sano posible. Algo de somnolencia escapó, sin embargo.

—¿Estás bien? —Solo con oírlo podía imaginar el fruncimiento de su entrecejo y el brillo consternado en sus ojos.

—No tengo fuerza ahora mismo. Sigo en cama. —Hubo una inhalación ruidosa del otro lado.

—¡Estás mal! ¿Has tosido? ¿Irás al médico? —lo interrogó sin pausa.

—No he tosido y no me siento como si fuera a hacerlo. Iré al médico cuando recupere algo de fuerza.

—¿Crees que esto sea el inicio de...? —Frenó, incapaz de terminar. En su imaginación, su mirada estaba perdida y su boca hacía una mueca dolorida.

—No. —Le ahorró molestias, malestares—. No hasta que tosa plantas enteras y flores marchitas.

—¿Y si...?

—Y antes de que pienses en todas las malas opciones —interrumpió—, la razón por la que te llamaba era para avisarte esto y que vengas por las llaves.

—¡Cierto! Pasaré por allá en unos quince minutos, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Luego de colgar, Daichi dejó el celular donde estaba y volvió a arroparse. No planeaba dormirse hasta después de que su amigo pasase por la casa; tenía intenciones de saludar y demostrarle que no estaba tan mal como pudo creer por su voz. Sacaría fuerzas por él. No quería que durase todo el día preocupado, quería que esperase con más calma el diagnóstico que le darían en unas horas.

Pensaba en eso cuando, sin percatarse, le cerró los ojos al techo. Al abrirlos, enfocó la preciosa vista enmarcada por cabello gris y decorada con un punto a la izquierda.

—¿Uh? —soltó, automático, mientras parpadeaba para asegurarse de que su presencia no era alguna clase de espejismo—. ¿Suga?

—¿Cómo te duermes profundamente en tan pocos minutos? —Sonó a una queja—. ¿Cómo te sientes? Sé sincero, Daichi.

Suspiró.

—Es una debilidad como la que me da luego de toser demasiado, pero peor y con los pulmones llenos.

—Así que estás mal —concluyó. Daichi se quedó en silencio por unos segundos antes de suspirar de nuevo.

—Sí. —«¿No querías tranquilizarlo? Qué brillante eres»—. Seguro se me adelantaron los síntomas por la cantidad que debo tener adentro ahora.

—Puede ser. —Aceptó la opción sin tanto convencimiento.

—Vamos. No me siento fatal, es imposible que sea la última fase.

—¿Qué le digo al equipo? —Desvió la conversación. Notó cuánto le incomodaba hablar del final, como si la mera idea de empeorar a ese nivel lo llenase de remordimiento. Tal vez era su imaginación ilusa la que veía eso en sus gestos.

—Tuve una emergencia médica. Pedí discreción.

—¿No crees que ya es hora de que se enteren todos? Tu situación ya es muy grave como para ocultarla.

—Me he estado preparando desde hace unos días —admitió—. Ya no puedo posponer esto. No creo durar más de un mes, así que pronto se enterarán, sea por mí, porque me curé de la nada o porque me hospitalizaron. Prefiero que lo sepan antes de que algo me suceda, para bien o para mal.

—Sí, eso sería lo mejor —concordó.

—Solo que no sé si eso afectaría a la moral del equipo.

—Que vean que su capitán está débil sin razón aparente es peor. Crea incertidumbre en los muchachos, Daichi.

—Tienes razón. Si me siento bien en la tarde, iré a dar el anuncio.

—Puede esperar a mañana, no te fuerces. —Le dio un ligero apretón en el brazo.

—Mi mamá no se separará de mí hoy mientras me vea mal. Créeme que no podría forzarme aun queriendo. —Suga soltó una risilla ante eso, contagiándosela.

—Debería irme ya. —Aflojó la presión que ejercía contra su hombro, mas no apartó su mano. «Debería, pero preferiría quedarme contigo aquí hasta que mejores», la mente de Daichi le hizo oír lo que deseó que fuese la versión completa de sus palabras—. Cuídate y avísame en cuanto sepas qué tienes.

—Seguro. No te veas tan preocupado, creerán que me estoy muriendo.

—¡Podrías estarlo! —Cambió la palma por un puño que hundió su hombro en el colchón ligeramente.

—Pero no —insistió con una mirada algo entrecerrada como énfasis—. No te adelantes a los hechos.

—Bueno, ya. —Por fin cortó el contacto—. De verdad me tengo que ir. Sigue durmiendo.

—Que te vaya bien.

—Que te mejores. —Le dedicó una pequeña sonrisa antes de cerrar la puerta e irse.

Esa vez, Daichi durmió tan relajado que pudo soñar con que le regalaba girasoles a Suga para decirle que era su sol.

Su cuarto despertar ese día fue el mejor en cuanto a estado físico se refería —en cuanto a imagen, nada superaría al tercero—. La pesadez y la debilidad seguían ahí, mas no lo suficientemente fuertes como para actuar como una gravedad mucho más potente que lo adhería a su cama. Se dio una ducha rápida luego de un montón de advertencias de su madre, preocupaba por que se resbalara o se desplomara ahí adentro. Luego de cambiarse, desayunar y cepillarse los dientes, fueron en auto al consultorio.

Estaba muy confiado de que todo se debía a alguna baja en sus niveles de cualquier elemento en su sistema, por lo que no estaba ni la mitad de nervioso que su mamá. Por suerte, no se llevó ninguna mala sorpresa. Sus expectativas acertaron hasta en la peor de las noticias.

—Me temo que le quedan tres semanas, con suerte, para llegar a la última fase. —Cerrar los ojos fue inevitable—. ¿No ha habido avances?

—Está muy cerca, lo sé.

—¿Qué significa la última flor que tosió?

—«Primeras emociones de amor».

—¿No suena a que se enamoró ya? —Arqueó una ceja.

—Ese día me sentí como cuando me di cuenta de que me había enamorado. ¿No sería demasiada coincidencia?

—No descarte opciones, Sawamura-kun, mucho menos ahora.

¿Cómo iba a descartar una opción que no se le había ocurrido? ¿Cómo no se le había ocurrido? Tal vez se convenció tanto de que era una emoción propia que su cabeza eliminó la posibilidad de que fuera ajena automáticamente.

—Dijo que presentó lentitud en el crecimiento de las flores en las últimas semanas, ¿cierto?

—Sí, aunque están volviendo a acelerar.

—Con un montón de flores más que antes, ¿verdad?

—Ya salen porque no hay espacio para más.

—Por eso es que están acelerando. —El doctor extrajo una placa de tórax de su sobre—. Y por la cuestión del espacio que podemos notar aquí es que estimo el tiempo que le queda. —Señaló varias formas que supuso que eran las flores. ¿Cómo entendían las radiografías?—. Vea hasta dónde se han acumulado. En su estado actual, debe estar tosiendo cuando las flores alcanzan los bronquios. En el momento que se extiendan hasta la tráquea, comienza la cuenta regresiva.

Si algo recordaba de las clases de anatomía, era que esas dos partes de su aparato respiratorio no estaban tan alejadas. Tragó saliva, tenso.

—¿Y cuándo se vuelve irreversible?

—Daichi. —Su madre volteó a verlo con temor en toda su postura.

—Solo quiero saber.

—No le recomiendo que se arriesgue así —advirtió primero—. De hecho, solo llegar al marchitamiento es bastante peligroso porque podría asfixiarse si no es tratado con rapidez. La enfermedad es irreversible cuando las flores están a pocos centímetros de la laringe. Los pétalos salen con solo exhalar con fuerza. Insisto, lo mejor es operarse apenas empiece la última fase.

—No pienso llegar a esos extremos. Sé que me corresponderá antes. —La seguridad de sus palabras tambaleaba en su rostro.

—Eso esperemos. —Guardó la placa—. De todos modos, prepárese emocionalmente para cualquier caso.

—Y... —Respiró profundo. No obtener la respuesta deseada lo haría toser toda variedad de flores para las penas—... ¿podré jugar? Las eliminatorias son en una semana.

—¿En una semana? —Una punzada suave en su pecho. ¿Sería la primera flor del susto brotando?—. Espero que no sea de los que se mueven mucho por la cancha.

—¿Eso qué quiere decir? —Otra aguja penetraba por el esternón.

—Le conviene toser uno o dos días antes del partido para que sus pulmones estén tan despejados como puedan estarlo. Si tose ese día, no juegue. Procure no tener accidentes ni sobreexplotarse.

—Haré todo lo posible para evitarlo.

El doctor le escribió un récipe con lo que debía tomar para estabilizar sus niveles y le mandó reposo por ese día. Adiós al plan de revelación en la tarde.

«Tenía razón. Las flores me quitaron energía, estaré bien mañana».

Sabía que estaba en clases a esa hora, por lo que tendría que esperar una hora —como mínimo— para escuchar el timbre de respuesta. La sorpresa que se llevó al ver la notificación de un nuevo mensaje solo dos minutos después, mientras revisaba su galería para distraerse, no fue para menos.

«¡Qué alivio que estarás bien!

¿Alguna otra noticia?».

«¡¿No se supone que estás en clase ahora?!».

«¡Estoy "en el baño"!».

«¡Vuelve al salón ya!».

«A eso voy. Necesitaba leer el mensaje, sabía que tenía que ser tuyo. Ahora estoy más tranquilo.

¿Podrás venir en la tarde?».

«Estoy de reposo por hoy».

«Oh, bueno.

Tsukishima no está siendo muy lindo con esto.

Para que también le des su golpe cuando vengas».

«¿Qué dijo?

Espera...

¿"También"?».

Solo recibió un guiño como respuesta antes de que volviera a clases, según lo que infirió al ver que se había desconectado.

Si tenía que ser muy sincero, Daichi se aburría como nunca cuando debía reposar. No era tan aficionado a las redes sociales como para sumergirse por horas en ellas, no se sentía tan bien de la cabeza como para leer o jugar algún videojuego, ni siquiera podía ser responsable y estudiar un poco. Estaba al día con el par de series que seguía, no era fan de ver dos veces algún episodio reciente —de hacía menos de un año— y tampoco le agradaba la idea de poner una película solo. Su única opción, además de dormir, era escuchar música sin audífonos. Dejó que YouTube hiciera de las suyas por su cuenta, mala decisión. Se fastidió en media hora de sus malas recomendaciones, cerrando la página.

«Al menos puedo comer», pensaba al abrir el envoltorio de una barra energética.

Ser como un oso que hiberna no le gustaba en lo más mínimo, pero era lo más productivo que podía hacer. Le haría bien a su cuerpo descansar. Se levantaba para comer y otras necesidades que no debían posponerse. Alrededor de la hora a la que acababa la práctica de la tarde, su estado físico era más soportable y menos incapacitante. Permaneció la incomodidad en el tórax al inhalar profundo, algo no muy requerido si solo iba a vaguear por su casa.

«Tendrás visita». Su celular le mostró un mensaje de Suga justo cuando pensaba preguntarle qué tal le había ido.

«¿Vendrás?», sonrió, mas no dejó que su emoción se notase en el texto.

«Asahi». Y su ilusión se resquebrajó. «Iría, pero quedé exhausto. Liderar sin ti es cansado y más faltando tan poco».

«Lo siento.

¿Y eso que viene el barbón?».

«Asahi también puede preocuparse, Daichi».

«Sabes que bromeo».

«Ya debe estar por llegar, te avisé cuando nos despedimos en el sitio donde nos separamos siempre».

Y como si le hubiese puesto un localizador al castaño, en solo unos diez segundos escuchó el timbre de la casa.

—Daichi, ¿Koushi-kun iba a venir de nuevo? —Su madre se asomó por el marco de la puerta de su habitación.

—No es él, es Asahi. —Se sentó en medio de la cama—. Déjalo pasar.

—Menos mal que ya te ves mejor —dijo antes de ir a abrirle.

Luego de un saludo donde observó cómo los hombros de la estrella se destensaron, este tomó asiento a su lado y conversaron lo esperado: cómo había sido el día de cada uno, qué tan mal pudo estar como para faltar. Su madre les ofreció mandarinas que aceptaron con gusto. Alrededor de la cuarta semilla apartada de Daichi, más seriedad los envolvió.

—Creo que no te he dicho que ya sé que le gusto a Suga.

—¿Desde cuándo? —Lo vio con ojos redondos.

—Eso no importa. Tú lo sabías, ¿verdad? —En vez de contestar, Asahi se llevó un pedazo de fruta a la boca—. No me voy a molestar por mantener el secreto, sé que es probable que te lo haya pedido. Creo que ahora tiene sentido que me hayas recomendado tanto avanzar y avanzar, estabas seguro de que surtiría efecto.

—Sí. —Escupió la semilla en su mano—. Es complicado ser el confidente de ambos, ¿sabes? Me dejan poco espacio por donde moverme.

—Supongo que es un área gris muy subjetiva. —El otro asintió con la cabeza—. Bueno, no te alarmes, pero te pediré que rompas la confidencialidad con Suga.

—¿Qué? —Sus cejas trataron de unirse hacia arriba.

—Si llega a decirte que está seguro de que me ama, dímelo. Puede que se dé cuenta de que me contaste, pero no se va a molestar si es recíproco; por eso quiero que esté muy seguro de sus sentimientos.

—Bueno, dudo que me cuente si no está seguro —comentó, revisando dónde estaba la semilla del siguiente pedazo.

—Sí, igual yo. —Una sonrisa débil venció a su expresión por defecto—. Así que no le vayas a preguntar, deja que te lo diga cuando quiera.

—De verdad espero que esto acabe bien y pronto.

Y yo. —Llevó un trozo sin semilla a su boca.

—Imaginar que en solo tres semanas podrían ya estar juntos me emociona... aunque mi condición como tercera rueda empeore.

—No es como si fuéramos a besarnos frente a ti todo el tiempo.

—No, pero presiento que les va a encantar incomodarme.

—Es que es tan sencillo. —Contuvo una risilla.

—¿Ves? Lo harán, ya lo sé. Lo peor es que no puedo desear que no lo hagan, porque eso sería igual a que no estén juntos y no, no podría soportar que pasen a ser nada.

Daichi dejó de mascar la mandarina. No le gustaba la habilidad inconsciente de Asahi de decir verdades pesimistas que solían acabar en silencios incómodos.

—Eh, ¿perdón? —dudó por la quietud.

—No, no. No puedo regañarte por eso. Prometo flirtear con Suga cuando estés cerca.

—¡Tampoco pedía que lo hicieras! No me molestaré por las circunstancias, pero algún día tendré mi venganza.

—Ja, claro. Atrévete. —Cruzó los brazos y sonrió por no burlarse de la rojez en sus pómulos. Si solo pensándolo se avergonzaba, no había esperanzas de que la amenaza fuese real.

Asahi solo lo miró de reojo con los párpados a medio cerrar y siguió comiendo su mandarina.

Su amigo se retiró justo cuando su padre regresó del trabajo. Tuvieron un saludo breve y un pequeño chiste del adulto antes de cerrar la puerta.

—En serio, ¿cómo ese chico es más grande que casi todos y le teme a casi todo? —comentó al aire antes de percatarse de cierto detalle—. ¡Daichi, no te ves tan mal como dijo mamá que estabas!

—En la mañana arrastraba los pies —resaltó, sentándose en el sofá. Aún no se sentía del todo bien, no se arriesgaría a recaer por estar mucho rato parado—. Estoy mucho mejor ahora.

—Bueno, ya que te encuentro aquí... —Se sentó a un lado de Daichi.

—¿Qué? —Tenía el presentimiento. No sabía exactamente de qué, solo estaba seguro de que vendría una charla seria.

—Ya sé cuáles fueron los resultados, así que no hablaremos de eso. Quiero hablar de qué ves dentro de tres semanas.

—Me veo curado —respondió sin especificaciones. Suga no era el único al que no le agradaba recordar que había malos finales.

—Por supuesto que vas a estar curado, pero, ¿de qué manera?

—Fuera del hospital.

—¿Seguro? —Su padre era experto en debilitar voluntades con solo el tono de su voz. Algo de su fuerza debió entrenarse bajo su crianza.

—Ya le gusto, papá. El ritmo al que crecen las flores ahora indica que se está enamorando de mí.

—Y si la última fase te llegase mañana, ¿qué harías?

—No empezará maña...

Si así fuera, ¿qué harías? —interrumpió con un mayor volumen. Daichi no hizo más que resoplar—. Hijo, eso es lo que me preocupa. Nos has convencido de que te operarás cuando eso suceda, pero no veo que estés convencido. No tienes ganas.

—¿Quién tendría ganas? —La emoción sonaba más que sus palabras—. Si fuera solo perder el amor, de acuerdo, podría con eso; pero no. La operación elimina todos los sentimientos que tengas hacia esa persona. Si ni siquiera vamos a ser amigos después, es muy duro.

—Ah. —Cada vez que veía a alguien respirar profundo, se preguntaba cuándo podría suspirar sin pinchazos—. En serio, ¿a quién defiendes tanto?

—¿Ya estás listo para asimilar que a otro chico le gusten los hombres también? —Alzó una ceja.

El tono, Daichi —desaprobó—. Pase lo que pase, voy a saber a quién amas dentro de poco. Prefiero enterarme ya, en un momento tranquilo, que en unas semanas en el hospital o cuando los vea de la mano; así me preparo con tiempo para despedirme de alguna amistad o para verlos como pareja.

—Creo que lo has sabido todo este tiempo, pero no has querido pensar así de él y por eso no querías confirmaciones. —Se atrevió a no desechar la ironía. Había desperfectos en la aceptación de su padre que no pasaba por alto.

—Sugawara. —Le fue inevitable sonreír cuando el silencio se rompió con su mención—. Me siento contrariado.

—¿Justo en tu favorito?

—Te estás excediendo —reclamó. Daichi levantó las manos a la altura de su cabeza; eso último ya no había sido con intenciones de molestar—. No es eso. Es que ahora entiendo lo de perderlo todo si te operas. Dolería que terminasen así.

¿Ves?

—Tu persistencia tiene sentido ahora. —Llevó una mano a su frente—. Me cuesta visualizarlos así, pero es mucho mejor a que no tengan nada de repente. También me alivia que sea él, de cierto modo.

—¿Y eso por qué?

—No quiero explicar eso.

—Ah. —Volteó al otro lado. «¿Es en serio? ¡Por supuesto que eso debía ser una preocupación!»—... Creo que tampoco quiero que me lo expliques.

—Gracias.

—Aunque podrías equivocarte —agregó, por ver qué cara ponía. Solo porque tenía más ganas de bromear que de corregirlo, aunque algo de eso hubo en la aclaratoria, la risa superó al enfado cuando su padre entreabrió la boca, dejó ver el iris entero de sus ojos y quedó en blanco por el resto de su expresión.

—No necesito esos datos —murmuró.

—Fuiste tú el que trajo el tema. —Se encogió de hombros.

—Ignórame en esos casos, ¿sí? —Echó el cuerpo hacia atrás hasta reclinarse del espaldar.

—Entonces, ¿estás bien con que sea Suga?

—Es el mejor de los chicos. Supongo.

Sonrió. Era mejor que un rechazo total. Probablemente, cuando los viera felices juntos, terminaría de aceptarlo.

Daichi regresó a su habitación después de la cena. La siguiente vez que se quedase dormido, sería hasta la mañana, por lo que se aseguró de tener todo listo para ir a la escuela. También pensó de qué manera daría las noticias al club y en qué momento sería conveniente hacerlo, cómo desviaría la atención de las típicas preguntas curiosas sobre el hanahaki frente a todos. Por suerte, la mayoría estaba al tanto, por lo que controlarlos debía de ser más sencillo. Era abrumador. Había guardado esperanzas de no tener que verse obligado a confesar su enfermedad porque se curaría antes; planear cómo lo haría agravaba la situación, le daba realismo al posible resultado indeseado y a su decadencia.

«Hey». El tono simple —predeterminado— de su celular lo sacó de su mente por unos segundos. Suga le había enviado una sola palabra que hizo saltar a un signo de interrogación imaginario de su cabeza. Bajo su nombre, aparecía «Escribiendo...», por lo que aguardó. «¿Te gustaría que estuviera a tu lado cuando les cuentes del hanahaki? Ya sabes, apoyo moral».

«Justo pensaba cómo se los contaría.

Y sí, creo que me hará mucha falta».

Suga contestó con una cara sonriente y un pulgar levantado. De repente, una onda expansiva de relajación inició su recorrido desde su pecho al resto de su cuerpo. El ruido de sus latidos alborotados fue la detonación; la calidez en sus mejillas, el humo en ascenso. Tenían razón cuando lo llamaban refrescante, porque era capaz de eliminar tensiones con solo aparecer —aunque fuera a través de textos—.

No mucho después de saber que tendría quien aligerase su carga de ser demasiada para él solo, Daichi pasó a soñar que le regalaba girasoles una vez más.

Cuando la alarma lo despertó, no pudo creer la tranquilidad con la que durmió sabiendo lo que haría justo antes de comenzar la práctica matutina. No había rastros del malestar del día anterior. De hecho, sentía que su cuerpo le pedía la actividad que no había tenido en las últimas horas. Sus ansias fueron tantas que estuvo listo para salir varios minutos antes que de costumbre. Le mandó un mensaje a Suga para que le avisara cuándo saldría él, de modo que se encontrasen donde siempre.

Una vez en Karasuno, apaciguó sus nervios con unos cuantos saques mientras los demás llegaban. Algunos celebraron su recuperación, otros preguntaron cómo seguía. Por cada compañero más en el gimnasio, la tensión regresaba más y más a sus hombros. Suga notó lo mucho que miraba la entrada, por lo que buscó distraerlo con pases para rematar.

En el momento que todos estaban presentes, Ukai les pidió que se reunieran. Daichi aprovechó esa oportunidad para pararse en el centro del semicírculo y avisarle lo que haría. El entrenador asintió con dos palmadas en su hombro, retrocedió hasta donde estaba Takeda y el vicecapitán tomó su lugar.

—Antes de entrenar hoy, les debo una explicación por lo de ayer... y por lo de prácticamente todo este año —añadió con una pequeña sonrisa avergonzada—. Espero que los de primero no tengan una impresión tan mala de mí como capitán por tantas ausencias. —Le echó un vistazo a Kageyama, quien apenas hizo una mueca por saber que, de cierto modo, eso iba con él. También vio a Tsukishima, pero él solo parecía algo más pendiente de lo normal—. Ya la mayoría lo sabe, algunos conocen más detalles que otros. —Respiró no tan hondo—. Me enfermé de hanahaki a inicios de este año escolar.

—Ah, así que lo que tiene el capitán es mal de amores. —Resaltó entre otros murmullos.

Tsukishima. —Suga y él se sincronizaron en la advertencia. En serio, iba a darle un coscorrón cuando estuviera a su alcance.

—Para quienes no sepan qué es, poniéndolo simple, me salen flores de los pulmones. A veces me cuesta respirar y a veces me chupan toda la energía, por eso todo lo que ha pasado conmigo en estos meses.

—¿Y en qué fase está? —preguntó Yamaguchi. Sus ojos estaban algo más pequeños por su ceño fruncido.

—En la segunda. Y aquí viene lo que no quería revelar, pero es necesario que lo sepan: solo tengo tres semanas más para curarme.

—¿Es... m... mor... mortal? —Al parecer, Kiyoko le había ocultado detalles a Yachi al contarle de la enfermedad y ella no había investigado más.

—Solo si no se trata. Tengo esperanzas de curarme naturalmente, pero, si no tengo suerte, tendrán que sacarme las flores. Eso sería una operación que me dejaría fuera de juego por más de dos meses. —Escuchó diversas reacciones entre preocupadas, asustadas y lastimeras—. Eso quiere decir que estos podrían ser mis últimos días en el club aunque ganemos.

—Daichi-san...

—Capitán... —lamentaron varios a la vez.

—Incluso es posible que no pueda jugar algún partido la semana que viene, por eso decidí avisarles ahora. Creo que saberlo desde hoy aminorará la conmoción. Si llegase a faltar, ya sabrán exactamente qué es lo que me sucede y no estarán tan preocupados. Podrán cubrir mejor cualquier hueco que mi condición abra. Igual, espero no ser una carga en esos días. Sé que llegarán lejos, sea conmigo o sin mí en la cancha junto a ustedes.

—Aunque preferiríamos que fuera contigo, capitán —soltó Suga a media voz.

Daichi volteó a verlo con una sonrisa suave por tres segundos. Las pocas veces que lo llamaba capitán hacían que sintiera algo más de orgullo por el título.

—¡Demos todo ahora para que Dai-san pueda jugar sin problemas en las Nacionales si se cura solo! —exclamó Tanaka. Le siguieron varios gritos aprobatorios.

—¡Ustedes, los de tercero, no se irán aún! —Para enfatizar, Nishinoya le dio una palmada fuerte en la espalda a Asahi, que estaba a su derecha. El golpe lo hizo trastabillar un paso hacia adelante.

—Hagamos que así sea. —Sonrió con un aplauso—. Eso era todo, ya podemos iniciar la práctica. —Giró hacia donde estaba el par de adultos—. Entrenador, gracias por darme estos minutos.

—Tardaste mucho decidiendo cuándo contarlo.

—Sí, lo sé. —Se rascó la nuca.

Suga y él se integraron al semicírculo a escuchar lo que Ukai tenía que decir. A solo siete días del primer partido, les informaba cómo serían los entrenamientos finales y cuáles eran los puntos más fundamentales por pulir. No fue su intención irrumpir el sermón con una tos tan fuerte que hizo volar pétalos blancos, rosados y amarillos de distintos tamaños delante de él.

—Ah, ahí está la prueba. —Con eso, Daichi recordó que el rubio debía no uno, sino dos coscorrones que le dio en ese instante con la mano que no cubría su boca.

—Disculpen —dijo antes de trotar fuera del gimnasio a toser.

La cantidad de flores lo obligó a buscar una papelera para no causar un desorden colorido. Le disgustaba la sensación de estar vomitando que eso le daba. Algo de saliva y lágrimas caían involuntariamente, para empeorarlo. Cuando por fin pudo recuperar la respiración, algo frío tocó su costado. Daichi se secó el rostro con la manga de su franela blanca antes de girar en esa dirección y encontrarse con que Suga le ofrecía una botella de agua.

—Gracias. —La tomó.

—¿Qué han sido esta vez? —Le echó un vistazo largo al interior de la papelera—. Uh, hubo hojas y todo. Parecen narcisos.

—Y las rosadas creo que son petunias.

—Vas a salir experto en flores de esto. —Ambos rieron por lo bajo.

—Ambas tienen muchos significados entre lo bueno y lo malo. Si tuviera que elegir el más adecuado a mí, el de la petunia sería «tu presencia me calma».

—Qué bonito. —Daichi esperó que el color en sus mejillas sonrientes no hubiese sido producto del sol ni de su imaginación—. ¿Y el del narciso?

—No puedo decidir. Quiero descartar a «amor no correspondido» por lo avanzada que está la enfermedad.

—Sí, descártalo. Ese no es. —Sonrió por tanta seguridad de su parte y por lo mucho que se le notaba el rechazo a esa opción.

—Estoy entre «sigue tan dulce como eres» y «el sol siempre está brillando cuando estoy contigo».

—El segundo derrite más.

—Entonces me quedaré con ese.

—¿Y qué tan cierto es ese significado para ti? —Vio cómo contuvo una risilla.

—Bueno... —Pensó si decirlo o no. Se encogió de hombros en su mente. Qué más daba, si ya eran sus últimas oportunidades de ser más o menos claro con sus sentimientos—. El sol brilla de solo estar con esa persona porque, para mí, es el sol.

La incredulidad elevó las cejas de Suga y causó temblores en su sonrisa. Al final, le dio un manotazo en el hombro.

—Es muy temprano para esas cursilerías, Daichi.

—Nunca es muy temprano para amar, pienso yo.

—Supongo que no puedo negar eso. —Se resignó luego de unos segundos—. Volvamos ya al gimnasio, aunque no creo que debas entrenar ahora.

—Sí, solo observaré. —Suspiró, decepcionado—. Será en la tarde.

Con casi ningún secreto más por revelar, Daichi se estableció una meta máxima de dos semanas para compartir el último bajo condiciones seguras.

Hay actualización de la galería, por si alguien quiere revisar n.n

La pequeña demora ha sido por escribir más DaiSuga (y algo de otros ships) 😂 Participé en el DaiSuga Day con un one-shot que está en ¡Uno más! y, si me da tiempo, subiré otro DaiSuga ahí para San Valentín ;D

Este ha sido el capítulo más largo hasta ahora, aunque creía que era más extenso de lo que fue al final (? Y así como le recomendaron a Daichi, vayan preparando sus feels.

¡Hasta el siguiente (o los comentarios)! ^o^/

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