Entre Ángeles y Demonios: La...

By BeluRomiara

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Eldar despierta de una pesadilla el día de su cumpleaños y descubre que fue algo más que una pesadilla. A par... More

capitulo 2 - Despertar (parte I)
Capítulo 2 - Despertar (Parte II)
Capitulo 3 - El Consejo de las Sombras (Parte I)
Capítulo 3 - El Consejo de las Sombras (Parte II)
Capitulo 4 - El Ataque (Parte 1)
Capítulo 4 - El ataque (Parte II)
Capitulo 5 - Eldar y el Consejo
Capitulo 6 - Lyra (Parte I)
Capítulo 6 - Lyra (Parte II)
Capitulo 7 - Contactos (parte I)
Capítulo 7 - Contactos (Parte II)
Capitulo 8 - Muchas cosas a ala vez (Parte I)
Capítulo 8 - Muchas cosas a la vez (Parte II)
Capítulo 9 - Un viaje lleno de peligros (Parte I)
Capítulo 9 - Un viaje lleno de peligros (Parte II)
Capítulo 10 - La tierra Oscura y las traiciones (Parte i)
Capítulo 10 - La Tierra Oscura y las traiciones (ParteII)
Capítulo 11 - La Ciudad de LAs Sombras (Parte I)
Capítulo 11 - La Ciudad de Las Sombras (Parte II)
Capítulo 12 - Huyendo del Castillo (Parte I)
Capítulo 12 - huyendo del Castillo (Parte II)
Capítulo 13 - Secretos Revelados (Parte I)
Capítulo 13 - Secretos Revelados (Parte II)
Capítulo 13 - Secretos Revelados (Parte III)
Capítulo 14 - Entre Ángeles y Demonios (Parte I)
Capítulo 14 - Entre Ángeles y Demonios (Parte II)
Capítulo 14 -Entre Ángeles y Demonios (Parte III)
Capítulo 15 - El portal Infernal (Parte I)
Capítulo 15 - El Portal Infernal (Parte II)
Capítulo 16 - Muerte y Redención (Parte I)
Capítulo 16 - Muerte y Redención (Parte II)
Capítulo 17 - El Regreso (Parte I)
Capítulo 17 - El Regreso (Parte II)
Capítulo 17 - El regreso (Parte III)
Capítulo 18 - Momentos Cruciales
Capítulo 19 - De Vuelta al Ruedo
Capítulo 20 - Dos pájaros de un tiro (Parte I)
Capítulo 20 - Dos pájaros de un tiro (ParteII)
Capítulo 21 - Ordenando el Caos (Parte I)
Capítulo 21 - Ordenando el Caos (Parte II)
Capítulo 22 - Epílogo

Capitulo 1 - El Príncipe Oscuro

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By BeluRomiara

Entre Ángeles y Demonios

La Daga De Los Mundos

Belén Orgeira.

A mis hijos.

A la memoria de mis padres.

¡Gracias!

1- EL PRÍNCIPE OSCURO

-No puedes tener este hijo -le dijo él mirándola de frente

-No puedes decirme eso - le contestó ella en tono de súplica.

Él bajó la mirada y cerró los puños con fuerza. Sus ojos eran fríos y vacíos de expresión. Desde que la había visto por primera vez sabia que algo iba mal, pero igual no pudo resistirse a poseerla y haciendo caso omiso de su linaje y la situación, había continuado con los encuentros sin pensar en las consecuencias que esto podía traer entre sus mundos. Pasaron por su mente todas las batallas que había comandado y las que vendrían. Eran tan diferentes. Tan distantes. Había un abismo entre ellos pero de todas formas no le había importado desobedecer las reglas.

-Tienes que entenderlo - le dijo con una voz profunda y fría - soy un demonio y tú una simple mortal... sabes lo que eso significa...

Ella trató de buscar su mirada pero no la encontró. Lo amaba de todas formas y no le importaba que sucediera. Sabía cuan cruel podía ser, pero también sabía que si había sido capaz de amarla durante tanto tiempo era por que ella era importante para él. Debajo del demonio estaba el ángel y ella podía sentirlo cada vez que estaban juntos.

-Gêldar por favor - le dijo con dulzura - Sé que me amas

-Eso no importa ahora -dijo él dándole la espalda.

Por un momento parecía mas alto que lo habitual, sus hombros parecían más anchos y fuertes y sus piernas parecían más musculosas que de costumbre. Estiró una mano y tocó suavemente su hombro para llamar su atención. Al contacto de sus dedos Gêldar se dio vuelta lentamente con la cabeza gacha. Un mechón de pelo negro como las mismas tinieblas caía sobre sus ojos y no alcanzaba a ver su expresión. Se quedó en silencio un momento para luego acercarse más a él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, pudo sentir su respiración tan caliente como el mismo infierno y por primera vez desde que supo lo que él era sintió miedo y se apartó unos pasos hacia atrás. Antes de que pudiera poner una distancia entre ellos, la mano de él la tomó con fuerza del brazo y un frío helado le recorrió el cuerpo. Al mismo tiempo Gêldar levantó la mirada y ella pudo ver sus ojos coronados de un aro de fuego. Tan profundos y oscuros como el infierno. Por un instante se quedó sin aliento, trató de soltarse pero no tenia fuerzas para hacerlo, solo se sometió a su mirada de fuego esperando que él dijera algo.

- ¿Ves lo que soy? - le dijo con una voz gutural y tan grave que no parecía la de él - No se puede cambiar. ¿Qué piensas que saldrá de tu vientre? ¿Acaso piensas que estaré contigo haciendo mi función de padre como todos los mundanos acostumbran?

- Me estás lastimando - dijo casi sin aliento

Gêldar la tomó de los hombros tratando de disminuir la fuerza pero apenas si podía controlarse. En otro momento y si ella fuera otra cualquiera del montón de mundanos que no representaban nada para él, la habría convertido en cenizas y se hubiera tragado su alma, pero por alguna razón no podía hacerlo con ella. Nunca había tenido sentimientos de ninguna clase para con otra persona que no fuera de su especie y sin embargo desde que la había visto algo en su interior había cambiado. No sabía nada del amor, ni de la compasión, ni de otro sentimiento mundano y ahora, ante una simple humana, se sentía flaquear. Ella le había enseñado a amar, le había enseñado a sonreír y a extrañar a alguien por primera vez desde que había sido creado, porque los de su estirpe no tenían sentimientos, ni corazón y no sabían lo que era el amor.

 - Esto soy - le dijo más tranquilo - Soy el príncipe de Argozz y comando legiones de demonios que libran batallas para el reino de mi padre.

- Pero me amas ... sé que me amas...

- ¡Eres una mundana... que además tiene sangre de ángeles en sus venas!

- Nunca te importó eso, como a mi no me importó que fueras... que fueras

- ¡Dilo! - le gritó - ¡Un demonio! ¡Es lo que soy y no puedo cambiarlo!

Estaban en un campo lindero a una finca abandonada en las afueras de la ciudad. El sol acababa de ponerse, aunque todavía quedaban jirones de violeta, naranja y rosa que le daban un color extraño y bello. Nada hacía pensar que podría desatarse una tormenta, pero el cielo se puso gris de pronto y todo se quedó calmo como si estuvieran suspendidos en el tiempo y éste hubiera dejado de correr, como la calma que antecede a la tempestad. Gêldar miro a su alrededor, los ojos todavía llameantes como el mismo infierno.

 - No puedes tener ese hijo - le dijo determinado.

- No me importa lo que pase - dijo ella con miedo en su voz - Quiero tenerlo... sé que me amas y es producto del amor que sentimos, no importa si me muero en el intento, pero por favor no me quietes esta felicidad - le suplicó.

Él la miró un instante y de pronto sus ojos cambiaron al celeste de hielo de siempre, disminuyendo también la presión que sus dedos ejercían en sus hombros. El aire se puso helado de golpe, al punto de que el aliento de sus bocas se transformaba en vapor. Por alguna razón, que no alcanzaba a comprender, Gêldar no pudo sentir furia y su boca hizo una mueca que intento ser una sonrisa.

- Aline - le dijo quedamente - la razón por la que no puedes tener ese hijo es por que morirás cuando des a luz y no sabes que puede salir de esta unión. Ni siquiera sé como pudo pasar esto. Simplemente no debería haber pasado. Soy un Demonio y tu una Nefhilim, serás castigada por esto y yo también.

 - Tal vez así debe ser...

- No, tú eres una Nefhilim y yo un príncipe demoníaco. No esta bien. Si esa criatura llega a nacer no sabemos que consecuencias puede traer.

- No soy Nefhilim. - dijo ella de pronto.

- Sí lo eres - dijo él con exasperación

- No me crié como tal. Ni siquiera tengo..

No terminó la frase, porque antes de que lo hiciera él colocó un dedo sobre su boca para hacerla callar.

- Escúchame bien - le dijo en tono grave - Sabes que te amo... si es que quebrar las leyes de mi mundo y el no desear destruirte es amor - dijo en tono helado - Y por esto que siento contigo debo advertirte: mi padre sabrá de esto aunque no se lo cuente, y cuando eso ocurra puede desatarse una guerra entre mi raza y la tuya. Mi padre no permitirá que ese niño ande por ahí para que sea usado de alguna manera en su contra por los ángeles o alguna de esas criaturas que se refriegan como gatos zalameros a los pies de Dios. Mientras sea un niño, ningún demonio podrá tocarlo, pero cuando sea mayor vendrán por él y yo no podré evitarlo y tu no estarás para protegerlo. ¿Que pasará entonces?

 Una lágrima rodó por la mejilla helada de Aline sin que pudiera evitarlo. Sabía que él tenia razón, pero estaba segura de que hallaría la forma de proteger a ese niño que venia en camino. Que era una locura ya lo sabía, pero ya estaba hecho y no daría un paso atrás. Pensó en lo difícil que sería enfrentar a su familia. ¿Cómo haría para explicarle a su madre que estaba esperando un hijo de un demonio cuando su padre había muerto en manos de uno? La cabeza comenzó a darle vueltas y se sintió descompuesta. Desde que su padre muriera, en su casa no se hablaba ni de Dios ni del Diablo, ni siquiera de los Ángeles, el tema de la religión había sido sepultado junto conél y de hecho no había en la casa un solo elemento religioso en ningún rincón. Cuando empezó a interesarse por las cosas sobrenaturales, compró a escondidas una tabla Ouija y empezó a experimentar hasta que un día Gêldar apareció ante ella sin saber como. A partir de ese momento su vida cambió por completo y ya no pudo volver para atrás. Hasta el momento había mantenido oculto todo lo que pasaba, pero ahora era diferente y no sabia como enfrentar lo que sabia que venia.

 -No lo sé - dijo casi en un susurro - supongo que pensare en algo

- Aline... cuando te conocí algo en mi cambio, y desobedecí a mi padre... aunque por mucho que te ame siempre seré leal a él ¿comprendes eso?

- Sí... lo sé

- Mi naturaleza es... es

-No tienes que decirlo - le atajo - Sé quien eres

-Entonces no podrás decir que no estas advertida.

Lo miró a los ojos como tratando de descubrir algo del fuego que había visto antes, pero solo vio las frías pupilas celestes, como el cielo, de siempre. Ni un atisbo de furia en ellos, nada que hiciera suponer que estaba molesto. Su pálido rostro estaba medio oculto bajo su negro cabello. Sin saber por que, no podía imaginarlo comandando sus legiones, despiadado y cruel, como sabia que debería ser en su reino y de alguna manera supo que este hijo que esperaba, no podía ser un monstruo. Ya estaba hecho ese niño era suyo y de él y nadie podría cambiar lo que pasaba, ni el amor que se tenían. Era verano, sin embargo al rededor de ellos la temperatura era helada, pero no le importó, solo se abrazó fuertemente a él y lo besó tiernamente. Sabía que nada sería igual a partir de ese momento y quiso perderse entre sus brazos para siempre.

 -Llévame contigo - le dijo

-No puedo hacer eso.- le dijo apartándola con frialdad - No esta dentro de las posibilidades. Seré castigado por esto Aline y no me importa, pero llevarte es imposible. Ningún mortal puede ir a Argozz sin morir. La única forma es con una protección y yo no puedo dártela ahora.

 - Pero tu puedes darme protección... debe haber alguna cosa que se pueda hacer.

Se pasó la mano por el cabello al borde de la exasperación. Desde el principio supo que todo era un error y aun así siguió adelante. Sabía que sería castigado por ello. Todo tenía un orden y nada justificaba que hubiese desobedecido una orden de su padre y mucho menos enamorarse de una Nefhilim. Una vez, un ángel se había enamorado de una humana y fue expulsado del reino de Dios; como consecuencia de ello, había nacido una nueva raza mitad ángel y mitad humanos: los Nefhilim, humanos con sangre celestial. Primero fueron maldecidos y luego, al ver que eran inocentes y que no tenían la culpa de su procedencia, fueron perdonados y se las asignó la tarea de custodiar los portales y capturar todo tipo de demonio que intentara cruzar y devolverlo a su lugar de origen; y así era desde hacía siglos y pasaba de generación en generación. Gêldar sabía que había quebrado todas las leyes de su mundo, y también sabía que nada escapaba a los oídos de su padre, hasta el momento nada se sabía, pero el nacimiento de un ser humano con sangre de demonio de alto linaje mezclada con sangre de ángel no pasaría desapercibido. El mundo mortal estaba lleno de brujos y brujas, hechiceros y chamanes, que siempre estaban metiendo sus narices para averiguar cosas que luego pudieran intercambiar con algún demonio, a cambio de que éste le revelara el secreto de alguna pócima o algún hechizo de magia negra. Sabía que se sabría quizás antes de que el niño naciera. Amaba a Aline visceralmente, casi salvajemente, de manera bestial, no podía resistir su olor, su mirada lo perdía al punto de olvidarse a dónde pertenecía; pero eso solo duraba un instante fugaz, apenas notorio. Pensó en todo los que pasaría y un extraño sentimiento creció dentro de él, algo que no sabía definir, que nunca había sentido ¿era tristeza? tal vez si, no lo sabía. Dejó a un lado lo que sentía y tomó la cara de ella entre sus manos, miró dentro de sus ojos y pudo ver como a través de un cristal. La vio embarazada, luego dando a luz en un lugar limpio y sin ninguna clase de lujos, dos monjas la asistían; la vio sonreír al ver la cara de su hijo y luego cerrar sus ojos; vio a las monjas correr en busca de ayuda y llevarse al niño de allí. Todo pasó en una fracción de segundo, tan rápido y tan claro como el agua, podría haber visto mas si hubiese querido, pero prefirió no hacerlo; prefirió no saber nada del hijo que ella tendría sola y que también era su hijo.

 - ¿Que sucede?

Su voz lo trajo de nuevo al presente como si lo hubieran arrancado con violencia de un mal sueño.

- Nada - mintió

- Estabas leyendo mi alma, pude sentirlo... ¿qué viste?

- Lo que no tendría que haber pasado nunca - le dijo.

Sin decir mas la besó casi salvajemente, era una despedida y ambos lo sabían. Cayeron al suelo cubierto de hierba, él sobre sus codos por encima de ella. Hizo a un lado su espada para no lastimarla y levantando la barbilla la observó con los ojos entrecerrados. Todo el fuego del infierno corría por su cuerpo ahora y ella podía sentirlo a través de su piel. Acarició sus hombros y sus fuertes brazos surcados por pequeñas cicatrices. Por encima de su espalda, el cielo se cernía gris y amenazador sobre ellos; de alguna forma se imaginó que así sería siempre el cielo en su mundo. Todo era salvaje en él, su cabello negro semi largo que siempre caía sobre sus ojos; sus ojos celestes tan claros que casi eran blancos, coronados por una espesa linea de pestañas que los hacían resaltar mas aún; su boca fina de expresión dura que casi nunca sonreía; sus manos grandes pero a la vez refinadas con dedos largos y ágiles surcados por pequeñas marcas de cicatrices; su piel pálida casi grisácea con símbolos tatuados que según su estado de ánimo resaltaban individualmente; podía ser dulce si quería, pero la mayoría de las veces le ganaba su instinto salvaje. De alguna manera Aline sabía que esa era la ultima vez que estarían juntos y quiso gravar en sus retinas su rostro, así que apartó con un dedo los cabellos que cubrían en parte su rostro y lo observó detenidamente. Estaba perdida en su mirada cuando él metió los dedos entre sus cabellos dorados y alborotados para luego llevárselos al rostro y olerlos como un animal huele a su presa para grabarse su olor. Se pegó más a él y justo en ese momento dejó de existir la tierra, el cielo y el mismo infierno para ambos, un remolino de emociones los enredó y ya no supo de nada. Solo que él era suyo y ella era de él. La noche los sorprendió, la oscuridad los rodeó de pronto y ya no importó nada más, solo su cuerpo enlazado al de él.

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