Capítulo 14 - Entre Ángeles y Demonios (Parte II)

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Eldar entró en una recámara enorme y totalmente diferente a las demás. Su estilo gótico, como todo en el castillo, contrastaba con el blanco de sus muros. Toda la decoración y los muebles eran blancos con ribetes dorados. Todo era de un gusto exquisito pero resultaba extraña la combinación. Se sorprendió al encontrarse frente a un espejo enorme y de apariencia muy antigua, de seguro era el único dentro del castillo. Vio a Gêldar parado a su lado, tan alto y marcial que imponía respeto. Se vio a si mismo parado junto a su padre y notó que el parecido entre ambos era asombroso pero escalofriante. Eldar se resistía de todas formas posibles a parecerse a su padre y más que nada a convertirse en un demonio. Ambos contrastaban vestidos de negro entre tanta claridad.

Una puerta balcón estaba abierta y las cortinas ondulaban suavemente con la brisa fría que provenía de afuera.

Eldar fijó sus ojos de hielo en la puerta que estaba detrás del cortinado y por un momento tuvo el impulso de correrlas con brusquedad y descubrir que había del otro lado, pero sus pies parecían estar clavados al suelo.

Gêldar miraba a su hijo con la mirada impasible, sin demostrar la más mínima emoción o preocupación, su rostro pálido permanecía duro e inexpresivo.

- Aquello que quieres comprobar está detrás de esas cortinas - le dijo señalando la puerta abierta.

Eldar vaciló un instante sin saber que hacer. Cuando por fin pudo despegar sus pies del suelo, avanzó lentamente y se detuvo frente a la ondulante cortina. Cerró los ojos un instante con el corazón acelerado sin lograr comprender que estaba pasándole y suspiró profundamente. Trató de serenarse, se sentía raro y no entendía por qué razón. Estiró una mano y con timidez hizo a un lado la cortina.

Una terraza totalmente iluminada por antorchas apareció ante él. Una mujer le daba la espalda apoyada en la balaustrada. El cabello castaño relucía a la luz de la enorme luna de Argozz y caía en cascada por su espalda hasta la cintura.

Se quedó inmóvil, como petrificado, sin saber que hacer. A pesar de su nerviosismo, decidió dar un paso al frente para acercarse a la mujer que no parecía advertir su presencia. El ruido de sus botas en la arenilla del suelo llamaron la atención de la mujer que se dio vuelta y quedó frente a él. Sus miradas se cruzaron y ambos quedaron inmóviles. Los ojos color miel de ella eran cálidos y aunque su rostro era pálido parecía tener la piel tersa. Su boca se desplegó en una sonrisa y le extendió una mano con la mirada llena de emoción.

- He esperado tanto este momento -le dijo con la voz entre cortada - Soy Aline...yo...soy tu...

No pudo terminar la frase, el nudo en su garganta se lo impedía.

Eldar avanzó hacia ella tímidamente sin saber que hacer o que decir. Las palabras de ella le sonaron sinceras y su emoción le parecía genuina, pero todo su ser estaba en shock en ese momento. Jamás se le habría ocurrido pensar que alguna vez estaría frente a su madre, simplemente por que hasta ese momento pensaba que su madre estaba muerta. Y ahora ocurría todo esto frente a él y lo dejaba en un lugar que lo volvía débil, que lo hacía sentir infinidad de emociones y sensaciones contradictorias, buenas y malas. Todo se daba en el momento menos pensado y en el lugar menos imaginado. ¿Súmmum sabría lo de su madre?¿Era real o solo un hechizo para confundirlo? No, ella era tan real como él la sentía.

Se detuvo en seco y clavo sus pupilas heladas en las de ella tratando de descubrir algo malo, pero todo en ella irradiaba luz. Eldar estaba tenso y respiraba profundamente conteniendo en su garganta toda la emoción que clamaba por salir de su pecho, pero no sabía que hacer.

- Tienes... su misma mirada - dijo Aline sonriendo - Eres tal y como te imaginé durante todos estos años... se que desconfías ahora mismo...cuando escribí la carta que seguro habrás leído, no sabía que todo esto pasaría después. Desde que Gêldar me trajo de la muerte, he esperado este momento...si no quieres verme más te entiendo...me basta con haberte visto aunque sea un instante...y haber curado tus heridas...

Entre Ángeles y Demonios: La Daga de los Mundos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora