Una Black de ojos violetas ➳...

By LuisaLane-

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El día que Isadora Joanne Black vino al mundo, no sabía con lo que se iba a encontrar. No sabía que la magia... More

Prefacio (Aclaraciones)
Introducción
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟭
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟮
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟯
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟰
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟱
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟲
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟳
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
𝗘 𝗣 𝗜́ 𝗟 𝗢 𝗚 𝗢
♡ Gracias ♡

Capítulo 61

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By LuisaLane-

Cerré el libro de encantamientos con pesadumbre. Cedric, sentado frente a mí, rió despacio. En estos momentos envidiaba que él no tuviera que dar los exámenes finales a causa de competir en el torneo. Pero luego recordaba que competía en el torneo y se me pasaban las ganas de estar en su lugar.

Además la profesora McGonagall lo había elegido como tutor de la materia para un compañero nuestro de ravenclaw. A Fred no le había hecho mucha gracia pero él también necesitaba de las tutorías -porque nunca presta atención en clase- y le tocó emparejarse con Deneb Malfoy.

Lo bueno era que ahora estaría mejor preparado para la fabricación de ciertos artículos de los cuales me encargaba yo plenamente (al menos de momento solo las ideas y los el armado de los hechizos), porque con George no hablábamos. Y no, no compartiría tiempo con él para esto. Por lo menos mientras las cosas no se solucionasen... Sería así.

¿Pero una Malfoy dándole clases a un Weasley?

Se lo recordaría de por vida.


Guardé todos mis libros y apuntes en la mochila y me la coloqué sobre el hombro. Ambos nos levantamos al mismo tiempo de las sillas y caminamos a la par fuera de la biblioteca.

— ¿Ya estás feliz? —Dije haciéndome la pobrecita— Has hecho que deje de estudiar, me irá mal en los exámenes, viviré debajo de un puente y será todo tu culpa.

— Jamás dejaría que vivas debajo de un puente —me miró— a menos que lo desees muy profundamente.

— Sí, no —reí— creo que mejor paso de esa.

— Te irá bien en los exámenes. Lo sabes. No te es muy difícil aprender cosas nuevas.

— Ojalá así sea —afirmé con la cabeza— ¿Cómo vienes con las prácticas para la tercera prueba?

— Bien —se encogió de hombros— no tengo ni idea de qué cosas estarán esperándome en ese laberinto, pero creo estar bastante preparado para ello.

— Sabiendo que Hagrid es el encargado de todo eso... —reí— yo no estaría tan confiado.

— A mí me parece que —Cedric guardó silencio y ambos frenamos en seco. Draco Malfoy se paseó a nuestro lado, acompañado por dos de sus amigos, con una gran sonrisa en el rostro luego de extendernos un folleto blanco. Un folleto que no tenía ni la mínima idea de qué era, pero que tenía mi foto, y un título que poco concordaba conmigo.

Intenté quitárselo a Cedric de sus manos, desesperada, pero este lo hizo un bollo y lo apretó con fuerza entre sus dedos.

— No quieres verlo —susurró apenado.

— ¡Tenía mi cara, Cedric! —imploré, fallando de nuevo por obtener el papel.

— ¿De quién fue esta idea? —El castaño comenzó a dar zancadas hasta Malfoy y sus amigos— ¿Fueron ustedes? Los pondré en un grave castigo.

— Nosotros no perdemos el tiempo en gente como ustedes —dijo Draco mirando por detrás de Cedric, dirigiéndose a mí— solo quería que te enteraras sobre esto por parte de un familiar. ¿Era lo mejor, no? —Soltó una carcajada y sus compañeros lo siguieron.

— ¡Ustedes saben quién lo hizo!

— Baja el tono conmigo Diggory —volvió a decir— a mí me lo repartieron. Quién o quiénes hayan sido no es de mi incumbencia, pero si lo sabes, comunícamelo —metió su mano en el bolsillo de la túnica y sacó otro folleto de allí— Quisiera agradecerle a esa persona por su buen trabajo.

¡Si serás...! —Cedric intentó abalanzarse sobre él para pegarle, pero lo frené como pude agarrándolo de la cintura. No le había visto con este temperamento desde hacía muchos años atrás.

— ¡Yo creo que se queda con el pomposo prefecto Diggory! —Los tres chicos volvieron a reír y comenzaron a alejarse, dejando caer al suelo el papel blanco.

— No vale la pena Ced. No hagas tonterías —dije mirándolo de reojo.

Cedric aflojó sus puños y relajó su mandíbula. Negó con la cabeza al mismo tiempo que recogía el papel del frío y empedrado suelo del castillo. Se me hizo un nudo en la garganta cuando lo tendió hacia mí, para poder verlo de una vez por todas. Lo sostuve con mis manos temblorosas.


Isadora "La rápida" Black.

Como esto de ser una alimaña viene de familia, ella no podía ser la excepción.

Estas han sido sus víctimas por el momento:



Y lo dejé de leer. Era una lista de chicos con los cuales supuestamente me había acostado o les había roto el corazón.

— ¿¡Pero qué le pasa a esa malnacida!? —Grité en medio del pasillo— ¿¡Dónde cornos está!?

— Oye, tranquila —dijo Cedric jalándome del brazo para que no corriera hacia ningún lugar— ¿De quién hablas?

— ¡Tranquila nada! ¡La mataré!

— ¿¡Pero a quién!?

— ¡A Sanders! —dije soltándome de su agarre— es claro que fue ella... Esa estúpida.

— Hay que tomarlo con calma y no darle importancia. Ella quiere esto, quiere que te enfades.

— Ced, eres demasiado bueno —apoyé mi cabeza sobre su hombro para intentar relajarme— pero me insultaron de forma fea, y encima lo andan repartiendo por tod el colegio. No esperes que me quede sentada con los brazos cruzados sin hacer nada al respecto, porque sabes que no soy así.


Minutos después cuando ambos decidimos que lo mejor era ir a buscar a Amanda para solucionar todo esto, comenzamos a caminar hacia las mazmorras.

Allí seguro que podríamos encontrarla en su sala común, y si no, alguien nos ayudaría con su ubicación. Una ventaja de tener a un amigo prefecto era que podía sacar información a otros alumnos (Sí, éramos una gran mafia).

Estábamos caminando con bastante rabia por uno de los pasillos que daban al patio empedrado cuando Damien nos vio pasar por allí y decidió frenarnos. Tenía uno de los folletos en la mano y no dudó en mostrármelo.

— ¿Qué eg esto Isadora? —preguntó incrédulo, levantando una ceja.

— Nada, no le des importancia Da —negué con la cabeza, cansada— es solo una horrible broma que me hicieron —me miró desconcertado.

— ¿Y pogque alguien lo haría?

— Porque hay personas que disfrutan de joderle la vida a los demás —dijo Cedric con seriedad— si nos permites, estamos yendo a buscar a esa persona.

— ¿Te has acostado con él? —preguntó señalando al castaño. Abrí los ojos sorprendida.

— No, claro que no —dije enojada— Es mi amigo. ¿De verdad crees lo que dice ese tonto papel?

Hubo un silencio espantoso entre los tres. Seguro que fueron solo segundos, pero a mí me había parecido una eternidad e incluso me hizo plantearme que Damien de verdad creía lo que decía el papel hecho por Amanda.

— Solo preguntaba Isa, no te enfades. Es que siempge estás apegada a él y a los gemelos. Cuando se apaggece George de repente me quieres besar y abrazar como una loca —negó con la cabeza— no soy tonto, sé que te gusta, pero no me apetece ser parte de todo esto.

— ¿Qué? —Dije confundida— ¿De todo qué?

— ¡Esto! —Movió el folleto con violencia— que me uses paga darle celos, que me usen paga ensuciar tu imagen.

— Bueno, disculpa Damien, pero en estos momentos no puedo tener una discusión contigo —pasé a su lado y comencé a caminar de nuevo— hay un asunto más importante que resolver —Cedric se colocó a mi lado, siguiendo mi paso.

— ¡De acuegdo, quizás cuando vengas a hablarme yo tampoco tenga tiempo para ti! —escuché decirle detrás de mí.

Deberías hablarle Isa —me susurró Cedric en el oído.

— No tengo por qué —caminé más rápido— se cree que estoy con él para darle celos a George, cuando no es así. No es ni un poco así. Si estuve con él fue porque hacía que el tiempo valiera mucho más que de costumbre, valía por mil —se me hizo un nudo en la garganta— cada sonrisa idiota que he puesto, cada carcajada sin saber por qué la soltaba. Todo era por él, no por George —gruñí por lo bajo— y que me venga a decir que lo usé...

— Supongo que en eso tienes razón pero... —me interrumpió Cedric.

Segundos después, por uno de los pasillos apareció una corta cabellera pelirrojo oscuro, un cuerpo bajito y algo rechoncho, su típico caminar moviendo la falda del uniforme de acá para allá al compás de sus caderas.

— ¡Sanders! —grité con furia acercándome a ella. No tenía dudas de que era Amanda, la reconocía de pies a cabeza, de atrás y adelante. Giró su cabeza con esa sonrisa maligna que tenía impregnada siempre que me veía.

— ¿Qué tal Black? ¿Todo bien? —preguntó con descaro. La empujé contra la pared y saqué mi varita para apuntársela en la cara— ¿Qué crees que haces?

— ¿Qué crees que estás haciendo tú? —Dije entre dientes— ¿Cómo se te ocurre hacer esa estupidez del folleto?

— ¿Oh, es que te molestó lo que decía allí? —Volvió a sonreír— a mi parecer es la pura verdad —apreté la punta de la varita contra su mejilla.

— Será mejor que hagas desaparecer todos y cada uno de esos papelitos porque si no —me interrumpió.

— ¿O sino qué? ¿Me lanzarás un tonto hechizo? —la miré con odio. Bajé mi varita y la mano que tenía libre la llevé hasta su cuello.

O quizás decida no usar la magia esta vez —susurré— vas a buscar todos los folletos, los destruirás y les dirás a todos que fue una broma tonta de tu parte. ¿Me has entendido?

— ¡Isa, basta! —Cedric me agarró del brazo y solté a Amanda con brusquedad.

— ¡Estás loca!


Miré a Cedric. Él también estaba sorprendido por lo que había ocurrido.

Miré mis manos, no podía creer que hubiera intentado ahorcar a alguien. No le apreté el cuello, no tenía esa intención. Sólo quería intimidarla un poco. Pero quizás me había pasado de la raya.

Yo... No. Es tu culpa —susurré— siempre me estás molestando. Algún día tenía que explotar —retrocedí unos pasos alejándome de ella, asustada.

— Es tu culpa —murmuró agachando la cabeza— tienes la atención de todos los chicos siempre. Ya sea porque te creen linda o porque creen que eres un monstruo. Nunca puedes pasar desapercibida —frunció el ceño y me miró enojada— una vez que alguien fija sus ojos en mí, tienes que meterte en el medio y estropearlo todo.

— Yo no me metí en nada Amanda —negué con la cabeza.

— ¿Segura de eso? Yo no diría lo mismo sobre Phillipe.

— Ah, pues me disculpo por ser más interesante para él que tú —apreté los puños— si fueras mejor persona y menos arrogante te aseguro que mucha gente te vería de otra forma. No es mi culpa —saqué el folleto que llevaba en el bolsillo de la túnica— esto solo te hacer ver como una desesperada por la atención de los demás, y créeme, a los profesores no les gustará ni un poco si se llegan a enterar... Así que como te dije, te sugiero que los hagas desaparecer hoy mismo —lancé el folleto a sus pies y me giré sobre mis talones, para salir caminando de allí con la cabeza alta y un nudo en la garganta que poco a poco se iba desvaneciendo.

— Cincuenta puntos menos para slytherin. Y más te vale que le hagas caso o te pondré un severo castigo —escuché decirle a Cedric, para luego notar que se ponía a caminar a mi lado, dándome una pequeña palmada en el hombro.



El almuerzo fue muy bullicioso en la mesa de gryffindor aquel día. La tercera prueba del torneo tendría su finalización por la noche. La señora Weasley y su hijo mayor, William, estaban compartiendo la comida con todos nosotros ya que les habían dado la oportunidad de acompañar a Harry en esta ocasión, así como también se encontraban presentes los padres de Cedric, de Viktor Krum y de Fleur Delacour. Me senté junto a Hermione y Bill casi en el centro de la mesa. El resto de los Weasley se fueron uniéndonos poco a poco.

— Tengo que decir que me gusta el cambio, no tener que cocinar —dijo Molly con alegría— ¿Qué tal los exámenes de hoy? —preguntó en general.

— Eh, bien —contestó Ron preocupado— no pude recordar todos los nombres de los duendes rebeldes, así que me inventé algunos. Pero bien —añadió, sirviéndose empanada de Cornualles, mientras que la señora Weasley lo miraba con severidad— todos se llaman cosas como Bodrod el Barbudo y Urg el Guarro, así que no fue difícil —Ginny soltó una pequeña risotada.

— Yo creo que me he sacado la nota más alta de la clase —dijo Fred alzando la barbilla— ya me parezco a Percy.

— Creo que deberías bajar tus expectativas hermano —murmuró Bill riendo— ¿A ti te fue bien Isa? —me preguntó.

— Espero que si —me encogí de hombros— he estado estudiando bastante, me gustaría poder levantar las notas que tuve.

— ¿Qué acaso reprobaste todas las materias? —Fred frunció el ceño— si tienes notas arriba de supera las expectativas siempre.

— No está mal que quiera superarse aún más —agregó Hermione.

— Podrían seguir su ejemplo —dijo la señora Weasley negando con la cabeza.

— Mamá, nuestro futuro no depende de sacarnos buena nota —dijo George— acéptalo de una vez por todas.

Continuamos almorzando y hablando un poco más sobre los exámenes y los estudiantes de los otros colegios. Bill y yo entablamos una entretenida conversación acerca de su trabajo en Transilvania y lo mucho que me causaba curiosidad encontrarme con algún vampiro... aunque lejos... muy lejos de mí.

De preferencia mejor los seguía viendo a través de fotografías en libros de criaturas mágicas y de defensa.

Ya bastante que fui tan tonta como para enfrentarme a un hombre lobo y tener la suerte de salir cuasi ilesa. Si me encuentro con un vampiro, de seguro que termino no solo convertida en uno sino que también me agarra rabia, sífilis y la peste negra. 

Sí, mejor tenerlos lejos.



Estábamos todos expectantes mirando desde las gradas del campo de quidditch hacia abajo, donde ya no estaba el típico pulcro y perfecto césped, sino que se alzaban grandes matorrales de unos diez metros de alto que iban de un lado a otro interconectándose, formando un laberinto aterrador. Más todavía sabiendo que allí dentro residían criaturas que podrían matarte en un santiamén, sin siquiera dejarte parpadear una vez más o dar un último respiro.

No se veía mucha cosa desde el lugar privilegiado que teníamos. Solo hiervas verdes y neblina. De vez en cuando se podía escuchar la pelea de alguien contra quién sabe qué cosa y se veían los hechizos que lanzaban. También en un momento uno de los dementores que había allí salió a la superficie para tomar un "atajo" e irse a otro rincón del laberinto.


— Fred —dije, aburrida— ¿Dónde te has metido en la tarde?

— Ah, por ahí —se encogió de hombros— ¿Por qué?

— No lo sé, digo, estuvo tu madre y tu hermano mayor. Y no quisiste compartir tiempo con ellos.

— Pues George sabe dónde estuve y —lo interrumpí.

— Yo no hablo con él, lo sabes.

— Paseé por los terrenos —dijo sin más.

No era normal que Fred desapareciese tanto tiempo en un día importante como este. Sobre todo con su hermano mayor presente en el colegio y además, siendo que George y Lee habían estado dando vueltas cerca de mí –no conmigo, pero cerca- y sin Fred.

— Te viste con una chica, ¿Cierto? Por eso no me quieres decir...

— ¿Y por qué no te lo diría de ser así? —Se giró, viéndome con el ceño fruncido— no digas idioteces Isa.

George se removió en el lugar, al lado de su hermano. Noté que nos estaba mirando, aunque no creo que nos haya escuchado.

Decidí no indagar más sobre el tema y volví a mirar el campo de quidditch, esperanzada de que algo entretenido sucediera.



En lo que había pasado de tiempo (más de una hora) solamente Fleur Delacour había salido de aquel lugar, siendo rescatada gracias a unas chispas rojas que alguien había lanzado al cielo.

La sacaron bastante maltrecha del lugar, pero Madame Pomfrey supo curarla en pocos minutos.

Bostecé como por décima vez. Lee se quejó de nuevo cuando se lo contagié a él. Y así continuamos, esperando, a que algo interesante sucediera.

Esto ya se estaba tornando peor que la segunda prueba, en donde podíamos ver ciertas partes del recorrido acuático gracias a unos prismáticos mágicos... sin embargo, también se había puesto aburrido luego de unos minutos sin ver acción.


Se escuchó un sonoro crack fuera del laberinto. Todos giraron las cabezas hacia allí. Dos personas habían vuelto con algo resplandeciente. Algo que parecía ser la copa. La música de la banda me sorprendió de nuevo al sonar tan fuerte.

— ¡Ha ganado! —Dijo Fred apartando los binoculares de su cara— ¡Harry trae la copa! —le quité el objeto de las manos y me los coloqué en los ojos, para visualizar lo que sucedía yo también.

Y en ese momento lo noté.

En ese mismo momento en que una chica soltó un grito desgarrador y la música dejó de sonar. En ese mismo momento en que Fred volvió a quitarme los binoculares.

— Oh, dios santo —llevé ambas manos a mi boca, aterrorizada. Mis ojos se quedaron abiertos sin parpadear más de lo que había imaginado que fuera posible.

— ¡Está muerto! —gritó una chica a pocos metros de donde me encontraba.

— ¿Qué? —Escuché decir a George— ¿Qué sucedió?

— Está... —intenté decir con la garganta seca— Krum...

Lo han matado —susurró Lee igual de asustado que yo. Harry y Viktor habían vuelto con la copa en las manos, pero solo uno había logrado llegar con vida. Los padres de Krum corrieron hacia el cuerpo inerte de su hijo, mientras Harry era arrastrado por Moody fuera del campo.

De un segundo a otro, todo el campo de juego fue cubierto por una gran tela negra, negándonos así la visión de lo que sucedía allí desde las gradas en donde nos encontrábamos. Fred se corrió de mi lado y comenzó a caminar hasta la parte baja de las gradas, donde Molly y Bill intentaban salir de aquel alboroto.

Los más pequeños estaban aterrorizados y llorando, sin saber que hacer. Algunas chicas seguían gritando y otros tantos estaban estáticos por el shock, todavía queriendo asimilar lo que había ocurrido. Los alumnos de Durmstrang habían desaparecido debajo de la manta negra.

Cedric —susurré.

— ¿Cedric? ¡Qué mierda importa Diggory ahora! —Dijo George irritado— ¡Acaba de morir Viktor Krum!

— No, George —lo agarré desesperada de su remera— él no ha regresado del laberinto. Él no ha vuelto. Tengo que ir a buscarlo —miré a mi alrededor como todo el mundo intentaba salir de las gradas para llegar a los terrenos, donde suponía yo que habría alguien organizando el alboroto.

Vi mi oportunidad de bajar las gradas, así que eso hice.

— ¡Espera, Isadora! —Escuché a George gritarme detrás— ¡Espera! ¡No puedes ir allí!

Hice caso omiso a lo que decía. Mi amigo estaba atrapado dentro de ese lugar horrible todavía, quién sabe dónde y en qué condiciones. No podía dejarlo solo. Nadie estaba prestándole atención a Cedric.

— ¡No, espera! —volví a escuchar su grito entre la multitud. Empujé a un par de alumnos más para abrirme camino y llegar a la base del campo. Ahora solamente una fina tela negra se interponía entre el laberinto y yo— ¿¡Isadora, estás loca!? —George me agarró del brazo y me giró hacia él— ¡Es una gran idiotez lo que quieres hacer! ¡Podrías salir muerta de ahí tú también!

— ¡Es mi amigo de quién estamos hablando! —Me solté de su agarre con los ojos llorosos— Daría mi vida si fuera necesario para que él se salve. No tienes excusa para impedirme entrar —caminé rodeando la tela, para encontrar alguna entrada, hasta que me frené en seco al escucharlo gritar otra vez.

— ¡No quiero perderte para siempre!




Apreté mis ojos una vez más y dejé caer por mis mejillas las lágrimas que se habían acumulado de nuevo. Acaricié con delicadeza la mano de Cedric como por milésima vez. Se sentía más suave de lo normal.

— Es fuerte —dijo Clara, la madre de Cedric, con un tono de voz casi susurrante. Estaba sentada del otro lado de la cama contemplando a su hijo— saldrá de esta —afirmé con la cabeza, con un gran nudo en la garganta desde el momento en que lo vi salir del campo de quidditch empapado en sangre— eres una gran amiga, Isa. Él te aprecia mucho.

— Yo también lo aprecio —dije intentando aguantar el llanto otra vez. No podía verlo en ese estado. No después de todo lo sucedido.

Su cara estaba completamente envuelta en vendas ya casi rojas, de la cantidad de sangre que continuaba saliendo de los cortes que tenía. Sus brazos y piernas estaban iguales, pero con la condición de que esas vendas estaban mucho más limpias que las demás.

En aquel momento cuando atravesé la tela negra del campo de quidditch creía que todo mi mundo se derrumbaría de nuevo. Estaban sacando a Cedric en una camilla, prácticamente con sus extremidades casi separadas de su cuerpo y la cara y parte del abdomen sangrando por doquier, con cortes y quemaduras que hasta el momento no habían podido cerrarse.

Madame Pomfrey se nos acercó, luego de estar con Amos Diggory en su despacho, y la señora Diggory no dudó en levantarse de un salto de su asiento.


— ¿Y? —Preguntó afligida— ¿Cómo está?

— El muchacho ha recibido una severa y potente maldición, señora —Pomfrey lo miró desde el final de la camilla— me temo que he hecho todo lo que tengo a mi alcance y aun así no basta —tragué saliva con dificultad— creo que lo mejor será trasladarlo a San Mungo, allí quizás puedan salvarlo.

— ¿No sabe qué maldición fue? —dije con la voz cortada.

— Jamás en la vida la había visto —negó con la cabeza— no sé qué más hacer. Pienso que allí en el hospital tal vez alguien encuentre la solución.

— ¿Me permite hablar con mi esposo un momento? —dijo la señora Diggory. Pomfrey asintió con la cabeza y ambas se fueron nuevamente a su despacho.

Unas camillas más alejadas de la de Cedric estaban ocupadas por el profesor Moody y por Harry. A su alrededor, Molly, Bill, Ron y Hermione se habían quedado charlando en voz baja toda la madrugada. Al final de la camilla estaba sentado en dos patas un gran perro negro, que de vez en cuando se me acercaba para lamer mi mano y sacarme una sonrisa. Y para demostrarme una vez más, que podía contar con mi tío en los momentos difíciles.


Un par de minutos después, los señores Diggory volvieron a la sala acompañados de la enfermera.

— Ve a descansar querida —me dijo Amos, apoyando su mano en mi espalda— pronto lo llevaremos a San Mungo. Podrás visitarlo allí las veces que quieras.

— Quiero quedarme con él un rato más —murmuré afligida.

— Te has quedado toda la noche despierta, ya es de día —dijo Clara— Necesitas descansar un rato Isadora —suspiré y asentí con la cabeza. Por más testaruda que yo fuera, ellos tenían razón. Yo no podía hacer nada por Cedric, siquiera Pomfrey podía hacer más de lo que ya había hecho. Mi presencia no servía en esos momentos.

Me despedí de los padres de Cedric para luego acercarme a la camilla de Harry y saludar a la señora Weasley, a Bill, y darle un fuerte abrazo a Sirius.

Cuando salí de la enfermería me topé con la sorpresa de que George estaba recostado en uno de los bancos que había en el pasillo. Me acerqué hacia él y coloqué mi mano en su hombro, moviéndolo despacio para despertarlo.

¿George? —dije en voz baja. El pelirrojo se removió en el asiento murmurando— George —dije un poco más fuerte.

— ¿Qué? —abrió los ojos de repente, asustado, pero se tranquilizó al verme frente a él. Se paró completamente a mi lado y me tomó de ambos brazos— ¿Está mejor?

— Él... —Tragué saliva con dificultad otra vez— no. No lo está —No pude aguantar las lágrimas. George me soltó despacio y cuando creía que tan solo se quedaría allí mirándome se acercó hacia mí y me dio un cálido abrazo.

Aquel abrazo que estuvimos reteniendo todo el año.

Hundí mi cabeza en su pecho y me dejé fundir en sus brazos. Todo parecía estar en orden por unos segundos mientras sus manos subían y bajaban con suavidad por mi espalda. Dejé escapar un pequeño sollozo que él pudo percibir claramente.

¿Quieres ir a dormir o desayunar o que vayamos por los terrenos a distraernos? —susurró despacio todavía sin soltarme.

"Que vayamos". Plural.

Después de todo lo sucedido George y yo habíamos logrado un abrazo, unas palabras y un sentimiento que ninguna discusión podría apagar: Nos queríamos. No quedaba duda de eso.

Me separé de él y luego de limpiarme la cara con la manga de mi ligera campera, me aclaré la garganta.


— Quiero ir a descansar —dije.

— Te acompañaré hasta tu habitación.

— No —murmuré con rapidez, recordando que Angelina y Alicia seguramente me bombardearían con miles de preguntas— mi habitación no. ¿Puedo quedarme en la suya?

— Siempre que lo necesites —afirmó con la cabeza.

— Que no se entere Rose porque me matará —dije en burla.

— Que piense lo que quiera. He terminado con ella —Se formó un pequeño silencio entre los dos— dijo cosas feas sobre ti cuando decidí quedarme fuera de la enfermería a esperar... Creo que se enojó cuando le dije que diera vuelta su trasero y caminara derecho hasta la torre de ravenclaw —reí despacio.

— No fuiste muy sutil que digamos.

— Ya era hora de que el George de siempre volviera ¿No crees? —sonrió. En ese mismo instante pasó su brazo por mi hombro y ambos comenzamos a caminar hacia nuestra sala común.

Sonreí por dentro.

Sí. Ya era hora.

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