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Que gran desgracia la de no estar solo.
—La Bruyère
——
Siento que lo tomé mejor de lo que pensé.
Ruina es lo que puedo decir para poder huir de esta desgracia que está por aproximarse.
Pero rehuía en mi mente porque al retornar no pude ni moverme.
Mi única familia se había ido.
¿Qué puedo decir?
Sólo sé que encaminé a la cafetería sunnyside; me tomé un batido de natilla, bombón y canela; el pitillo le daba una forma de bucle al almíbar líquido; hacían juego con las efervescencia, a las burbujas multicolores.
Siempre voy a recordar que pasaban La Dama y el Vagabundo en sunnyside en una gran pantalla de plasma y el disco de vinilo reproducía '39 de Queen' una mezcla extraña a mi parecer.
Si querían verme volverme mierda en un basurero de mala muerte pues no, no lo haré; le prometí a Poppy que no haría algo como eso.
Ya es extraño decir su nombre si ya no está en este mundo.
Al parecer (según los padres de Poppy), había desarrollado catalepsia, que es un trastorno nervioso central caracterizado por la inmovilidad y la rigidez muscular, junto con una disminución de la sensibilidad al dolor; lo tenía desde que era niña, pero ella nunca lo supo. Además que nunca le habían dado desmayos tan largos como el de ahora —también provoca desmayos y pérdida de memoria a corto plazo— y eso puede explicar su extraño comportamiento al despertar, porque los que lo padecen también son propensos a tener trastornos psicológicos más su pérdida de memoria, así que el golpe en la nuca no fue causa de su muerte; simplemente... Dejó de respirar.
¿Fui muy específico?
Por alguna razón quería encerrarme en mi casa y pensar en todo lo que había pasado.
Cuando iba en camino en casa me tropecé con muchas personas y cosas; no podía pensar con claridad y empezaba a ver reiteradamente. Nunca más en mi vida veré a Poppy en mi campo de visión; sólo tenía que recordarla.
Sentí varias veces que alguien me estaba observando pero ya me daba igual todo, oh vaya... Ya estoy perdiendo el autocontrol; no les daré el gusto de verme delirar.
Cuando llegué a casa entré en mi habitación. Me encaminé a mi escondite donde guardaba todos mis cigarros y botellas que compraba de la comisión de Mrs. Falkerhost; dentro de una de las zancas de la silla que estaba perforada por dentro y cerrado en una diminuta caja de viga con llave.
La llave se encontraba dentro de mi macuto de acne dentro de los estantes de los libros y cd's. Para encontrarla había que apartar la caja de colores vacía y los tapones de Poppy cuando quería salir a escondidas, más al fondo, ahí estaba la llave.
Los tiré todos a la basura; impregnaba un putrefacto olor a alcohol, el vidrio quebrado estaba en todas partes; el tapiz humedecido empapaba el miasma antiséptico. En el basurero casi completamente vacío, al fijarme me advertí que había ropa interior que había botado y no me había dado cuenta.
Ya se hacía de noche y solo podía escuchar Show Me de Bruno Mars; Poppy había dejado su disco en mi reproductor.
Me senté en la cama y me cepillé con las manos en los ojos. Ahora que lo pienso, ¿Qué estoy haciendo con mi vida? La mayoría del tiempo vivía sólo para Poppy y tener notas sobresalientes para hacer feliz al Mrs. Falkerhost. Además que ya no escucharé que me saque del cuarto de Poppy con frases como: "Deja el acoso sexual" o "Vete a estudiar o te echo para la calle" Etcétera.
¿No es aburrido las cosas que pienso?
Al diluirme en mis juicios un tiempo, el padre de Poppy entró a mi habitación; se exteriorizaba algo trastornado por el olor ultrajante y el desorden.
—Sal de casa hoy, no te quiero aquí esta noche —demandó.
—Okay, señorito papi. —Al decir esto, me dedicó una mirada como si fuera a asesinarme y luego tiró la puerta.
¿Por qué cierra la puerta si yo voy a salir ahora?
Como sea, ya era de noche y el tiempo se sentía más sombrío de lo normal. También podía sentir caminando a mi lado a Poppy y sujetaba mi mano con regocijo. En un sitio lleno de tinieblas donde había una tienda de tintes de pelo podía ver el recuerdo casi decolorado de Agustín sentado al lado de sombrero de paja y cantando para la gente que se vea más sumida en sus pensamientos; los seguía, la mayoría por lo menos le dedicaban una sonrisa, le gusta hacer felices a la gente.
—Deja entrar fuego en tu interior,
Deja que la ira comience a salir,
Deje que tus instintos rompan las reglas,
estoy ardiendo,
Entra en ti mismo.
A veces me recuerdo de él, hace mucho tiempo que no veo su rostro.
Entré en la tienda de tintes. Observé las diferentes tonalidades que había; en una fila estaba el color púrpura, vino tintillo, esmeralda y agua oxigenada.
Pensé un momento en llevarme el agua oxigenada, la adjudiqué entre mis manos, pero pensándolo más detenidamente... Mejor no. Lo puse en su lugar. Mirando otras cosas que había en el mismo estante, el agua oxigenada me cayó en la cabeza; si esto no es obra del hado entonces no sé lo que será.
Divisé a un chico leyendo el reverso de un disco que desconozco y se veía muy fome.
—¿Me puedes aplicar esto? —Señalé el agua oxigenada.
—Si me pagas. —Hizo un ademán.
Asentí y él me indicó que lo siguiera.
Es muy inapetente esperar que el tinte haga efecto ¿Cómo podía Agustín hacerme esto todo el tiempo?
Me enjuaga el líquido blanquecino y mi melena se presenciaba como un pajar y me adhería en mi frente.
—Me veo horrible —expresé tocando mi futuras puntas abiertas.
—Oye, que interesante eso que dices, una lastima que me vale mierda —manifestó despiadadamente el chico yendo a la caja.
—Sí... No importa de todos modos. – Había un mostrador con gorras y tenían uno de "8; los favoritos de Agustín. Me lo coloqué y saqué unos billetes de mi cartera—Me caes bien —le aclaré.
—Sí, a mucha gente le caigo bien. —Rodé los ojos, divertido.
Me marché caminando a Sunnyside a beber algo y pensé: "Que rápido pasa el día" mientras dirigía mi mirada al pavimento.
Al parecer a esta hora eran noches de karaoke; no podía resistirme.
Entré haciendo énfasis y había mucha gente. Me observaron haciendo que hubiera un silencio muy incómodo.
Hice como haría Agustín, bajé la gorra para que no se divisara mi rostro. Me adentré en el pequeño escenario y sitúe el micrófono entre mis dedos. Indiqué que pusiera the light behind your eyes de the chemical romance.
—Hasta pronto todos mis amigos,
Todos ellos acabaron con trágicos finales.
Con cada día que pasa
Estaría mintiendo si no digo que los echo de menos todas las noches.
Y si ellos pudieran saber lo que quiero decir.
Si pudiera estar contigo esta noche...
Te cantaría para que te durmieras.
Nunca les dejaría coger la luz detrás de tus ojos.
Un día perderé la pelea
Como nos apagamos en la oscuridad, sólo recuerda que tú siempre quemarás como
la luz.
Se fuerte y coge mi mano.
Los tiempos vendrán para nosotros, tú lo entenderás.
Diremos adiós hoy,
Y estamos arrepentidos por como terminó todo...
Si me prometes no llorar, luego te diré lo que quiero decir.
Si pudiera estar contigo esta noche,
Te cantaría hasta que te durmieras.
Nunca les dejaría coger la luz detrás de tus ojos.
Si fallara y perdiera la batalla.
Nunca te apagues en la oscuridad,
recuerda que tú siempre quemarás como la luz.
La luz detrás de tus ojos... La luz detrás de tus...
A veces debemos crecer fuertes y tú no puedes ser fuerte en la oscuridad.
Cuando esté aquí, no por mucho tiempo, tú debes ser fuerte.
Si pudiera estar contigo esta noche,
Te cantaría hasta que te durmieras.
Nunca les dejaría coger la luz detrás de tus ojos.
Si fallara y perdiera la batalla.
Nunca te apagues en la oscuridad
Solo recuerda que tú siempre quemarás como la luz.
La luz detrás de tus ojos...
Al decir la última frase me tiriteró la voz; me sentía desmesurado y con mis manos aferrando el micrófono, supe que este era mi lugar.
Miré de reojo al público —Qué estaba aplaudiendo demasiado fuerte para mi gusto—. Estaba otro sujeto que tenía una gorra de "8 y no se lo podía apreciar su rostro. Me lividecé pensando que fuera Agustín.
Digamos que tuvimos nuestras diferencias y ahora no teníamos contacto pero ahora eso no me importaba. Sólo podía pensar en Poppy y quería salir de ahí.
Salí a paso rápido del escenario y pero no era la persona que creí. El que tenía la gorra de "8 era Mariano —unos de mis hermanastros—. Me sujetó del brazo y me giré hacia él lentamente. No parecía molesto conmigo.
Tampoco tenía contacto con él desde que todo había salido mal, aún cuando Mariano era el más puritano de los tres hermanos Hernández, él tenía una expresión que nunca me había visto dirigir hacia mí; como si fuera a sollozar.
Él puso una tarjeta en mi mano, la agarro, me solté de su agarre y salí de sunnyside. Me despojé del gorro y me agité el cabello mientras contenía las ganas inmensas de irme a beber.