Capítulo 13 - Secretos Revelados (Parte III)

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El demonio lo llevó por el otro pasillo hasta una escalera por la que bajaron uno o dos pisos, luego tomaron por otro pasillo ancho por el que llegaron a una puerta enorme ante la cual el demonio se detuvo.

- Mi señor lo espera ahora - dijo el demonio abriendo la puerta como una invitación a que entre.

Eldar vio un salón enorme, con grandes ventanales cubiertos de cortinados pesados y oscuros. Todo el mobiliario era un sillón enorme que estaba vacío, por un momento pensó que no había nadie en el salón, pero advirtió que uno de los ventanales estaba abierto, dejando al descubierto una terraza enorme con una balaustrada de piedra. Apoyado en el balcón, dándole la espalda, estaba el príncipe de Argozz, tan inmóvil que parecía una efigie.

- Observa la tierra de Argozz - dijo Gêldar con voz potente.

Eldar permaneció de pie detrás de su padre, podría sacar su Daga y matarlo justo en ese momento; no había nadie alrededor, solo ellos dos y la luna enorme brillando en el cielo negro.

- Todo este reino un día será tuyo - dijo Gêldar en el mismo tono.

Eldar permanecía en silencio, miles de emociones se acumulaban en su cabeza y en su pecho, se sentía confundido y enojado, tenía un sentimiento de frustración que no podía definir.

- Sé que estas ahí - dijo Gêldar con la vista perdida en la oscuridad de la noche - Tu ira... la puedo oler desde aquí...no sabes que decir.

Eldar dio un pequeño paso hacia adelante y se mordió el labio inferior hasta sentir el sabor de su sangre en la boca. No sabía que decir, no estaba preparado para aquel momento, emociones diferentes luchaban dentro de su pecho, tantos años creyendo una historia; viviendo en una mentira, tanto tiempo ignorando su origen y su verdadera identidad. Tenía los ojos llenos de ira y de lágrimas que estaban detenidas dándole un brillo especial a su mirada; un nudo en la garganta que dolía y no lo dejaba hablar.

- Sé que no me temes - le dijo Gêldar ladeando la cabeza - Tu corazón está alterado pero no por el miedo. Ven, acércate y mira todo lo que será tuyo si té quedas aquí...

- No me interesa tu herencia.

La voz de Eldar sonó entera, fría, como a lo lejos.

Gêldar volteó para ver de frente a su hijo, lo miraba como el propio Eldar miraba a veces, con la cabeza gacha como los gatos que acechan una presa.

- Siempre supe que serías así - dijo Gêldar casi con emoción - Sé que estas enojado, que estas cambiando, pero el cambio es bueno... te hace fuerte.

- No me interesa ser como tu - dijo Eldar con enojo.

Se sentía como un niño pequeño que no quiere aceptar lo que sus padres le dicen, se sentía indefenso ante la situación, sin elección.

- Deja de lado tu ira por un momento. No puedes negar tu destino, debes aceptar las cosas y sacar el mejor provecho de ello.

- Solo vine aquí por Lyra -dijo Eldar .

Estaba parado con las piernas abiertas, bien erguido y todos sus músculos estaban en tención. Parecía esos soldados que custodian los edificios del gobierno. Erguido, alto, imperturbable; por dentro en cambio era una tormenta de emociones violentas.

- ¡Ah! - exclamó su padre - El amor todo lo puede... eres capaz de romper todas las reglas por el amor de una mujer...

- Tu no sabes de amor...

- Te equivocas - dijo Gêldar alzando la voz - Tu madre me enseño a amar... el amor verdadero...

- Si... me imagino - dijo Eldar - ¡Si la amabas tanto deberías haberla salvado de la muerte!

Entre Ángeles y Demonios: La Daga de los Mundos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora