Su cuerpo se nota tenso y siento como respira profundo.
—Kimberly, yo... —su teléfono suena e interrumpe la oración—. Dame un minuto por favor —él se levanta y contesta la llamada, mientras camina por la sala con el teléfono en mano. Al cabo de varios minutos él vuelve a tomar asiento.
—Me decías... —le reitero.
—Te decía que... —él vuelve a dudar un momento y no encuentra modo de soltarse—. Te decía que merezco ir a la cárcel, porque... No sé, es difícil decirte esto porque, la verdad es que no quiero que pienses mal, pero yo... —sigue dudando.
—Si vas a decir algo dilo, me está volviendo loca tu redundancia.
—Lo siento, es que... —sigue temiendo.
—¿No es fácil decir que estuviste a punto de matar a Jason? —la desesperación me envuelve y suelto la frase sin pensarlo.
—No, no quise hacerlo. No hicimos nada para que muriera —dice desesperado.
—¡Lo iban a matar con un somnífero! Está vivo de casualidad.
—Ella se excedió y le dio más de lo necesario, le dije que era una pequeña dosis —dice a modo de disculpa, siento el tono de arrepentimiento en sus voz arrugada.
—¡Por qué demonios lo hiciste! ¡¿Sabes que puedo enviarte a la cárcel por intento de homicidio con esta declaración?! ¿Lo sabes? —le grito.
—Lo sé —dice cabizbajo.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te uniste a su juego? —le digo y las lágrimas no tardan en caer. Es distinto tener la suposición de que te decepcionaron, a tener la certeza de que sí lo hicieron.
—Lo hice por ti, porque quiero estar contigo. Al principio parecía el plan perfecto, pero todo se arruinó.
—Sí, resulta que Jason piensa un poco más adelantado que ustedes y no tienen ni idea de con quién se metieron. ¡Qué estúpidos! —exclamo—. Siempre te dije que no quería estar contigo, aunque nunca hubiera conocido a Jason, aunque él no hubiera nacido, no hubiese estado contigo. Jamás —le confieso, sintiendo como mi voz se fortalece y le grita—. No eres lo que necesito. Nunca lo serás.
—¿O sea, que me rechazas por mi origen, por mi clase? —pregunta ofendido.
—¿Por qué demonios todo tiene que girar alrededor del maldito dinero? ¿Por qué? ¡No tengo la culpa de que te sientas resentido por el maldito dinero! pues ahógate en tu mar de resentimiento. No tener una cuenta bancaria jugosa, tarjetas de crédito y autos de lujo no te hace menos que nadie, lo que si te hace menos que una basura, es pensar que la plata es lo que necesitas para ser importante, ¿y sabes qué? por eso sí te tengo lástima.
—Pero sé que ninguna chica de tu clase jamás tendría una relación conmigo.
—Piénsalo y como te dije muérete en tu mar de autocompasión. Aunque lo peor no es el hecho del dinero, sino que hayas siquiera osado en intentar algo así con Jason. Eso es muy bajo la verdad. No creí que fuera necesario que hicieras algo así con una mujer. Pero eso ya no importa, solo preocúpate por lo que podamos hacer en su contra, que puede ser mucho. No quiero verte más aquí, me defraudaste y ahora no me tienes ni como novia, ni como amiga, ni como compañera.
—Solo quiero decirte algo —dice a modo de permiso.
—Dilo.
—Sé que tienes la duda y quieres saberlo. Stacy es la hija de mi padrino. Por eso la conozco.
—Imagino que tu padrino no querría enterarse de algo así, ¿cierto?
—No —contesta por lo bajo.
—Ya puedes irte. Sabes dónde está la puerta.
—Adiós, Kimberly. Perdóname por decepcionarte —él se gira sobre sus talones y se encamina hasta la puerta de salida.
Voy corriendo hasta mi habitación y llamo a Jason a su celular. Después de varios timbres contesta la operadora.
La decepción es un sentimiento que arropa cada célula que le diste a modo de confianza a alguna persona. Jamás debemos idealizar a las personas, no debemos pensar de un modo acerca de ellas, porque por más que creamos conocerlos, nunca llegaremos a saber cuáles serían sus reacciones hacia determinadas situaciones, cuando ni siquiera tú mismo eres capaz de terminar de conocerte, entonces, ¿qué será de los demás?
Es inevitable no sentirme afectada ante esta situación. ¿Cómo no sentirme impotente después de creer lo mejor de alguien y sencillamente arruinarlo todo como una lacra cualquiera? un consejo retumba en mi cabeza y es ese que decía "No confíes en nadie, porque hasta tu sombra te abandona cuando está oscuro". No esperes nada de nadie y así verás lo mejor de todos.
Mi mamá toca la puerta del cuarto y la invito a pasar.
—¿Qué sucedió con ese muchacho allá abajo?
—Ma, Tommy y la zorra fue quienes armaron el plan contra Jason —le digo sorbiendo mi nariz.
—Por Dios, cómo puede ser posible —dice ella llevándose una mano a la boca ante la sorpresa.
—Así es. El muy imbécil consiguió el medicamento en la farmacia de la universidad pero, la muy estúpida le dio más de lo necesario. Ellos pensaron que Jason jamás lo sabría, aunque él ya me lo iba a confesar a final de cuentas.
—Eso no lo esperaba. Él se ve muy buen muchacho. ¿Por qué fue cómplice de semejante barbaridad?
—Él dijo que quería estar conmigo y que por eso lo hizo.
—No es excusa, Jason casi muere por envenenamiento, sino hubiera ido al doctor no estaría contando la historia —yo hago un puchero y mi corazón se arruga ante la idea.
—Ni lo digas mamá —vuelvo a tomar el celular para marcar su teléfono.
—¿Tu teléfono no era gris? O estoy un poco loca —dice confundida.
—Es nuevo, Jason me lo regaló.
—¿Fue parte del perdón? —dice mientras lo examina.
—No, es que el otro día hizo pedazos mi móvil y se sintió obligado.
—Espero que no se lo hayas roto en la cabeza —se ríe a carcajadas.
—Ya quisiera —vuelvo a tomar el teléfono y vuelve a sonar la operadora.
—No intentes llamarlo, no lo va a escuchar. Prueba mañana. Tú también necesitas dormir, cariño.
—Tienes razón. Pero primero voy a buscar algo de agua. Tanto gritarle a Tommy me dio sed —le ofrezco una sonrisa triste.
Ella se encamina hasta su habitación y yo bajo hasta la cocina. Me encuentro con Kelly que está tomando algo en los taburetes de la cocina. Busco algo de jugo de arándanos en la nevera y me siento junto a ella.
—¿Qué tal te va? —le pregunto, dándole un largo trago al jugo que hace el camino más fácil en mi garganta.
—Creo que todo está bajo control.
—Eso está bien, supongo.
—Sí, de hecho es genial. Creo que ya casi estoy empatada — sonríe.
—Cuenta —digo en medio de un trago.
—¿Recuerdas el chico del que te hablé? Pues creo que ya me está haciendo caso. Quizás sean cosas mías, pero me hace feliz pensar que es así.
—Bueno, pues sigue con lo que estás haciendo y de seguro un día de estos me lo traes y me lo presentas, después que lo apruebe pues se lo mostramos a mamá. ¿Vale?
—Está bien. Te contaré las nuevas. ¿Qué hay con Jason? Hace días no lo veo por aquí.
—Él está algo enfermo, por eso no ha pasado por aquí.
—Qué mal. Espero que se mejore pronto.
—Yo también.
A la mañana siguiente a eso de las once me despierto con varias llamadas perdidas del celular de Jason. Le devuelvo la llamada.
—Hola —responde él al otro lado del teléfono y siento como su sonrisa traspasa por el auricular.
—¿Cómo te sientes?
—Muy bien la verdad y además te tengo buenas noticias —dice con una alegría inexplicable.
—Yo tengo noticias para ti también pero, no te las diré por teléfono. ¿Quieres venir a mi casa hoy?
—Sería un inmenso placer, podría estar allí en minutos si no te molesta.
—No, no me molesta, puedes venir cuanto antes.
—Pues, ¿qué hacemos hablando entonces? Nos vemos allá.
—Hablamos —le lanzo un beso y cierro el teléfono.
Escucho la voz de Jason en la sala cuando salgo de la habitación. Es un poco extraño ya que el suele sonar la bocina para avisar que llegó. Escucho la conversación de él y mi madre y ella lo invita a subir al cuarto. Sus pasos resuenan en las escaleras y se precipita el sonido que hace eco en las paredes. Me quedo parada con la puerta abierta del cuarto esperando a que llegue. Él viene vestido con una camiseta blanca con corte V y unos pantalones de chandal grises con sandalias.
—Estabas corriendo en el parque, eh —sonrío. Él se acerca a mí y me da un beso rápido.
—Ya quisiera. Pero no —entramos a la habitación y nos sentamos en la cama.
—Mira, no puedo esperar a decirte lo que tengo que decirte —digo mientras me subo de piernas cruzadas encima de la cama mientras él está sentado normal en la orilla con los brazos hacia atrás.
—A ver. ¿De qué se trata? —pregunta curioso.
—Al grano. Tommy es el cómplice de Stacy —suelto.
—Lo sabía. Bueno, tenía una seria sospecha y mi instinto no se equivoca, pocas veces lo hace. Pero, ¿Por qué demonios se prestó para eso?
—Él dice que me ama y que quiere estar conmigo. Me dijo que le dio la dosis correcta para solo te durmieras unas horas.
—¿Cómo lograste que lo dijera?
—Lo acorralé un poco, no soy persuasiva pero también tengo mis táctica —sonrío—. Pero, también cuando estaba contabilizando las cuentas de los medicamentos de la farmacia, vi un nombre que vi en un documental sobre violaciones y entonces creo que pude relacionarlo un poco, lo cuestioné y él simplemente iba a empezar a soltar la sopa.
—¡Qué estúpido! Él te puso a hacer las cuentas —él ríe a carcajadas cayendo acostado sobre la cama.
—Le dije que podía denunciarlo. ¿Quieres denunciarlo?
—No. No lo voy a hacer, ni siquiera voy a hablar con él al respecto. Con la que sí hablaré es con ella, tengo que ponerla sobre-aviso y que solo le daré una oportunidad pero, que todas nuestras relaciones, laborales, estudiantiles y personales terminan hoy.
—Me alegra —le sonrío mientras agarro su muslo—. Libre de zorras asesinas.
Él ríe.
—Así es. Y tú libre de tontos.
—Sí. Es tonto me di cuenta. ¿Sabías que el papá de Stacy le paga Harvard?
—No, ni idea. Pero, ¿de dónde ellos se conocen?
—Su mamá trabaja en uno de los restaurantes de él, entonces él apadrina chicos en los estudios superiores y a él le toco ser uno de ellos, a pesar de todo este rollo mal armado, él es inteligente.
—Lo sé. Es inteligente, porque si la cantidad habría sido realmente la necesaria no habría salido en la sangre y yo estaría totalmente jodido y listo para ir al manicomio con camisa de fuerza.
—Pero la tonta de tu ex arruinó todo. Normal. Dicen que las rubias no piensan.
—Tú tienes algo de rubia —él se ríe.
—Pero las puntas no el tronco, así que la tontera no le llega al cerebro.
—Debe ser eso —él sigue carcajeándose y yo me subo hasta la parte de arriba de la cama para estar más cerca de él.
—¿Qué era eso que me querías decir? —le pregunto.
—Bueno, las buenas noticias eran que ya se te termino tu luto —él sonríe con suficiencia.
—Estaba con luto y no lo sabía. ¿Por quién? —pregunto extrañada.
—Por mi mejor amigo, ¿no recuerdas?
—No, ¿qué amigo? —le pregunto. Él dirige su mirada hacia abajo y yo la persigo—. Ohhhh. Me alegra que estés devuelta al ruedo.
—Estamos de vuelta al ruedo, todos lo estamos, Kimberly.
—Sí, todos estamos al ruedo —sonrío. Su mirada muestra sus intenciones y mi cuerpo no puede negarse a lo que pide, porque él también lo necesita con ansias.
—Me alegra que todo esté bien —sonríe mamá mientras está sentada tomando café en la cocina—. Tengo que decirles que esta noche tengo una cena con un amigo acá en la casa, y me gustaría que estuvieras aquí con nosotros.
—Para mí sería un placer, haré lo posible por estar aquí. ¿A qué hora? —pregunta Jason.
—A las seis, así puedes irte temprano a dormir.
—Perfecto.
—Mamá, ¿hablaste con Kelvin sobre eso de la cena?
—Sí, le dije que tenía una cena de familia hoy, que no faltara y que podía traer a su "novia".
—¿No crees que se molestará por no decirle antes?
—Él no puede molestarse, porque es solo un amigo. Nada más.
—Disculpen mi intromisión pero, pienso que hay que darle una advertencia. Es difícil encontrarte con algo así de sorpresa.
—Jason tiene razón, mamá —le digo.
—Es cierto pero, no sé qué decirle.
—Dile que traerás un amigo para que conozca la familia.
—Puede ser en un mensaje de texto, así es más fácil —dice Jason.
—¿Y si no viene después de saberlo? —dice mamá—. Él es muy impulsivo a veces.
—Inténtalo, es mejor decirle y que él mismo tome su decisión.
—Estoy de acuerdo —dice Jason.
—Así lo haré.
Todos estamos en la sala sentados esperando la visita de este domingo, menos Kelvin. A eso de las seis y cuarto el timbre de la casa suena y yo me encamino a la puerta a abrirla. Me encuentro con un hombre maduro muy atractivo, tiene el cabello gris, gracias a las canas, sin embargo, su rostro es lucido y terso. Tiene unos ojos café rasgados y una mandíbula bien pronunciada. Viene vestido con una camisa azul celeste y vaqueros, con zapatos informales.
—Hola. Buenas Tardes. Tú debes ser Kimberly, ¿cierto?— Él dice con una sonrisa permanente en su rostro, mostrando su perfecta dentadura.
—Sí, así es —le devuelvo la sonrisa e invitándolo a pasar.
—Mi nombre es Luke. Luke Richardson —dice dándome la mano.
—Mucho gusto señor Richardson. Bienvenido a su casa. Puede pasar adelante —me quedo detrás de él cerrando la puerta y juntos caminamos hasta la sala. Allí Jason se pone pie y lo saluda.
—Señor. Buenas Tardes —él saluda cortésmente a Luke.
—¿Tú eres el hermano mayor de las chicas? —pregunta todavía mientras agita su mano.
—No —intervengo—. Él es mi novio.
—Es un placer. Luke —le responde a Jason.
—Jason. El gusto es mío —le responde.
—Kimberly. Traje esta botella de vino. Agradecería que la pongan en la vinera —dice.
—Claro de inmediato. Muchas gracias —él me pasa la botella y la llevo al refrigerador. Subo a buscar a mamá que está en el cuarto y es como si fuera a quedarse allí por siempre.
—Mamá. Ya llego Luke. Te estamos esperando —le digo, mientras la veo sentada en el banco llamando por su celular, frente al tocador.
—Ya voy. Estoy llamando a Kelvin —dice preocupada. Me acerco a ella y le quito el celular.
—Mamá, tienes que dejarlo absorber la situación. ¿Acaso crees que para mí es fácil? No, no lo es. Pero tuve que asimilarlo. Quizás eso sea lo que necesite. Si él cree que es lo correcto venir, lo hará.
—Bajemos entonces —ella se levanta y acomoda su falda—. ¿Cómo me veo?
—Espectacular. Me encanta tu blusa.
—Gracias. A tu vista —ella sonríe y se contonea delante de mí.
—Sí, gracias —me burlo.
Bajamos y encontramos a Jason y Luke conversar acerca del juego de baloncesto. Al vernos interrumpen la conversación y Luke se pone de pie para saludar.
—Katherine. Estás impresionante —es inevitable palpar el nivel de devoción que siente hacia ella con su mirada es capaz de transmitir miles de sentimientos.
—Gracias —dice apenada—. ¿Conociste a mis chicas? Esta es mi cosita más pequeña Kathie, ella es Kelly mi hermosa hija pre-adolescente, Kimberly, mi futura doctora y Jason mi hijo adoptivo y el mejor yerno del mundo.
—Sí, ya los conocí. Son todos encantadores —él dice mientras sigue con su sonrisa que es como si estuviera tatuada en su rostro. El crujido de la puerta paraliza nuestra conversación y Kelvin entra provocando un estruendo en la entrada.
—¡Ya estamos completos! Podemos empezar la cena —dice mamá.
—Buenas tardes —dice Kelvin secamente. Primero acercándose a mí para darme un beso en el pelo y saludarme, y así saluda a cada una de mis hermanas y a Jason lo saluda con un choque de manos. Dejando por último a Luke y mamá.
—Kelvin State —dice secamente.
—Luke Richardson. Es un placer conocerte —dice con la sonrisa en su rostro que es evidente no es correspondida.
—Mamá —él se limita a decirle a mi madre.
—Sentémonos en la mesa, chicos —dice mamá con su tono de voz algo desconcertado.
Todos nos encaminamos a la mesa y nos sentamos. Los primeros minutos transcurrieron en silencio pero, la pesadez de la presencia de un Kelvin molesto hacía la cena un poco más incómoda. Así que decido romper el hielo.
—Mamá, está deliciosa la cena. Le pusiste mucho esmero a esta comida.
—Gracias, hija.
—Me la quisiera llevar a alguno de mis restaurantes, de seguro las cuentas explotarían.
—Entonces, esto se trata de pura ambición —irrumpe Kelvin con su pregunta. Jason mira disimuladamente hacia él en modo de reprimenda pero este lo ignora.
—No, ambición no, hijo. Sería puro deleite, que trae beneficios económicos. Cuando alguien tiene un talento hay que demostrarlo al mundo.
—Lo primero es, que no me llames hijo.
—Lo siento —se disculpa—. Pero no lo veas como ambición mira eso es como el baloncesto, muestras tu talento en la casa y te pagan por ello. Es simple y no es ambición —él sonríe.
—Otra pregunta, ¿siempre tienes esa ridícula sonrisita en tu rostro?
—Es suficiente, Kelvin. Vamos al cuarto —ella se levanta de la mesa y señala su dedo en dirección a la escalera.
La ira irradia por los poros de Kelvin e inmediatamente sube hasta el cuarto casi corriendo y mi mamá lo sigue detrás.
—Discúlpenme. Tengo que resolver ese asunto —ella sigue su camino hasta el cuarto.
Desde mi perspectiva de hija sé lo que está sintiendo Kelvin con todo este asunto, sobre todo como él se sintió después de la muerte de papá. Él tardó meses y meses para recuperarse y sé que será difícil para él poder aceptar a otro hombre en la vida de mamá Para mí también es difícil pero, todos tienen derecho a rehacer sus vidas y no quedarnos a vivir con el recuerdo.
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