Junniper [Completado] [Edita...

Por xxibgdrgnnn

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Ganadora en los WOW awards 2017 - Completado. En proceso de edición. - Junniper es la clara imagen de un... Más

Sinopsis
Importante
Preámbulo
1
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Soundtrack I
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Nota nº 1
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Aviso + Photo
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Nota nro 2
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Soundtrack II
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Nota nro 3
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45
Colofón (final)
Dedicación
Soundtrack III

3

227 31 14
Por xxibgdrgnnn

{•}

Línea de el tiempo número 3:
Mucho antes de la actualidad.

——

Sé que quizás ya sufro de entelequia, o puede ser que esté volando en algún... hueco en dónde se haya escapado la realidad... ¿Cómo podría llamarlo? Vacío (sí, ese el nombre que buscaba).

Un entorno completamente nuevo se tornaba en mi alrededor. Algo granate, bancos grises, una ligera transpiración, mi cabello en mi frente adherido por la sudor y una pesadilla inquietante.

Me sentía... como hace años atrás..., sin preocupaciones, ya que sabía dónde estaba y en qué posición me encontraba en esa altura de mi vida. Sé que lo estaba recordando y que por ésta sensación en mi interior, tenía idea cuál era la cosa que me mantenía preocupada. Y claro está que mi preocupación tenía un nombre peculiar: Junniper.

En estos seis años que estuvimos juntos, supe qué era preocuparse por alguien que no seas tú mismo, ya que Junniper siempre ha sido algo inestable.

No me mal interpreten. Junniper tiene cosas muy buenas pero reprimidas. Él cree que no lo escucho a media noche tararear, cómo se adentraba en la música. Agarró amor por ella por su hermanastro Agustín —ya sabrán de él más adelante—. Asimismo le enseñó hacer armonías perfectas, pero como suelen decir, nació para hacerlo instintivamente.

Cuando Agustín cantaba un su Fiat azul oscuro con un retrovisor sucio por lanzar mal un chicle por la ventana, colocaba The Fall of Troy, Bloc Party, The Matchbook Romance. También le gustaba los hits de verano, o una canción con voces agridulces y con un toque Trinitario como That Poppy. A Junniper le agradaba mucho ese hermano en especial.

Una incandescente brillo me hizo desapegarme de mis pensamientos; era la luz encendida de los vestuarios de las niñas. En ese entonces tenía 14 años de edad.

Mi cabello húmedo caía en mi frente. Recuerdo que los deportes me hacían pasar un mal rato. Corro muy lento. Hacía que mis rodillas se llenaran de morados, manchas y sangre de tanto caerme en el fútbol. Después de resignarme que no era para eso, tomé la maña de dormirme en la hora de deportes. A pesar de no estar haciendo nada, quedaba pegajosa. Era un asco. Así que me duchaba siempre después de despertar.

En el grupo de niñas soy la más alta; dicen porque ya hace un tiempo que me empezó a venir la menstruación. Mi madre desde aquella época me dio acostumbradores a pesar de que digo que tengo los pechos pequeños. Me parecían incómodos.

Siempre las chicas de mi clase decían que estaba de moda las niñas altas porque sirven para modelos; envidiaban mi cabello dorado y mi piel blanca, con mis hombros dorados por el bronceador de zanahoria cuando iba a la playa. Recuerdo con cariño a mi cuidador; siempre lo observaba comprándose un paquete de marihuana, y una pipa que vendía un yanqui muy libremente por California Beach. Era bueno alejarse de Oxford de vez en cuando.

El agua de los vestuarios era fría, pero aún así me parecía relajante para mis músculos; además de que escuché a una profesora a escondidas que dice que los senos permanecen firmes y parados durante más tiempo de vida si te bañabas con agua fría, claro, si permanecías con la postura derecha.

Al salir del baño me sequé y me puse la toalla alrededor de mi cuerpo. Alcé la vista cuando entró otra persona.

—Hola, Poppy —me saludó Kehlani, una niña de mi clase.

—Hola —le devuelvo el saludo abriendo mi casillero en busca de ropa. Agarré mi interior—. ¿Qué tal todo por allá?

—Me va muy bien, lidero el equipo femenino de fútbol —me dijo, orgullosa mientras me quitaba la toalla y me ponía la bragas. Su rostro se puso rojo—. ¿Acaso no tienes pudor, Poppy? Bueno, yo también mostrara mi cuerpo si no tuviera panza y si fuera tan alta como tú.

—De todas formas no es algo que no hayas visto ya. —Me volteé a observarla cara a cara. Me coloqué mi acostumbrador y ella apartó la mirada. Reí un poco. Me gustaba jugar con los sentimientos de la gente.

Kehlani se fue a las duchas, cabizbaja. Me puse mi ropa, que era muy típica de chico, pero no necesitan saber exactamente qué llevaba puesto, pero sí que siempre iba de azul; todo eso junto mi cabello cepillado con una cola de caballo. Agarré mi mochila y me encaminé a clases.


En el descanso me dirigí a la cafetería. Observé al chico moreno con su grupo de gemelos oxigenados. Mi corazón comenzó latir con rapidez, y más aún cuando los ojos de aquel chico analizaron mi cuerpo, sin embargo apartó su mirada con desdén luego de eso.

Con su tez morena, cabello atezado y ojos turquesas, Luis Simonetti, un chico latino-inglés, era el que tenía a todas las chicas y chicos del colegio a sus pies. La mayoría del tiempo arruga el entrecejo en el momento que Zack y Josh, los gemelos soltaban cualquier estupidez. O cuando reía, sus ojos se achinaban y dejaban ver sólo el brillo de sus pupilas. También se cepillaba el cabello con la yema de los dedos cuando se incomodaba. Más que todo, su fuerte idiosincrasia dejaba mucho que desear.

Al verlo frente a frente, tenía que admitirlo, era mi debilidad. Sé que es lo típico, pero no podía evitarlo. Él sabía cómo observar, cómo hablar para obtener lo que quiere y lo peor de ésta historia, es que él no quería nada de mí.

Ah, lo olvidaba. Hoy es el inicio de la primavera así que había algo como the secret friend —lo cual podíamos ir vestidos como quisiéramos, algo que no pasa muy seguido—. Y también estaba el baile, pero eso es otro asunto, además es para los chicos mayores que nosotros. Repartieron los nombres de mis compañeros. El que te tocara, tendrías que proporcionarle un regalo. A mí me salió una chica de mi clase que no le hablaba casi, pero aún así tenía algo para ella; una tarjeta púrpura con algún mensaje insignificante sobre la amistad, y una bolsa para ponerle una comisión que se me ocurriera.

En el momento en que iba a colocar mi nombre en la tarjeta, tuve una idea; consistía en mentir para darle el regalo a Luis. Sería un método para que se fijara en mí...

Mis mejillas se humedecieron levemente por las lágrimas y con un leve temblor en mis manos, sólo pude escribir mi firma en la tarjeta.

En el momento que llegó mi oportunidad, tenía mi regalo en la mano derecha y la tarjeta en la otra. Temblaba demasiado.

Por otro lado, la maestra indicó que alejáramos los pupitres, y dejáramos un espacio en el medio del salón. Luis dejó el suyo en el centro del gran espacio que habíamos dejado; como siempre llamando la atención.

Y cuando la profesora llamaba a una niña el centro, él las analizaba con atención con sus ojazos verdosos. Siempre me molestaba ver cómo todas esas chicas coloradas y como una castañuela rompiéndose por la vergüenza por él. Me daba un poco de rabia de que le daban lo que quería.

—Poppy, es tu turno —dijo la profesora con amabilidad.

Agarré fuertemente la bolsa de papel y el sobre con la tarjeta. Me puse en el medio y él estaba al lado mío. Me observaba de tal manera que flaquearon las piernas.

—Yo le regalo a... —Con el rabillo del ojo observé a mi compañera por un segundo. Pensé que tendría que dárselo ya que si se lo daba a Luis, ella se quedaba sin nada, pero algo en mi interior dijo que no hiciera lo correcto.

Levanté el rostro al notar a toda la clase observarme con suma atención, ya que no decía nada y mi rostro estaba arrebolado como un tomate. Extendí mi mano temblorosa a donde Luis estaba. Él me miraba extrañado. La profesora se dirigió a mí:

—¿Cómo se llama la persona a la cuál le regalas? —me preguntó con una sonrisa picara. Observé a Luis. Él alzó una ceja, divertido.

—A... Luis Simonetti.

La bulla de la gente no me dejaba pensar con claridad, y por cada tonalidad de rosa que teñía mi piel me arrepentía de mi decisión. Ya mi pecho me dolía y no me dejaba pasar aire necesario para vivir después de esta vergüenza.

Y se lo entregué, friccionando levemente su piel. Él abrió la carta primero. Aunque la profesora me pidió que me sentara, me quedé plantada en mi lugar analizando su reacción a lo que decía la carta. Y poco a poco alzaba una sonrisa veraz. Sus ojos centellaron y por ello entré en pánico.

Me encaminé a paso torpe hacia mi puesto pero en el momento que lo hacía, él me detuvo agarrando levemente mi camisa.

—Gracias..., de verdad —musitó. Mi cuerpo se relajó y para perder más el color de mi cuerpo, él me dio un dulce beso en la mejilla y susurró:

—Te sienta bien el azul, acosadora. —Se sentó en su asiento presuntuosamente y articuló:

"¿O crees que no me doy cuenta de que siempre me observas?".

Me quedé paralizada donde estaba. Toda la clase estaba en completo silencio. Poco a poco una sonrisa se formó en mi rostro y con ella salí corriendo del salón de clases con torpeza y llorando de felicidad. Quizás debía estar enojada, pero él... había notado mi existencia.

Sé que mi alma en la actualidad me hacía sentir feliz por recordar algo que daba por olvidado.

Me detuve para tomar aire y noté que estaba frente a la oficina del director. Levanté mi rostro y divisé a un chico paliducho, escrupuloso, lleno de moretones en el rostro. Sus ojos índigos se acompañan con ojeras moradas y gigantes, además de que uno de ellos se tapaba por un mechón de cabello castaño. Un lunar en medio de la nariz, uno encima de su ceja y uno en su mentón. Su expresión era moribunda. Él me contempló estoicamente a los ojos.

Junniper.

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