Cuando las flores hablen por...

By AngieBrightside

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Cualquiera dudaría la existencia de una enfermedad provocada por amar sin ser correspondido, y mucho más si e... More

Sinopsis + Nota de autor
Capítulo #1: No todo lo rojizo es sangre
Capítulo #2: Situación incómoda
Capítulo #3: El peor descubrimiento
Capítulo #4: Con tres días de demora
Capítulo #5: Secreto
Capítulo #6: Espectador
Capítulo #7: ¿Cómo decirle?
Capítulo #8: Había que admitirlo
Capítulo #9: Pesares generales de tercer año
Capítulo #10: Decisiones importantes
Capítulo #11: Un cumpleañero no debe estar solo
Capítulo #12: El arte casi perfeccionado de amar en secreto
Capítulo #13: Transición
Capítulo #14: No confíes en las primeras impresiones
Capítulo #15: Respuestas para después
Capítulo #16: Estar para todo momento
Capítulo #17: Un capullo debe florecer
Capítulo #18: Toda la verdad o nada
Capítulo #19: Sugawara Koushi, un tramposo por perder
Capítulo #20: Esperanza fundamentada
Capítulo #21: Nada como una buena comunicación
Capítulo #22: Los indiscretos
Capítulo #23: Deséame éxito, no suerte
Capítulo #24: No es una cita si es casualidad
Capítulo #25: Sin marcha atrás
Capítulo #26: ¡Mi cuerpo está listo!
Capítulo #27: El confidente inesperado
Capítulo #28: Cambio de ambiente
Capítulo #29: Sin restricciones
Capítulo #30: El truco del consejo indirecto
Capítulo #31: Alianzas silenciosas
Capítulo #33: Imparable
Capítulo #34: Gustar vs. Amar
Capítulo #35: Deseos pendientes
Capítulo #36: Todo tiene un inicio
Capítulo #37: Lo que resta por saber
Capítulo #38: Por favor, espérame
Capítulo #39: La única opción es ganar
Capítulo #40: El futuro es una fotografía borrosa
Capítulo #41: Si es rojo, puede ser sangre
Capítulo #42: Adelantos dados por lentitudes
Capítulo #43: La última flor
Capítulo #44: Cuando las flores no tengan más que decir
Hanahaki & Hanakotoba

Capítulo #32: Pensamientos y pensamientos

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By AngieBrightside

Sin importar cuánto control pudiese tener de la expresión de sus sentimientos, Daichi no era inflexible. Claro, se guardaba esos momentos de cero restricciones para cuando estuviera solo e aislado, donde nadie lo importunara con su presencia ni intenciones de hablarle, o eso intentaba.

Con la intensidad de su amor, era inevitable que este decidiera apoderarse de sus ideas. Era una acción silenciosa e imposible de percibir con exactitud; quien lo viera, solo intuiría que pensaba en algo con mucha concentración. Ocurría cuando menos lo esperaba, nunca era planeado. Podía robarle de minutos a horas de descanso en las noches, impedirle tomar una siesta en la tarde. Despertar de un sueño que lo involucrara llegaba a desatar lo mismo. A veces eran cosas dulces; en otras, subían un tono o dos; no siempre debía alcanzar algún punto con lo imaginado.

Empezó en los entrenamientos. Daichi podía estar solo feliz de lo mucho que su equipo había crecido en pocos meses, pero acababa con una sonrisa enorme de imaginar cómo eso permitiría que Suga jugase parte de no uno, sino de tres o cuatro sets en las eliminatorias; después de todo, una de sus razones para mejorar el desempeño de Karasuno era para que él disfrutase más de su tiempo en la cancha a pesar de haber perdido su titularidad. Siempre terminaba de vuelta a la banca por su hábito de pensar de más luego de unos cuantos puntos de ambos lados, sin embargo, valía la pena su satisfacción por haber formado parte de algunas jugadas y su sonrisa al entrar.

Continuó en sus caminatas a casa. Conversaban la mayoría de las veces, era en las pocas que el silencio los acompañaba sin ser incómodo ni tenso que su cabeza fantaseaba con tomar la mano más blanca. No quería solo juntar las manos de modo que formasen una cruz si no las cerraban, quería juntarlas de modo que sus palmas se alinearan para que sus dedos se entrelazaran. También sería lindo cruzar los meñiques, algo mucho más delicado y que resultaba muy dulce para él al recordar cómo los elefantes se agarraban de la cola. Una buena parte de su camino no era tan transitada como para toparse con demasiadas personas, no era tan arriesgado que dos chicos mostrasen su afecto así por esas calles. En ocasiones, el balanceo natural de los brazos al andar causaba breves choques de sus manos que enviaban hormigueos por su brazo y encendían alarmas en su interior.

No paró durante sus reuniones de estudio. Siempre se sentaban uno frente al otro a los extremos de una pequeña mesa en sus habitaciones. Era muy sencillo observar a Suga desde tan cerca. Le gustaba ver cómo se fruncía su puchero con cada segundo más de concentración en un ejercicio más o menos complicado. Su cabeza retrocedía un poco al darse cuenta de algún detalle que no encajaba. Su lengua salía al obtener la respuesta y escribirla antes de olvidarla. Cada vez era más frecuente quedarse atrás por mirarlo y solo reanudar al recibir la pregunta de por qué no avanzaba. Con esa proximidad, ¿cómo no repararía en sus pestañas?, ¿cómo no se perdería en su lunar como si fuese un espiral muy apretado?, ¿cómo no desearía humedecer sus labios resecos con su propia lengua?, ¿cómo no querría apartar ese insistente mechón que se cruzaba en su cara, acomodarlo detrás de su oreja?

—Creo que tengo que cortarme el cabello —soltó una de esas veces a medio septiembre.

—¿Qué? No —salió automático, inconsciente.

—¿No? ¿Por qué no? —Suga cruzó los brazos. Lucía divertido, su tono se escuchó igual.

—Ah. —Daichi se enderezó en un segundo en cuanto se percató de sus palabras—. No, nada. Es que... ¿lo veo bien? —improvisó.

—La pregunta me convence de que no está bien.

—¡No! Está como siempre, Suga.

—¡Molesta más que de costumbre! Me pondría un gancho si tuviera uno justo ahora. A este ritmo, acabaré con el cabello de Asahi.

—¡No exageres! —Rio—. Ese estilo no te quedaría.

—¡Lo sé! Tampoco me lo dejaría como en primer año, solo serían las puntas, no creo que las extrañes —bromeó. Daichi agradeció por enésima vez su dificultad de enrojecer.

La corta discusión implantó una nueva imagen tierna en Daichi: Suga con un gancho reteniendo su flequillo.

Fue más difícil retener sus pensamientos pocos días luego. Cierto informe individual de Ciencias que resultó más complicado de lo que parecía trasnochó a Suga a un nivel bastante visible. Llegó con un importante retraso a la práctica matutina. Su respuesta era lenta. Sus ojos estaban cansados y parpadeaban más lento de lo normal. Le pidió que le hablara frases cortas en clases o que lo tocase con el borrador del lápiz para mantenerlo atento, despierto. Estaba preocupado.

—¿Cuánto dormiste hoy? —preguntó en el intermedio de la tercera y cuarta clase. Suga hacía ejercicios improvisados para sacudir el sueño.

—¿Unas tres horas? ¿Tres horas y media? No estoy seguro, no vi la hora.

—¡Suga! —Se levantó y posó ambas manos sobre sus hombros, deteniendo el movimiento. A solo la longitud de sus brazos de separación, pudo ver la oscuridad bajo sus ojos. Ese aspecto no combinaba con la sonrisa alegre habitual—. ¡¿Cómo pasó eso?!

—La maldita pregunta tres me estropeó el plan —murmuró con una mueca y ojos entrecerrados por la molestia, aunque podían confundirse con el cansancio—. ¡Era imposible de encontrar como la pedía! ¡No me avisaste eso!

—Creí que ya habías hecho ese informe, lo pautaron hace una semana. Es raro de ti dejar algo así para último minuto.

—A veces te confías. —Se encogió de hombros. Sonreía autocompasivo.

—No vuelvas a hacer eso.

—Sí, sí. No suenes como mi papá. ¿Tan mal me veo que te preocupas así?

—No, es solo que no te ves como siempre.

—¿Hm? ¿Y cómo es eso? —Inclinó la cabeza un poco a la izquierda.

—Como si fueras a animar a alguien con solo estar ahí.

Luego de la mirada bien abierta y silenciosa de Suga, comprendió lo que él mismo había dicho.

—¡Ah! —Se alejó apenas—. Quiero decir, siempre te ves ligero, como alguien a quien no cuesta hablarle; pero ahora se siente la pesadez de tu sueño a tu alrededor. ¿Me entiendes?

—Ah, eso. Supongo que es así.

—Lo siento si sonó raro. —Daichi sonrió apenado. ¿Qué le ocurría a su lengua en ese momento?

—Nah, estoy a punto de proponer algo aún más raro. —Batía una mano en el aire.

—¿Algo más raro? —Solo fue capaz de repetir; su cabeza se había vaciado en autopreservación.

—¡Abrázame hasta despertar! —Extendió los brazos hacia él por énfasis.

—¿Eh? —Toda señal de confusión y sorpresa fue visible en su rostro.

—¡Lo que dije!

—¡¿Cómo va a funcionar eso?! —Podía no mostrarse seguro de hacerlo, pero Daichi sentía cómo su corazón y nervios organizaban una fiesta interna anticipada.

—Me abrazas por la espalda e intentas levantarme. —Su reacción debió ser graciosa, porque Suga rio antes de continuar—. ¡Sí funciona! Mi papá solía hacer eso cuando era pequeño. El impacto de estar en el aire de la nada ayuda mucho.

—Por algo lo hacía cuando eras pequeño. Suga, eres casi de mi tamaño, no estarás en el aire.

—No, pero sentiré que me voy a caer y el susto debe servir igual.

—¿Ah? —Arqueó una ceja, desafiante—. ¿Dices que voy a dejarte caer? —Se acercó con los brazos listos para atraparlo.

—Solo sabré si no lo harás si me lo demuestras —canturreó con una sonrisa juguetona. Le dio la espalda, preparado para su truco.

Daichi no tardó en rodearlo por la cintura ni en levantarlo un par de centímetros del suelo. Escuchó una inhalación aguda de impresión de parte de Suga que lo hizo ahogar una risa.

—¡Ya, bájame! —Movía un poco los pies, tratando de encontrar el suelo.

—No caerás, cálmate. —A diferencia de las casi exclamaciones del mayor, las palabras de Daichi salieron tan tranquilas como la llovizna.

—¡No! ¡Ya desperté! —Sus manos buscaban golpearlo, pero tenían pésima puntería de espaldas.

—Déjame despertarte un poco más. —La posición no era del todo cómoda. Comenzaba a pesar, la agitación de Suga no colaboraba con él; sin embargo, era divertido y, de cierto modo, tenerlo apretado entre sus brazos se sentía como lo correcto. Para aumentar el reto, caminó cortos pasos.

—¡Daichi, ya! —chilló, aunque había rastros de entretenimiento escondidos en su desesperación.

—Solo un poco más para que...

—Daichi, Suga, ¿alguno...? —La puerta del salón se abrió con una pregunta incompleta. Daichi soltó a Suga de inmediato, él se encargó de distanciarse—. Ah, ¿era mejor entrar en otro momento?

—Ah, si solo es Asahi —bufó Daichi. «Aguafiestas».

—¡También estoy yo! —Detrás del más alto, apareció Nishinoya. «Par de aguafiestas»—. ¿Qué hacían?

—Despertar —contestó Suga sin mayor explicación—. ¿Y por qué vinieron ustedes?

—Nishinoya necesita un diccionario que se le quedó en casa. Yo no lo tengo, así que pensé buscarlos a ustedes. ¿Interrumpimos algo?

—No lo hagas sonar raro. —Daichi entrecerró los ojos. Vio a Suga dirigirse a su asiento a sacar un libro de su bolso—. Creo que ya despertó, así que no importa.

—Tienes suerte, Nishinoya. —Suga se acercó a entregarle el diccionario.

—¡Me has salvado el trasero, Suga-san! —Hizo una corta reverencia en agradecimiento—. ¿Y cómo despertaste? ¡Estuviste terrible en la práctica temprano!

—Ah. —Notó cómo se encorvó por un segundo con el recordatorio—. Bueno, es más fácil enseñarlo que decirlo, así que...

Sin aviso, los brazos de Suga lo acorralaron e hicieron fuerza para cargarlo como había hecho con él, sacándole una voz aguda que no sabía que tenía. El líbero rio al instante, Asahi dio dos pasos atrás, el armador gruñía de esfuerzo.

—¡Pesas más de lo que esperé!

—Em, chicos, ¿de qué trata esto? —Pregunta temblorosa del castaño.

—Te asustas cuando te agarran de repente o cuando te cargan y eso te espabila. Esa es la idea.

—¡Y Daichi-san sí que se asustó! —Nishinoya seguía carcajeando. De no haber sido por la presión por su estómago y la distracción por lo juntos que estaban sus cuerpos, le habría lanzado una mala mirada—. Suga-san, dudo que puedas con él, es...

Sus pies se separaron del piso, la risa se detuvo.

—¡¿Qué decías?! —presumió, olvidándose de que estaba cerca de su oído.

Wow. ¡Suga-san, eres fuerte!

—¡Claro que lo soy! ¡Y puedo más alto, mira!

—¡Suga, no...!

El tiempo fue insuficiente para advertirle que perdería el equilibrio si intentaba cargarlo más arriba. Hubo un gran contraste entre las reacciones ajenas al accidente: mientras uno gritó del susto, el otro reanudó su risa. Por su parte, ambos involucrados se quejaron luego de golpear el suelo.

—¡¿Están bien?! ¡Eso fue peligroso, pudieron golpearse con una mesa!

—Pero no lo hicimos, Asahi. —Daichi logró decir justo antes de toser tres veces.

—¡Olvidé por completo que la presión podía sacarte flores! —Suga exclamó al borde del espanto.

—Descuida, solo salieron hojas. —Le mostró lo que su mano atrapó.

—¿Hojas? ¿No había unas hojas peligrosas que solo salían al final?

—Sí, pero no son estas. Te preocupas demasiado. —A pesar del reclamo, Daichi le sonrió—. Supongo que las flores saldrán más tarde.

—Lo siento, hice que se adelantaran las hojas.

—¡Tranquilo! Pero... ¿qué decías sobre quién dejando caer a quién?

—Cállate. —Orden sin verdadera molestia acompañada de un manotazo muy real en el hombro.

Los diez minutos de receso acabaron poco después, por lo que cada quien se fue a su sitio. Por esa clase, Daichi fue quien solo estuvo presente en físico, pues su concentración se había ido al recuerdo fresco del contacto tan cercano de hacía unos minutos.

El efecto de los abrazos con levantamiento y la caída fue bastante duradero. Aunque aún era visible el trasnocho, Suga tenía la energía de alguien que había dormido sus horas requeridas. Tal vez fue esa eficacia la que lo hizo confiarse y ofrecerse a hacer la tarea de Matemática en casa de Daichi cuando ya no daba para mucho más.

La señora Sawamura saludó a su amigo con preocupación, preguntándole si de verdad no prefería ir a su casa a dormir; él le restó importancia porque aún le restaba vitalidad en ese instante. Entraron a la habitación de Daichi luego, acomodaron lo que necesitarían sobre la mesita de estudio y tomaron asiento en el suelo. Discutieron por un minuto qué método era el adecuado para el primer ejercicio, acordaron probar un camino cada uno para después comparar y decidir cuál era el más sencillo e iniciaron la resolución. Ambos modos eran largos y tediosos, por lo que Daichi se prohibió mirar a otro lugar aparte de su cuaderno o calculadora hasta llegar al resultado.

—Terminé el mío. ¿Cómo vas con el tuyo...? —Al levantar la mirada, se topó con Suga en posición de descanso sobre sus cosas—. Oh.

La ternura de la escena frente a sus ojos le sacó una sonrisa suave. Después de todo su esfuerzo por permanecer despierto, tenía merecido descansar en cuanto saliera de la escuela, no realizar la tarea que podía esperar unos días más.

Verlo dormir activó sus pensamientos. Los abrazos de ese día dejarían una huella profunda; no podía dejar de asociarlos con todo. ¿Qué tan cálido sería rodearlo por la espalda, así como lo hizo, solo que acostados de lado y sin el forcejeo? ¿Cuánto tardaría en quedarse dormido así? ¿Qué tan protegido se sentiría en sus brazos? ¿Sería posible compartir sueños?

De las veces que le tocó estar en el futón vecino al de Suga en los campamentos, sabía que su único mal hábito —si podía considerarse como tal— al dormir era no tener una posición fija para toda la noche. Podía acabar el día con Suga boca abajo y empezar el siguiente con él de costado. Era como si rotase hasta ser derrotado por el sueño. ¿Cómo sería dormir con alguien así? ¿Amanecería en sus brazos o libre de ellos? ¿Podría siquiera conciliar el sueño sin moverse? ¿Lograr que despertara en la misma pose en la que comenzó a dormir sería igual a domarlo?

Entonces vio el mechón que fastidiaba a Suga al escribir. Casi una semana después, seguía sin cortarse el cabello. Daichi estaba seguro de que le habría hecho cosquillas de haber estado algo más consciente. La urgencia por acariciar su cabello regresaba en forma de ganas de llevar ese mechón detrás de su oreja. Le estaría haciendo un favor. Solo sería apartarlo y ya, nada de peinarlo con los dedos ni de enredarlos por el resto de su flequillo. Nada sospechoso en eso. Sí, podía atreverse. Aguantó la respiración —sin darse cuenta—, levantó la mano lo suficiente y la acercó despacio a su cabeza reposada sobre sus brazos cruzados.

Dos toquecitos a la puerta bastaron para abortar la misión.

—Les traje chocolate caliente para los ánimos. —La atención de la señora Sawamura se enfocó en el chico durmiente casi al instante—. Sabía que no iba a resistir.

La impresión de casi ser descubierto con las manos en la masa —cabello— provocó la tos que faltó más temprano. Por supuesto, el ruido incontrolable de las tosiduras despertó a Suga, pero Daichi no percibía mucho más allá del dolor de garganta y el montón de pétalos que chocaban con la palma de su mano derecha al ser expulsados. Cuando el ataque cesó, su regazo estaba tapado por una capa de hojas y pétalos no muy grandes en morado, amarillo y negro. Las otras dos personas presentes en su habitación lo observaban en silencio, consternadas.

—Son pensamientos, por los colores. —Él mismo se encargó de deshacer la tensión. Se percató de que su madre había bajado ambas tazas con chocolate a su alcance. Tomó una y bebió un poco para aliviar la garganta—. «Piensa en mí como yo lo hago en ti».

—Son demasiadas —dijo Suga con voz inestable.

—Son cinco pétalos desiguales por flor, por eso parecen tantos. —Se mantuvo sereno.

—Daichi, hijo, son demasiadas —repitió su madre—. ¿Te sientes bien?

—Sí, no hay nada mal. —Estaban por contagiarle su preocupación—. Oh. Suga, mamá nos trajo chocolate. —Señaló la taza a su lado para que supiera que era suya.

—Gracias. —La tomó—. Pero no desvíes la atención a otra parte. ¿Estás seguro de que no sientes nada raro?

—Solo el mismo impacto de siempre por lo acertado del significado de la flor.

—¿Has estado pensando mucho en esa persona?

—Mucho —afirmó con la mirada fija en la de Suga—. Creo que la cantidad equivale a cuánto he estado pensando en la persona en estos días.

—Si lo pones así, suena más bonito. Sigue preocupándome, sin embargo.

—En todo caso, estoy en mi casa. Podrán cuidarme, ¿verdad?

—Daichi, no le restes importancia solo porque esté aquí —regañó su madre—. Koushi-kun, también me preocupas hoy. Hasta hace nada estabas dormido. ¿Crees terminar la tarea así?

—No —contestó con un tono muy bajo.

—Será mejor que recargues esa energía tan pronto como puedas. No te estoy echando, solo pienso que lo más saludable para ti sería regresar a casa a descansar. Mañana puedes volver. Además, vi que es de Matemática. Acabarás haciendo cálculos muy locos si sigues como estás.

—Tiene razón.

—Termina el chocolate y ve a dormir, ¿sí? Yo vigilaré que Daichi no esté haciéndose el fuerte.

—Mamá, en serio estoy bien —protestó.

—Repítelo en diez minutos.

Y así como decían que las madres tenían algo de psíquicas, en ese tiempo le tocó levantarse para despedir a Suga, que ya había bebido su taza de chocolate, y se mareó antes de siquiera dar un paso. Le pidió que reposara; él se encargaría de llevar ambas tazas al fregadero —tal vez hasta las lavaría, era muy capaz— y luego se iría, por lo que ahí se dieron las buenas noches. Se quedó con las ganas de acompañarlo hasta la puerta.

—¿Sigue sin preocuparte la cantidad de flores que tosiste? —preguntó su madre al traerle caramelos de menta. Solía esconderlos para que no se acabaran muy rápido.

—Esperaba que fueran muchas. —Pausó para meterse un caramelo en la boca y aislarlo en el interior del cachete—. Tenía mucho sin toser.

—¿Supones que es lo normal, que tosiste el acumulado de todos esos días?

—Exacto.

—¿Y cuántos días fueron?

—Desde Tokio.

—¡Casi pasan dos semanas! —exclamó. Se sentó a un lado de la cama de su hijo—. ¿No era bueno eso?

Daichi abrió los ojos de más.

—Creo haber oído algo así, pero no estoy seguro.

—¿Las últimas veces han sido así, con mucho tiempo de por medio?

—Más del que acostumbraba, sí.

—Voy a averiguarlo. Quédate aquí —avisó, visiblemente contenta, y salió de la habitación.

Daichi devolvió el caramelo a su lengua y no sabía si debía recibir los pensamientos esperanzados que le tocaban el timbre. Decidió distraerse con el sabor fresco de la menta mientras esperaba a que su madre regresara con noticias. Estaba por quitarle el envoltorio al segundo cuando ella le pasó el teléfono inalámbrico de la casa. Arqueó una ceja, pero solo obtuvo insistencia, así que lo agarró sin saber con quién hablaría. Se retiró luego de entregar el teléfono.

—¿Aló?

—Daichi-kun, ¿me reconoces?

—¡Ah, hola! —saludó a la señora Sugawara—. No esperaba esto.

—Bueno, tu mamá me llamó por cierto posible avance. ¿Es verdad que estás tosiendo menos seguido?

—Sí. Ya no es cada dos o tres días, sino cada cinco como mínimo.

—Me contó que ahora incluso casi tardas dos semanas en volver a toser.

—La última vez había sido después de llegar a Tokio el otro fin de semana.

—¡Es cierto! ¿Sabes lo que eso significa? —Daichi negó estar seguro—. Un aumento del tiempo entre ataques de tos significa que hay un avance en los sentimientos de la otra persona.

—¿O sea que...? —No se atrevió a decir el resto. Le tenía miedo a la falsa esperanza.

—No quiere decir que ya esté enamorado, solo que sus sentimientos se hicieron más fuertes.

—Así que es algo bueno. —Sonrió.

—Espera un poco, eso no es todo. ¿También estás tosiendo demasiadas por cada vez?

—Sí, al menos diez si son pequeñas.

—¡Eso es demasiado! —Daichi hizo una mueca con la boca. ¿Cuántas veces iba a escuchar eso?

—¿No es normal con lo que demoran?

—¡No! Esta es la parte mala: has llegado a la etapa donde siempre toserás demasiadas. Puede que esté bien si son pequeñitas, pero no creo que te agrade toser diez crisantemos o diez peonías. —Arrugó el rostro con solo la idea—. Imagina cuánto te costaría respirar con todo eso en tus pulmones. Daichi-kun, ten mucho cuidado. Dentro de poco comenzarás a tener problemas respiratorios y toserás para liberar espacio para el oxígeno, no porque el sentimiento esté a flote en ese momento.

—¿Voy a empeorar?

—Ahora es que viene lo feo. —No se molestó en maquillarlo—. Solo el marchitamiento es peor.

—Suena como si ya fuera a llegar a esa fase.

—No, diría que aún tienes algo más de un mes por soportar. Prepárate y cuídate bien, será el más fuerte. Quizás haya días en los que ni siquiera querrás pararte de la cama, será comprensible. —Daichi miró a la pared a su derecha sin saber qué responder. Ella pareció entender el silencio—. Hey, no te desanimes. Ya tienes la prueba de que Koushi se está enamorando, y con lo mucho que se está volviendo lento el proceso, creo que ya está muy cerca. Haz todo lo que puedas, esta es tu recta final para ganártelo.

—¿De verdad falta tan poco? —murmuró. No podía evitar que algo de pesimismo se colara luego de oír todo eso.

—Seguro que sí. Ve con todo. No dejes que la enfermedad sea más rápida que tú. Velo así: no falta más de mes y medio para que estén juntos.

—Gracias. —Logró hacerlo sonreír—. Parece que será un mes difícil, pero no será la primera vez que saque adelante algo que parecía imposible.

—¡Así se habla, Daichi-kun! Procura no forzarte para que no te afecte demasiado el crecimiento masivo de flores. También deberías hacerte exámenes de sangre, podrías tener anemia. En general, trata de mantenerte tan estable como puedas para aguantar lo que viene y retrasar el marchitamiento tanto como sea posible.

—De acuerdo. Gracias. Por cierto, ¿Suga ya llegó?

—Se tumbó en su cama con lo que cargaba puesto, apenas puedo creer lo exhausto que está. Estará hambriento cuando despierte.

—De seguro —soltó una risilla—. Espero que tenga una buena comida cuando lo haga.

—Oh, no. —El tono de la mujer fue de negación divertida—. Primero tendrá un buen regaño por abusar de su resistencia. ¿Ustedes creen que por ser jóvenes y deportistas pueden con todo? ¡Están equivocados!

—No nos gusta pensar que tenemos límites, pero sabemos que los tenemos. —Daichi tenía una sonrisa culpable. Reconocía que cometía ese error a menudo.

—Acéptenlos, solo así los superarán. Te dejaré descansar a ti también, sé que te debilitaste con el montón de flores que tosiste hoy.

—Buenas noches. —Colgaron la llamada.

Daichi fue a dejar el teléfono en su base y regresó a su cama. Mientras el segundo caramelo que por fin pudo degustar se disolvía en su boca, reflexionó lo recién aprendido. La lentitud y cantidad de sus flores al salir de él eran buenas y malas noticias a la vez. Confirmó que, como mínimo, le gustaba a Suga; eso le hacía sonreír y le provocaba latidos un poco acelerados. Su esperanza era más real que nunca, su objetivo era más alcanzable. Por otra parte, estaba a punto de sufrir los efectos de estar acercándose al final de la segunda fase del hanahaki. Serían los peores que podría soportar, pues síntomas más fuertes como los del marchitamiento eran para erradicarlos de emergencia.

Lo sentía. Pronto tomaría la última curva de su carrera de obstáculos con meta en escuchar un «Te amo» sincero de Suga. Sería el tramo más accidentado, donde cualquier descuido lo haría tropezar y jamás levantarse o llegar demasiado tarde al final. Solo debía evitar perder la respiración para mantenerse corriendo.

Sí, aparecí. La razón de mi demora es simple: estuve escribiendo otras cosas para actividades en las que me metí sin calcular bien el tiempo entre ellas. Primero fue un OS para un concurso de Navidad, luego otro OS para un Secret Santa que aún no termino, pero que decidí pausar para escribir este capítulo 💖

La imagen de ahí arribita es en realidad un banner que estoy usando como separador ahora mismo por no saber dónde ponerlo. Muchas gracias de nuevo a @kataricchi por hacerlo (y justo actualizo recién empezando su cumpleaños, así que doble celebración para ti aquí, ah 💕).

Y sí, tal vez ya lo sintieron con el capítulo, pero lo confirmo: nos acercamos a la recta final. Tampoco es que estemos a nada del fin, aún calculo unos doce más, solo que pueden terminar siendo más o menos conociendo lo mala que soy estimando estas cosas 😂

Si siguen leyendo la nota a estas alturas, vengo con una petición 🙏🏻 El concurso que mencioné ahí arriba tiene una parte donde los lectores votan para darle puntuación a las historias. Hay que ser miembro del grupo para hacerlo, pero sé que muchos han llegado aquí por mi promoción allá, así que agradecería un montón que reaccionaran (preferiblemente con Me divierte) a la foto donde está mi OS (dejé el link en el vínculo externo ahí abajo). Si quieren leerlo, es el EnnoTana que pueden encontrar en ¡Uno más! aquí en Wattpad 😙

Por último, aviso que ya hay una nueva parte de la galería de las flores, por si quieren revisarla. ¡Hasta el próximo (o los comentarios)! ^o^/

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